− ¿Quién es usted? − Mikasa seguía mirando a Levi. De repente entendió que no tenía ni la menor idea dónde estaba y cómo había llegado hasta aquí.
− ¿Cómo? − los ojos del moreno se abrieron al más no poder.
− ¡Mikasa! ¿Estás bien? − la azabache no se dio cuenta de donde apareció Armin, pero al ver a su amigo se sintió un alivio.
− Armin, ¿dónde estamos? − le preguntó aún en una voz débil − ¿Quién es esta gente? − señaló en dirección de Hange y Levi con su mirada.
− Retrocedan − ordenó la comandante en una voz bastante alta para que otros soldados la escucharan y abandonó el brazo. Levi vaciló por un segundo aún mirando a la azabache, pero al fin le siguió a su superior.
− Mikasa, ahora tenemos que salir de aquí − le sugirió el rubio a su amiga en voz calmante − luego vamos a ver qué ha pasado. Síganos, ¿vale?
La azabache asintió con la cabeza y trató de levantarse, pero tambaleó al intento.
− Te ayudo − Armin puso la mano de Mikasa en su hombro − aférrate − y los dos se deslizaron abajo.

Unos minutos más tarde casi no se escuchaba ningún ruido en el bosque, ya que la legión se había alejado bastante. Thierry miró a su alrededor buscando a su amigo.
− ¿Edmond? − se atrevió a llamar en voz alta.
− Voy − una voz masculina sonó de cerca, poco tiempo después acudió su dueño − ¿Qué tal ha ido?
− ¿No lo has visto? − se decepcionó Remy.
− De otra manera no preguntaría − espetó Edmond con impaciencia mientras el niño alzó su barbilla con orgullo anunciando el resultado:
− He tenido éxito.
− Casi has matado a la chica − intervino Thierry con desaprobación − su corazón se ha detenido.
La mirada severa que Leblanc mayor dirigió a su hermano hizo que este se encogiera.
− Pero el resto ha salido bien − se apresuró a añadir con una sonrisa culpable.
− ¿Cuántos años has borrado?
− Dos. − Ella no ha reconocido a sus compañeros − comentó Thierry comprobando las palabras de Remy − salvo a uno a quien conoce desde su infancia.
− Es una lástima que yo no pueda examinar tu trabajo, hermanito − la voz de Edmond se volvió pensativa. Si lo que le estaban diciendo era verdad, una gran etapa de su plan relacionada con esta maldita isla estaba acabada. Y si no lo era... En este caso el rubio mayor ni siquiera sabía qué hacer.
− Lo he examinado yo justo después de hacerlo − hasta se ofendió el niño al no recibir ninguna alabanza de su hermano − Para Ackerman ya no existe lo que yo he borrado mientras el resto está intacto.
− Además cuando ella ha vuelto en sí, no ha hecho nada extraño, como pasaba con los Maier − añadió el castaño.
− Entonces, ¿estamos preparados para volver? − Edmond aún no podía creer que al fin lo habían conseguido − ¿Puedes repetir lo que has hecho?
− Claro que sí − la seguridad con la cual Remy lo había dicho calmó un poco a su hermano.
− Bien. Podemos empezar con los secretarios, ya que a nadie le importan mucho. Practicarás reemplazo hasta que tengas éxito. Si no sale bien, les borrarás el intento.
− Creo que lo tendré pronto − dijo el niño con entusiasmo − he avanzado mucho.
− Todavía hay un montón de trabajo que hacer − suspiró Edmond, pero enseguida cogió en sí una mirada acusadora de Thierry.
− Oye, no seas un rollo. Hoy tenemos éxito. Hay que celebrarlo y marcharse de estas ruinas donde vivimos ahora.
− Suena bien − una leve sonrisa al fin apareció en el rostro del mayor de los Leblanc − Vamos.

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Todo el camino Mikasa guardaba el silencio. Ya no trataba de entender lo que estaba pasando, solo observaba los alrededores desde una carretera para los heridos que a causa de su debilidad tuvo que usar en vez de un caballo. Por un uniforme de los demás adivinó que estaba en la legión de Reconocimiento. Eren tenía que ser feliz por cumplir al fin su objetivo. Era raro que no se viera por ninguna parte, hasta le daba miedo a la azabache este hecho, pero decidió no llegar a conclusiones rápidas. Además se calmó un poco al notar a Jan, Sasha y Connie entre otros soldados desconocidos.
Al fin llegaron a un edificio pequeño entre colinas que aparentemente era una estancia afuera de la legión. Cuando Mikasa bajó de la carretera, una mujer con el pelo atado en una cola y con un parche cubriendo su ojo izquierdo corrió hacia ella.
− ¡Mikasa! − la mujer tomó sus hombros y se inclinó a la azabache mirando su rostro de cerca − ¿Es verdad? ¿No me reconoces?
− Lo siento − Mikasa bajó la mirada mientras la otra gente les rodeó a las dos, entre ellos Armin.
− Soy Hange Zoë − se presentó la militar soltando a la azabache − la comandante del Cuerpo de Exploración.
− Encantada. Aunque pensé que era Erwin Smith.
− Él murió − el rostro de Hange se volvió más serio − Mikasa, ¿qué fue lo último que recuerdas?
− Han encarcelado a Eren porque les dan miedo sus poderes de titán. Le van a juzgar.
El murmullo se alzó en la multitud, aunque se calló al instante en cuanto la comandante empezó a hablar de nuevo:
− ¿Recuerdas el juzgado?
− No, ¿salió bien? − la preocupación resonó en la voz de azabache ante esta expresión muy seria de Hange.
− Sí − afirmó la comandante lentamente como si no quisiera decir la segunda parte − fue hace 2 años.
− ¿Qué? − la mirada de Mikasa se volvió estupefacta. No lo podía creer, dado que los sucesos que acabó de contar parecían estar ayer y no recordaba nada más − ¿Dónde está Eren?
− Está un poco lejos de aquí.
− ¿Dónde? − la azabache miró fijamente a la comandante quien seguía manteniendo una calma severa en su rostro.
− En el continente.
− ¿Qué continente? ¿Qué significa? − los ojos de Mikasa estaban muy abiertos reflejando toda la preocupación que sentía.
− Verás − continuó explicando Hange con una tranquilidad − resulta que vivimos en la isla rodeada del mar. Y en el otro lado de él hay el continente, donde viven nuestros enemigos. Eren está allí con una misión muy importante.
El murmullo se hizo presente de nuevo, pero nadie se atrevió a decir nada en voz alta.
− ¿Está solo? − la azabache ya sentía el horror creciente dentro de sí por imaginar a su amigo en la tierra hostil cuando la comandante comprobó el peor de sus pensamientos.
− Sí.
− ¿Por qué? − la desesperación que Mikasa fracasó de disimular apareció en su voz − ¿Por qué yo no estoy con él?
− Porque así fue más fácil infiltrarse para él.
− ¡No, no puede ser! − la azabache meneó la cabeza negando aceptar una idea tan horrenda − No le habría dejado ir tan fácil.
− No fue fácil.
− ¿Está bien? ¿Sabemos algo de él? − Mikasa aún no podía calmarse mientras la comandante seguía dándole tan poca información.
− Sí, está bien, nos informa de la situación.
− ¿Puedo leer lo que escribe?
− Mikasa − le cortó la comandante abruptamente, dado que con cada siguiente pregunta de la azabache se ponía más y más difícil responderle − no es lo tú necesitas ahora. Ve a tu habitación, y los demás − les miró a todos − a mi despacho. Luego Armin te contará toda la historia desde el principio y así tendrás menos preguntas, ¿vale?
Mikasa solo asintió con la cabeza aún sintiendo un desacuerdo total con la situación. Entró en el edificio con otros soldados cuando se enteró de que no tenía ni la menor idea a dónde tenía que dirigirse.
− Disculpe − la chica llamó a Hange en voz opaca parándose enfrente de una escalera − es que no sé dónde está mi habitación.
− Yo te enseñaré − ofreció Sasha enseguida − compartimos una.
− Sasha, después a mi despacho − le ordenó Hange con tanta severidad que la cazadora se encogió murmurando "Entendido".
− Oye − le preguntó a Mikasa en una voz baja mientras las dos estaban subiendo − ¿a mí me recuerdas, verdad?
− Sí, Sasha, te recuerdo − la aseguró la azabache sintiendo por su sorpresa un ligero alivio al afirmarlo.
− He preguntado solo por si acaso − una sonrisa incómoda se instaló en el rostro de la cazadora − Aquí está − dijo señalando a una puerta en cuanto estaban en un segundo piso.
La habitación era pequeña con dos camas en lados opuestos y una mesa debajo de una ventana entre ellas. Aparte de un armario no muy grande que se encontraba en una esquina cerca de la puerta no había más muebles. "Solo lo necesario" − pensó Mikasa observando el espacio del que no reconocía nada. − ¿Cuál es la mía? − le preguntó a Sasha, quien ya quería irse.
− La izquierda. Por cierto, el cuarto de baño está en nuestra planta en la tercera puerta de nuestra habitación.
− ¿Y esto? − la azabache tomó un pañuelo fino que estaba encima de su almohada.
− Es tuyo − se encogió de hombros la cazadora − tú misma lo has hecho.
− ¿Yo? − una sorpresa se reflejó en el rostro de Mikasa mientras escudriñaba la seda con las flores azules y violetas bordadas.
− Sí − asintió Sasha, dirigiéndose de nuevo a la puerta, pero otra vez fue detenida por su compañera.
− ¿Sabes dónde está mi bufanda?
− No...
− ¿La he perdido en el bosque? − supuso la azabache mientras su mirada se entristeció notablemente. − No creo − trató de animarla la cazadora − no te he visto en ella ya hace algún tiempo.
− ¿Por qué?
− No sé, a lo mejor porque es verano − la incomodidad que sintió Sasha ante tal mentira a que tuvo que requerir aumentó cuando escuchó la respuesta desconfiada de su compañera:
− Siempre lo llevo todos los días.
− Verás, Mikasa, Hange me espera en su despacho, yo tengo que ir. Busca en el armario si quieres − con estas palabras la cazadora salió de prisa del dormitorio y casi se echó a correr al despacho de la comandante. Estaba bajando la escalera a toda velocidad cuando de repente una figura conocida se asomó enfrente de ella.
− Armin, ¡está mal! − un pánico resonó en la voz de Sasha mientras casi se atropelló con su amigo − Tenemos que decirle...
− No − suspiró el rubio, poniendo ambas manos en los hombros de la chica para calmarla, después continuó en una voz baja − Escucha, Hange ha prohibido estrictamente contarle a Mikasa sobre Eren. Insiste que es muy serio. Nos ha ordenado decir lo que ella ha dicho, sobre la misión del continente y tal cosa. Podemos referirnos a que no sabemos mucho de esto, para evitar divergencias, la comandante va a inventar el resto.
− Armin, Mikasa se enterará tarde o temprano − replicó la cazadora inquietamente − Ya hay cosas que no le cuadran. Me ha preguntado sobre su bufanda y tal vez sería mejor si yo le mintiera que ella la ha perdido hoy. Pero yo le he dicho que ella no la lleva por ya un tiempo. Sé que fue su prenda favorita. ¿Cuándo la dejó de llevar por todos lados?
− Sasha, cálmate − le dijo Armin aún sosteniendo sus hombros con firmeza − lo has hecho bien. Mejor así, que le mintieras a Mikasa y después ella encontrara su bufanda cuando volvamos a la ciudad. La prenda tiene que estar en su casa en Randort, ya que Mikasa no la lleva las últimas semanas. Ve a Hange, yo hablaré con Mikasa.
− ¿Qué le vas a decir?
− Toda la historia menos un fin − la determinación sombría fluía en la voz del rubio, dado que entendía que no sería tan fácil como sonaba.
− Ten suerte − le dijo la cazadora en voz pálida antes de continuar bajando la escalera mientras su amigo se dirigió a la habitación de las chicas. Al abrir la puerta Armin encontró a la azabache sentada en la cama mirando al pañuelo en sus manos. Ahora tenía el aspecto pensativo, hasta resignado.
− Hola − Mikasa saludó al rubio de nuevo − Sasha ha dicho que esto he bordado yo.
− Así fue − sonrió levemente Armin − Yo mismo estuve presente cuando tú comprabas este pañuelo.
− Es tan raro − suspiró la azabache dejando el pañuelo en la mesa y volteándose hacia su amigo.
− ¿Por qué?
− No tomé hilos y aguja durante años.
− Me dijiste que lo habías aprendido cuando eras una niña y que te gustaba hacerlo.
− Así fue − comprobó Mikasa con una sombra de nostalgia − Recuerdo a estas flores bordadas aquí. Solo no entiendo por qué empecé a bordar de nuevo después de tantos años.
− Bueno, no sé qué exactamente te ha inspirado... − contestó el rubio con cautela − Pero no está mal hacer lo que gusta.
− Tienes razón. Mejor cuéntame qué ha pasado en estos dos años que he perdido.
− Claro, pero será una historia larga − suavemente advirtió Armin.
− Me imagino − una ironía amarga resonó en la voz de la azabache − Te escucho.
Entonces, su amigo empezó a contar todo lo que habían vivido. Habló sobre el ingreso en la legión, sobre Annie, Reiner y Bertolt, sobre Historia quien había llegado a ser la reina, sobre el sótano de Grisha Yeager y los libros que habían encontrado allí, sobre el momento en que habían encontrado el mar, sobre los Leblanc que habían borrado la memoria de Mikasa. Casi no dijo nada sobre la misión de Eren en el continente, aprovechando que con esta enorme cantidad de información caída sobre Mikasa, ella no le hacía más preguntas.
− De verdad he perdido mucho. Creo que mi cabeza va a estallar − al fin le dijo sinceramente a Armin cerrando sus ojos. − No te ofendes si mañana voy a hacerte más preguntas.
− Les responderé con paciencia − el rubio tomó la mano de su amiga y le sonrió de una manera reconfortante − Hange nos ha dicho que es probable que vayas a recordar algo mientras duermas esta noche. Esto sucedía en casos parecidos.
− ¿Qué casos?
− Hemos conseguido los datos sobre experimentos de Leblanc. Tú lo has conseguido − el orgullo por tal hecho se reflejó en los ojos de Armin − Ahora sabemos al menos algo.
− ¿Yo sola?
− Fuisteis dos, tú y Levi.
− ¿El capitán?
− Sí.
− ¿Por qué solo fuimos dos?
− No sé los detalles, pero creo que porque sois dos mejores, dos Ackerman.
− ¿Ackerman? − por una sorpresa enorme que se instaló en el rostro de su amiga el rubio entendió que había omitido completamente esta parte.
− Sí, él también es Ackerman.
− ¿Somos parientes?
− No creo. Pero él tiene las mismas habilidades que tú, puedes preguntarle de dónde viene esto.
− Vaya − dijo la azabache entrecerrando los ojos con la esperanza de no perder lo que acabó de escuchar en un cúmulo de información nueva, después añadió pensativa − él tiene una sonrisa muy cálida.
− Mikasa − la mirada de Armin se volvió preocupada − Este no puede ser verdad.
− ¿Por qué?
− Hange dice... − el rubio se paró pensando en como decírselo a su amiga − Bueno... Lo que pasó contigo puede tener efectos secundarios. Tú puedes pensar que recuerdas algo y esto en realidad nunca ha pasado.
− Pero esto ha pasado hoy − replicó la azabache con seguridad − Es lo primero que recuerdo.
− Tal vez todavía no estuvieras bastante consciente.
− ¿Por qué estás tan seguro? − a pesar de la insistencia de Armin, Mikasa no quiso dudar en una cosa que se sentía tan real.
− Porque Levi nunca sonríe − dijo categóricamente el rubio − Sería un absurdo.
− Vale − suspiró la azabache no viendo mucho sentido en continuar la discusión − ¿Qué más efectos secundarios puedo tener?
− De esto Hange te contará mañana y mucho mejor que yo.
− Está bien − asintió Mikasa − Igual creo que ahora no puedo percibir más información.
− Hange también ha dicho que tienes que dormir, cuanto antes mejor. Ha ofrecido no contarte nada, pero yo he advertido que en este caso no dormirás.
− Qué suerte que me conozcas tan bien − una sonrisa débil se esbozó en el rostro de la azabache − Ahora, cuando me has contado todo, voy a seguir su consejo, ya que de verdad me siento cansada. ¿No sería raro dormir en la mitad del día?
− Que va, tienes todo el derecho. Voy a advertirle a Sasha que no te despierte.
− Gracias, Armin.

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Las instrucciones que Hange les dio a los soldados acerca de Mikasa eran breves, estrictas y entendibles, aunque la razón por qué tenían que hacerlo, no estaba clara. De todos modos, la comandante no tuvo ahora ni tiempo, ni ganas, ni recursos físicos para explicárselo a los demás y responder a todas preguntas seguidas. Tal vez estuviera reflejado demasiado bien en su rostro agotado, ya que al final los militares abandonaron su despacho sin pedir más detalles. Incluso Sasha que había venido más tarde reprimió sus emociones, entiendo que no era el momento. Al fin la cazadora también se marchó dejando a la comandante a solas con Levi. Obviamente este no se iría sin saber que estaba pasando, sin embargo Hange tampoco quiso ocultarlo de él, solamente no sabía cómo empezar. Cerró el ojo sano por un momento preparándose por la parte más difícil cuando el moreno preguntó primero:
− ¿Dices que puede recordar algo mañana?
− Sí, es muy probable − confirmó la comandante casi sin expresión.
− Ojalá, recuerde algo.
− Ojalá no − su voz se volvió opaca, ya que Hange entendía que tendría que aclararlo justo ahora. Aún lo estaba meditando cuando la pregunta siguiente del capitán le apresuró:
− ¿Por qué?
− Verás... − respondió por fin la comandante tomando un papel de su mesa − Recibí esto ayer, lo acaban de traducir. Es una carta de despedida y quiero que la leas.
− ¿La carta de quién?
− De Lidia Leblanc, una hermana de Edmond y Remy.
− ¿Qué tiene que ver con nuestro asunto? − no entendía Levi mientras que Hange a su vez parecía arreglárselas por completo, ya que lo siguiente se trataba de su trabajo.
− He revisado el archivo donde se encontraba esta carta. Aún no está traducido, pero puedo adivinar su contenido, ya que gracias a la traducción, sé cómo se escriben los nombres de la familia. Opino que por un accidente Remy le borró la memoria a Lidia. Lee su carta − con una insistencia determinada la comandante le entregó el folio al moreno no dejándole más remedio a menos que mirar la traducción.

Mi querida familia.

Es mi despedida, yo ya no puedo más. Lo siento, os he fallado. Quiero explicarles... Aunque dudo mucho que me vayáis a entender.
Cuando aquel día me dijisteis que éramos, que estábamos haciendo, no os podía creer. Leí mil veces como torturaba a la gente, los informes hechos por mi propia mano con la letra mía. Leía y no podía creer. Te miraba a ti, Edmond, como continuabas haciendo estas cosas y no podía creer. Miraba a Remy a quien recuerdo como un niño pequeño y dulce y quien se había convertido en alguien hasta lo más cruel de nuestra familia y tampoco podía creer. Miraba a Thierry, con quien había decidido unir mi vida y no lograba entender cómo había podido elegir a alguien tan despiadado y maligno por el resto de mis días. Pensé que nunca le hubiera podido amar. Hasta a usted, madre, le miraba y no me veía como su hija. Trataba de fingir que no me importaba, que estaba bien viviendo con víboras como vosotros. Casi tuve éxito en esto. Hasta que Edmond me devolvió mis recuerdos y ya entendí todo. Que era la misma víbora, en algo hasta aún peor que vosotros. Torturaba a la gente, porque disfrutaba haciéndolo. Elegí a Thierry, porque me atraían sus intenciones. Le enseñé a Remy muchas cosas horrendas. Y siempre estaba orgullosa de nuestra familia. Pero no fue mi final feliz. Creo que con estos cambios algo se quebró en mí. Edmond, tú no tienes la culpa, recuperaste mi memoria muy bien. Pero... Creo que ya no soy la misma Lidia que habéis conocido. Sigo siendo Lidia que se despertó algún día en un lugar desconocido rodeada de víboras que se llamaban mi familia. Tal vez pudiera fingir de nuevo que estaba bien. Si tan solo lo estuviera... Creo que vosotros ya os habéis dado cuenta... Me estoy volviendo loca. Sí, esta vez lo afirmo, estoy loca. Y cada día es peor que los anteriores. La gente a quien he matado están frente a mí cuando cierro los ojos. Me están llamando. Me quieren tragar, quieren que me queme en el infierno junto a ellos. Escucho sus voces con más claridad día a día. Ya casi no puedo escuchar que vosotros o sirvientes me dicen, solo suenan estas voces muertas. Me voy por ellos. Al fin, lo merezco, merezco quemarme en el infierno. Ojalá nos veamos allí.

Vuestra Lidia.

− ¿Qué quieres decir con esto? − preguntó Levi apartando sus ojos de la cara y alzando la mirada a Hange.
− Que el asunto es serio − suspiró pesadamente la comandante − Esta chica perdió su personalidad y después se volvió loca tras dos alteraciones en su mente. Aunque Mikasa sufrió solo una, ya no es Mikasa que conocemos. En el mejor de los casos es su versión previa, que nunca había perdido a Eren y ni siquiera participaba en misiones con nosotros. En caso peor... ya no es Mikasa. Esto lo vamos a comprobar mañana. El resultado también depende de lo que va a recordar. Reza que no recuerde nada de Eren, o sentirá tanto dolor que puede rechazar mentalmente esta experiencia y perder su personalidad.
− Ya veo − lentamente asintió el moreno. Tenía la sensación de que si Mikasa recordara algo de él, también lo rechazaría, ya que ahora solo Eren le importaba. En este caso sería mejor que no le recordara en absoluto, aunque significara perderla. De todos modos, hacer suposiciones ahora imaginando opciones una peor que otra no tenía mucho sentido.
− Hay otra posibilidad − añadió Hange con cautela deduciendo por la seriedad en el rostro del capitán que él había entendió la gravedad del asunto − Es probable que lo que recuerde no sea verdadero. No sabemos qué exactamente le hicieron a Mikasa.
− Ya lo has mencionado − suspiró Levi volviendo mentalmente al discurso que la comandante acabó de tener con el resto del equipo − ¿Los Leblanc pueden hacer hasta esto?
− Sí, hay menciones en los archivos. Espero que no sea nuestro caso.
− Yo también.
La esperanza de que lo ocurrido con Mikasa no trajera consigo consecuencias graves y con el tiempo pudiera arreglarse fue necesaria para ambos en este momento. − Mañana en cuanto Mikasa se despierte, veremos lo que recuerda − finalizó Hange − Te avisare para que tú también participes.
− Claro − asintió el moreno otra vez decidiendo no pensar en el asunto hasta el día siguiente.

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Las imágenes cambiaban pasando de uno a otro. Voces, caras, lugares, todo se mezclaba entre sí. Mientras algunos de ellos formaban una visión completa, las otras se esfumaban apenas aparecían. Todos estos pedazos llevados por el remolino mental parecían ser un delirio. Era un sueño agotador que no traía un reposo consigo.
Cuando Mikasa abrió los ojos, el sol ya estaba alto en el cielo. Frotó los ojos asombrándose que había dormido tantas horas. Era oportuno que Sasha ya se hubiera ido, ya que la azabache necesitaba un silencio para ordenar las visiones de la noche en su cabeza. Aunque en el principio estaba segura que había recordado un montón de cosas, se decepcionó cuando trató de extraer algo concreto. Había pocos recuerdos que pudo restaurar. El resto consistía en sensaciones desordenadas que no se relacionaban con nada y hasta empezaban a desvanecerse en cuanto Mikasa pensaba en ellas.
Como no sabía qué tenía que hacer en adelante, la azabache salió de la habitación y bajó la escalera. En la primera planta muchos soldados desconocidos estaban llevando cajas de madera y costales afuera del edificio. Mikasa ya quiso preguntarle a alguien por Hange, pero la comandante la notó primera y se acercó a la azabache saludándole con una sonrisa.
− Mikasa, que bien que hayas despertado. Estamos empacando, ya que volvemos a Randort. ¿Cómo tú te sientes?
− Mejor.
− ¿Has recordado algo?
− Sí, aparecieron varias escenas mezcladas. Son bastante raras, no estoy segura si son recuerdos de verdad o visiones producidas por mi mente.
− ¿Te importaría contar lo que tú has recordado? − la comandante miró con atención a su subordinada − Porque tienes razón, algunos de tus recuerdos pueden ser falsificados.
− No hay problema − asintió Mikasa ya sabiendo de Armin que tendría que exponer su mente.
− Bien, esta puerta − Hange señaló en la profundidad del pasillo − es de mi despacho, espérame aquí. Voy por Armin y Levi, volveré enseguida − dijo al salir de prisa del edificio dejando a Mikasa cerca de la puerta indicada.

− Bueno − introdujo la comandante cuando los cuatro entraron en su despacho − Mikasa, tú vas a contar lo has recordado y nosotros vamos a decidir si parece a la verdad o no. Si no quieres contarnos algo, no lo hagas. Nuestro objetivo es verificar la mayoría de tus recuerdos. Si son correctos, la otra parte con mucha probabilidad también lo es. ¿Estás lista?
− Sí.
− Aquí vamos.
− Recuerdo que golpeé un suelo con la mano y después vi a usted, Hange − empezó la azabache con inseguridad, ya que de todas las visiones completas que logró recuperar esta le parecía la más extraña.
− Es verdad − comprobó la comandante de inmediato.
− ¿Por qué hice esto? − los ojos de Mikasa se abrieron de sorpresa, dado que nunca en su vida había estado tan furiosa para golpear algo.
− No lo sé, no me lo dijiste aquella vez.
"Que raro" − pensó la azabache, pero decidió pasar a su siguiente visión.
− Recuerdo que Jan me dijo que tenía que dejar de entrenarme tantas horas.
− Creo que es verdad − afirmó Armin − Últimamente entrenabas demasiado.
− ¿Por qué?
− Sigue recordando, por favor − pidió Hange con insistencia.
− Recuerdo a Levi diciéndome que estoy excluida − Mikasa bajó la mirada esperando en el fondo que no fuera verdad, aunque significara que no podía confiar en sus propios recuerdos, pero la voz tranquila del capitán rompió esta esperanza.
− Así fue.
− ¿Me han excluido?
− Sí, pero cambié mi decisión en un día.
− ¿Por qué me han excluido?
− Por infringir la orden.
− ¿Qué orden?
− A retroceder.
− No nos mires así − intervino la comandante − ¿vas a decir que no es algo de tu estilo?
− Es verdad lo que dicen, Mikasa − añadió Armin con una tristeza en sus ojos que le decía a la azabache mucho más que sus palabras − Desobedeciste y te excluyeron.
− Vamos a continuar − sugirió Hange.
− Recuerdo que Eren, Armin y yo estábamos en un túnel y Armin le pidió a Annie que bajara.
− Así fue cuando tratamos de detenerla a Annie − comentó el rubio con una aprobación.
− ¿Qué más? − Un lugar esplendor − el rostro de la azabache se volvió nostálgico al recordar esta visión la más bonita de todas − Un lago y las nubes. El anochecer.
− Es verdad − comprobó el capitán.
Entonces, estaba allí con Levi, concluyó Mikasa. De repente sintió un dolor en su cien, ya que tenía que frotarlo y una imagen en su mente se extendió.
− Sí, le recuerdo a usted. Me estaba diciendo algo... − la azabache tuvo que frotar el cien aún más fuerte mientras la imagen se aclaraba.
El corazón de Levi se detuvo. ¿Lograría recordar aquel día?
− Me decía algo sobre Petra − dijo Mikasa al fin.
− Sí, verdad − Levi no sabía si lo que sintió en este momento era un alivio o decepción al entender que Mikasa no había recordado nada importante.
− ¿Petra? − Hange miró al capitán con una sonrisa burlona. Siempre sospechaba que Levi y Petra tenían algo, así que pudo adivinar de qué fue la conversación con Mikasa aquel día.
− ¿Quién es? − preguntó la azabache.
− Fue una de las mejores en la legión − explicó el moreno − Murió hace 2 años.
La comandante aún estaba sonriendo muy pícaramente echándole miradas a Levi cuando el siguiente recuerdo de Mikasa le cayó como un balde de agua fría.
− Recuerdo a usted, Hange, muy borracha. Me pidió charlar un rato con usted.
− Noo... − meneó la cabeza la comandante con una mueca ridícula en su cara.
− ¿No? − Levi miró a su superior con incredulidad.
− Y después me contaba toda la noche sobre sus estudios de titanes − continuó Mikasa haciéndole a Hange sentirse aún más incómoda.
− Bueno, ¡sí! ¡Es verdad! − se rindió la comandante un poco avergonzada − ¿y por qué esto te recuerdas tan claro? Vale, sigue.
− Recuerdo que lloraba, me sentía horrible. No sé por qué razón.
Enseguida el ánimo en el despacho se tensó y por algunos momentos se instaló el silencio, pero al fin Hange logró responder por todos:
− No podemos comprobar si es verdadero o no. No eres la persona que suele compartir sus problemas. ¿Recuerdas algo más? − Un niño con el pelo rubio largo me está acercando. Tengo miedo, no me puedo mover. Toca mi cabeza y... − la azabache se paró sintiendo una nueva ola de dolor, esta vez por la cabeza entera. Incluso tuvo que apretarla con las manos y aspirar hondo el aire antes de continuar − después fue el dolor y...
− Tú moriste − terminó la comandante por Mikasa.
− ¿Cómo? − exclamó Armin mirando con horror a Hange y después echándole un vistazo a su amiga. La última estaba muy quieta. − Esto no puede ser, tal vez sea un error.
− No es ningún error − la comandante meneó la cabeza − por algunos minutos no respiraba y su corazón tampoco latía.
− Pero... − empezó el rubio, pero fue interrumpido por su amiga:
− Yo siento que es verdad lo que dicen. Me morí. No entiendo por qué estoy viva ahora.
− Probablemente por voluntad de nuestros enemigos − suspiró Hange − Tal vez este niño no quisiera matarte, sino solo borrar tu memoria. Lo vamos a investigar.
"Y este malnacido pagará por lo que te hizo" − peso Levi con una ira congelada.
− Lo siento − dijo la azabache después de una pausa − no recuerdo nada más.
− Es más que suficiente. ¿Aún te duele? − una preocupación sincera sonaba en las palabras de la comandante.
− Ya no.
− Puedes confiar en tus recuerdos − concluyó Hange con un alivio − Si tienes alguna duda, puedes consultarla con Armin o conmigo.
− Gracias.
− Ve a recoger tus cosas, nos partimos en una hora.
− De acuerdo.
Junto con Armin Mikasa salió del despacho. Ahora, cuando todos sus recuerdos estaban verificados, no le dejaba la idea que lo de ayer con Levi también podía ser verdad, aunque Armin lo había negado. Tal vez el capitán le sonriera de esa forma tan tierna porque ella literalmente se había resucitado. De todos modos, no se atrevió a preguntar sobre aquello, incluso no quería saber la respuesta para no destruir la imagen por completo.

− No ha salido mal − concluyó Hange cuando la puerta se cerró tras Mikasa y Armin − Lo peor que hemos esperado no ha pasado. Es normal que casi todos sus recuerdos pertenezcan a últimos meses. Lo más importante es que son verdaderos. Entonces, aparte de la pérdida de la memoria, la mente de Mikasa está funcionando bien. Tenemos que hacer las pruebas de estado físico cuando regresemos. Solo por si acaso, su cuerpo no se ve afectado. Creo que ella puede seguir en la legión como si nada.
A diferencia de su superior Levi no se sentía tan tranquilo.
− ¿Si va a recordar algo más? Algo sobre Eren.
− ¡Ojalá no lo haga! Mientras siga así podemos mantener nuestra leyenda.
− No podemos mentirle para siempre.
− Sí − asintió la comandante con un suspiro pesado − Pero aún no podemos decirle. Tú ya sabes porque. ¿Has leído el informe de hoy, no? − movió su mano hacia su escritorio.
Levi solamente asintió con la cabeza. − Es por su bien − añadió Hange.
− Lo sé − dijo el moreno con resignación. Aun así no le dejaba la sensación que todo esto era muy injusto. No porque ahora no podía estar con Mikasa, ya que ella no recordaba nada de él. En esta guerra Levi le perdía a la gente alrededor muy a menudo, mucho más frecuente que quería. Hasta podría decir que estaba acostumbrado si no hubiera sentido tan shock al mirar ayer al rostro mortalmente pálido de Mikasa, tomar su mano ya más fría de lo normal y no encontrar el pulso, entendiendo que ya estaba sin vida. El corazón del capitán se encogió al recordar la escena. Lo más importante ahora era que Mikasa estaba viva. Esto ya le bastaba a Levi, aunque ella nunca le recordara. Iba a vivir. Pero a pesar de esto, era injusto lo que a Mikasa le hubiera sucedido. Ya se había recuperado de la muerte de Eren, había reunido su vida de nuevo de pedazos. Ahora tenía que pasar por esto otra vez, sufrir el mismo dolor de la pérdida, y es más, antes de hacerlo tenía que volverse loca por preocupación pensando que Eren estaba solo en la tierra ajena rodeado de enemigos.
− Joder, ¿por qué ella? − dijo Levi más para sí mismo que para Hange − tenía que ser yo...
Aunque la expresión del moreno no cambió, la comandante habría jurado que la desesperación sonaba en su voz. Además tras trabajar codo a codo con su compañero todos estos años ya sabía percibir los cambios en su estado sin señales expuestas. Así que se acercó al capitán y le preguntó en voz baja mirándolo con compasión:
− Levi, ¿entre tú y Mikasa había algo?
− Esto ya no importa − le respondió impasible el moreno.
La comandante suspiró, obviamente tenía que tomarlo como un "Si". En un instante siguiente dio un paso más hacia Levi y lo abrazó. El moreno no la rechazó, pero tampoco correspondió. Así permanecieron algunos segundos antes de que Hange soltara a Levi e hiciera un paso atrás.
− ¿Qué haces? − le preguntó el capitán sin expresión alguna.
− Estoy experimentando − levemente sonrió Hange, aunque su mirada reflejaba la tristeza que sentía − Antes hice lo mismo con Mikasa.
− ¿Y que te da esto?
− Tú y Mikasa sois muy parecidos. Ella tampoco me abrazó a mí.
− Los experimentos con titanes te salen mejor.
− Tal vez − suspiró la comandante. No le quedaba nada más que añadir.

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Mikasa salió a una calle cerrando con llave una puerta de su casa en Randort. Ya aprendió cómo hacerlo rápido, también sabía dónde estaban el mercado y el cuartel. El resto de la ciudad aún no conocía bien, por eso Armin le había ofrecido enseñarle el sitio. El rubio no se retrasó llegando a la casa de su amiga justo a tiempo.
− Hola, ¿cómo has instalado? − él saludó a Mikasa con la mano.
− Bien − la azabache se encogió de hombros.
− Podemos empezar con la plaza central, está por allí − sugirió Armin y ambos anduvieron en la dirección indicada.
La calle por la que estaban caminando, los edificios que les rodeaban, todo parecía a Mikasa completamente ajeno. Nunca habría dicho que algún día había visitado esta ciudad, ni decir que vivía en ella. Pero así eran las cosas, por eso tenía que acostumbrarse a esta nueva vida ajena, que tenía tan poco en común con la que recordaba. Tocó levemente la bufanda roja que llevaba. "Al menos algo no ha cambiado". − Veo que has encontrado tu bufanda − dijo el rubio al notar el gesto de su amiga.
− Sí, estaba en el armario − asintió la azabache − Todavía no puedo creer que la haya olvidado.
Armin se limitó a encogerse de hombros.
− Cuéntame qué normalmente hacemos en Randort − preguntó Mikasa después de una pausa.
− Acabamos informes de combates, participamos en reuniones, pasamos tests de estado físico, entrenamos...
− Me refiero al tiempo libre − la azabache aclaró su pregunta.
− Podemos hacer todo que queremos, no está reglamentado.
− ¿Y yo qué hacía?
− Paseabas, bordabas, íbamos juntos al mercado − empezó a nombrar el rubio, pero se detuvo al ver una decepción en el rostro de su amiga − ¿Qué?
− ¿Eren está en el continente y yo paso mi tiempo libre paseando y bordando? ¿En qué clase de persona me he convertido? − la voz de Mikasa estaba llena de incredulidad, hasta de desprecio hacia esta versión de sí misma que no conocía.
Un pesado suspiro abandonó el pecho de Armin.
− Ahora no hay manera en que puedas ayudar a Eren, así que es normal que tú ... − quería decir "tengas su vida", pero se cortó al recordar que Mikasa nunca consideraba su vida separada de Eren. En vez de esto dijo − aproveches tu tiempo libre.
− Pero... No puedo pensar de esta manera. Me cuesta imaginarme a mí misma haciendo lo que dices.
− ¿Y qué esperabas escuchar? − el rubio tenía que hacer un esfuerzo para ocultar su preocupación creciente y no dejarle aparecer en su voz.
− A decir verdad, que tú y yo estamos inventando un plan para ir al continente por Eren. Es que los asuntos de la legión poco me importan.
− Antes te importaban. Cuando casi te excluyeron, peleaste para devolver su puesto. Sabías que seguir con la legión era mejor para todos. Y sobre el continente − la mirada de Armin se oscureció y su voz se convirtió en un acero − tienes que jurarme que no lo hagas, que no vayas allí bajo ninguna condición.
− Armin...
− Mikasa, hablo en serio − el rubio se paró de repente en la mitad de la calle − Júrame con nuestra amistad.
− ¿Pero qué dices?...
− Júrame, o ya no seremos los amigos. Es muy importante.
− Vale, te juro − cedió la azabache no comprendiendo esta severidad de su amigo.
− Dame tu mano y mírame a los ojos.
− Tú actúas muy raro − ahora era Mikasa quien se sentía preocupada ante tal comportamiento del rubio.
− Lo sé − añadió Armin en un tono más suave − Pero tú no debes ir al continente. ¿Me entiendes?
− Te entiendo.
− ¿No lo harás? − el rubio le miraba a su amiga directamente a los ojos − ¡Mikasa! − la llamó con impaciencia al no escuchar la respuesta.
− No lo haré − suspiró la azabache.
− Repita que juras con nuestra amistad.
− Juro con nuestra amistad − dijo Mikasa con una evidente desgana.
− Vale − el rubio se calmó un poco soltando la mano de la chica.
− Armin, ¿qué está pasando?
− Nada, solo es muy importante que tú no vayas allí. Yo no puedo darte más detalles sin permiso de Hange.
− Qué locura − la azabache suspiró de nuevo − Vale, que sea así.
"Por ahora", añadió por sí misma.

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El sol entraba por unas ventanas grandes del comedor. Mikasa ya había acabado un desayuno, pero seguía sentando a la mesa junto con Armin y Jan cuyos platos aún estaban mediollenos, dado que no paraban de hablar. La azabache no participaba en la conversación, limitándose a escuchar o pensar en lo suyo cuando el asunto poco le interesaba.
− Oye, Mikasa − la llamó Jan − ¿Qué vas a hacer en nuestro día libre?
− Planeo hacer entrenamiento − respondió la azabache sin expresión alguna.
− ¡Qué aburrido! − Kirstein hizo una mueca − ¿Por qué estás entrenando tanto tiempo? Ni siquiera planeamos otra misión.
− Quiero estar en forma cuando regrese Eren.
La mirada de Jan se oscureció un poco, pero él no dijo nada.
− Tu forma es muy buena − intervino Armin con una sonrisa incómoda mientras Jan fruncía el ceño.
− No tanto − la azabache se encogió de hombros − Voy a irme − se levantó de la mesa suponiendo qué sus compañeros iban a decirle y no queriendo escuchar consejos sobre su vida.
− Que tengas buen día − la voz de Armin seguía tensa, así que Mikasa dudó si había sinceridad en esta frase o solo fue una forma amable de despedirse. De todos modos, se fue sin responderle nada al rubio.
− ¿Hasta cuándo tenemos que seguir con esta farsa? − preguntó con brusquedad Kirstein en cuanto la azabache salió del comedor − Tenemos que decirle la verdad.
− Pero Hange dice...
− A mí me importa una mierda lo que dice Hange − espetó Jan con furia − Mikasa es mi compañera y una buena persona. Merece saber la verdad.
− Jan...
− Si tú eres tan cobarde para hablar con ella, yo lo haré.
− No lo harás. O vas al tribunal enseguida − los dos soldados se estremecieron al escuchar una voz conocida mientras la comandante lentamente se acercaba a ellos.
− Tendrá que mandarnos a todos − le respondió Kirstein con desafío − No soy el único quien piensa así.
− Es porque vosotros no sabéis las consecuencias de esta acción − Hange se sentó tranquilamente a su mesa y continuó con firmeza − Escuchadme con atención y contad lo que les voy a decir a los demás que quieren decirle algo a Mikasa. Conseguimos descifrar casi todos los papeles encontrados en el castillo. Es un protocolo de una serie de experimentos realizados por la familia Leblanc. Fueron tres hermanos: Edmond, Lidia y el pequeño Remy. Tenían poderes de influir en el cuerpo y alterar la mente de los demás. Realizaron experimentos con la gente viva para aprender a manejar sus poderes, en especial con la mente: borraban la memoria, modificaron los recuerdos. En estos experimentos Remy fue lo más perverso, ya que para él solo fue un juego. Estos tres nunca cuidaron de sus víctimas que siempre acabaron con el mismo resultado: todos se habían vuelto locos tras numerosas alteraciones de la memoria. Hasta que ocurrió una tragedia cuando Remy usó sus poderes y borró algunos recuerdos de Lidia y su madre. Tenía solo ocho, no sabía controlar bien el poder tan grande. Edmond trató de recuperar los recuerdos de su hermana, pero la mente de Lidia era diferente de los demás con quienes habían experimentado, dado que era Leblanc. Logró recuperar su memoria, pero a la vez alteró su mente. Lidia empezó a escuchar voces y en poco tiempo se suicidó. En estas circunstancias Edmond decidió no correr el riesgo y no recuperar la memoria de su madre, pero la muerte de su hija le causó tanto estrés a esta mujer, que su mentalidad tampoco se aguantó y al final se volvió loca como todas las víctimas. Desde estos sucesos Edmond y Remy entendieron que sus poderes eran más grandes de lo que imaginaban. Con la práctica bastante podrían cambiar la mente de cualquiera, incluso de miembros de otras familias especiales. Podrían ser una arma invencible, cambiar los recuerdos de todos sin excepción. Empezaron a buscar miembros de familias antiguas y así mataron casi toda la familia Maier. Aun así no fue suficiente para ellos, querían realizar más experimentos. Por eso necesitaban a Levi. Pero en el último momento no sé de qué manera supieron que Mikasa también era Ackerman. Cambiaron el objetivo para tomarnos por sorpresa y tuvieron éxito. Y ahora si alguno de vosotros planea decirle toda la verdad a Mikasa, pensadlo dos veces antes − concluyó la comandante mirando fijamente a Armin y Jan quienes ahora estaban muy quietos.
− No lo haremos − por fin respondió Kirstein después de una larga pausa.
− Bien − dijo Hange poniéndose de pie, pero fue detenida por la pregunta del Armin:
− Entonces, ¿Leblanc consiguieron lo que habían querido? ¿O planean continuar?
− Según nuestros informes, se han ido al continente − la cara de la comandante se puso sombría.
− Van a regresar − dijo el rubio en voz baja.
− Yo también lo pienso − afirmó Hange − así que recuperad fuerzas, las vais a necesitar − con estas palabras la comandante abandonó la mesa dejando a Jan y Armin en el silencio.

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El cielo gris y lluvioso parecía ser el mundo entero. No se veía nada más excepto los flujos del agua que caían desde arriba, trayendo a Mikasa el frío escalofriante. "Lo he perdido" fue su único pensamiento mientras estaba cayendo y por alguna razón sabía que ya no podía ser peor. No le importaba ni su propia caída, ni mucho menos el frío o la lluvia. "Lo he perdido" y la desesperación llenó cada rincón de su mente. Fue tan nocivo que Mikasa empezó a sentir ahogamiento. Tratando de hacer algo se lanzó por un lado contando con su equipo tridimensional y todo bruscamente se desvaneció.
Estaba sentando en su cama en la oscuridad de la noche mientras su corazón golpeaba a toda velocidad. "De nuevo esta pesadilla" − pensó la azabache y respiró hondo para calmarse. Este sueño no le dejaba en paz repitiéndose casi cada vez. La escena siempre fue la misma: el cielo, la lluvia, la caída. A veces lograba ver sus propias manos cubiertas de sangre. Todo esto parecía demasiado real, como si de verdad hubiera pasado algún día. A Mikasa todavía le ocurría recordar algo nuevo. Una frase o un lugar conocido una que otra vez se extendían en una imagen completa cuando la azabache se concentraba en ellos. Por desgracia, la mayoría de sus deja vu ni siquiera podía expresar claramente, por eso no le quedaba otro remedio que ignorarlos. Pero fue imposible ignorar este sueño repetitivo, aunque por más que Mikasa se empeñaba, no lograba recordar ni un solo detalle más. Estaba segura que fue el recuerdo, terrible, pero verdadero. Algo le pasó en su pasado, aunque Armin y los demás lo estaban negando con firmeza. Tal vez hubiera sido algo tan horrible que ahora no se lo decían a propósito. De todos modos, estaban ocultando algo, tanto sobre ella como sobre Eren, de lo que Mikasa tenía que enterarse por su cuenta si quería saber la verdad.
La azabache cerró los ojos y se aplastó de nuevo en su cama. Mañana mismo hablaría con Armin y por última vez le preguntaría que sabía. Aunque dudaba que esto funcionara. Así que empezó a inventar su propio plan.

En el desayuno la mañana siguiente Armin como siempre se sentó junto a Mikasa, pero por un solo vistazo breve echado a su amiga entendió que algo malo le pasaba a la azabache.
− ¿Qué te pasa? ¿Estás de mal humor? − le preguntó con preocupación.
− ¿Podemos hablar después del desayuno? − por el tono de la voz de Mikasa el rubio dedujo de inmediato de que se trataría. O sea de quien. Hasta se arrepintió por haberlo preguntado, pero obviamente la conversación era inevitable de todos modos. Así que accedió con enorme desgana y empezó a comer mientras tanto tratando de recordar y ordenar en su cabeza todo lo que ya le había dicho a la azabache sobre Eren.
En cuanto el desayuno fue acabado, los dos salieron al aire libre y se dirigieron a la zona de recreación, eligiendo un banco lo bastante aislado para poder hablar tranquilamente.
− Armin, ¿dónde está Eren? − preguntó Mikasa sin preámbulos. Sus ojos clavados en el rubio hizo que este se encogiera, pero le sostuvo la mirada, dado que últimamente aprendió a jugar su papel bastante bien ocultando sus verdaderas emociones.
− Tú ya sabes, está en el continente.
− ¿Dónde exactamente?
− ¿Y yo que sé? Pregúntaselo a Hange.
− Ella tampoco me dice.
− Tal vez para prevenirte de estupideces.
− ¿Pero por qué tú no se lo has preguntado? − entornó los ojos la azabache − Tú no harás ninguna estupidez, así que a ti te contará. ¿No te interesa?
− No es que no me interese, es que no me sirve esto para nada.
− ¿Cómo que no te sirve? − la tranquilidad en la voz Mikasa se desvaneció por completo reemplazada por preocupación − ¿Y si algo pasa con él?
− Con él no pasará nada − replicó el rubio con firmeza.
− ¿De dónde lo sabes?
− Creo en él.
− No es suficiente.
− Considero importante lo que está haciendo y no quiero estropear la misión tras intervenir − explicó el rubio con un suspiro, ya que cada vez le costaba más y más esfuerzos inventar las respuestas lógicas.
− No estoy hablando de intervenir − la mirada intensa de la azabache de nuevo se fijó en Armin − Te estoy preguntando por qué no te empeñas en saber algo.
− Sé que está bien − repitió Armin tercamente.
− ¿Cómo lo puedes saber? − una desesperación resonó en la voz de Mikasa − Le he pedido a Hange enseñarme los informes de él, ella no me ha mostrado ninguno.
− Pero tú sabes que existen − el rubio se encogió de hombros − Tal vez contengan algo que no debes saber.
− ¿Como por ejemplo que no está bien?
− Eren está bien, cálmate − la última frase no salió tan tranquila como Armin lo quería, dado que el rubio ya estaba en el límite. − Estás ocultando algo, igual que Hange − dijo la azabache en voz opaca. Ya había escuchado bastante para llegar a esta triste conclusión.
− Mikasa, estás imaginando cosas − trató de protestar Armin.
− No estoy imaginando nada. Ya han pasado 2 semanas desde que hemos regresado a la ciudad y no consigo obtener más información que en el primer día.
− Porque no hay nada más − el rubio hizo el último esfuerzo para mirarle a su amiga a los ojos − ¿Qué esperas que te diga?
− La verdad − la voz de Mikasa se volvió suplicante − ¿Qué pasó con Eren? ¿Qué pasó conmigo?
− No pasó nada.
− Ya veo que no me vas decir − la azabache desvió la mirada ahora llena de decepción − Pero no esperes que voy a rendirme. Si tú no me ayudas, voy a averiguar qué está pasando por mí misma.
− ¡Mikasa! − casi le gritó Armin mientras su amiga se levantó del banco y se fue sin siquiera mirar atrás. En un segundo ya era inalcanzable. El rubio hundió su cara en las manos con la creciente desesperación. Sabía que no era solo una amenaza, si Mikasa había decidido hacer algo, lo haría sin pedir permiso. Tenía que detenerla, aunque no era nada fácil sin saber sus planes. ¿Qué podría inventar? Un escalofrío le recorrió a Armin la columna vertebral mientras las oportunidades una peor que otra venían en su cabeza. Ojalá no fuera al continente − rezó − que tan solo no fuera al continente.