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Ese fuego nos incendió

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Descubrir que Tomas ya lo sabía, o lo intuía, realmente fue una sorpresa a pesar de todo.

Lo que sí no lo fue, fue, desde luego, la comprensión otorgada por parte de él y el juramento de no decir nada a nadie a pesar de que, desde lo que había pasado con la noticia pública de la relación de Shoyo y Tobio, todos dentro del equipo, hasta el entrenador y los directivos, se habían vuelto personas más consideradas a ese tipo de situaciones.

Lo de Tomas y su novio también todos lo sabían, y el apoyo que recibía él al igual que Shoyo con respecto a sus relaciones era abrumador.

Básicamente todos brincaban —los que estuvieran presentes, claro— cada que algún reportero o algún presentador de algún programa de variedades al que fuesen invitados, les hacía ese tipo de preguntas insidiosas solo por morbo.

En ese aspecto Atsumu realmente no se sentía preocupado realmente.

De que supieran que le gustaban los chicos, se refiere, pues solo un ciego no se hubiese dado cuenta de lo promiscuo que era hace unos meses en las fiestas y reuniones. Y aunque solo muy pocos —solo los titulares realmente— sabían acerca de su encaprichamiento con Shoyo, tampoco es que le hubiese importado demasiado que se enteraran.

Pero volviendo a Tomas, conseguir un aliado y a la vez una voz consejera y prudente era un alivio.

Era un milagro del cielo.

Y es que Tomas era todo sonrisas y comprensión.

Era como la verdadera mamá de todos ellos si lo pensaba de ese modo.

Que si bien, además de él, Osamu también ya sabía lo que le sucedía con Kiyoomi, la mayoría de las veces terminaban peleando o gritando por un tema muy distinto al inicial. ¿Y cómo no? Si comparten, casi, la misma neurona además de que, indiscutiblemente, tienden a ser muy directos y odiosos cuando buscan molestar al otro.

—No puedo creer que lo haya hecho con ese tonto simio de Ushiwaka. No sé qué le vio.

—Algo que en ti no vio seguramente.

—¡Ah, Samu, retira eso!

—¡Es la verdad!

Como esa vez, durante la semana pasada. Hablando con Osamu acerca de lo que había pasado en el departamento de Kiyoomi. Aunque más que hablar, Atsumu se volvió solo palabras incongruentes y exaltadas que dejaban ver, más que nada, su ansiedad acumulada por todo ese tiempo.

Que sí, él también le ha hecho bromas o comentarios pesados a Osamu pero necesitaba otro tipo de comentarios de su parte, no esos.

Aquél detalle solo le hace sentirse como la mierda. ¡Y no quiere sentirse así luego de que finalmente Kiyoomi y él…!

—¿Te gusta?

De nuevo, la pregunta incontestable, solo que esta vez proviene de la boca de Tomas.

Aún no puede responder a ella.

No porque no sienta que algo está cambiando en su relación —o lo que sea que tiene— con Kiyoomi sino porque Atsumu sabe muy bien que si bien sus heridas con respecto a Shoyo ya han sanado, ahora se encuentra atravesando otro problema aún mayor.

La aceptación de que enserio Kiyoomi le guste de ese modo.

Que irónico, piensa.

Justo ahora podría salir a dar una rueda de prensa, si quisiera, solo para decir que también le gustan los chicos. Y que no le importa si lo ven mal. Y no es que no le importe que su pasión y futuros proyectos con el voley se vea ensombrecida por la reacción de los demás pero en ese aspecto quizá puede sentir que es un poco menos aprensivo que como lo fue Shoyo seguramente.

Sin embargo, a lo que sí tiene miedo ahora es a aceptar que le gusta...él.

Que ese él es Kiyoomi.

No porque lo considere algo incorrecto sino porque...se trata de él.

—No estoy seguro. Quiero decir, Kiyoomi es guapo. Muy, muy, muuuy guapo y me gusta estar con él. Es divertido a su manera. ¡Sabías que colecciona sales de todo el mundo y…! —a Tomas se le escapa una risita y Atsumu es incapaz de pasar de ella—. ¿Qué?

—Tus ojos.

—¿Mis ojos?

—Está brillando mientras hablas de él.

Ah…

Ah, mierda.

Siente las mejillas calientes.

Y siente como le cosquillea el borde de los ojos.

No puede ser.

Afortunadamente es Tomas con quien está charlando mientras hacen los estiramientos. Kiyoomi los hace con Inunaki, y eso es bueno porque si estuviera emparejado con él Atsumu no sabría ni cómo concentrarse tan solo con verlo.

—Kiyoomi dijo algo de Polonia —Miya asiente una vez que han terminado el set de estiramientos y ahora solo esperan que los demás lo hagan, sintiéndose acongojado de pronto con solo oírlo. Sabe que Adriah no lo dice con la intención de angustiarlo pero definitivamente es un hecho que ninguno de los dos puede pasar por alto ahora que Atsumu se ha sincerado un poco con él—. Aún no ha decidido nada pero lo he visto platicar con el capitán y el entrenador sobre eso de vez en cuando.

—Lo sé —responde, frunciendo los labios. Si se siente desanimado o no, su rostro lo único que refleja es una mueca chistosa e infantil—. Me encantaría, en serio, pensar en que lo nuestro va a prosperar y tener un final digno de telenovela latina el día que eso suceda. Ya sabes, yo corriendo hacia el aeropuerto para impedir que se vaya, y gritarle frente a toda esa gente que me gusta —dice, riéndose, contagiando a Tomas de su serenidad aunque su sonrisa es más de comprensión que de diversión—. Sería increíble.

—¿Pero…? —de nuevo, aunque no es la intención de Tomas sacarlo de su burbuja de fantasía, con cortas palabras lo regresa a la realidad.

Atsumu toma una buena cantidad de aire y la suelta antes de contestar con otro set de preguntas incontestables.

—¿Y si no sucede nada? —pregunta sabiendo que la respuesta no la tiene su compañero, pero aun así le gustaría que la tuviera para que todo fuera más fácil de digerir—. ¿Y si solo son ideas mías?

—Las cosas suceden porque hacemos que pasen, no porque caigan del cielo —la respuesta no le satisface pero sabe que no es responsabilidad de Tomas sentirse así.

—Ah…¿Por qué tuve que fijarme en él precisamente? —Tomas se ríe y él enserio quiere una ducha e irse a hibernar por un largo tiempo—. ¿Qué?

—Es que te ves más feliz e ilusionado que de costumbre.

—Igual vivo estresado con todo esto —sincera pasándose las manos por el rostro unas tres veces, como si de ese modo pudiera desvanecer dicho estrés.

—Pero te sientes más feliz, ¿no? —Atsumu sonríe celosamente.

Él es así.

Su expresión dice todo a diferencia de otras personas que lo saben ocultar muy bien.

Y puede que esa sea la razón por la que todos se dieron cuenta lo miserable que era cuando vivía pegado a saber la vida de Shoyo junto a todos sus pasos. Justo ahora, que Tomas sea capaz de decirle algo así es porque, enserio, debe tener una sonrisa tonta y radiante de solo pensar en Kiyoomi y en lo mucho que ha disfrutado las últimas veces que ha estado con él.

—Sí, mucho. Aunque me gustaría definir con él qué es esto que tenemos.

Porque besarse a escondidas, permitirle a Kiyoomi esconder su rostro y dejarle besitos húmedos en su cuello antes de separarse de él, y que luego sea el azabache quien le permita arrimarse a su cuerpo cuando ven una película en el sofá de su apartamento, debe significar que tienen algo.

—¿Una boda?

—Sí, es del amigo de un amigo —por eso es que no puede perder las oportunidades que se le presentan sin involucrarlo a él.

Y es que a estas alturas le es muy difícil no pedirle a Kiyoomi que lo acompañe incluso hasta la tienda de souvenirs cada que están de paso en alguna nueva ciudad debido a entrenamientos especiales o encuentros amistosos con otro equipo.

Y, bueno, la invitación a la boda del amigo de Tooru puede ser un paso enorme en lo que sea que ellos tienen si es que Sakusa decide acompañarlo.

Para ver cómo se comporta en público con él y todo eso.

Para ver su reacción al ver a los dos novios —no novio y novia— entrar por el camino aterciopelado y cubierto de pétalos de flores del hermoso y lujoso jardín de esa bellísima finca que han dispuesto para realizar esa boda.

Y para ver, maldita sea, cómo le sienta ese traje azul marino en su cuerpo.

"Puta madre, Tsumu, concéntrate", se reprende mentalmente al ver a Kiyoomi salir del probador de la tienda de trajes a la que han ido, apenas días antes de la boda. Y eso es solo porque Kiyoomi ha dicho que sí desde el inicio.

¡Ni siquiera tuvo que rogarle para que lo hiciera!

Aunque sería mentir si dijera que no tiene interés por saber por qué es que Kiyoomi no dudo en aceptar.

—Está un poco suelto de las mangas —lo oye Atsumu, escondiendo una sonrisita mientras continúa admirándolo sin pudor mientras una de las chicas de la tienda se acerca para acomodarle y tomar algunas medidas de su puño.

—Se puede arreglar —Atsumu ahora sí que intenta reprimir una risita cuando ve a Kiyoomi hacer una mueca desagradable al sentir como la chica le toma las medidas y le mira muy sonrientemente.

Que sí, podría estar muriéndose de celos justo ahora de solo ver a la mujer soltar verbo y hacer su trabajo mientras revela sus intenciones al mirarlo sugestivamente pero mentiría si dijera que no está divirtiéndose de ver al rematador hacer esas muecas disgustadas mientras ella le revolotea como una abeja a una flor.

Quizá por eso es que Atsumu no está haciendo un escándalo, porque así como él, Kiyoomi es crudamente honesto con su rostro. Y por eso no le preocupa. Se nota que la cercanía de la chica le desagrada montones.

—¿Me tomaste una foto? —Atsumu pega un saltito cuando, luego de que la chica le da espacio a Kiyoomi y a él, dejándolos solos un momento en lo que va al frente de la tienda, se ve descubierto por el azabache —. Bórrala.

—Ah, ¿por qué? Si te ves genial —haciendo el intento por tomar el celular de Atsumu, Kiyoomi casi se cae de la plataforma sobre la que está de pie frente a los espejos dispuestos que sirven para que cada cliente admire las prendas puestas en ellos—. Ya, ya, no se la voy a pasar a nadie. Lo juro —Kiyoomi achica los ojos antes de ver a un muy sospechoso Atsumu mirar a todos lados antes de acercarse hasta donde está y darle un besito corto en la boca—. Te ves muy guapo. El azul te queda te queda de infarto —El azul, el negro y está seguro que hasta el arcoiris sobre él se vería increíble porque, Dios, enserio que no puede apartar sus ojos de él—. Sabes a menta —dice, osado, relamiéndose los labios tras darle un segundo beso que Kiyoomi tampoco le ha negado.

—Y tu a cerezas —Atsumu se ríe bajito dándole un tercer y último beso, un piquito solamente, antes de apartarse de la plataforma y volver a su sitio—. ¿Tu no vas a probarte alguno?

—¿Qué? ¿Quieres que hagamos cosas malas dentro del vestidor? —se ríe antes de seguir hablando—. Omi, no sabía que fueras tan pervertido.

Enserio, ¿cuándo en su perra vida iba a conseguir que Sakusa Kiyoomi hiciera ese tipo de sonrisas cómplices con él?

Agradece muchísimo que Kiyoomi ya se encuentre cambiándose de ropa porque así él tiene ese tiempo para sí mismo y para poder calmar su corazón luego de recibir esa sonrisa.

¡Que parece como si ellos se fueran a casar!

Ir juntos por un traje, lanzarse miraditas, incluso besarse en un lugar tan público, no una sino tres veces...Ah...se va a morir de la emoción que siente en el pecho. Emoción que se ve interrumpida cuando su teléfono vibra dentro del bolsillo de su pantalón ante la alerta de una notificación.

Solo cuando ve quien es, ni siquiera tiene tiempo de comenzar a escribir una respuesta al mensaje dejado en su última historia de instagram pues de inmediato entra una llamada.

—Hol-...

—No sé si sentirme ofendido por no saber de tu avance con tu futuro esposo o sentirme privilegiado por ser parte de tu lista de mejores amigos en tus historias de instagram —Atsumu no sabe si reírse o quedarse callado pero prefiere que se le escape una risa cuando escucha el falso tono ofendido de Tooru del otro lado de la línea.

—Considérate privilegiado entonces —dice el armador de Japón, refiriéndose a que, a pesar de que Kiyoomi le ha pedido que borre la foto, la ha subido a una historia en IG de todas formas aunque, claro, con la restricción de que solo la vieran ciertas personas— ¿Solo me llamaste para esto? —un bufido se escucha desde el otro lado del mundo.

—¿No puedo llamarte para saludar tampoco? ¿Tu chico es de los que son celosos? —al escuchar eso último, las mejillas de Atsumu se colorean un poco.

—No es...Kiyoomi no es mi chico. Somos amigos —esta vez Tooru no se contiene de soltar una carcajada amplia— ¡Qui-Quiero decir que sí me gustaría pero…!

—Se ve que es una persona de pocas palabras —Atsumu asume que dice eso por la foto que acaba de publicar, arrepintiéndose al final de no haber censurado el rostro de Kiyoomi— ¿No es muy serio para alguien como tú? ¿Por qué no pruebas mejor conmigo? —el gemelo de cabello rubio frunce las cejas, haciendo una mueca.

—¿Qué?

—Es un chiste. No me van los rubios. Qué poco sentido del humor te está dejando juntarte con tu novio.

—¡Que no es mí…! —bajando un poco la voz al ver a una parejita de nuevos clientes pasar a la sección de probadores, se aparta un poco para hablarle—. No es mi novio.

—Claro, y por eso lo llevas a una boda gay.

—Lo llevo como mi amigo. Nada más—aclara, lo cual no es una mentira realmente. No van en otro plan a la boda—. Además, ¿no fuiste tú quien me sugirió que lo invitara? —le recuerda la última conversación que tuvieron hace poco. Y aunque tampoco es un reproche, sino todo lo contrario, cada que Tooru lo acorrala y le cuestiona sobre lo que hace con Kiyoomi, la ansiedad lo asalta de nuevo.

Porque aunque se dan de besos, se acarician, se miman, y se acercan cada vez más, hay menos entendimiento en todo eso.

En el pasado eso estaba bien.

Despertar en los cuartos de los hoteles solo o ser el primero en levantarse para irse rápidamente sin ser visto no era algo que me molestara. De hecho, lo añoraba. El no tener ningún compromiso con nadie.

Pero desde que le pasa algo con Kiyoomi, se siente codicioso. Se siente deseoso de más.

—Debo atender a la llamada.

Por eso, al sentir que le susurra en el oído aquello justo cuando apenas están llegando a la recepción del lugar donde será la boda, se siente ansioso.

Quisiera que toda su atención fuera para él.

Que no mirara a nada a su alrededor salvo él.

Pero, por sobre todo, no sentir terror de pensar que quien le está llamando justo ahora es…

—Mi hermana —Atsumu engrandece los ojos como si fuese un niño siendo sorprendido por la rápida respuesta inesperada de alguien más. Cuando Kiyoomi levanta su teléfono y se lo muestra, a pesar de que no tiene la necesidad de hacerlo, Atsumu no puede evitar sentirse acalorado y…¿feliz? —. Adelántate, te alcanzo en un momento —le dice, susurrando muy de cerca sobre su oreja, disculpándose antes de alejarse un poquito y atender la llamada de su hermana, "Hiromi Sakusa", tal y como ha leído en la pantalla.

Sí, bueno, puede que esté sonriendo como idiota al entender la intención de Kiyoomi de mostrarle su teléfono como si le pidiera confiar en él pero igual no le puede perdonar que lo deje solo y que lo haga llegar del mismo modo a la recepción.

¡Quería que los vieran juntos y deslumbrantes apenas entrar!

Que las mujeres que los vieran suspiraran y se murieran de envidia, a la vez pensando, ilusamente, la suerte que tendrían sus novias de tenerlos a ellos como pareja.

—Si supieran que…

—¿Si supieran qué cosa? —Atsumu pega un saltito del susto antes de voltear y encontrarse, por primera vez frente a frente, con Oikawa Tooru—. Sí, sabía que eras tú —dice el armador argentino, señalando su cabello—. ¿Enserio es teñido o…? Auch —un golpecito en el hombro por parte del armador japonés le saca una risa combinada con una mueca exagerada.

—Por supuesto que es teñido.

—Lo imaginé —Sí, bueno, Atsumu enserio que no había reparado en que esa sería la primera vez en que él y Oikawa se vieran personalmente, quizá porque estaba sumamente más interesado en pasar tiempo con Kiyoomi y porque en los últimos días habían estado buscando trajes para ambos.

Riéndose un poco de eso, finalmente se acerca como se debe, siendo lo primero que hace es levantar su mano delante de su cabeza y luego de la de él, marcando una imaginaria línea entre sus alturas.

Tooru de inmediato le da un manotazo, riéndose con él.

—Deja de hacer el tonto y mejor déjame verte bien —dice, refiriéndose a que se de media o una vuelta entera para admirarlo bien en el traje que lleva puesto, cosa que Atsumu, como el presumido que es, hace sin ningún problema. Incluso entrecierra los ojos haciendo una mueca divertida al mismo tiempo que abre un poco los brazos, dramatizando todavía más su demostración—. Aceptable, sí.

—¿Aceptable? ¿Qué no me has visto? —Tooru tuerce una mueca, divertido.

—Mejor que yo no te ves —y aunque podrían iniciar ambos, ahí mismo, una ridícula discusión sobre quién de los dos luce mejor, lo único que hacen es compartir risas.— Aunque, ese moño se te ve fatal —dirigiendo su vista hacia abajo, ve que este está un poco desarreglado, quizá por el trayecto hasta el lugar el cual parece sacado de una película californiana por el estilo.

Porque, sí, podría verse radiante pero por dentro él y Kiyoomi estaban muertos en vida resintiendo las consecuencias del jet lag tras llegar a California, Estados Unidos.

Por lo que Tooru le había comentado, la familia de uno de los novios era de ahí así que conseguir una finca de ese estilo tan único para la boda no fue un problema realmente, sin embargo las edificaciones de ese lugar se notaba que habían sido intervenidas con el paso del tiempo, por lo que su estilo ecléctico entre el estilo colonial, característico de ese tipo de lugares, combinado con un estilo más contemporáneo se hacía notar claramente.

El encanto del lugar dependía de la disposición de las varias habitaciones construidas alrededor de la casa central, cosa en la que Tooru puso delicado interés en explicarle tras aceptarle la invitación de asistir.

—Las habitaciones para invitados están del lado derecho. Me imagino que ya te lo informaron en recepción.

Porque sí, esa era otra de las razones por las que Atsumu estaba encantado con llevar a Kiyoomi con él. Las habitaciones de la finca estaban para hospedar por un par de días a los invitados. Imaginarse con Kiyoomi, pasar una noche agradable en ese lugar definitivamente podría hacer que pudieran entenderse todavía más y, quién sabe, podrían inclusive ser ideal para hacer...otro tipo de cosas.

—Dios, ¿enserio ya estás pensando en esas cosas? —cuando escucha la risa de Tooru, Atsumu deja de soñar despierto, sonrojándose.

—¡Yo no estoy-...

—¡Tooru-san! ¡Atsumu-san! —la llegada de Shoyo es estruendosa como de costumbre solo que esta vez, al oírlo, Atsumu está lejos de sentirse abrumado o incómodo lo cual le sorprende.

Incluso le devuelve la sonrisa a Hinata de una forma honesta aunque cuando ve a Tobio, lejos de sentirse celoso o algo por el estilo, su sonrisa se perturba un poco pero solo con el afán de molestarlo de manera infantil.

De la mano.

¡Vienen de la mano!

¡¿Por qué ellos sí pueden y él con Kiyoomi no?!

Está envidiando eso.

—Shoyo —saluda Tooru al rematador de los chacales para continuamente mirar a Kageyama y sonreírle de una forma muy graciosa. Casi intantil—. Hola, Tobio-chan.

—Oikawa-san —Miya hace una mueca impertinente ante la expresión inalterable de Kageyama al no captar las miraditas que Oikawa le da para molestarlo. Ni siquiera se fija en las suyas. Ah, ¿enserio esa es la persona a la que Shoyo ama? No lo malentiendan, ya ni siquiera le importa pero Tobio sigue dando urticaria con solo verlo tan serio y poco ajeno a lo que sucede a su alrededor pues lo único que ve es a Shoyo, evidentemente—. Hola, Miya-san —Ah, cierto, ni siquiera le había saludado.

—Hola, Tobio-kun. ¿Listo para ser el alma de esta fiesta californiana? —bromea solo con la intención de molestarlo. Enserio que es divertido ver las expresiones de un tronco como Kageyama.

—¿Viene solo, Tooru-san? —inicia Shoyo una conversación pacífica y jovial, la cual agradecen los tres armadores reunidos internamente. Solo alguien como un ser de luz como lo es Hinata ni siquiera notaría la cierta tensión que existe o existió entre ellos.

—No, vine con Iwa-chan. Debe estar ayudando a Matsun o a Hanamaki con los últimos detalles. Ya saben, nervios prenupciales —dice, sonriente.

—¿Miya-san vino con alguien? —quien pregunta esta vez en Kageyama.

—Ah, pues…

—No. Yo vine con él —y como si hubiese caído del cielo, la mano que cae sobre su hombro desde atrás, acompañado de su voz, lo devuelve a la tierra aunque también lo comienza a poner nervioso.

—¿Kiyoomi-san? —sí, bueno, Shoyo no es el único que se sorprende y no lo oculta pues Tobio también engrandece los ojos aunque en menor escala que su novio—. ¿Eh? ¿Por qué no me dijeron que vendrían juntos? —reprocha Shoyo refiriéndose a las veces en las que el tema de la boda se les escapaba durante los entrenamientos pues nunca se mencionó que Kiyoomi fuese el acompañante de Miya —. ¡Hubiéramos venido en el mismo vuelo! —en conjunto e internamente, los ahora cuatro presentes agradecen que no fuera así.

Para su buena suerte ese encuentro se ve finalizado con el anuncio de que vayan a tomar sus asientos, cosa que Atsumu sin prisa pero sin pausa hace al igual que los demás, agradeciendo muchísimo más todavía el ocupar una de las filas de hasta atrás a lado de Kiyoomi.

—¿Así seduces a la gente?

—¿Mn? ¿Qué di-...? ¡Eeek! —no puede ser. Kiyoomi…¿le acaba de lamer la oreja? Histérico, Atsumu se lleva una mano a la misma, mirando a todos lados, dándose cuenta de que la gente ya está de pie y de que ellos son los únicos por levantarse tan pronto comienza a sonar la música, señal de que los novios están entrando—. ¿Por qué hiciste eso? —cuestiona viendo que son los únicos en esa fila pero también asegurándose de mirar como histérico a las filas aledañas y a las delanteras para cerciorarse de que no hayan visto eso.

Pero ni siquiera ha terminado de recomponerse de ello cuando Kiyoomi vuelve a acercarse a él, esta vez como si fuera un gatito ronroneando cerca de su mejilla, haciendo que Atsumu quiero gritar ahí mismo aunque lo único que logra hacer es tomarlo por los hombros y separarlo.

—¡Omi, por Dios, hay mucha gente aquí y…! —grita aunque bajito, pero sin tener éxito alguno pues en breve Sakusa , esta vez, toma su cintura, acercándolo un poco a su cuerpo pero lo suficiente para que Atsumu delire y suspire ahí mismo—. Omi…

—Que si así seduces a la gente, pregunté —repite, insistente, pero Atsumu está ahora más concentrado en tener la vista en la entrada de los novios y en las demás personas para asegurarse que no los miren—. Porque te funciona bastante bien —un soplido en su cuello y Atsumu suelta un gemido bajo pero lo suficientemente claro para el rematador.

Ignorando a lo que se refiere, y solo hasta que los novios llegan al altar montado, es que voltea a mirar finalmente al azabache, haciendo una mueca molesta.

—Kiyoomi, ¿te volviste loco? hay mucha gente aquí. —reprende aunque por dentro siente que se está calentando.

—Lo sé —Miya lo mira, incrédulo. Como si le hubiese salido una segunda cabeza.

—¿Lo sabes? ¿Y porque me besas delante de…?

—¿No habías dicho que querías hacerlo conmigo?

Sí pero, ¿Cuánto tiene eso? ¿Semanas? ¡Y había sido justamente él quien había dicho que no implícitamente! ¿Y por qué demonios saca el tema ahora? ¡No tiene sentido!

—¿Bebiste o qué te pasa? —dice, acercándose lo suficiente para olfatearlo rápidamente aunque no consigue percibir ni una pizca de alcohol en él. En su lugar Kiyoomi vuelve a arrimarse a él aunque esta vez solo para hablar bajito cerca de su oreja, como si cuchichearan.

—¿Lo habías dicho o no? —Atsumu rueda los ojos, escéptico.

—No puedo creer que estés hablando de sexo mientras se oficia una misa y se casan dos personas —esta vez es Sakusa quien rueda los ojos al escucharlo. Dios, enserio no va a cortar con el tema si no le contesta—. Sí, okey, sí lo dije. Dije que quería hacerlo contigo.

—¿No te excita?

¡¿Pero qué mosca le picó?! Enserio que no puede creer que Kiyoomi esté queriendo tener esa conversación así. Lo que es más, que esté insinuándose de esa manera. ¿Pero qué le pasó o por qué actúa así? ¿No se supone que el sinvergüenza y vulgar es él?

Y justamente ahí, mientras dos personas se casan y quién sabe cuántos santos o dioses los están viendo y oyendo.

Ah, mierda, la verdad es que la idea le pone cachondo hasta a él.

En cuanto el padre comienza a hablar, la verdad es que Atsumu ni siquiera oye la mitad de lo que dice. Ahora que están sentados, ni siquiera de ese modo es capaz de callarse a sí mismo o callar a Kiyoomi.

—¿Y qué tal si no funciona? ¿Si no te gusta estar conmigo? —Atsumu tiene que hacer el esfuerzo de contener una carcajada, cosa que no le sale tan bien pues los invitados de la fila de adelante los miran de refilón, como diciéndoles que guarden silencio—. Lo sentimos —ofrece disculpas Kiyoomi con esa cara tan seria que de verdad te haría creer que lo va a hacer, cosa que no sucede de todos modos—. ¿Entonces, Miya?

—Debes estar bromeando. ¿Te has visto en un espejo? Eres guapísimo, ya te lo he dicho —confiesa esta vez sin sentirse que se convierte en un foco de navidad.

—Sí, sí, ya deja de elogiarme —pide, bajando su mirada al moño del traje de Atsumu haciendo que sus ojos se ensombrezcan de pronto al recordar cierto gesto desagradable de hace unos minutos. Cuando, desde lejos, miró a ese armador intentar tocarlo—. Lo tienes torcido —dice, señalando el accesorio pero antes de que Miya se lo acomode él mismo, Kiyoomi lleva su mano en su lugar para hacerlo.

—¿Me veo bien?

—Decente para una boda.

Y aunque sus ojos dicen otra cosa, afortunadamente lo único que podría delatarla sería su boca soltando la verdad.

La verdad que sus ojos también manifiestan al verlo secretamente durante toda la boda. A él más que a los novios.

Es algo nuevo el verlo con algo que no sea el uniforme oficial o con la sudadera del equipo, incluso con esa polo negra que siempre carga.

Verlo vestido con un traje que parece un guante de seda en su cuerpo, aplaudir y unirse al conjunto de gritos que van escalando cuando los novios dicen en sí acepto, es, sin duda, una imagen fresca y nueva para Kiyoomi.

No toma su mano, desde luego, pero sí está de pie a su lado manifestando, de algún modo, un poco de esa felicidad que le transmite estar en un evento de ese tipo. A su modo, claro está.

—¿Y qué tal si no funciona? ¿Si no te gusta estar conmigo?

¿Cuántas noches, desde esa vez en su apartamento, no habrá podido conciliar el sueño debido a esas preguntas sin respuesta?

¿No quiere hacerlo porque no le gusta o porque es todo lo contrario?

Recuerda que Wakatoshi le dijo algo parecido la última vez que se vieron. La misma noche en la que le acompañó a aquél bar pero no sin antes haber demorado sus buenas horas en aquella joyería costosa de la ciudad, ayudándolo a escoger anillos.

Había sido coincidencia que el bar al que fueron luego fuera el mismo al que Miya hubiese ido siendo que el dueño era uno de los antiguos compañeros de Wakatoshi. Y, desde luego, había sido un malentendido el que Atsumu pensara que había ido a verlo para tener un encuentro carnal con él o hacer lo que él mismo sugirió lleno de aire caliente en la cabeza debido a su molestia: ser el reemplazo de alguien.

Kiyoomi no sale con Wakatoshi por la razón que Atsumu piensa, y mucho menos saldría con él aun sintiendo confusión en su corazón. Odia el dolor y odia sentirlo, y mucho más odia propiciarlo a pesar de que las señales indican que debe alejarse.

Antes de volver a reunirse con él, tuvo que entender y dejar claro que lo que sentía por Wakatoshi era algo parecido a lo que Miya pudo haber sentido por Shoyo. La diferencia es que por Wakatoshi siempre sintió una estima real y que antes de pensar en intentar algo con él, prefirió dejarlo así.

Amigos.

Aunque, claro, conocer su lugar ante todo estaba primero. Y antes de volver a verlo tuvo que pasar por un largo proceso de aceptación. Proceso en el que, no queriendo, Miya apareció.

Atsumu se sumó a su vacío y poco a poco comenzó a llenarlo de días con chistes malos pero, por sobre todo, volviendo días ordinarios en días alegres.

¿Era contradictorio pensar que si se había alejado de Wakatoshi para dejar de pensar tanto ahora estuviese pensando en alguien más pero el doble?

Porque no puede sacarselo de la cabeza.

A Miya.

No desde que se han besado aquella vez.

No desde que estuvieron en Brasil.

No desde que…

"¡¿Qué tiene Tobio que no tenga yo?!"

Recuerda ese día en el que a pesar de hacerse el fuerte, y de decir que se alegraba por Shoyo al verlo ir a buscar a Kageyama para poder arreglar las cosas luego de haberlo terminado dos semanas atrás, Atsumu había llegado a su límite.

Gritar esas palabras delante de él no porque tuvieran una confianza estrecha en ese momento sino por el mero hecho de ser escuchado por alguien. Escuchado completamente roto y con la autoestima despedazada.

Escuchar su llanto verdadero por no haber sido suficiente, por primera vez, para alguien.

Quizá fue desde ahí.

O quizá fue desde antes.

Quizá lo miraba desde mucho antes.

Y aunque entre ser el más revoltoso y excéntrico, contra Hinata Shoyo nadie podía competir, Atsumu, de algún modo, terminaba atrayendo su atención.

Y es que a pesar de que lo tenía todo para ser el tipo de persona que en la primera conversación te caiga mal, a él lo atrajo misteriosamente. Y desde ahí no ha dejado de verlo.

Desde ahí no lo ha dejado solo ni siquiera cuando sus problemas no debían ser cosa suya.

Desde ahí no ha dejado de verlo.

Desde ahí…

—¿Qué vas a hacer? —Miya, con la boca llena por un trozo de brocheta que acaba de llevarse a la boca, lo voltea a mirar con las mejillas infladas—. ¿Qué vas a hacer si lo que quieres no funciona?

Lo que quiere intentar hacer con él, se refiere.

A cerca de la conversación que se suponía no deberían tener ahí pero que, de todos modos, Miya hace el esfuerzo por tener pues esa iniciativa de parte de Kiyoomi con respecto a tener sexo no se ve todos los días.

¿Qué si no le gusta, dice?

Ja, cómo se nota que no puede medir la magnitud con la que desea poder hacerlo.

—No quiero pensar en esa posibilidad ahora, en realidad —dice, honesto, tomando un trocito de carne y ofreciéndose a Kiyoomi, quien educadamente rechaza—. Aunque si me vas a empezar a negar la posibilidad de darte de comer en la boca, sí que vamos a tener problemas.

¿Qué será?

¿Será el hecho de estar en otro país y en un evento social en el que no serán discriminados lo que les hace ser mucho más expresivos?

O quizá el hecho de que nadie los conozca, salvo unos cuantos en realidad, igual influye a que sus lenguas estén más sueltas de lo normal.

Pero para Kiyoomi, en ese aspecto, sí hay un límite.

Y aunque admite para sí mismo que le gusta el cómo van las cosas con Atsumu hasta ahora, hay una barrera que le impide ir más allá. Aunque, que Miya haya ido hasta el centro de la pista junto al resto de mujeres y un par de hombres para competir por ver quien obtiene el ramo es...

—No puedo creer que se me resbaló de los dedos —una vez más, aunque a Atsumu le gustaría compartir ese cómico momento con Kiyoomi, no lo encuentra pues antes de ponerse de pie para ir al juego del ramo le dijo al oído que debía atender otra llamada, esta vez de su madre lo cuál le pareció extraño pero tampoco tuvo el valor de preguntarle al rematador por qué su familia lo estaba buscando tanto ese día en particular.

—Agradece que no fue Shoyo quien lo haya tomado, sino tendríamos que asistir a la boda como las dejadas —ante el chistecito, Atsumu se ríe de manera irónica pues no le ha hecho mucha gracia que digamos.

—Claro, lo dice quien sí tendrá su propia boda —dice refiriéndose a que aunque el acompañante de Tooru, ese moreno musculoso de mirada dura, prácticamente fue arrastrado por el armador argentino a la plataforma para jugar a coger el ramo, curiosamente había sido él quien lo había obtenido sin siquiera buscarlo en realidad.

Genial.

Atsumu no podría estar más molesto ahora que sus intentos por coger el ramo habían fallado y habían favorecido a la pareja de Oikawa y…

—Él sí tendrá boda seguramente. Con su novia. No conmigo.

Esperen…¿Qué acaba de decir? ¿Novia? ¿Qué novia? ¿Acaso está jugando con él? Porque durante toda la misa y la primera parte de la fiesta Tooru y ese chico se la han pasado juntitos. ¡Incluso ha visto a Tooru besarle la mejilla muchas veces, sonrojando al otro!

No lo entiende.

¿De qué está hablando?

Antes de pedirle que deje de bromear con él, Tooru ya está indicando con su mirada hacia el sitio que debe mirar para que pueda entender.

Mientras todos disfrutan, mientras todos sonríen y se alegran por la felicidad de los ahora recién casados, Iwaizumi parece tener una acalorada discusión con alguien por llamada ahí escondido entre uno de los arbustos del jardín. Evidentemente no alcanza a oír nada debido a la música pero se nota que es algo serio a juzgar por los gestos que hace.

Cuando voltea a mirar a Tooru de vuelta, la expresión que pinta su rostro es, sin duda, desolada y amarga. Y lo que se asoma por ahí antes de devolverle la mirada a Miya es una sonrisa cargada de ironía y resignación.

—¿Qué? ¿Enserio crees que eres el único en el mundo que tiene problemas?

No hace falta que le diga más porque puede asumirlo. Y aunque asumir algo sin conocer la verdad realmente podría considerarse como una apuesta a ciegas, Atsumu sabe entenderlo pues, parece ser, ambos viven en un mundo que conocen.

—Es una chica —dice primero a secas, sin contexto—. ¿Está...comprometido con una chica? —el silencio de Tooru es esencial para la afirmación pero ni siquiera él puede quedarse tan quieto y serio luego de verse descubierto.

—Comprometido no pero parece que van en serio —dice, riéndose pero Atsumu sabe que esa risa no es por ver a los recién casados participar en otro juego de esos que son tradicionales en las bodas.

Eso está mal.

Eso está...muy jodido, piensa Miya, sin saber qué decir o qué expresión hacer ahora.

Toda la diversión y la buena vibra que sentían y los rodeaba hace unos momentos pareciera esfumarse de pronto. Y aunque Tooru tiene un semblante sereno y trémulo, Miya puede imaginarse cómo es que debe sentirse por dentro justo ahora aunque no lo demuestre.

Porque era el tipo de cosas que él hacía cuando Shoyo comenzó a hablar cada vez más sobre Tobio delante de ellos.

No sabe qué decir.

No sabe de qué manera…

—¿Se acuesta contigo y sale con una chica al mismo tiempo? —pero las palabras salen mucho antes de que las medite. Cuando las oye de su propia voz, el armador japonés se lleva una mano a la boca demasiado tarde—. Lo siento, no quise…

—Vivimos la vida que nosotros escogemos —Tooru se lleva ambas manos a los bolsillos de su pantalón, sin apartar la vista de la felicidad que ahora comparten Matsukawa y Hanamaki con el resto de los invitados—. Ellos escogieron la suya, y son felices ahora. Yo escogí la mía, y lo soy por partes. Supongo que la felicidad se manifiesta de diferentes formas así que...

—No podría soportar eso —la cruda honestidad con la que dice eso retumba no solo dentro de su pecho sino también en los oídos de Tooru. Y esta vez Atsumu no se disculpa por hablar y Oikawa tampoco lo hace por oírlo.

Al contrario, solo emite una risa débil.

—Por eso es que la historia trágica es mía, no tuya, Tsumu-ku...—antes de que Miya se de cuenta de la intención de Tooru por tocar su mejilla y, según él, pretender acomodarle el mechón que se le escapa de su peinado, su mano es empujada de regreso a su sitio por la de alguien más.

Una mano conectada al brazo que sobresale por encima del hombro de Atsumu.

—¿Kiyoomi?

"¿Así seduces a la gente?"

"Tienes el moño torcido"

Atsumu sonriendo un momento, y al otro mirándose consternado y confundido.

Todo eso delante de Oikawa Tooru.

Y solo Kiyoomi sabe el regaño que le tiene preparado su madre al colgarle de pronto solo para ir hasta donde Miya y el armador argentino se encontraban apartados de todos.

Ni siquiera él mismo ha visto venir ese impulso abrumador de ir y apartarlo de ese chico. Lo único que sabe es que ahora no le importa mucho estar colocando su mano, finalmente, en la cintura de Miya a la vista de Oikawa Tooru o de cualquiera que pase por su lado en ese momento.

Y Atsumu, por Dios, está que no se la cree.

Kiyoomi está tomando su cintura y lo ha acercado un poquito a él como si quisiera marcar distancia entre él y el armador de cabello castaño.

No lo puede creer.

No puede…

—No pensaba hacerle nada malo, Kiyoomi-kun.

—Por si lo pensabas.

Las siguientes dos oraciones que ambos sueltan son incomprensibles para Atsumu hasta luego de un par de segundos en comprender. Y lo que pudo haberse traducido como un momento sumamente emocionante, pues no todos los días tiene la dicha de ver a Kiyoomi celoso, termina haciendo que direccione todas sus emociones al enojo, haciendo una mueca que lo expresa todo.

¿Cómo va y dice esas cosas delante de él?

"Esto es todo lo que puedo darte" ¿No había sido él quien había dicho esas palabras? ¿No había sido él, todas las veces, quien lo había apartado primero o le había dicho que no iban a llegar a más?

¿Y ahora viene a actuar distinto solo porque están en otro país y nadie los conoce?

¿Solo por eso está coqueteando más con él?

Pensar en esa posibilidad, y de que en cuanto regresen a Japón las cosas van a volver a ser como siempre, le molesta y le vuelve loco.

¡Le molesta muchísimo!

¡¿Qué carajos?!

Sí, sí, toda esa escena es muy cliché pero él no va a ser el protagonista que se queda callado en medio de dos hombres soltando testosterona así que, como puede, se voltea a encarar a Kiyoomi con la mirada, haciendo notar su claro enojo.

No se disculpa con Tooru ni nada pero se sobreentiende que necesita hablar con Kiyoomi a solas, y porque tampoco le va a pedir a Oikawa que los deje solos es que Miya toma con fuerza de la mano al azabache y lo lleva lejos del ojo público.

Pasando por los arcos de la finca, yendo más allá de la casa principal, que justo ahora está atiborrada de la gente de los banquetes y los organizadores de la boda, llega a donde se supone es el ala donde se encuentran las habitaciones.

Le han asignado una a ellos, una con dos camas evidentemente, y aunque habían dicho que prescindirían de ella ya que preferían viajar de regreso el mismo día, no le viene mal a Atsumu un sitio privado en el cual pueda echar rienda suelta a todo lo que su boca está aguantando justo ahora, así que cuando llegan a la puerta, casi la patea para entrar y meter a Kiyoomi de paso.

—¡Si me vas a celar así, entonces ten el valor de decirme a la cara que lo estás haciendo! —Las palabras salen en bruto, sin pasar por ninguna capacidad suya de poder pensar antes de hablar. Está molesto. Molesto por algo que no debería y...—. ¡Y solo para aclarar las cosas, maldita sea, Tooru no me gusta! ¡El que me gusta eres tú, grandísimo ciego, y…!

"...ni siquiera te das cuenta".

Era la oración que tenía por añadir de no ser porque Kiyoomi es quien esta vez le toma por las mejillas y lo besa con un hambre desesperada que hace mucho Atsumu deseaba sentir de manera completa sobre sus labios.

El gemido ansioso que suelta muere en la boca de Kiyoomi y no está seguro que los siguientes que le secundan sean solamente suyos sino también de él.

Manos en sus mejillas sujetadas con fuerza como si de esa forma impidiese que se fuera lejos.

¿Qué no se da cuenta?

¿Qué no se da cuenta que se está muriendo por continuar besándolo?

¿Que sus manos se mueven por sí solas y toman las suyas para que no quede ninguna duda de que no va a impedir que lo toque, sino, al contrario, que lo haga más?

Muchas cosas pueden estar influenciando a ese momento como por ejemplo la triste y difícil realidad presentada por Tooru a cerca de ser feliz a medias.

Carajo, él ni siquiera lo ha sido a medias. Lo único que ha sido es infeliz y miserable. Siempre tomando las decisiones equivocadas y culpando a otros por ellas.

Siempre deteniéndose antes de intentar algo.

Siempre dudando antes de hacer.

Siempre repitiendo el nunca.

Y nunca repitiendo el siempre.

Sin darse cuenta ya está a medio camino. Ha dado un paso enorme al reconocer y aceptar abiertamente, y delante de él, que le gusta. Que Kiyoomi le gusta más lo que le pudo gustar Shoyo o cualquier otra persona alguna vez.

Y también, sin darse cuenta está cayendo de espalda a una de las camas mientras se abre de piernas y le permite a Kiyoomi que caiga sobre él para que siga bebiendo de su aliento y este le comparta del suyo, desesperados, como si hubiesen pasado años con las gargantas sedientas.

La fuerza con la que se toman de los brazos, la intensidad con la que Atsumu tira del cabello de Kiyoomi como si quisiera que sus bocas se volvieran una, y la desesperación con la que este besa los labios del armador es insana.

Y todo eso en verdad está ocurriendo sin ninguna gota de alcohol.

Atsumu quiere chillar de felicidad pero sus gemidos pronto se escuchan por toda la habitación que tiene que llevar sus manos a su boca para aminorarlos al menos.

Siguen con ropa, por amor a Jesucristo, pero se siente tan caliente que la presión en su pantalón empieza a doler muchísimo. Y con solo mirar la parte baja de Kiyoomi, ahora que lo tiene sobre él, se da cuenta que es lo mismo para él.

Cuando se separan, el vacío y la soledad causan estragos en Atsumu primero por lo que se ve necesitado de su calor nuevamente, rodeándolo con sus brazos por el cuello, atrayéndolo para besarlo de nuevo.

El sonido obsceno de sus bocas y de sus lenguas degustando, de los cortos e interrumpidos gemidos que mueren profundo en sus gargantas, del roce áspero pero delicioso de la ropa sobre los pedazos de piel que quedan expuestos mientras se mueven…

Todo eso está haciendo imposible que alguno de los dos piense más allá del deseo de tenerse ahí.

Que, Dios, están haciendo todo eso como si fueran noviecitos escapando de la tardeada del colegio y yendo hacia los matorrales de detrás del instituto a hacer cosas indebidas.

Ah, mierda, toda esa situación está poniendo a Atsumu muy duro y…

No, no, no.

Se está dejando llevar porque, por Dios, Kiyoomi lo está llevando al cielo con solo besarlo pero ahora que prácticamente se ha confesado…¡Tiene que escuchar de él lo que tiene que decir! ¡Así es como funcionan las cosas!

—Es-Espera...Omi...—Puta madre, se siente increíble el cómo besa y atrapa entre sus labios la tripa de su cuello y...—. ¡Omi!

—¿Qué…? —Ah, no puede ser. No puede ser que se vea así de obsceno y delicioso al apartarlo casi a la fuerza al tomarlo por las mejillas. Incluso ese hilito de saliva que resbala de su boca es tan…—. Espera...No te traje quién sabe cuantas horas en avión para tener sexo aquí —Kiyoomi lo mira como si estuviese loco—. Bueno, puede que sí pero…

—Esta puede ser la peor idea que se te haya ocurrido jamás —cuando Atsumu lo oye, le toma un par de segundos recuperar el aliento y otro poco más digerir y entender a lo que se refiere.

—¿Por qué? ¿No te gusto? —fingiendo desesperanza, con todo ropa y zapatos aun, vuelve a enlazarse con él, subiendo las piernas a sus caderas, apretándose ahí.

Incluso si le dice que no ahora, no lo va a dejar ir.

Incluso si no quiere, no va a...

—¿Que me gustes soluciona algo? —como si fuera el momento y el lugar ideal para tener, de nuevo, ese tipo de conversaciones a pesar de que los ojos de ambos suplican por más de lo anterior, comienzan a preguntar pero es la posición en la que están, tan íntimos y cerca uno del otro, lo que hace que la sensación se sienta distinta.

—¿Pensabas que quería hacerlo contigo porque no pude con Shoyo? —Kiyoomi no responde de inmediato pero su silencio es claro para Atsumu.

—¿No es así?

—No —sincera, dándole un besito en la nariz, perdiéndose en el bonito rizado de los cabellos que se han salido de su lugar, seguramente por el exceso de movimiento anterior—. No he pensado en Shoyo en muchísimo tiempo. No como tú —el azabache lo mira, confundido—. A pesar de que estoy seguro de que sientes algo por mí, no se si sea suficiente para hacer que dejes de pensar en él.

Ah.

Wakatoshi.

Kiyoomi libera una risita pequeña. Una que es muy difícil para Atsumu entender a pesar de todo.

—Estoy hablando enserio, Kiyoomi. Sé que dije que podía ser él pero no quiero serlo. No quiero ser él. No soy él.

—Ya sé que no eres él —ese beso inesperado, que parece como si le arrebatara esos pensamientos pesimistas, aplaca el enfado de Atsumu por unos breves segundos—. Cuando dije eso, de que no podías ser él, no me refería a que quisiera que lo fueras —ante eso, Atsumu aprieta los labios como si contuviera un quejido emocionado—. Pero sigo pensando que esta no es forma de solucionar los problemas.

—No considero que esto sea un problema —Atsumu hace un gesto con los ojos como si se refiriera al entorno o a todo el mundo en general—. Lo que sí considero un problema es esto de abajo —sin vergüenza alguna, Miya roza la entrepierna de Sakusa por encima del molesto pantalón—. ¿Quieres...hacerlo….? ¿Conmigo? —Kiyoomi exhala el aire que había estado conteniendo todo ese rato, dejando su cabeza laxa sobre la de él, mirándolo a través de sus cabellos rizados que cubren sus ojos. La imagen es puramente increíble y hermosa, tiene que admitirlo.

Atsumu debajo de él, con las mejillas encendidas y los labios entreabiertos, sin olvidar mencionar que la parte de adelante de su cabello bien peinado ahora es un remolino dándole un aire mucho más sexy de lo que de por sí ya es.

—¿Por qué sigues preguntando sobre eso?

—Porque tengo la esperanza.

—¿La esperanza? —manos alrededor de su cuello, labios que rozan y tentan los suyos de nuevo.

—De que quieras hacerlo conmigo solo porque soy yo, así como yo quiero hacerlo contigo solo porque se trata de ti.

Si tan solo supiera...que ya lo hace.

Que todo lo que hace ya es porque se trata de él.

.

e

.

Esa debe ser la primera vez que lo hace...de ese modo.

Y ciertamente está muriéndose de miedo.

—Separa las piernas.

Ay madre Santa. ¿Qué las separe? O sea…

—Espera… —¿Qué le pasa? ¿Por qué lo detiene? ¿No él quería eso con muchas ganas? —. ¿Y si...mejor me pongo de espaldas? —la respuesta que obtiene es un beso ansioso de Kiyoomi aunque es tan corto que es injusto porque no la disfruta ni un poco.

—¿Estás asustado?

Estupendo.

Ahora está tratándolo como si fuera un virgen, y aunque definitivamente no lo es, Atsumu está aterrado porque en todo este tiempo quizá Kiyoomi lo mal entendió desde el comienzo. O quizá era él mismo quien creía que...bueno…¡Él nunca ha sido el que recibe!

Y por eso está hasta temblando.

Kiyoomi le pregunta si está asustado.

¡No, qué va! ¡Ese tremendo pene suyo seguro que es inofensivo, blandito y le va a hacer reír!

Y no es que sea la primera vez que ve un pene erecto pero, por Dios, ya no solo no puede comparar su tamaño con el de algún otro chico con el que hubiese estado sino que, más allá del miedo que siente de que eso le destroce, se siente sumamente tímido delante de él. ¡Como si fuera un virgen exponiendo su cuerpo delante de alguien por primera vez!

Dios, no, ¿pero por qué está tan nervioso?

Y que Kiyoomi atienda a todas sus necesidades, que incluso él sea quien lo voltee dejando su trasero expuesto ante él, con cuidado, tal como pidió, igual se siente antinatural.

O quizá es que nunca había recibido tal atención de nadie pues normalmente, al ser él quien daba, nunca se ponía a pensar en la situación por la que podría estar pasando su pareja sexual. Y aunque no tiene razón de ser sentirse mal de pronto por ellos, con cada roce de la boca de Kiyoomi en su piel, en su hombro, en la curva que hace su columna, se estremece.

Todo su cuerpo se electrifica y se sacude como si fuera una ventisca azotándolo.

Pero está lejos de sentirse frío sino todo lo contrario.

Incluso sin siquiera tocar su pene siente líquido saliendo de este de lo bien que se está sintiendo con esas atenciones.

—Bonito.

—¿Qué…? ¡A-Ah! —cuando siente su dedo rozar su entrada, inevitablemente se encoje y se aleja un poco hacia el cabezal de la cama.

Joder. Joder. Joder.

Está asustado.

Muy, muy, asustado.

¡¿Pero por qué no solo le dice que nunca lo ha hecho por atrás?! ¡¿Qué es un subnormal o qué…?

—¿Estás bien?

¡Está pasándola bomba! ¡Claro que sí!

Piensa, con ironía mientras muerde la almohada y vuelve a levantar el trasero hacia él indicando implícitamente que todo está bien y que puede volver a intentarlo. Cosa que Kiyoomi, obedientemente, hace.

—Si te duele, dime.

—Ya...Solo mételo …Ah, puta ma-...¡Ah…! —Algo. Algo está entrando en su canal y se siente tan...extraño e incómodo que quiere salir corriendo pero, a la vez, quiere continuar sintiendo—. No...—asustado de sentir como Kiyoomi parece alejar su mano, desnudo y con la cintura torcida, toma su mano, volviendo a acercarla a su trasero.

—Si te duele, no lo voy a hacer.

Ah, mierda.

¿Por qué siente ganas de llorar tras oírle decir eso?

¿Es porque piensa que va a perder su oportunidad con él si no se lo permite ahora? ¿O porque está siendo sumamente cuidadoso anteponiendo su seguridad antes que cualquier otra cosa?

No quiere volver...No quiere volver a Japón con el recuerdo de un suceso amargo.

De haber dejado todo a medias ahí.

Quiere que sea ahí.

Incluso si no fue planeado…

Quiere que sea con ese Kiyoomi que está cuidándolo y siendo considerado con él.

—No...Solo...Solo no lo he hecho por ahí en un buen tiempo y...—Miente. Nunca lo ha hecho por ahí. Y la mueca de dolor que hace, luego de un rato de intentarlo y de Kiyoomi meter hasta tres dígitos probando dilatarlo debería ser prueba de que, o está mintiendo, o en serio no lo ha hecho en mucho tiempo que está sumamente apretado.

Desde luego, es lo primero.

Nunca lo ha hecho por ahí.

Y aunque se está muriendo de miedo luego de esa casi media hora de preparación y de sentir como el esfínter de su ano se abre y se cierra, cuando llega la hora, se ve incapaz de detenerse a estas alturas.

Y de no concederle a Kiyoomi que lo ponga de nuevo frente a él en una posición donde sus miradas se conectan en todo momento mientras sucede lo que tiene que suceder.

—A-Ah…¡AH! —el grito que Atsumu pega a continuación se ve silenciado por una de las manos de Kiyoomi sobre su boca al mismo tiempo que va introduciéndose dentro de él.

No puede ser.

No puede ser.

No puede ser.

¡Duele como su put-...!

Le está sacando el alma prácticamente o los órganos, lo que sea primero; y aunque el armador cierra los ojos y ahora se muerde los labios para no gritar, eso no hace que el dolor sea menor. Al contrario, mientras Kiyoomi más se abre paso entre su conducto, más siente que se le va el aire y los ojos le lloran.

—A-Ah, Kiyoomi, es-...A-ah, mierda...Espera, por favor…—incapaz de seguir haciéndose el valiente, coloca una mano, sumamente débil de hecho, sobre el pecho del azabache. No tiene la fuerza para apartarlo, desde luego, pero al menos ese simple gesto es suficiente para que Kiyoomi se detenga, alarmado.

—¿Duele?

—¡Muchísimo! —suelta sin más, arrepintiéndose luego de haberlo gritado en voz alta. Genial, ahora va a descubrir que enserio es su primera vez por ahí atrás—. Yo...Es que…

—Estás muy apretado —Atsumu asiente aun con las piernas abiertas y con su carne siendo abierta por su miembro. Enserio, qué alegría que en el cuarto no hayan espejos salvo en el pasillo hacia el clóset y en el baño porque seguramente daría una imagen lamentable al estar con las piernas alzadas, tiesas y acalambradas—. Si no lo estás disfrutando, entonces…

Una nueva oleada de miedo se apodera de Atsumu, esta vez orillándose a sí mismo a clavar los últimos centímetros, que no habían podido entrar del miembro de Kiyoomi, con fuerza; pegando tremendo gemido en el proceso y de paso sacándole uno sumamente delicioso y ronco al rematador.

—¿Quién…? —moviendo sugerentemente, pero aun con dolor, su cintura de arriba a abajo, sintiendo la pelvis de Sakusa en su trasero, se abraza de nuevo a él como un koala, besándole el cuello, obteniendo un gemido ronco dentro de su garganta que no alcanza a liberar—. ¿Quién dijo que no lo estoy disfrutando?

Y, honestamente, aunque le sigue doliendo, esa sensación se ve fuertemente opacada en cosa de segundos cuando Sakusa le responde con un beso tierno e intenso.

Devastando todo su miedo y todo su dolor, desvaneciendo sus inseguridades por ese momento, dejando un incendio repleto en su interior.