Disculpen la tardanza :s
Casualidad o destino.
Tocó la puerta frente a él y cruzó los brazos al apoyarse en el muro de enfrente. Frunció el entrecejo y suspiró con fuerza al recordar los acontecimientos de los últimos días.
Levantó el rostro cuando escuchó los seguros de la puerta ser retirados y arqueó una ceja cuando dos orbes carmesí lo miraron con hastío.
—¿Nada?
Él negó y se encogió de hombros. La chica entornó los ojos antes de entrecerrarlos y finalmente abrir para dejar pasar al recién llegado.
—¿Pasaste la noche buscando o durmiendo con alguna de las invitadas? —cuestionó ella una vez que la persona entró.
Ojos grises la miraron con enfado.
—¿Tú qué crees, Meiling? —casi espetó él.
La aludida se encogió de hombros.
—Que dormiste con una invitada, Lien.
Él chico se enderezó y volvió a cruzar los brazos.
—Porque obvio, Sakura no es mi prioridad...
—No lo fue cuando te dije que Eriol estaba buscando una excusa para no llegar...
—¿Me viste cara de niñero?
—Tu obligación era asegurarte de que el maldito se presentara...
—¡Ahí vas de nuevo! —exclamó Lien con enojo—. No soy niñera de nadie y Eriol es perfectamente capaz...
—¡Debiste decirle a Sakura lo que sentías, pudimos evitarnos este desastre! —gritó ella al señalarlo—. Pero no, tu patética cobardía...
—Ay, no vayas ahí, Meiling, que no es como que tus actitudes con cierto hombre sean de una mujer adulta y madura —atajó viéndola de arriba a abajo.
Se enfrentaron con la mirada como cientos de veces lo hicieron durante todos esos años de amistad. Ninguno iba a dar el brazo a torcer, aunque las palabras expresadas eran verdad, ninguno pensaba aceptar la realidad.
Finalmente, la pelinegra bufó y se dirigió al sillón rojo dónde se dejó caer antes de cruzar los brazos.
—Te veías mejor en ese traje —masculló con el ceño fruncido.
El chico chistó antes de acompañarla en la sala.
—Adoro que me apoyes como buena mejor amiga que eres, pero nuestra querida castaña jamás me vio como algo más que el chico que le llevaba café a la oficina.
Meiling suspiró con fuerza antes de cerrar los ojos y recargar la cabeza en el respaldo del sillón.
—Despistada le queda corto —musitó.
—En especial si no notó lo tuyo con... —La chica abrió los ojos y lo miró enfurecida, pero Lien solo rio y levantó las manos en señal de paz—. Bien, ya entendí... Pero te advertí que amigos con derechos era pésima idea.
Ella gruñó y subió los pies al sillón, se deshizo la coleta alta con la que se peinó y pasó los dedos por su cabello.
—Malditos cobardes... Todos ustedes... Estoy a nada de volverme lesbiana —espetó.
Lien se carcajeó y la empujó un poco con el hombro.
—Vas, así me podrías acompañar a un table dance y ya haríamos todo juntos —ironizó.
Meiling le dio un golpe en la cabeza.
—Eres el peor de los amigos, deberías estar ayudándome a planear mi venganza y en vez de eso...
—Oh, no, hay luchas en las que no me meto, adorada amiga —se burló al abrazarla.
Ella suspiró y apoyó la cabeza en su pecho. Él latido de Lien era el único sonido que le bajaba el mal humor.
Mordió su labio inferior.
—¿Crees que va a estar bien? —preguntó en voz baja.
Lien se quedó en silencio por unos momentos, finalmente exhaló con ligereza y apretó un poco el abrazo.
—La ayudaremos a estarlo.
—¿Pero qué modelo es?
—No sé, la tinta se corrió y. No. Puedo. Leer; es Samsung, de los nuevos, ¡mira!
Syaoran la vio de reojo con enfado, iba manejando, no podía descifrar el modelo del celular destrozado y evitar estrellarse al mismo tiempo.
Iban camino a la plaza más cercana para comprar otro celular. Incluso así, tendría que dar la cara por el que rompió.
—No puedo creer que se te cayera, no tenías...
—Sonó.
—Yo no escuché.
—Estarás sorda.
—Estabas de chismoso en un celular...
Syaoran bufó por lo que pareció milésima vez, desde que la chica lo encontró en el suelo con el celular en la mano no dejaba de acusarlo. Lo peor era que tenía razón, estuvo de chismoso en el aparato; pero no por maldad, quería hacerle saber a Touya que ella estaba bien y terminó en un monumental fracaso.
—... Y ni hablemos de que no me sé el teléfono del departamento de Touya; mandará un ejército a buscarnos y te va a enterrar vivo...
—¿Quién no se sabe el teléfono de su hermano?
—Alguien que solo le habla a su celular... ¿Acaso tú te sabes el teléfono de tus parientes?
El castaño hizo una mueca de lado. No se sabía ni el del celular de su madre.
—Obvio —refutó con ironía. Claro que Sakura no tenía que saber que el único teléfono que se sabía de memoria era el de su ex.
—¡Ja! A ver, dime un teléfono... De casa...
Syaoran abrió y cerró la boca varias veces, de reojo notó su gesto de autosuficiencia así que dijo el segundo número que se sabía.
— Ocho, cinco, dos, dos, cinco, uno, uno, tres, tres, cero, cinco.
Su acompañante abrió la boca con sorpresa y luego frunció el ceño.
—No es local.
Syaoran se encogió de hombros.
—Es de Hong Kong, ahí vive mi familia...
—¿Es de tu madre? —preguntó ella con cierto brillo en sus orbes.
Él se movió incómodo, en realidad era de la embajada de México en Hong Kong, pero no tenía porqué saber ese otro dato.
—Ajá.
La castaña puso las manos sobre su regazo y clavó la mirada en ellas.
—Debe ser lindo poder hablar con ella cada que quieras...
Syaoran miró por la ventana un momento antes de regresar la atención al camino.
Tenía semanas sin hablar con su progenitora. Estaban en desacuerdo sobre qué contratos rechazó y ella amenazó con viajar a Tomoeda para hacerlo entrar en razón.
Suspiró con fuerza, no había pensado en que a fuerza vería a Akiho en la oficina.
—... Y no la recuerdo mucho, pero Touya dice que era maravillosa.
Al escuchar esto último, el chico levantó ambas cejas con sorpresa.
—¿Tú mamá está...? —No pudo terminar la frase, pero cuando Sakura asintió con lentitud él formó una línea con su boca—. Vaya, lo siento.
La castaña suspiró y miró por la ventana.
—A veces recuerdo que me cantaba... Murió cuando era pequeña... De cáncer.
Syaoran giró el volante para ingresar a la plaza, había muchos autos en la fila del boleto, típico de un domingo.
—La madre de Tomoyo lo tuvo, por eso se especializó en esa rama —explicó tamborileando el volante con los dedos—. Nunca habla de eso, pero sé que le duele recordar.
Sakura bajó la mirada a sus manos.
—Debemos de valorar a las personas mientras las tenemos a nuestro lado, ayer empecé el día llorando porque... —La voz se le quebró un poco—. Siempre deseé que mi madre estuviera el día de mi boda.
Él chico endureció la mandíbula pero lo ocultó al salir por la ventana para tomar el boleto del estacionamiento.
—Supongo que fue bueno que no estuviera, dadas las circunstancias —continuó ella con tristeza.
—Tu ex es un patán —espetó sin pensar y la chica lo miró con cejas arqueadas por lo que dudó seguir—. Perdón... Pero lo es.
Ella cruzó los brazos e hizo un puchero.
—No tienes que decirlo, lo sé.
Se estacionó en un cajón cerca de la entrada, fue una suerte que encontrara lugar tan rápido y cerca. Se quitó el cinturón y extendió la mano.
—Dame eso; pudimos meter su chip en mi celular ¿sabes? Solo tenías que reportate, no estaríamos corriendo...
—¿Piensas dejarme en el carro? ¡Yo voy contigo! —exclamó Sakura poniendo una mano en la manija de la puerta.
Orbes ambarinos la vieron con incredulidad.
—Contigo cojeando vamos a tardar lo doble...
—No es cierto...
—De por sí eres torpe, con las muletas...
—¡Eres un idiota! No tienes en consideración mis sentimientos cuando hablas.
Se enfrentaron con la mirada. Syaoran entornó los ojos y bufó.
—¿Prefieres que mienta? Eres lenta con esas cosas...
—La sinceridad sin empatía es crueldad.
—Y la empatía no debería estar cargada de mentiras; te estoy ofreciendo ir por el celular para que tú no salgas y te agites con esas cosas...
—¡Uy, qué considerado de tú parte! —exclamó enterrando un dedo en su pecho—. Hasta parece que fue tu culpa que estemos aquí... Oh, espera, ¡lo es!
Syaoran bufó y apoyó la frente en el volante para morderse la lengua. Sí, era consciente de que estaban en ese desastre por su culpa; no, no pensaba admitir que estuvo de chismoso en un celular ajeno.
Frunció el entrecejo cuando una idea se le ocurrió y tras soltar un fuerte suspiro, miró a Sakura.
—Bien, tienes razón, es mi culpa. —Negó antes de dejar caer los hombros—. Deja veo el modelo —pidió sacando las llaves del enchufe de ignición y estirando la mano.
La castaña le entregó el celular. Llevaba todo el camino tratando de descifrar qué modelo era pero solo alcanzaba a ver unas cuantas letras. Su acompañante arrugó el entrecejo y se pegó la pantalla al rostro.
—Creo que es...
Sakura miró por su ventana y observó a las personas y autos, eso hasta que escuchó la puerta del hombre a su lado abrirse y cerrarse a gran velocidad.
Giró sobresaltada y abrió la boca con asombro al ver a Syaoran alejarse mientras cerraba la camioneta y le ponía la alarma. Todo sin voltear.
—Me... ¡Me dejó! —exclamó, incrédula.
Maldito, ¡mil veces maldito!
Syaoran caminó en medio de personas y familias que disfrutaban del día en la plaza. Se dirigió al lugar donde hizo su cambio de número, pues eran unas personas bastante eficientes.
Al llegar, encontró el lugar vacío y agradeció que no perdería mucho tiempo, pues en su arranque de encerrar a Sakura, no tomó en consideración el que la estaría dejando encerrada, sin las ventanas abajo. El día estaba un poco nublado, así que esperó que eso estuviera a favor de la castaña.
Se acercó a uno de los trabajadores y sacó el celular estrellado.
—Buenas tardes, me preguntaba si tienen este modelo para entrega inmediata.
Nunca pudo leer bien el modelo, solo sabía que era un Samsung de esos sin borde.
El chico frente a él lo miró con duda antes de tomar el aparato.
—Es un S8... Solo los tenemos sobre pedido porque es modelo antigüo; acaba de salir el S10, es más potente y tiene mejor calidad...
Syaoran se mareó un poco, pero asintió como si de verdad estuviera entendiendo.
—¿Cuál es el costo?
El chico se acercó al aparador donde tenían varios modelos de la marca y señaló el cartelito con el precio.
—Ciento catorce mil, seiscientos noventa y seis yenes —contestó.
El castaño comenzó a toser de la impresión, valía casi lo que el anillo que aventó al mar. El vendedor lo miró con cejas arqueadas y Syaoran hizo un ademán y de que le diera un momento.
Le iba a salir caro el chiste, muy caro, ya veía el número plasmado en su estado de cuenta y un escalofrío lo recorrió.
El hecho de que fuera gerente general en una empresa de publicidad, y que ganara bien, no implicaba que le gustaba derrochar.
—Vaya, ¿no hay otro modelo parecido, pero mucho más barato?
El vendedor lo miró con algo de hastío pero asintió.
Y así fue como Syaoran comenzó a conocer sobre procesadores, memoria ram y baterías... Y él que solo se fijaba en los pixeles de las cámaras al escoger equipos.
Eriol cerró la habitación con un gesto decaído y un suspiro saliendo de su boca. Por alguna extraña —o estúpida— razón, creyó que Sakura en algún momento aparecería en la habitación y le permitiría darle las mil explicaciones que le debía.
Sacó su celular y cerró los ojos al notar que las únicas notificaciones eran las de su familia reclamando la enorme vergüenza que les hizo pasar.
No entendían, sus padres no sabían el infierno que estuvo pasando durante el último mes; solo hablaban de la boda y de como eso les daría una mejor postura ante sus socios.
Él heredaría una enorme empresa de transportes, no sabía nada sobre administración pero ese era su legado.
Si su padre antes le reprochaba el no seguir sus pasos, ahora le había dado armas para decirle que no era el hijo que había deseado.
De nada servía que fuera un doctor reconocido, uno de los más talentosos en Tomoeda; para sus padres su carrera era un hobby que tarde o temprano iba a dejar.
Sí, se sentía solo en muchos sentidos aunque Sakura siempre trató de estar siempre ahí para él. Pero por momentos tuvo la sensación de que no eran el uno para el otro, se llevaban bien y en la intimidad era bastante compatibles... Pero cuando trataba de visualizar su matrimonio y familia, se quedaba en blanco.
Sakura quería el marido que compartía con ella cada momento libre, él quería salvar vidas a las tres de la mañana. Aunque se suponía que lo harían funcionar, siempre supo que no aguantaría...
Tarde o temprano la decepcionaría, tal como a su familia.
Y vaya que lo hizo. Sin querer, pero así fue.
Mientras esperaba el elevador, bajó los chats con sus contactos hasta llegar a ese mensaje que lo estaba atormentando.
En su estado etílico cayó en un acto de adolescente idiota al buscar a la mujer que le robaba el aliento, incluso estuvo por llamarla, pero para su suerte —o desgracia— se quedó sin batería así que se durmió olvidando que tenía que presentarse en cierta iglesia para jurarle amor eterno a una castaña inocente que lo amaba más que a nada.
Sintió una fuerte punzada en el corazón ante este último pensamiento.
Sakura no se merecía lo que le hizo, se odiaba y necesitaba darle la cara.
El tintineo del elevador lo sacó de sus cavilaciones y suspiró con fuerza.
Probablemente sí debía empezar por darle la cara al mayor de los Kinomoto, tal vez le daría tiempo de explicarse... Un escalofrío lo recorrió mientras entraba al elevador.
Ja, tiempo... Touya lo iba a asesinar lenta y dolorosamente apenas estuvieran frente a frente.
Cuando Syaoran salió de la tienda con un nuevo celular en mano, frunció el entrecejo mientras veía el ticket y pensaba en las veinte mil explicaciones que daría a los hermanos.
«Tenía un celular muy viejo, quise comprar uno nuevo. Se cayó sin querer. Tu hermana lo aventó porque vio a su ex. Los dos somos torpes, ella se fracturó y yo rompí el celular, estamos a mano» suspiró con cansancio y levantó la mirada.
Su corazón dio un vuelco al encontrar esa sonrisa junto a ojos azules a varios metros de él. Se quedó inerte observando a su, ahora ex, mientras ella veía su celular con una sonrisa adorable en los labios.
De todas las plazas en Tomoeda, tuvieron que ir a la misma en el mismo horario.
Maldita suerte.
Endureció la mandíbula y agradeció en silencio que ella estuviera tan distraída. Aunque sintió curiosidad por saber qué era eso que la hacía sonreír con aquél brillo que lo enamoró, se obligó a girarse para caminar en la dirección contraria.
Sin embargo, al disponerse a esto último, chocó con un cuerpo más delgado, de su estatura, vestido de manera formal pero casual.
Levantó las cejas en ademán de sorpresa antes de sentir ira llenarlo.
—Li —exclamó con educación el ladrón de novias.
—Yuna —casi espetó él tratando de no mirarlo de arriba a abajo con desprecio.
El aludido llevó la mirada detrás de él por una fracción de segundo antes de darle una sonrisa ladeada.
—Qué sorpresa encontrarte aquí y ya no solo en la oficina —bromeó de manera natural.
Syaoran empuñó la mano y trató de controlarse. El hombre era el culpable de todas sus desgracias de las últimas veinticuatro horas, pero nunca había rastro de maldad en su actuar.
O era el perfecto actor o él estaba más ardido de lo que pensó.
—Es una ciudad pequeña —escupió antes de aclararse la garganta—. Debo irme, me están...
—¿Syaoran?
Un escalofrío lo recorrió de los pies a la cabeza y volteó sobresaltado para encontrarse con esos orbes azules que muchas veces lo miraron con... Algo.
—Akiho —dijo con la voz ligeramente ahogada.
Ahora que la veía más de cerca, pudo notar el ligero maquillaje que usaba. Sus mejillas estaban más rojas de lo normal y llevaba brillo labial.
Ella lo miró casi con culpa, algo que provocó que sintiera una fuerte opresión en el pecho junto a una sensación de agua helada recorrerlo.
Estaban ahí para encontrarse.
—Vaya —musitó, decaído.
Akiho bajó la mirada y mordió la esquina de su labio. Sin embargo, Yuna se puso a un lado de ella ignorando, o desconociendo, la tensión entre ellos.
—Vamos a almorzar para platicar sobre los contratos, ¿te gustaría acompañarnos?
El chico arrugó el entrecejo mientras Akiho mordió tan fuerte su labio que este se tornó un tanto blanco.
Ella no lo citó para eso, ambos lo sabían. Ahora que estaba libre pensaba conocer más al nuevo socio de la empresa. No tardó ni veinticuatro horas en dejar de lado su relación.
Suspiró con fuerza y miró la bolsa en sus manos.
—No, gracias, ya tengo planes —dijo con la voz tan neutral como pudo, de reojo notó a Akiho ladear la cabeza para verlo con curiosidad—. Nos vemos mañana.
No escuchó lo que la pareja le dijo, pues se dio la vuelta tan rápido y aceleró tanto su andar para escapar de su pasado, que literalmente quedó sin aliento.
Akiho seguía tomando su corazón para partirlo pedazo a pedazo.
El cielo estaba gris, o tal vez era el polarizado de los vidrios de la camioneta. Con todo y todo el idiota castaño debería agradecer que no estuviera muriendo de calor e inanición.
Bufó con enojo y cruzó los brazos a la altura de su pecho. Seguía sin poder creer que el muy desgraciado la hubiera dejado encerrada después de engañarla.
—Idiota mal nacido —gruñó arrugando la frente.
Ya lo había insultado de todas las maneras habidas y por haber. En parte para desquitar su enojo, en parte porque estaba empezando a odiar al sexo masculino.
Todos eran unos desgraciados. Todos... Menos su hermano y Yukito.
Puso las manos en su rostro, arqueó la espalda y soltó un ligero grito de frustración antes de intentar relajarse.
Yukito le recomendó aplazar la boda, notó a Eriol bajo presión pero ella aseguró que solo era el cambio de relación.
Abrió los dedos y miró a través de ellos. Su estómago se revolvió y entrecerró los ojos al notar que Syaoran estaba volviendo.
Le iba a gritar, tal vez lo pellizcaría sin piedad. Aprovecharía que eran desconocidos para sacar su lado violento justificando su actuar con el encierro.
El chico abrió la puerta, subió al vehículo y ella separó sus labios para soltar un alarido.
Pero cuando él solo le ofreció la bolsa, sin retirar la mirada del frente con los hombros caídos y el gesto entristecido, ella terminó soltando algo parecido a un gemido de tristeza.
—El celular de tu hermano era algo viejo, no lo tenían así que compré el más parecido —explicó él sin voltear—. No te preocupes, admitiré que fue mi culpa.
Sakura mordió su labio inferior con nervios y con una mano temblorosa tomó lo ofrecido. El chico estaba tan triste que el ambiente en la camioneta se vio afectado. Medio abrió la bolsa pero no estudió su contenido.
Se aclaró la garganta y regresó la atención al chico a su lado.
—Eh, parece que... Parece que fuiste a un funeral —señaló, titubeante.
Syaoran miró por su ventana un segundo antes de regresar la vista al frente. Su manzana de Adán se movió con lentitud cuando tragó saliva tratando de desvanecer el nudo en su garganta.
—Me encontré... Ella estaba ahí... Con él —confesó en un suspiro no entendiendo porqué compartía con ella algo tan doloroso.
Sakura hizo la boca en forma de "o"
—Vaya, de todas las plazas en la ciudad...
Syaoran rio con sarcasmo y apoyó la cabeza en el respaldo.
—Jodida suerte.
Ella no lo pudo debatir, solo apretó la bolsa en sus manos.
—Eh... ¿Estás bien?
Un escalofrío recorrió al castaño y cerró los ojos. Hacia mucho que no escuchaba esa pregunta de labios de algún amigo, todo eran reclamos por ser acelerado y después prudente.
Quién los entendía, trató de calmarse cuando volvió de México e incluso eso estuvo mal y le hizo mal.
Abrió los ojos y miró al techo.
—No —dijo en un hilo de voz al meter la llave al switch de la camioneta—. Pero presiento que estaremos peor si no vamos a ver a tu hermano.
Sakura asintió levemente, cuando el chico arrancó el vehículo y se puso a manejar, no pudo evitar verlo de reojo y sentirse un tanto triste por él.
Al menos ella aún no veía a Eriol...
Me tardé horrores, lo sé. Homeschool, pandemia y trabajo me pasaron factura.
Hace unos días recomendaron esta historia en un grupo y eso me dió ánimos para ponerme a escribir aunque sea de madrugada jajaja.
¿Se esperaban la relación de L/M? Tiene mucho que quería ponerlos de amigos ;)
No sé cuándo actualice, espero no tardar tanto.
