(Recomendación musical:

Rooftop kiss— James Horner)

Kiran apenas tenía 10 años cuando la conoció.

Esa mañana soleada, él y su padre viajaron al reino de Agra.

Había escuchado sobre él algunas veces, la mayoría de ellas a hurtadillas, atendiendo a las conversaciones políticas a las que aún no se le permitía atender.

Entre querellas, alegatos y discursillos módicos, los consejeros reales le urgían al rey erguir una alianza con el Marajá Narendra. No por una verdadera amistad entre ambos reinos; no por un intercambio cultural invaluable, sino a consecuencia del canguelo, opresor de sus mentes.

Era de saber común que Narendra portada el miraculous de la mariposa, algunos sospechaban que también el de la catarina. Era cuestión de tiempo para que la nación de Agra reclamara el resto de los amuletos. Y vaya hecho desafortunado que su padre, el monarca del reino vecino, que poseyera consigo el miraculous del gato negro.

La guerra no era una opción. La alianza, sí: una que terminaría de pactarse con un matrimonio.

Kiran resopló con fastidio cuando ambos monarcas se abrazaron. Un gesto hipócrita.

Renuente a contemplar la puesta en escena de la falsedad misma, optó por abandonar la sala del trono.

Salió hacia los jardines y quedó pasmado por el tálamo de flores que teñían el pavimento: lilas, iris, crisantemos y jazmines, decenas de ellos. Quizá la arquitectura de aquel edén manufacturado hubiese sido suficiente, hasta que la vio: una niña, tal vez un año menor que él.

Ella blandía una talwar, cuya filosa hoja silbaba furiosa cada vez que ésta cortaba el aire. El arma, mortífera y escalofriante, marcaba con grácil oscilación los pasos de un baile. Como si aquella infante danzara al ritmo del viento y del agua, en lugar de entrenar su acero para matar. Una danza letal. Kiran jamás había visto algo igual…

—Parece que alguien acaba de amansar al tigre — Plagg se mofó al salir de su escondite. El pequeño bufó, sonrojado.

Esa no era la princesa de cristal de la que tanto había escuchado hablar. No era la niña con la que imaginó que iba a comprometerse, ¡y bendito Vishnu que así fuera! Porque desde el momento en que contempló su danza, Kirán quedó encadenado de su valentía e incomparable belleza.

—¿Quién eres tú? — le preguntó una pequeña y curiosa catarina al notar su presencia.

Tikki emergió de las telas de su vestimenta y voló junto a Plagg. Una vez más, ambos kwamis ancestrales estaban reunidos.

—Te lo diré si puedes ganarme — retó el cachorro de tigre con una sonrisa orgullosa. De su cintura, desenvainó su propia Talwar.

—Creeme, si te gano, voy a pedirte mucho más que sólo tu nombre — La pequeña Alisha sonrió encantada, como pocas veces podía hacerlo de verdad. El corazón de Kiran latió con velocidad.

Por supuesto, el tigre perdió la batalla. Y por supuesto que desde ese entonces, comenzó a amarla como no se ama a nadie en este mundo.

El compromiso se pactó aquella misma noche. Así como el lazo atávico entre ambos portadores.

Aún a su corta edad, Kiran permaneció en el reino de Agra como embajador de su propia nación. Y, eventualmente, como el compañero de la guerrera Laal Bag, cuando el Marajá dictaminó que era tiempo de lanzarla a la batalla.

Con las manos atadas ante el acecho de un monarca poderoso y un padre enteramente cruel, el tigre no tuvo otra opción más que cuidar cada simple paso de su apreciada catarina; ofreciendo su espalda como escudo, su hombro como apoyo y su cariño como un pilar; anhelando el futuro predicho por el destino en que ambos pudiesen estar juntos. Porque, si bien no podía borrar la consanguinidad de Alisha con ese insufrible ser humano, al menos podría acogerla y apartarla lo suficiente de su vileza, una vez que el manto matrimonial pudiese cobijarlos.

Nunca contó con que la ventura bifurcaria su camino. Ni que su chidiya, su guerrera bravía… su princesa amada, terminaría corriendo a los brazos de alguien más.

Pero la amaba. Fervientemente. Lo suficiente como para renunciar a ella.

¿Cómo no hacerlo después de atestiguar el fulgor en sus ojos cuando el nombre de Yamir se pronunciaba delante de ella?

—En serio eres masoquista.

Plagg resopló. Pero Kiran no podía culparlo. No había justificación para debatirlo. No cuando vigilaba desde la lejanía a Yamir Anand esperar en la plaza vacía donde se montaba el bazar. No por perversión, sino como protección.

¿Qué demente protege a su enemigo? ¿qué miserable despeja y monta un camino de rosas, para que su amada y la serpiente que se la robó lo usen como un sendero hacia su escapatoria? Habría seguido cuestionándose, si no hubiera visto a Tikki volar hacia Yamir, anunciando la noticia que hundiría a ambos en el más profundo desconcierto.

—Lo siento Yamir. Alisha no va a venir. Ha decidido casarse con el príncipe Kiran.

No se tragó ese cuento, y estuvo seguro que Yamir tampoco, aunque no esperó a averiguarlo.

Lo que vino después… el brutal desenlace de la historia. Por el que habría ofrecido su vida misma las veces que fueran necesarias, para evitarlo.

—No. ¡Definitivamente no! ¡SOBRE MI CADÁVER!— rugió el tigre, colérico al encontrarse con Laal Bag. La catarina portaba un visage impávido, ese que se le mira cada vez que está a punto de iniciar una batalla — ¡No vas a enfrentar a tu padre sola!

—Kiran, escucha…

—No, Alisha. ¡Tú escucha! — demandó al sacudirla de los hombros con verdadera angustia — Soy tu dupla, soy tu compañero, soy tu gato negro. Si algo malo te llegara a pasar; si de nuevo no estoy allí para protegerte… ¡Ya cometí dos errores! No pienso cometer un tercero

—Kiran, no fue tu culpa. No sabías que mi padre te seguía — murmuró Alisha. Su sonrisa, dulce y conciliadora lo torturó y fustigó su culpa. Él había arruinado su única oportunidad de escape y ella sólo le acariciaba la mejilla con requiebro.

—Pero yo…

—Mi dulce tigre, necesito que me escuches — rogó la princesa, besando la frente del felino — ¿Recuerdas nuestro primer duelo? ¿recuerdas lo que dije? Si yo te ganaba, iba a pedirme mucho más que sólo tu nombre. En ese momento no solicité de ti otra cosa. Ahora lo voy a hacer: Te pido, te ruego que me dejes ir sola y que esperes en las afueras del reino. Cuando llegue el momento, tomarás aquello que te enviaré, lo protegerás con tu vida y lo llevarás a donde pertenece.

— Alisha yo…

—¡Júralo! — suplicó ella entre lágrimas.

Y subyugado por su palabra y su moral, Kiran selló el destino de la historia; — Lo juro…

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Segunda Oportunidad

Capítulo 8

¡Me van a odiar!

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Quizá muchos no lo sepan, pero Marinette ya había saboreado el sentimiento de impotencia y vacío, al admirar la espalda de Luka Couffaine alejarse de ella con lentitud.

Podía evocar el recuerdo como si hubiese sido ayer: Era la noche de su graduación. L'universitè había organizado un baile en el mismísimo Hôtel Ritz. El patrocinador: La firma Agreste.

Por supuesto, Adrien no escatimó en un sólo detalle y transformó el interior de aquel tradicional salón con estilo barroco en la ventana hacia un mundo utópico, colmado de luces cálidas, rosas a granel, adornos color pastel y, claro, uno que otro guiño rojo con negro camuflado entre la inmensidad.

Aún después de los años, Adrien no lograba deshacerse de la altivez del Chat Noir que moraba en sus entrañas, tan atrevido, y al mismo tiempo precavido. Siempre procurando informar al mundo, aunque fuese con el detalle más ínfimo, el cariño hacia su adorada catarina… Y Marinette era feliz con eso, verdaderamente. Después de todo, ¿no era el atención de Adrien Agreste su más grande anhelo? ¿acaso su unión no era la prueba de un amor predestinado?

Pero, aún sabiendo todo lo anterior; aún en una noche de entera celebración, un título que señalaba el camino hacia su nueva vida como diseñadora de modas, una mención honorífica y la virtud de tener a todos sus seres amados, reunidos en un solo lugar… ¿Por qué la sensación de vacío no abandonaba su corazón?

Mentirosa. No todas las personas que atesoraba se encontraban allí. Faltaba alguien, y su ausencia le laceraba el alma.

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Juleka fue quien le soltó la sopa. Luka Couffaine no asistiría esa noche. Y no por un compromiso con Jagged Stone, como le había contado a Marinette en un principio, sino por mera voluntad.

"Es su noche especial, Juls" — le habría dicho el guitarrista a su hermana — "Ella debe disfrutarla al máximo. Tiene que celebrar con su familia, divertirse con sus amigos, bailar con su novio. No quiero arruinarle la fiesta después de mi declaración".

"¡Pero tú eres valioso para ella! Jamás la incomodarías".

"Prefiero no arriesgarme".

Recordarlo le daba un vuelco al corazón. Porque justo una semana antes, Luka le había entregado su alma, como quien le entrega a alguien el detonador de una bomba con el poder de destruirte.

Fue una noche fría y de luna llena, la misma en la que vencieron al villano llamado Vengeur; la misma en la que Marinette conservó los recuerdos de la Segunda Oportunidad.

Viperion y Ladybug saltaban por la techumbre de París, rumbo a su hogar. Entre techo y salto, la catarina aún podía percibir el filo del acero atravesarle las entrañas; el suplicio de un pulmón perforado; la asfixia al sentir su propia sangre ascender por su garganta; la incertidumbre de lo que estaba segura que fue su último suspiro en la tierra.

Había muerto. Su vida se le escapó de las manos durante menos de una fracción de segundo y Viperion había sido el encargado de traerla de vuelta.

¡Ladybug! — le escuchó a Luka exclamar en su devaneo.

No reparó en el filo del tejado. Hubiese tropezado y caído al vacío, de no haber sido por la serpiente, quien ahora la sostenía contra él en un abrazo.

¿Luka…? —susurró al recobrar la claridad en sus pensamientos. Pues el chico ya no la sostenía como alguien que quiere evitarle a su amiga una caída dolorosa. Los brazos de Luka temblaban al tiempo que la estrechaban con ahínco y desconsuelo. Marinette hizo un esfuerzo por separarse y mirarlo frente a frente. No pudo; Luka la mantuvo allí, atrapada y quieta mientras él escondía el rostro sobre uno de sus hombros.

Te amo — pronunció la serpiente sin más. Marinette contuvo la respiración. — Te amo, Marinette. Y no hace falta que digas absolutamente nada, sólo… mantente con vida. Es lo único que pido.

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Desde ese momento algo en la catarina cambió. ¿Qué fue?, no lo sabía, sólo quedaba en ella la seguridad de que lo quería a su lado, por más egoísta que eso significara.

(Recomendación musical:

Si Près — Pascal Lafarge / So close — Jon McLaughlin)

Jamás se habría imaginado que ese mismo egoísmo materializaría su más anhelante deseo en una realidad palpable. Porque en el momento que el piano del salón expulsó las primeras notas de la canción estelar de la noche, lo vio abrirse paso entre el tropel de personas que caminaban hacia la pista de baile.

El joven vípero la miró con la misma devoción y dulzura de siempre. Marinette no pudo evitar sonreír al notar su vestimenta: un traje negro con el saco colgandole en el hombro. La camisa desabotonada; sin rastro alguno de una corbata o moño formal. La sinergia perfecta entre elegancia y rebeldía.

Luka Couffaine siendo Luka Couffaine.

—Viniste… — pronunció ella y se mordió el labio para frenar un "te esperaba". Aunque, por la expresión de él, no había necesidad de comunicarlo con palabras.

—¿Creíste que me perdería la graduación de ma petite coccinelle? — dijo con voz tersa, extendiendo la mano derecha con galantería — Vous dansez?

Seuls toi et moi on ne voit plus personne

La musique plane et donne du blues au cœur

Si près tous les deux serré dans tes bras

Si près pour la première fois

Se suponía que aquella canción abriría la velada entre parejas enamoradas. También se suponía que la bailaría con Adrien Agreste: SU novio. Sin embargo, la chica extendió su palma y entrelazó sus dedos con los de Luka. Percibió chispas eléctricas recorrerle la piel de los brazos y ascender hasta el pecho, luego la asaltó de un escalofrío la hizo estremecer.

¿Por qué? ¿Por qué tan de repente la comodidad que experimentaba al lado de Luka se transformaba en euforia? ¿Y por qué su corazón latía con celeridad inverosímil al admirar el azul de de sus ojos- fijos en ella- titilar?

No supo el momento en que llegaron al centro de la pista. Tan sólo reparó en el tacto de la serpiente sobre su cadera, acercándola con suavidad hacia su pecho. Parecía seguro de lo que hacía, y la verdad es que Marinette nunca se había sentido más tranquila y en paz que cuando estaba entre sus brazos.

—No tenía idea… — murmuró cuando puso una mano sobre el hombro ajeno —… de que sabías bailar.

Él soltó el aire en una risa irónica: —La musique est ma guide...— susurró y, sin más, comenzó a guiarla alrededor de la pista con movimientos sutiles y ligeros.

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J'oublie mes rêves, je ne peux plus y croire

Je leur dis au revoir, et je suis là

Si près j'attendais d'être auprès de toi

Pourtant je savais déjà

Que tu me prendrais dans tes bras...

Si près

Cobalto y Zafiro. Ambas orbes se admiraban fijamente; ajenas a su alrededor. Luka marcaba los pasos con naturalidad, abarcando cada punto de la pista de baile con ligeras vueltas. Sin prestar atención; sin colisionar con ninguna pareja… Eran sólo ellos en un mundo apartado de los demás.

—Te ves hermosa — musitó de repente. Marinette sintió el rostro arder.

—Esa canción no es… — murmuró ella con voz entrecortada, desviando la atención del tema.

—¿La que escribí para el solo de Rose? — irrumpió y tomó la mano derecha de Marinette, haciéndola girar con suavidad — Sí… — afirmó al tenerla nuevamente al frente.

—Es… bella — Se calló de improviso, porque era bella, de verdad que sí… bellamente triste.

Luka sonrió de nuevo. Un gesto cargado de misticismo. Como si él supiera la razón por la que ella callaba; como si la mente de Marinette para él fuese un libro abierto, ridículamente fácil de leer.

Porque aquello era mucho más que un simple baile entre amigos; la canción era Luka, las letras le seguían gritando su sentir… y esa danza, tan sólo era la reafirmación de una despedida: él se quitaría del camino sin protestas, sin excusas y con verdadero honor.

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Si fort j'ai rêvé, mais je ne rêve plus

Alors, je ne crois plus en ce prince inconnu

Encore serre-moi, jamais je n'aurais cru

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L'amour... un jour… si près — cantó entonces Luka a su oído y nadie se percató de la lágrima que Marinette derramó en el momento en que escondió el rostro en su hombro.

Recapitulando los hechos que en el presente que ya eran una certeza, la chica concluyó que verdaderamente era una avara, avara y egoísta. Era inaudito que, con la carrera terminada y decenas de recomendaciones; una familia dichosa y saludable; un grupo de amigos entrañables y un novio que la adoraba, no estuviese lo suficientemente satisfecha y que la felicidad justo en aquel momento - al valsar junto al chico que pudo haber tenido y quizá no volverá a ver - le pareciese tan ridículamente lejana.

¿Petite? — llamó Luka cuando sus ojos se fijaron en cierto rubio que, a pesar de su sonrisa, avanzaba hacia él con pasos disimuladamente desafiantes.

Marinette alzó la mirada y tragó seco. Luka sonreía, mas dicha acción poco reflejaba un sentimiento franco. Oh, no... el aire escapó de sus pulmones cuando supo su significado. No. No estaba lista para decir adiós. Jamás lo estaría, nunca con él.

— Prométeme una cosa, ¿de acuerdo? — la voz de Luka le cosquilleó la oreja cuando este se inclinó hacia ella — Vive,pase lo que pase. Vive y pelea. Si tú lo haces, sé que podré hacerlo yo también. — proclamó antes de besar su mejilla y volver a sonreír.

Luego Luka la dejó en manos de Adrien a mitad de la pieza, dando así media vuelta para salir de la pista de baile y también de su vida. La catarina observó su espalda a lo lejos, desapareciendo nuevamente entre la algarabía.

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"Pelea" su voz hizo eco en su memoria y ella apretó los dientes.

— Lo pagarás — susurró Marinette, arrodillada. Sus manos, hechas puños, temblaban frenéticas contra el piso mientras mordía sus labios con rabia contenida, porque frente a ella una presia con barrotes de poder mágico se erguía y, más allá de ellos, Narendra se alejaba impávido, con el látigo sujeto y colgando desde sus espaldas.

Ardía. Ardía como el demonio y ella no pudo evitar soltar un quejido. Tikki voló hacia su espalda y lloró sin poder contenerse. La blusa blanca de la catarina, ahora manchada de borgoña y rasgada por tres largas líneas que cruelmente gritaban por un pasado que estaba obligado a repetirse.

Iban a dejar cicatriz. Marinette lo sentía en la piel y en el alma: — ¿¡No me escuchaste?! — esta vez gritó, más el rey jamás se volteó — Todo el daño que hiciste, todas las vidas que arruinaste, ¡todas las personas a las que lastimaste! ¡Te juro por mi vida que no se va a quedar así! — Nada, aquel ser ni siquiera se inmutó y desapareció de la mazmorra que, estaba segura, pertenecía a alguna habitación secreta del mismo museo de Louvre.

El frío en aquel lugar calaba, al igual que la idea de verse derrotada y engañada de esa manera. Su único consuelo era aferrarse al pensamiento de que Luka ya estaría lo suficientemente lejos y que la avaricia del Rey Mariposa por los miraculous superara el deseo de vengarse de la serpiente.

"Vive y pelea" Quería aferrarse a ambas promesas. De verdad que sí. Había entregado todo en su poder con tal de evitar que la historia se repitiese y al final, aquí estaba ella en la misma posición en la que alguna vez estuvo Alisha: herida, acorralada y a la espera de comenzar a caminar por exactamente su mismo sendero. La diferencia es que Marinette lo haría sola. Su sangre no se mezclaría con la de Luka sobre una tarima de madera. ¡Jamás!

—Tikki…

A penas llamó y, sin pronunciar nada más, la pequeña kwami voló con velocidad desesperada hacia ella. Negó varias veces con la cabeza. Conocía a su protegida mejor que a nadie en este mundo. No había necesidad de que dijera nada más: — No, Marinette.

— Narendra de verdad está cegado por su poder — murmuró la chica, sin prestar atención — Creó una cárcel lo suficientemente grande como para contenerme a mí, pero te olvidó a ti…

— Marinette… — suplicó Tikki.

— Para él todos son sus esclavos. Y cree que por el hecho de que yo posea un kwami, lo veré del mismo modo. Que jamás me detendría a pensar en un escape que no fuera el mío — Marinette sonrió apacible — Su egoísmo es su más grande debilidad.

—Marinette, no lo hagas — rogó Tikki nuevamente mientras era acunada en la mano derecha de su protegida. Desesperada, se abrazó de sus dedos — ¡Te lo dije! Siempre estaré contigo, hasta las últimas consecuencias.

—Lo lamento Tikki, sé que no querías perderme a mí también — la voz se quebró a pesar de su sonrisa — Pero este siempre ha sido mi deber. Para esto fui elegida… llegó el momento de enfrentar mi destino.

—¡Eso no es verdad! — exclamó la pequeña kwami, quien por primera vez después de varios siglos se atrevía a renunciar y blasfemar contra la misma doctrina que alguna vez defendió y en la que creyó fervientemente — ¡Luka te lo dijo! Tú eres la única dueña de tu porvenir. ¡No renuncies a eso! Déjame pelear contigo… Él también te pidió eso, ¿no es verdad? Tú se lo prometiste, que pelearías.

— Y no sabes cómo lamento haberle fallado en eso también — murmuró y limpio sus lágrimas con el dorso de la mano — Te quiero, Tikki. Y perdóname por esto…

— No, espera…

—Tikki, te ordeno que te lleves mis aretes y que los ocultes lejos junto con los demás miraculous. Yo enfrentaré al rey sola para darte tiempo.

Jamás había experimentado el yugo de una orden sobre ella. Jamás había entendido como Nuuro y Duuzu nunca pudieron revelarse ante los mandatos de Gabriel Agreste, hasta que los grilletes invisibles del comando de Marinette la obligaron a actuar herméticamente.

Tomó los pendientes sin chistar, salió por una de las pequeñas aberturas y miró sólo una vez hacia atrás. Marinette seguía sonriendo, aún con los surcos salinos marcados sobre sus mejillas: — No tenías que hacer esto sola. No tenías que repetir la historia de nuevo — murmuró para sí misma antes de desaparecer por uno de los muros.

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CONTINUARÁ…