La noche cayó sobre Warner Falls. Era una noche hermosa. Extrañamente hermosa. No era muy común ver la luna con todas las nubes que normalmente cubrían el pueblo, como si sus habitantes tuvieran prohibido mirar los cielos. Pero últimamente las nubes parecían haberse largado, y era algo digno de ver.
Kath miró al cielo con algo de sobrecogimiento.
— Luna llena...—murmuró.
Todo lo sobrenatural ocurría siempre en luna llena...
Sheldon y ella caminaron entre los árboles con la ayuda de la linterna que llevaba Sheldon. Vagaron en silencio durante un rato, hasta que ella habló, afortunadamente para Sheldon, porque estaba siendo un silencio un tanto tétrico:
— Le dije a mi madre que te tenía que ayudar con un lío monumental que tenías en casa, una cañería que te ha explotado.
— Ah. Bien.
— ...Probablemente nos estemos metiendo en la boca del lobo. No sabemos qué encontraremos allí. Ese tío debe de tener cosas peligrosas en su cabaña. Si algo me pasara, ella no tendría a nadie.
Sheldon se lamió los labios.
— ...No quiero que te sientas mal por mi culpa...Aún estás a tiempo de volver a casa...
— Ya te dije que no te dejaría solo. Es sólo que...Perdona, no quería hacerte sentir mal a ti tampoco.
— Gracias.
Kath rió con suavidad.
— Me costó convencerla. Sospechaba que la estaba engañando. Se cree que estamos saliendo o algo así...Pero no se te ocurra hacerte ideas raras.
— ¿Qu...? ¡No! ¡Claro que no! ¡Nada de eso!—dijo Sheldon rápidamente, haciéndose el inocente—. Quiero decir...Estamos en el siglo veintiuno: un hombre y una mujer pueden ser amigos, sin intenciones ocultas, claro...
— Sí. Eres la persona que tengo más a mano para hablar, con la que desahogarme y todo eso...
— Lo mismo digo. De no ser por ti, habría perdido la cabeza...—Sheldon frunció el ceño—. Pensemos por un momento que el tío tenía razón y de verdad teníamos una vida pasada de la cual no nos acordamos...¿Crees que tú y yo nos conocemos de antes? Tipo, ¿fuimos amigos o enemigos, como él y yo, según dijo?
— No sé...Pero la verdad es que siento como si te conociera de toda la vida—admitió Kath.
— Él dijo que te conocía a ti también.
— Sí, pero yo estoy más que segura de que no me encontrado nunca con ningún marciano. Ni siquiera sé cómo se supone que es su apariencia. Criaturas venidas de la luna, quizás, pero marcianos...
— ¿Hm?
— Nada. Tan sólo pensaba en voz alta.
— Vale, pensando en voz alta: sus teorías son...interesantes, cuanto menos. Como...Por ejemplo, algo, llámalo Gran Hermano o Doctor X, no quiere que vayamos a ver qué había descubierto este hombre. Y por eso está haciendo que te sientas culpable por su madre enferma y que yo me sienta culpable por hacerte sentir culpable...
— Oh, por favor, Sheldon, ¡mi madre no es ninguna simulación! ¡Está enferma de verdad!
— ¿Cómo lo sabes?
— ¿Cómo sé que...? ¡Pfft! Pues...Tengo toneladas de certificados, informes médicos...
— Pero ¿cómo puedes estar segura de que no son una falsificación, para hacerte pensar que ella es tu madre y que tú tienes que cuidar de ella?
Kath se quedó callada porque acababan de encontrarse con aquello que estaban buscando. Una cabaña creada con tablones y planchas de metal; un gran telescopio, hecho a mano también (y muy bien construido), sobresalía por el tejado. La puerta estaba cerrada con candado. Cómo entrarían, era la pregunta.
— Es mi madre—respondió—. Simplemente lo sé. Y me necesita de verdad, porque el estúpido de mi padre la dejó tirada como a un pañuelo usado...¿Y tú qué? ¿Me vas a venir ahora con que no te llamas Sheldon Schwimmer, no tienes familia y yo soy una mera alucinación de tu mente?
— Quizás tengas razón—respondió Sheldon mientras inspeccionaba cada centímetro de la cabaña—. Sigo pensando en eso de Duck Dodgers. No sé qué significa, pero suena grande...y suena mejor que Sheldon Schwimmer...Suena como debería ser...
— Bueno, podríamos encontrar algo aquí, pero ¿cómo vamos a entrar? La puerta está cerrada.
Sheldon se apartó unos pocos pasos. Kath pensó que iba a inspeccionar los alrededores, distanciarse para pensar, pero luego lo vio coger impulso y tirar la puerta abajo con una patada.
— El tío está muerto, ¿no? No nos va a demandar...—Sheldon se encogió de hombros.
Kath también lo hizo y lo siguió adentro.
Parecía que el hombre dedicaba sus días a meditar. Tenía una cama simple para dormir, un aguamanil y una palangana para su aseo, un hornillo portátil para calentar latas de comida...Y eso era todo: el resto del espacio, así como su tiempo y su esfuerzo, estaba dedicado a papeles, fotos, carpetas, todo ordenado pero tan numeroso que llenaba el poco espacio que había.
Sheldon entregó a Kath una luz extra y comenzaron a examinar aquella ventana a la mente del loco.
Lo primero que encontró él fue un bloque de dibujo sobre el asiento del telescopio. Allí el Hombre de las Estrellas tenía dibujadas las galaxias que veía a través de él, lo que parecían rutas, coordenadas...También lo que debían de ser alienígenas, las criaturas más extrañamente diseñadas que había visto. Se preguntó cómo hacían sus necesidades muchas de ellas. ¿Era eso lo que recordaba que poblaba el espacio, lo que veía cada noche? Vio una criatura parecida a una hormiga vestida con un uniforme como de soldado romano, con zapatillas deportivas, sin boca ni nariz. «Vi el monstruo en el que me había convertido...los orificios en mi cara, los dientes, la estatura inconveniente, pelo...Casi caí desmayado, al encontrarme en tal estado», había dicho. ¿Así era como se suponía que era un marciano? Si era así, comprendía su sorpresa al encontrarse en el cuerpo de un ser humano. Sheldon encontró a criaturas similares en las páginas siguientes, con uniformes distintos, pero iguales todos. Uno de ellos atrajo su atención particularmente: uno de ellos parecía ser una hembra, ligera de ropa, con cabello largo, bien proporcionada, particularmente humana, al menos en comparación con el resto. «La reina Tyr'ahnee», rezaba una nota a sus pies. ¿Los marcianos tenían reinas? ¿Era todo eso lo que Marvin recordaba de su hogar?
...¿Marvin? ¿Quién era Marvin?
Sheldon volvió las páginas para mirar de nuevo a la primera criatura. No había notas, pero estaba seguro: ese era Marvin. No necesitaba ninguna nota para saberlo.
Y aquello le trajo un sentimiento incómodo.
Kath pisó un papel mientras se paseaba por la habitación. Lo recogió y vio que era un dibujo de cinco hombres grotescos, musculados, monstruosos, vestidos como jugadores de baloncesto. Su corazón se encogió por un segundo. Sacudió la cabeza y lo puso sobre una mesa. Había visto algo más.
— Ey, Sheldon, mira.
El hombre caminó a su encuentro y vio lo que ella estaba mirando. El tipo había pegado fotos a las paredes de un rincón, fotos de los vecinos de Warner Falls, con pequeñas notas escritas sobre ellos. ¿Gossamer?, sobre la foto de un hombre alto y pelirrojo que leía el periódico sentado en un banco del Parque Blanc. Sniffles, para un niño de pelo castaño que salía de la escuela local. A un corredor de pelo largo y azul lo llamaba Correcaminos. Incluso el sheriff estaba ahí, y tenía una extraña nota: Gallo Claudio. Y también vieron a Kath. El Hombre de las Estrellas le había tomado una foto en el supermercado, en algún momento del invierno. Lola Bunny.
— Lola...—murmuró Kath, y frunció el ceño.
— ¿Te suena de algo?—preguntó Sheldon.
— No lo sé...
— He oído ese nombre antes...No sé dónde..Quizás el tipo tenga notas que lo expliquen. Te conocía...
Sheldon inspeccionó los alrededores y tomó un cuaderno de un rincón.
«Día 28: Encontré a la Reina en la parada del autobús. No me reconoció, claro. Casi hizo que la policía viniera a por mí cuando me acerqué a ella y traté de hacerle recordar quién era antes. Todo el mundo está aquí, pero no saben nada. Lo único que quiero a veces es dejarme caer en la inconsciencia y simplemente...darle a mi mente y a mi corazón un descanso...»
Pasó las páginas para encontrar el dibujo de un hombre junto a la entrada del diario.
«Día 42: No quiero olvidar al señor Jones. Me han forzado a creer que tengo una madre y un padre en Connecticut, llamados Humbert y Linda, pero yo sé que debo mi existencia a este hombre. No quiero olvidarlo. Lo he dibujado por si se diera el caso de que mi mente fallara, así recordaré su cara siempre. No quiero olvidar que sus manos me dieron la vida.»
¿Jones...?
Tenemos que hablar, Chuck. ¡Me estás haciendo parecer la marioneta del conejo!
Y él sonrió y contestó...contestó...
— Como este...este hombre...Lo conozco y no sé de qué...Y-Y tengo la sensación de que debería saber quién es, pero...
¿Por qué tenía ese nudo en la garganta? ¿Por qué se sentía así de repente?
— ¿Estás bien, Sheldon?—Kath lo miró con preocupación.
— ...Me siento como si...como si alguien me hubiera quitado algo...Como si...algo...faltara...—Sheldon alzó los ojos hacia Kath y ella vio que estaban brillantes—. Kath...Creo que el tipo no estaba loco...Yo...Yo he conocido a esta persona...No sé dónde...Pero era alguien importante en mi vida. Y no me puedo creer que haya olvidado por qué...
— Quizás deberíamos irnos de aquí...
— No, quiero quedarme. Necesito saber...¿Tú no...no lo sientes?
Mamá está sola. Es hora de que se tome las pastillas.
Kath quiso volver a casa en ese mismo instante, largarse de inmediato. El pensamiento fue como una bala en su cabeza.
Pero la voz nasal del Hombre de las Estrellas volvió a su mente. Dijo...«Quizás la niebla mental sea la forma en que esta realidad se asegura de que nadie piensa...Nos dan falsos empleos, falsas prioridades, para que no nos cuestionemos nada.» De modo que intentó apartar el pensamiento, olvidarse de su madre. Ella estaba bien, se había asegurado de que pudiera apañárselas sola durante unas cuantas horas...
Volvió al dibujo de los cinco monstruos y apretó los labios, con las cejas fruncidas.
Había visto a esos tipos antes, definitivamente; de alguna forma sabía que parecían pequeños sobre el papel pero eran gigantes en persona, y que también eran hostiles...Pero...Michael...¿Por qué se le vino ese nombre a la cabeza? Su cabeza le daba vueltas, pero hizo el esfuerzo de seguir pensando en ello. Ahora comprendía lo que quería decir ese rarito cuando dijo que estaba pasando por un infierno. Era tan cansado, tan perturbador...
— ...Yo...Quizás yo estuviera equivocada y tú tuvieras razón...Estoy empezando a creer que no estaba loco para nada...
Volvió la cabeza hacia la puerta abierta. Afuera sólo había oscuridad, y soplaba una suave brisa...
