Capítulo séptimo

La nieve por fin abandonó las calles de Nueva York en cuanto las temperaturas se elevaron ligeramente y el tránsito habitual se hizo menos peligroso que en los días anteriores.

La imagen que le mostraban las cascadas de Central Park era muy diferente a la que presenció días atrás cuando las visitó por primera vez con Mimi. La tierra desnuda y los árboles esqueléticos que rodeaban las cascadas daban una imagen pobre, muy distinta a las fotos que había visto en internet de aquel lugar en tiempos más primaverales. Sin embargo, a él le bastaba, la paz y serenidad que le transmitía el rugir de las aguas cayendo y aquel fresco que se levantaba a su alrededor eran suficientes para convertir aquel oasis en su refugio para escribir. Cuánta razón había tenido Mimi cuando se lo enseñó.

Mimi. Takeru suspiró al acordarse de ella y se quedó perdido en sus pensamientos evocándola, como llevaba ocurriéndole desde hacía días.

No podía dejar de pensar en ella. Rememoraba constantemente aquel momento en el que había estado a punto de inclinarse hacia ella hasta alcanzar sus labios y besarla por primera vez. Había sentido el deseo de hacerlo y pensar en ello provocaba que algo se removiese en su interior, alterándole. No sabía en qué momento había empezado a sentirse de esa forma con ella, pero había algo que tenía claro. Ella había querido corresponderle.

Chascó la lengua tratando de espantar todos aquellos pensamientos e intentó volver a centrarse en su libreta abandonada sobre su rodilla doblada. Pero nada parecía funcionar para regresar a la realidad, Mimi se colaba de nuevo entre sus pensamientos y revolvía todo a su paso como un intenso vendaval.

Se preguntó por enésima vez qué habría pasado si Taichi no hubiera llamado y, al instante, eliminaba el pensamiento, sintiéndose terriblemente culpable de sólo planteárselo en su cabeza.

Le había preguntado a Daisuke días atrás si eran ciertas sus sospechas y, en realidad, Taichi y Mimi mantenían una relación, pero la respuesta de su amigo le había dejado con muchas más dudas que antes:

—Creo que sólo son amigos —le había contestado mientras preparaba sus fideos un día más frente a la estación de trenes—. Taichi no me ha dicho nada de que sean pareja, supongo que si así fuera, ya lo habrían anunciado de alguna forma, ¿no?

—Supongo… —había respondido Takeru un poco deprimido ante la falta de firmeza en Daisuke— ¿No te pareció en la cena que había demasiada complicidad? No sé… como si hubiera algo más.

—No sé qué decirte —había dicho Daisuke quien había dejado de remover la comida para pensar en ello—. A mí también me sorprendió al principio. Sé que siempre han sido buenos amigos, pero desde que Mimi volvió, todo ha cambiado bastante.

—¿Cómo que volvió? —aquella última frase había conseguido toda la atención de Takeru— ¿Se había marchado de Nueva York?

—No creo, pero yo estuve por lo menos un año sin verla y sin saber nada de ella —Daisuke había contestado—. Luego, un buen día, volvió a aparecer a las quedadas que solíamos hacer con Taichi y parecía realmente apegada a él. Me acuerdo aquel primer día que llegaron juntos y ella no soltó su brazo en todo el corto tiempo que estuvimos paseando por Central Park. Si te digo la verdad también pensé que estaban saliendo, pero como pasaban los días y ninguno daba muestras de que fueran algo más, me acostumbré.

Takeru simplemente le había asentido antes de iniciar otro tema de conversación para evitar levantar sospechas en su amigo acerca de su interés sobre el tema. Sin embargo, desde aquel día había estado pensando en lo que había hablado con Daisuke, teniendo cada día más claro que Mimi ocultaba algo que se dejaba entrever en aquel extraño comportamiento que a veces mostraba con los demás.

De pronto, los gritos de unos escolares que correteaban no muy lejos de allí, le sacaron de sus pensamientos y el fuerte sonido del agua golpeando las rocas le devolvieron a la realidad, sintiéndose completamente desconcentrado.

La noche anterior había enviado por fin el relato en el que había estado trabajando al concurso y sentía que, después de aquello, había conseguido romper el hielo y ahora podría volver a dejar fluir las letras que se apelotonaban en su cabeza, dispuestas a ser mostradas al mundo. Pero aquel, definitivamente, no era su día.

Mimi volvía una vez más a ocupar sus pensamientos y, cuando lo hacía, podía sentir una calidez que encendía su pecho y le permitía fantasear con múltiples escenarios en los que la joven neoyorquina compartía su vida con él.

Se dejó arrastrar por la idea de Mimi siendo su novia y mudándose con él a París, enumerando mentalmente todos sus lugares predilectos que quería enseñarle o imaginándose la reacción que ella tendría cuando la instase a probar los crepes que preparaban en un pequeño puesto a escasos metros de su vivienda en Montmartre. Soñaba despierto pensando en cómo sería despertarse cada día a su lado y besarla hasta desgastar sus labios, sintiendo cierta vergüenza por su osadía, pero también la certeza de que todo aquello era lo mejor que podría pasarle, si se hiciera realidad.

Suspiró largamente y volvió a centrarse en las hojas en blanco que aún esperaban reposando en su rodilla. Necesitaba sacar todas aquellas ideas que se habían formado en su cabeza y se apresuró a tomar el bolígrafo para empezar a escribir.

Escribió durante los siguientes minutos sin prestar atención a la coherencia o cohesión del escrito, sólo atendiendo a plasmar todos y cada uno de los pensamientos que aparecían en su cabeza para lograr sacarlo y poder concentrarse.

No supo cuánto tiempo estuvo escribiendo, pero cuando terminó, descubrió que había llenado tres hojas por las dos caras de aquella libreta. Las releyó rápidamente y sonrió ligeramente. Algo podría sacar de toda aquella tormenta de ideas hecha tinta.

Se dio cuenta de pronto que se sentía bien tras aquel arrebato y volvió a leer todos aquellos sentimientos y deseos que tenía hacia Mimi para percatarse finalmente de la evidencia: estaba empezando a sentir algo por ella.

No estaba seguro de cuándo pasó, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que no le importaba porque no entendía cómo alguien no podría enamorarse de una chica tan pura y encantadora como ella.

Sonrió ante aquellos pensamientos sintiendo calidez en el pecho y tomó una decisión. Iba a confesarle a Mimi sus sentimientos hacia ella y, recibiera la respuesta que recibiese, la encajaría como la persona adulta que era. Ni por un segundo, estaba dispuesto a perder la amistad que guardaba con ella, aunque la idea de ser rechazado la sintiera como una pesada losa en su corazón.

Cerró su libreta y la guardó en la bolsa junto con su bolígrafo dispuesto a volver a casa de Daisuke para comenzar a hacer la cena para los dos cuando escuchó el tono inconfundible de entrada de un mensaje en su móvil. Lo desbloqueó y sonrió al ver quién era la remitente: Mimi.

"Reúnete conmigo mañana a las cinco en la puerta de mi academia y descubriremos juntos lo que es viajar al pasado."

Aquel tono tan misterioso le pareció divertido y se apresuró a contestarla aceptando su invitación con una sonrisa en la cara y los nervios haciendo estragos en su interior. Hacía tiempo que no se sentía de aquella forma y sólo tenía ganas de estar contento.

Iba a guardar el móvil antes de abandonar su refugio cuando, de pronto, su teléfono comenzó a tronar en su bolsa, esta vez dando entrada a una llamada. Esta vez era Daisuke:

—¡Takeru! Tienes que ayudarme, por favor —la voz nerviosa de su amigo, quien no le había dejado tiempo para saludarle, tensó todo su cuerpo.

—¿Qué ocurre? —se apresuró a preguntar preocupado.

—Me he dejado la licencia del carro en casa por primera vez en mi vida y un policía me ha echado el alto —le comenzó a explicar rápidamente— ¿Podrías acercarte a casa y traérmela? Así me dejará trabajar tranquilo.

—Sí, claro —contestó mientras consultaba su reloj—. En una hora estoy allí, no te preocupes.

Colgó y comenzó a correr en dirección a la boca de metro más cercana para no hacer esperar a Daisuke más tiempo del que duraría la paciencia de aquel agente de policía con un mal día y con ganas de amargarle la jornada de trabajo a los demás.


Nota de autor: Capítulo corto, pero muy necesario. ¡Muchas gracias por leerme!