Hey hola! No ha pasado tanto tiempo (?) O eso creo yo, como habia dicho en el capitulo anterior estamos en la mitad del fic, se acabaron los dias tormentosos para Yams y ahora solo vienen cosas lindas :))
Este capitulo esta revisado y corregido por DraculaN666
Los padres de Tsukishima responden al nombre de Aiko y Sunao, los padres de Yams como Reiko y Enzo
LOS PERSONAJES DE HAIKYUU NO ME PERTENECEN SON PROPIEDAD DE HARUICHI FURUDATE
LA HISTORIA EN CAMBIO ES MIA
8
Viernes 21 de septiembre 3:45 pm
Yamaguchi tenía el rostro enterrado en la palma de sus manos teniendo especial cuidado de no dañar el catéter en su mano izquierda. Tenía el rostro sonrojado, podía sentir incluso las orejas rojas y definitivamente no ayudaba que Tsukki siguiera sosteniéndolo de la cintura.
—Venga Yamaguchi, no es para tanto —comentó Tanaka abriendo una soda en compañía de los chicos de tercero—. Simplemente te encontramos en pleno manoseo con Tsukishima, no pasa nada —dijo encogiéndose de hombros, el resto del equipo lanzo una ligera carcajada y el pecoso agradeció que su madre y profesores hubieran salido de la habitación.
Bastante bochornoso era haber despertado y ver a todos tomar fotografías de él y Tsukki en una posición bastante comprometedora. Sintió cómo Kei le apretaba la cintura y finalmente quitó las manos de su sonrojado rostro. Con cuidado dirigió la mirada hacia Tsukki que lo miraba con media sonrisa y lo animaba a mirar al frente. Sus ojos se abrieron cuando vio los regalos que su equipo le había llevado y a sus propios amigos ahí presentes dándole una cálida bienvenida.
Esta vez todos están aquí para ti.
—Nos da gusto verte Yamaguchi —le dijo su capitán con una sonrisa, a su lado Suga y Asahi le sonrieron con la misma calidez que siempre los caracterizó. Las managers le sonrieron con simpatía, Tanaka y Noya le alzaron el pulgar en señal de victoria, Ennoshita y sus amigos le dieron la bienvenida como siempre. Kageyama y Hinata seguían tan ruidosos como siempre, los ojos de Tadashi se cristalizaron y bajó la vista mientras se tallaba los ojos en un intento por no volver a llorar.
—Me da gusto verlos chicos —dijo con la voz pastosa mientras Kei le pasaba el brazo por los hombros y lo acercaba hacia su cuerpo.
Hinata estaba muy feliz de ver a su amigo sano y salvo así que de manera genuina se lanzó a la cama, ocupando el pequeño espacio que quedaba, importándole poco la mala cara de Tsukishima.
—Es un alivio que estés bien Yamaguchi, el día de ayer nos la pasamos buscándote por toda la ciudad, fuimos a todos lados —comenzó su relato moviendo sus brazos de manera exagerada y relatando las anécdotas del grupo de rescate.
Las chicas colocaron los arreglos de flores a cada lado de la cama, mientras los demás comenzaban a comer los bollos y dulces que habían llevado, ocupando la espaciosa habitación con sonrisas y platicas ligeras.
Kageyama se sentó a los pies de la cama comiendo un bollo mientras escuchaba el relato de su novio, Hitoka les ofreció a la nueva pareja algo de beber y comer mientras escuchaba a Hinata.
—Entonces llegamos donde Hamada—san, que resultó ser un peligro distribuidor de drogas —los chicos de primero alzaron una ceja ante esa descripción—. Y Tsukishima se le lanzó encima y comenzó a golpearlo mientras le decía lo mucho que te amaba —Yamaguchi se atragantó con la comida y Tsukki hizo todo lo posible por no escupir su bebida provocándole una fuerte tos.
Shouyo vio a sus amigos extrañado, su imprudencia al igual que su curiosidad era genuina, mientras Hitoka y Yamaguchi atendían al rubio dándole pequeñas palmaditas en la espalda, sintió los brazos de Kageyama tomarlo por la cintura y colocarlo en medio de sus piernas.
—¿Deberíamos ayudarlo?
—¿Quiénes somos nosotros para intervenir en los planes de Dios? —dijo mientras tomaba el pequeño cuerpo entre sus brazos listo para protegerlo de la fiera. Sonrió con malicia al ver el rostro enojado del rubio.
—Tú, pequeño renacuajo, ¿qué dijiste? —le dio a la pequeña rubia la lata de soda abierta mientras trataba de alcanzar a Hinata por la camisa del uniforme. Tobio previniendo sus acciones se puso de pie alzando a su novio en el proceso, alejándose un par de pasos de la cama, Tadashi le dio palmaditas en la espalda tratando de tranquilizarlo.
Shouyo no estaba muy seguro de por qué se había molestado, era algo despistado para casi todo, pero era obvio que Tsukishima estaba enamorado de Yamaguchi.
—Ya, ya, tranquilos niños —Daichi se acercó a la cama dándole una "suave" palmada en la espalda a Tsukki que lo hizo bufar—. Después de ayer todos sabemos que eres un tsundere Tsukishima no hay de que avergonzarse —su comentario les sacó varias risas a todos.
Kei suspiró con molestia y volvió a pasarle un brazo por los hombros a Yamaguchi.
—Como sea —murmuró cerrando los ojos.
—Bueno, ya que estamos más tranquilos, ¿por qué no ves tus regalos, Yamaguchi? —animó Suga mientras se acercaba y le entregaba el pequeño peluche que había comprado esa mañana, el resto del equipo hizo lo mismo deseándole que se recuperara pronto.
Una calidez poco conocida se instaló en su pecho, llegó a tener tanto miedo de verse juzgado y acribillado con preguntas, pidiendo una razón por las acciones que había tomado, pero el que todos lo recibieran como siempre, como si nada malo hubiera sucedido le tranquilizaba y le llenaba de felicidad, sus ojos se aguaron e inconscientemente se recargó un poco más en el pecho de Tsukki. El rubio lo recibió contento dedicándole una pequeña y rápida sonrisa.
—¡Necesitamos una foto! —gritó Hinata mientras se ponía entre las piernas de la pareja, todos estuvieron de acuerdo gritando quién debería ir enfrente o atrás.
Noya se colocó junto a Hinata, Hitoka y Kiyoko junto con todos los de segundo año se pusieron del lado de Yamaguchi, Asahi le pasó un brazo por los hombros a Kei y con el otro brazo abrazó a Kageyama al ser los más altos, mamá y papá cuervo simplemente se acomodan en algún espacio disponible mientras Shouyo trataba de enfocarlos a todos.
—No debimos dejar que el más enano sacara la foto —se burló Kei con malicia.
—Cállate Tsukishima —gritó la carnada del equipo mientras lograba finalmente sacar una fotografía con la ayuda del temporizador.
La foto mostraba a todo el equipo de Karasuno con sonrisas perfectas y miradas brillantes, Yamaguchi que estaba rodeado por todos tenía una sonrisa hermosa, sus ojos tenían pequeñas lagrimitas, pero esta vez no era porque estuviera triste. Sí, su vida no era perfecta, pero tenía momentos que eran más que perfectos.
oOo
Luego que su hijo despertara y tuviera un pequeño ataque de vergüenza por la situación en la que estaba, Reiko salió junto con ambos profesores, debía notificar a la escuela que su hijo estaría asunte un par de semanas más.
—Hablaré con el sub—director, le dije que Yamaguchi tuvo una cirugía menor, pero es necesario que se mantenga en observación —Ittetsu le sonrió a la madura mujer que no hizo más que cerrar los ojos.
—Se los agradezco mucho —miró también a Ukai y les sonrió a ambos, estaba segura que la escuela no estaría muy contenta de saber que su hijo estaba consumiendo drogas, incluso llegando a hacerlo dentro de las instalaciones de la misma—. Si no fuera por mi ineptitud nada de esto estaría pasando —la angustia y la zozobra no habían desaparecido, tenía momentos donde parecía que lo único que venía a su mente era que había fallado como madre.
—Creo que todos tenemos algo de culpa, lo importante es apoyar a Yamaguchi en estos momentos —habló el docente, pensando en él mismo y en su amigo de cabellos teñido. Ukai le dio la razón afirmando que él y sus jugadores darían lo mejor para cuidar a su hijo.
Takeda carraspeó un poco antes de volver a hablar.
—Aunque la escuela no está enterada, si notificamos a la policía de las actividades que estaba realizando Hamada-san, ellos en compañía de la rectoría de la universidad se harán cargo, pero ¿ha pensado qué quiere hacer con los otros dos chicos?
Reiko suspiró mientras se sobaba la nuca, hasta ese momento había olvidado ese detalle.
—Tadashi tendrá que estar una semana más en el hospital y después iniciar un tratamiento de rehabilitación —Reiko miró a los hombres frente consternada—. Aun no hablo con mi marido sobre cómo Tadashi conseguía las drogas, pero honestamente no quisiera meter a un par de niños a la cárcel —confesó pues de no ser por sus amigos y profesores estaba segura que Tadashi habría terminado muy mal.
—Según Sawamura, la jovencita era estudiante de Karasuno hasta hace un año —habló Ukai recordando lo que los de tercero estaban hablando—. La decisión que usted y su marido tomen la respetaremos —acotó Ukai con media sonrisa. Takeda expresó su deseo de ayudar a dos menores de edad, sin embargo, si el padre de Yamaguchi deseaba actuar legalmente no intervendría.
Reiko les agradeció, sólo esperaba que su marido pudiera reaccionar de la misma manera, pues lo conocía y había sido un hueso duro de roer antes de casarse con ella. Convenciéndose que esos chiquillos necesitaban ir a la rehabilitación no a una correccional.
-O-
6:05 pm
El aeropuerto de Tokio como cualquiera estaba abarrotado de gente. Sunao Tsukishima agradeció todas las indicaciones que su hijo mayor le dio porque sin estas estaba seguro que se habría perdido en el mundo de gente. Miró con atención las puertas que marcaban "llegadas internacionales" y un nuevo número de personas ingresar de ellas. Alzó la mano cuando vio llegar a su viejo amigo, la piel ligeramente morena, el mentón marcado y el espeso cabello negro. Enzo llevaba un traje color gris con la corbata mal ajustada y su rostro tenía un gesto de cansancio extremo. Sunao pensó que su amigo había envejecido en un par de días.
Ambos hombres compartieron un abrazo no sólo de bienvenida sino también de apoyo y amistad. Enzo suspiró mientras rompía el contacto y se sobaba el entrecejo.
—¿Necesitamos ir por algo más? —le preguntó el rubio al tomar la pequeña maleta de viaje que traía el de cabello negro.
—No, mande a Ibiki por el equipaje —miró a su amigo a los ojos—. Necesito ver a mi hijo.
El rubio le sonrió. Ibiki era el asistente personal de Enzo. Ahora sabía podían ser bastante eficientes, con la mirada le indicó el camino que seguir para llegar a su automóvil. Caminaron alrededor de 10 minutos hasta llegar al estacionamiento donde ambos subieron rápidamente al vehículo. Una vez que Sunao pagó el tiempo en el estacionamiento ambos tomaron la carretera principal regresando a casa.
El silencio si bien no era incómodo, era extraño. Hacía tiempo que ambos no hablaban y de repente estaban ahí con varios sentimientos extraños.
—Con una mierda, Sunao no me pondré a llorar, Reiko me contó casi todo por mensaje, sólo di lo que tengas que decir y listo —exclamó molesto el mayor mientras se quitaba la corbata al tiempo que rascaba su cuello.
—Tan vulgar como siempre —murmuró, nunca se acostumbraría al vocabulario de su amigo.
—No me jodas ahora por favor, no estoy de humor —dijo mientras cerraba los ojos y se recargaba en el asiento, abrió los ojos y su mirada oscura se fijó en la carretera casi despejada—. ¿Qué voy a decirle cuando lo vea? —cuestionó con la voz ronca, el rubio lo vio de reojo—. "Tadashi, siento mucho no haber llamado en meses, siento ser un padre de mierda y una basura, pero estás castigado por tu comportamiento —recitó demasiado rápido, sacándole media sonrisa a su amigo—. Yo soy el único culpable de esta situación, si no hubiera insistido en tener una casa tan cara Reiko no hubiera trabajado tanto tiempo y si yo no quisiera tratar de invertir en Estados Unidos nada de esto…
—Ya, por favor, no es momento de auto compadecerse. Tadashi-kun va a necesitar a su padre completo, no a un pedazo de mierda —su comentario hizo sonreír al copiloto.
—¿Quién es el vulgar ahora? —preguntó cruzándose de brazos y recordando aquello que su esposa no quiso comentarle por mensaje, su ceño se frunció y su voz se volvió más profunda—. ¿Sabes cómo demonios Tadashi conseguía esa basura? —el rubio tragó pesado, recordando que Kei le había explicado quiénes eran los "amigos" del pecoso, sabía mejor que nadie cómo era el hombre a su lado—. Sunao… —advirtió con molestia.
Cuando el rubio terminó de explicar todo lo que él sabía, por boca no sólo de su hijo sino también de los profesores de ambos, Enzo sacó su celular personal de su saco buscando los números de marcación rápida.
—¿Ibiki? —preguntó cuándo del otro lado de la línea le contestaron.
Sunao frunció el ceño, ¿por qué demonios llamaba a su asistente? ¿pensaba en trabajo a esta hora?
—Necesito que me veas en Miyagi. Sí, en el hospital central donde está mi hijo, te enviare la dirección en un momento. Llama al abogado y necesito también que prepares mis cosas.
—¿Para qué tipo de evento, disculpe? —preguntó del otro lado de la línea, metiendo el equipaje en una espaciosa camioneta.
—Un homicidio —su voz sonó monótona y Sunao se lamentó tanto el no haberle podido negar la información a su amigo.
—¡Oh! Ya sé cuáles —respondió el varón de lentes negros y cabello castaño, mientras se subía a la camioneta—. Lo veré en unas horas jefe.
oOo
El equipo entero y los profesores se quedaron a cenar a petición de Reiko. El nutriólogo y chef personal prepararon suficiente comida para todos los adolescentes. La tarde estuvo llena de risas, bromas y aunque Tadashi no pudo volver a comer lo suficiente, se alegró infinitamente de ver a todos tan contentos. Todos se marcharon cuando la enfermera encargada del piso de manera cortes y muy alterada les pidió que se fueran alrededor de las ocho de la noche, suficiente ya era soportar las excentricidades de la madre de su paciente.
—Es una pena que todos se tuvieran que ir —dijo el pecoso recargado en el pecho de su Tsukki mientras el rubio enredaba los brazos en su cintura. Kei sólo se alejó de Tadashi cuando vinieron a revisarlo y cuando tuvieron que comer, la cama parecía tener la forma de ambos en ese momento.
—Pena es lo que no conoce Hinata, mira que comer doble porción —murmuró mientras enterraba la nariz en los cabellos negros, disfrutando del aroma natural de su novio.
Tadashi se rio.
—Bueno, yo todavía no puedo comer demasiado, al menos así la comida no se desperdicia —su comentario llamó la atención del rubio que apretó las manos sobre la ahora fina cintura.
Kei hizo una nota mental. Mañana le traería un pay de fresa, esos que solían compartir juntos y una bolsa de papas fritas de McDonald's, seguramente Reiko-san estaría enojada por la elección de comida, pero estaba seguro que su suegra lo entendería.
—¿En qué piensas? —le preguntó el rubio cuando notó la mirada intranquila de su novio.
Tadashi tragó pesado, si sus cálculos eran correctos su padre no debería estar muy lejos de llegar al hospital, se llevó una mano al estómago encontrándose con la mano de Tsukki, la tomó y enredó sus dedos con los pálidos del chico.
—¿Qué voy a decirle cuando lo vea? —preguntó siendo consciente de la mala toma de decisiones que había hecho en los últimos meses.
En respuesta Kei lo abrazo más fuerte contra su pecho.
—Yo estaré aquí para ti, no enfrentaras esta situación solo, lo prometo —besó su cabello con dulzura, sabiendo a qué se refería pues las madres de ambos habían salido de la habitación, lo más seguro era para esperar a Enzo Yamaguchi.
—Tengo miedo —confesó con media voz mientras disfrutaba las suaves caricias de Kei, suspirando como si de ese modo los miedos que atormentaban su mente se alejaran de manera inmediata.
—Yo estoy aquí —le respondió Tsukishima y Tadashi supo que su respuesta iba más allá de un sentido físico—. Así que tranquilízate Yamaguchi —reprochó con su usual tono sarcástico.
Tadashi se rio y recargó de manera inconsciente la mejilla en el pecho de Kei, ambos se dedicaron a acariciarse en silencio por un par de minutos, en la mente de Tsukishima todo estaba bien, era normal que una pareja de novios pasara tiempo juntos, sin embargo, Tadashi pensaba que era extraña esa cercanía que ambos mantenían, no lo había cuestionado por miedo a romper el momento pues Tsukki se había dedicado a mimarlo, besarlo y acariciarlo de manera tan dulce que le era imposible pensar en otra cosa.
—Tsukki… —llamó suavemente dispuesto a preguntar qué era esta extraña cercanía entre ambos, pero los suaves pasos en el pasillo hicieron eco y la voz gruesa y firme de Enzo los hizo enderezarse para prepararse y recibir a los padres del pecoso.
Kei tragó pesado sintiendo los nervios de su novio como propios, se levantó dejando la comodidad de la cama y colocándose al lado de su pecoso. Tadashi estrujó las sabanas con ambas manos y se mordió el labio inferior mientras miraba atentamente la puerta.
Cuando la puerta se abrió, Enzo vio a su único hijo. Sus ojos negros lo detallaron, siempre fue un niño muy alto y ahí en medio de esa cama de hospital con la bata hospitalaria, la piel pálida y las ojeras rojas deseó en lo profundo de su ser que nunca hubiera dejado de ser un pequeño. Tadashi quiso hablar decir o hacer algo, pero sólo atino a abrir y cerrar la boca mientras veía a sus padres caminar hacia él y en la puerta de su habitación a los Tsukishima. Dejó caer nuevas lágrimas reafirmando que sí, paso todo el día llorando, con diferentes emociones a flor de piel.
—Yo… —murmuró con un nudo en la garganta queriendo disculparse, pensando que su padre lo reprendería severamente. Cerró los ojos y lo siguiente que supo fue que se vio envuelto en los brazos de su progenitor, la colonia cara que siempre usaba le llenó los pulmones y sintió las manos de su padre apretarlo contra su pecho.
No lo resistió más y comenzó a llorar mientras se aferraba a la camisa de su progenitor. Reiko sollozó un poco al verlos y Aika la envolvió en un abrazo mientras le indicaba con la mirada a su hijo que era hora de marcharse. Kei no estaba muy convencido de marcharse, pero sabía que su novio necesitaba tiempo con su padre. En silencio los Tsukishima dejaron la habitación.
Enzo tembló cuando sintió el cuerpo de su hijo llorar tan desconsoladamente y su corazón se hizo chiquito cuando lo escucho hablar.
—Lo siento, lo siento, lo siento yo no quería decepcionar a nadie y terminé fallándoles a todos —bramó en medio de su llanto mientras su padre lo alejó de sí y lo miró a los ojos.
—Tú no has decepcionado a nadie Tadashi, jamás podría sentirme decepcionado de ti, eres mi mayor orgullo, tuve tanto miedo —dijo y con dulzura le acarició las mejillas mojadas por las lágrimas, Reiko se acercó hasta sentarse en la cama y abrazar a su hijo.
—Te amamos más que a la vida Tadashi —le dijo su madre mientras le besaba el cabello con cariño, lo abrazó deseando poder tenerlo siempre en sus brazos a su vez que su padre los envolvía a ambos en un abrazo.
Tadashi lloró, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios, su familia era chiquita, pero era muy bonita.
oOo
Sábado 22 de septiembre 00:30 am
La familia Yamaguchi había pasado más de una hora hablando, los padres del pecoso lo escucharon sintiendo el peso de sus acciones en los hombros, había ciertos detalles que ambos ignoraban y el saber dónde y cómo había conocido a Mirio les heló la sangre de diferentes maneras.
—Ni Mirio ni Shinsuke me obligaron nunca a nada, estaba tan solo, me sentía tan patético y tan inútil, Mirio me escuchó y me comprendió tantas veces —aceptó con una ligera sonrisa—. Pero sin darme cuenta empecé a consumir todos los días, no podía detenerme —confesó mientras evitaba la mirada de sus progenitores.
Reiko, que estaba sentada a los pies de la cama, cerró los ojos mientras se sobaba el cuello, no le hacía gracia que su hijo estuviera cerca de una jovencita tan promiscua y aunque no quería justificarla la verdad era que trataba de entenderla. Enzo por otro lado no veía en Mirio más que una delincuente que se aprovechó de su hijo. Ambos adultos se perdieron en sus pensamientos por unos segundos tratando de evaluar cuál era la mejor solución para su hijo.
Enzo se paseó por la habitación reparando en los globos de fiesta y en los múltiples obsequios que había en ella.
—¿De dónde salieron? —preguntó tomando entre sus manos el peluche que Suga le había regalado.
—El equipo de voleibol vino a dejarle todos estos regalos a Tadashi —contestó Reiko acariciando la cabeza de su hijo con dulzura, las mejillas de su hijo se colorearon con un tenue rosado cuando su padre examinó las hermosas flores y los mangas que le habían dejado—. Mi linda fresita —canturreó su madre mientras lo envolvía en un abrazo, recordando el apodo que ella mismo le puso de pequeño.
—¡Mamá! —el chico se avergonzó pues el apodo era sumamente bochornoso a su parecer, ella se rio y lo meció entre sus brazos, mencionando que ya era bastante tarde y deberían ir a dormir.
—Admira el precio de tu pecado —el hombre tragó pesado ante el pensamiento, aún mantenía en sus manos el pequeño peluche de cuervo y la imagen de su familia. Lejos de tranquilizarlo le recordaba cada uno de sus errores. Se acercó a su familia y mientras expresaba su deseo de quedarse esta noche en el hospital mientras su esposa iba a descansar pensó en llamar a Ibiki y poder encargarse de su "homicidio" rápidamente.
-O-
Sábado 09:30 am
Takeda y Ukai llegaron al hospital central relativamente temprano, tenían entendido que Yamaguchi podía recibir visitas a cualquier hora del día por pedido especial de su madre que no quería separar a su hijo de sus amigos, por eso no les extraño también ver a Tsukishima llegar con lo que parecía una caja de dulces.
Kei hizo una reverencia y subió al ascensor con naturalidad, el entrenador de cabellos teñidos negó con una sonrisa. Miró a su amigo y Takeda se encogió de hombros. Sus alumnos estaban bien y eso era lo único que le interesaba. Ambos se encaminaron hasta el área de cafetería donde rápidamente ubicaron con la mirada a Reiko. La mujer llevaba el cabello atado en una coleta alta y vestía un conjunto deportivo negro. A su lado un hombre de mediana edad con la piel más morena y el cabello negro comía uno de los pequeños menús que ofrecían en el lugar. Al verlos la pareja se puso de pie dando una ligera reverencia.
—Muchas gracias por ayudar a mi hijo —comentó el hombre de cabello negro dándole un fuerte apretón de manos a Ittetsu. El docente se puso nervioso al ver la altura del hombre—. Enzo Yamaguchi, mucho gusto —se presentó formalmente y a pesar que llevaba las mangas de la camisa remangadas y la sombra de una barba se hacía notoria, Enzo conservaba el aire imponente que siempre lo caracterizó.
Luego de presentarse formalmente, los profesores se sentaron frente a los padres de Yamaguchi mientras ordenaban algo de tomar. Ittetsu tragó pesado sabiendo el motivo de la improvisada reunión.
—Reiko-san nos comentó ayer por la tarde cuáles son sus decisiones en cuanto a los chicos que estaban con Yamaguchi-kun —comentó tratando de aligerar un poco el ambiente.
Los ojos oscuros de Enzo vieron analíticamente a ambos hombres frente suyo.
—¿No les molestaría? Pienso meter a dos menores de edad a la correccional y asegurarme que Hamada Sato se pudra en un hoyo —su voz sonaba firme y cargada con el desprecio que las personas mencionadas le causaban.
Al ver que Ittetsu no respondía y viendo como el mayor formaba puños con sus manos tratando de contenerse, Ukai se apresuró a hablar inclinándose en la mesa.
—No, no podemos interponernos en las decisiones que tomen como familia, finalmente ustedes son los padres de Yamaguchi, sabrán que es lo mejor para él —aseguró con media voz, pues él también notaba cierta culpa en los dos "amigos" del pecoso.
Era tan delgada la línea entre ser víctima y un victimario que a veces era imposible distinguirla.
—Pero quiero que sepan que no estoy de acuerdo —elevó la voz el docente de cabello negro sorprendiendo a Enzo, sobre todo—. Ya una vez fallé no sabiendo cuidar a mis alumnos, no dándome cuenta de lo sencillo que es preguntar por su estado y cayendo en la conformidad de dejar las cosas como están. Pienso que esos chicos merecen un castigo, pero encerrarlos en la correccional no me parece lo mejor —habló tan rápido que casi no se le entendió, Ukai pensó que Enzo los demandaría a ellos también por ser tan incompetentes, trabajarían en una granja y no tendría el dinero suficiente para poder irse a vivir a la playa.
Enzo detallaba al profesor con cuidado, sonriendo para sus adentros cuando éste no desvió la mirada. Reiko codeó a su esposo con una sonrisa.
—Cariño, podrías dejar de jugar de una buena vez —pidió mientras tomaba un sorbo de su café, su marido bufó quitándole peso a esa escena tan incómoda que se había formado.
Reiko dejó el café en la mesa y se dirigió a los profesores.
—La verdad es que hemos pensando mucho sobre qué acciones legales tomar, la demanda en contra de Hamada seguirá en pie, pretendemos llegar hasta el final con eso y en cuanto a los otros dos chicos… —se detuvo mirando de reojo a su marido que se cruzó de brazos—. No pondremos una demanda en contra de ellos.
—¡¿Eh?! —exclamaron ambos profesores con los ojos abiertos.
Enzo bufó.
—Si Tadashi no tuviera a cualquiera de ustedes cerca no sé qué hubiera pasado, no quiero ni pensarlo —comenzó a hablar manteniendo sus brazos cruzados sobre su pecho—. Pero si mi hijo comenzó a frecuentar ese tipo de personas también es por nuestra causa, dábamos todo por sentado pensando que Tadashi estaba bien, que nos cegamos a la realidad —aceptó mientras apretaba la mano que su esposa le había colocado en la rodilla—. Tadashi es un niño con un gran corazón y parece estar encariñado con esos pequeños delincuentes, pero nosotros…
—No es que queramos proteger delincuentes, pero demandar a dos chiquillos no es buena idea —completó Reiko con una sonrisa—. Nos enfocaremos en la recuperación de Tadashi y eso es lo único que nos importa.
Luego que la mujer terminara, Ukai pensó que podía invitarle un trago a Ittetsu sin problema. Miró de reojo la sonrisa que se formó en el rostro del mayor. Takeda se puso de pie y les agradeció. Si una vez había fallado, no lo volvería a hacer.
—¡Jefe! —el grito hizo que todos los presentes se giraran a la entrada donde un adulto joven entraba agitando su brazo energéticamente a modo de saludo, al llegar a la mesa hizo una reverencia—. Es buena verla de nuevo Reiko-sama —sonrió mostrándose fresco y totalmente sonriente a pesar de no haber dormido en dos días.
—Es bueno verte también Ibiki —comentó la mujer con una sonrisa invitándolo a ocupar la última silla libre.
—Ibiki es mi asistente personal —dijo Enzo una vez que todos estuvieron una vez más sentados—. Se encarga de todo lo que yo no puedo.
Los profesores miraron al joven mover sus dedos a diestra y siniestra a través del IPad demostrando su eficiencia como asistente. Ibiki acomodo sus lentes con una sonrisa.
—No hemos perdido la inversión en Estados Unidos, los americanos nos mantienen en el juego jefe.
Enzo rodó los ojos.
—Eso no es importante en estos momentos, ¿cómo está el otro asunto que te encargué? —preguntó con el rostro muy serio.
Ibiki que en ningún momento dejó de teclear respondió.
—Hamada Sato tenía ya una investigación abierta de parte de la rectoría de su universidad, la pusieron unos estudiantes de Aoba Johsai según tengo entendido, con las declaraciones de varios testigos y los acontecimientos del viernes le darán unos 25 años por poner en riesgo la vida de Tadashi-kun y por la venta de drogas. No tendrá juicio así que les recomiendo que se tomen unos días, yo me haré cargo de lo demás y les mantendré al tanto de cómo procede la demanda —el matrimonio se lo agradeció mientras que un pensamiento se instaló en la mente de Ukai.
Malditos ricos.
—Bien, yo tengo que ir a darme un baño y hacer un par de llamadas —anunció Enzo mientras se ponía de pie—. Muchas gracias por cuidar de mi hijo, espero que no sea la última vez que nos veamos —expresó estrechando la mano de ambos—. Nos vemos en la tarde —con un sencillo beso en los labios la pareja se despidió, Enzo caminó hasta la salida de la cafetería seguido por Ibiki.
Reiko comentó que el lunes Tadashi entraría en rehabilitación y en conjunto con las terapias con la psicóloga esperaba que su hijo mejorara rápidamente. Eso llamó la atención de Ittetsu que carraspeó un poco.
—¿Cree que pueda subir a hablar con Tadashi? —preguntó de forma temerosa.
Reiko se limitó a asentir con una sonrisa.
-O-
Las suaves risas inundaban la habitación, Kei miraba embelesado el rostro de su novio. Su risa era la cosa más hermosa que había escuchado y el rubor en sus mejillas resaltaban aún más las preciosas pecas en su rostro. Miró la bata que caía descuidadamente por un hombro develando pequeñas pecas. Tsukki se pasó la lengua por los labios queriendo besar esa porción de piel.
—Mira, parece que tan mal no te sientes —comentó sarcástico mientras notaba cómo su novio terminaba de comer con facilidad la enorme rebanada de pastel y dejó completo el filete de atún que le habían llevado esa mañana— ¿No me digas que aún no le dices a tu madre que odias el atún? —preguntó Kei con burla mientras lo miraba cubrirse el rostro.
—No puedo decirle que no me gusta la comida que preparan —dijo pensando en el chef y nutriólogo personal que habían mandado traer—. Estaba tan acostumbrado a comidas más sencillas, además eso está casi crudo —señalo el filete de atún mientras llevaba un nuevo bocado de tarta a su boca.
Kei lo tomó con delicadeza de la mejilla y con el pulgar le quito un poco de restos de crema batida. Tadashi miró esos ojos tan hermosos y sintió que todo en su interior tembló cuando lo vio sonreír, ambos cerraron los ojos y se acercaron lentamente hasta que sus labios se juntaron, comenzaron con pequeños roces saboreando la textura, pronto los pequeños roces no fueron suficientes y Kei tomó el labio inferior de su novio entre los propios, saboreándolo mientras su mano viajaba a la nuca de Yamaguchi y acariciaba los cabellos negros. Tadashi ahogó un jadeo en la boca de Kei e intentó imitar sus movimientos. Llevó sus manos hasta la camisa que el rubio usaba apretándola a la vez que lo acercaba a sí.
Los besos de Kei eran mil veces más dulces que el pastel de fresa.
Se separaron cuando la falta de oxígeno se hizo presente. Sonrieron aun con los ojos cerrados y ambos los abrieron al mismo tiempo.
—Eso es muchísimo mejor que el pastel de fresas —afirmó Tsukishima dándole un sonoro beso en la mejilla sonrojada.
Escucharon suaves murmullos en la puerta y para evitarse una escena tan bochornosa como la del día anterior ambos se separaron un poco. La puerta se abrió dejando ver a sus profesores y a la madre de Yamaguchi.
—Tadashi, tus profesores quieren hablar contigo —habló mientras entraban en la habitación. Frunció el ceño y miró a su hijo—. ¿Por qué no has comido tu atún? Kei-kun, no traigas más postre, necesita comer más proteína —el rubio no hizo más que llevarse una mano a la boca tratando de no reír.
Ukai si soltó una carcajada y fue reprendido por Ittetsu, Reiko volvió a suspirar.
—Tengo que ir a ver al doctor Sakamoto para que me dé una receta para ti, tu padre fue a casa ¿estarán bien un par de horas solos?
El pecoso que seguía sonrojado no sólo por los constantes mimos de su madre sino también por los besos que seguía compartiendo con Kei asintió.
—No te preocupes voy a estar bien.
—Bien, tratare de no tardar demasiado —mencionó antes de dejar la habitación.
Tratando de aliviar un poco la tensión que venían cargando en sus hombros, Ukai tomó una de las sillas que había en el lugar y la acercó a la cama de su jugador.
—Te ves bien Yamaguchi —comentó de buen humor sacándole una sonrisa.
—Bueno, para alguien que le lavaron los intestinos creo que me veo bastante bien —comentó con buen humor haciendo reír a su entrenador.
Kei e Ittetsu no veían lo gracioso en ningún lado.
—¿Sucedió algo? —preguntó el más alto a los adultos.
Takeda carraspeó un poco, no queriendo alargar inútilmente su presencia.
—Yamaguchi yo quiero disculparme… —expresó rápidamente haciendo que el pecoso lo mirara con una ceja levantada—. Debí haber insistido más, debí de estar más al pendiente de todos ustedes, quizá puede aliviarte mucho dolor —bajó la mirada apenado, Ukai desvió la mirada, sin embargo, la suave risa hizo a ambos mirar al pecoso con los ojos abiertos.
—No tengo nada que perdonarle a ninguno de los dos —expresó sabiendo que las palabras de Takeda también eran los sentimientos de Ukai—. Yo sé que querían ayudarme, siento haber sido tan mal estudiante —dijo recordando la vez que ambos trataron de hablar con él y los trató con desdén—. Sé que el jueves estuvieron todo el día buscándome, gracias por eso, no saben cómo lo aprecio —les dijo con una sonrisa.
Tadashi es un niño con un gran corazón.
Takeda lo sabía y lo supo más cuando escucho sus palabras, ojalá la vida le pudiera permitir ver a Yamaguchi tener la felicidad que se merecía, desde ahora prometía velar por su bienestar y el del resto de sus preciados alumnos también.
-O-
Sábado 12:34 pm
Con un suspiro agónico tocó el botón del elevador y esperó con impaciencia a que éste llegara. Sintió que su corazón se detuvo cuando finalmente las puertas se abrieron y ella entró de manera apresurada en él. Le tomó exactamente unos cinco minutos llegar hasta el área de medicina interna, cuando salió del elevador caminó hasta lo que era el módulo de información de ese piso.
—Disculpe, estoy buscando a Yamaguchi Tadashi —habló con voz calmada y tratando de fingir naturalidad, rogando porque fuera hora de visitas.
La enfermera la miró por encima de las gafas con una ceja levantada, ese chico recibía visitas a casi todas horas y si no fuera porque sus padres estaban pagando una fuerte suma de dinero ella misma echaría lejos a todos los revoltosos jóvenes que lo visitaban, en especial al chico rubio de lentes que se la había vivido en esa habitación desde el día anterior.
— Habitación 302, no hagas ruido —advirtió viendo las botas estilo militar que la chica portaba.
Mirio le agradeció y caminó hasta la habitación con pasos lentos y tranquilos, sabía que estaba haciendo mal y que lo que de verdad debería estar haciendo en esos momentos era empacar. Después del jueves, Shinsuke le dijo que no podían quedarse en Miyagi y con razón pues los rumores que la policía había atrapado a Hamada esa misma noche se esparcieron como incendio en un bosque.
Ambos jóvenes sabían que los siguientes eran ellos, su mejor amigo le dijo que no podían visitar a Tadashi así estuvieran muy preocupados por él, sin embargo, ella necesitaba verlo, saber que el chico se encontraba bien.
—Tienes una hora, si no estás aquí para las 2:00 me iré sin ti —la chica suspiró y cuando estuvo enfrente de la habitación marcada respiró profundamente antes de tocar.
Yamaguchi se extrañó pues Tsukki no tendría por qué tocar. Se chupó los dedos limpiando los rastros de crema batida. Su mejor amigo le había llevado una enorme rebanada de pastel de fresas.
— Puedes pasar Tsukki —dijo con simpleza. Bajó la vista hacia el postre y escuchó la puerta abrirse—. ¿Encontraste la máquina de capuchinos?
La vista de ambos se cruzó y Mirio casi llora al verlo ahí. Lo había imaginado con numerosas sondas y con aparato que lo ayudara a respirar, pero lejos de la piel pálida y sus características ojeras nunca lo había visto tan saludable.
Tadashi jadeó cuando vio a Mirio en la puerta. Detalló su figura como un hermano pequeño que mira de regreso a su hermana. Llevaba una sudadera negra gastada, los pantalones azul claro y las botas militares tan familiares. Por varios segundos ninguno dijo nada hasta que el llanto de la chica inundo el lugar. En respuesta Yamaguchi apartó la mesita de servicio donde estaba su comida y le extendió los brazos sintiendo cómo pequeñas lagrimitas se acumulaban en sus ojos. Sin poder resistirse la chica corrió hasta refugiarse en los brazos del menor, sollozando.
—Lo siento Tadashi… lo siento tanto —murmuró con la voz ahogada mientras apretaba la delgada tela de la bata de hospital—. Yo no quería que nada de esto sucediera, sólo quería… Yo… –se detuvo totalmente abrumada por sus propias emociones—. ¿Por qué tuviste que ayudarme ese día? —cuestionó con la melancolía a flor de piel.
Yamaguchi la separó de sí, aprovechándose de su posición la tomó por los hombros mirándola directamente a los ojos.
—Yo soy responsable de mis acciones, sabía lo que estaba haciendo el día que te ayudé, así que por favor no te culpes porque yo no lo hago —le regaló una sonrisa que le calentó el corazón a la chica.
Tú sigues siendo demasiado perfecto Tadashi.
Mirio sollozó un poco más, y le pidió varias veces que la perdonara pasando un par de minutos ella se tranquilizó y el menor la invitó a sentarse en una de la orilla de la cama.
—¿Y cómo está todo? —cuestionó mientras se secaba las lágrimas con la manga de su sudadera, era obvio que físicamente se estaba recuperando poco a poco.
Tadashi sonrió, amplio, sincero, lleno de vida.
—Mis padres están aquí, honestamente pensé que me odiarían o no querrían hablarme, pero ha sido todo lo contrario me escucharon y han estado al pendiente de mí desde que llegaron de su trabajo —contó con emoción, cada abrazo y cada palabra que le habían dedicado. Mirio sonrió y miro todos los regalos que adornaban la habitación.
—Me imagino que el equipo entero vino a visitarte —sus ojos se posaron en el peluche que estaba en la cama. Sonrió pues Suga siempre regalaba ese tipo de objetos.
—Sí, todos vinieron ayer incluso Takeda-sensei y Ukai-san, Tsukki ha estado conmigo todo este tiempo apenas y se separa de mi —un precioso rubor cubrió sus mejillas y Mirio se alegró de verlo tan contento, supuso que después del evento tan traumático del jueves el rubio apenas y querría separarse de Tadashi— ¿Sabes? Ya nos hemos besado —su voz salió en un murmullo aun sin creerse que de verdad esos besos hubieran sucedido.
—¿De verdad? ¿Y ya le dijiste que su trasero te parece precioso? —preguntó con una sonrisa burlona, ella siempre supo que el rubio estaba enamorado del pecoso el viernes no hizo más que confirmarle algo que ya sabía.
—¡Mierda, cállate! —le dio un golpe en el brazo que no era más que un par de manotazos sin sentido.
La chica se rio de buen humor, Tadashi estaba vivo, estaba bien y tendría quien lo apoyara a superar la mierda en la que ella lo metió, ahora podía irse, podía alejarse sabiendo que el amigo que hizo hace un par de meses estaba bien. Se cruzó de brazos dispuesta a despedirse y poder desaparecer con tranquilidad.
—Mirio… —llamó el pecoso, cuando ella le preguntó que sucedía, se tronó los huesos de la mano tratando de ser lo más delicado posible, sabía por boca de Shouyo y Tsukki cómo lo encontraron, pero fue su mejor amigo quien le soltó ciertas cosas que él ignoraba—. ¿Por qué conoces a Sugawara-san? —sus ojos se dilataron al escucharlo, ingenuamente llegó a pensar que el liarse con sus antiguos compañeros de escuela no tendría consecuencias, Tadashi la miró con el ceño fruncido—. Estudiabas en Karasuno —dijo como una afirmación recordando todas aquellas pequeñas recomendaciones que le daba cuando llegaba tarde a la escuela.
Ella sonrió mientras cerraba los ojos.
—Siempre supiste que mi nombre no es Mirio, ¿verdad? —el menor asintió mientras trataba de adivinar los pensamientos de la chica—. ¿Por qué no me preguntaste nunca? —preguntó mientras se cruzaba de brazos en un intento por protegerse.
Yamaguchi se encogió de hombros.
—Quería que tú me lo dijeras y la verdad no estaba muy interesado en saber quién eras —aceptó soltando una risa avergonzada, ella también se rio, pero con más tristeza sabiendo que cuando estaban juntos no hacían más que drogarse—. Pero somos amigos ¿no? —dijo recordando las palabras que ella siempre le decía incitándola a tenerle confianza.
—Lo somos Tadashi —afirmó con una sonrisa y tragó pesado antes de hablar—. Me llamo Jun, Nakamura Jun, y sí, hasta hace un año estudiaba en Karasuno —aceptó y sintió sus manos comenzar a sudar sabiendo que el pecoso no se quedaría con una explicación tan borde.
—¿Por qué te fuiste de tu casa? —cuestionó con voz tranquila detallando las expresiones de la joven.
Jun se mojó los labios resecos y suspiró antes de comenzar.
—Mi padre falleció cuando yo entré a la preparatoria. Mi madre y yo vivíamos bien las dos solas, no teníamos mucho dinero, pero no nos hacía falta nada —admitió con una pequeña sonrisa y de un momento a otro su mirada se oscureció y Tadashi sintió el ambiente tensarse—. Entonces un día, cuando comenzó el segundo año ella me dijo que volvería a casarse, no me importaba que ella rehiciera su vida, me agradaba que tuviera citas y el tipo parecía decente, después de la boda nos fuimos a vivir a una casa más grande y mi madre dejó de trabajar. Todo parecía ir bien, mi madre era feliz y eso me bastó un tiempo. Cuando el muy imbécil comenzó a manosearme sin que ella se diera cuenta, decía que era lo mínimo que podía hacer ya que tenía una buena vida, una noche entró a mi habitación y me obligo a mamársela —el pecoso abrió los ojos al entender por qué la joven podía trabajar en lo que hacía con tanta facilidad.
Nakamura se talló las cienes despacio, hablando de esos recuerdos que la perturbaban.
—Conocí a Hamada una tarde cuando me quedé atrás del gimnasio, comenzó a venderme metanfetamina antes que dejara la escuela. Yo estaba tan colocada todo el tiempo que me bastaba para no pensar en lo horrible que era mi vida, podía soportar sus constantes acosos y sus palabras llenas de veneno, pero una noche todo se fue a la mierda —miró fijamente a los ojos del menor soltando un pequeño suspiro—. Una noche el entró a mi habitación y me obligo a estar con él, me violó hasta que se cansó y después de esa noche le siguieron muchas más. Llego un punto en el que fue a buscarme a la escuela para poder hacerlo —en ningún momento soltó alguna lagrima o su voz se rompió demostrando lo dura que se había vuelto.
—¿Dónde estaba tu madre? ¿Por qué no dijiste nada? Quizá algún profesor pudo haberte ayudado —expresó con preocupación.
—Claro que le dije, mi pobre madre tomaba pastillas para el insomnio y nunca se enteraba de lo que él me hacía, estaba convencida que su esposo era un hombre maravilloso, incluso cuando lo encare con ella presente él seguía negándolo, le dijo que yo era una ofrecida y que me había visto con un chico más grande en la escuela.
—¿Hamada? —preguntó Tadashi con incredulidad, Jun sonrió mientras asentía.
—Le dije a la tutora, pero tampoco me creyó, decía que necesitaba hacerme una prueba de violación y nadie confiaba en mí, mi madre les dijo que yo intentaba robarle a su marido —lanzó una risa que estaba cargada de tristeza y asco, Yamaguchi no sabía a quién estaba dirigida—. Así que un día fui a la escuela y no regresé nunca a casa. Escapé porque estaba más segura en las calles que con ese cerdo. Por supuesto que mi adicción no hizo más que avanzar así que simplemente comencé a protruirme para poder pagar mis drogas y luego conocí a Shinsuke y él me dio una casa —se rio con gracia—. La vida no me ha presentado más que miseria y agonía, el último año me la he pasado drogándome y prostituyéndome porque el mundo y la vida son una perra conmigo y yo no tengo intención de volver a ser esa chica que estudiaba en Karasuno —un silencio pesado se hizo presente en la habitación, un silencio que Tadashi se obligó a romper.
—Sabes Jun… yo tendré que estar un par de semanas en rehabilitación —ella sonrió al escucharlo llamarla por su nombre.
—Es lo mejor que te puede pasar, créeme. Necesitas salir de toda esta mierda y si no estás solo es aún mejor.
—¿Por qué no te desintoxicas tú también? —ella abrió los ojos, incrédula. El pecoso tragó pesado—. No necesitas volver a ser la chica que estudiaba en Karasuno, puedes ser algo más, lo que tú quieras, no tienes porque seguir viviendo esa clase de vida —dijo recordando las pocas veces que estaba sobria la mirada perdida que tenía.
Alguna vez Jun pensó en rehabilitarse, terminar la escuela y conseguir un buen trabajo para alejarse definitivamente de su madre y esposo y poder vivir bien y no estar vendiendo el culo y…
—Yo no tengo dinero Tadashi, rehabilitarse cuesta demasiado dinero y yo estoy muy liada en esto —se pasó las manos por los muslos en un intento por quitar el sudor de sus palmas, no podía concebir una vida sin las sustancias, las mismas que le daban tanta felicidad.
—Escuché que el hospital tiene un programa de ayuda para jóvenes en riesgo, pueden canalizarte en una clínica con ayuda del gobierno —ella negó despacio y él le tomó la mano—. Somos amigos ¿no? Lamento mucho todo lo que tuviste que pasar, pero necesitas ayuda Jun, yo también la necesito… ¿Porque no lo piensas? Podemos hablar de nuevo con la policía y… —la puerta se abrió de golpe dejando a la vista a un Kei con dos vasos de cappuccino caliente.
—Lamento la tardanza, la maldita maquina no tenía cambio —sus ojos se alzaron de las bebidas calientes y su ceño se frunció al ver a su novio tomar de la mano a aquella mujer tan vulgar—. ¿Qué haces aquí? —preguntó hostil mientras dejaba las cosas en la mesa junto a la cama y se acercaba a ella.
Jun se puso de pie y se alejó con una sonrisa irónica.
—Vine a ver a Tadashi —comento sin intenciones de dejarse amedrentar.
—Tú no vienes a ver a nadie, será mejor que te largues antes que llame a la policía —él se irguió mostrando toda su altura dispuesto a sacarla a patadas si era necesario.
—¡Tsukki! —llamó mientras intentaba ponerse de pie, al verlo Kei caminó hasta él acomodándolo de nuevo en la cama.
—No seas tonto, aun no puedes ponerte de pie —la chica en la habitación aprovechó el que estuvieran tan entretenidos que casi corrió hasta la puerta abriéndola de golpe.
—¡Jun! Por favor piénsalo —le dijo Tadashi haciendo que ella se detuviera en la puerta, no lo miró y salió de la habitación con prisa.
Kei frunció el ceño al escucharlo llamarla por el mismo nombre que Sugawara, con sus analíticos ojos dorados buscó la mirada de su novio.
—¿Vas a decirme que está pasando? —pidió con voz tranquila sintiendo que se estaba perdiendo de algo, Yamaguchi le sonrió mientras acariciaba las hermosas hebras doradas, pidiendo que por favor su amigo lo ayudara.
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Shinsuke estaba metiendo toda la comida enlatada en su mochila, las manos le temblaban y su cuerpo estaba cubierto de una fina capa de sudor a pesar que el día había amanecido nublado. Hamada le había hecho una llamada el día anterior, todo estaría bien y podía aparentar que nada malo estaba pasando.
El problema era que lo había llamado desde la estación de policía, las cosas se habían salido de control y Sato no sólo tenía en su contra varios cargos de tráfico de drogas, había puesto en riesgo la vida de un menor, era algo irónico considerando que Tadashi sólo había pasado un par de horas con él mientras que con Mirio y él había convivido casi dos meses.
—Maldita sea Mirio, ¿dónde estás? —preguntó mientras acomodaba las cosas en la mochila y juntaba en la pequeña mesa todo el dinero que les quedaba. Sabían que era cuestión de tiempo para que la policía o los mismos padres de Tadashi fueran por ellos, sabía que como mínimo pasarían algún tiempo en la correccional y no estaba dispuesto a eso.
La puerta se abrió y a él casi se le sale el corazón.
—Joder, tardaste demasiado —acusó a la chica que venía agitada, de seguro estuvo corriendo tratando de acortar distancia, se llevó las manos a las rodillas tratando de recuperar el aliento, Shinsuke tragó pesado—. ¿Cómo está? —cuestionó jugando con sus manos en un intento por tranquilizarse.
Jun sonrió apenas un poco.
—Va a estar muy bien, no hay de qué preocuparse —afirmó mientras caminaba a la que hasta ese día había sido su habitación, tomó la mochila que previamente había preparado colocándola en sus hombros—. ¿A dónde iras? —preguntó cuando su amigo le entrego la mitad del dinero.
—A Osaka… espero poder llegar esta misma noche —la miró preocupado—. ¿A dónde irás tu pequeña Jun? —cuestionó pues sabía que ella podía pasarlo peor tratando de huir, sabía mejor que nadie lo mucho que le había costado su lugar en el mundo.
—No lo sé —guardó el poco dinero en uno de sus bolsillos, lo miró a los ojos y le sonrió—. Estaré bien, no tienes de que preocuparte, sé cuidarme sola.
—Es por eso que me preocupo —compartieron un pequeño abrazo y el sonido de golpes en la puerta los hizo separarse y mirarla preocupados.
¿Podían saltar por la ventana? ¿Si la policía esta abajo, podrían escapar?
Un nuevo toquido los hizo estremecerse y tragar pesado.
—Disculpen, soy Takeda Ittetsu, Yamaguchi-kun me dio esta dirección —ambos abrieron los ojos ante las palabras detrás de la puerta, con cuidado el chico caminó hasta poder ver por la mirilla de la puerta, casi jadeo al no ver a la policía, pero si a un pequeño adulto con sonrisa amable.
—¿Qué hago? —murmuró el varón a su amiga, ella negó despacio no sabiendo qué hacer. Después de unos minutos y un nuevo llamado a la puerta decidieron jugar con el destino y la puerta se abrió dejando ver al mismo sujeto de sonrisa amable.
Ninguno de los dos sabía que pensar. Shinsuke decidió ir por el camino más sencillo o el único que conocía, el ataque.
—¿Qué mierda quiere? —preguntó enojado.
Ittetsu al escucharlo se estremeció.
—Yo, venía a hablar con ambos, en realidad quiero ofrecerles mi ayuda —expresó mientras trataba de entrar al pequeño departamento.
Jun sintió un escalofrió en la espalda. Podía ser que la vida le mandara señales, podía ser capaz de recuperar su vida, aunque estuviera tan rota y vacía por dentro ¿podía tener la voluntad de cambiar?
—No necesitamos ayuda de la escuela Karasuno —acusó el chico con el ceño fruncido, sabiendo exactamente qué significaba aquella institución para su amiga.
—Lo sé, pero ¿qué tal algo de ayuda personal? —cuestionó con una sonrisa, viendo el departamento prácticamente vacío, pocas personas tenían la voluntad necesaria para cambiar y enfrentar los problemas y no estaba mal pedir ayuda para hacerlo.
Y ellos no lo sabían, pero sus vidas estaban a punto de cambiar.
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Viernes 28 de septiembre 06:45 am
Las arcadas tuvieron un efecto violento en su cuerpo, una vez que se aseguró que hubiera vaciado su estómago por completo se sintió mejor, relativamente mejor. Le dolía cada parte de su cuerpo y si no fuera porque se estaba sujetando de la taza estaba seguro que terminaría en el piso del baño. Jaló de la palanca dejando que su cena de anoche se fuera por el desagüe.
Tadashi sacó la cabeza del inodoro y con cuidado caminó hasta el lavamanos donde se mojó el rostro y lavó sus dientes lentamente. La luz del baño lejos de molestarlo lo relajaba, los focos tenían una agradable luz naranja que no dañaba ni un poco la vista y automáticamente las luces de cada cuarto se encendían a las 6:00 am para que los residentes pudieran ir despertando.
Yamaguchi había obtenido el alta del hospital el día domingo en la mañana y a pesar que moría por estar en su hogar con sus padres sabía que tenía que recorrer un largo camino. Todavía podía sentir en su cuerpo la creciente necesidad por consumir algo, joder, que se moría incluso por un cigarro común y corriente.
Aun así, no opuso resistencia. Fue llevado al edificio junto al hospital para comenzar a desintoxicarse. Sabía que tenía que pasar por ese proceso, sin embargo, no sabía cuan doloroso podía llegar a ser. Una vez que terminó de asearse salió del baño con el rostro más fresco y relajado. La habitación que le habían dado era de tonalidades azules y blancas. Tenía una cama individual, con dos pequeños buros a cada lado, una gaveta para su ropa. Tadashi miró con una sonrisa su habitación, el peluche de Suga, los arreglos de flores que Yachi y Asahi le llevaban casi a diario y los múltiples mangas que el resto del equipo le llevaba. Se dirigió hasta la gaveta para quitarse su pijama y cambiarse de ropa.
Una vez que estuvo listo sacó de su mochila el cuaderno que le habían entregado cuando inicio su tratamiento, salió de la habitación sin sorprenderse que todos los chicos del piso estuvieran ya despiertos. Cuando comenzabas a desintoxicarte dormir no era lo mismo y aunque no había nada más que le gustara más que enredarse en sus cobijas y esperar que todo se solucionara sabía que no podía ser de ese modo.
—Buenos días Yamaguchi-kun —saludó un chico de su edad con el cabello castaño y las muñecas vendadas—. Voy a ir a desayunar algo, ¿vienes?
—Buenos días Akihiko, sí, vamos, tengo hambre —comentó de buen humor mientras ambos adolescentes caminaban hacia el comedor.
La clínica estaba dividida según el grado de adicción, después los dormitorios se dividían entre hombres y mujeres, los únicos espacios mixtos dentro de la clínica eran el comedor, el salón principal y el todo el patio que era una buena extensión de área verde.
El desayuno fue tranquilo y pasó entre platicas ligeras entre sus compañeros de piso, que eran no sólo chicos de su edad sino uno o dos años más grandes que él. Luego de una buena ración de café junto con una pequeña dosis de metadona, se sentía listo para regresar a su vida o al menos para tratar de pasar el día, que transcurrió de manera normal o lo más normal que se puede esperar de una clínica de rehabilitación, la diaria platica grupal, el almuerzo y las sesiones diarias con su psicóloga.
Para la tarde fue por su mochila y libros a su habitación y con la misma sonrisa que siempre lo caracterizó, caminó hasta el al área de visitas, su sonrisa se extendió cuando vio a Kageyama, Hinata, Yachi y por supuesto a Tsukki.
—¡Yamaguchi! —gritó Hinata mientras agitaba sus brazos a modo de saludo. Caminó sin vacilar ningún momento hasta llegar a la mesa donde estaban sus amigos.
—Hola chicos, ¿todo bien? —preguntó mientras se sentaba. Kageyama, Hinata y Yachi lo miraron rápidamente, el color en sus mejillas había regresado y en combinación con una buena alimentación el pecoso lucia mucho más saludable.
—Todo en orden Yamaguchi-kun, ¿comenzamos? —Yachi sacó sus libros y cuadernos.
Tadashi miró de reojo a Kei sintiendo sus mejillas arder ante la intensa mirada dorada, la discreta sonrisa que el rubio le regaló le erizó cada vello de su piel. Kei pensaba que su pecoso se volvía más hermoso cada día que pasaba. Diariamente los tres iban a verlo, Tsukki y Yachi se encargaban de ponerlo al día con todas las clases a las que faltaba. Kageyama y Hinata asistían porque sus notas seguían siendo un desastre y estudiar en grupo era mil veces mejor que los mentados cursos de regularización.
La hora de visitas pasó entre ejercicios de cálculo, pronunciación correcta del inglés y un Tadashi corrigiendo a Hinata, lo cual era increíble porque el pecoso no había asistido a clases en un tiempo.
—Los demás querían venir a visitarte otra vez, pero entre los entrenamientos y los exámenes todos están demasiado ocupados —comentó Kageyama mientras guardaba las cosas en su mochila.
—Pero todos están queriendo verte pronto Yamaguchi, cuando salgas de aquí necesitamos tener un buen partido para ponernos al día —las palabras de Hinata lo hicieron sonreír, claro, todos debían reincorporarse a la rutina, al aquí y al ahora.
Pronto tú podrás hacer lo mismo.
—Creo que esto es todo lo que necesitas —Yachi terminó de hacer la lista de cosas que el pecoso necesitaba para estudiar, entregándosela. Él presentaría los exámenes una vez que estuviera fuera. Tadashi no lo dijo, pero estaba muy agradecido de poder compartir estos momentos con sus amigos.
Kei alzó su mochila sintiendo el peso extra y alegrándose de poder recordar el encargo de su senpai.
—Sugawara-san te manda esto —dijo el rubio una vez que habían terminado su hora de estudio, sacando de su mochila un bento azul—. Al parecer está muy preocupado por tu alimentación —comentó de buen humor viendo la carita de Yamaguchi formarse en pucheros.
—Si sigo comiendo de esta manera voy a reventar —lo aceptó con una sonrisa—. Dale las gracias de mi parte.
—Claro… —dijo sin despegar la mirada de su precioso rostro, al parecer la única que notaba el ambiente tan romántico que se estaba formando fue Yachi que tomó a la otra pareja de novios y los arrastró hacia el enorme librero que había en el fondo de la sala. En su mente Kei le dio las gracias, sin importarle el resto de las personas que aún seguían en la sala. Alzó su mano hasta rozar las mejillas de su novio, necesitaba volver a sentir sus labios sobre los suyos, acarició sus mejillas y se acercó con cuidado a su rostro.
Tadashi tragó apenas un poco y entrecerró los ojos mientras disfrutaba del calor de Kei, estaban tan cerca y parecía que al rubio no le interesaba si alguien más lo veía. Cinco centímetros… cuatro… tres…
—¡Tadashi! —el grito de Reiko los hizo separarse como si fueran fuego, ambos tenían el rostro rojo y miraron hacia otro lado. La madre del pecoso los miró extrañada cuando llegó a la mesa donde habían estado estudiando—. ¿Paso algo? —cuestionó con bolsas en mano.
El primero en recuperarse fue Tadashi que se alegraba tanto que su madre estuviera ahí.
—Nada, sólo terminábamos de estudiar —comentó viendo con una sonrisita el rostro sonrojado de su mejor amigo. Kei no hizo más que sonreírle cómplice, llevándose una mano a los labios.
—Oh vaya, bueno, pues dejen eso, es viernes por la noche y necesitan despejarse —dejó sobre la mesa las bolsas que traían algunos bocadillos y refrescos. Reiko llamó a los otros chicos repartiendo entre ellos los dulces que traía.
Tomó entre sus brazos a su hijo depositando un sonoro beso en su frente.
—¿Cómo estás?
—Bien, hoy fue un buen día —fue sincero en cuanto a su estado y permitió que su madre siguiera abrazándolo cual niño pequeño—. ¿Y papa? —cuestionó pues las visitas siempre las hacían ambos.
—Fue a comprar un par de pizzas, espero no tengan inconveniente en esperar —los chicos de Karasuno negaron mientras se sentaban y comían sin preocupaciones. La siguiente hora se llenó de risas, platicas y un Enzo muy enojado porque no le aceptaban pagar con su black card dos pizzas de pepperoni.
Tadashi tenía días muy rutinarios, quizá muy problemáticos para una persona de su edad, pero al ver a Kageyama abrazar a Hinata sin pena alguna, a Yachi riendo de las bromas de la carnada del equipo, a sus padres tontear sobre quien lavaría mañana la ropa y a Tsukki regalándole esas sonrisitas discretas y confidentes pensó que sus días eran absolutamente perfectos.
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Martes 1 de octubre 4:55 pm
Como una rutina perfecta y ensayada Tadashi seguía estudiando ayudado por Kei y los demás chicos de primer año. Tsukki prácticamente pasaba todo su tiempo libre en aquella clínica de especialidad, estudiaban todos juntos y algunas veces salían a pasear a la extensa área verde del lugar. Compartían tiempo con los padres del pecoso que trataban de ayudar en todo lo posible a su hijo. En los últimos días la pareja había empezado a ir también a citas con la psicóloga. Nao era una joven psicóloga dedicada a su trabajo. Si a Tadashi le preguntaban, no pudo haberle tocado una mejor ayuda. Algunas veces iban también Akiteru y los padres del rubio para pasar tiempo con Tadashi, en el fondo de su alma el agradecía mucho esas visitas.
Otras veces iba todo el Karasuno, compartían ligeras comidas, cortesía de Reiko y su esposo, hacían los deberes juntos y se iban muy tarde a casa.
—¡Ustedes dos dejen de jugar! —papá cuervo le gritó a Tanaka y Noya que no dejaban de treparse en el enorme librero secundados por Kageyama y Hinata que habían comenzado a hacer pases con el balón en medio de la sala de visitas.
El grito de Daichi hizo que la jefa de enfermeras lo viera con malos ojos, avergonzando a Sawamura.
—Es tan divertido cuando regañan a Daichi —la estrella del equipo se rio al verlo hacer una gran reverencia en nombre de todo su equipo.
—Lo sé, quisiera tomar una fotografía, pero estoy seguro que él me odiaría —el armador de tercero se rio discretamente cuando regresó con sus cuatro hijos traviesos a su lado—. ¿Ya terminaron sus tareas? —preguntó provocándoles un escalofrío y haciendo que todos caminaran rápidamente hacia la mesa donde habían estado haciendo sus deberes.
Los exámenes estaban básicamente por terminar y aunque, sí, Kageyama y Hinata necesitan clases de recuperación, eso no impidió que todos visitaran a Tadashi a pesar que la semana estaba básicamente empezando.
—Reiko-san acaba de llegar, repartiré la comida que trajo entre todos, ¿puedes ayudarme? —la manager de tercer año le regaló una sonrisa a Hitoka que sonrió y asintió.
La madre de Yamaguchi dejó las compras en la mesa y rápidamente ubicó con la mirada a su hijo que estaba sentado en uno de los sillones con Kei, mientras los veía platicar amenamente, se acercó con una sonrisa.
—Kei-kun, supongo que debo llevarte otra vez a casa —no lo dijo como una pregunta si no como una afirmación.
Kei chasqueo la lengua y se encogió de hombros.
—Le dije a mi madre que me guardara algo de cenar —los últimos días se había ido cuando prácticamente lo habían echado del lugar y Tadashi tenía que tomar la última dosis de metadona antes de ir a dormir.
Reiko miró extrañada cómo el más alto tenía su brazo izquierdo extendido por el respaldo del sillón, parecía que estaba abrazando a su hijo, sin embargo, no comentó nada.
—¿Cómo estás corazón? —le preguntó a su hijo, sentándose en la mesita ratonera que había enfrente del sillón.
El pecoso sonrió.
—Bien, hoy fue un buen día —comentó y vio a lo lejos cómo Suga tenía esa expresión severa pero maternal en su rostro apurando a sus compañeros, no cambiaría por nada los momentos que ahora vivía.
—Me da gusto, porque hoy alguien vino a visitarte —comentó de una manera enigmática haciendo que ambos adolescentes la vieran extrañada, no tuvo que decir nada más cuando Ukai, Takeda, Yuusuke y Makoto entraron gritando y alborotando a los jóvenes con su llegada.
Yamaguchi al verlos se puso de pie y caminó hasta encontrarlos con una sonrisa, Makoto al verlo quiso disimular las lagrimitas que se habían formado en su rostro y aun así abrazó a su pequeño pupilo alegrándose tanto que estuviera bien.
Tsukishima frunció el ceño cuando ese sujeto abrazó tan despreocupadamente a su novio, pero estaba bien, aceptaba que Tadashi tuviera que compartir momentos con otras personas, él no era una persona celosa, claro que no, sólo que Tadashi lo amaba a él y así debía ser siempre hasta el fin de los tiempos.
—Me da gusto verte bien Tadashi —le comentó con una sonrisa una vez que ambos se separaron.
El menor sonrió y antes de contestarle pasó su mirada por ese numeroso grupo de personas que se habían reunido por él, un sentimiento extraño se instaló en su pecho, no supo identificar de qué se trataba. Miró al mayor.
—Me da gusto estar aquí.
Podía asustarse con el futuro, a sabiendas que pronto dejaría la seguridad que le brindaba la clínica, pero por el momento se concentraría en estar aquí. Sentía el aquí y el ahora de manera tan vivida.
Porque viviría sin desperdiciar ni un solo segundo.
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Miércoles 20 de octubre 12:32
A Yamaguchi le gustaban las visitas con su psicóloga. Nao no sólo amaba su trabajo si no que se esforzaba por mostrar una empatía que había visto en pocas personas, además el que estuviera rondando los 30 le daba mucha confianza a Tadashi, no era como en las películas donde el psicólogo es un viejo aburrido, no, Nao había escuchado sus miedos, sus inquietudes y le había ayudado a hacer frente a cada uno de ellos.
—Así que… te vas a ir el sábado —dijo la joven psicóloga que tenía un mechón de cabellos decolorado de color azul, sentada en esa cómoda, silla color vino. Miró con diversión el mal disimulado nerviosismo de su joven paciente.
—Sí, parece broma que ya terminé el tratamiento —sacó una risita nerviosa, apretando el sillón bajo sus manos y paseando su vista por los pequeños cuadros al óleo del lugar, el consultorio estaba iluminado gracias a las ventanas y a las cortinas de color hueso.
—¿Y qué es lo que está mal con eso? Te irás a casa, ¿acaso la relación con tus padres va mal? —cuestionó tratando de averiguar qué es lo que le preocupaba.
—No, no, para nada. Mi madre se tomará un año sabático y aunque mi padre seguirá trabajando lo más lejos que irá es a Tokio —tragó pesando sintiendo las ganas repentinas de fumar un cigarro o cualquier cosa que encontrara.
—¿Entonces? —se recargó en su asiento y dejó las manos en su regazo dándole una postura más relajada.
Tadashi suspiró y cerró los ojos tratando de formular una pregunta coherente.
—¿Y si no lo hago bien? —Nao alzó una ceja a modo de respuesta brindándole la oportunidad se seguir hablando—. ¿Y si todos esperan que sea el mismo chico de siempre? Que vaya a la escuela y me olvide de todo lo que pasó antes de entrar aquí, yo no puedo volver a ser el mismo Tadashi de siempre, alguna vez le dije a Jun que ella podía ser la chica que quisiera, pero ¿y si yo no puedo?
Nao bajó la mirada mientras recargaba sus antebrazos en sus muslos.
—Nadie espera que seas el mismo Yamaguchi, las experiencias que vivimos nos marcan y nos hacen ser quien somos, es cierto que no eres el mismo Yamaguchi, pero tampoco eres aquel chico de hace unos meses, tienes la capacidad de volverte una mejor versión de ti mismo, alguien más fuerte —ella sonrió acomodando un mechón de su cabello tras su oreja—. Hay situaciones que no podemos controlar, sólo podemos controlar lo que tenemos a nuestro alcance, así que no te mortifiques, estoy segura que ante cualquier adversidad tendrás el apoyo de todas las personas que te aman y aprecian.
Yamaguchi alzó la mirada, incrédulo, sabiendo que su psicóloga acaba de atinar a un hecho que él prefería ignorar o no pensar mucho en ello. Tenía miedo de volver a consumir. Tragó pesado.
—¿Crees lo logre?
—Por supuesto, la rehabilitación es un camino de espinas para quienes se atreven a caminarlo, estás haciendo algo que pocas personas se atreven a realizar y ya por eso debes considerarte una persona sumamente valiente —animó tomándolo de la mano en un gesto totalmente genuino, se sonrieron y ella lo soltó antes de volver a su posición inicial—. Además, tú no estás para saberlo ni yo para decirlo, pero tus padres sólo esperan ser lo suficiente para ti.
Eso asombró al menor que la miró incrédulo.
—¿De verdad?
—Claro, tus padres también son humanos, no son perfectos y tampoco esperan perfección de tu parte, sólo quieren amarte y lo mejor para ti —dijo y tras esas palabras lo sintió más tranquilo—. Además, me has comentando que estás saliendo con Tsukishima ¿no?
El pecoso enrojeció poco a poco.
—No diría que estamos saliendo, bueno él no me ha dicho nada y yo tampoco, pero… —se detuvo con el corazón latiéndole a mil.
—¿Pero? —animó a continuar, escuchando atentamente pues para ella era obvio que ambos chicos estaban saliendo.
—Él se ha mantenido a mi lado todo este tiempo, incluso cuando en la semana tuve un ataque de ansiedad no me ha dejado solo, es algo que me hace amarlo muchísimo más —comentó de manera sincera, recordando cómo tenía ganas de consumir algo y cuando Kei lo notó le dio la mano apretándola con fuerza en un gesto que decía "aquí estoy, no me iré".
La joven terapeuta siguió tomando notal mental de cada avance que tenía Tadashi, no podía saber a ciencia cierta qué es lo que le pasaría al salir de la clínica, sólo podía estar segura que Tadashi era una persona sumamente amada. Ella había sido testigo del poder del amor que le tenían todas las personas que lo rodeaban, los últimos 20 minutos siguieron hablando de cosas menos profundas, Yamaguchi se sorprendió de cómo la hora entera pasaba casi volando, parecía como si tuvieran menos cosas de las que hablar que al principio. Eran sus últimas sesiones y al final recibió una noticia que le alegró mucho.
—¿Tú sabes algo de Jun y Shinsuke? —cuestionó cuando la terapia terminó y el menor se disponía a salir de la habitación, fue una casualidad saber que Nao también trabajaba en la misma clínica donde, luego de una penosa consulta y una denuncia ante la policía, ambos comenzaron su rehabilitación.
Nao lo pensó unos segundos antes de hablar.
—Ambos tenían una adicción muy avanzada, tienen sus días buenos y malos, sin embargo, los dos están decididos a lograrlo, no puedo decirte más, es otro doctor el que los mira a ambos.
—Entiendo —susurró y le agradeció por compartir información con él. Ambos se despidieron, se verían un par de veces más antes que a Tadashi le dieran el alta. Después tendrían sesiones semanales a solas y con los otros chicos que también salieran de rehabilitación.
La vida era un camino de espinas, duro, difícil y muy doloroso. Era casi una bendición tener a todas las personas que tenía a su lado.
-O-
Sábado 23 de octubre 7:45 pm
El día había comenzado con tranquilidad. Recogió sus cosas, desayunó, se despidió de Nao y de sus demás compañeros y al medio día fue recibido por sus padres, el equipo entero incluso Makoto y Yuusuke fueron a verlo. Compartieron una sencilla comida en el lugar donde Ukai los había llevado cuando perdieron contra Oikawa, aquel recuerdo parecía tan lejano y ya no tenía el mismo efecto lacerante que hace unos meses.
Después de despedirse y de poder pasar unas agradables horas en su hogar y en su habitación sus padres le dijeron de la invitación a cenar por parte de los Tsukishima.
Tadashi se miró en el espejo de su baño, el reflejo de un chico sin ojeras, con los ojos brillantes y la piel más rosita le sonrió. Con cuidado ajustó el cinturón de su pantalón un poco y se rio sabiendo que efectivamente aun debía subir un poco más de peso. Se puso una chamarra y se la ajustó antes de salir de su cuarto, en la sala sus padres lo esperaban, salieron de su hogar y caminaron en silencio disfrutando de la fresca brisa de la noche.
Yamaguchi sintió que sus manos comenzaban a sudar cuando divisó a lo lejos el puente peatonal. Tragó pesado y pensó en decirle a sus padres que si podían tomar otro camino, quizá podían cancelar la cena y sintió su corazón acelerarse, quizá necesitaba algo, cualquier cosa, quizá si sólo fumaba algo…
La mano en su hombro le sacó de sus pensamientos y alzó la vista encontrando la mirada decidida y fuerte de su padre.
—Todo está bien Tadashi —le dijo apretando el agarre y pasando su brazo por sus hombros—. Nosotros estamos aquí contigo hijo —sus ojos le jugaron una mala broma y se cristalizaron.
Reiko lo tomó de la mano y sin importarle el rastro de sudor en su palma la apretó con cariño.
—Vamos cariño, no queremos hacer esperar a nuestros anfitriones —comentó con su usual optimismo. La familia subió el puente en silencio, volviendo a disfrutar de la suave brisa nocturna y de la compañía como familia. Tadashi había relacionado los malos momentos de su vida con ese puente, recordó las palabras de Nao, no necesitaba ser el mismo chico de antes, podía ser alguien más, alguien mucho mejor. Con media sonrisa los adultos sabían que no necesitaban decir nada más, sólo necesitaban hacerle saber a su hijo que estarían ahí, que no se volverían a marchar.
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El hijo mayor de los Tsukishima los recibió y los invitó a pasar al comedor. Desde la entrada se podía apreciar el olor a comida. Kei apenas vio entrar a su novio se puso de pie y caminó hasta ayudarlo a quitarse la chamarra, el pecoso murmuró un "gracias Tsukki".
—Kei estaba tan impaciente, no dejaba de preguntarse cuándo llegarían —su hermano mayor hizo un comentario de lo más inocente y el menor lejos de enojarse estaba por contestar.
—¿Por qué no estaría al pendiente de mi nov…? —el menor no terminó su pregunta cuando su padre bajó las escaleras y su madre salió de la cocina. Bufó mientras veía a los adultos platicar de cosas que a él no le interesaban. Miró de reojo a su precioso novio que nuevamente volvía a tener ese color de piel tan perfecto—. ¿Quieres matar el tiempo antes de la cena? —cuestionó con una pequeña sonrisa.
—Sí, vamos —respondió con alegría, "matar el tiempo" significaba que leerían juntos algún libro de Tsukki o verían la parte de alguna película o anime de moda, de manera totalmente natural Kei lo tomó de la mano y ambos subieron hasta su habitación.
Akiteru lo observó, desde las expresiones de su hermano hasta la manera en como Tadashi parecía avergonzarse cada vez que estaban juntos, lo sospechó los primeros días que Tadashi estuvo internado, pero ahora podía verlo más claramente.
oOo
Sunao y Enzo se habían servido un aperitivo alegando frente a sus esposas que era necesario degustar el vino antes de comer el plato principal. Ambas mujeres rodaron los ojos y Reiko se ofreció a ayudar en lo que sea que hiciera falta en la cocina. Entraron en esta y escucharon a lo lejos la suave música instrumental cortesía de Akiteru.
—Después de tanto tiempo lejos de casa, apenas y recuerdo cómo cocinar de manera decente —se lamentó la mujer de cabello negro abriendo una olla y disfrutando del aroma que salía.
—Es cuestión de ponerse a practicar otra vez, es todo —animó su amiga mientras se quitaba el delantal y preparaba los platos para la cena, Reiko la ayudó—. ¿Cómo te sientes? —preguntó de manera tranquila.
Reiko lo pensó unos segundos.
—Mejor, a veces quisiera tener a Tadashi estudiando en casa y así poder asegurarme que nada malo le pasará —tragó pesado mientras le ayudaba a su amiga a servir la comida—. Pero él necesita recuperar su vida y yo voy a apoyarlo en cada decisión que tome.
La mujer de hermosos y cortos cabellos rubios sonrió, las últimas semanas había visto al matrimonio Yamaguchi tan estresado que era casi un alivio verlos tan tranquilos. Frunció el ceño recordando lo acaramelado que habían estado Kei y Tadashi las últimas semanas, tenía le leve sospecha de "eso". Pensó en comentárselo a su amiga, pero las fuertes risas de sus maridos las interrumpieron.
—Deberíamos llamar a los chicos para cenar —comentó Reiko mientras comenzaba a llevar los platos al comedor. Aiko le dio la razón ayudándola.
oOo
Había estado numerosas veces en la habitación de Kei, joder, incluso habían dormido en la misma habitación desde que tenía uso de razón, pero nada podía compararse a lo que estaba viviendo en esos momentos. Efectivamente habían "matado el tiempo" leyendo un libro sentados en la cabecera de la cama, sin embargo, cuando el rubio pasó su brazo por los hombros de Tadashi acercándolo a él, el libro perdió importancia.
Ambos se miraron a los ojos detallando con cuidado el rostro ya conocido, el brazo que rodeaba los hombros de Tadashi lo acercó más a su cuerpo y alzó la mano libre pasando la yema de sus dedos sobre las mejillas de su novio, apreciando y acariciando cada una de las preciosas pecas en su rostro.
—Tsukki… —susurró el pecoso sintiendo su rostro arder al verse víctima de tales atenciones. El rubio lo ignoró y siguió con su labor, memorizando cada uno de los pequeños puntitos que había en su rostro. Paso de su mejilla derecha, tocó el puente de la nariz hasta llegar a la otra. Yamaguchi tuvo que cerrar los ojos, el tacto de sus fríos dígitos con su rostro sonrojado era maravillosa.
—Son hermosas —dijo Kei embelesado por las pecas de su novio, se prometió memorizar correctamente la posición de cada una de ellas y memorizar cada lugar en su cuerpo que estuviera moteado.
Tadashi abrió los ojos y jadeó al verlo tan cerca de él, la punta de sus narices se rozó antes que sus labios se tocaran. Con el paso de los días habían compartido muchos besos, sin embargo, cada uno de ellos seguía sintiéndose mágico y especial. Sus labios se rozaron un poco disfrutando de la textura y sabor del otro. Kei ladeó su rostro dispuesto a profundizar el beso, pero los toques de la puerta los obligaron a separarse.
Akiteru tuvo bien en tocar la puerta, algo simplemente le dijo que lo hiciera, carraspeó un poco cuando lo único que se oía del otro lado era un reconfortante silencio.
—La cena está lista.
Tsukki miró la puerta, aburrido.
—Vamos Yamaguchi —le dijo mientras se ponía de pie y lo obligaba a hacer lo mismo, le acaricio las sonrojadas mejillas una vez más.
—Va-vamos, nos esperan para cenar —murmuró el pecoso mientras caminaba hasta la puerta, nunca le habían gustado sus pecas de niño, había incluso intentado maquillarlas. Ahora su Tsukki le decía que eran hermosas. Abrieron la puerta y sintió la vergüenza a flor de piel cuando el mayor de los Tsukishima lo miró con la ceja levantada.
¿Por qué demonios Kei tenía que ser tan guapo?
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Para cuando bajaron al comedor, la cena estaba servida. Aiko había colocado estratégicamente los platos con las guarniciones por toda la mesa para que así cada quien pudiera servirse lo que quisiera. Tras un par comentarios sobre qué estaban haciendo y una mirada sugestiva de parte de Aiko hacia los menores, comenzaron a cenar de manera tranquila. La tranquila charla sobre ningún tema en particular reino la comida en todo momento, Kei miraba de reojo el plato de su novio y cuando se aseguraba que hubiera terminado colocaba más guarnición de verduras y un poco más de arroz.
El hijo mayor miraba la situación divertido, no sabía a ciencia cierta si finalmente Kei se había declarado y él suponía esa situación dado que Tadashi había estado absorto las últimas semanas en su recuperación. Dejó su copa de vino en la mesa y carraspeó un poco antes de mirar a su madre. Aiko le pidió con los ojos que guardara la compostura, después de todo era un tema que ni siquiera había hablado con su mejor amiga, ni que decir de Enzo o Sunao.
Pero bueno, él había dejado la prudencia en su segunda copa de vino.
—Vaya Kei, últimamente cuidas mucho de Tadashi —comentó el mayor deteniendo la pequeña platica de ambos sobre como el pecoso no podía seguir comiendo, todos le prestaron atención—. Últimamente pasan demasiado tiempo juntos —comentó de buen humor.
Enzo alzó una ceja en respuesta y el padre de los rubios lo miró sin entender a dónde iba. Aiko se lamentó que en cualquier momento segundo su hijo lanzara algún comentario sarcástico o inapropiado. Reiko miró con atención cómo las mejillas de su pequeño se teñían de un suave rubor.
Tadashi estaba a punto de hablar, pero Kei lo interrumpió.
—Obviamente tenemos que pasar tiempo juntos, somos novios después de todo —su comentario tuvo varias reacciones.
Yamaguchi enrojeció poco a poco y su boca se abrió ligeramente. Akiteru lo miró incrédulo, jamás pensó que su hermano respondiera de una manera tan sincera. Reiko se sonrojo un poco al entender que todas esas veces que Kei estaba acostado con su hijo no eran simples gestos de amistad. Sunao estaba a punto de preguntar algo, cuando Enzo que había tomado un nuevo bocado de comida se atraganto con el mismo al escuchar a Tsukki.
La siguiente escena fue todos los mayores ayudando a Enzo Yamaguchi, mientras Tadashi seguía viendo embelesado a Kei. El más alto ignoró el llamado de su padre para llevar algo de agua y se volvió a concentrar en su bonito novio. Tomó un poco más de arroz y lo metió en la boca del contrario.
—Necesitas aumentar la ingesta de carbohidratos —le dio una pequeñísima sonrisa cuando lo vio tragar todo el bocado. Amaba su rostro sonrojado. Levantó la mirada, aburrido al ver como su suegro parecía querer conocer a sus ancestros.
Chasqueó la lengua cuando su madre le gritó que fuera por agua de una buena vez, bueno después de todo necesitaba la bendición de Enzo para poder casarse con Tadashi. Con ese pensamiento fue por una jarra de agua.
oOo
Yamaguchi había salido al balcón del cuarto de Tsukki a tomar algo de aire. Una vez que la cena hubo terminado y que se aseguraron que su padre recordaba cómo respirar y tragar con normalidad, el rubio lo volvió a llevar a su habitación y habían estado leyendo el mismo libro sobre constelaciones, hasta que Aiko llamó a su hijo obligándolo a dejar el cuarto, así que ahora estaba ahí con una de las sudaderas que Kei le dio para no pasar frio mientras trataba que el rojo de su rostro se bajara un poco.
Escuchó el cancel abrirse y miró a su chico entrar con dos vasitos que contenían algo dulce.
—Toma —dijo entregándole uno de los vasitos, el pecoso lo recibió feliz—. Mi madre dice que el dulce es malo en la noche, pero ella misma lo prepara —comentó sarcásticamente poniéndose al lado de su novio.
—Ella siempre ha sido genial cocinando en cuanto dulces se refiere —dijo mientras degustaba el postre que efectivamente estaba delicioso.
—Sí, lo sé —comentó feliz de ver las mejillas rojas de su novio.
Un cómodo silencio se formó entre ambos, las estrellas se posaban en lo alto brillando y compitiendo contra los faroles que iluminaban las calles, dándole a la noche un ambiente tranquilo y sereno.
Tadashi tragó pesado antes de decidirse a hablar.
—Tsukki… ¿Lo que… lo que dijiste abajo en la cena es cierto? —preguntó mientras se obligaba a verlo a los ojos y no desviar la mirada—. ¿Tú y yo estamos saliendo? —tenía el corazón en la mano, así se sentía, estaba a punto de entregarlo todo de nuevo.
Tsukishima vio con diversión el rostro de su novio y no, no porque se estuviera burlando de él o algo parecido, le parecía gracioso que después de todo lo que pasó para poder encontrarlo y tenerlo a salvo aún se cuestionara si ellos estaban saliendo, como si hubiera razón para que ambos estuvieran separados. Había pensado mucho no sólo en sus propios sentimientos sino también en los de Yamaguchi, el pecoso amaba el desastre egoísta que él era, amaba cada uno de sus defectos y Kei no podía estar más que agradecido de saber que una persona tan buena y pura era dueño de sus sentimientos.
Porque sí, aceptarse a sí mismo que gustaba de Tadashi fue como abrir una presa de agua imposible de detener, el aceptarse que quería a su pecoso como más que un amigo sólo confirmo en su corazón algo que su mente ya sabía.
Tadashi era lo más quería en esta vida.
—¿Acaso crees que voy por la vida besando a cualquiera? —cuestiono cruzándose de brazos y regresando a la típica postura que siempre mantenía.
Yamaguchi enrojeció y dejó recargado el vasito de postre en el barandal. Alzó las manos negando una y otra vez.
—Claro que no Tsukki, es que ya sabes... nos hemos besado varias veces, pero no nos hemos declarado formalmente y… yo te quiero mucho, pero quiero saber si tú… —sus palabras murieron cuando en un movimiento rápido, Tsukki lo tomó de la fina cintura y puso su mano enredándola en los cabellos negros, besando sus labios con ternura. Yamaguchi sintió el sabor dulce en los labios del rubio y detalló cómo Kei había cerrado los ojos, hizo lo mismo antes de corresponder el beso y puso sus brazos alrededor del cuello del más alto mientras se ponía de puntitas compensando la escasa diferencia de altura.
Los labios de ambos se movieron en un movimiento ya bien conocido y finalmente Tsukki pudo profundizar el beso cuando movió su cabeza a un lado. Delineó con su lengua el labio inferior haciendo que el pecoso abriera más su boca, la traviesa lengua de Tsukki recorrió la boca del otro con hambre y cuando ambos músculos se encontraron un jadeo salió de la boca del pecoso que Kei se encargó de beber. La mano que lo tomaba del cabello masajeó el cuero cabelludo antes de colocarse en la mejilla de su novio. Se separaron cuando la falta de aire se hizo presente.
La luz artificial y la natural de las estrellas le dio a Kei una visión gloriosa de su novio, Tadashi brillaba muchísimo más que cualquier estrella que hubiera visto nunca.
—Por supuesto que te quiero Tadashi, más que a nada —le dijo rozando su nariz con la contraria y dejando pequeños besitos en las mejillas—. Además, tú te declaraste primero —comentó mientras se alejaba de él, dejando ambas manos en la cintura del chico de cabello negro, para su complacencia Tadashi dejó las manos alrededor de su cuello permitiéndole un contacto más íntimo.
Los ojos de Tadashi se abrieron poco a poco.
—No puedes tomar eso como una declaración —acusó recordando bajo qué circunstancias lo había llamado, no podía ser que un suceso tan traumático y doloroso se volviera un buen recuerdo ¿o sí?
—Claro que puedo —habló con voz firme mientras lo acercaba a su cuerpo y se acercó hasta el lóbulo de su oreja—. Lo tomo como una declaración de amor —dijo en un susurro antes de depositar un sonoro beso en su mejilla.
¿De un evento tan traumático podían surgir los mejores recuerdos? En el silencio de la noche que sólo era interrumpido por los pequeños suspiros y el sonido de los besos que salían de la nueva pareja, el libro sobre constelaciones y astronomía permanecía en la cama Tadashi no lo sabía, pero el separador que había estado usando Kei era una foto de ambos cuando entraron al Karasuno como un recordatorio.
Tadashi brillaba más que cualquier estrella.
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Domingo 24 de octubre 3:45 pm
La cena con los Tsukishima terminó bastante bien. Bueno si bien se le pude llamar a lo apenados que estaban los padres de Kei y como el menor despidió con un casto beso a Yamaguchi ante la mirada incrédula de todos. Tadashi pensó que de verdad podía tirarse de un puente sólo para no tener "la charla" con sus padres. Al día siguiente se levantó bastante tarde a propósito para no tomar el desayuno con sus padres, sin embargo, para la hora de la comida era inevitable, había terminado sus deberes a tiempo. Mañana volvería a la escuela y debía decirles a sus padres no sólo su orientación sexual si no que ya tenía un novio.
Miró atentamente su plato sin ganas de comer ni un poco lo que estaba en él, de reojo miró a su madre que tenía las manos cubriendo su rostro y a su padre que tenía la mano cubriendo su boca y pequeñas lagrimitas salían de sus ojos. No pudo evitarlo más y se rio con ganas tratando de sofocar su risa con sus manos, fracasando olímpicamente.
—Lo siento, lo siento —dijo aun riendo y sosteniéndose el estómago, eso provocó que su padre se riera libremente, avergonzando aún más a su madre.
—No me lo puedo creer Reiko, ni siquiera recuerdas cómo hacer Tonjiru, maldita sea, ¿qué? ¿Se supone que vivamos a base de comida enlatada? —cuestionó mientras aleja de él la sopa que estaba cruda y que tenía un color muy extraño.
Después de unos segundos la mujer quitó las manos de su rostro.
—Sabe horrible ¿verdad? —le preguntó con pena a su hijo, Tadashi asintió aguantándose la risa—. Tengo que pedirle a Aiko que me enseñe a cocinar de nuevo —susurró con algo de gracia. Miró a los hombres de su vida con una sonrisa—. ¿Comida italiana?
—Tengo un cupón de descuento en Didi Food —su hijo levantó su celular dispuesto a comer cualquier cosa menos la sopa de su madre.
—Yo tengo una black card —agregó su marido.
Cuarenta minutos después los tres disfrutaban de una amena tarde, terminado las albóndigas a la boloñesa mientras miraran alguna película en Netflix. Enzo abrazaba a Reiko mientras que Tadashi se recargaba en el hombro de su madre. Tadashi fue el primero en terminar su plato y lo dejó en la mesa del centro antes de animarse a hablar.
—Tsukki y yo somos novios —susurró, pero basto para que sus padres lo escucharan.
—Eso nos quedó bastante claro anoche —acotó Enzo con vergüenza recordando cómo ayer estuvo a punto de ahogarse.
—Yo tenía mis sospechas, honestamente. Todo el tiempo estaban tan acaramelados —dijo sin quitar los ojos de la pantalla.
El menor estudio sus reacciones con cuidado tratando de enfocar algo que le dijera que se sentían enfados o enojados.
—¿No están molestos? —ambos lo miraron—. Es decir, yo soy… gay —terminó la oración cerrando los ojos y abriéndolos cuando sintió las suaves caricias de su madre en su rostro.
—¿Por qué estaríamos molestos? Kei-kun es un gran chico, no habrá nadie mejor para cuidar a mi fresita —le dio un besito en la frente, sus jóvenes e incrédulos ojos miraron a su padre.
Enzo se recargó mejor en su asiento, no es que estuviera mimando a su hijo o algo parecido, pero había fallado mucho siendo padre así que lo que menos se esperaba de él era que pudiera apoyar a su hijo.
—Mientras te trate bien, te cuide, te respete y te quiera lo demás no me interesa —finalizó con una sonrisa haciendo que su hijo se abalanzara sobre ellos.
Esa tarde recordó a la perfección las palabras de Nao con una sonrisa.
Tus padres no son perfectos, son humanos igual que tú y no esperan que tú seas perfecto.
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Lunes 25 de octubre 12:45 pm
Regresar a la escuela había sido menos duro de lo que pensaba, si hubo muchas miradas y había rumores extraños corriendo por todos los pasillos, sin embargo, Kei se mantuvo a su lado mirando de mala manera a quienes se atrevían a verlo demasiado tiempo o lanzaban comentarios fuera de lugar. A la hora del receso Tanaka y Noya fueron a buscarlos a ambos bajo el pretexto "celebrar con un almuerzo el regreso de Yamaguchi".
La sencilla celebración fue llevarlo hasta el gimnasio donde los demás chicos estaban sentados en un círculo comiendo su almuerzo. Todos le dieron la bienvenida y compartió con cada uno de ellos, incluidas las managers, abrazos pequeños. Sus mejillas seguían con un permanente color rosado desde el sábado y se intensificó cuando Kei lo abrazo mientras comían. Se relajó un poco al ver a Kageyama y Hinata en su usual mundo lanzándose miradas lujuriosas y poco discretas. Si nadie tenía problema con que ellos quisieran arrancarse la ropa, no debían tenerlo por un discreto abrazo ¿verdad?
Kinoshita que llevaba su mochila recordó el paquete que llevaba una vez que terminó su bento. Buscó en el interior la preciosa caja color morado con detalles amarillos.
—Yamaguchi, toma, un pariente fue al extranjero y trajo varios chocolates —obsequió entregándole la caja y regresando junto a Chikara.
—Gracias senpai —rápidamente abrió la caja, maravillándose con el olor a chocolate, sin pensarlo tomo uno y se lo llevó a la boca, cerró los ojos e incluso lamió un poco de dulce que se quedó en sus dedos. Todo ante de la atenta mirada de Kei que tragó pesado al verlo, al sentir la mirada dorada sobre él lo miró—. ¿Quieres un chocolate? —preguntó alzando la cajita a su dirección.
Tsukishima sonrió antes de bajar la cabeza y tomar sus labios con hambre, saboreando el sabor del dulce en combinación con el propio sabor de Yamaguchi, lo acercó más a su cuerpo tratando que no hubiera distancia entre ellos.
Suga, Asahi y Daichi miraban con atención primero a la pareja de la carnada y armador que parecía habían desbloqueado la habilidad de respirar sobre la boca de su pareja y después a la nueva pareja que al parecer habían descubierto la misma habilidad. Los demás se pusieron muy nerviosos al verlos y desviaban la mirada, excepto Tanaka y Noya que no desaprovecharían el momento para fotografiar a sus polluelos.
—¿Ya cotizaron la cerradura de la bodega? —le preguntó la estrella del equipo a Suga mientras desviaba el rostro algo apenado.
Sugawara sonrió con los ojos cerrados.
—Vendrán a ponerla hoy después del entrenamiento —contestó mientras se preparaba mentalmente para los gritos de Daichi.
Los gritos del capitán del equipo se escucharon hasta el pasillo principal donde el subdirector tiró su café e hizo que su peluquín se moviera producto del pequeño salto que dio.
Definitivamente no podía más con el equipo de voleibol.
¿Deberia dejar los capitulos largos? ¿Hacer capitulos mas cortos con actualizaciones mas seguido?
Dije que vamos a la mitad pero aun hay temas que quiero tomar.
-Un lemon (osea we obvio tiene que pasar)
-El partido contra Oikawa
-La conclusión de Jun y Shinsuke
No todo en ese orden claro pero si son varias cositas todavia.
Si llegaste hasta aqui gracias por leer 3
