Ghosts that we knew
An ItaHina Fanfiction
N/A: ¡Hola! Muchas gracias por seguir con este fanfic. Me siento motivada. Si pueden y quieren, podrian checar "Monstruo" y hacer saber que piensan, puesto que ha recibido una buena respuesta y aunque originalmente quería que fuera un One Shot, creo que he comenzado a pensar en un posible long fic. ¿Que opinan? Muchas gracias por sus reviews y favs.
Capítulo 8. Apocalipsis
Stephanie conocía perfectamente todos los escalones que subían hacia el departamento de Hinata y de Tora Uchiha. Los conocía porque Mercy y Tora eran los designados mejores amigos de toda la vida y ayudaba bastante que Hinata y Mercy fueran las mejores amigas la una de la otra; sin embargo, después de doblar turno durante todo el día, Stephanie arrastró sus crocs blancos hacía el elevador y se dejó engullir por este, para tener los primeros minutos de calma del día.
Estaba completamente agradecida por Hinata Uchiha. La chica era cálida, familiar y en una ciudad como Nueva York, en la que era muy sencillo sentirse sola entre tanta gente, disfrutaba pasar su tiempo con Hinata y Tora. Sólo una madre podía haber hecho lo que Hinata hizo, el encargarse de sus asuntos a los 18 años aún después de la muerte de Sasuke en Japón; Hinata se había enterado de Tora durante el funeral del padre del niño y la chica que todavía era una niña decidió cambiar su vida entera de pies a cabeza solamente para una mejor vida para ella y Tora. Stephanie le tenía un respeto enorme.
Ahora eran mejores amigas y simultáneamente, las tías de los hijos del otro. Habían resuelto estar cerca la una de la otra por el resto de su vida y hasta la fecha iban 5 navidades juntas y 5 caminatas de Halloween por Manhattan llevando a sus niños a cuestas. La americana había dejado de llorar por las noches con la amistad de Hinata y bendecía haber terminado trabajando en el mismo hospital.
Salió del elevador cuando esté abrió las puertas metálicas y se encontró con la puerta de Hinata, escuchando el lejano sonido de caricaturas detrás de ella y mirando su reloj. Pasaban de las 9:30pm así que lo que sea que estuvieran viendo, sería después de la cena y Mercy estaría ya dormida. Pasaron unos segundos en los que el ruido de la televisión fue interrumpido por pisadas delicadas, de pies descalzos para después mostrar a Hinata Hyuuga en la puerta con una sonrisa pequeña, que no llegaba a sus ojos.
-Hey…-dijo Stephanie entrando en la habitación, dejando caer su portafolio en una de las sillas cercanas a la puerta de Hinata. La chica cerró la puerta detrás de ella y se abrazó a sí misma envolviéndose en su cardigan rosa de todos los días. -¿Y los chicos?
-En mi habitación. Cayeron hace unos 10 minutos…-si bien la voz de Hinata siempre había sido calmada y casi inaudible, Stephanie frunció el ceño mientras caminaba hacia la cocina de Hinata como si fuera su propio departamento. Abrió la alacena, buscando entre las bolsas un sobre de té.
-Aquí…- dijo Hinata mostrando dos tazas de té humeante; olía como té verde. Stephanie sonrió mientras se acercaba al comedor, mirando el reloj rojo que descansaba encima de la puerta de la cocina, sabiendo que tenía apenas unos minutos antes de que su Uber llegara por ambas. Tomó una de las dos tazas de porcelana y la llevó a sus labios lentamente. -¿Cómo te fue en el trabajo hoy?
-Hmmm…- dijo Stephanie saboreando el agua y hierbas en su boca. Tenía un olor bonito, precisamente a hojas húmedas, de dulce decadencia. –Nada traumatizante, aunque eso es poco común en nuestro hospital. Una interna estropeó un catéter y nos manchó de sangre a las dos pero fuera de eso, solo quiero cortarme los pies. Yo…¿Qué sucede?
Hinata intentó, de verdad intentó sonreír con las obvias puntadas de sarcasmo con las que Stephanie enmarcaba sus palabras. La enfermera americana se veía cansada, arrastrando los pies y encorvando la espalda para poder manejar el cansancio que sentía. Hinata, por su parte, tenía las lágrimas apelmazadas en los lagrimales y su labio inferior quería comenzar a temblar en cualquier momento. Sin embargo, Hinata sonrió una sonrisa temblorosa y negó con la cabeza.
-N-nada, Steph. Estoy solamente un poco cansada…
Pero sabía perfectamente que tendría que tener un poco de ahínco para poder engañar a Stephanie. Su compañera de trabajo frunció el ceño y dio un paso hacia adelante, quedando frente a frente con su mejor amiga. Eran bastante similares en estatura, pero Stephanie se paraba un poco más alta; ambas tenían ojeras profundas por ser madres y enfermeras.
-Hinata, ¿Qué sucede?
Y estuvo a punto de decirlo; en realidad, porque sabía que si dividía su pena, esta se haría más llevadera; quería decirle que Itachi, el Itachi del cual le había hablado levemente en el pasado estaba ahí, en Nueva York y por alguna razón estaba en la escuela de los niños. Quería decirle que la paranoia la estaba matando. Pero la vio tan cansada y las palabras estaban tan metidas en su garganta que decidió hacer su mejor esfuerzo y sonreírle a su mejor y única amiga en América. Stephanie suavizó la mirada después de los segundos de silencio entre ellas dos.
-Todo está bien, Stephanie. Ha sido un día…largo.
-Largo, tú lo has dicho. – Stephanie se enfundó en el suéter nuevamente y se colgó la bolsa al hombro, lista para salir. Hinata y ella caminaron sobre carpeta y sobre pisos de madera también hasta llegar a la habitación de Hinata (y de Tora, realmente). El par de niños estaban acurrucados debajo del edredón blanco con motas negras, los zapatos de ambos descansando al final de la misma cama. Estaban dormidos de rodillas encogidas, como un par de animalitos que buscaban refugio de la lluvia; era enternecedor saberlos dormidos entre los inciensos de la tarde acurrucados como una camada de cachorritos. Stephanie sonrió ante la oscuridad mediada de la habitación y se acercó con cautela para no despertarlos, agachándose sobre la cama y tomando a Mercy entre sus brazos.
La niña apenas y se percató de que eran los brazos de su madre que la acurrucaban contra su pecho. Hinata dio un vistazo a Tora, que se remolinó en la cama como sintiendo la ausencia de su amiga pero no tuvo el ánimo de despertarse. Encaminó a Stephanie durante el recorrido de su casa hacia el pasillo, observando como Mercy era cubierta con su pequeña frazada de patitos. La puerta se abrió dejando entrar apenas una pequeña corriente de aire frio que hizo que Stephanie abrazara a Mercy un poco más fuerte.
-Descanso mañana, pero te veré el miércoles para el turno de la mañana. Podemos comer en mi casa.
Hinata asintió, todavía un poco ausente. -¿Tu Uber?
La joven madre miró su reloj y frunció el ceño un poco. –Debe estar abajo. Nos vemos…me salvaste
Stephanie iba caminando hacia el elevador a pasos agigantados hasta que las puertas de metal se abrieron lentamente y entraron una cansada Stephanie y una dormida Mercy que no se enteraría de nada hasta mañana por la mañana. Hinata cerró la puerta detrás de ella y observó como la casa una vez más se había sumergido en un apacible silencio y una danza de luces y humo de incienso. Tomó su taza de té en ambas manos y aprovechando la soledad y la calma, pensando en la seguridad de la noche y se sentó con delicadeza en el sofá, revisando los estudios médicos de los pacientes a los que atendía. Tuvo una buena media hora en la que ni Tora se despertó ni nada más importante surgió.
Incluso fantaseó con solamente tomar sus medicinas e ir a acurrucarse con Tora, dormir la noche entera e incluso llegó tan lejos como hasta llegar a la puerta de su habitación y quitarse el cárdigan cuando sonó su teléfono celular. Frunció el ceño observando el reloj de su habitación; las 11:26pm mirándola de regreso; camino con rapidez hacia la sala donde el móvil estaba cargándose y su estómago se revolvió de ansiedad al reconocer el timbre de contacto y ver el nombre de Stephanie en la pantalla.
Tomó aire, inflando un poco las mejillas y atendiendo la llamada, mientras el pequeño cuadro de patio que compartía con sus vecinos se iba quedando a oscuras. Pudo escuchar la respiración de Stephanie un tanto agitada así como el ruido blanco de algún show de cocina que la enfermera solo tenía tiempo de ver muy tarde por la noche.
-¿Stephanie? – preguntó Hinata, sintiendo como su garganta se cerraba de ansiedad. Del otro lado de la línea, su compañera de trabajo no fue perezosa en responder.
-¿Sabías que los niños tienen un nuevo maestro?
Hinata frunció el ceño. Un nuevo maestro. Creer en la posibilidad era infantil pero…
-Mercy me lo ha dicho. Su maestro se llama Itachi Uchiha.
La chica japonesa tuvo que sentarse en el filo de su cama, importándole poco si despertaba a su pequeño hijo o no. Más que decidir que necesitaba sentarse, sus piernas comenzaron a flaquear y temblar hasta que no le quedó más opción que sentarse de repente, desganada, con el corazón latiéndole en la garganta.
En Konoha, durante la cena en casa de Temari y Shikamaru, las cosas no estaban ciertamente mejor; al menos no para Neji y su prometida, así como para Shino y Kiba que terminaron su estofado de res y sus brochetas con una saciedad poco confortante, las nuevas noticias que Kankuro había arrojado a la mesa durante el inicio de la cena dejándoles un mal sabor de boca.
Shino y Neji no tuvieron problema alguno con mantener un rostro estoico ante la pequeña conversación dirigida al Uchiha que solamente duró unos segundos, dejando detrás de ella una bruma grisácea imperceptible. El grupo entero se había prometido los unos a los otros que guardarían el secreto hasta que Hinata quisiera o hasta la muerte, lo que sea que sucediera primero. La sobremesa fue incomoda por decir lo mínimo, hubo momentos en los que TenTen casi derriba la jarra con agua cuando se la pedían y Kiba estuvo por atragantarse con un nigiri de salmón una vergonzosa cantidad de veces.
Cuando los platos se fueron vaciando y los asientos volvían a quedar vacíos, Neji decidió que su labor de comerse la cabeza el mismo no era nada noble y que debía estar a solas con su prometida y los dos amigos de su hermana; con aquellos que sabían el secreto. Mientras Kiba hacía su mejor esfuerzo por llevar una conversación civilizada con Matsuri, conversación en la cual Shino hacia los mismos comentarios que una lámpara de escritorio, TenTen ayudaba a Haruno y a Yamanaka en la cocina.
Neji atravesó el pequeño departamento tipo estudio, con amplias y blancas paredes que lo hacían ver más grande de lo que en realidad era y se adentró en la cocina. Las chicas no perdían oportunidad de mirar el anillo de TenTen como hurracas verdes de envidia bien intencionada; era Ino la que particularmente babeaba sobre la pieza de joyería y hacía que TenTen se sonrojara y que Sai desapareciera de la habitación, en esta ocasión no era diferente, las tres bebiendo lo que parecía ser té de jazmín mientras observaban el anillo cuadrado de TenTen.
El Hyuuga no lo entendía y a veces creía que TenTen tampoco. Obviamente sus amigos estaban contentos con su unión formal ante los Dioses y la sociedad, pero todo aquello era un gasto innecesario a los ojos de la chica china que le había dado el "sí"; a Neji no le parecía importar un comino el dinero, de ahí el anillo costoso, la boda espléndida, las ceremonias excesivas. TenTen tenía un vuelo agendado en un par de meses para ir a París junto con Ino y Hanabi para probarse un vestido de novia; en realidad no era problema alguno; sin embargo sabía que para TenTen sería suficiente una cena muy similar a esta que acababan de presenciar, intercambiar palabras amables y darse un discreto beso frente a sus familias. Eran estos pequeños motivos que dejaban ver su sencillez los cuales hacían que Neji estuviera seguro de sus cavilaciones: TenTen se merecía el mundo.
Las chicas hablaban de cortes sirena y escote corazón cuando Neji se acercó, el sutil olor de su colonia anunciándolo antes de que sus amigas lo vieran. Ino le sonrió con una coquetería que sabía que no significaba nada y Sakura le dedico una sonrisa amistosa antes de dar un par de pasos hacia atrás para darle espacio a Neji de que se acercara con su prometida.
Pudo notar que TenTen estaba nerviosa porque saltó un poco en su lugar cuando Neji tomó su codo de manera delicada, avisándole que estaba ahí. La morena volteó a verlo con una sonrisa temblorosa y Neji asintió una sola vez, como un pequeño lenguaje que habían desarrollado en todo este tiempo junto; TenTen sonrió nuevamente y miró a las chicas.
-Es hora de que nos vayamos…-comenzó. – Pero… Sakura, te veré mañana para nuestro partido de tenis.
-Sí…-dijo la chica de pelo rosa. – Podemos tomar té con Ino después, ¿cierto, Ino-cerda?
-¡Claro que sí! –dijo Ino efusivamente antes de bajar sus parpados y mirar a Neji. – O podemos tomar un par de tragos; Hyuuga-San puede ser el chofer designado ¿cierto, Neji?
TenTen sonrió cubriéndose los labios con la mano un par de segundos antes de mirar a Neji, cuya broma había relajada un poco. Neji sonrió de lado mirando a Ino y después a TenTen.
-Si TenTen así lo desea, así será. Señoritas…- dijo Neji antes de que TenTen se despidiera de todos con la mano, siguiendo a Neji y tomando su mano unos pasos más adelante. En su camino hacia la salida, fue Shino quien captó el movimiento y se levantó rápida pero robóticamente de su asiento, interrumpiendo la conversación de Kiba y Matsuri.
-Kiba…es hora de irnos.- Fue lo único que dijo antes de despedirse generalmente de sus amigos con un saludo de mano, tomando su abrigo de detrás de la puerta y prometiéndole a Shikamaru una nueva partida pronto. Kiba terminó rápidamente el ron de su vaso y lo depositó vacío en manos de Matsuri quien le sonrió incómodamente.
-¡Los veo después!- dijo Kiba saliendo a grandes pisotadas detrás de Shino y el Hyuuga junto con su prometida. Ino frunció el ceño, observando como la asistencia había mermado pero contenta de que Temari regresara a la cocina con copas de vino y una botella a punto de ser destapada.
Naruto cruzó la habitación hasta llegar a la cocina, donde Sakura se encargaba de abrir la nueva botella de vino. Se acercó a su novia con una sonrisa mediada en los labios y con delicadeza retiró la botella de sus manos para abrirla el mismo, la pelirrosa lo miró con una sonrisa mientras Naruto abría la botella. Sakura se recargó en su hombro con una sonrisa contenta en su rostro. Finalmente, tenía su historia de amor, su propia historia de amor en la que era un protagonista, era amada y pertenecía a alguien y aquello era algo a lo que podía acostumbrarse.
-¿No les pareció extraño Kiba? –preguntó Temari tomando una cerveza helada de la nevera. Sakura frunció el ceño pensando en retrospectiva pero negó con la cabeza. Kankuro llegó detrás de su hermana, tomando una papa frita que descansaba en el bowl enfrente de ella y la mastico.
-Nah…- dijo el hermano mayor. – Tanto perro debió de haberle atrofiado la cabeza.
Afuera y caminando por el pasillo, Shino sentía interiormente que se lanzaba a una misión a la luna; caminaba por el angosto camino sintiéndose en cámara lenta con un nervioso Kiba detrás de él; dando ya vuelta al pasillo podía observar la espalda de un Neji Hyuuga que caminaba erguido de la mano de TenTen. La pareja salió del edificio de Temari y de Shikamaru tal vez caminando un poco más lento a propósito, tal vez para darles espacio a los chicos de alcanzarlos y poder hablar de todo lo que había sucedido.
La mente de Neji estaba en blanco, como queriendo pelear una batalla de ajedrez y tener toda intención de ganarla; intentaba con todas las ganas del mundo poder acompasar su respiración pero la hora y media que tuvo que fingir calma después del comentario de Kankuro por fin estaba haciendo estragos en su respiración. La noticia de que Itachi estuviera fuera de Japón y en Nueva York, en la misma ciudad de Hinata era enervante, como una marejada de problemas que se avecinaban para Tora y su hermana, y por consecuencia, para todos aquellos enterados de la existencia del niño.
Miró a su lado izquierdo disimuladamente, para ver la respingada nariz de su prometida. Conocía a TenTen desde hace bastante tiempo, casi desde que eran insípidos pre-pubertos, con la diferencia de edades, la gente en el mundo, el destino, era un milagro que incluso se hubieran conocido. Su prometida caminaba levemente encorvada hacia el frente y tenía los ojos un tanto desorbitados; Neji la conocía a la perfección y sabía que estaba maquinando toda la información que podía, intentando dar una solución. El auto blanco de Neji los esperaba a final de la calle y el Hyuuga no pudo evitar mirar sobre su hombro para confirmar que Shino y Kiba los seguían.
Neji tomó un cigarrillo de la cigarrera bañada en oro que Hiashi le había regalado cuando se graduó de leyes y sacó un delgado cigarrillo que posicionó en sus labios para ser encendido con una mano que quería pero no debía temblar. Tenía entendido que Hinata se había ido de Japón para tener al niño sin alguna represalia importante; ocultándolo como si fuera algo de lo cual avergonzarse. Si Hinata tenía tan mala suerte de encontrarse con Itachi Uchiha entre millones y millones de personas, aquello no se vería precisamente bien y poco haría por el sueño libre de drama de su prima menor.
TenTen lo miraba fumar detrás de la cortina de humo que salía de sus labios, nunca lo diría en voz alta, porque dentro de si misma se preocupaba por la salud de su prometido, pero Neji se veía extraordinariamente guapo. El heredero Hyuuga se jactaba de ser un joven correcto y profesional, pero TenTen podía permitirse verlo fumar y ser un arquetipo de chico malo, al menos unos segundos antes de que Shino y Kiba los alcanzaran, este último con las manos en los bolsillos de los jeans.
Se miraron los cuatro, sintiéndose cercanos unos a otros a costa del secreto que todos guardaban. Shino parecía no inmutarse como suele sucederle a Shino, postrando sobre su rostro un velo de indiferencia y profunda relajación, pero Kiba lo conocía como la pata de Akamaru y veía una pequeña arruga en su ceño. Se reunieron debajo de una de las farolas de la calle mientras Neji Hyuuga devoraba prácticamente un cigarrillo de sus labios. TenTen se recargó en su hombro en espera de Kiba, quien todavía se sentía mareado desde la cena.
El primero en hablar fue Kiba, por supuesto, metiendo las manos inquietas en los bolsillos de su chamarra llenando el silencio con el sonido característico de esa tela que se exprime. El chico lamió sus labios y la resequedad para después mirar cautelosamente por encima de su hombro como si Shikamaru y Naruto pudieran tener tan buen oído.
-¿Es momento para perder la cabeza? ¡Porque estoy a punto de perder la cabeza! – hablaba a susurros subidos de tono, rápidamente.
-Kiba-kun…-murmuró TenTen.
Neji inhaló por el cigarrillo, encendiendo la cereza en la oscuridad de la calle. Sopló en dirección contraria a TenTen y enredó el cigarrillo en su dedo índice y dedo corazón, mirando a los amigos de su hermana en la oscuridad.
-América es un lugar muy grande, Nueva York es un estado muy grande, Manhattan es un distrito enorme, no creo que esté en nuestro juicio el preocuparnos por un encuentro.
-Hinata debería de saber…- dijo TenTen hablando por primera vez en toda la estadía afuera del departamento. Parecía una buena idea contarlo, darle una advertencia, haciéndolo como una muestra de misericordia que pasaba a través de la distancia hacia su amiga.
-¿Con qué motivo, TenTen? Si alertamos a Hinata empeoraremos las cosas con su ansiedad. Neji tiene razón…Manhattan es enorme y las probabilidades de encontrarse el uno con el otro son mínimas. En especial porque para todo mundo, Uchihas incluidos, Hinata está en Essex. – Neji apreciaba cuando Shino daba su punto de vista, porque era objetivo y decía solamente lo necesario. En ese momento también tenía razón; Neji y Hinata no estaban en buenos términos realmente, pero aun así el Hyuuga haría lo que fuera para que Hinata llevara una vida más fácil en los Estados Unidos.
El grupo de amigos sabía lo destrozados que Hinata tenía los nervios de punta desde que Tora había nacido y por eso respetaban el ridículamente enorme espacio que decidió tomar entre ellos. Avisarle de la posibilidad de que Itachi Uchiha, el tío sanguíneo del niño, estuviera en el mismo distrito que ellos probablemente le causaría un ataque al corazón.
-Shino tiene razón…-dijo Neji finalmente. Sabía dentro de sí que tanto Kiba como TenTen estaban en demasiado shock y demasiado ansiosos como para dar una orden. –Debemos mantenerlo un secreto, actuar normal. Probablemente nos estemos adelantando a los hechos.
Aquello solo recibió la respuesta de Shino que asintió una sola vez firmemente con la cabeza; Kiba suspiró un nervioso aliento y TenTen simplemente se recargó en el hombro de su prometido, muy a pesar de que el olor a humo de cigarro no fue su favorito.
-Suena bien. –Dijo Shino buscando en su bolsillo las llaves de su auto. Un beetle verde que era demasiado pequeño para él y para Kiba pero que hacía su trabajo. –Hyuuga, TenTen, que pasen buena noche. – Dio un par de pasos en dirección al auto estacionado antes de darse cuenta de que Kiba seguía como congelado en el tiempo. –Kiba…
-Uh…- despertó repentinamente el chico. –Sí. Nos vemos, chicos… - el chico de tatuajes en las mejillas caminó pasando entre sus dos amigos, siguiendo a su compañero de vivienda. Nuevamente, como en el inicio de los tiempos, quedaban Neji y TenTen. La chica observó como Kiba y Shino entraban en el auto de este último y se iban en dirección contraria a la que ella y Neji tomarían.
Su prometido chupó el cigarrillo, teniendo todavía bastante tabaco que quemar pero sintiéndose asqueado después de un par de segundos con el humo en la boca. El Hyuuga tomó el cigarrillo y lo aplastó contra el suelo, sofocándose contra la suela de su zapato. El chico miró a TenTen quien le dedicó una sonrisa un tanto infantil, traviesa, mientras tomaba su mano. Eran un equipo. Era lo único que pedía el Hyuuga en realidad, y lo supo en ese momento, con la certeza de saber que moriría algún día, que nada en realidad terriblemente malo podía pasar si TenTen lo tomaba de la mano.
En Nueva York otro cigarrillo era aplastado por la suela del tenis deportivo de Itachi Uchiha. Se había cambiado de atuendo, en esperanza de que una sesión de ejercicio pudiera librarlo del fantasma de las navidades pasadas que representaba Hinata Hyuuga y Tora Uchiha, pero la motivación para ejercitarse había salido con rapidez por la ventana, a diferencia del humo que se movía lenta y taciturnamente fuera mezclándose con el aire puro. La ironía era tortuosa, pero sublime.
Había consumido casi la mayoría de los prohibidísimos cigarrillos que se había prometido guardar para el Armagedón, el fin del mundo, la venida de Cristo, el maldito apocalipsis y mucho temían que todo esto se asemejaba aterradoramente a ese tipo de eventos. Inhaló el humo por medio de su boca y lo soltó lentamente, sintiendo como una presencia no palpable lo abandonaba. Era lunes, sus dedos olían a cigarro y había visto nuevamente a Hinata después de cinco años de creerla desaparecida, incluso muerta; y aunque parecía imposible, a veces olvidaba que ahora y para siempre, al menos por 13 años más, Hinata y Tora eran un paquete de dos.
Las dudas nublaban su cabeza decididamente y lo consumían de la misma toxica manera en la que el consumía los cigarrillos destinados para la fecha del fin del mundo. ¿Sabía Sasuke del niño? Si así fue, ¿por qué no le dijo nada? ¿Estaba realmente tan ocupado en su vida dramática, en cosas tan banales como la universidad, una ruptura amorosa, un enamoramiento que no debía ser? ¿Por qué huyó? ¿Por qué nadie sabía la verdad en casa?
Sus dedos picaban de querer llamar a Shisui; de escuchar una voz amigable, una que no le hablara con dudas. ¿Cómo había Hinata costeado una vida fugitiva en una de las ciudades más costosas de América? En el record de Tora se mostraba el empleo de Hinata en un hospital ¿cómo había estudiado con un recién nacido? ¿Cómo podía existir una criatura como Hinata Hyuuga, apestosa a saliva, inocencia, a un polvo dorado de Dioses? Y mientras Itachi pensaba esto se recordaba a sí mismo que no era Hinata Hyuuga, sino Hinata Uchiha.
¿Conocería Tora el nombre de su abuela? ¿Los ojos de su padre? ¿La línea que su abuelo tenía por boca? Itachi deslizó una mano por su cabello, encontrándolo liso y todavía sedoso de la ducha de la mañana. ¿Qué bien le hacía al mundo tragándose toda la información incompleta de Hinata y bebiendo el veneno egoístamente? Nada, decidió. Itachi sabía que no hacía ningún bien cavilando en los por qué y los cómos, pero tampoco hacía un mal.
Si se bebía el veneno solo, no quedaba nada para nadie más; e Itachi era así; un mártir poético que era hermoso pero poco práctico, que había venido a Nueva York en contra de toda esperanza para poder tener una vida tranquila y la misma vida se había encargado de patearle los dientes, pero había comenzado a frustrarse con la fiesta de lástima en la que él era el único invitado; era una sensación de mezcla entre el deseo para comunicar y el deseo por esconder. Miró con decidía su portafolio, arrumbado en una de las esquinas de la mesa y con pies de plomo pesado se levantó para caminar hacía el.
Lo abrió con parsimonia deslizando el cierre y sacando una sola carpeta beige, delgada, con algunas hojas de actitud obligatoria para la escuela y el nombre de Tora en la lengüeta. Abrirlo y observarlo ahí, imposiblemente pequeño con los ojos de luna de su madre y el rostro de sabelotodo de su padre, parecía una pintura hermosa y refinada. El niño tenía ángel.
Y su madre tenía un número telefónico, como todos los tutores tenían uno. ¿Era abuso de poder? ¿Qué relación tenía el poder con el destino? Marcó los números con lentitud, queriendo al menos tener el número correcto, pero toda la acción no se sintió real hasta que recargó el teléfono en su oído y comenzó a escuchar el tono de llamada. Fue realmente cuando su corazón se detuvo, escuchando una voz del otro lado del auricular.
-¿H-Hola? – tartamudeó Hinata, como sudando infancia. La familiaridad hizo pensar al hombre que tal vez estaba esperando la llamada de alguien más. Itachi tragó saliva gordo y cerró los ojos, frunciendo el ceño, siendo este el único gesto de tumulto que se permitiría; incluso olvidó como hablar por unos segundos pero sabía que cortar el problema de raíz era el camino a seguir si quería al menos vivir tranquilo.
-Hyuuga Hinata…- dijo Itachi observando como el cigarrillo se consumía.
-¿Sí?-preguntó Hinata al otro lado.
-Soy Itachi. Itachi Uchiha. – Se corrigió a sí mismo, como si temiera que Hinata olvidara por completo quien era. – Tenemos que hablar.
