Kakashi hace un esfuerzo por no suspirar, pero le resulta inevitable. Sus ojos se sienten pesados y su cabeza parece estar desarrollando un fuerte dolor de cabeza.
Estaba cansado.
Bastante, si podía ser honesto consigo mismo.
Lo peor era que no sabía en realidad de qué exactamente. Quizás estaba cansado de que todo el mundo le recordara a Obito, de que le mencionaran que su decisión fue mala y arriesgada, de que siempre le preguntaran si él estaba bien con Iruka, de que si realmente era feliz ahora.
Estaba cansado de todo eso.
Y es que, a nadie le tenía por qué importar. No es como que no tuvieran el derecho de preguntar, pero aun así, en ocasiones, cruzaban una línea que ni él mismo había cruzado con su ahora esposo. Ese tema en específico, que él ni siquiera quería pensar con profundidad.
Porque se sentía bien. Se sentía muy bien en ese momento de su vida.
Y si comenzaba a sobre pensar las cosas, seguramente encontraría algo con lo que no lo estaría. Siempre iba a ser así y las personas no lo entenderían. Si alguien se sienta a pensar en las cosas que ha hecho, siempre encontrará algo de lo que se arrepentirá. Sin excepción.
Y él no quería amargarse así, no ahora.
No cuando se sentía en paz por primera vez en su vida.
Kakashi observa la lápida frente a él, con el nombre de Obito Uchiha grabado en letras finas y hermosas.
Vuelve a suspirar.
Quizás si ignoraba esa sensación de asco en su estómago podría realmente convencerse de que sí, estaba en paz.
Y es que no podía negar que, cuando era imposible detener sus recuerdos porque estos estaban grabados en cada calle de Konoha, él se sentía mal.
Culpable, más bien.
Porque Obito no estaba y él había fingido que no existía por mucho tiempo.
Sí, algunas veces, Kakashi sí se cuestionaba y se sentía triste. Pero era una tristeza que más bien era nostálgica, había recuerdos felices pero la sensación lo agobiaba. No era como si aquello le detuviera el día, tampoco; pero sí lo hacía detenerse un segundo en su rutina y, tal como llegaba, se iba.
El Hatake no tenía ni por qué esforzarse en ignorar su vida pasada, porque esta pocas veces regresaba a él. No era una vida que ahora se sintiera tangible y, más bien, lucía como si hubiese sucedido hacía demasiado tiempo. Una vida de diferencia.
Y sólo habían pasado tres años desde que había decidido dejar a Obito.
Un año desde que había comenzado a visitar la tumba de Obito.
Seis meses le había tomado realmente darse a la idea de que debía visitarlo.
No lo hacía seguido, tampoco. Sólo cuando la culpa se adueñaba de él y necesitaba dejarla salir de alguna manera.
No quería hablar de eso con Iruka porque sentía que no era justo para él tener que escucharlo hablar de su ex. De cómo sí, en algún momento creyó ser feliz con él y en cómo en ciertos momentos era inevitable no recordarlo con una sonrisa y una calidez que lo abrazaba suavemente por dentro. Era una sensación tibia que no le generaba disconformidad y que podía durar hasta horas en su cuerpo.
Quizás era el enorme aprecio que le tenía.
Quizás era la forma de saber que su relación con Obito no había sido mala y que no se arrepentía en lo más mínimo de haber estado con él.
De nuevo: no hablaba con Iruka sobre nada relacionado a Obito porque, en su momento, cuando toda la aldea terminó por enterarse de su muerte, su esposo había pasado por un mal rato.
Había entrado en una crisis porque él, al igual que todo el mundo, sabía sobre lo mucho que Obito lo amaba y el largo tiempo que ellos habían estado juntos. Se sintió realmente mal por creer que había sido en parte su culpa por haber comenzado a salir con Kakashi y, durante días, su relación se había sentido incómoda.
Y el peli plata odió eso; le provocó inseguridad y decidió que jamás hablaría del Uchiha porque no quería generar alguna grieta en lo que estaba perfectamente construido con Iruka.
Admitía que él también se sintió destrozado, ¿cómo no? Era Obito. Quién fue su primer novio y la persona con la que compartió quince largos años de su vida. Kakashi lloró mucho cuando se enteró y temió que aquello le hiciera recaer en ese abismo oscuro en el que se sintió por mucho tiempo cuando sí, estaba con Obito.
Kakashi había terminado con el pelinegro precisamente por eso: a pesar de que él quería engañarse a sí mismo, él no era feliz con Obito. Había algo en su relación que no estaba del todo bien y que siempre le hacía sentir amargura en la boca del estómago. Nunca logró discernir realmente desde cuándo había comenzado a sentirse así con él, pero concluyó que quizás, fue desde el inicio.
Durante meses estuvo pensando en el cómo se sentía realmente estando con el Uchiha y supo, cuando en esos tiempos de incertidumbre se acercó demás a Iruka, por fin, entender que su relación no funcionaba porque no había nada realmente profundo que lo ligara a permanecer.
Tiempo, quizás.
Y por eso se había forzado por años a seguir a su lado. Cada día pesando más que el otro porque no quería echar por la borda todos esos años de su vida. No quería sentir que desperdició su vida estando con alguien que no valía la pena cuando fácilmente pudo haber intentado salir con más gente que podrían haberlo hecho sentir mucho más de lo que lo hizo estando con Obito.
Por eso no quiere pensar en nada ahora. No iba a recordar los verdaderos momentos con Obito a menos que estos llegaran a su mente de forma automática, sin que él pudiera evitarlo; y mucho menos se sentaría a analizar las decisiones de su vida nuevamente porque ya lo había hecho en su tiempo y hacerlo ahora sólo traería dudas a su vida romántica que él no quería volver a revivir.
Se preguntaba si, de hacerlo, comenzaría a sentirse igual que como se sintió con Obito.
No, no lo haría.
Kakashi decidió ignorar ese pensamiento, porque él estaba bien ahora. No iba a sobre pensar su relación esta vez porque no había por qué hacerlo.
Estaba convencido.
Él era feliz.
Sí, lo era.
¿Entonces por qué lo repetía?
—Tsk —chasquea la lengua, de nuevo evitando el pensamiento.
Obito siempre generando malos sentimientos incluso si no estaba allí. Kakashi no pudo evitar la pulsada de horror que lo recorrió al darse cuenta de que estaba, de nuevo, sintiéndose culpable por no considerar el hecho de que él no lo hacía a propósito. Obito no se había suicidado sólo para hacerlo sentir mal y arruinarle su relación.
Porque Obito no era así, y él lo sabía. Pero era inevitable llegar a sentirse así en ocasiones.
¿Obito no pensó en las consecuencias de sus actos?
Mierda, la pregunta también podía ser dirigida a él. Lo sabía.
Quizás debió haber hablado más con Obito en su momento para ayudarlo a tolerar su separación.
Porque, por más que Kakashi no lo amara (se convenció a sí mismo de que no lo amaba), eso no significaba que Obito tampoco lo hiciera. Sí, el peli plata no pensó mucho en eso entonces, porque estaba concentrado en los nuevos e intensos sentimientos que creyó jamás había experimentado antes porque estos eran flameantes a comparación con lo que había estado sintiendo desde hacía años al lado de Obito.
Sin embargo, muy dentro de sí, su consciencia gritaba que no, eso no era cierto.
Él sí se llegó a sentir así con Obito.
Al principio, su amor fue brusco, intenso, lleno de tanta pasión y fuego que resultó ser corrosivo. Kakashi se lo negaba siempre, porque no quería tener ni el más mínimo pensamiento de que como muchos a su alrededor decían, había tomado la decisión equivocada.
La cual, no había tomado. Se repite en su mente.
Sin embargo, su amor– no, esa flama intensa se extinguió con rapidez. Dejando un amor tan completamente distinto al amor que hacía a Kakashi sentirse vivo, que lo sintió insípido y monótono.
El peli plata, aunque no se lo admitiera a sí mismo, siempre necesitó adrenalina y emociones fuertes para poder sentir que lo que vivía valía la pena. Desde pequeño, lo que siempre estaba presente en su vida, era el dolor y la tristeza.
La depresión de Kakashi fue lo que rigió su vida desde siempre y por eso buscaba con tanto ahínco algo qué sentir. Y Obito no pudo mantener esa llama intacta, la dejó apagarse, la dejó extinguirse y congelarse.
Dejó que su amor se apaciguara tanto como para confundir a Kakashi de que, simplemente, su enamoramiento había desaparecido.
Kakashi se negaba a creer que el amor se asentaba con el tiempo y siempre, sin excepción, iba a dejar de ser lo que al inicio era.
No, el amor no desaparecía, sólo se transformaba en algo más sólido.
Pero él no pudo entender eso en su momento y, es más, seguía sin entenderlo.
Porque para él, un sentimiento debía ser fuerte y palpable para poder decir que estaba allí.
Kakashi niega con la cabeza, casi alarmado por esa realización y se permite quitarse la máscara cuando de repente siente que se está asfixiando.
Con Iruka él no sentiría eso, se intentó convencer. Deshaciendo las dudas que comenzaban a surgir en su mente ahora. Aquello no podía pasarle de nuevo con Iruka. A pesar de que ya estaba comenzado a sentirlo.
No, miento, nada está cambiando entre nosotros. Sólo es la reminiscencia de mi vida con Obito, asintió con la cabeza.
Ahí estaba la prueba a lo que se refería hacía unos minutos: si alguien sobre pensaba las cosas, terminaría encontrando algo que le generaría insatisfacción.
Vuelve a suspirar, decidiendo que lo mejor era continuar con su vida y relee el nombre de su ex en la lápida.
—A pesar de todo, Obito. No me arrepentiré de haberte dejado. Lo prometo.
Si aquello iba a ser otra promesa vacía, él no lo sabía. Pero dentro de sí, la sintió sincera.
Dio dos pasos hacia atrás, dispuesto a irse, pero se detuvo un segundo, sintiendo como si fuera a llorar. Algo no se sentía bien ahora y el ambiente le robaba el aliento y le hacía perder su mirada en un punto inespecífico de la lápida.
¿De nuevo era culpa?
Kakashi quiere creer que sí.
—¿Sabes? —el peli plata decide volver a acercarse y esta vez, se acuclilla para quedar justo de frente al nombre del Uchiha—. No puedo creer que luego de que mi padre se suicidara, tú también lo hicieras. Si me amabas, ¿por qué hacerme esto? —niega con la cabeza, no está realmente sintiendo las palabras que decía, pero por algún motivo se estaba forzando a decirlas—. Pudiste haber salido adelante, pero… ¿por qué te estancaste?, ¿qué te pasó. Obito? Eras quien siempre me insistía en no quedarme en el pasado y tú sólo… —el peli plata se da cuenta de que está llorando y se sorprende a sí mismo. Se había dicho antes que ya no tenía por qué llorarle a alguien que también había decidido irse para siempre—. Tú sólo… —solloza, ahora siendo incapaz de controlar lo que en verdad estaba sintiendo y no lo que quería convencerse—. ¿Por qué tu existencia debió depender de mí? ¡No es justo! No es justo como ahora tengo preguntas que quiero hacerte y no podré obtener sus respuestas. No es justo esto, Obito.
Kakashi decidió que lo mejor era irse. No quería pensar en la amargura que le estaba generando ese lugar y supo que lo mejor sería, de nuevo, ignorar que no estaba sintiéndose bien.
Porque él no quería sentirse así.
Él estaba intentando luchar por su felicidad ahora, y Obito no podía arrebatársela.
No podía provocarle esta clase de sentimientos cuando él ya se había convencido de que no lo amaba, de que ahora la única persona de su vida era Iruka.
Se aclara la garganta, dispersando su nudo y comenzando a caminar fuera del cementerio Uchiha. Debía volver a casa o su esposo le preguntaría en dónde había estado todo el día de su cumpleaños cuando ellos ya habían planeado algo.
Debía regresar a la rutina que lo hacía sentir seguro.
Y evitó pensar en la realidad que lo rodeaba.
Evitó pensarlo porque, al final, Kakashi dejó a Obito y buscó a alguien más esperando deshacerse de esa pesadez que cargaba en su pecho, sin darse cuenta de que el problema no era su relación, sino él.
Sí, mejor no pensar en nada y recordarse que ahora era feliz.
No, que debía ser feliz.
Porque ya no tenía de otra.
Ya no podía darse el lujo de arrepentirse.
Y no lo haría.
