«No somos las mismas personas que el año pasado, tampoco lo son aquellos a los que amamos. Es extraordinario que, cambiando, podamos seguir amando a alguien que también cambió» William Somerset Maugham
—¿Qué encontraste? —Taichi prácticamente salta de la bicicleta y se abalanza sobre Kōshirō, dejando que esta caiga al piso.
—Creo que puedo encontrar a Kari con su digivice.
—Pero ¿cómo? Si lo tengo yo.
—Bueno, solo es una suposición, pero...
—¡TAAAI! —exclama alguien desde lejos. Es Jō, que se acerca pedaleando con esfuerzo. —¿Por qué saliste disparado? ¿No sabes lo peligroso que es andar a esa velocidad por la calle? ¡Un auto podría haberte atropellado!
—Como te decía: solo es una suposición, pero necesito que me prestes el D-3.
—¿Y por qué con el mío no ha funcionado?
—Porque estás aquí.
—¡Oigan, no me ignoren! —exclama molesto y con el rostro rojo por la carrera, depositando con cuidado su bicicleta junto a un árbol. Le coloca luego la cadena con el candado y finalmente se acerca a los otros tres, que están compenetrados con lo que ocurre en la pantalla de la laptop de Izzy. —¿Has descubierto algo? —Se ajusta las gafas sobre el puente de la nariz para poder ver mejor.
—Guarda silencio —murmura Cody llevándose un dedo a los labios.
Jō pone cara de pocos amigos, pero obedece y lee lo que va apareciendo en el aparato, aunque no comprende mucho.
—Bien, dame el dispositivo —Izzy estira la mano en dirección a Tai. Este extrae el aparato de la mochila y lo contempla durante un segundo. —Esta puede ser nuestra única oportunidad de probarlo. Si tengo razón...
—Y la tendrás —le asegura Yagami, depositando el D-3 en la mano de su amigo.
El pelirrojo asiente, aferra el dispositivo y le enchufa un cable que está conectado desde el otro lado a la computadora.
Un nuevo recuadro con palabras en inglés aparece ante sus ojos. La pantalla del digivice bicolor se enciende.
—Llama a los demás.
• • •
Más o menos diez minutos después, nueve de los diez convocados están nuevamente reunidos en el punto donde se separaron una hora antes.
—¿Dónde está Davis? —pregunta Yolei cuando ve que T-K se acerca solo.
Takeru se la queda mirando inexpresivo. No tiene ganas de hablar sobre la pequeña pelea.
—Chicos, no sé si realmente esto dé resultado —anuncia Izzy, desviando brevemente la mirada ojerosa de la pantalla hacia el resto de los Elegidos.
—Bien, ¿y qué se supone que debamos hacer? —pregunta desdeñoso Matt, quien se detiene un poco más lejos que los demás de Kōshiro. ¿Para qué los mandó a llamar si aun no tiene resulto nada? Aunque tampoco cree que Kari esté escondida por allí detrás de un árbol.
De pronto, todos desvían la mirada hacia Takeru, pues un sonido potente que proviene de su mano ha llamado la atención de los adolescentes. Está recibiendo una llamada al celular; al igual que antes, de un número desconocido.
—¿Es Hikari? —pregunta Sora con las manos entrelazadas bajo la barbilla en expresión de ruego.
Takeru continúa mirando la pantalla de su teléfono, anonadado.
—¡Responde! —le grita su propio hermano. Pero parece que el menor de los rubios no puede oírlos. Es como si su alma se hubiese desvanecido de allí y solo quedara el cuerpo vacío.
—¡Dame eso! —Taichi reacciona quitándoselo de la mano y abriendo la tapa. —¿Diga? —le grita al parlante. —Maldición, solo hay interferencia.
—Es Kari.
La comunicación acaba.
—¡Demonios, T-K! ¿Por qué no atendiste antes? ¡Podríamos haber hablado con ella! —exclama Matt, enfadado. De repente ha caído en la cuenta de que realmente la octava Niña Elegida de su generación ha desaparecido. Y que quizás, si su hermano no se hubiera quedado paralizado, podrían haber dado con su paradero.
—No —T-K vuelve en sí y mira a Ishida. Niega lentamente con la cabeza y luego la baja, decepcionado de sí mismo —. Esta tarde ha ocurrido lo mismo — trata de explicar con voz entrecortada. El labio inferior le tiembla ligeramente. Se lo muerde y pronto sus ojos azules se cubren con un manto de agua.
—Yo también recibí una llamada extraña esta tarde.
—Es Kari, ¡estoy seguro! Está pidiendo ayuda —se agarra la cabeza y comienza a tirarse de los cabellos. Sora enseguida corre a abrazarlo. No puede ver cómo sus amigos sufren.
—Yo presiento lo mismo —Tai cierra las manos formando dos puños —. Por eso no podemos darnos por vencidos, T-K. Kari nos necesita —coloca una mano en el hombro izquierdo de Takaishi, y lo aprieta un poco —. Y no sé tú, pero al menos yo no voy a parar hasta encontrarla.
Tai se separa de él y mira a Izzy, convencido de que este tiene la respuesta a la pregunta formulada por Yamato momentos antes. Y el pelirrojo, como si le hubiese leído la mente, asiente, pero no regresa la vista al ordenador ni se pone a teclear desenfrenado como suele hacer.
—¡Amigos, ya llegué! ¿Me perdí de algo? —Como siempre, Daisuke arma un escándalo al llegar a algún lugar. Y que sea casi la una de la mañana, un día de semana, cuando ningún adulto sabe que se encuentran fuera de sus casas, buscando una puerta a un mundo ficticio lleno de peligros que solo ellos conocen, no representa un impedimento para sus griteríos. —¿Oigan, por qué esas caras? —Claramente, el resto de los Elegidos ha volteado al oírlo llegar, pero sus rostros no reflejan alegría por volver a verlo, sino que pueden verse varios sentimientos: tristeza, preocupación, enfado, cansancio. —¿Y? ¿Han descubierto algo?
Ken detiene a Takeru dando un paso hacia el recién llegado, antes de que el rubio lo haga con un golpe en la nariz. Estirando los brazos y tratando de sonar despreocupado, el portador del emblema de la amabilidad toma la palabra acercándose lentamente a Davis.
— Kōshirō estaba a punto de contarnos lo que descubrió. No ha tenido tiempo porque T-K recibió una llamada.
—¿Una llamada? ¿De quién? —cuestiona impresionado. —¿De su mami?
En ese momento, se arma un ajetreo entre los jóvenes Elegidos: Tai, desde el otro extremo de la ronda, da un salto para ir a golpear a Davis. T-K también se lanza con el puño en alto hacia Motomiya, que está resguardado por el cuerpo de Ichijōji.
—¡Suficiente! —Antes de que se arme una batalla, Yamato se interpone entre su hermano y Daisuke, y toma al primero del brazo para alejarlo del otro, que a su vez es empujado por Ken para evitar que el menor de los rubios se le lance encima. —¿Acaso tienen seis años, muchachos? Esto es una estupidez. Primero se peleaban por quién era el favorito de Kari, ¿y ahora se pelean por quién es el más idiota? Es perfectamente comprensible por qué no le hizo caso a ninguno de los dos —sentencia.
Takeru se zafa del agarre de su hermano y se aleja de Daisuke mirándolo con odio. Si pudiera, lo incineraría literalmente con la mirada. Pero es consciente de que ese no es el momento de ponerse a pelear con él, así que se aleja sin replicar y, para no tentarse a volver a golpearlo, se va junto a Tai, que vuelve a estar al otro lado de Izzy.
—¿Ya acabaron? —pregunta el informático, que miró la pelea con desgano. De haber estado un poco más cerca de los muchachos, solamente se hubiera puesto en pie para alejar la laptop de algún posible golpe. —Bien, porque cuando Takeru recibió la llamada, el D-3 de Hikari reaccionó.
—¿¡Eh!? ¿Qué quieres decir con eso? —exclama el resto, sorprendido, excepto Davis, que se ha quedado de brazos cruzados.
"Ese Ishida tiene razón" piensa amargamente. "Hikari nunca me ha reconocido como yo quise. Pero ahora tengo a Annika. Ella sí me quiere, admira y respeta. Y me tiene loco. En cambio, T-K está solo." Dibuja una sonrisa de triunfo. Observa que el resto está muy ocupado mirando la computadora de Kōshirō, así que aprovecha la distracción para retirarse en silencio. No ha escuchado ni una palabra de lo que el pelirrojo dijo desde que lo separaron a la fuerza de Takeru; en otra época, él hubiera sido el primero en saltar de un precipicio de ser necesario para ir a buscar a Yagami, mas ahora ha cambiado. La castaña tenía a los chicos de su vida, los que siempre se preocuparon con ella y estuvieron en muchos momentos importantes: Taichi y Takeru. Bien. Que ellos se las arreglasen para traerla de vuelta.
—Pues eso: cuando Takeru recibió la llamada, o mejor dicho, cuando Tai atendió, el D-3 comenzó a brillar. Pero como la comunicación se ha cortado tan rápidamente no he podido triangular la llamada. Es decir, no pude rastrear de dónde provenía.
—Ay, Izzy, todo lo que dices suena a película del FBI —comenta Sora. El chico la mira un instante, entre avergonzado y molesto. Se nota el cansancio en sus ojos apagados.
—Eh... ¿gracias? —realmente no sabe si lo que la otra chica del cabello de fuego quiere decir es un halago o que no entendió ni J de todo lo que explicó.
Lo cierto es que él nunca había sido bueno explicando: solo lo entendía y ya, pero no era capaz de expresarlo en el lenguaje correcto para que el resto no sintiera que le hablaba en chino mandarín o algo incluso más complejo. Pero siendo que las computadoras tienen su propio lenguaje, no lo veía tan descabellado.
La laptop comienza a emitir un sonido. Todos miran con atención, excepto Izumi, que sin apuro mueve el ratón y, tras un click, el rostro de Mimi aparece en toda la pantalla.
—Como no llamaban me preocupé y decidí hacerlo yo —. La castaña se nota consternada. El tono de voz lo dice todo, e incluso da la impresión de que está por largarse a llorar. —¿Pudieron encontrarla?
—No, pero descubrí algo importante. El problema es que no puedo explicártelo porque realmente no ha ocurrido nada. Por favor Mimi, necesito tener la computadora libre. Prometemos avisarte en cuanto sepamos algo.
—De acuerdo, lo lamento. No volveré a molestarlos —dicho esto, cuelga.
El tiempo transcurre demasiado lento para los chicos. Apenas han pasado solo dos minutos desde la llamada que recibió T-K, sin embargo, da la impresión de que han sido horas.
—Takeru, si no es demasiada molestia, voy a necesitar que me dejes tu teléfono móvil, por favor.
—¿Eh, mi teléfono? —reitera extrañado, pero automáticamente se lo extiende.
—Sí. Y voy a necesitar también el tuyo y el D-3 de Hikari, si no es mucho pedir —le dice a Yagami.
Taichi duda un momento. En parte comprende para qué lo quiere su amigo, pero una voz en su cabeza le indica que debe rehusarse a tal pedido, que llevarse el dispositivo de Kari es ir muy lejos, porque es prácticamente lo único que le queda de ella.
—Prometo devolvértelo pronto —le asegura el experto.
—Claro —finalmente el exlíder del grupo extiende ambos aparatos al portador del emblema del conocimiento. Confía en él y en sus capacidades, y se obliga a dejar el miedo a un lado. —Solo tú puedes lograrlo, Izzy. Confío en ti.
—Bien, muchachos. No tiene sentido que nos quedemos aquí. En cuanto vuelvan a activarse el D-3 o alguno de los celulares, les avisaré. Mientras tanto, Takeru y Taichi, pueden utilizar algunos de los móviles que tengo de repuesto, para que no estén incomunicados. Es más, clonaré sus números ahora mismo para que no deban aprenderse uno nuevo.
—Vaya Izzy, sí que eres un genio.
