Hay una delicada línea que te separa de mí.

Se llama cordura... y quiero que la cortes.

Desperté temprano en la mañana, el dolor de mi cuerpo no me dejaba dormir bien, estaba completamente hecha añicos. La verdad es que no tenía ganas de ir a clase y enfrentarme a nadie hoy, quería volver a desaparecer. Disolverme en el aire y convertirme en bruma.

Estuve pensando en ir a la enfermería y así librarme de las clases pero Madame Pomfrey se daría cuenta de mis golpes en la piel, además de que tenía un sucio castigo que cumplir de hoy para el resto de semana. Tuve que suspirar reiteradamente antes de decidir por fin que tenía que levantarme de la cama e ir a asearme.

A media mañana mis clases iban estupendamente bien, como siempre. Mis profesores decían que era una chica muy inteligente y que sería una alumna modelo si no fuera por las trifulcas en las que me meto. Aquello se me hacía imposible, ya que entre las Rosenberg había una guerra inacabable que acabaría por matar a una de las dos.

Llegó la hora de bajar a las mazmorras a toda prisa y volver cuanto antes a subir, mi clase de encantamientos empezaría muy pronto y solo tenía unos minutos para recoger la clase de pociones. Por el camino rezaba que los de primero se hubiesen comportado bien hoy y no me hubiesen dejado mucho que limpiar en el aula.

Para mi suerte el aula estaba en buenas condiciones, solo había en el suelo el rastro de una pequeña pelea de bolas de papel y algunas pociones desordenadas en el estante.

―Llega tarde Rosenberg ―su cansino comentario de siempre ya me estaba empezando a joder.

Snape estaba tras su escritorio, revisando sin tiempo que perder el trabajo de pociones de los de primer curso, por su cara amarga, más de lo normal, creo que casi todos estaban mal. A los chicos de primero les cuesta adaptarse, sobre todo con este tipo de profesores. Ya me había ensimismado, ¡no tengo tiempo que perder!

Tras buscar aceleradamente entre los pupitres envolturas de papel, encontré sólo siete bajo las mesas del aula. Las tiré a la basura y comencé a ordenar frascos en el estante. Detenidamente pude observar que algunas pociones habían llegado muy lejos de su sitio, los de primero deben de vivir un verdadero horror aquí, me dan pena.

―¿Cómo está su hermana, Rosenberg?

El profesor Snape, sigilosamente se había colocado a mí espalda observando cada uno de mis movimientos. Esto me ponía verdaderamente nerviosa.

―Igual de decidida a unirse a los mortífagos, profesor.

Lo sentí acercarse peligrosamente a mi oreja, ya casi podía incluso olerlo y seguramente el podría sentirme temblar. Estaba tan cerca, que sentía el roce de su túnica con la mía.

―Si las vuelvo a ver peleándose en medio del pasillo, habrá graves consecuencias para ustedes esta vez, además de los arañazos en su brazo Rosenberg.

Aunque... con usted Elinor, podría hacer una pequeña excepción...

En ese momento las manos del profesor Snape se posaron sobre los muslos de mis piernas, frotándome con fuerza. Tenía sus dedos hincados en mi muslo bajo mi pequeña falda de tela gris. Sus manos se volvían más calientes con cada frotación, empezaba a notar el calor de su cuerpo que se movía a la vez que sus manos, restregandose contra el mío. Su respiración se hizo agitada y su aliento golpeaba mis oídos con ardor. Se abalanzó sobre mi cuello desnudo, su lengua estaba caliente, al igual que sus manos pero la humedad caliente solo empeoraba las cosas cuando me lamía con intensidad. El placer se desencadenó en mí.

―¡Aah!...¡No! Por favor... Mmh

Profesor...¡Aaah! -no hacía caso de mis suplicas, seguía atacando mis muslos calientes...

Chupaba mi cuello con ansias de más, incluso mordía mi cuello en pequeñas dosis mientras hacía su lengua bailar sobre mi cuello. Sus manos ya acariciaban con fuerza el interior de mis muslos que temblaban pero no de miedo...si no de excitación. Intentaba apretar mis labios y resistirme a él, pero mi cuerpo estaba paralizado. Era una muñeca en sus manos.

―¡Mmh!¡Aah!

Y no podía parar de gemir... ¿Cuando habré aprendido a gemir así?

Snape ya había subido hasta el lóbulo de mi oreja derecha, su respiración se había vuelto muy agitada, y sus manos comenzaban a subir por mi cadera sin control, su piel estaba demasiado caliente... creo que si seguía así realmente...yo iba a...

―No...¡Nooo!

Me logre deshacer de su abrazo forzado con un fuerte empujón, al tiempo que mi respiración se volvía normal. Él torció su gesto, sus ojos era vibrantes tenían destellos de lujuria en sus ojos negros, parecía que en momento me tragarían por completo.

―¡Es usted un canalla! ¡En realidad sólo quería tocarme sin apenas haber cambiado el destino de mi hermana! ¡Qué cruel! ¡Miserable!

Me tomó del brazo con violencia, acercando su cara a la mía pero volví el rostro para no mirarle. No quería volver a mirarlo nunca más, si me mataba allí mismo sería un gran consuelo para mí.

―A mí usted no puede decirme cómo cobrarme mi parte del trato Rosenberg. Y si quiere seguir por aquí ya puede mantenerse callada.

Su voz era impasible aunque aún estaba acelerada por los roces con mi cuerpo, para él yo era una pequeña conejita perdida en medio del bosque prohibido y había hecho un trato con el peor lobo que me encontré.

―¡Suelteme! ¡Le odio! Es usted un ser ruin. Conseguiré lo que sea sin su ayuda, ¡no le necesito!

Salí de allí corriendo sin mirar a ninguna parte, él me había tratado como un sucio juguete, jamás debí de fiarme de él. Me crucé con el grupo que iba a pociones y subí las escaleras a toda prisa sin que nadie pudiese mirar mi cara enrojecida por la excitación.

¿Por qué tenía que hacerme esto? ¿Por qué me había excitado tanto cuando me tocó?

Me avergonzaba de mí misma, había dejado que me tocara con aquellas manos mortíferas.

Cómo se le había ocurrido hacer eso en horas de clase y sin mi consentimiento, sin ningún pudor. Me había tocado, era la primera vez que un hombre me tocaba así, siempre pensé que sería dentro de algunos años con el indicado pero... había sido con mi profesor de pociones.

Estaba temblando, estaba asustada y muy confundida...

Pero lo único que sabía, es que la parte que él me había tocado estaba caliente.