Capítulo 8.
Preparando todo.
Parte II
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—¿Cómo te sientes? —preguntó Tomoe mientras caminaban hacia su taller haciendo la plática que no parecía querer salir de la Alfa.—Mucho mejor, gracias —Sayo dijo sin mucho animó, aunque se sentía nerviosa e intranquila.
La Beta y la Alfa llegaron hasta un taller que era como una pequeña habitación que estaba contigua al huerto de la casa. Ni bien entraron, Sayo pudo ver que había frascos acumulados por todos lados, estantes repletos de infusiones, conservas y fermentos de variadas presentaciones y colores. En el centro del cuarto, sobre una mesa de trabajo, se encontraban algunas herramientas de orfebrería. Sayo las conocía porque en más de una ocasión había tenido que hacer uso de las herrerías del castillo para arreglar su armadura o sus armas.
—Has mejorado muy rápido, estoy bastante sorprendida —Tomoe puso manos a la obra de inmediato y se colocó un mandil para comenzar a bajar algunos frascos de los estantes.
—Todo es gracias a tus habilidades de sanadora, Tomoe-san —respondió con el tono servil y diplomático que utilizaba en el castillo y eso provocó un extraño sentimiento de repulsión en la Beta.
—Quisiera aceptar el crédito, créeme, pero no —la mujer abrió uno de los frascos de aspecto nauseabundo y Sayo hizo una mueca por el olor penetrante que inundó la habitación—. No fue cosa mía, hice lo básico sólo para detener el veneno —Tomoe cerró el frasco apenas mostrando desagrado por el olor, mientras Sayo contenía sus náuseas—. Esto ya no sirve —exclamó yendo hacia el exterior para sacar el frasco de la choza.
Sayo la siguió con la mirada pensando que quizás su tarea iba a ser asquerosa al tener que limpiar aquellos frascos con olores grotescos.
—Todo fue gracias a tu Omega, ha sido ella la razón de que te hayas recuperado tan rápido. Su aura es sorprendente —habló con voz más fuerte desde la parte exterior, para luego volver a entrar en la choza—. No sólo es hermosa por fuera, se nota que es una persona excepcional.
Sayo frunció el ceño a la mención de Rinko, no sólo por las palabras que había dicho Tomoe, sino por la forma en que las dijo, como si tuviera un interés especial en la Omega.
—Umm… si, ella lo es —respondió, con recelo, casi apretando los dientes.
—Hey, tranquila —Tomoe se detuvo a un par de pasos de Sayo al percibir su pose amenazante—. No tengo intenciones ocultas con Rinrin.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Sayo, algo contrariada aflojando su postura.
Tomoe golpeó su frente y se echó a reír a carcajadas.
—No me sorprende lo territoriales que son los Alfas.
La cara de Sayo se pintó de rojo por la vergüenza de sus actos inconscientes. Su Alfa nuevamente estaba tomando el control y tenía que evitarlo a toda costa, aunque esa voz en el fondo de su cabeza le estaba diciendo que tenía que mostrarse firme y pelear para ser el único Alfa dominante frente a la Omega en celo.
—Siendo honesta, creía que realmente no estabas interesada en Rinrin o que eras como cualquier otro Alfa arrogante —la mujer se acercó a la esquina de la habitación y sacó una pequeña caja de herramientas que colocó sobre la mesa de trabajo frente a Sayo—. No es mucho, pero pienso que algo de aquí te puede servir para hacerle un collar a Rinrin.
El rostro de Sayo no pudo evitar mostrar sorpresa. Sus manos comenzaron a sudar ante lo que significaba aquello.
—Yo… no, no había pensado en ello.
Sayo se acercó para ver el contenido de la caja. Había pedazos de cuero, cintas y listones, herrajes de diversos tamaños y estilos, algunos pedazos de piedras cristalinas de colores, entre otras cosas que tenían un aspecto rústico o apenas trabajado, pero se dio cuenta que habían sido recolectadas con el propósito de ser un regalo especial para el compromiso con una Omega. Al ver todo aquello no se atrevió a inmiscuirse en los detalles que habían llevado a la recopilación de ese pequeño tesoro, pues sabía que podía ser un tema delicado.
Miro a la Beta y retomó su determinación inicial.
—Tomoe-san, me gustaría pedir tu ayuda nuevamente —dijo Sayo con total seriedad, dejando la caja de lado.
—Claro, ¿qué necesitas? —Tomoe tomó dichas palabras con el mismo nivel de seriedad.
—Quisiera que me dieras supresores —respondió Sayo sin andarse por las ramas y Tomoe frunció el ceño.
—¿Para Rinrin? —preguntó tentativa.
—No, para mí —aclaró la Alfa.
—¿Supresores para Alfa? —la mujer comenzó a mover la cabeza de un lado al otro—. No, en eso no te puedo ayudar. Tan solo los he elaborado para Omegas y los de Alfa requieren otro tipo de ingredientes que no poseo.
—Pues hay que conseguirlos. Yo conozco algunos, podemos ver si los tienes y cuales son los que necesitas y los buscaré por ti —se apresuró a responder Sayo para tratar de darle una solución al problema, comenzaba a mostrar desesperación.
Tomoe soltó una pequeña risa que no fue bien recibida por Sayo.
—No es tan fácil. Las supresores llevan su tiempo para elaborarlos. Aún si me trajeras los ingredientes hoy mismo, no estarían a tiempo. Imagino que los quieres para evitar que el celo de Rinrin te afecte.
Sayo asintió.
—No, lo siento —se encogió de hombros zanjando el tema.
—Y para ella, ¿podrías darle supresores a Rinrin y evitar esto? —pidió como última esperanza.
—Dejame ver si te entiendo —se acercó la mujer con los ojos entrecerrados, queriendo descifrar el misterio que era su invitada—. ¿Tienes a una Omega, que está más que dispuesta a pasar su celo contigo y que claramente siente más que una atracción pasajera por ti y tú quieres o llenarte de supresores o llenarla de supresores? —la mujer se rascó la barbilla—. Detesto tener que decir esto, pero, ¿quién en su sano juicio haría eso? —Sayo y Tomoe se vieron a los ojos y Sayo rehuyó la mirada avergonzada—. Siento que hay algo que no está bien aquí. ¿Acaso Rinrin no es tu Omega? ¿Es por tu condición?
Sayo abrió los ojos con miedo y sorpresa.
—¡¿Qué sabes sobre eso?! —mostró los dientes ofuscada.
—Mira —Tomoe levantó los brazos a modo de calmar a la Alfa que estaba algo descontrolada—, Rinrin me habló del problema porque estaba preocupada por ti y como te estaba afectando. No tenía mala intención, pero es fácil deducir lo que sucede.
Sayo sintió un escalofríos recorrerla al escuchar esto.
—Tienes miedo —Tomoe suavizó su tono—, crees que no vas a poder ser el Alfa que ella necesita, ¿cierto? —Sayo no dijo nada—. Lo que sea que te hicieron no es permanente, aunque te hayan dicho que lo era, la prueba está en que estás respondiendo al celo de Rinrin. Si piensas que en el momento indicado no podrás hacer lo que tienes que hacer, no creo que eso suceda. Lo harás. Y aunque eso no sucediera, a Rinrin no le importaría , porque para ella es más que suficiente que estés a su lado.
—¿Qué sabes tú de ella o de lo que sentimos? —gruñó frustrada.
—Nada —volvió a su forma conciliadora a pesar de las maneras amenazantes de la Alfa—, sólo quiero ayudarlas.
Sayo volvió a gruñir y esta vez, en su gruñido dejó salir su malestar. Si seguía comportándose de esa manera, terminarían de arruinar la mala historia que habían contado y eso podría poner a Rinko en peligro. Su prioridad siempre sería protegerla, a costa de lo que fuera.
—Ella es lo más importante para mí… es... mi Omega —dijo en un suspiro—, pero —titubeó pensando en como continuar con la historia sin exponer su identidad—, la verdad es que ella estaba comprometida con alguien más —apeló a la simpatía de Tomoe—. Con mi condición, era imposible que me hubieran permitido estar con ella. Era consciente de que cualquier sentimiento de amor estaba mal, pero era inevitable. Hemos estado juntas desde niñas y crecimos estando unidas.
Tomoe la miró evaluando su historia y Sayo se agarró el brazo en un tic particular de nerviosismo.
—Su familia nos dejó estar una junto a la otra porque yo no era un peligro, por… porque estaba castrada —apretó los puños con rabia—. Quería desesperadamente ser yo quien se casara con ella, pero no tenía las agallas para tomarla para mí... sigo sin tenerlas —admitió con dolor—. Si no hubiera sido por ella y lo infeliz que iba a estar al lado de alguien que no amaba, no me hubiera atrevido a sacarla de allí. Pero de eso a compartir su celo, hay un camino muy grande. No quiero atarla a mí si no voy a poder ser suficiente para ella, si nunca podré ser un Alfa completo y darle los cachorros que ella quiera.
—Umm… —Tomoe se mantuvo en silencio asimilando la historia y no pudiendo evitar sentirse mal por ellas, en cierto modo pudo identificarse en su amor imposible—. Entonces, el collar que ella dijo que tenía, no era tuyo —Sayo negó con la cabeza.
—Ella lo perdió en el accidente que tuvimos mientras huíamos —respondió Sayo, recordando lo que había pasado con el collar de Rinko.
—Ya veo… bueno, siento no poder ser de más ayuda —Tomoe lo meditó—. No hay forma de tener supresores de Omega listos para su celo. Acabo de ocupar mis reservas para Ako, pero si crees que eso es lo mejor para las dos, Rinrin podría quedarse en la cámara de calor y te podemos mandar lejos por unos días.
—Pero ella… el dolor —respondió Sayo, pensando en Rinko encerrada, sola, pasando los dolores del celo sin ayuda de nada ni de nadie. Era aún más terrible que lo sucedido durante el primer celo de Rinko.
—Sí, será una tortura para ella —la mirada de Tomoe se perdió por un momento luchando consigo misma—. Cuando una Omega entra en celo y no tiene supresores ni un Alfa cerca que pueda aliviarla, el dolor que sienten, la forma en que se retuercen y suplican, es… horrible… incluso pueden morir.
—Yo no… lo entiendo, pero…
—¿De verdad? —preguntó Tomoe enojada—. Creo que es verdad, en efecto, no lo entiendes y sólo quieres una excusa.
—No, yo...
—¡No! —la interrumpió la chica levantando la voz, pero enseguida la bajó de nuevo—. Te contaré algo —la Beta inhaló profundo para iniciar ahora su historia—. Yo tenía una novia, Himari. Nosotras habíamos estado juntas desde que tuviera memoria en esta maldita vida —la mujer se recargó sobre la mesa con los hombros caídos, como si un gran peso hubiera sido puesto sobre ella—. Cuando mis padres murieron, ella estuvo conmigo y aún cuando tuvimos que huir de nuestro hogar por las disputas políticas de nuestro pueblo, ella no me dejó sola.
Sayo quería hablar, pero se calló, quizás lo que había contado anteriormente había hecho que viejos recuerdos que querían mantener enterrados salieran a la luz para la Beta.
—Lo irónico de todo es que, ella es una Omega y yo sólo un simple Beta. No éramos la pareja ideal, aún cuando nos amábamos demasiado, siempre creí que ella se había equivocado al elegirme como su compañera. Una Beta no era suficiente para satisfacer a una Omega, ¿cierto? —preguntó a Sayo, pero realmente no esperaba una respuesta—. Ella decía que eso no importaba, que nuestro amor era todo. Sin embargo, cuando llegaba su celo, no había nada que pudiera hacer para aliviar su dolor, por más que me esforzara. ¿Tienes una idea de lo frustrante que es eso? —de nuevo volvió a lanzar la pregunta, pero Sayo permaneció en silencio—. ¿Sabes lo que es amar a alguien como yo la amaba a ella y no poder hacer absolutamente nada para aliviar su sufrimiento? Esa es la razón por la que sé preparar supresores. ¡Los hacía para ella!
Tomoe le dio la espalda a Sayo, que se sintió estúpida por su propio dilema.
—No éramos pobres, aunque tampoco vivíamos con holgura. Mi trabajo era suficiente para poner la comida en la mesa y conseguir las cosas básicas, sin embargo no podíamos darnos el lujo de comprar los supresores, así que aprendí a cultivar las plantas que necesitaba para poder realizarlos. Era al menos mi manera de ayudarla un poco más. Pero sabes, las plantas no son infalibles. Siempre hay un riesgo cuando confías ciegamente en ellas.
Tomoe fue a uno de los estantes y abrió un frasco que de nuevo llenó el lugar de un olor asqueroso.
—Puedes depositar toda tus esperanzas en una cosecha que parece prometedora esperando que todo salga bien, pero los dioses deciden no ayudarte, y… eso pasó en uno de esos malditos celos.
El frasco fue descartado del estante junto con otros más.
—Hubo una tormenta que acabó con todo el huerto, incluidos los ingredientes que iba a necesitar. Incluso mis reservas se echaron a perder a causa de los fuertes vientos que derribaron este lugar. Yo no lo pude hacer a tiempo —varios frascos fueron quitados del estante y puestos con cierta violencia sobre la mesa—. Aun cuando salí al pueblo a buscar un remedio con el poco dinero que pude reunir, no logré nada. La única persona que podía ayudarme quiso aprovecharse de mi desesperación, los supresores eran mucho más caros de lo que esperaba. Suplique, rogué para que alguien pudiera ayudarme, pero nadie lo hizo. Mis lamentos sólo sirvieron para que un maldito Alfa quisiera mostrar su rango superior. La gente de ERA estaba aquí y una jodida desgraciada me detuvo, me interrogó y al saber la razón de mi desesperación, me metió presa cuando el boticario me acusó de robar los supresores. Mientras estaba encerrada, vino aquí justo cuando el celo de Himari llegó.
La impotencia y la rabia en Tomoe le golpeó en la cara a Sayo, si hubiera querido tener simpatía de la Beta por su causa, la verdad es que su resolución inicial estaba flaqueando y el miedo estaba pateando su trasero cobarde.
—Yo solía sentarme a cuidar la entrada de la cámara de calor durante todo el proceso —continuó Tomoe—, porque temía que algo así sucediera alguna vez, pero yo no estaba allí para ella cuando me necesitó.
—Eso es lamentable...
—No soy una persona que se rinda fácilmente, así que como pude escapé de sus secuaces. Cuando llegué aquí, apenas pude ver a Ako y ayudarla a alejarse, debo confesar que me porte como una terrible hermana porque en ese momento todo lo que quería hacer era salvar a Himari. Sin embargo, ella estaba fuera de sí, la Alfa extasiada por las feromonas de Himari había entrado en la cámara. Luché contra ella, pero fue más fuerte y cuando desperté, supe que era demasiado tarde. Esa Alfa, Seta Kaoru, la había marcado, había hecho con ella todo lo que quiso. Y cuando el celo terminó, ella se la llevó reclamandola como suya y Himari no pudo negarse… Esa fue la última vez que la vi.
Sayo tenía un nudo en la garganta y la vergüenza sobre su cabeza.
—¡Y tú eres una Alfa que tiene la posibilidad de ayudar a su Omega, que tiene en sus manos la posibilidad de aliviar su dolor, de evitarle sufrimiento! —la mujer había derramado algunas lágrimas de rabia y resentimiento durante su relato y ahora le gritaba a Sayo que estaba conteniéndose para no escalar la situación—. ¡No entiendo porqué te rehusas a hacerlo, lo siento pero no lo entiendo! ¡No sabes lo que yo hubiera dado por tener las posibilidades que tú tienes!
—Lamento lo que pasó —dijo con la cabeza agachada—, pero nuestras situaciones son distintas. Yo no… no puedo.
—¡¿No puedes?! —casi le escupió en la cara—. Empiezo a pensar que no sólo te castraron ahí, sino también en la mente.
Los colmillos de Sayo salieron a relucir y su aura agresiva se proyectó sobre la Beta que no se amedrentó con su aspaviento.
—¡Tú no sabes la carga que esto sería para ella!
—¡Puedes gruñir todo lo que quieras! —respondió en el mismo tono—. Pero puedo decirte que te arrepentirás si no la tomas ahora —Tomoe dejó la confrontación con Sayo de lado dando un paso atrás—. Iré a tirar estos frascos. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites y usar los materiales que te he dado para hacer ese collar y cumplir con lo que sabes que debes hacer.
Tomoe salió de la choza todavía molesta y cuando Sayo se quedó a solas, la Alfa se sintió como la peor persona del mundo. Tenía una mezcla de sentimientos que no podía alcanzar a describir.
Lo quería, lo deseaba con todas sus fuerzas, pero sabía que estaba mal, que aquello era abusar de las circunstancias porque Rinko no era de ella, Rinko había sido prometida a alguien más. Alguien que no la merecía, era verdad, pero que si no cumplía con ello, la vida de la Omega correría peligro y no podía pensar en un acto más egoísta que ponerla en peligro por su culpa. Ante todo tenía que pensar en mantenerla con vida.
Aún así, las palabras de Tomoe resonaban en su cabeza. La mujer tenía razón en algo. Sin supresores, esos 4 días iban a ser un infierno y un gran riesgo para Rinko, pero si tomaba ventaja de ello, Rinko sería condenada para siempre, atada a una Alfa que no tenía nada que ofrecerle, una alfa a medias que ni siquiera sabía si podría desarrollar su función completa.
Al final, no logró hacer nada. Sin darse cuenta, dejó de tratar de encontrar una solución y sus pensamientos vagaron hacia ella, a su rostro, su olor, su hermosa piel y la mirada que amaba con todas sus fuerzas. Se sentó en un banco cerca de la mesa de trabajo y vio la caja con los materiales que la esperaban.
No volvió hasta la noche, cuando ya todas iban a cenar. Pudo ver el rostro preocupado de Rinko, pero Tomoe debió decirle algo porque la Omega no hizo comentario alguno. Cenaron las cuatro prácticamente en silencio, ninguna dijo más de tres palabras seguidas. Era notorio el ambiente tenso que reinaba en la habitación, pero nadie se atrevió a romperlo, ni siquiera Ako que solía decir cualquier cosa para quitar la incomodidad.
Con la excusa de tomar un baño, Sayo dejó que Rinko se fuera a la cama primero, mientras ella perdía el tiempo en el estanque. Tan solo necesitaba poner la mayor distancia posible entre ella y la Omega para poder poner sus pensamientos en orden y evitar tentaciones innecesarias.
Estando allí, aún perdida en su mente, escuchó pasos yendo hacia donde estaba. Tomoe se colocó a su altura en la orilla del estanque cruzando los brazos. Por la dirección de donde había llegado, Sayo supo que había ido a la choza donde guardaba todos sus fermentos.
—Es tarde, debes entrar ya. Rinrin te ha estado esperando, pero ya debe estar dormida.
Su voz se había suavizado bastante en comparación de cómo habían terminado su discusión anterior. Sin responder se levantó y fue a la choza directo a la habitacion que compartia con Rinko.
Cuando volvió, Rinko ya se encontraba dormida en el mismo lugar del día anterior guardando el espacio para ella, pero no se atrevió a acostarse a su lado. Ya no confiaba en sí misma. Tomó algunas sábanas extra e improvisó una cama al otro lado de la habitación. No se iría muy lejos, pero no quería estar demasiado cerca.
Aún cuando se acostó, su cerebro parecía más activo que nunca impidiéndole descansar. Estaba repasando los hechos de los últimos días, las últimas semanas y los últimos años. Todos ellos alrededor de Rinko.
No podía seguir negando su amor por la princesa. Por más que quisiera justificarlo con feromonas e instinto, sabía que lo que sentía iba mucho más allá. Pero no podía cerrar los ojos a las delicadas posiciones en las que estaban cada una.
Recordó las pláticas que tuvo con Hina sobre ello. Su hermana insistiendo que lo mejor para Rinko, no como la princesa, sino como una persona, una Omega, era quedarse con ella como su Alfa y no con Yukina, quien había mostrado hostilidad y poco respeto hacia Rinko.
Al pensar en Hina, no pudo evitar preguntarse si su hermana había tenido algo que ver en el ataque que sufrieron. Quizás había salido de sus manos el plan original.
Después de todo, el plan sólo era conocido por ellas dos. Por la forma en como fueron atacadas, era obvio que sabían en qué comitiva iba Rinko. ¿Acaso su hermana la había traicionado? No, no creía que fuera así. A pesar de todas sus diferencias con Hina, su hermana jamás habría planeado algo para perjudicarla de esa manera. Pero lo que si era seguro, es que Hina probablemente usó todas sus influencias para evitar que Rinko llegará a Wahl con Yukina y confiaba en que ella haría lo correcto.
"¡Maldita sea, Hina! ¿Qué rayos es lo correcto? ¿Tomar a la princesa para que una extraña del reino no destruya nuestro hogar? ¿Unirme y reclamar a Rinko como mi Omega porque crees que así podré ser feliz? No, podrás ser muchas cosas, pero tus planes siempre son más retorcidos."
Sus pensamientos tan solo la hicieron sentir más miserable de lo que ya era. Hina era la diplomática, la de los acuerdos y la de la inteligencia para hacer que los demás, incluida ella, hicieran lo que quisiera. No por nada tenía el puesto que tenía y además se había ganado la confianza de la Reina. Se necesitaba cierta malicia para estar allí y proteger y cubrir más de una vez sus errores.
Suspiro mirando hacia donde Rinko dormía, había sentido un tirón. El aura de Rinko estaba sobre ella, rodeándola, llamándola. Tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para tratar de ignorarla e intentar dormir, pero su cuerpo parecía estar reaccionando. El Alfa dentro de ella ansiaba estar bajo el calor de la Omega.
Todo se sentía tan irreal. Tan extraño. Estaba mareada, su cabeza daba vueltas y el olor, el aroma estaba embriagandola como el vino.
—Sayo-san… Sayo-san…
Escuchó el murmullo y el aura de la Omega llamándola con mucha más fuerza. Se sentía como en un sueño.
—Sayo-san… —la voz se oyó mucho más cerca y eso la alarmó.
—¡Rinko! — Sayo abrió los ojos y encontró a la Omega parada frente a ella.
—Sayo-san… por favor —la chica suplicó completamente sonrojada por el calor, un fuerte olor tomó Sayo con la guardia baja y sus instintos de Alfa enloquecieron, sabía que era el celo de Rinko.
Sin decir más, la Omega se despojó de su camisón, dejando libres sus hermosos senos y la prenda cayó poco a poco hasta sus pies dejando la blanca desnudez de su torso y piernas a los ojos de Sayo que se llenó de aquella imagen inmaculada, Rinko estaba apenas cubierta por un sencillo trozo de tela que todavía ocultaba de la vista su intimidad.
Sayo no creía lo que estaba viendo.
