Tres días después, fondearon en una cala, al resguardo de los vientos, para hacer aguadas y aprovisionarse de carne de caza fresca. Aquellos que no estaban asignados a algunas de estas misiones aprovecharon para pisar tierra firme y estirar las piernas. Ryuuji jugaba en la playa de blancas arenas y aguas cristalinas a ser un guerrero como su padre. Enarbolaba un palo como espada, mientras Han-Dae le 'atacaba' y amagaba con similar espada.
El sol comenzaba su declive cuando regresaron los cazadores y el barco se llenó de actividad para zarpar y seguir rumbo. Estaban a punto de soltar amarras cuando Zeno se detuvo en seco, la cabeza le cayó hacia atrás y los ojos se le pusieron en blanco, totalmente volteados en sus órbitas.
—El muchacho, debemos encontrar al muchacho —dijo, con una voz que no parecía la suya. Apenas pronunciadas tales palabras, el azul regresó a sus ojos y entonces cayó al suelo y perdió el sentido.
Un poco más tarde, Zeno se removió, saliendo de las brumas de la inconsciencia, y se llevó las manos a la cabeza, apretándose las sienes como si sufriera algún dolor.
—¿E-Eres un dios? —le preguntó Ryuuji, titubeante y curioso, con la boca aún abierta de asombro.
—No, por supuesto que no… —respondió él, sonriendo con incomodidad y rascándose la nuca—. Aunque, en ocasiones, sí que escucho la voz de los dioses…
—¿Y a quién se supone debemos encontrar? —preguntó Kija, siempre receloso de los cambios inesperados.
—¿Otro cachorrito para la señora? —se burló Kan Tae-Jun, con la misma falta de tacto y respeto de siempre. Kija estaba a punto de reprenderlo, pero él tan solo agitó la mano en el aire con despreocupación, sin molestarse en mirarlo, y luego bajó a tierra. Los demás lo siguieron.
