Capítulo VII
"La gente vive mientras esconde del resto las profundidades de su corazón. Pero…, ¿acaso alguien puede ocultar su verdadero yo para siempre?"
- Yoshikage Kira, conteniendo su instinto homicida. En Morioh City (Jojo's Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable)
Morioh City, Reino de la luz, Segundo anillo (luz tenue).
Habría sido generoso afirmar que Lea y ella tenían un plan. Su objetivo era conseguir Stands para enfrentar a Yoshikage Kira – en caso de que fuera nuevamente necesario – y para tener un margen de ventaja sobre Xehanort y el resto de la Organización XIII verdadera. Sin embargo, como plan, tenían más dudas que seguridades. ¿Cómo se conseguían esos poderes, exactamente? ¿Necesitaban una herramienta, que alguien los "despertara", acudir a un lugar concreto…? ¿Podían hacerlo en la propia Morioh City? Solo sabían que no existían límites para que ellos los obtuvieran, y que el secreto estaba guardado a buen recaudo por JoJo y sus amigos.
– Habrá que empezar por algún sitio, ¿no? – comentó Lea, casi más por romper el silencio que se había establecido entre ellos.
Después de haber llegado a un acuerdo sobre su nuevo objetivo, Kairi le había echado de la habitación para cambiarse el camisón de paciente por su ropa habitual. Ahora abandonaban el hospital – no sin continuas quejas por parte de las enfermeras y los doctores, que querían hacerles una serie de chequeos para comprobar que estaba completamente sana.
JoJo había curado sus heridas, pero todos ellos habían visto el charco de sangre que habían dejado al lado de la fuente del hospital. Lea les había hecho creer que era de ella como una forma de conseguirle una habitación, y en ese momento comprendió que, en cierta forma, estaba pagando esa factura. Una vez sintió que la discusión se estaba alargando inútilmente, se marcharon con paso acelerado, adentrándose en la oscuridad de una nocturna Morioh City.
– Lo ideal sería encontrar a Jotaro e investigarle – le respondió en un susurro. Llevaban varios minutos caminando el uno al lado del otro en completo silencio, y Kairi agradeció que su acompañante fuera el primero en hablar –. Del grupo que hemos conocido, era el que parecía que más… controlaba sobre este asunto.
Lea asintió. Aquel corpulento hombre de dos metros había conducido la conversación, y solo él había tenido la autoridad suficiente para acallar la discusión entre JoJo y Rohan.
– La cuestión es entonces descubrir dónde vive – en el momento en que había abandonado la habitación del hospital, le habían perdido la pista.
Kairi frunció el ceño. Sí, coincidía con su compañero, pero no tenía más idea que él. De los hechizos que había aprendido de Yen Sid, ninguno era tan certero como para poder localizar a una persona concreta.
– Tendremos que investigar a la vieja usanza – la joven verbalizó la conclusión que ambos habían alcanzado. No era especialmente esperanzador, pero tampoco era tan distinto a lo que habían ido a hacer allí.
Aquel pensamiento evocó una imagen en su memoria. Un callejón vacío, tenebroso y cargado de sentimientos oscuros.
– Bueno, sea como sea, necesitaremos conseguir un hotel para pasar la noche. Esperemos que sea más barata que la cama del hospital… – Lea revisaba, con gesto triste, el contenido de su billetera.
– Antes de eso, revisemos el callejón en el que nos atacó Yoshikage –su interlocutor parpadeó un par de veces, poco convencido–. Tú también notaste que ese lugar era distinto. Cuanto antes descubramos si ahí se encuentra el corredor de oscuridad, mejor. Si los sincorazón aparecen en mal momento, todo habrá sido para nada.
Lea se rascó la parte trasera de su cabeza. Estaba algo cansado – el día había sido excepcionalmente largo, y él no había podido echar una cabezada todavía –, pero coincidía con Kairi. Si Yoshikage era un asesino en serie, la oscuridad de su corazón podía atraer a aquellos seres. Aunque no podían simplemente cerrar la puerta – la necesitaban abierta para rescatar Aqua –, tenerla localizada al menos les ahorraría sorpresas indeseadas.
– De acuerdo, pero me pido cama. Como termine durmiendo en el sofá de una habitación de hotel, me declaro en huelga indefinida.
Kairi rio la gracia, y asintió vehementemente.
Si a Lea la ida al hospital se le había hecho larga, preocupado como había estado por las heridas de la princesa del corazón, la vuelta al callejón se le hizo eterna. El agotamiento le pasaba factura, y a cada paso que daba lamentaba no conservar el maná suficiente para repetir la hazaña de horas antes. Volar con fuego era ineficiente y agotador, pero rápido. A aquellas alturas del día, solo le preocupaba cuánto quedaba hasta poder echarse a dormir.
Ninguno de los dos había tomado notas exactamente de dónde se encontraba ubicado aquel callejón; lo habían visto muy brevemente, y no habían tenido tiempo material para anotar la calle u otras referencias que les permitieran reencontrarlo. Kairi empezó a temer no ser siquiera capaz de reconocerlo en mitad de la noche; de pasar frente a él sin que sus pies se detuvieran.
"No puede ser…".
La macabra sensación que emitía el callejón era tan poderosa que ambos se detuvieron frente a él al unísono. Sus pies prácticamente les habían conducido allí. La oscuridad se… sentía en el ambiente. Los dos elegidos de la Llave Espada se miraron y, con sus armas en la mano, se adentraron en el oscuro callejón. Lea dejó de sentir el cansancio, sus sentidos en alerta máxima.
El callejón bordeaba varias casas, todas ellas protegidas por muros altos. Advirtieron un único buzón de correos, de color rojo, en el camino. Kairi tiró de su compañero para evitar que pisara una hez – probablemente de perro – que alguien no había recogido. El callejón se adentraba entre las casas, y siguieron caminando por él hasta encontrar un segundo buzón de correos rojo.
Kairi frunció el ceño, pero siguió caminando.
– ¡Ah, maldita sea! ¿Aquí todos los perros ven los buzones como un retrete o qué pasa?
Lea trataba frenéticamente de limpiarse la suela del zapato. ¿Al lado de ese buzón también? ¿Era tal la casualidad?
"Lo preocupante es… ¿por qué no dejo de sentir que la oscuridad amenaza nuestra espalda?".
Kairi había estado esperando a que el enemigo, fuera sincorazón o quien fuera, diera el primer paso. Que salieran de su escondite y se abalanzaran al ataque. Podría repelerlos en un golpe contrasorpresa, por así decirlo, sin preocuparse de tener que localizarlos. Pero si su intención era esperar a que se debilitaran recorriendo aquel laberinto que habían construido, estaban muy equivocados. Agarró con fuerza su Llave, y plantó sus pies firmemente en el suelo.
En el momento en que su cadera comenzaba a girar, y sus labios preparaban el hechizo Hielo, un grito la paralizó:
– ¡No os giréis!
Una chica saltó desde uno de los muros que separaban el callejón de las casas. Su pelo era corto y de color rosa, y estaba acompañada de un perro mediano en tamaño, de cabello largo y dorado. El grito de la joven no la detuvo tanto como la visión del animal; su cuello estaba abierto, como si hubiera sufrido el ataque de un cuchillo grande de cocina. Eso no parecía preocupar al can, que jadeaba felizmente.
Ambos se plantaron de espaldas a ellos, por lo que la visión de la herida del animal fue fugaz, y por un segundo dudó si lo había visto realmente. Eso captó su atención.
– Si os giráis en este callejón, se llevarán vuestras almas al otro mundo –la chica suspiró–. Tenéis suerte de que estuviera pendiente de vosotros.
Kairi tragó saliva. La presión que sentía en su cuello se había agudizado. La oscuridad que los había estado persiguiendo parecía estar a menos de un paso… pero todavía no atacaba. ¿Era por eso? ¿La condición para ser atacados era girarse?
– ¿Quién eres? –preguntó Lea, tratando de limpiarse la suela del zapato disimuladamente.
– Mi nombre es Reimi Sugimoto, y este es mi perro, Arnold. Como os podéis imaginar… ambos somos fantasmas. No sé cómo habéis llegado a este callejón, pero este lugar es el limbo entre el mundo de los muertos y el de los vivos. Si queréis vivir, seguidme y no echéis la mirada atrás. Os llevaré a la salida.
Los pelirrojos se miraron entre sí. ¿Podían confiar en aquella chica? ¿De verdad no serían atacados si mantenían la vista al frente? ¿O en realidad les estaba conduciendo a alguna clase de trampa?
– Bastante gente se pierde últimamente en estos callejones –les comentó mientras echaba a andar–. El otro día fueron dos chicos, Koichi y Rohan. ¿Los conocéis? Supongo que a Rohan sí. Ahora es un famoso artista de manga… ¡quién lo diría!
Koichi Hirose era el amigo bajito de JoJo, el que tenía el cabello gris y levantado en punta. Rohan Kishibe era el hombre alto que había discutido con JoJo. Ambos reconocieron los nombres al instante. ¿Era una conocida de aquel grupo? ¿O estaba diciendo sus nombres para que bajaran la guardia?
– Sea como sea – susurró Lea –, no podemos seguir mucho tiempo con esta… cosa en nuestra nuca. Prefiero enfrentarme a la trampa de una chiquilla y su perro fantasma que a lo que sea esto.
Kairi juntó los labios con firmeza, pero terminó asintiendo. Ambos se apresuraron en seguir a Reimi, a la que alcanzaron en escasos segundos.
– Menos mal, ya pensaba que os habíais girado – la joven suspiró de alivio –. No he cogido vuestros nombres. ¿Cómo os llamáis? ¿Sois de por aquí?
– Ella es Kairi, y mi nombre es Lea, ¿lo captas…? – ante la falta de reacción, carraspeó–. Somos… nuevos en la ciudad. Conocimos a Koichi, Rohan y sus amigos esta tarde. Nos ayudaron después de haber sido atacados por el Stand de Yoshikage Kira.
Kairi le dio un codazo a su compañero.
– ¿Qué haces? – susurró –. ¿Se lo vas a contar todo? ¿Y si no sabe nada sobre el tema?
– Es un fantasma, no veo por qué no – respondió él en el mismo tono –. No creo que se lo vaya a contar a nadie que no sepa sobre el tema. Quién sabe. Quizá sepa algo sobre los Stands. No hace daño intentarlo.
Parecían haber acertado en algo. Reimi se había estremecido. Había sido un gesto casi imperceptible, pero que no había pasado desapercibido para los elegidos.
– Yoshikage es el hombre que me mató – sentenció la joven –. De eso hace quince años. Todavía no había desarrollado su Stand, así que fue un crimen de segunda. Ni tan siquiera tuvo tiempo de llevarse mi mano.
La chica se detuvo, y acarició la cabeza de Arnold, el can. Esta caricia se paralizó súbitamente, como si una descarga eléctrica hubiera bloqueado su movimiento. Simultáneamente, Kairi sintió una mano gélida acariciar su mejilla. Alrededor de su pecho, Lea notó cómo unos brazos esqueléticos le abrazaban. Trataban de retenerle. Ambos tomaron aire.
– Démonos prisa. No corráis, pero seguidme el ritmo. Están… nerviosos.
Obedecieron, pero Lea no dejó escapar la oportunidad de seguir con su interrogatorio. Nada le garantizaba que al otro lado dejaran de ver a Reimi.
– ¿Cómo despertó Yoshikage su Stand? ¿Cómo lo hicieron Rohan y los demás? Necesitamos saberlo. Si nosotros lo despertamos también, podremos ayudar a detener a ese asesino. Por favor, Reimi. Déjanos que os ayudemos a hacer justicia.
Una intensa luz, como la que aparece al final del proverbial túnel, marcaba que su camino llegaba al final. Necesitaban una respuesta.
– ¿No os lo han contado? Todo lo que necesitáis es…
Los tres fueron absorbidos por la luz. Kairi y Lea cerraron los ojos – tal era la intensidad –, y solo los volvieron a abrir cuando notaron que estaban de nuevo en un lugar seguro. La modesta iluminación de una farola acariciaba sus párpados, indicando su regreso al otro lado del callejón. Al reino de los vivos. Lea suspiró. No había llegado a escuchar el final de la frase. Maldita sea…
– … una flecha.
Reimi los miraba con los brazos cruzados, apoyada en la pared que delimitaba el camino para regresar al otro lado. Arnold ladró, feliz de que su regreso hubiera finalizado sin grandes incidencias.
– ¿Una flecha? – Kairi parpadeaba, algo confusa.
– Sí, una flecha. Lo que usan es una flecha dorada. El padre de Yoshikage tenía una, y es la que usaron para que él despertara Killer Queen. Creo que la sigue teniendo; Rohan y los demás llevan un tiempo enfrentándose a usuarios de Stand que crea ese señor. Pero Jotaro debería tener otra. Se la requisaron a otro malhechor de esta ciudad hace unos días. ¿No os lo han contado?
Kairi y Lea se miraron entre sí. Una flecha dorada en posesión de Jotaro. No sería fácil conseguir acceso a ella sin su permiso, pero…
– ¿Sabes dónde guardan esa flecha?
Reimi arqueó una ceja.
– ¿No sabéis que es de mala educación responder una pregunta con otra pregunta?
Lea suspiró. No quería entrar en detalle sobre ese tema, así que había intentado evadirlo, pero la chica fantasma no estaba dispuesta a dejárselo pasar.
– No, no nos lo contaron. Quieren mantenernos al margen. Por nuestra seguridad, dicen.
Ella se relajó notablemente. Probablemente había empezado a dudar de ellos y de su historia.
– Bueno, al fin y al cabo es su decisión. Os he contado demasiado. Intentad no regresar a este callejón, y tened cuidado en vuestro regreso a casa. Morioh, por desgracia, no es demasiado segura…
Arnold ladró una vez más, y la imagen de ambos se difuminó. Progresivamente, como la niebla desaparece ante una corriente de viento, la chica y su mascota desaparecieron de su vista, probablemente regresando a aquel espacio en el limbo entre dos reinos.
El cansancio los golpeó a ambos como un terrible martillazo, y Lea lanzó al cielo un grito de frustración. Habían estado tan cerca de conseguir toda la información que necesitaban para diseñar un plan para conseguir Stands… y no solo eso, encima habían regresado a la casilla de salida en lo que a su misión principal se refería.
La oscuridad que emanaba de aquel callejón había resultado ser una acumulación de espíritus vengativos. Fantasmas dispuestos a llevarse las almas de los incautos al otro mundo. Pero no se trataba de sincorazón. Tendrían que retomar su investigación. DTD no estaba allí.
– Venga, va – Kairi trató de animarle –. Busquemos un taxi, que nos lleven al hotel más cercano. Le pasaremos la factura al Rey.
– Nunca pensé que estaría tan triste con una jovencita diciéndome que me va a llevar a un hotel…
Su acompañante arqueó una ceja.
– Prueba a hacer otra broma de esas y duermes en el sofá.
– Perdón…
[…]
Morioh Grand Hotel era el único establecimiento operativo en Morioh City a esas horas de la noche. Se trataba del único gran hotel de la ciudad; aunque podían encontrar hostales y otros hoteles pequeños, a aquellas horas la mayoría permanecían cerrados. No llegaban tantos turistas a la ciudad como para que permanecer abiertos durante toda la noche fuera rentable.
Tal vez fuera por eso que Morioh Grand Hotel fuera igualmente el lugar donde se reunieran la mayoría de viajeros.
– Vaya, vaya… No esperaba encontrarme con alguien tan problemático aquí.
Jotaro Kujo había estado caminando por el hotel, dando una vuelta para refrescar su mente – le gustaba trabajar en su tesis doctoral de noche, cuando nadie podía molestarle –, cuando cierto hombre le había pedido cambio para una máquina expendedora. El hombre era algo más bajo que él, debía medir cerca de un metro ochenta; su cabello era largo y algo desaliñado. Era maduro, probablemente tendría unos cuarenta o cincuenta años.
En el momento de hurgar en sus bolsillos para sacar su cartera, aquel sujeto había lanzado un cuchillo en su dirección; no uno de cocina, ni tan siquiera un cuchillo militar. Era un arma ninja, un kunai, un arma de doble filo, corta y con una anilla al final de su empuñadura que permitía manejarlo de variadas maneras. Su Stand, Star Platinum, había desviado el golpe sin necesidad de que Jotaro sacara las manos de sus bolsillos.
– Así que eso es el famoso Stand… Maravilloso. Ni tan siquiera con mis ojos he podido ver cómo desviabas mi ataque.
Jotaro frunció el ceño. Ciertamente, los ojos de aquel hombre, ahora que se fijaba en ellos, eran… distintos. Su iris era rojo, y su pupila estaba… ¿repartida? No, la pupila seguía estando allí, pero otras tres rodeaban a la verdadera. Por su forma, parecían tomoe de tres comas, como los que reinaban en los diseños de algunos tambores tradicionales japoneses.
– Supongo que antes de darte una paliza, debería preguntarte qué pretendías atacándome. ¿Quién te ha enviado? ¿Kira? – su enemigo se limitó a sonreír, buscando un nuevo kunai en los bolsillos interiores de su americana –. Vaya, vaya… Te lo tendré que sacar a golpes.
Con el sharingan, Madara Uchiha podía anticiparse a los movimientos de su oponente. Podía detectar cada movimiento presente en sus músculos, y ver con cierta anterioridad cuál iba a ser el resultado. Si se tensaban ciertos músculos de las piernas, sabía que iba a caminar en su dirección. Según cómo fluyera la energía vital, el chakra, por sus brazos, sabía que lanzaría un gancho. Sus ojos, los ojos de los Uchiha, eran un arma letal en alguien con amplia experiencia de combate.
No obstante, Madara jamás había enfrentado a alguien capaz de moverse cuando el flujo del tiempo se había detenido.
– Star Platinum: The World!
El sharingan le permitió saber que Jotaro se acercaría, al menos hasta reducir la distancia entre ambos. Probablemente su intención fuera usar su Stand para golpearle a esa distancia. Madara no podía verlo, así que tendría que esquivar por instinto. Nada nuevo, pensaba alegremente; de hecho, aquel combate no tendría sentido cuando se hiciera con la flecha de los Kira. Quería experimentar en su propia piel cómo era combatir contra aquellos usuarios de Stand de los que le habían hablado tanto.
Lo primero que experimentó fue el terrible dolor de una docena de puñetazos a lo largo de su torso y rostro. El sharingan le había advertido de los movimientos, pero cualquier reacción había sido anulada por la falta de tiempo para actuar. El shinobi tosió sangre y amplió la distancia entre ellos. Su mente trabajó rápidamente para comprender lo que acababa de ocurrir. Había enfrentado a enemigos veloces, e incluso a enemigos capaces de acortar amplias distancias en una fracción de segundo. Pero esos ataques…
"No, esto ha sido distinto. El dolor de cada puñetazo ha sido simultáneo; no ha habido ni una fracción de segundo entre cada impacto. Así que esta es la habilidad secreta de su Stand…".
Acercarse era peligroso, así que rechazó el uso de cualquier forma de taijutsu. El combate cuerpo a cuerpo le dejaba en desventaja. Realizó una serie de signos con sus manos y manipuló el chakra de su interior. Le quedaba el ninjutsu, el uso de las artes ninja secretas con las que a tantos hombres había matado en el pasado.
– Técnica de fuego: fénix sabio.
Una miríada de pequeñas llamas emergieron de su boca en dirección a Jotaro. La máquina expendedora, que había quedado a su lado, fue levantada – probablemente por obra de Star Platinum – y lanzada en su dirección. Las pequeñas llamas fueron, en su mayoría, extinguidas en el impacto contra la máquina.
Madara ya se había echado al suelo, donde la máquina le pasaría por encima, y lanzaba a los pies de Jotaro el kunai de su mano. El veterano combatiente detuvo el arma nuevamente con su Stand, que aplastó el cuchillo contra el suelo. Lo que no esperaba era que aquello no fuera más que una distracción, y por ello apretó los dientes con rabia al ver que el shinobi volvía a hacer rápidos signos con las manos.
– Técnica de fuego: gran bola de fuego.
De los labios del Uchiha emergieron nuevamente llamas, pero esta vez, infladas como un globo aerostático, se dirigieron violentamente hacia Jotaro quemando todo a su paso. Ahora que no tenía la máquina expendedora como escudo, esquivar ese ataque en el estrecho pasillo parecía imposible. ¿Había sido todo parte de su plan?
– Ora!
Los poderosos puños de Star Platinum hicieron añicos la pared de su derecha, que daba paso a la habitación de unos pobres desaventurados. Jotaro se adentró en ella de un salto. El fuego pasó de largo, y él aprovechó la ocasión para tomar algo de aire. No le gustaba reconocerlo, pero le costaba bastante esfuerzo parar el tiempo apenas unos segundos.
Lea se levantó de la cama con un salto, su rostro retorcido con ira.
– ¡Oh, por todos los cielos! ¡¿Podéis bajar la puñetera televisión?!
Morioh Grand Hotel era el único establecimiento operativo en Morioh City a esas horas de la noche.
DIRECTORIO DE NUEVOS PERSONAJES
Los personajes que no aparecen en la saga de Kingdom Hearts podéis encontrarlos aquí. Están listados por orden de salida en el capítulo.
Reimi Sugimoto.
La primera víctima de Yoshikage Kira. Sus padres, su perro y ella fueron asesinados por ese hombre quince años atrás, cuando todavía no tenía los poderes de Killer Queen. Hoy en día permanece como espíritu en el limbo, ayudando a los que se pierden en el callejón a no mirar atrás en su regreso al mundo de los vivos.
Es amiga de JoJo y los demás, especialmente de Rohan Kishibe, pues le conoció en vida – fue su niñera algunos meses.
Jotaro Kujo.
Un biólogo marino en mitad de su tesis doctoral sobre una especie de estrella marina endémica de Morioh City. Dado que en japonés se lee primero el apellido, hay quien abrevia su nombre como (Ku)jo Jo(taro), es decir, JoJo.
En realidad, llegó a la ciudad por un motivo bien distinto. La millonaria familia Joestar, a la que pertenece por parte de madre, se sacudió en sus cimientos cuando se descubrió que el patriarca (Joseph Joestar) tenía un hijo ilegítimo. Maldiciendo el nombre de su abuelo, llegó a la ciudad para conocer a ese hijo, que no es otro que Josuke Higashikata. Por suerte, todo quedó arreglado.
En el pasado, viajó a Egipto para enfrentarse a DIO, adquiriendo innumerables experiencias de combate por el camino.
Su Stand, Star Platinum, es prácticamente invencible en el cuerpo a cuerpo. Además, puede detener el tiempo durante unos pocos segundos.
Madara Uchiha.
Uno de los ninjas (shinobi) más excepcionales de la historia. El líder del clan de los Uchiha que junto a Hashirama Senju fundó la Villa Oculta de la Hoja. Según se cuenta en los libros, murió tras enfrentarse a Hashirama por el control de la Villa.
Su familia es usuaria del sharingan, una técnica ocular que permite copiar toda técnica ninja (ninjutsu) empleada por los enemigos, facilita el uso de técnicas ilusorias (genjutsu) y además les ayuda en el cuerpo a cuerpo anticipando los movimientos de sus oponentes.
Se desconoce por qué motivo está en Morioh City.
