—Giorno, tengo algunos documentos que necesitan tu firma. ¿Puedes venir a la oficina unos minutos?

La joven sabía que eso era solo una excusa para hablar a solas, así que accedió de inmediato. Se dirigieron a la oficina en silencio, Giorno entrando primero, llevando a su consejero en brazos, Bruno siguiéndola de cerca. Inmediatamente después de que el azabache cerrara la puerta tras de sí se escuchó un característico "click" que indicaba que había colocado el seguro.

—¿Qué sucede?— Preguntó Giovanna, queriendo, como siempre, ir directo al grano.

Bucciarati, a modo de respuesta, comenzó a desabrochar su camisa. Giorno arqueó una ceja de forma casi imperceptible, ligeramente intrigada por la naturaleza de las acciones del contrario, hasta que vio el vendaje bajo la camisa y entendió hacia dónde iba el asunto.

Sticky Fingers hizo el trabajo de retirar el ventaje, dejando al descubierto una desagradable herida en el estómago que posiblemente hubiera sido mortal... Para alguien vivo.

—Fue la persona que trató de entrar a la mansión.— Comenzó a explicar Bruno, sin necesidad de que Giorno lo solicitara. — Tenía un stand. No estoy seguro de su habilidad: al parecer, intentó usarla conmigo, pero no funcionó.

Giorno buscó en el escritorio algo que pudiera usar para crear el tejido faltante, el cual en realidad no era demasiado: La herida era bastante limpia; a juzgar por los bordes seguramente había sido hecha con una navaja de mano. La pérdida de sangre tampoco era un problema, pues la falta de circulación en el cuerpo del mafioso la había reducido al mínimo.

—¿Tú lo mataste?— Inquirió la joven mientras reparaba el cuerpo del pelinegro. A pesar de lo doloroso que se suponía debía ser, el hombre ni siquiera parpadeó cuando los poderes de GE se activaron.

—No, fue uno de los guardias. Vio el reflejo del cuchillo y disparó.

Giorno asintió. Conocía lo suficiente a su sotocapo para comprender el curso de sus acciones posteriores: Utilizar las sombras para disimular la herida, pedirle al guardia que no mencionara su presencia, ocultar su participación en el altercado, ordenar que el sujeto fuera investigado... Lo mismo que ella habría hecho en su lugar.

—¿Ya tienes la información sobre él?

—Aún no. Sigo esperando la llamada de Santomassimo.

Alfredo Santomassimo era, al igual que Leone, un ex-miembro del cuerpo policiaco. Incluso había trabajado en el mismo distrito que Abbacchio, pero nunca habían tenido contacto. Su historia era bastante trágica: Cinco años atrás, cuando Passione aún se encontraba bajo la administración de Diavolo, se había ensañado con un asesino serial que resultó estar envuelto con el escuadrón que manejaba la trata de personas dentro de la organización (otro de los asuntos del que Giorno se había encargado al tomar el poder). Tras recibir varías amenazas para abandonar la investigación (e ignorarlas) su esposa y sus tres hijas fueron masacradas y él inculpado.

Durante la reestructuración de Passione, Bucciarati escuchó acerca del caso, liberó a Santomassimo y le dio la oportunidad de vengarse de los asesinos de su familia. Sin nada a lo que aferrarse y agradecido con el hombre que le había permitido concretar su venganza, juró lealtad a la organización. Técnicamente, Santomassimo era un subordinado directo de Abbacchio, pero en realidad, respondía en primer lugar a Bruno Bucciarati, incluso sobre Giorno. Normalmente, optaban por dejar los asuntos más importantes en manos del albino, pero cuando por alguna razón esto no era posible, Santomassimo era la opción automáticamente. Fue él quien se había encargado de las investigaciones sobre la reaparición de Diavolo, así como era él quien en ese momento trataba de determinar las identidades de quienes habían atentado contra las vidas del grupo.

Bucciarati volvió a acomodarse la camisa, dejando que Giorno convirtiera las vendas en polillas, para luego liberarlas, eliminando así cualquier evidencia del incidente. Justo a tiempo, pues en ese momento, alguien llamó a la puerta.

—Adelante.

Fugo ingresó a la oficina, con Polnareff bajo un brazo y seguido de cerca por Abbacchio.

—Vamos a movernos a la casa de playa ubicada en la costa Este.— Anunció Fugo.

—Es la segunda más espaciosa, a demás de que la propiedad es relativamente nueva, así que es menos probable que otros sepan de su existencia.— Explicó Polnareff. Esas características parecieron suficientes para conseguir la aprobación de Giorno.

—Perfecto. ¿Cuenta con todo lo necesario.

—Sí. La casa está perfectamente amueblada y cuenta con una buena provisión de alimentos no perecederos. El suministro de agua y electricidad se encuentran en perfectas condiciones. Solo necesitamos empacar los documentos importantes, ropa y artículos personales.— Informó el rubio.

—De acuerdo. ¿Ya te hablaste con Sheila para organizar su viaje a Estados Unidos?

—Aún no. El asunto de la casa me parece prioritario.— A pesar del aparente estoicismo en su voz, Giorno pudo notar lo ansioso que se encontraba por la forma en que sus mano izquierda se aferraba a un bolígrafo. De los seis, él era el más afectado por la noticia de los atentados.

—Entiendo. Diles a Mista y Narancia que comiencen a empacar, y luego explícale la situación a Sheila. Ella puede encargarse de agendar el vuelo.

—Entendido.

Cuando Fugo se retiró tras dejar a Polnareff en el escritorio, Bucciarati le dirigió una mirada inquisitiva a Abbacchio.

—Santomassimo envió un mensaje diciendo que tenía la información. Quiere que ustedes escuchen la llamada.

—¿La línea es segura?— Inquirió Giorno.

—Sí.

Abbacchio sacó un celular descartable de su bolsillo y procedió a marcar el único número registrado. El interlocutor respondió la llamada de inmediato.

—¿Están presentes Giovanna y Bucciarati?— La voz del teléfono era bastante ronca, desgastada; como si su dueño fumara un paquete de cigarrillos diarios (lo cual probablemente hacía).

—Aquí estamos.— Confirmó Giorno.

—Identifiqué los cadáveres de la carretera, así como el del hombre que intentó infiltrarse a la mansión. Todos eran traficantes de drogas en la vieja Passione. Uno de ellos, André Ranidi, era jefe de un escuadrón de distribución. Según los registros contaba con un stand. — El mismo investigador no contaba con un stand, pero estaba familiarizado con su existencia y su funcionamiento.

—Lo sé. Comprobamos eso de primera fuente.— Informó Abbacchio con sorna.

La llamada se prolongó por media hora, con Santomassimo explicando que la mayoría de esos sujetos tenían un buen nivel de vida antes de la caída de Diavolo, especialmente los dos usuarios de stand, pero que prácticamente desaparecieron del radar cuando comenzó la limpieza de la organización, como un montón de cucarachas que se esconden al prender la luz.

La llamada finalizó. No discutieron las implicaciones de la nueva información, principalmente porque Giorno y Abbacchio estaban demasiado cansados y aún tenían un montón de cosas que organizar, especialmente la rubia. Ya lo discutirían al día siguiente, una vez instalados en la nueva casa.

Mientras Giorno y Bucciarati organizaban los documentos más importantes para colocarlos dentro del caparazón de Polnareff, Abbacchio tomó un montón de ropa (negra en su mayoría) y varías botellas de vino que tenía almacenadas y embutió todo en una enorme maleta. En una mochila más pequeña colocó (con más precaución) su máquillaje y artículos de higiene personal. El proceso no le llevó más de diez minutos. Su plan original era embriagarse en cuanto estuviera libre, pero en lugar de eso se dejó desplomar sobre la cama, y aún vestido, se quedó dormido como un tronco. No despertaría hasta la mañana siguiente.

Por otro lado, Giorno no había podido retirarse a descansar hasta eso de las once de la noche. Estaba de pie únicamente gracias al café y el sándwich que Mista le había llevado en algún punto de la tarde. Antes de meterse a la cama se dio una ducha rápida y organizo sus maletas. Creyó que iba a dormir como una piedra, pero estaba equivocada.

Esa noche comenzaron las pesadillas.


Asies, raza, Bruno está muerto. Solo que no (pero sí). Me parece una maravillosa coincidencia haber olvidado poner du edad en el capítulo anterior, pues aún tiene 20 (y eternamente los tendrá).También me olvidé del detalle del labial de Abbacchio (y parece que la mitad del fandom explota ese punto). Solo digamos que Leone estaba demasiado apaleado por salir de madrugada como para maquillarse, y que no es un Araki-Forgot edición Enya.