Hola chicas! Gracias por los reviews! es un gusto siempre poder leerlas y saber que les parece el contenido. Espero hayan tenido una buena semana y un merecido descanso, estoy feliz que la historia les haya gustado, anteriormente había adaptado otra por si quieren pasar a leerla se llama: Prohibida obsesión
Sin mas anuncios, continuamos con la historia
Capítulo 8
Cuarenta y ocho horas después, la doncella de Krista acompañó a Sesshomaru a la puerta para que se fuera.
Sesshomaru controló las emociones a duras penas. Estaba enfadado con todo y con todos, él incluido. Viendo que estaba enfadado con el mundo entero, decidió que no quería infligir aquel castigo a Rin, así que la llamó para cambiar su cita.
-¿Estás bien? —le preguntó ella al darse cuenta de que a Sesshomaru le pasaba algo.
-¿Por qué no iba a estar bien? —contestó él sin embargo—. Siento mucho estos cambios de última hora.
Rin se mordió la lengua y se dijo que no tendría que haberle hecho una pregunta tan personal.
—No pasa nada —le aseguró muerta de vergüenza.
Acto seguido, se miró al espejo que tenía en el vestíbulo de entrada e hizo una mueca de disgusto.
Se había recogido el pelo a la perfección, se había maquillado y se había puesto un conjunto nuevo.
¿Es que no iba a aprender nunca? ¿Por qué se hacía aquellas cosas?
A continuación, se dirigió al comedor, donde su invitada estaba terminando su comida.
-Sesshomaru acaba de cancelar la cita. Nos veremos mañana —le dijo.
—Vaya... —contestó Elinor peinando la cabecita de su hijo menor con los dedos—. Cuánto lo siento —añadió mientras Tarif, un precioso niño que había sacado el pelo oscuro de su padre y los ojos claros de su madre volvía a jugar con sus juguetes.
-Él nunca hace estas cosas. Debe de haber ocurrido algo —contestó Rin mientras observaba a Sami y a Mariyah volando una cometa en el jardín con ayuda de su padre—. No pienso enfadarme ni disgustarme. No me afecta lo que haga.
Su amiga la miró dubitativa.
—De verdad... ya me he olvidado de él —insistió Rin.
—Si tú lo dices —contestó Elinor—. No lo has pasado bien durante los últimos meses, así que no tomes ninguna decisión precipitada.
A la mañana siguiente, mientras esperaba a Sesshomaru, Rin se dijo que debía mantener la calma.
No era más que el padre de su hijo, sólo eso. No había problema.
Sí, bueno, era cierto que era un hombre guapísimo, pero estaba con otra mujer y lo único que había ya entre ellos era un embarazo no deseado.
Rin lo observó llegar en un espectacular Bugatti Veyron y se tuvo que obligar a contar hasta diez para abrir la puerta.
Al hacerlo, Sesshomaru le entregó un ramo de rosas que Rin aceptó sorprendida, pues Sesshomaru no le había regalado rosas ni cuando estaban juntos.
Confusa, se dirigió a la cocina a ponerlas en agua.
Sesshomaru esperó impaciente su regreso. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que curiosamente no le estaba molestando el olor a lavanda que impregnaba toda la casa.
Haciendo gala de sus dotes de anfitriona perfecta, Rin reapareció con una bandeja con café y galletas para él y limonada casera para ella.
—Mi empresa va muy bien —le dijo muy orgullosa.
—Sí, pero tu trabajo es muy físico —contestó Sesshomaru—. Me gustaría contratar a alguien para que se encargara de ciertas tareas.
—No necesito ayuda. No estoy enferma. Sólo embarazada.
—He hablado con un amigo médico que tengo y me ha dicho que durante el embarazo no te conviene el trabajo que realizas.
Rin apretó los dientes.
—Eso lo decido yo —anunció.
Sesshomaru la miró muy serio.
—Te recuerdo que también es asunto mío puesto que también es mi hijo.
La manera en que lo dijo atribuló a Rin, que había elegido olvidar lo autoritario y directo que Sesshomaru podía llegar a ser.
Rin tomó aire para controlar su enfado y se dijo que era bueno que Sesshomaru se preocupara por su estado de salud.
—No te preocupes, no voy a hacer ninguna estupidez.
—Como nunca aceptas ayuda de nadie, podrías cometerla en cualquier momento —insistió Sesshomaru con una precisión irritante—. Por favor, contrata un ayudante y yo lo pagaré. Sólo hasta que des a luz.
Rin no pudo seguir aguantando por más tiempo.
Estaba furiosa.
—Te agradezco tu preocupación, pero mi vida y mi trabajo no son asunto tuyo.
—¿Cómo que no? Tú y todo lo que te incumbe es asunto mío —ronroneó Sesshomaru.
—¿Desde cuándo? —lo increpó Rin.
—Desde el mismo momento en el que te quedaste embarazada —contestó Sesshomaru—. Si me lo hubieras dicho cuando te enteraste, seguiríamos juntos.
Rin bajó la mirada.
—Eso lo dices ahora... claro... te recuerdo que hace cinco meses me dijiste muy claramente que un embarazo no deseado destrozaría nuestra relación.
—Lo dije por lo que me ha pasado con otras mujeres. No hagas caso de lo que dije entonces —le dijo con convicción—. He venido a pedirte que te cases conmigo.
Rin, que estaba sirviéndose un vaso de limonada, lo miró con los ojos desorbitados. Se había quedado tan estupefacta, que no se dio cuenta de que el líquido estaba rebosando ya sobre la bandeja. Sesshomaru se puso en pie y le retiró la jarra de la mano para parar el estropicio.
—No me lo puedo creer —contestó Rin.
—¿No te parece natural? Vamos a tener un hijo.
—¡De natural no tiene nada! —contestó Rin—. Lo dejamos, precisamente, porque dijiste alto y claro que jamás te casarías con alguien como yo. ¿Y Krista?
Sesshomaru apretó los dientes.
—Agua pasada.
—¡Pero te ibas a casar con ella! —protestó Rin.
—¿Ah, sí?
—La llevaste a que conociera a tu familia. Estaba claro que ibas en serio —contestó Rin, dolida todavía por el hecho de que a ella, que había mantenido una relación con Sesshomaru durante año y medio, nunca la había llevado a casa de los Taisho.
Sesshomaru no quería enturbiar la situación removiendo el asunto de Krista, así que se encogió de hombros.
-Es absurdo ponernos a hablar ahora de lo que podría haber sido.
Rin no estaba convencida.
-Quiero que hablemos de nosotros —insistió Sesshomaru.
-¿Nosotros? ¿Qué nosotros? No hay ningún nosotros. Sí, estoy embarazada, pero eso no hace que los últimos meses no hayan existido ni me hace olvidar la razón por la que nos separamos.
Sesshomaru tomó aire. La tensión se palpaba en el aire.
—No quiero casarme por estar embarazada, ¿sabes? —continuó Rin—. Supongo que te debo agradecer que me lo hayas propuesto, pero te recuerdo que cuando lo dejamos fue porque me dijiste que no sería una buena esposa para ti. Me lo dejaste bien claro. No creo que haya cambiado nada desde entonces a ese respecto.
Sesshomaru estaba furioso.
—Nuestro hijo nos va a necesitar a los dos y en mi familia nos casamos cuando dejamos embarazada a una mujer.
—Ya... —contestó Rin agarrando el vaso de limonada con ambas manos—. Me temo que no estoy de acuerdo con el planteamiento. Algún día me lo agradecerás. Estoy siendo razonable.
—¿Razonable? ¿Se puede saber qué tiene de razonable que le estés negando a mi hijo el derecho a llevar mi apellido?
—Eso no tiene importancia. Le puedes dar tu apellido sin que estemos casados —le informó Rin.
-¡Sólo podré ser un buen padre para nuestro hijo si estamos casados! —exclamó Sesshomaru, al que no le había hecho ninguna gracia que le dijera que podían arreglar lo del apellido sin estar casados.
—Los dos somos adultos y sabemos que eso no es cierto. Me encantaría que tuvieras un papel relevante en la vida de tu hijo, pero para ello no hace falta que nosotros nos compliquemos las nuestras —declaró Rin, elevando el mentón—. Seamos sinceros, Sesshomaru. Me dejaste muy tranquilamente, te olvidaste de mí con facilidad y ninguno de los dos quiere retomar la relación.
—No me digas lo que quiero y no quiero porque no tienes ni idea —le reprochó Sesshomaru, mirándola intensamente.
Rin estaba convencida de que estar casada con Sesshomaru sería maravilloso, pero sólo durante un tiempo. En cuanto se le hubiera pasado la emoción de ser padre, lo único que le quedaría sería un matrimonio vacío y un marido que no la quería.
Rin era consciente de que no podría volver a pasar por el dolor de perderlo, así que no debía arriesgarse. ¿Para qué se iba a exponer a eso? ¿Para poder vivir durante un corto período de tiempo la felicidad de poder decir que era su mujer?
—Podemos seguir cada uno nuestra vida y compartir a nuestro hijo. Tendremos una relación de respeto mutuo. Sin embargo, si nos casáramos, terminaríamos divorciándonos porque no soy ni nunca seré la esposa que tú quieres, Sesshomaru —le dijo con firmeza.
—¿Y eso cómo lo sabes? —protestó Sesshomaru. Lo cierto era que estaba anonadado ante la batería de negativas de Rin.
—Lo sé porque la mujer que elegiste para casarte, Krista Perris, y ella y yo no tenemos absolutamente nada en común. Ella es rica, preciosa y delgada. No puedo competir con eso. Ni siquiera lo voy a intentar.
Lo estaba diciendo muy en serio. No quería volver a sufrir. No quería ser una mujer de segunda a la que él aguantara por ser la madre de su hijo. Era consciente de su vulnerabilidad y estaba decidida a protegerse.
—.¡No pretendo que compitas con ella! —le espetó Sesshomaru—. Lo que quiero es que pienses en lo mejor para el niño que va a nacer. Ser padre implica ciertos sacrificios. No se trata de lo que tú y yo queramos, sino de lo que nuestro hijo necesita para ser feliz.
A Rin no le había hecho ninguna gracia que Sesshomaru no le dijera que ella también tenía cualidades como las de Krista en otros aspectos y aquello hizo que se enfureciera.
—¿Me vas a sermonear? —le increpó—. No hace falta, ¿sabes? Estoy familiarizada con los sacrificios de la maternidad. Para que lo sepas, durante los primeros cuatro meses del embarazo he estado vomitando, por lo menos, una vez al día. La ropa ya no me sirve, mi cuerpo se ha deformado, me canso con mucha facilidad y no puedo hacer esfuerzos físicos que antes hacía .
Sesshomaru la tomó de las manos.
—Me lo imagino... perdona, he sido un grosero —concedió—. Es que había dado por hecho que ibas a querer casarte conmigo. Qué arrogante soy...
Las lágrimas que solían acudir a sus ojos con facilidad desde que se había quedado embarazada estuvieron a punto de desbordarle los ojos. La petición de Sesshomaru le había llegado directamente al corazón.
Rin parpadeó para apartar las lágrimas y le acarició la mejilla.
—Si me lo hubieras pedido hace seis meses, cuando no estaba embarazada, habría sido la mujer más feliz del mundo, pero no podemos recuperar el tiempo perdido. Ese momento pasó, ya es historia. Todo ha cambiado. Si nos casáramos y nos divorciáramos sería mucho más traumático para nuestro hijo que tener padres no casados desde el principio.
-¡Podría ser un marido muy bueno! —gritó Sesshomaru enfadado.
-No lo dudo, pero con la mujer adecuada y esa mujer no soy yo —contestó Rin con pena—. Nunca sería lo que tú quieres que sea y acabarías odiándome.
Sesshomaru la estrechó entre sus brazos y la besó con pasión porque ya estaba harto de hablar. Completamente tomada por sorpresa, Rin se encontró con la respiración entrecortada y siendo testigo de cómo su cuerpo reaccionaba encantado ante la intrusión de la lengua de Sesshomaru en la boca.
Sesshomaru le metió la mano por debajo de la camiseta, le desabrochó el sujetador y se apoderó de uno de sus pechos con un gemido de satisfacción.
Rin se aferró a sus hombros mientras su cuerpo revivía gustoso bajo las caricias expertas de Sesshomaru. De repente, se le ocurrió que ese mismo cuerpo iba a quedar en pocos minutos expuesto a la mirada del que había sido su amante.
La idea de que Sesshomaru la viera fue más que suficiente para que se apartara rápidamente de él.
Rin se metió a la carrera en el baño, se arregló la ropa y se dijo que no debía comportarse como una buscona desesperada.
No era de extrañar que Sesshomaru no respetara una contestación negativa por su parte.
Le costó un gran esfuerzo salir del baño y volver al salón, pero no le quedó más remedio que hacerlo.
Sesshomaru la miró encantado y sonrió de oreja a oreja.
—Podríamos seguir hablando en la cama... Rin se quedó de piedra.
—¿Por qué pones esa cara? —siguió diciendo él—. Es obvio que íbamos a terminar en la cama, ¿no?
Rin se dio cuenta de que había metido la pata.
—Lo que ha ocurrido no ha estado bien.
—¿Por qué dices eso? —se preguntó Sesshomaru.
—No nos vamos a casar, pero queremos criar juntos a nuestro hijo, así que tenemos que forjar una nueva relación... de amigos —contestó Rin.
—Si quiero acostarme contigo, no puedo ser tu amigo, kanmi —contestó Sesshomaru.
—¿Cómo que no? —contestó Rin ultrajada—. Te las has apañado muy bien sin mí durante estos meses. ¡No has parado de salir con otras!
Sesshomaru suspiró.
—Así que eso es lo que me estás haciendo pagar, ¿eh?
Rin apretó los puños e intentó controlarse.
—No te estoy haciendo pagar por nada. Yo no soy así.
Sesshomaru la miró intentando controlar su orgullo.
—Te he pedido que te cases. ¿No es suficiente para arreglar las cosas entre nosotros?
Rin palideció.
—Yo sólo quiero lo mejor para los dos.
—Y también me quieres a mí —declaró Sesshomaru con insolencia—. Un matrimonio basado en el deseo está muy bien. Es una buena base para empezar algo sólido. Casarse por deseo es maravilloso, pero tener una amistad basada en el deseo no puede ser, es imposible.
Rin se sonrojó de pies a cabeza.
—Pues vamos a tener que improvisar —contestó—. Si de verdad quieres formar parte de la vida de tu hijo, yo estoy encantada de aceptarte... pero no como marido.
—¿Cuándo te toca la próxima revisión médica? —le preguntó Sesshomaru de repente, ocultando su disgusto.
—La semana que viene —contestó Rin.
—El lugar y hora y allí estaré— le prometió—. Sin flores y sin propuestas matrimoniales—añadió con desdén.
Rin palideció. Sesshomaru estaba ofendido. Se sentía herido. Rin lo entendía perfectamente. Era un hombre rico acostumbrado a que las mujeres se lo disputaran, a que todas quisieran casarse con él. Le había ofrecido el sacrificio de casarse con ella por el bien de su hijo y ella lo había rechazado.
Rin estaba convencida de que había hecho lo correcto. Mejor ofenderlo ahora que lanzarse a un matrimonio del que Sesshomaru saldría desesperado y odiándola.
Qué fácil le habría resultado decir que sí, qué fácil le habría resultado aceptarlo, esconder la cabeza en la arena y aceptarlo.
Tras quedar para ir juntos a la revisión médica, Sesshomaru volvió a su Bugatti. Si hubiera sido su esposa, Rin le habría dicho que por favor no condujera un coche tan veloz y peligroso. Por supuesto, sabía que Sesshomaru no le habría hecho caso y se habría puesto al volante de todas maneras.
Sesshomaru era indomable.
Sesshomaru era libre.
Y ella lo deseaba más que nada en el mundo.
Ben se pasó por casa de Rin la noche siguiente y le dijo que estaba loca por haber rechazado la propuesta de matrimonio de Sesshomaru.
-¿Pero cómo se te ocurre? ¡Nunca te van a volver a hacer una propuesta así! ¡Y menos ahora que vas a ser madre soltera!
Desde que le había dicho a su amigo que iba a ser madre, lo veía mucho menos. La actitud posesiva que parecía haber desarrollado hacia ella durante su relación con Sesshomaru se había evaporado por completo.
Ben parecía creer que una mujer que tuviera un hijo de soltera no podía atraer a un hombre en absoluto, y menos tener pareja estable. Aquella actitud hacía que Rin metiera el abdomen cuando iba a visitarla.
De repente, se le antojó que su actitud estaba siendo inmadura porque se estaba dejando llevar por lo que el inmaduro de Ben pudiera pensar de ella
Durante las siguientes semanas, la relación con Sesshomaru tomó nuevos derroteros. El se mostraba mucho más distante, pero mucho más involucrado en su vida a la vez. Tal y como le había sugerido, Rin contrató a un ayudante y descubrió que estaba mucho más tranquila ahora que trabajaba menos horas y tenía más tiempo para sí misma.
Sesshomaru la acompañó a todas las revisiones médicas. Cuando la citaron para una ecografía, fue con ella al hospital. Se mostró encantado al ver al pequeño en la pantalla y aquel mismo día les dijeron que se trataba de un chico.
Tras abandonar el hospital, la invitó a cenar en su casa de Londres e insistió en que se quedara a dormir. Rin estaba muy cansada y aceptó, así que llamó a Wendy, su ayudante, para pedirle que diera de cenar a los perros.
Nunca había estado en la casa que Sesshomaru tenía en Londres y sentía mucha curiosidad, pero el enorme ático con muebles de diseño y ninguna personalidad la dejó fría.
Durante la cena, Sesshomaru tuvo que excusarse para atender una llamada y, cuando volvió, se encontró a Rin dormida en el sofá.
Rin se despertó de madrugada porque tenía calor. Aunque sólo estaba tapada con una sábana, había una buena razón para aquel calor. En lugar de instalarla en una habitación de invitados, Sesshomaru la había acostado en su propia cama y sus cuerpos estaban en contacto.
—Duerme, Kanmi —le susurró.
Rin sintió su erección.
—No deberíamos estar en la misma cama —protestó.
—¿Desde cuándo eres tan mojigata?
Rin se protegía de él evitando cualquier tipo de intimidad, pero, en el fondo, ya estaba fantaseando sobre lo que podría suceder y su cuerpo se estremecía después de tanto tiempo privado de aquellos placeres.
—Deja de tomarme el pelo —le dijo.
—Tranquila, relájate, conmigo estás a salvo —contestó Sesshomaru.
Rin tomó aire y se relajó. Pues claro que estaba a salvo. ¿Cómo no iba a estarlo? Sesshomaru tenía una erección porque eso es lo que les pasa a todos los hombres por la noche. Nada más. Era imposible que la encontrara excitante con su cuerpo actual.
Estaba sorprendida de que Sesshomaru la tuviera abrazada, y se preguntó si no habría sido ella la que lo había buscado dormida, porque Sesshomaru ya nunca la tocaba, ya no la besaba inesperadamente ni le dedicaba palabras bonitas.
—Si no estamos casados, no hay sexo —murmuró Sesshomaru.
-¿Cómo dices? —contestó Rin.
—Si no te quieres casar conmigo, no vas a tener sexo conmigo —repitió Sesshomaru.
Rin se quedó mirándolo indignada.
-¡No me quiero acostar contigo!
Sesshomaru se rió.
—¡Te lo digo en serio! ¡No me quiero acostar contigo! —insistió Rin, sonrojándose de pies a cabeza.
—Mentirosa —murmuró Sesshomaru.
Rin apretó los dientes.
—No pienso seguir en la misma cama que tú -anunció, encendiendo la lámpara que había en mesilla de noche.
-Lo entiendo perfectamente. Eso de poder mirar, pero de no poder tocar es muy frustrante a ver si te crees que no me doy cuenta de cómo me miras —contestó Sesshomaru.
—¡A veces te odio! —murmuró Rin.
Sesshomaru se levantó con agilidad, agarró una bata y se la ofreció. Rin se levantó bastante más lentamente. Aunque le había dicho que lo odiaba, no había tenido intención de levantarse y abandonar la cama, pero, como él lo había hecho, no le había quedado más remedio que seguirlo.
Pasó vergüenza al darse cuenta de que estaba en ropa interior. Tenía la sensación de que las carnes le rebosaban del sujetador y de las braguitas. Se le saltaban las lágrimas ante la humillación de verse expuesta ante él.
Para colmo, la bata no le cerraba a la altura del abdomen.
Sesshomaru le mostró dónde estaba la habitación de invitados, así que Rin se encontró en una cama fría y solitaria en la que se quedó dormida llorando.
No le gustaba nada el sentido del humor de Sesshomaru.
¡Era evidente que no quería casarse con ella!
Y, además, ella se sentía gorda y fea, sabía que no podía resultarle atractiva sexualmente. Ojalá hubiera permanecido en silencio cuando se había despertado. Así, habría podido disfrutar de su cercanía.
Cuando el niño naciera, no tendría oportunidad de estar tan cerca de Sesshomaru. En cuanto su hijo hubiera llegado al mundo, la relación entre sus padres sería mucho más distante. Sesshomaru era un hombre con gran sentido de la responsabilidad y le había demostrado que podía confiar y apoyarse en él. En cuanto se había enterado de que estaba embarazada, se había puesto a su disposición y la había ayudado mucho, pero Rin estaba preocupada.
¿Cómo harían para compartir al bebé? ¿Tendría que acostumbrarse a estar constantemente separándose de él?
Aquella misma mañana, Sesshomaru la despertó llevándole el desayuno a la cama. Rin pensó que nunca nadie la había mimado tanto.
—Ya sé que te quedan apenas dos semanas para salir de cuentas, pero creo que deberías conocer a mi familia antes de que nazca el niño —le dijo Sesshomaru desde los pies de la cama.
Estaba guapísimo ataviado con un traje azul marino, dispuesto para irse a trabajar.
Rin no se permitió mirarlo más que dos segundos. Por si acaso. Sesshomaru se daba cuenta enseguida de cuándo lo miraba con deseo y no quería quedar expuesta.
La invitación para ir a conocer a su familia la tomó completamente por sorpresa y se estremeció de miedo al comprender que la iban a comparar con Krista.
—No creo que me dejen volar estando de más le ocho meses... —objetó.
—Iremos en mi avión privado —contestó Sesshomaru. Rin sabía que no había nada que hacer. Cuando a Sesshomaru se le metía algo en la cabeza, era imparable.
—¿Y si me pongo de parto antes de lo previsto?
—Tranquila, en tokio hay muchos médicos—contestó Sesshomaru con naturalidad.
