Núñez, Buenos Aires.
Después del partido, dos cosas habían quedado bastante claras para los espectadores: en primera, esos dos jóvenes de veintidós años, capitanes de sus respectivos equipos, eran parte importante del futuro del fútbol mundial; y en segunda, el nivel futbolístico de Japón había crecido tanto en los últimos años que fácilmente puede darle pelea a las grandes selecciones del mundo.
En el círculo central, agotados y ya con sus camisetas en mano para el intercambio, Tsubasa Ozora y Juan Díaz esperaban el aviso de un camarógrafo para realizar dicho cambio, colocarse las camisetas recientemente usadas, firmar las muchas camisetas japonesas y argentinas que les habían traído y posar, todo con el fin de obtener las mejores imágenes posibles para un sorteo de una ONG en beneficio de las víctimas de un huracán que devastó la isla de Hawái, en la que también participarían varios futbolistas de la élite mundial así como sus selecciones: Italia, Alemania, Brasil, Francia y China.
-¿No te parece demasiado circo como para un simple acto caritativo?- Le preguntó el argentino a Tsubasa con una expresión apenada, utilizando el idioma universal entre los futbolistas extranjeros: el inglés.
-Creo que si no hacemos mucho circo de esto, no se conseguirá el dinero sificiente como para darles una ayuda que realmente valga.- Fué la respuesta de Tsubasa, mientras plasmaba su firma en una de las prendas.
-De todas formas, me fastidian un poco tantas fotos.
-A mi también.- Se rió. -Pero, ¿qué más da?- Al terminar con su tanda, notó que comenzaban las camisetas número nueve, uno, once, doce, veinte... Entonces volteó a sus compañeros, haciéndoles señas para que se acercasen. -¡Es su turno!
-Yo no quiero que me fotografíen como si fuera un payaso.- Dijo Hyuga al llegar y proceder con su labor, haciendo reír al argentino.
-Debiste haberlo pensado antes de promocionarte con esos desodorantes de Monsters Inc.- Se burló Hikaru.
-Por lo menos a mi me quieren como modelo masculino. A ti no, por feo.
-Solo Yoshiko.- Rió Tsubasa.
-Y también Sanae.- Retrucó el defensa. -Y Maki.
Hyuga frunció el seño.
-Y Yukari, y Azula también.- Continuó Matsuyama. -Te salvaste, Misaki. Tú no tienes novia.
-Y si tuviera, no se los diría.- Rió nervioso.
-¿Y yo qué tengo que ver? Fué Hyuga.- Dijo Shingo, haciendo un mohín.
-Estas son para ti.- El de la Reggiana le lanzó una camiseta a su amigo de Albese.
-Creí que solo habría camisetas de Tsubasa y Díaz.
-Hicieron una votación sobre las camisetas más pedidas para los premios del sorteo.- Le respondió Juan. -Entre las más votadas están, obvio, la mía, la de Tsubasa, Schneider, Hernández, Hyuga, Wakabayashi, Santana, Naturezza, Cruyfford, Gentile, Shunko... y ustedes andan por ahí también.
-No sabía que fuera popular en el mundo.- Comentó Aoi, feliz.
-Tampoco lo sos tanto.- Rió Díaz. -Digamos que estás en el puesto quince o dieciseis.
-¡Eso es suficiente para mi!- Sonrió radiante.
-Bastante popular es, especialmente con las chicas.- Se mofó Hikaru, haciéndolo enrojecer.
-Cierto, iba a preguntarte sobre eso, Aoi...- Juan lo miró. -¿Es verdad que andas con Azula?
-Eh... sí, supongo.
-¿De verdad?- Enarcó una ceja.
-Sí, es amiga de mi hermana y estuvimos juntos durante todos estos días.- Respondió con cara inocente. -No sé porqué dicen que es mi novia, si solo anduve con ella por ahí.
-Oh, no me entendiste.- El diez local sonrió nervioso. -Con "andas con Azula" me refería a si ustedes...- Juntó las yemas de sus dedos simulando a dos personas besándose, lo cual lo hizo sonrojar furiosamente. Entonces el argentino realizó un círculo con su mano y amagó un movimiento de introducción con el otro.
-¡N-NO!- Comenzó a negar enérgicamente, totalmente avergonzado. -¡No, no, no, no, no! ¡Nada de todo eso!
Sus compañeros soltaron la carcajada.
-¡Con eso me refería a si andaban, no si andaban paseando por ahí!
-¿Andar con alguien aquí significa salir con alguien?- Preguntó Wakabayashi, enarcando una ceja.
-No me mires así, yo no inventé el dialecto, solo nací acá.
-A propósito, ¿la conoces o solo eres muy curioso?
-Chusma se dice acá.- Sonrió. -Y sí, la conozco. Ella es una provinciana que vino a Buenos Aires para la primaria, justo en mi escuela y en mi salón.
-¿De verdad?- Aoi se sorprendió. -Qué pequeño es el mundo.
-Es solo una conocida. Nunca nos llevamos bien en la primaria.- Sonrió con burla. -Pero sí es una buena amiga de Hino, el uruguayo/japonés.
-Nunca me mencionó nada de eso.
-¿Por qué tendría que hacerlo?
-¿Cómo es que ellos son amigos?
-No tengo idea.- Se encogió de hombros. -Como te dije, solo la conozco por la escuela, no cruzo palabra con ella desde hace años.- Palmeó su espalda. -Pero tranquilo, no te pongas celoso.
-¡No estoy celoso!- Bufó.
-¿Cómo sabes que ellos son amigos si no hablas con ella desde hace años?- Cuestionó Genzo, sin creer del todo aquella historia.
-Porque lo tengo en Facebook y vi que subió un estado dedicatorio a ella por su cumpleaños, además de que subió algunas fotos con ella. Es simple, la vi y la reconocí de inmediato. Ese flequillo lo tiene desde los seis años y básicamente tiene la misma cara.
-Ya veo.- Musitó.
-No te pongas así, Aoi, ¡me hacés sentir culpable!- Se quejó el chico. -Además, si ella se enterara de que te hice sentir mal contándote esto, me va a buscar, me va a encontrar y me va a hacer cosas horribles. Ella me odiaba en la escuela.- Concluyó enfatizando la palabra 'odiaba'.
-No me pasa nada.- Sonrió nervioso. -Solo me sorprendió que tengamos personas conocidas en común.
-¿Por qué te odiaba?- Quiso saber Taro.
-Ni idea, si yo era un ángel caído de lo buen chico que era.
-Oíme, ángel caído...- Pascal lo interrumpió, llegando justo para escuchar aquello. -...esta gente quiere unas fotos en el vestuario entre todos, japoneses y argentinos, charlando y diviertiéndonos, como si fueramos mejores amigos.
-¿Algún día acabará esta sesión?- Suspiró Matsuyama.
-Es por una buena causa.- Misugi sonrió con pena.
-¿Por qué todo eso?- Se quejó Díaz. -¿Compartir vestuario? ¿Hacernos los mejores amigos? ¡Pero si los japoneses y los argentinos nos odiamos!- Bromeó al final, soltando un suspiro y acompañando a su mejor amigo y compañero de oro. -En fin, al menos no nos hicieron hacer esto en un partido contra Alemania. Ahí sí que se hubiese puesto fea la cosa.
-Seguro que a Schneider no le hicieron hacer estas estupideces en su amistoso contra Italia.- Dijo Hyuga, quejoso, mientras se dirigía junto con sus compañeros a donde el desgraciado fotógrafo les indicaba: el vestuario local del Monumental.
Aoi caminó por detrás de sus compañeros, cabizbajo. Tal parecería que la situación se alargaría bastante y él solo podía pensar en dos cosas: la cena con Azula que aún no había siquiera planeado el lugar e Hino. Principalmente en Ryoma Hino, aquel talentoso delantero estrella del equipo Uruguayo, rival de Hyuga, con un disparo que seguramente lo mandaría a volar mucho más alto de lo que el choque con Sho Shunko lo había hecho. Pensó entonces... ¿qué probabilidades tenía ante un tipo como él? La respuesta vino sola a su mente, logrando que soltase un suspiro decepcionado, el cual fué notado por Misaki que iba a su lado.
-No te menosprecies.- Le dijo Taro, casi adivinando sus pensamientos.
Aoi solo le sonrió levemente.
Azula, Yukiko, Sanae, Yayoi, Yoshiko y Yukari esperaban aún pacientemente en el palco, a la espera de que alguien llegase a buscarlas para regresar al complejo. Tsubasa había alcanzado a avisarle a su esposa sobre la sesión al regresar por fin al vestuario, por lo que le había indicado que ya mismo se ducharían, cambiarían y en veinte minutos irían por ellas.
-A ese fotógrafo lo envió el mismo Lucifer.- Dijo Azula a Yuki, en un bufido.
-Estoy tan harta de estar aquí.- Suspiró ella. -Shingo debe estar tan harto también, pobrecito.
-¿Cómo se les ocurre hacer tal cosa?- Agregó Sanae. -Pobres muchachos, deben estar cansados.
-En el partido Italia-Alemania no abusaron así.- Murmuró Yukari.
-Es un fotógrafo argentino, no puedes compararlo con uno italiano.- Dijo Yayoi, logrando que Azula voltease su mirada a ella y le enarcara una ceja.
-Si el fotógrafo es un inútil fantasioso no es por ser argentino.- Le habló, sorprendiéndolas con un muy buen inglés.
-Lo siento, no creí que supieras otro idioma.- Sonrió nerviosa, profundizando la molestia en ella.
-¿Perdón?- Volteó totalmente.
-Ya, Yayoi.- Yoshiko intentó hablarle, pero la joven de Tokio hizo una mueca y se puso de pie, sonriéndole y dándole gala de sus buenos modales dignos de una familia adinerada japonesa.
-No quise ofenderte, solo fué un simple comentario, una opinión.
-Dijiste que el fotógrafo hizo todo lo que hizo por ser argentino y después te sorprendiste porque sé hablar inglés. ¿No debería ofenderme por tener que tolerar tales comentarios?
-No, entiendo que Argentina es un país libre y puedo opinar lo que desee.- Yayoi continuó sonriendo dulcemente. -Pido disculpas solo por tu falta de comprensión, ya que quizás me melinterpretaste.
Azula frunció el seño horriblemente, aunque luego suspiró. Aunque las ganas de aventar por la baranda a la princesita eran demasiadas, no podía ni debía cometer un acto semejante si quería disfrutar de los últimos momentos de Yukiko y Shingo en el país.
-Lamento si te hice sentir mal, o menos, por tu nacionalidad.- Le habló la novia de Misugi, continuando con la charla que, pensaba Azula, ya había acabado.
-Necesitás mucho más que dos comentarios tontos para hacerme sentir menos, Yayoi.- Enarcó una ceja, analizando la expresión cálida de la chica. -Me enojé un poco, pero si no tuviste malas intenciones no hay problema. Crecí en un país subdesarrollado, no tuve la vida que tuviste vos, no tengo un noviecito príncipe al cual lavarle los uniformes, no tuve un papá perfecto, sí tuve una mamá perfecta pero se me fué demasiado pronto, tengo solo a mi mejor amigo Gero, a su mamá Leonor y a mi mejor amiga Sharon que me aman y a dos abuelos para los que no existo, apenas y terminé el secundario y no puedo estudiar lo que me gusta porque tengo que trabajar para no morirme de hambre, pero a pesar de todo vivo bien.- Finalizó sonriendo ante la mirada atenta y sorprendida de todas allí.
-¿Tu mamá murió de hambre?- La pregunta inocente, malintencionada, curiosa o quién sabé qué le pasó por la mente a la chica de claros cabellos, causó que Azula abriera sus ojos de la sorpresa.
-No te hago nada por Yuki, por Shingo y porque no voy a pasar las últimas horas con ellos dándoles explicaciones a la policia.- Soltó, totalmente indignada, saliendo hecha una furia por la puerta. -Me voy, nos vemos después, chicas.
-¿Qué fué eso, Yayoi?- Preguntó Sanae, molesta.
-Solo le hice una pregunta.- Respondió con una cara de total inocencia.
-¿Eres tonta o solo demasiado inocente?- Cuestionó Yukiko, pasando por su lado, dirigiéndose hacia donde Azula había ído.
-¡Oigan! ¡No me miren así! ¡No es mi culpa que sea explosiva!- Se defendió Yayoi, ofendida por la mirada reprochadora de todas allí.
-Acabas de preguntarle si su mamá murió de hambre, Yayoi.- Le dijo Yoshiko. -¿Es en serio?
-¿Acaso no dijo que ella moriría de hambre si no trabajaba?
-Callada eres más linda, Yayoi.- Suspiró Sanae, avergonzada por su amiga.
