Llega al edificio con el estómago dado vuelta.
Mucho le tendría que fallar su intuición para hallarse cara a cara con una persona tan anónima como bienvenida, pero no, no le falla. Está seguro que quien le estará esperando, aún no sabe muy bien para qué, no es otro que Shaka: el joven arquitecto con aspecto frágil y carácter misterioso que logró colarse en su vida y zarandearla de tal forma que perdió el norte durante un tiempo.
- ¿Cómo puedo tener tanta mala suerte? - masculla entre dientes mientras trata de disciplinar su mente ante la escena que se ve avocado a vivir.
Los pasos que le internan en la obra van perdiendo seguridad al mismo ritmo que su corazón va alcanzando un compás cada vez más ascendente. No le apetece de ninguna manera tener que hacer frente a aquél que dejó una profunda huella marcando su piel, pero no tiene escapatoria.
Al acceder a lo que acabará convirtiéndose en el vestíbulo del bloque de viviendas, percibe en un rincón la silenciosa presencia de un guardia de seguridad, el cual parece que está dando cuenta de un buen bocadillo acompañado de un refresco con gas.
- Buenos días - dice, asomando la cabeza sin atreverse a invadir en exceso el espacio del vigilante - Soy el agente inmobiliario, y tengo cita con los primeros interesados en la compra de las viviendas - Saga trata de explicarse con más palabras de las que puedan interesar a ese calmado hombre, que mastica un copioso bocado mientras se lo mira con indiferencia - aunque he recibido una llamada del estudio de arquitectura que ha realizado el proyecto y_
- Uno de los arquitectos le está esperando en el piso de muestra. Es el segundo segunda - la información llega distorsionada por el indiscreto masticar, detalle que parece no avergonzar al sereno.
- De acuerdo...Gracias...
Los ascensores se presentan como una buena opción para salvar la distancia de dos pisos, pero subir por las escaleras le puede ofrecer un poco más de tiempo para pensar en cómo actuar ante la violenta situación que le está acechando. No tiene ni idea de si juega con ventaja o si Shaka ya sabe a quién espera, aunque ninguna de las dos opciones se le presenta como placentera.
Va subiendo peldaños, escuchando el eco de sus propios pasos reverberar en las paredes aún desnudas, casi acompasándose con el violento latir que está adquiriendo su corazón, y tratando de mantener su mente en un estado plano, pero no puede. Los recuerdos forjados durante tiempo vuelven a asaltarle con la misma fiereza que lo han hecho al descifrar la identidad yacente tras esos números conocidos, y duelen.
Duelen porque muchos de ellos aún no han tenido reemplazo en el podio de los más intensos y especiales, por mucho que lo haya intentado. Y laceran aún más los que se fueron gestando durante los últimos tiempos, cuando la incomprensión, la impaciencia y la inmadurez se tomaron el protagonismo a espaldas de la reflexión, derivando en el derroche de sentencias que consiguieron mellar el alma mucho más de lo esperado. El orgullo de Saga consiguió que él se convirtiera en un ferviente ejecutor de un necio "olvídate de mí", y se acogió a este imperativo con exactitud despechada, ocasionando que el número de teléfono que le unía al responsable de ofrecer vida a su vida se borrara con un gesto tan cobarde y ruin como el de mandar al cubo de basura la sencilla posibilidad de recapacitar.
Tanto su targeta SIM como la memoria de su teléfono móvil consiguieron el cometido, pero no así su mente.
Su mente lo guardó en un cajoncito harapiento y escondido de su memoria, y ahora su contenido acaba de aflorar, inesperado, polvoriento e inoportuno.
Sobretodo inoportuno porque a Saga no le apetece afrontar esta violenta situación, y menos en su primer día de trabajo, pero sus pasos ya lo acercan a la entrada del piso, abierta para él, y sin darse oportunidad para pensar de más, accede. Inspira profundamente, se arma de valor y busca dentro de sí esos remansos de altanería que tanto le caracterizaban de joven, dejándose guiar por el aroma de café instantáneo recién hecho.
Shaka se halla en la cocina, no hay duda. Como tampoco la tiene en que debe hacer resurgir su lado mezquino y empuñar la indiferencia, por mucho que avistar su figura de espaldas le estruje el estómago con tanta fuerza que la corriente nerviosa le viaje hasta los pies.
Saga traga saliva, aprovechando los últimos instantes que le quedan para convertirse en ese alguien despreciable que nada merece, y modula su voz con gravedad y pensada indolencia, protegiéndose ante cualquier atisbo de debilidad.
- Buenos días. Soy Saga Agravanis, el nuevo agente inmobiliario. ¿Me estaba esperando?
By September
