Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es CaraNo, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is CaraNo, I'm just translating her amazing words.
Thank you CaraNo for giving me the chance to share your story in another language!
Pueden encontrar todas sus historias en su blog, favor de quitar primero los espacios. También compartiré el link directo a su blog en mi perfil de FF.
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Gracias Yani por betear esta historia.
Capítulo 8
POV Bella
Entonces sentí sus labios posarse sobre los míos
La última pizca de control salió volando por la ventana y le correspondí el beso. Suavemente. Labios cálidos. Él se encogió un poco ante el contacto con su labio, pero no se apartó. Le añadió presión. Añadió. Añadió. Firmemente.
Ambos nos estremecimos y respiramos más pesadamente.
Separó los labios y yo hice lo mismo, mis lágrimas seguían cayendo libremente, pero no me importó cuando su lengua se encontró con la mía. Estaba mal en tantos niveles. Moralmente. Físicamente también, en nuestro estado. Nuestro sabor mezclado de lágrimas y antiséptico no podía ser normal, pero era lo que tenía. Y lo acepté. Si él cambiaba de parecer en una hora o mañana… tomaría lo que me diera.
Nuestras bocas se movían juntas apasionadamente, nuestras lenguas se acariciaban, y no era suficiente. Necesitaba más. Mucho más. Todo de él.
—Edward —gimoteé en su boca. En tono suplicante.
Eso lo provocó, creo, y comenzó a besarme con ansia. Tan intenso. Desesperado. Y yo me aferré a él con la misma desesperación, correspondiéndole el beso con todo lo que tenía. Pero aun así… no era suficiente. Más. Más. Encontré su cabello y lo jalé. Él gimió y el sonido, las vibraciones… enviaron estremecimientos a mi centro.
Parándome entre sus piernas, me jaló todavía más cerca, sus manos tomaron firmemente mi culo. Más. Más fuerte. Luego… luego… deslizó las manos debajo del pantalón de mi filipina. Manoseó mi culo. Con brusquedad. Mientras gemía.
Hice lo mismo, poniendo mi mano en su pecho desnudo. Jadeó más fuerte y gemí. No era suficiente. Jadeando. Frenético.
Me estaba encendiendo. Arqueándome hacia él… al fin. Lo sentí. Duro. Tan duro contra mi abdomen. Y su mano viajó. Viajó a mis costados. Más por favor.
—Por favor —gemí en su boca.
Gruñó, un sonido que me humedeció las bragas, y me levantó… intercambiando nuestras posiciones, para que yo estuviera sentada… y él parado entre mis piernas. Su boca seguía firmemente pegada a la mía, nuestras lenguas se probaban, saboreaban, y estaban desesperadas la una contra la otra. Más. Más duro. ¡Seguía sin ser suficiente!
Mi mano descendió por su cuerpo firme. Pectorales. Costillas. Estómago. Músculos. Ese caminito… que llevaba hacia abajo. Sí. Me sentía determinada y necesitada, desesperada por él. Por sentirlo.
Entonces…
Lo sentí por fuera de su bóxer. Todo de él. Grande, no, enorme. Duro.
—Carajo —siseó cuando su boca comenzó a bajar dejando besos húmedos por mi cuello—. Sí.
Sí.
Metí la mano en su bóxer justo cuando sus dos manos se movieron para acunar mis pechos, y ambos nos arqueamos el uno hacia el otro. Sí. Al fin. Manos grandes. Firmes. Masajeando, pellizcando… trabajándome.
—Tengo que hacerlo, Bella —gruñó cuando comencé a acariciar su polla dura en mi mano—. Lo necesito, carajo.
Sí. Por favor. También yo.
—Lo que quieras —me escuché gemir mientras chupaba el punto donde estaba mi pulso.
Sus manos agarraron mis brazos entonces y los sostuvo en la camilla.
—Sostente —dijo al enganchar sus pulgares en la parte interna de mis pantalones.
Entendí y me alcé para que pudiera bajarme el pantalón. Tragué. Incluyendo las bragas.
Pero esto era lo que él me daba. Lo tomaría. Lo saborearía.
Así que le hice lo mismo, bajándole los pantalones y liberando su… mierda, enorme erección.
—Ahora —me escuché jadear con los ojos fijos en su polla—. Te necesito.
—Maldita sea… sí —siseó.
Y luego dejamos la cordura atrás. O tal vez esa la habíamos dejado hacía mucho tiempo. Pero él me besó. Con fuerza. Tan jodidamente fuerte y de repente sentí que estaba en llamas. Dientes chocando, lenguas luchando, manos que agarraban y vagaban, su polla… oh Dios, embistió su polla contra mí. La punta húmeda me tocó. Más. Más. ¡Más!
—Necesito… sentirte —jadeó en mi boca.
Antes de poder registrar sus palabras, sentí su dedo tocar mi raja. Mi muy mojada raja. Y, por el ruidoso gemido que me dedicó, le gustó. A mí me encantó. A él le encantó y añadió presión. Separando mis pliegues, comenzó a dedear lentamente mi coño, solo provocaba la entrada junto con mi clítoris.
—Más —gimoteé, moviéndome contra él.
—Carajo, sí —gimió, alzando mis piernas para envolverlas alrededor de sus caderas. Y entonces… entonces, me empujó para que me recargara en mis codos… y Jesús, se posicionó en mi entrada.
Con nuestros ojos pegados en una ardiente mirada, empujó lenta y firmemente. En mí. Estirándome con fiereza. Jadeamos a través de dientes apretados, solo… mirándonos el uno al otro, y fue primal… sexy, y desesperado. Ambos necesitábamos esto. No era solo yo. Santa mierda, era grande.
Tragando con fuerza y mordiéndome el labio, me concentré en la sensación de él llenándome por completo. Y luego bajé la vista a donde estábamos unidos, y gemí más fuerte que una maldita estrella porno. Era magnífico. Poderoso y crudo. Conectados.
—Cristo —lo escuché exhalar y al alzar la vista noté que él también estaba viendo ese punto donde estábamos unidos.
—Edward —susurré temblorosamente para llamar su atención y cuando la obtuve, le asentí una sola vez.
Lo entendió.
Inclinándose hacia enfrente, capturó mi boca con la suya en un beso sensual y húmedo antes de comenzar a moverse dentro de mí. Embestidas firmes, pero lentas, profundas y largas, sin detenerse hasta que golpeó ese lugar. Ese lugar del que solo había leído.
—Sí —jadeé, cerrando los ojos con fuerza cuando los estremecimientos pasaron a través de mí.
Animado por mis jadeos y arqueos, comenzó a moverse más rápido y más fuerte.
—Estás tan malditamente apretada —jadeó—. Yo… necesito más, Bella.
—¡Sí! —grité—. Por favor, Edward… fóllame.
Gruñó de nuevo y supe que podía sentir el chorro de humedad que cubría su polla, pero no me importaba. De hecho, me encantaba. Quería que supiera lo que me provocaban sus sonidos.
Y Edward obedeció. Agarrándome firmemente de las caderas, se salió de mí antes de embestir con una fuerza que me dejó sin aliento. Y esto era. Esto era lo que quería, necesitaba, justo ahora.
—Míranos —gimió—. Míranos, nena.
Lo hice y la visión me llevó más cerca del orgasmo. Él me sintió contraerme. Sí, ambos estábamos igual de asombrados mientras veíamos cómo él follaba mi coño desnudo. Su polla hinchada, brillando con mi humedad, entrando en mí sin restricciones.
Dentro y fuera, dentro y fuera… profundo, desapareciendo en mí… afuera otra vez, mis paredes lo apretaban fuertemente… caricias largas… sus dedos frotando mi clítoris… golpeando dentro de mí de nuevo, haciéndonos gemir en voz alta a ambos… más fuerte… más… más cerca… sí…
—Oh, carajo, ¡Edward! —gemí en voz alta, sintiendo mi orgasmo acercarse rápidamente.
—Sí, eso es, Bella… puedo sentirte… ¡maldita sea! —gruñó, incrementando su ritmo.
Eran estremecimientos y vibraciones y temblores y apretones y sacudidas…
—Carajo, eres hermosa —jadeó.
Exploté.
Eso fue todo.
Su cuerpo, su corazón y alma, su polla, sus palabras, que me dijera hermosa… que me dijera nena… sentía que pertenecía con él… a él.
Me corrí con fuerza, gimiendo su nombre en voz alta mientras el orgasmo pasaba sobre mí, a través de mí, me empujaba hacia abajo, estaba en todas partes. Consumiéndome con nada más que puro placer.
—¡Carajo, Bella! —lo escuché gemir, pero sonó muy distante ya que yo seguía jodidamente perdida en mi orgasmo—. Me-maldita sea… ugh… ¡me voy a correr!
Sus palabras distantes solo prolongaron mi orgasmo, y lo ordeñé fieramente con todo lo que tenía. Era mucho más de lo que alguna vez había sentido, y estaba verdaderamente fuera de control. Era él… todo él, y era dueño de mi cuerpo… y mi corazón.
La única cosa que sabía era que habíamos colapsado juntos, ambos jadeando sin aliento durante minutos y minutos mientras recuperábamos la respiración. Ambos exhaustos y satisfechos… y… ambos comprendiendo… lo que acababa… de pasar.
Tragué con fuerza, intentando desesperadamente mantener las lágrimas a raya.
¿Se escaparía ahora? ¿Me diría el gran error que había sido esto?
Probablemente.
Me preparé.
Se salió lentamente de mí y me apuré en arreglarme la ropa, solo esperaba… que él dijera… algo.
No era incómodo, pero era malo. Muy malo.
Silencio.
Genial.
Me sentí entumecida mientras mantenía la mirada fija en el piso. Lo escuché suspirar y podía imaginarlo pellizcándose el puente de la nariz. Siempre hacía eso. Y se jalaba el cabello…
—Lo siento —susurró.
Cierto.
Lo sientes. Lo sé.
Igual que yo, pero por otras razones.
—Bien —exhalé, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.
Él estaba a punto de decir algo, pero fuimos interrumpidos por Emmett gritándonos desde la recepción.
Fue una brusca llamada de alerta, y Edward salió rápidamente de la habitación.
—Estoy jodida —murmuré para mí antes de salir para enfrentar las preguntas de Emmett.
*o*o*o*
Emmett no notó la incomodidad, y si lo hizo, lo interpretó como consecuencia de nuestra noche.
Se hicieron preguntas y nos dejaron ir a ambos después de unas horas.
Coleta, o James, obviamente quería presentar cargos contra Edward, pero Victoria intervino y le dijo que si lo hacía, ella presentaría cargos contra James. Y me sentí feliz al saber que Victoria le pidió a Emmett que nos dijera que se mudaría a Oregón con su madre. Sí, me emocionaba que ella finalmente fuera a dejar el patético culo de Coleta.
Como sea, los tres nos separamos en silencio. Edward se dirigió a su carro, Emmett me dijo que pasaría por la mañana con el Jeep y luego yo me fui a casa.
Lloré hasta quedarme dormida, pero como sea.
Mi único consuelo era que vería a mis padres mañana.
*o*o*o*
El sábado fue maravilloso. Era justo lo que necesitaba.
Recogí a mamá y papá en el aeropuerto poco después del mediodía, luego papá nos llevó a comer en Seattle antes de regresar a Forks.
No me sorprendió ver a Alice y Jake salir corriendo de su estética cuando llegamos, y tampoco me sorprendió cuando Alice nos jaló hacia la estética. Pero resultó endemoniadamente divertido. Seguro, mamá y papá estaban cansados, pero también estaban felices por conocer a mis amigos. Aunque papá no estaba tan emocionado sobre qué tan cercano como amigo quería ser Jake… sí, ya sabían a lo que me refería. Pero oye, sacamos unas cuantas carcajadas de eso. Y luego, cuando papá ya había tenido suficiente, le mostré mi apartamento y el lugar donde podría descansar por un rato antes de regresar a la estética.
Mamá ya sabía todo sobre Edward y yo —excepto lo que había sucedido el viernes. Nadie sabía sobre eso— así que para cuando regresé a la estética, ya era una fiesta de chismorreos. Y hablamos de todo.
Jake no perdió tiempo en arreglar las uñas de mamá, le hizo un manicure y un pedicure, y mientras le hacían eso, Alice me forzó a sentarme en una silla y la mujer me hizo flequillo de lado. Siendo honesta, me veía jovialmente buena.
El día fue exactamente lo que necesitaba para olvidar mi encuentro con Edward. Se trató de chismes de chicas, charlas de sexo, charlas de embarazo con Alice, Jake y ella arreglándonos… pedimos pizza, la cual Jake nos ordenó que comiéramos usando utensilios ya que nos acababan de arreglar las uñas, y luego hubo vino. Por supuesto.
Rose llegó alrededor de las ocho de la noche y fue entonces cuando comenzamos a contarle todo.
Jodidamente fabuloso.
Y ahora yo también lo era. O sea, fabulosa.
A mamá le gustaron mucho mis lentes nuevos, al igual que a todos. Oh, y con flequillo de lado, se veían incluso mejor. Mi cabello también ya estaba muy brillante. Juraba que Alice tenía magia.
Por supuesto que tocamos el tema de Edward más de una vez, y me costó mucho maldito esfuerzo alejarlas de eso, pero de alguna manera siempre terminábamos ahí.
Como sea. Puede que estuviera loca e infelizmente enamorada, pero también era yo. Y era fuerte. Él se lo perdía, carajo, si me preguntaban. Y también yo, pero podría ser que no admitiera eso. Bien, tal vez lo acababa de admitir, pero necesitaba mantener mi cabeza con cabello brillante bien alzada.
Aunque la noche no fue tan maravillosa.
Mamá y papá ocuparon mi cama ya que mi apartamento era muy pequeño, así que tuve que dormir en el sofá. Oigan, era cómodo y todo eso, pero mi papá roncaba. Muy ruidosamente. No entendía cómo podía soportarlo mi mamá.
*o*o*o*
Hora de la comida del domingo con los Cullen.
Todavía teníamos el Jeep de Emmett, así que tuve que escuchar a papá quejarse de mis habilidades de manejo todo el camino hasta allá, pero eso no era nada nuevo.
Dios, esperaba que Emmett y él se llevaran bien. Ambos siendo jefes de policía y todo eso. Mamá me volvió ligeramente loca cuando insistió en que debía usar un vestido.
No se preocupen. Gané esa jovial batalla.
Me veía espectacular con unos jeans color azul oscuro deslavados, un top sin mangas color negro, un gorrito de tejido color gris y mis balerinas grises.
Nada arruinaría este glorioso día.
—Vaya, ¡esta casa es encantadora! —Mamá sonrió al quitarse el cinturón de seguridad.
—Lo sé, ¿cierto? —sonreí—. Y van a amar jovialmente a Mamá y Papá C.
—Oh, no tengo dudas de eso. —Sonrió—. Ya amo a Rose y Alice.
Nos bajamos del carro, pero no avanzamos tanto antes de que la puerta se abriera de golpe y Alice y Rose salieran corriendo.
—¡Mamá Rae-Rae! —gritaron.
Sí, habían apodado a mamá.
—¡Jefe! —gritaron entonces.
Ajá, papá era Jefe para ellas.
Oh, hubo tantos abrazos que ni siquiera me molesté en contarlos.
—¡Mi dulce Bella!
Ahora, sí reconocía ese grito.
—¡Mamá C! —me reí.
Alzando la vista al porche, noté que toda la familia estaba reunida en la puerta.
Sí, Edward también. Y Dios sí que se veía que estaba sufriendo.
Hubo más abrazos y gritos, Mamá C y mamá ya proclamaban que eran nuevas mejores amigas y todas esas mierdas.
—Jefe Charlie. —Emmett sonrió, ofreciéndole la mano a papá para saludarlo—. Soy el jefe que cuida al torbellino que es su hija aquí en Forks.
—Gusto en conocerte, hijo. —Papá se rio entre dientes, dándole un apretón de manos—. Dios sabe que se necesita tener uno donde esté mi Bells.
—¡Oye! —exclamé—. ¡No seas condescendiente!
Simplemente me ignoró.
—Es un lindo Jeep el que le prestaste —le dijo papá—. Solo no lo vuelvas a hacer si quieres mantenerlo.
Hubo risas a costa mía así que seguí avanzando con un caramelo, uniéndome a mamá, Mamá C, Rose y Alice en la sala.
Como sea.
Emmett y papá obviamente querían que escuchara sus mierdas, así que no tardamos mucho en estar todos reunidos en la sala. Y, sorprendentemente, descubrí que no solo Emmett y papá se estaban llevando bien. Edward también se estaba riendo de algo que papá había dicho.
Necesitaba algo que distrajera mi atención y cuando vi a Alice…
—¿Dónde está mi enano? —dije con voz de bebé.
Rodó los ojos, pero se paró debidamente y alzó su blusa.
—Sigues sin crecer, ¿eh? —Fruncí el ceño antes de besarle el vientre—. Necesitas crecer y poner gorda a mami para poder verte. Obedece a la tía Bella, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, de acuerdo, es suficiente. —Mamá C se rio entre dientes—. Ahora siéntate, Bella. Tenemos mucho de que hablar.
Obedecí a Mamá C porque eso debía hacer.
Mirando por la sala, noté dos cosas. Una: que todos los hombres estaban reunidos en una mitad de la habitación, y todos se estaban riendo y hablando de mierdas, y las mujeres estábamos reunidas en otra mitad de la habitación, y no eran mierdas, era una charla importante lo que hablábamos.
Y dos: PutiPerra no estaba aquí.
Uh.
Suponía que después de todo sí era un buen día.
—¿De qué quieres hablar? —gorjeé.
—Bueno, primero que nada debo decir que me encanta tu flequillo, cariño, ¡y también tus lentes y tu ropa! —Mamá C sonrió, incluso aplaudió—. ¡Y segundo! ¡¿Por qué no les dijiste a tus padres que nos visitaran antes?!
Uh-oh…
—¿Lo siento? —respondí sonriendo inocentemente.
—¿Bells? —escuché a mi papá llamarme.
Mirando sobre mi hombro, le alcé una ceja a modo de pregunta.
—¿Por qué no me dijiste que la pesca es buena por aquí?
Uh-oh…
No, esperen. Eso no era mi culpa.
—Porque no tenía ni fruta idea, papá —bufé.
—Cielo, te estoy hablando —exclamó mamá entonces, captando de nuevo mi atención.
Me iba a torcer el cuello si esto continuaba así.
—¿Qué dijiste, mamá?
—Te pregunté si aquí es donde vas a tener a todos esos bebés. Me refiero a Forks. ¿Es aquí donde sentarás cabeza?
Bueno, primero que nada… su pregunta me agarró con la guardia baja.
Y segundo… no, creo que la primera fue suficiente.
—Me encanta el pueblo de Forks si a eso te refieres —comenté.
¿Podía verme a mí misma sentando cabeza aquí? Por supuesto, pero para hacer eso, necesitabas un hombre, una casa y bebés.
No tenía nada de eso, y el hombre del que estaba enamorada estaba fuera del mercado… incluso si me había follado dos días atrás.
Maldición.
—Sabes, yo tenía apenas dieciocho cuando te tuve, cariño —me recordó.
—Lo sé, mamá —gemí.
—¡Igual que yo! —anunció Mamá C en voz alta—. ¡Tenía dieciocho cuando tuve a Edward!
—Lo que significa que ya es hora, cariño —me cantó mamá.
Sí, estaba ansiosa por tener nietos.
Siempre habíamos considerado muy importante la familia en nuestra… familia. Madres jóvenes, padres jóvenes, y las carreras tenían que llegar simultáneamente o después de que naciera el primer bebé. Suponía que era posible porque los Swan eran una familia adinerada en Phoenix y había dinero en todas partes. Mientras que fuéramos a la universidad, siempre nos animaban a seguir nuestros corazones.
Yo nunca sería ama de casa ni nada así, pero sí quería una familia más que nada. Los niños lo eran todo para mí. Y el amor.
—¿Hora? —bufó Mamá C—. Si crees que Bella va mal, mira a mis hijos. La más chica tiene veinticinco y está esperando a su primer bebé. ¡Mi Edward tiene casi treinta y dos y no tiene hijos! Y mi Emmett tiene veintinueve ¡y tampoco tiene hijos!
—Pobrecita Mamá C. —Hice un puchero juguetón.
Rose se quedó callada, probablemente no le gustaba esta discusión, y Alice estaba sonriendo con orgullo al ser la más joven y la embarazada.
—Esme, querida, estás siendo muy ruidosa —escuché reírse a Papá C—. Sabemos que quieres ser abuela.
Mamá C hizo un puchero y agarró la mano de Alice.
La mayoría de los hombres se rieron.
Sin embargo, Edward no lo hizo.
Se veía roto. De verdad roto.
Y yo todo lo que quería hacer era consolarlo.
Unas horas después ya todos habían comido, y aunque Emmett y Alice seguían comiendo las sobras como bocadillos, habíamos comido suficiente. De hecho, no creía haber visto antes tanta comida. Y esto era solo la comida.
Pero como sea, estábamos de regreso en la sala.
Menos Edward.
Lo había observado durante la comida y había algo seriamente mal con él. Era evidente que había intentado mantenerse a la par con las mujeres hablando de bebés y los hombres hablando de pescar o deportes, pero podía verlo fallando. Fallando en mantener la máscara en su lugar.
Después de la comida, había desaparecido en el piso de arriba.
—Tal vez deberías ir a hablar con él —escuché a Mamá C susurrarme al oído.
Claro que ella me había visto observarlo.
Mamá C lo veía todo. Igual que mamá.
Pero ¿debería? ¿Debería hablar con él?
No estaba tan segura.
Pero lo haría.
Le asentí antes de ponerme de pie, desesperada por no atraer miradas inquisitivas, pero al verlos a todos involucrados en discusiones serias o no tan serias, quedó muy claro que solo Mamá C y mamá sabían a donde iba a ir.
Tardé un rato. Un rato muy largo. Antes de encontrar la habitación de Edward.
Toqué.
—¿Quién es?
¿Tenía que preguntarlo?
Suspiré.
—Bella.
.
.
.
—Entra.
Estoy publicando este capitulo desde el celular, así que de verdad espero que puedan visualizarlo bien.
