Capítulo ocho

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No advirtió que terminaría con un amargo sabor de boca en la entrada del departamento. Su mente estaba tan anonadada que apenas funcionaba. Su corazón ardía con flamantes llamas, erizando cada esquina de su pecho hasta quemarlo.

«¡Aléjate, Kacchan!» Fueron las palabras que Izuku le dijo luego de haberlo empujado en sus constantes avances en la piel de su rostro.

La expresión que vio ante eso, detonó algo en el rubio, quien pudo sentir que su interior se anestesiaba.

Nunca había visto esa expresión en él y temió por sus sentimientos. Temió que todo se iría por la borda, aunque para qué fingir que no, si él mandó todo a la borda en el momento que lo rechazó en el mismo lugar en el que se confesó y recibió una probada de su propia medicina.

Ahora entendía el peso que suponía haber pensado en un plano tan escaso como cuadrado.

Debió haber dejado su tonto orgullo de lado y pensar en lo que realmente importaba.

Y cuando Izuku se marchó, no supo cómo arreglarlo, cómo remediar el enorme hueco que le ocasionó.

De solo sumirse en lo sucedido momentos atrás realizó que Izuku nunca le dijo cosas hirientes. Desde que se conocieron todo fue color de rosa, con Izuku detrás de él y él tomando el papel del adulto maduro.

Qué tontería.

Él no se comportaba como un adulto ni de chiste.

Y sin embargo, se mantuvo sumido en una profunda tristeza en su habitación sin tener el valor siquiera de tomar el celular y llamarle a Izuku. Pues ya no tenía fuerzas para seguir de pie en medio de tanta soledad y de ver los resultados de sus acciones regresarle a la cara como un balde de agua fría rociar su cabeza hasta enfriar su cabeza temperamental.

No reparó en que pasaron horas desde aquel acontecimiento en que estuvo reviviendo la conversación que tuvo con Izuku, donde en lugar de reparar sus acciones, la imperante realidad se estrelló delante de sus ojos similar a un pellizco en el rostro.

Le faltó decoro en sus palabras y haberlas vestido de seda y pureza, pero en su lugar, recurrió a sus usuales arrebatos que nunca lo llevaban a ningún lado, solo para retractarse al final y jactarse de lo tonto que solía ser cuando se trataba de sentimientos.

Las partículas de sus suspiros se condensaban a la luz de la noche. El único sonido que se escuchaba en su departamento era el de su respiración.

De pronto el timbre sonó y se paralizó en sus casillas.

Frunció el ceño.

¿Quién carajos podía ser? Sus padres no lo visitaban sin avisarle y sus amigos tampoco.

En cuanto abrió la puerta, el rubio jadeó sorprendido.

—¿Deku?

El menor asintió. Subió la cabeza y con sus ojos verdes perforó su interior.

—¿Qué haces aquí?

No quería parecer tan roto por lo sucedido horas atrás, por lo que optó por fruncir el ceño y devolverle la mirada con desconfianza.

El silencio del menor, que se balanceaba con cierto temor, desató que el adulto se impacientara.

—¿Qué?¿No te bastó con haberme rechazado dos veces, idiota?— Las pupilas de Izuku se achicaron, en pánico.

—¡No…! No vine a eso

—Entonces, ¿A qué carajos viniste? Porque no tengo tiempo para tus estúpidas vueltas.

Hizo ademán de cerrar la puerta, mas el zapato del chico lo frenó de hacerlo, desconcertando a Katsuki por lo abrupto que fue el choque.

—Quiero hablar contigo— Manifestó Izuku. —¿Puedo pasar?

—¿Crees que te dejaré pasar con lo que hiciste?

El chico le dedicó una mirada herida, que pese a que Katsuki se mostró tan seguro de que cerraría la puerta y no lo dejaría hablar, se decidió por retirarse de la puerta en señal de que lo dejaba entrar.

Por otro lado, tenía curiosidad por saber qué le diría Izuku, pues a diferencia de su aspecto inalcanzable de aquella tarde, lucía resignado consigo mismo.

Cuando Izuku cerró la puerta tras de sí, Katsuki lo miró, encarándolo, que se tomaba como indicación de que hablara.

—Estuve pensando en lo que me dijiste hace rato— Inició Izuku, lento y pausado. Su mirada estrellada en el suelo. —Y…— Se cortó, mordiéndose en labio inferior.

—¿Y…?—Presionó el mayor, impaciente. —Deku, no estoy para que decidas callarte. Termina rápido.

—Terminé con Uraraka— Espetó Izuku, silenciando a Katsuki, quien abrió las orbes en asombro. —Saliendo de aquí me fui con ella. Y mientras pasaban las horas, no podía seguir manteniendo esa fachada de que estaba bien no estar contigo— Sus ojos se empañaron. —De no estar contigo porque no he dejado de quererte. Así que se lo dije. Obviamente se puso triste, pero entendió que mis sentimientos siempre han estado inclinados hacia ti. Ella sabía que no podía ganarse ese sitio en mi corazón, y aun así lo intentó de mil maneras— Puso sus manos sobre su rostro. —Me sentí tan culpable por haberle dado falsas esperanzas, pero no podía olvidarte.

—Deku— Dio un paso hacia él. No esperaba que se voltearía la situación a su favor.

Izuku alzó la vista, habiendo quitado sus manos del medio, él ya estaba llorando.

—Dime, Kacchan— Dijo. —¿Está mal quererte tanto aunque tenga que lastimar a otras personas para estar contigo?

El mayor respondió rodeando sus brazos alrededor de su cuello.

—Kacchan—Lloriqueó.

—Claro que está bien—Afirmó el mayor. —Claro que está bien, nerd. Tu siempre has sido sincero. Es mejor que le hayas dicho la verdad, que seguirle mintiendo a tu amiga.

Los suaves sollozos del chico, le confirmaron que le dolía haber lastimado a su amiga, pese a que fue Katsuki quien lo orilló a tomar esa decisión al decirle que se fuera con alguien de "su edad". Por cierto, que fue una pésima decisión de parte de él.

Sin embargo, Izuku no lo rechazaba como en la tarde, lo cual por eso, podía estar sereno, abrazando a Izuku el tiempo que fuera necesario para calmar sus sollozos.

De pronto, sintió los brazos del chico abrazarlo de regreso, aceptándolo.

—K-Kacchan…—Sollozó menos dolorosamente. —Kacchan. Kacchan— Sus manos se deslizaron por los pliegues de su cintura, sintiéndose cual seda adherirse a su ropa como segunda piel.

Gracias por no haberte rendido conmigo. Pensó, cerrando los ojos. Su corazón estaba latiendo tan rápido que lo advertía explotar de gozo.

Las grietas que él había provocado, lentamente se enmendaban. El frío que los cubría se llenaba de un calor genuino y tierno que lo envolvía.

Grietas y más grietas se iban quedando atrás.

Los lamentos de los dos, las palabras que se dijeron, las lágrimas derramadas, las sensaciones que fungían de perforadoras en su pecho, el orgullo que invadía su persona, el egoísmo discrepante que dictaba sus frases hirientes, los años en que pasó negándose a querer a su amigo de tanto tiempo por el qué dirán y por su negación de verse vulnerable.

Todas esas grietas que él causó, las buscaba cerrar con sus brazos colgándose alrededor de Izuku. Anhelaba cerrar esas distancias, esas grietas que destruyeron su relación hasta quedar en escombros.

—Deku, yo también tengo algo que decirte—Dijo después de que los sollozos de Izuku se calmaron.

El menor asintió, deshaciendo el abrazo, del que Katsuki no tenía intenciones de romper.

Sus bellos ojos verdes llenos de lágrimas derramadas, lo orillaron a limpiarlas con sus pulgares. Esos ojos no debían estar tristes, ni heridos. Siempre debían de brillar. De ser la luz de su sombra y la euforia de su soledad.

—Lo siento— Manifestó Katsuki, teniendo sus pulgares sobre los rastros de lágrimas en sus mejillas.

—¿Eh? ¿Por qué te disculpas?

—Quería pedirte perdón por lo que te dije— Continuó formal. —Yo nunca debí haberte dicho que te fueras con alguien de tu edad y haber explotado tus regalos. Debieron de tomarte mucho tiempo en decidir que me darías y dinero por tu parte y—Suspiró apesadumbrado—Yo solo pensé en mi. Nunca me paré en pensar en lo que tu sentirías después de-

—Está bien, Kacchan— Sonrió un poco.

—No—Opuso. —No está bien. Fui un maldito desconsiderado contigo, Deku. El peor de los bastardos. No sé cómo es que aún me quieres después de haberte lastimado.

—Kacchan— Intervino el chico, colocando una mano sobre su mejilla.

Su tren de pensamiento se paró en seco.

—Está bien. Yo ya te perdoné.

—¿Realmente está bien?— La súplica en su voz afirmaba su miedo por creer que todo estuviera bien.

—Sí— Amplió su sonrisa. —Claro que está bien— Sostuvo su rostro con ambas manos, haciendo que ambas miradas se cruzaran. —Pero no lo vuelvas a hacer, Kacchan. Sé más sincero cuando tengas miedo o no conozcas tus sentimientos, porque puedes lastimar a las personas que más quieres. Incluyéndome.

—Lo sé, Deku. Lo sé— Lo sostuvo de la misma manera que Izuku, encontrando en su mirada esa adoración que tanta paz le daba. —He lastimado a tantas personas que quiero por mi orgullo, que te sorprendería saberlo.

—Ya habrá tiempo para hablar sobre eso— Aseguró sonriente.

A esto, Katsuki se permitió sonreír de lado.

Estaba pletórico.

Izuku le daba una oportunidad que claramente no desperdiciaría y en respuesta se inclinó a besarlo.

Los labios de Izuku eran una mezcla de tantas sensaciones dulces y acarameladas que tergiversaban los suyos.

Se sentían nuevos, llenos de fulgor.

Al separarse, fue encandilado por esa sonrisa radiante que ventilaba su rostro de formas hermosas.

—Izuku— Pronunció Katsuki.

Asintió.

—¿Hm?

Ocultó su rostro en la curvatura de su cuello, saboreando la niebla despejada que habitaba entre ellos.

—Te quiero.

La vergüenza se cimentó en su rostro, causándole que se tornara tan rojo que ardiera. Este tipo de manifestaciones no le habían pasado con ninguna otra persona. De seguro se debe a que no había sido sincero consigo mismo desde el principio y ahora se entregaba a la sinceridad y a sus sentimientos de los que no logrará tirar mientras estuviera a lado de Izuku.

—Yo también, Kacchan.

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NOTA: Se supone que la historia terminaría aquí ya que estoy tratando de experimentar con historias cortas. Pero me dieron ganas de darle una pequeña continuidad así que escribiré un extra.

Espero que les haya gustado.