9

SAKURA

En cuanto aterrizó el avión, los hombres nos escoltaron a Lars y a mí hasta una hilera de tres todoterrenos con los cristales oscurecidos. Me sentía como una prisionera de alto nivel siendo transportada de un sitio a otro. Todas las ventanillas tenían los cristales tintados y era imposible distinguir lo que había en el interior de los coches. Los hombres de Sasuke seguían actuando como si yo fuera un objetivo de Tristan... a pesar de que ya llevaba tiempo muerto.

Aunque Sasuke no estuviera cerca, me sentía segura.

Salimos a la carretera y atravesamos Roma en dirección al hospital donde estaba ingresado Sasuke. Obito había llamado una hora antes para ponerme al corriente, diciéndome que seguía en el quirófano. Ni la enfermera ni el médico le habían informado de nada más, lo cual era bueno. La falta de noticias solían ser buenas noticias.

Treinta minutos más tarde atravesamos la entrada circular del hospital y los hombres me ayudaron a salir del coche.

Obito estaba allí, completamente vestido de negro. Tenía un corte encima de una ceja y unas cuantas manchas de tierra, pero estaba de una pieza. Hasta que lo miré, no me di ni cuenta de que en ningún momento le había preguntado si lo habían herido durante el asalto.

―Yo puedo ocuparme a partir de aquí, chicos. ―Obito me tomó del codo y me llevó consigo.

―¿Sr. Uchiha?

Ambos nos dimos la vuelta para ver a Lars en vaqueros y camiseta saliendo del todoterreno.

Obito apenas pudo creer lo que veían sus ojos.

―¿Lars? No sabía que tuvieras vaqueros.

Lars juntó las manos delante de la cintura, igual que hacía cuando estaba trabajando en la finca.

―¿Sería demasiada intrusión por mi parte acompañarlos? Sé que estoy al servicio del Sr. Uchiha, pero siempre lo he considerado un hijo...

Los ojos se me llenaron inmediatamente de lágrimas y le cogí la mano.

―Por supuesto, Lars. Tú eres de la familia.

Obito le dio unas palmaditas en la espalda.

―Sasuke se alegrará de verte.

Nos condujo hasta la planta de cirugía y nos encontró asiento en la sala de espera. Había unas cuantas personas más leyendo revistas o mirando el móvil para mantener las manos ocupadas. Nos sentamos en el rincón, pero fui incapaz de dejar de sacudir la pierna. La ansiedad estaba empezando a apoderarse de mí, impidiéndome obtener aire suficiente a pesar de que respiraba con normalidad.

Obito se inclinó hacia delante y se masajeó los nudillos, con la vista clavada en el suelo.

Lars estaba sentado con la espalda erguida y rígida, quieto como una estatua e insondable como la noche.

El silencio me estaba matando.

El paso del tiempo era una tortura.

Cuando pensaba que ya había pasado una hora, sólo habían sido veinte minutos.

Me recordé a mí misma que lo peor ya había pasado. Sasuke había sido rescatado y Tristan estaba muerto. Todo lo que Sasuke tenía que hacer era sobrevivir a aquella operación y nuestras vidas podrían volver a la normalidad. Podríamos disfrutar de la vida tranquila que siempre habíamos deseado... los tres juntos.

Sólo tenía que mantener la calma.

Ser paciente.

Pero cuando ya había pasado una hora de verdad y nadie nos había dicho nada, empecé otra vez a preocuparme.

―Obito, ¿deberíamos volver a preguntar? ¿Vamos al mostrador de recepción?

Obito hizo un gesto con la cabeza en dirección a la enfermera que estaba sentada detrás del mostrador. Tenía un teléfono pegado a la oreja y hablaba en voz baja para que no pudiera oírla ninguno de los ocupantes de la sala de espera.

―He estado preguntándole a ella. Pero dudo que sepa nada más porque ya nos habría dicho algo. Puedo volver a preguntar si quieres...

―No hace falta. Sólo me preguntaba cuánto más va a durar la operación.

―Tienen mucho que arreglar, así que podrían ser horas. Ya han pasado seis. ―Obito le echó un vistazo a su reloj.

Lars me dio unas palmaditas en la mano.

―No le va a pasar nada, Sra. Uchiha. Si ha logrado llegar hasta aquí, le está yendo bien.

―¿Lo crees de verdad? ―susurré.

―Sin lugar a duda.

Estuvimos una hora más esperando, una hora increíblemente larga y dolorosa.

Por fin, la enfermera del mostrador se acercó a Obito.

Nos pusimos todos de pie, aunque yo fui la que lo hizo más rápido.

―¿Está bien? ―pregunté atropelladamente.

―Acaban de terminar ―contestó ella―. Todo ha ido bien. Van a subirlo a su habitación en cualquier momento. Estará dormido unas cuantas horas más, así que deberán tener paciencia.

Se me llenaron los ojos de lágrimas mientras sentía el alivio inundarme de pies a cabeza. Sasuke había superado la parte más difícil. Pronto vería su rostro. Por fin podría coger su mano. Por fin podría reunirme con él.

―Eso es fantástico ―dijo Obito―. Muchísimas gracias.

―Sabía que saldría de esta ―dijo Lars.

Volvimos a nuestros asientos sintiéndonos un poquito mejor ahora que nos habían dado aquella excelente noticia.

―¿Quieres que te dejemos a solas en la habitación? ―preguntó Obito―. ¿Hasta que se despierte?

Yo quería abrazarme a Sasuke y no soltarlo nunca. Quería decirle mil veces que lo amaba y bañar su piel con mis lágrimas. Pero no me importaba que Obito y Lars presenciaran toda la escena. Eran de la familia.

―No. Se alegrará de vernos a todos.

.

.

.

ME PUSE A LLORAR LA PRIMERA VEZ QUE LO VI.

Tenía el ojo derecho negro e hinchado y cicatrices por toda la cara. Le habían vendado el abdomen con gasa para protegerle las costillas y llevaba una escayola en la pierna izquierda. El médico había dicho que tenía varias costillas rotas que hubo que reparar, y que también habían detenido la hemorragia interna provocada por una hernia.

Que se fuera a recuperar no impedía que se me partiera el corazón.

Me dolía mirarlo.

Deseaba que Tristan no hubiera estado muerto para poder matarlo yo misma.

Obito no se había inmutado al respecto. Había visto a su hermano en peores condiciones cuando lo había sacado de aquel complejo. Lars no demostró emoción alguna pero no apartaba los ojos del rostro de Sasuke en ningún momento.

Esperamos a que Sasuke se despertara. Pasaron otras cuatro horas sin que hubiera ni rastro de movimiento. El cielo se había ido oscureciendo a medida que caía la noche y terminaron las horas de visita, algo que nosotros ignoramos por completo. No había agentes de seguridad suficientes para sacarnos de aquella habitación.

Después de lo que pareció una eternidad, Sasuke respiró hondo y cerró los dedos en un puño. No abrió los ojos en seguida, pero tensaba la mandíbula como si estuviera teniendo un mal sueño. De repente, abrió los ojos y miró al techo, con el pecho subiendo y bajando agitadamente mientras se dejaba arrastrar por la angustia.

―Botón... Tengo que llamarla. ―No se dio cuenta de que estábamos los tres allí sentados porque seguía desorientado y no lograba asimilar lo que le rodeaba ni aun teniendo los ojos abiertos.

Salté de mi asiento y acudí a su lado, cogiendo su mano con cuidado de evitar la vía intravenosa.

―Sasuke, estoy aquí mismo. ―Le puse la mano en el pecho y volví a tumbarlo lentamente en la cama.

―Botón. ―Me cogió de la mano y me dio un apretón antes de que sus ojos se clavaran en los míos. Le costó tres segundos enteros reconocerme, entender que estaba mirándome directamente a la cara. Su mano se aflojó lentamente y susurró para sí―: No sé si estoy soñando o no.

―El médico ha dicho que los efectos de la anestesia tardarán un poco en pasarse, pero no estás soñando. Esto es real. Estoy aquí mismo. ―Entrelacé nuestros dedos y le pasé los dedos de la otra mano por el pelo. Todavía tenía muy hinchado el ojo derecho, por lo que apenas podía verle el iris. Sus ojos negros estaban más oscurecidos, por lo que se fundían con los moratones y las rojeces.

Los movimientos de su pecho volvieron lentamente a la normalidad y me atrajo más cerca de sí, pasándome el largo brazo por la cintura para girarme. Volvió el cuello y depositó un beso sobre mi vientre antes de apoyar el rostro directamente allí, contra su superficie plana.

Se me humedecieron los ojos y sentí una punzada en el pecho. Podría haber perdido a mi marido. Aquella realidad podría haber sido completamente diferente. Apenas me había dedicado una palabra, pero me demostraba el amor que sentía por los dos con las caricias más tiernas. Le acaricié el pelo y lo vi cerrar los ojos y quedarse allí apoyado.

Sentí sus labios moverse contra mi camiseta.

―Estoy deseando conocerte...

Las lágrimas empezaron a rodarme por las mejillas y contuve los sollozos que me abrasaban la garganta.

Sasuke giró el rostro y me miró, advirtiendo la emoción que saturaba cada uno de los rasgos de mi rostro.

―Estoy bien, Botón. Dame algunos días. Volveré a estar como nuevo.

―Van a ser unos cuantos más que algunos días. ―Obito se aproximó al otro lado de la cama y apoyó la mano sobre el hombro de su hermano.

Sasuke se volvió hacia él con una ligera sonrisa naciéndole en los labios. Todavía estaba un poco atontado, pero iba volviendo a ser el de siempre por minutos.

―Por lo menos un mes ―dijo―. Pero para eso tenemos a Lars.

Lars se puso junto a Obito y cubrió la mano de Sasuke con la suya.

–Me alegro muchísimo de que esté bien, Sr. Uchiha. La Sra. Uchiha y yo no hemos dejado de preocuparnos en todo este tiempo.

―Lars, llámame Sasuke. Nos conocemos desde hace suficiente tiempo como para llamarnos por nuestros nombres de pila.

Lars le dio unas palmaditas en la mano.

―Me permitiré a mí mismo ese lujo por hoy. Pero mañana será otra vez el Sr. Uchiha.

Sasuke soltó una risita.

―Me parece justo. ―Se volvió hacia Obito―. ¿Ha ido todo bien? ¿Cuántos hombres hemos perdido?

―Cinco ―respondió Obito.

―¿Y Shisui? ―preguntó Sasuke.

–Está perfectamente. Le dieron un disparo en el pecho, pero el chaleco lo protegió.

―Bien ―dijo Sasuke―. Shisui es un buen hombre. Lo echaría de menos.

Sonreí mirando a mi marido, encantada de que se mostrara más afectuoso de lo habitual. La mayor parte del tiempo tenía un aire callado y taciturno, ocultando sus sentimientos y fingiendo que no los tenía.

―Está muerto, ¿no? ―preguntó a continuación.

―Sí ―dijo Obito―. Me ocupé personalmente de ello.

―¿Estás seguro? ―presionó Sasuke.

―Sí ―contestó su hermano―. Le disparé un balazo entre los ojos, dos veces. Tiramos el cuerpo a un vertedero.

―Muy bien ―susurró Sasuke―. Eso es lo que se merecía.

Le froté a Sasuke el brazo de arriba abajo con la mano, masajeándolo para evitar que se alterara con el tema de Tristan, alguien que ya había desaparecido oficialmente del panorama.

―El médico dice que vas a estar aquí ingresado unos cuantos días antes de que te den el alta.

–Quiero irme a casa ahora mismo. ―La irritabilidad de Sasuke empezó a hacer acto de presencia. Tenía que salirse con la suya en todo momento, hasta cuando un profesional sanitario era de la opinión contraria―. Echo de menos la cocina de Lars.

Lars sonrió.

―¿No estaban buenas las lasañas congeladas?

―Sí ―dijo Sasuke―. Pero no tanto como cuando están recién hechas. Y no tengo intención de comer comida de hospital... Seguro que sabe a mierda.

Obito se rio.

―Ahora me caes mejor.

―Qué raro ―dijo Sasuke―. Creo que tú a mí también.

Lars palmeó a Obito en la espalda.

―Es agradable verlos llevándose bien. Una visión extremadamente poco frecuente.

―Quiero mucho a mi hermano ―afirmó Sasuke abruptamente―. No estoy seguro de por qué nunca lo digo...

Mi mirada se dulcificó y me volví hacia Obito.

Obito fue incapaz de ocultar la expresión enternecida de su rostro.

―Yo también te quiero mucho, tío. Me alegro de que no estés enfadado conmigo por todo este asunto.

―¿Cómo podría estar enfadado? ―dijo Sasuke con calma―. Hicimos un viaje de ida y vuelta al infierno por mi esposa. Haría lo mismo por la tuya.

Obito asintió, pero no fue capaz de ocultar su gesto de dolor, obviamente pensando en el hecho de que Temari no correspondía sus sentimientos.

Lars le puso a Obito una mano en el hombro.

―Vamos a darles a estos dos un poco de privacidad.

Obito salió con Lars de la habitación todavía con la tristeza marcada en el rostro.

Ahora que estábamos sólo nosotros dos, acerqué una silla y me senté junto a la cama. Le puse una mano en el brazo y me deleité con el tacto de su piel cálida. Recorrí el entramado de venas que se dibujaba en su superficie, recordando cada una de ellas sin necesidad de tocarlas.

Sasuke me observaba con aire serio ahora que Lars y Obito no estaban. Su mirada era ligeramente diferente por los medicamentos que tenía en el organismo, pero poseía aquella intensidad que me había acostumbrado a esperar de él. Era una mirada que me reservaba en exclusiva. No había nadie más en todo el mundo que disfrutara del lujo de recibir aquella expresión abrasadora.

―No podía pensar en otra cosa que no fuerais tú y nuestro pequeño...

Sonreí al escucharlo hablar así de nuestro bebé, como si ya formara parte de nuestras vidas. No había estado muy segura de cómo iba a reaccionar Sasuke al contarle que estaba embarazada. Antes de aquello no parecía emocionarle demasiado la idea de formar una familia. Pero me había demostrado todo su apoyo, hasta si sus sentimientos diferían al respecto. Ahora, sin embargo, parecía sinceramente emocionado.

―Tenía miedo de que te enfadaras al decirte que estaba embarazada...

No intentó evitar responder al comentario.

―No quería una familia. Era lo último que se me hubiera pasado por la cabeza. Pero la idea de que lleves en tu interior algo que hemos hechos juntos... es algo bastante increíble. Y pensar en vosotros dos mientras Tristan me tenía prisionero me dio fuerzas para continuar... y me permitió conservar la cordura. Aliviaba el dolor como ningún fármaco hubiera podido hacer jamás. ―Cubrió mi mano con la suya―. No quería que nuestro hijo creciera sin conocerme. No podía permitir que eso sucediera.

―Y no lo hiciste.

Se llevó mi mano a los labios y la besó.

―Voy a decirle a Obito que abandono el negocio. De ahora en adelante vamos a tener una vida tranquila. Sólo nosotros dos y las bodegas. Se acabó eso de salir corriendo. Se acabó eso de tener que ir siempre mirando por encima del hombro. Te lo prometo.

Me di cuenta de que Sasuke no estaba enterado del sacrificio que había tenido que hacer Obito para salvarlo.

―Obito les ha entregado el negocio a los Akatsuki.

Sasuke tardó unos instantes más de lo habitual en asimilar aquella información. Hasta que los efectos de la medicación se disiparan por completo, no sería capaz de pensar con total claridad. Cuando se le abrieron los ojos y se le tensó ligeramente la mandíbula, supe que había entendido lo que acababa de decirle.

―¿Ha hecho eso? ¿Por qué?

―No había conseguido reunir los hombres necesarios para salvarte. Todos sus contactos estaban a demasiada distancia o no contaban con tiempo suficiente. Le sugerí que hiciera un intercambio con ellos, comprometiéndose a entregarles el negocio a cambio de su ayuda.

Los ojos de Sasuke se suavizaron mientras dejaba escapar un suspiro. Dirigió la vista al cielo con una mano sobre el pecho. Sus ojos se movían casi imperceptiblemente de un lado a otro mientras rumiaba en silencio sus pensamientos.

Mi mano permaneció dentro de la suya.

―Esto tiene que haberle resultado duro.

―Sabe que merecía la pena. No había ninguna otra opción.

Volvió otra vez a mirarme.

―Supongo que eso soluciona nuestro problema, entonces.

―Estoy muy emocionada. A lo mejor por fin ya puedo salir de compras yo sola...

La comisura de su boca se elevó en una sonrisa.

―No te pases.