Harry cerró los ojos con fuerza, antes de abrirlos de nuevo y parpadear, tratando de acostumbrarse a la luz que entraba por su ventana.
Era extraño que hubiese sol en Londres. O sea, un sol que realmente lo hiciese entrar en calor. Pero era más extraño aún, que del baño de su dormitorio se escuchara el sonido del grifo de la ducha. Él no recordaba haberla dejada prendida en ningún momento.
Confundido, se sentó, buscando sus lentes en el mueble de al lado y poniéndoselos con lentitud; las imágenes de la noche anterior volviendo a su mente.
Se frotó los ojos hasta que sintió que se irritaban, y trató de poner orden a los pensamientos que pasaban como ráfagas en su cabeza.
Besaste a un chico.
Besaste a un chico y te gustó.
Besaste a un chico y pensaste en Draco.
Besaste a un chico y casi corriste hasta tu piso para besar a Draco también solo para probar que podías. Que el mundo no se iba a acabar.
Mierda. ¿En qué lo convertía eso a él? Seguía insistiendo que no era gay. Pero el besar a un hombre era... toda una experiencia. Y se sentía extraño. No un extraño malo, pero tampoco podía decir con certeza que bueno.
¿En qué lo dejaba eso respecto a Draco?
El sonido del agua cesó, mientras Harry paseaba la mirada por su habitación. Su ropa estaba repartida por el suelo, y si miraba abajo de las cubiertas, tenía puesta solo su ropa interior.
Tenía puesta solo su ropa interior.
Abrió los ojos desmesuradamente, tratando de recordar. No había bebido, pero sí que existían cosas que estaban borrosas en su mente. ¿No lo habían drogado, verdad? ¿Cómo? ¿En qué momento? No podía ser. ¿O sí? ¿Había sido el chico lindo?
¿Había tenido sexo con el chico lindo?
Una cosa era besarse. Otra muy distinta era...eso. No--era... Harry ni siquiera había pensado al respecto.
Y la idea le resultaba un tanto aterradora.
Trató de buscar con la mirada algún indicio de ropa ajena. O un bolso. Lo que fuera.
No podía ser cierto, no podía haber sucedido--
Draco.
Lo primero que salió al abrir la puerta del baño de su habitación, fue un rastro de humo que inundó todo el lugar, para dar paso a una cabellera rubia que goteaba, un perfil prácticamente perfecto, un abdomen descubierto por el que escurría agua, marcando su delgado pero aún así trabajado cuerpo y una toalla amarrada a la cadera, justo donde los oblicuos nacían y aquello se perdía.
Mierda. Estaba mirando fijamente de nuevo.
Con la boca seca, los puños aferrados a las sábanas y el corazón en la garganta, miró hacia arriba, para encontrar en el rostro del chico una expresión divertida y una ceja arriba.
No podía ser tan condenadamente caliente.
—Yo, uhm... —dudó un poco, mirando hacia adentro del baño. Esto era extraño. Draco jamás lo usaba. Un pensamiento alarmante cruzó su cabeza—. Esto, mmm... —se rascó la barbilla, inseguro de cómo proceder. Era imposible. Era literalmente imposible. ¿Verdad?— Eh--
—¿Tú compusiste uno de los mayores éxitos de la banda? —se mofó Draco, sacudiendo su cabello y haciendo que su toalla se deslizara un poco hacia abajo. Harry estaba seguro de haber hecho un ruido estrangulado—. ¿Tú?
Se mordió la lengua con tanto ahínco que creyó que podía sangrarle; sintiéndose cada vez más incapaz de preguntar lo que realmente quería. Los orbes grises seguían atentos a él.
—Bien. Ahora me estás preocupando de verdad —comentó él, apoyándose en el mueble a un lado de la puerta—. ¿Qué bicho te picó?
Se estaba poniendo rojo, lo sabía. Draco jugaba con su maldito aro del labio, mientras las gotas de agua seguían cayendo de su pelo, y deslizándose por sus abdominales marcados hasta aterrizar en la toalla que cubría solo hasta la rodilla. No podían culparlo. No podían jodidamente culparlo.
Se obligó a reaccionar, sacudiendo la cabeza. Cómo si eso le ayudara a ahuyentar los pensamientos indebidos que tendría si le miraba más de cinco segundos seguidos.
—¿Nosostros no...? —dejó la oración en el aire, viéndose imposibilitado de terminarla. No podía. Estaba más allá de su capacidad. Carraspeó, al mismo tiempo que Draco fruncía el ceño—. ¿Por qué estás en mi ducha?
El entendimiento cruzó las facciones del ojigris, y aunque por un momento pareció querer sonreír, su gesto se ensombreció, analizándolo.
—¿Éste no eres tú, preguntando si es que me aproveché de ti, verdad? —preguntó crípticamente. Harry negó de manera automática.
—¿Qué? ¡No! —aclaró horrorizado. Aquello siquiera se le había pasado por la mente.
—¿Entonces por qué nosotros...? —se interrumpió, desviando la mirada a la ventana y esbozando una media sonrisa. Harry tragó tanto audible como visiblemente—. No, Potter. No nos acostamos ayer. De hecho, ni siquiera te sentí llegar.
El moreno se sintió tonto por haberlo sugerido, así que levantó las tapas de su cama hasta cubrir sus hombros. Esperando que por arte de magia pudiera desaparecer de allí y escapar de la actitud altanera del rubio y su estúpido cuerpo perfecto. Estúpido. Estúpido. Estúpido.
—Algo pasó con el grifo de la otra, deberías ir a verla —comentó Draco, pero Harry ya no lo miraba para saber su expresión, si no que mantenía la vista fija en la ventana—. Y pensé en despertarte, pero te veías tan cómodo con la baba corriendo por tu cara, que no quise perturbarte.
Eso hizo que frunciera el ceño, pero aún así se negó a mirarlo.
—Yo no babeo —dijo, y hasta en sus oídos sonó como un niño pequeño.
—¿Entonces qué es ese recorrido blanco y seco que está alrededor de tu boca, Potter? —preguntó Draco, y Harry inconscientemente se llevó un dedo hasta allí para encontrar saliva seca. Genial—. Quiero pensar que es saliva, pero opciones mucho menos agradables e interesantes vienen a mi mente.
Un profundo calor nació en su estómago, extendiéndose por cada fibra de su cuerpo y casi haciéndole soltar un escalofrío. Lo miró de vuelta.
Draco seguía apoyado en el mueble, aunque ahora tenía un brazo flexionado abajo de su pecho, mientras el otro estaba apoyado allí y se sostenía la barbilla y parte de su boca con su mano, sonriendo y pasando la lengua por sus dientes.
Qué hijo de puta.
—Crees que eres gracioso, ¿no? Jodidamente hilarante —replicó con hastío, el ceño fruncido no dejando su cara.
—Oh, te ríes del noventa por ciento de mis bromas, ¿y esto te causa molestia? Uno pensaría que bromear con la muerte de los padres de alguien que apenas uno conoce es mucho peor —argumentó él, sin quitarle la mirada de encima.
—¡Fue justo después de que yo hiciera una broma acerca de tu familia altamente disfuncional! —exclamó Harry, y sin quererlo, una pequeña sonrisa llegó hasta sus labios. Draco se encogió de hombros.
—Supongo que los traumas nos hacen interesantes.
El ojiverde bufó, pasando una mano por su pelo que estaba en todas direcciones y fijándose en el reloj de la pared. Eran apenas las nueve de la mañana.
—¿Te importaría? —preguntó, alzando ambas cejas y apuntando a la puerta, invitando a Draco a irse y dejarlo vestirse tranquilo.
Los brazos del rubio cayeron a sus costados, afirmando el mueble a sus espaldas y haciendo que los músculos de su pecho se tensaran.
Quizás no era un buen momento de comenzar a babear nuevamente.
—Preferiría mirar, gracias.
Harry frunció el ceño, enseñándole el dedo medio.
—Que te den, Malfoy.
—¿Ahora soy Malfoy, no Draco? —preguntó con diversión, sin dar signos de moverse e irse—. ¿Te das cuenta que me estás deseando cosas buenas?
Bueno, si el sonrojo anterior permanecía sobre sus mejillas y nariz, ahora estaba seguro de que se encontraba en toda su cara y hasta la punta de sus orejas. Chasqueó la lengua, exasperado.
—Creo que hoy día te levantaste con la meta de acabar con mi paciencia, ¿eh? —cuestionó, entrecerrando sus ojos.
—¿Está funcionando?
—Pruébame —le retó.
Draco se levantó, dando un paso hasta la cama y tomando el borde de su toalla, sin cortar el contacto visual ni borrando su sonrisa.
—Hay cosas más interesantes que puedo hacer.
Harry enterró la cara entre sus manos, dando por perdida la batalla. No podía ganarle a Draco en eso. No cuando cada palabra enviaba descargas a su entrepierna.
—¡Draco! —le gritó—. ¡Déjame tranquilo!
El rubio nada más rió, con una risa totalmente diferente a la que le había escuchado hasta ese momento. Más ronca, menos juvenil. Sintió sus pasos encaminándose hasta la entrada de su pieza, y cuando Harry estuvo a punto de levantar la mirada para totalmente-no-ver-su-trasero, Draco volvió a hablar.
—Pedí comida para el desayuno —informó, y el moreno aún podía sentir la sonrisa en su voz—. Puedo darte un poco si prometes ser un buen chico.
No lo aguantó más, agarró una almohada y se la aventó de lleno en el rostro con fuerza, pero solo consiguió que volviese a reírse.
Insoportable.
—Cuando me dijeron que vivir contigo sería divertido, jamás lo hubiera creído —siguió molestándole.
—¡Fuera!
Draco dió una última risa, y salió del cuarto, dejándolo rojo de pies a cabeza.
Harry se dejó caer encima del colchón, extendiendo los brazos por su cama y mirando el techo. ¿Cómo iba a sobrevivir así? Porque sí, ya había aceptado al menos para sí mismo que deseaba a Draco, de todas las formas posibles. Pero eso no quería decir que el sentir fuera mutuo.
Suspiró, levantando las cobijas y bajando la mirada. Dios, ¿cuántos años tenía, quince?
¿Cómo podía ponerse duro solo por una estúpida conversación?
Se dirigió al baño, y ya en la ducha, intentó retirar de su mente cualquier pensamiento impuro acerca de su compañero de piso, queriendo que la erección bajara naturalmente.
De más está decir, que no lo logró, y tuvo que recurrir a otros métodos para que eso sucediera. Métodos que involucraban fantasías con cabellos rubios y ojos grises, que nunca admitiría en voz alta.
Cada día era una puta tortura.
Draco, de alguna u otra forma, parecía haber adivinado que algo estaba diferente en él, y no dudaba en tomar provecho de ello. Lo miraba aún más fijo en cada momento que compartían y no dudaba en hacer bromas de doble sentido. O quizás al final de todo, por fin se sentía libre de expresarse alrededor de él. No sabía.
Lo que sí sabía era que el impulso de tocarlo, besarlo, o simplemente sostenerlo cerca de él no parecía cesar.
Solo se incrementó con el pasar del tiempo.
Un día, con la costumbre de desayunar juntos cuando podían, Harry recibió una llamada que no esperaba en lo absoluto.
Draco estaba contándole una anécdota de su colegio privado, mientras una pequeña mancha de mermelada había quedado en el costado de su boca que Harry no había parado de mirar, pero que tampoco se había molestado en avisarle, cuando el teléfono sonó.
Frunciendo el ceño, lo tomó desde un costado de la mesa, viendo el nombre bajo la atenta mirada del rubio. Ginny.
Suspirando, lo llevó hasta sus oídos.
—¿Sí? —preguntó, hablándole al auricular con indecisión.
Draco se había quedado muy quieto para poder escuchar sus palabras.
—Hola para ti también —la voz de Ginny le respondió menos alegre que de costumbre. Luego de una pausa, dónde ninguno de los dos dijo nada y Harry esperaba, agregó:— ¿Estás libre en la tarde?
Suspiró, mirando el reloj a su lado. Eran las diez de la mañana recién, y lo único que tenía planeado era mirar la TV bien entrada la tarde con Draco a su lado. O mirarlo a él, mejor dicho. Frunció el ceño.
—Sí —respondió. Draco había fingido volver a sus asuntos, pero el moreno notaba que estaba oyendo atentamente—. ¿Qué pasa?
Escuchó el suspiro tembloroso desde la línea, y trató de relajarse en el asiento, intentando pensar que en realidad nada grave había ocurrido.
—Necesito que me acompañes —dijo con una voz muy pequeña—. Iré a buscar los resultados de mis exámenes hoy.
Harry suspiró, entendiendo de inmediato. Eran los exámenes que él le había aconsejado tomar hacía un tiempo, para asegurarse de que Theo no le hubiera pegado nada. Era comprensible que no quisiera hacerlo sola.
—¿Qué hay de Hermione? —preguntó con cuidado. Ginny resopló.
—Es mi mejor amiga, la amo y todo —Harry podía sentir la tensión en su voz—, pero tú sabes lo severa que puede ser y lo mucho que juzga éste tipo de cosas. Ni siquiera hablemos de Ron, honestamente, al único que le aguanta cosas es a ti, son el uno para el otro —el ojiverde esbozó una pequeña sonrisa ante eso—. No tengo a nadie más--o sea, Luna, pero está demasiado ocupada. Por eso he retrasado tanto ir a buscar mis resultados, no quería hacerlo sola, pero ya no aguanto más la duda y ella no estará libre hasta dentro de dos semanas.
Pasó una mano por atrás de su cuello, incómodo. No iba a ser un hijo de puta y le diría que no, Ginny no podía hacer eso sola, pero le costaba tanto consolar a la gente, más a las chicas. Se tragó todo eso, por supuesto.
—Bien. ¿A las tres te parece? —dijo finalmente, volviendo a mirar el reloj.
—Me parece perfecto.
—Bien, te veo luego.
—Te veo lue...
Pero Harry ya había cortado.
Suspiró nuevamente, cerrando el celular y colocándolo encima de la mesa, mirando a un punto fijo hasta que su visión se llenó de manchas de colores. Draco le observaba fijamente una vez que levantó la vista.
—Ginny--
—Sé que era ella —lo cortó, entrecerrando los ojos—. Eso no explica tu reacción.
Harry ladeó la cabeza, aún mirándole. Su cuerpo estaba tenso, y bebía lento sin quitar sus bellos ojos desde él. Deseó de pronto, tener una cámara para fotografiarle.
Aunque...su expresión era inusual. El moreno arrugó la nariz, inclinándose más cerca. ¿No estaría pensando que...? No, Draco era demasiado--
—¿No creerás que Ginny está embarazada, verdad? —preguntó cuidadosamente— Te dije que no nos acostamos.
Draco no flaqueó en su expresión.
—Nunca dije eso —contestó simplemente.
—No era necesario. Deberías ver tu cara.
El rubio dejó el té con cuidado encima del plato de mesa, juntando sus palmas delantal de sí.
—Ese sería un problema muy grande. La banda se caería a pedazos. Theo--
—Si está embarazada, no es de mí —interrumpió con fuerza—. Yo no he--ella... —suspiró— Te dije que no nos acostamos —repitió.
—¿Entonces?
Harry se tuvo que recordar que quedarse mirando sus labios, dónde la mancha de mermelada ya había sido limpiada no iba a traer ninguna solución a la situación.
—¿Te dije lo que pasó entre ella y Theo, verdad? —optó por decir. Draco hizo un gesto que indicaba que sí, pero no recordaba mucho, balanceando su cabeza—. Bueno, le dije que fuese a hacerse un examen de ETS en caso de que una de las chicas con las que estuvo Nott le hubiese pegado algo.
La boca del ojigris cayó abierta, con una mezcla muy extraña de diversión, indignación, y sorpresa.
—¿Acaso ellos no usaban...?
Harry se quejó, inclinando el cuello hacia atrás y cruzando los brazos encima de su pecho.
—No lo sé, no pregunté. Solo le dije que lo hiciera, y si me hizo caso, probablemente no —dijo, tratando de ahuyentar las imágenes de Ginny teniendo intimidad con alguien más—. El punto es que me pidió que la acompañe a recoger sus resultados.
Draco hizo un pequeño ruido de entendimiento, y chasqueó la lengua mientras negaba.
—Pobre criatura —comentó con voz condescendiente—. Debe ser terrible haberte enamorado de alguien y tener miedo de tener una enfermedad porque ese alguien te mintió.
Estuvo a punto de replicar, hasta que analizó sus palabras con detención. Haberte enamorado de alguien.
El término amor jamás se le había pasado por la mente. ¿Ginny, enamorada de Theo...? O sea, sabía que le gustaba, sabía que se acostaban y tenían una relación. O al menos que se querían. Eso no significaba que hubiese amor.
—¿Crees que esté enamorada? —preguntó, con el ceño fruncido.
Draco volvió a darle esa mirada estudiosa, agitando sus largas pestañas con lentitud.
—Por supuesto que está enamorada, ¿no has visto cómo lo mira? —volvió a negar—. Si las cosas fueran más simples y no le hubiera hecho daño, podría decir que Theo también.
Harry pensó en ello, en Ginny enamorada de alguien más. Ciertamente no le importaba, no en el sentido de que le dieran celos, pero si le hacía sentir mal. La chica tenía muchos defectos, pero no se merecía sufrir así.
—¿Vas a llorar, Potter? —Draco dijo burlonamente, haciendo que volviera a centrarse en él— ¿Quieres que te traiga pañuelos para que puedas sufrir a gusto por tu ex novia?
Podía ver su expresión arrugada en un gesto de diversión, una diversión cruel. Si realmente Ginny le hubiese importado así, podría sentirse herido.
—Y si así fuera, ¿qué? —alzó las cejas, inclinándose más hacia él. Draco se vió abatido, no era la reacción que buscaba—. No, Draco. Me importa una mierda si Ginny está enamorada o no. Me siento mal por ella porque la quiero, y no quiero que esté mal.
El rubio agarró una servilleta y se lo pasó encima de los labios, pero pareció un gesto que buscaba poner distancia entre ambos más que su real propósito de limpiar. Harry siguió cada uno de sus movimientos.
—¿Así funciona entonces? —terminó preguntando.
—¿Huh? —contestó Harry con aire distraído, y obligándose a desviar la mirada—. ¿Qué cosa?
—Los sentimientos por un ex. El seguir queriéndolos sin sentir nada —explicó él.
Harry, con la vista fija en la ventana, apretó los labios con confusión.
—¿Nunca has sentido eso por un ex? —cuestionó, intentando que el pensamiento de Draco con alguien más no se colara en su mente.
Un segundo de silencio pasó, pero pesó como un minuto.
—No, no he sentido eso por nadie —dijo, más bajo que hace un momento.
Eso bastó para hacerle girar la cabeza nuevamente hasta él. Draco no lo miraba, estaba revolviendo el té con cuchara en mano.
—¿Nunca has tenido...? —comenzó, sin ser capaz de terminar.
—¿Novio? —le dió un sorbo a su taza—. No. Descubrí que el tema de las relaciones no son lo mío.
—¿Nunca has ido de cita? —preguntó, sin poder creerlo.
—¿Me crees virgen, Potter? —Draco alzó una ceja, volviendo a mirarle—. He tenido follamigos, si es lo que estás preguntando, y han sido buenos y he tenido todo lo bueno de la relación sin estar realmente en una. Cuando se ilusionaban simplemente pasaba al siguiente. Rápido, efectivo. Así que no, no sé que se supone que debería sentir por un ex.
Harry analizó sus palabras. Habían salido frías como el hielo, pero la mirada de Draco tenía un montón de emociones en ella. Esto le caía como anillo al dedo. Si él no quería nada, si él no buscaba nada, nada más que algo físico entonces quizás, quizás...
No, no podía exponerse a ser rechazado.
Se aclaró la garganta, retirándose los lentes para frotar un poco sus ojos.
—Bueno, no sé —contestó, intentando no pensar en el rubio follando con alguien más. No iba a ayudarle a su problema—. Ginny ha sido mi única ex, y funcionamos mucho mejor como amigos, y el resto de las chicas--nunca ha sucedido nada más. Supongo que no soy tan bueno en esto como creía.
Draco esbozó una pequeña sonrisa, pero no lucía gentil o tierna. Era la sonrisa de un depredador.
—¿Eres malo follando, Potter? —deslizó sus palabras con elegancia, cómo si no acabara de decir algo vulgar.
Harry pasó saliva, lamiendo sus labios y volviendo a reclinarse en su silla. No se iba a dejar intimidar, Draco ya venía haciendo esto por un par de días.
—¿Por qué la curiosidad? —arrastró cada sílaba, tratando de imitar su tono— ¿Quieres comprobarlo por ti mismo?
Bingo. Eso tampoco se lo esperaba. Solo un milisegundo pasó en que la cara de Draco se descompuso, antes de volver a su usual postura de que todo le daba igual.
—Oh, estoy seguro de que no durarías ni dos minutos —tentó, posando su lengua en el interior de su mejilla, sin dejar de sonreír.
—Ven aquí y comprueba tu teoría —le retó, abriendo las piernas notoriamente para que él las pudiera ver.
Ah, estaba entrando en pánico, Harry podía notarlo. Se iba a retractar en cualquier momento, lo conocía lo suficiente para saberlo.
—Y te preguntas por qué pensé que te follabas a Tom —bufó, intentando cambiar el tema. Predecible.
No pudo evitar que una sonrisa satisfactoria se formara en sus labios.
—¿Y eso por qué? —dijo, alzando las cejas. Una victoria era una victoria, sin importar lo pequeña que fuera.
Draco volvió a resoplar, haciendo un gesto con la mano que lo abarcara completamente.
—Tú... —hizo un ruidito exasperado— No sé si es tu personalidad, o no te das cuenta--tú —tomó un poco de aire, frunciendo el ceño—, ¡le coqueteas hasta a las paredes!
Un momento, ¿qué?
—¿Qué? —exclamó. No sabía que esperaba, pero definitivamente no era eso.
—Cuando Tom vino, y te dijo todas esas cosas parecía un amante dolido que ha sido cambiado —comenzó, enumerando con sus dedos—. Y yo no lo dudé ni un segundo porque--Potter, ¡me has coqueteado básicamente desde el día que te conocí!
¿Qué?
—¿De qué estás hablando? —dijo, con la boca seca. Eso no lo vio venir, de verdad. Draco soltó aire, haciendo que unos mechones de cabello en su frente se levantaran, mientras se cruzaba de brazos.
—Bueno, si no contamos cómo te apoyaste en mí la primera vez que nos conocimos en el concierto--
—¡Todos lo hicieron! —reclamó, sonrojándose—. ¡Prácticamente te besaste con Ginny!
—¡Pero Ginny no me llevó a su casa cuando estaba borracho y luego al otro día me hizo desayuno, me dijo que le había dicho cosas de índole romántico mientras estaba ebrio y luego procedió a tener una lucha infantil dónde escondió mi ropa! —Harry enmudeció, pasmado. Draco lo apuntaba—. ¡Escondiste mi ropa, Harry Potter, y apenas nos conocíamos! ¡Justo después de que me invitaras a vivir aquí y te registraras en mi teléfono como el chico más caliente, para que te llamara!
Bueno, viéndolo así... Wow.
No podía rebatirle porque lo había hecho. Definitivamente había hecho todas esas cosas.
—Pero--
—¡Ah, ah! —Draco movió de nuevo su dedo índice en frente de su cara— ¡Si yo fuese una chica, admite que ese mismo día me hubieses llevado a la cama!
Wow.
No tenía palabras.
Esto era--ni siquiera era consciente de haber hecho todas esas cosas.
Negó un poco, volviendo a pasar saliva.
—No me dí cuenta--
—¡Lo seguiste haciendo después! ¿Qué es eso de decirme que todo me queda bien? —Draco estaba recobrando confianza, tomando valentía por el súbito encogimiento de Harry en su lugar— ¡Lo acabas de hacer!
Bueno, ahora era deliberado. Un poco. Pero antes... Antes no había pensado en eso.
Miró a Draco con expresión de disculpa, y se encogió de hombros, avergonzado.
—¿Lo siento...? —preguntó inseguro.
—¿Tienes una idea de lo difícil que es para mí? —Draco exclamó, recuperando definitivamente su seguridad— ¿Cómo se supone que debía adivinar que eras el máximo exponente de la heterosexualidad?
Harry estuvo a punto de reírse. A punto. Guardó silencio en cambio.
Luego se dió cuenta de algo.
—Espera, ¿por qué es difícil? —le dijo, confundido.
Draco volvió a abrir la boca con incredulidad.
—No es por agrandar tu ego, Potter. ¿Pero te has visto en un espejo? —inquirió, apretando más los brazos contra sí, cómo si quisiera protegerse.
Se sintió ofendido por un momento, ¿qué se suponía que significaba eso? Hasta que recordó. "No es por agrandar tu ego, Potter." Eso quería decir que...
No, no podía ser, ¿verdad?
¿Verdad?
Su pulso se aceleró.
—En fin, asumo que tiene que ver nada más con tu personalidad —continuó Draco, sin darse cuenta lo que unas simples palabras le hicieron sentir, mientras se paraba y retiraba los platos—. Supongo que le coqueteas a todo lo que tenga ojos. O más simple, que se mueva.
Harry se mordió el labio, viendo cómo el rubio se volteaba para dejar las cosas en el lavabo.
Trató de buscar algún defecto en su espalda contorneada bajo la ropa simple, o su brillante pelo claro. No lo encontró.
—¿Exponente de la heterosexualidad? —se decidió por decir al final, extendiendo su plato hasta el otro extremo del mesón para que Draco pudiera tomarlo.
—¿Qué otro nombre te pondrías? Si uno busca "macho heterosexual" en el diccionario, probablemente encontrarán tu foto. O la de Blaise.
Harry sonrió, parándose él también para volver a su cuarto y alistarse, tomando placer de saber que eso no era verdad. Pero que eso lo sabía solo él.
—Meh... —dijo, solo para sacar de quicio al chico.
Tuvo a Draco dado vuelta en dirección hacia él en medio segundo, con la esponja en una mano. Dejó caer su brazo, entrecerrando los ojos. El moreno casi se rió de su expresión de desconfianza.
—¿Meh? ¿Qué quieres decir con 'meh'? —preguntó lento, casi con duda. Harry amplió su sonrisa.
—Meh —se encogió de hombros, empezando a darse vuelta y perderse por el pasillo.
—¡¿Qué quieres decir con meh, Potter?! —Draco gritó tras él, pero Harry no se giró.
—Te veo en la tarde —respondió en un tono cantarín, con la mentalidad de darse una ducha.
Tenía la impresión de que ese round lo había ganado él.
Resultó ser que al final de todo, Ginny estaba más sana que él mismo.
Los resultados no arrojaron nada fuera de lo normal o peligroso, así que al menos pudieron regocijarse en eso, obtener algo de alivio. Harry sintió que lo correcto era invitarla a comer.
La chica se mostró sorprendida por ello, pero no sé negó. Se enganchó a su hombro, y Harry la llevó a un lugar que conocía y que no era tan caro, cerca de donde estaba la clínica.
Ginny le dió una mirada a todo el establecimiento una vez que llegaron y Harry le sonreía complacido, mientras dejaba que él le abriera la silla y tomara asiento en frente de ella, agarrando el menú y comenzando a leer.
—Wow, ¿realmente no lo recuerdas, eh? —dijo la pelirroja luego de un rato donde Harry estaba buscando qué comer. Levantó los ojos detrás del menú, sin entender.
—¿Qué cosa? —arrugó las cejas, viendo cómo una pequeña sonrisa se formaba en el rostro de Ginny.
—Aquí me trajiste en nuestra primera cita —respondió, con clara diversión.
Harry dió un vistazo a su alrededor, intentando que los recuerdos volvieran a él; pero nada pasó. El local seguía igual que siempre, y las personas solían ser las mismas. Miró a Ginny con expresión culpable.
—No lo recuerdas —confirmó ella, para luego reír.
—Fue hace cinco años —se quejó el ojiverde por lo bajo, sonrojándose.
—No estábamos hechos para funcionar si olvidaste algo así —Ginny desvió sus ojos hasta donde venía el mesero, y añadió:—. No me amabas en realidad.
Fue una broma, pero las palabras se clavaron en Harry de inmediato, haciéndole pensar. En ellos, en su relación. En lo mucho que le lloró, y en lo mucho que sintió.
Porque la había amado, ¿no? La había amado con cada centímetro de sí.
¿Pero había estado enamorado?
El mesero tomó sus órdenes rápidamente, despidiéndose con un leve asentimiento de cabeza y Harry lo miró irse a la distancia. Era guapo, de cabellos cafés y con rizos. Se había descubierto mucho haciendo eso últimamente, dándose cuenta de que siempre lo había hecho; mirar hombres en la calle.
Estuvo frente a sus ojos todo el tiempo.
—¿Lo amas? —preguntó abruptamente sin hacer contacto visual, perdiéndose en la espalda del chico—. A Theo.
Ginny suspiró, hundiéndose en su silla y dando unos pequeños toques encima de la mesa.
—No sé —dijo, pero su voz no era completamente honesta—. No he querido pensar en ello.
Harry se volteó hasta ella, detallando sus ojos cafés, sus cejas marcadas, su cara cubierta de pecas y su pestañas largas junto a su aro. Era casi una visión angelical, y recordó lo fuerte que su corazón había latido un día por eso. Ahora, solo quedaba el fantasma de lo que pudo haber sido, de lo que alguna vez también se obligó a sentir.
—Yo creo que sí sabes —le dijo con tranquilidad—. Y si vas a volver con él--
—No voy a volver con él —interrumpió Ginny con fuerza. Harry la conocía mejor que eso.
—Si vas a volver con él —reafirmó, ignorándola—. Asegúrate de que él sienta lo mismo.
Un pesado silencio se extendió entre ambos, viendo cómo el camarero volvía con una pequeña entrada y snacks de espera para el plato de fondo. Ginny se había quedado muy quieta en su lugar, cruzada de brazos y agitando su pie de arriba a abajo.
—¿Desde cuándo te volviste tan sabio acerca del amor? —optó por decir, finalizando el tema—. Hasta hace unos meses apenas sabías dónde estabas parado.
Harry se encogió de hombros.
—Nunca pediste por mi ayuda.
Ella le dió un sorbo a la sopa que habían puesto delante de sí.
—Me perdí de buenos consejos.
—Sí. No te acostumbres. Tengo un desastre en mi vida.
—¿Nadie especial entonces? —inquirió de forma casual.
El moreno se tensó por un momento, aferrando la cuchara entre sus dedos. La verdad es que no, no había nadie.
No hay nadie, quiso decir.
Pero de sus labios salió una cosa totalmente distinta.
—Algo así. Es complicado —dijo con cuidado.
Ginny, sorprendida, cambió toda la pose de su cuerpo a un: cuéntame más. Harry sonrió ante la vista.
—¿Y? ¿Qué hay de ese alguien? ¿Están juntos?
Resopló, colocando sus lentes de vuelta al puente de su nariz.
—Ni siquiera nos hemos besado, pero quiero —confesó con total sinceridad permitiéndose hablar de Draco con otra alma, aunque no pudiera decir su nombre. O se volvería loco—. No la parte de estar juntos, eso sí. No creo que ninguno de los dos busque eso.
Ella rodó los ojos, pero con una abierta sonrisa en su rostro.
—Típico. No esperaba menos de ti —hizo una pequeña pausa. El pelinegro le dió una sonrisa amable— ¿Qué te impide dar el primer paso? —sus palabras tenían genuina curiosidad.
Harry tomó un largo trago al vaso de agua que pidió, meditando qué podría decir.
—Es más complicado que eso. Ni siquiera sé si quiere.
Fue el turno de Ginny de resoplar, sin borrar su gesto amable.
—El día que conozca a una mujer que no quiera contigo ni siquiera de forma platónica, me raparé. Lo juro.
No es una mujer.
—Uno, estás exagerando, y dos —soltó una larga exhalación—, ya te dije, es más complicado que eso.
Ginny le dió una crítica mirada, sin tapujos. Sabía que estaba buscando algo en su expresión, siempre lo hacía. El problema era que Harry nunca descubría qué.
—Bueno, si esa persona no quiere, tengo una amiga que estará más feliz de recibirte —concluyó, apoyando los codos en la mesa, contra toda etiqueta.
No creo que nadie se le compare.
Harry solo sonrió, decidiendo que al final de todo, hablar de Draco no era la mejor opción, así que cambió el tema; ambos encontrando agradable el discutir cosas de la banda, de sus hermanos y, finalmente, un poco de deportes.
Esa tarde llegó a casa para encontrar a Draco sentado en el sillón y viendo el programa sin él. O bueno, el programa que él creía que veían, ya ni siquiera le prestaba atención.
Se sentó a su lado, tratando de obviar que esa era la segunda vez que lo hacían desde que se quedó dormido, y sacó una papa del bowl que el rubio tenía en su regazo, mirándolo desagradablemente.
—No son para ti —le dijo de forma infantil, Harry le sacó la lengua.
—Ese envase es mío, entonces, lo que esté dentro de él también —replicó, desviando la mirada al televisor.
Draco le dió un golpe con fuerza en el costado, haciendo que un par de papas cayeran desde su mano y el ojigris sonriera complacido.
—Siguiendo esa lógica, éste piso es tuyo y todo lo que hay acá también. Pero no es así —afirmó con seguridad.
Harry volvió a mirarle de reojo, y supo que no podía desperdiciar esa oportunidad, no en un día donde ya le había ganado una vez en el concurso de hacer sentir incómodo al otro.
Vio directo a sus ojos mercurios y luego, lentamente, comenzó a bajar la mirada por su cara, sus pecas, sus labios, su mandíbula, su cuello, donde lo vio moverse para tragar. Estaba usando su pijama, el mismo que le había visto en la mañana, que consistía de algo parecido a un suéter azul y sus pantalones grises, y aterrizó hasta donde estaba el bowl, y de vuelta a sus ojos.
Esbozó una sonrisa maliciosa.
—¿No lo es?
Draco volvió a entrecerrar los ojos, apuntándolo con un dedo y subiendo su barbilla, molesto. Harry solo pudo ampliar la sonrisa.
—Estás haciéndolo de nuevo —le dijo a regañadientes. El ojiverde enarcó una ceja.
—¿Qué cosa?
—No te hagas el tonto conmigo.
Harry volvió a sacar una papa y le llevó con lentitud hasta su boca, donde luego procedió a lamerse los labios. Draco siguió el gesto.
—¿Quién dijo que me estaba haciendo él tonto? —respondió finalmente.
—No lo estás haciendo en serio.
—¿No?
—¿Estás haciéndolo en serio?
Harry mantuvo su sonrisa, quitándose los lentes y limpiándolos con el borde de su camiseta, sabiendo lo mucho que le gustaban sus ojos al descubierto al rubio. Él mismo se lo había dicho.
—Meh.
Draco volvió a hacer ese ruidito exasperado que le encantaba tanto.
—¿Qué mierda es meh?
Harry volvió a ponerse las gafas, volteándose definitivamente a la TV y sacando papas desde el regazo del ojigris.
—¿Qué está pasando? —dijo, apuntando la pantalla con el mentón.
Por el desagrado en el ruido que hizo, creía que ese round también lo ganó, y apenas con una simple sílaba.
Suponía que se confió demasiado.
El juego, pronto descubrió, era una trampa que con Draco se jugaba bien, o no se hacía en lo absoluto.
Y cuando se vio involucrado de verdad, ya no había forma de volver atrás.
Sucedió apenas una semana después de la noche del sillón. Era un día de clases para su compañero de piso y el ensayo de la banda se había dado en la mañana, por lo que Harry solo se había sentado por horas a corregir las últimas canciones del álbum que grabarían en unos días, cuando esa llamada llegó.
Se llevó el teléfono al oído sin mirar el nombre del contacto y habló.
—¿Hola?
La línea estuvo en silencio por unos segundos, solo con unas risas de fondo que no le sentaron nada bien. Estuvo a punto de hablar, cuando su familiar voz replicó.
—¿Potter? —más risas—. ¿Estás ahí?
—Draco.
Escuchó como una voz en el fondo, una voz varonil, le decía algo al rubio que Harry no había podido oír.
No sabía si por la lejanía, o por lo fuerte que su corazón estaba latiendo.
—Necesito pedirte un favor.
Algo en su interior le dijo que eso no podía ser bueno.
Se levantó desde su escritorio, dejando el archivo de las canciones atrás y se dirigió hasta su ventanal. Hacía un poco más de calor ese día, por lo que la calefacción no estaba encendida. Harry miró hacia abajo, viendo los autos pasar y como el sol bañaba los edificios contiguos.
—¿Qué cosa?
Sintió un sonido a través de la línea, un sonido demasiado parecido a un beso. Algo en su estómago se revolvió.
—¿Crees que puedes dejarme el piso solo por unas horas? —terminó por preguntar, y Harry cerró los ojos, sabiendo desde un principio que esa sería su pregunta.
Una acidez subió hasta su garganta y tuvo que obligarse a serenarse. No tenía derecho de estar así, de sentir lo que sea que estuviera sintiendo en ese momento. No se debían nada, y Draco estaba siendo lo suficientemente respetuoso de pedirle un favor en vez de solo llegar con un tipo a su apartamento. Debía decirle que sí. Era lo mínimo que le debía.
—No.
La respuesta lo sorprendió hasta el mismo, ni siquiera se le había pasado esa opción por la cabeza; pero no se sentía mal el decirlo. Se sentía malditamante bien.
—¿Me estás jodiendo, verdad? —Draco dijo luego de unos segundos de un incómodo silencio.
Harry de devolvió hasta su silla, intentando controlar su respiración y el pulso de su corazón. Tomó el lápiz, pegándole a la madera con él.
—No. Estoy ocupado.
Era una mentira, y Draco lo sabía perfectamente. Escuchó la misma voz de hace un rato murmurar algo en contra del rubio, y oyó cómo este soltaba una pesada respiración. Estaba enojándose.
—¿Se puede saber de qué? No haces una jodida mierda en todo el día.
Harry frunció el ceño, empezando a molestarse él también. Se reclinó en su asiento, apretando la mandíbula.
—Estoy ocupado —repitió entredientes.
Casi podía sentir cómo el cuerpo de Draco se tensaba a través del teléfono, y se deleitó en saber que sentía al menos un poco del disgusto que él mismo estaba sintiendo.
—Iré de todas formas —afirmó—. Ve tú si quieres estar ahí cuando pase o no.
Y con eso, colgó.
Harry se mantuvo alerta toda la tarde.
Era un señuelo, debía haberlo sabido. Era una forma de tenerlo como estaba en ese preciso momento, tenso, y esperando ver cómo Draco entraba por esa puerta con un amante entre sus brazos, besándolo o incluso tomándolo en la cocina. Era a propósito.
Salvo que no era capaz de pensarlo, no cuando su mente era un lío y había estado por horas con los músculos apretados para estar preparado para la inminente discusión que venía en camino.
Montó una escena. No sabía si era convincente o no, pero lo hizo de todas formas. Puso su guitarra a su lado en el sillón, junto a las canciones en su regazo y el lápiz, con la televisión de fondo y encendida, pero con la vista fija en un punto y sin hacer nada, no realmente. Esperando.
Parecía que con Draco las cosas siempre serían así.
Entrada la noche, sintió la puerta abrirse, y el sonido de unas llaves siendo depositadas en el mueble de la entrada, junto a sonidos de ropa. Harry se obligó a volver su vista hasta el papel, y hacer como que anotaba algunas cosas, sin levantar sus ojos.
Sabía que Draco estaba en medio del salón mirándole.
—¿Se puede saber qué fue toda esa mierda? —demandó.
El ojiverde dejó lo que estaba haciendo para mirarlo un segundo, y sintió cómo su corazón se hundía en su caja torácica a la vista de su persona.
Tenía el cabello desordenado, las mejillas rojas y los labios hinchados. Todo su rostro gritaba lo que seguramente había estado haciendo y lo relajado que se veía, a pesar de que él sabía que estaba molesto.
Harry encajó la mandíbula, sin decir nada y volviendo su vista hasta los papeles.
—¿No vas a hablar?
Lo dijo tan calmado, tan despreocupado, que solo hizo que apretara las hojas con fuerza, sin darle el gusto de levantar la mirada. ¿Cómo podía...?
—Bien, entonces hablaré yo.
Draco dió un paso al frente, dejando caer su bolso en el sillón individual, mientras Harry veía sus movimientos lentos de reojo, queriendo decirle que se fuera, pero no encontrando las fuerzas para hacerlo.
—Al final, luego de la putada que me hiciste, fui a su casa, y tuve una buena follada. Excelente de hecho, la mejor que he tenido en la vida.
Su respiración se agitó al pensar en eso. Draco siendo besado por otra persona, y siendo acariciado por otras manos. Soltando gemidos a causa de otros labios, y disfrutando gracias a otra persona.
La mejor que he tenido en mi vida.
—Me alegro por ti —escupió él, sin poder evitar la amargura en su voz.
Draco no dijo nada en un principio, solo dió otro paso al frente.
—Sí.
Harry descubrió que no estaba haciendo nada desde hace un rato, solo mirando la página con letras que no podía leer, así que se levantó bruscamente, dándole la espalda a Draco y esperando que la conversación haya llegado a su fin.
No fue así.
—Me llenó, ¿sabes cómo se siente eso? Es la mejor sensación en el universo. Me dijo que era suyo, y me hizo correrme dos, tres, hasta cuatro veces; hasta que ya no sabía cuál era mi jodido nombre —Harry apretó los ojos, resistiendo la urgencia de taparse los oídos como un niño de cinco años, escuchando como Draco daba más pasos.
Soltó una exhalación enojada, con las imágenes del rubio siendo follado corriendo por su cabeza. Otra persona tomándolo, haciéndole ver las estrellas.
No sabía cuánto más podría soportar.
—Y al final, se corrió en mi cara.
La voz estaba cada vez más cerca, y Harry se obligó a abrir los ojos, sabiendo que no podía imaginar eso, o estallaría. La ciudad seguía igual que siempre a través de su ventana, pero el que sentía que había cambiado era él. Estaba sosteniendo los bordes de la pared con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos y mordía el interior de su mejilla hasta que sintió sangre.
—Estás celoso.
La voz estaba atrás suyo ahora, enviando descargas por su cuerpo, Draco estaba atrás suyo, y él pudo haberse desmayado por la declaración.
Estás celoso.
Por supuesto que lo estaba, ¿Cómo podría no estarlo? Alguien más estuvo con él, alguien más lo tocó, lo besó y lo marcó. Pero Draco no debía saberlo.
—No —siseó.
Sabía que su tono salió bajo, y casi amenazante, pero no podía hacer nada al respecto. La rabia corría por su cuerpo, y tuvo que recordarse el no volver a apretar sus manos.
—Estás celoso —repitió, ésta vez su aliento chocando con la parte posterior de su cuello—. Estás celoso de que alguien más me haya tenido.
Fue su señal para voltearse, teniendo a Draco más cerca de lo que lo había tenido nunca. Pudo distinguir pequeñas manchas negras y amarillas en sus ojos grises, y sus pestañas bañando sus párpados. Su nariz estaba cubierta de pequeñas pecas y sus pómulos lucían aún más marcados desde esa distancia. Y sus labios...
Sus jodidos labios.
Harry fijó la mirada allí, recordando cada vez que lo había hecho antes, tanto consciente como inconscientemente. Tantas veces deseando besarlos. Tantos días derramándose en la ducha solo con el pensamiento de esos labios alrededor de su polla.
Y ahí estaban, a centímetros de los suyos. Sentía que un imán tiraba de él para acortar el espacio que los separaban.
—Estás celoso de que alguien más me haya hecho lo que tú quieres —dijo el rubio con crueldad.
Harry sintió el aliento chocando contra su rostro, y un poco de vino en su aroma. El olor coco predominando en todos los aspectos, haciéndole derretirse, pensando en que lo saborearía.
Si es que fuera lo suficientemente valiente.
—No —replicó con la voz estrangulada.
—Hazlo —instó Draco, y Harry subió la mirada nuevamente hasta sus potentes orbes plata. Draco estaba con las pupilas dilatadas y su mirada cargada de deseo. Reconoció, que no era la primera vez que le miraba así, y se sintió un tonto por eso—. Hazlo.
Harry percibió todo su cuerpo temblar con anticipación, mientras los brazos del rubio se posaban a cada lado de su cara y suspiró, cerrando sus párpados un momento.
—¿Esto es un juego para ti? —preguntó con un hilo de voz.
La respuesta llegó casi instantáneamente.
—Sí.
Sintió cómo su pecho se encogió con dolor. El pelinegro tomó la nuca de Draco y antes de que pudiera pensarlo, o arrepentirse, estrelló sus labios contra él.
Si lo que sintió alguna vez eran fuegos artificiales, esto era el puto Big Bang.
