Capítulo 9 Fatídica enfermedad.
Faltaban 2 meses para que Candy partiera a Nueva York a comenzar sus estudios.
Anthony al fin había recuperado peso y la fuerza de sus piernas, ya podía ponerse de pie, pero sin caminar aún por sí solo, continuaría su rehabilitación en el Real Colegio San Pablo, en Londres, el tiempo de despedirse de su pecosa había llegado. Ambos jóvenes se encontraban tristes por tener que separarse, pero se consolaban pensando en que se verían en las vacaciones de verano y en navidad.
En casa de Candy su madre parecía estar desolada por la partida de su pequeña, temía que las humillaciones publicas continuaran, aunque tenía que aceptar que a partir del día de la cacería y de la cercana amistad con los Ardley, su pequeña ya no sufría tantas vejaciones en su círculo de amistades.
Una tarde en el jardín, Margaret sintió un mareo y cayo desmayándose sobre el pasto, rápidamente Candy y su padre fueron a ayudarla. Donald cargo a su esposa hasta su habitación y llamaron al médico. Después de realizar exhaustivos estudios diagnosticaron inicios de leucemia, como era de esperarse, la familia se encontraba destrozada, ahora más que nunca adelantarían su viaje a Nueva York para iniciar un costoso tratamiento.
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Los chicos Ardley se despidieron con mucha tristeza de Candy, pero comprendieron que ella tenía que estar cerca de su madre. Mientras tanto en casa de Annie, las cosas no marchaban muy bien, su padre había perdido mucho dinero en un mal negocio y se encontraba muy preocupado, mientras que su esposa le decía que al menos tenían a Annie, que era una joven hermosa y que posiblemente pudieran obtener algún beneficio si la casaran con un buen partido, esto le parecía una mala idea al padre de la chica, pero ante el problema no se cerraba ante esa posibilidad.
- Ahora más que nunca debes estar cerca de esa inmunda prima tuya, debemos tratar de que te acerque a los Ardley, cualquiera de ellos es guapo y rico, tienes que ser muy astuta para que puedas pescar un buen partido porque de otra forma deberás casarte con un viejo o con un nuevo rico.
- No mamá, yo quiero casarme por amor, te prometo que me acercaré a Candy para que pueda estar cerca de Archie, es a él al que quiero.
- Pues tienes que darte prisa, los estragos económicos en el patrimonio de la familia serán visibles en 3 años, según los cálculos de tu padre y eso es tiempo suficiente para que puedas idear algo con ellos, de otra forma pues…
- Ni lo pienses, estoy segura de poder lograrlo, pero necesito irme a estudiar a Inglaterra en vez de ir a Nueva York, ya que es ahí donde los Ardley estudiarán, debes confiar en que, aunque Candy no este, yo me acercaré a ellos para darles información de su amiga.
Por otra parte, los Ardley partieron a Inglaterra para continuar sus estudios en cambio Candy tuvo que suspender un par de meses sus clases e ingreso al colegio para dedicarse completamente a cuidar la salud de su madre. Margaret sentía el agobio por la preocupación que causaba en su hija, pero la animaba a salir de la casa para despejarse, en esa ocasión el día era hermoso por lo que le dijo que paseara en el Central Park que seguramente se divertiría…
Candy se negó y decidió ir a su habitación a escribirle a Albert.
Estimado Albert:
Espero que te encuentres bien….- bajo la cara dejando escapar una lagrima-
Mi madre cada día empeora más, nos han dicho que tenemos que ir a Inglaterra a probar un tratamiento experimental y pronto partiremos hacia allá, además mi padre no quiere que siga con ellos, ha decidido internarme en el mismo colegio en el que se encuentra Anthony y eso me da gusto, pero al mismo tiempo me da una infinita tristeza porque no podré cuidar a mi madre.
No sabes cuánto deseo charlar contigo, extraño tanto ver a tu lado esos atardeceres espectaculares en el bosque.
Candy no podía saber lo que sus palabras causarían en el corazón de Albert que cada vez que recibía una carta de ella parecía soñar que estarían juntos nuevamente, aunque trataba de que su corazón no se alborotara y se decía así mismo: Esta enamorada de tu sobrino, calma, calma William.
Poco tiempo después Candy y su familia se embarcaron en el Mauritania sus padres casi no salían del camarote debido a que Margaret no tenía suficientes energías para tener vida social, trataban de que su hija permaneciera con ellos para evitar que pasará un mal rato por el trato que podía darle la gente debido a su origen, pero permitían que observará el atardecer que era una de sus actividades favoritas. En una tarde Candy observaba el horizonte y Clint brinco a sus brazos tirando su bufanda de seda, que con el viento fue llevada hasta el otro extremo del barco, ella hizo un mohín de resignación y regreso a su camarote, mientras tanto un par de ojos de color azul cielo la observaban y se apresuró a recuperar la prenda, que a partir de entonces tendría un gran valor para él.
En la última noche del viaje la familia Britter Smith fue requerida en la cena de fin de año por lo que al no poder negarse a la invitación decidieron enviar en su representación a su heredera, Candy se presentó a regañadientes estuvo el tiempo necesario para no ser grosera y a media noche decidió irse a su camarote. La noche era fría y había una bruma muy densa por lo que no había buena visibilidad, de pronto creyó ver a Anthony y se dirigió hacia él.
- No puede ser Anthony, este chico es más alto, Oh está llorando-
- ¿Hay alguien ahí? Dijo el chico.
- Si, perdóname no quise molestar, creí que estabas muy triste.
El joven limpio sus lágrimas sin ser visto, observo lo bella que era la joven que estaba frente a él, de inmediato se sintió atraído por ella y un pequeño escalofrió recorrió su espalda en el momento en que hizo contacto con ese par de ojos que parecían esmeraldas, en el viento pudo oler su aroma a rosas, quedo impresionado a pesar de la profunda tristeza que sentía en su corazón pero, aunque se encontraba anonadado ante tal visión no permitiría que una perfecta desconocida percibiera su turbación. En ese momento decidió que haría algo para distraer su atención.
- ¿Qué estaba muy triste? No es verdad, estoy muy triste- soltó una gran carcajada.
- Creí que lloraba ¿Me habré equivocado? No, estaba llorando estoy segura-
- ¿En qué estás pensando pequeña pecosa?
- ¿Pecosa yo?
- Lamento muchísimo decírtelo pequeña pero realmente eres muuuy pecosa.
- Eso no me importa, me gustan mucho mis pecas- frunció su nariz e hizo un gesto que enterneció nuevamente al joven castaño de ojos color zafiro, pero no se lo haría notar, por lo que continuo:
- Entiendo, ¿Por eso las coleccionas?
- Si y últimamente estaba pensando en cómo conseguir más-
Candy empuño sus manos por el enojo
– Estas celoso porque no tienes ninguna peca.
El joven no supo que contestar ante tan ingenioso comentario por lo que se limitó a chiflar.
- Y supongo que también te sientes orgullosa de tu naricita.
- ¡Claro que sí!- contesto Candy de inmediato.
En ese momento se escucharon pasos de otras personas, hecho que el Joven castaño aprovecho para despedirse:
- ¡Adiós pequeña pecosa!
Candy se quedó sorprendida sin poder creer lo que había sucedido.
Se fue hacia su camarote diciendo: ¡Mocoso malcriado!
A día siguiente, Margaret era ayudada por el padre de Candy a desembarcar, pero fue empujada, lo que casi provoca su caída, la pecosa volteo furiosa a ver quién había sido el tonto que casi lastimaba a su madre y para su sorpresa el muchacho que casi causaba un accidente se acercó a pedir disculpas y beso la mano de su madre.
- Pero si eres el hijo de Richard ¿No es cierto? - Le dijo sonriendo la madre de Candy.
- Así es señora, mi nombre es Terrence Grandchester- Ahí está la pecosa de ayer, debe ser pariente de los Britter.
- Es un placer volver a verte muchacho, ya eres todo un hombre, la última vez que te vimos eras apenas un pequeño travieso.
- Madre, sigue siendo un malcriado, aunque sea mayor-
De inmediato los padres de Candy voltearon a verla reprochando sus palabras, ya que el muchacho al que le estaba hablando en ese tono altanero era ni más ni menos que el heredero del ducado más importante de Inglaterra.
El joven de ojos zafiro se río socarronamente y se acercó a su oído para susurrarle: ¿A caso te has enamorado de mi pequeña pecosa?
Candy sintió que las mejillas le reventarían con el calor que subía a su cara.
- Hija, ¿A caso ya conocías al joven Grandchester? ¿Te hizo algo malo?
- No papá, no te preocupes, hay veces que no se debe dar mayor importancia a las palabras de alguien tan sin chiste- Se irguió lo más que pudo levantando su nariz y continuo su camino, ignorando las palabras del muchacho.
Al ver la actitud de su hija, los padres de Candy se despidieron de Terry y continuaron su camino.
- Pequeña pecosa y orgullosa, te ves tan linda cuando te enojas- pensaba Terry y se fue del lugar.
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Después de instalarse en su nuevo hogar, Los Britter Smith decidieron comer en el jardín, ahí le contaron a Candy los rumores que se escuchaban acerca del origen de Terrence Grandchester, le explicaron que debería mostrarse empática con él ya que, de alguna forma él había sufrido las mismas vejaciones que ella. La rubia en ese momento comenzó a comprender su actitud, pero no por eso permitiría que la molestara si volvía a verlo. Al día siguiente Margaret comenzaría su tratamiento experimental y la pecosa no podría estar presente porque sería llevada al colegio a presentar diversas evaluaciones para poder ser aceptada a esas alturas del ciclo escolar, los resultados se los darían el siguiente fin de semana por lo que tendría tiempo de conocer un poco la ciudad, si es que la salud de su madre lo permitía.
Desde que Candy puso un pie dentro del Real Colegio San Pablo observó que era un lugar realmente bello, sin embargo, se asustó al escuchar todas las reglas que tenía que seguir, las monjas no se parecían en nada a la hermana María, más bien parecían soldados con cara adusta y actitud fría. Al terminar los exámenes quedo exhausta y la llevaron a la salida para que abordara su carruaje, a lo lejos pudo ver a sus tres amigos que agitaban las manos a modo de saludo, La pecosa no pudo evitar sonreír y gritar: - ¡Hola, amigos!, -De inmediato fue reprendida por las monjas y le advirtieron que no podía codearse con los chicos o ameritaría la expulsión, eso sí acaso los resultados de su evaluación le permitían quedarse.
Al llegar a su casa Candy les contó a sus padres todo lo que había sucedido y no pudo evitar hablar desmotivada, pero de inmediato Donald le dijo que era muy importante que se internara en el colegio debido a que su educación era una prioridad y que ellos deberían viajar constantemente por el tratamiento por lo que se dificultaría su preparación si ella estaba con ellos.
- Hija, recuerda que algún día tu deberás llevar las riendas de mis negocios, yo no deseo que al casarte tu marido meta sus narices en tu patrimonio, yo quiero para ti que seas totalmente independiente por lo que tu educación debe ser de excelencia, cuento contigo.
Al día siguiente Candy salió a comprar algunos libros y golosinas para sus amigos, se internó en una librería y selecciono dos libros: el primero de Sherlock Holmes para Stear, el segundo de Romeo y Julieta para Anthony, no encontró ninguno que encajara con la personalidad de Archie por lo que decidió llevarle un bellísimo separador de hojas hecho con nácar que observó en el mostrador, antes de salir de la librería se dio cuenta que ella también deseaba leer ambos libros por lo que pidió que le vendieran otro par, al finalizar las compras, su doncella iba cargando un sinfín de dulces, bombones y chocolates y ella llevaba los cuatro libros. De pronto, unos ojos color zafiro se posaron en ella.
- ¿Pero a quién tenemos aquí?, hola pequeña pecosa, veo que te gusta leer, oh ¿Dos libros de Romeo y Julieta?
- Disculpe, pero no acostumbro a hablar con extraños y menos cuando son tan mal educados como usted.
-Jajajajaja ¿Con que esas tenemos pecosa? Pues déjame presentarme: soy tu más grande sueño: Terrence Grandchester, pero te permitiré que me llames Terry.
Candy no podía creer el cinismo de ese chico, le parecía intolerable su proceder y levantando su nariz con toda dignidad prosiguió su camino diciendo:
- Mocoso malcriado no mereces ni que te nombre y más bien eres mi peor pesadilla.
- Vamos pecosa déjame ayudarte al menos te llevaré a tu carruaje, además no quiero que tu "Pesadilla" sea originada por perderte unos minutos a mi lado- Dijo Terry sonriendo de lado.
- No es necesario espero no volver a verlo jamás.
- Por favor si a leguas de nota que te encanto- rio socarronamente haciendo cara de autosuficiencia.
- Definitivamente es usted un insolente, ¡adiós!
Candy corrió a su carruaje seguida de su doncella.
- Ese tipo es un pelado señorita, que bueno que lo ha puesto en su lugar, aunque debo confesar que es muuuy guapo- dijo sonrojándose la doncella.
- Pues a mí me parece odioso y muy feo- En ese momento Candy pensó en dos pares de ojos color azul, los dos eran muy parecidos, reflejaban amor y gentileza, aunque los de su amigo Albert siempre chispeaban al hablar y los de Anthony parecían ser más tranquilos, que diferentes eran a los ojos de ese engreído que, aunque también eran azules, parecían tener dentro una gran tormenta. Ella sentía inquietud por el chico, comprendía que sus vivencias lo habían llevado a ser grosero, pero eso no importaba ya que de ninguna forma permitiría que la tratará de esa forma tan confianzuda.
Los padres de Candy recibieron un telegrama en el que les avisaban que la aplicación del nuevo tratamiento la harían Francia, por lo que debían trasladarse de inmediato a ese país, por lo que se apresuraron a dirigirse al colegio para preguntar los resultados de las evaluaciones que había hecho Candy. Al llegar los tres fueron recibidos por la hermana Grey, que misteriosamente ya sabía los orígenes reales de la rubia y les mencionó que sería aceptada pero que estaría siendo observada continuamente y que su conducta determinaría si continuaría en el colegio o no. Al escuchar esas palabras, los padres de Candy indignados se pararon y se dirigieron hacia la puerta decididos a llevársela de ese lugar, pero de pronto Candy los detuvo y les dijo: - Me quedare, no se preocupen, puedo con esto y debemos pensar en el bienestar de mamá.
Margaret la abrazo y le pregunto si estaba segura y Candy solo asintió, su padre le dijo que se sentía orgulloso de ella y que en cuanto pudieran la sacarían de ese lugar.
Poco tiempo después la rubia se instalaba en su habitación, había conseguido introducir a su mascota en el colegio. Por otra parte, se sentía sumamente preocupada por la salud de su madre, pero se consolaba pensando que estaría más cerca de sus amigos, en especial de Anthony al cual ansiaba volver a ver.
Lejos estaba de pensar que un chico de ojos color zafiro, podría ser un gran obstáculo para su relación con el príncipe de las rosas que finalmente aún no comenzaba.
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Agradezco los comentarios de:
Mia8111
Yessy
Rosario Barra
Sakura
Lalo 7677
Y todos los Guest.
Ahora si empezará la contienda por el corazón de la pecosa, ¿Quién creen que gane?
