Neville no había aparecido en dos días, sin embargo, la comida seguía llegando, el agua seguía saliendo en su bañera.

Solo faltaba él, y para Bellatrix solo debería ser una liberación. Pero no lo era, no era capaz de calcular el tiempo, solo que aquello le parecía una vida completa. Una vida donde la dependencia hacia otra persona la arrastraba a algo desconocido.

Le echaba de menos, y se mordía la lengua por no llamarle. Estúpido, estúpido... estúpida.

Era una completa estúpida, estaba claro que el encierro, que el sexo, que la compañía le estaba afectando a su percepción de la realidad.

No le necesitaba, no le quería, no era nadie para ella. Solo era su prisionera, y la vida detrás de aquellas cuatro paredes era lo único que importaba. Salir, vengarse, huir.

Aquella noche volvió, abrió la puerta y Bellatrix notó su rostro demacrado, sus ojos llorosos. No sintió pena, solo alivio al verle. Porque no, era peor estar sola que estar con él, era mucho peor.

Él llegó a ella, abalanzándose, derribándola. Se abrazaba a ella como si fuera todo lo que hubiera en su mundo. Y Bellatrix no entendía nada.

No debía importarle, miró a la puerta, la había dejado sin cerrar. ¿Era ese su momento? ¿Por fin había llegado?

Pero desprenderse de él no sería tan fácil, era un peso muerto que la cubría por completo.

Estaba llorando, aquello la incomodó, odiaba la debilidad, odiaba ver a los débiles llorar, era despreciable. Pero sus manos que habían estado rígidas a sus lados, acabaron sobre el cabello oscuro de Neville. Lo acariciaba, y no sabía por qué lo hacía. Su madre no había sido una persona cariñosa, mucho menos su padre. Pero Andrómeda lo había hecho cuando ellas eran pequeñas, y también lo había visto hacer a Narcisa a su hijo.

Fue en ese momento en el que Neville la miró, y ella tenía la mirada fija en la puerta. La apretó tan fuerte que ella clavó las uñas en su cuero cabelludo.

—No vas a salir de aquí en la vida—murmuró el chico—Tu vida por la suya, y tu vida es mía.

La puerta, la oportunidad de Bellatrix, se selló con magia, y él la tumbó sobre la cama.


A Neville le habían llamado de San Mungo, las últimas 48 horas habían sido una completa agonía, en la que al final su padre había muerto.

17 años de la tortura que los había dejado en ese estado, 17 años de ausencia. Neville no tenía recuerdos de sus padres más allá de esos dos seres internados en San Mungo que ya no eran nada.

Neville se había derrumbado en cuanto su abuela de marchó, se sentía destrozado por algo que ni siquiera había tenido.

Y ella estaba en su casa, estaba allí abajo, ella lo había matado. Y por un momento pensó en que era justo que él la matara, pero la idea era imposible ya. En realidad, nunca lo había sido. Él no era un asesino, pero ella, ella sí lo era.

Cuando por fin la tomó entre sus brazos, cuando se abrazó a su delgada cintura mientras ella estaba sentada sintió una liberación que no había tenido en esos días.

Y era tan incorrecto, porque su padre había muerto por lo que ella le había hecho. Era completamente incorrecto. La miró, y ella estaba mirando a la puerta, puerta que había olvidado sellar.

Y la rabia que sintió Neville era tan grande como su dolor. Él sintiéndose bien con ella y ella queriendo huir.

La tumbó, le levantó la falda y la penetró arrancándole un gruñido de dolor en el proceso, y por primera lo hizo a sabiendas, ella era suya, ella no iba a irse de allí.

—Mírame—le tomó la cara con la mano mientras la penetraba una y otra vez, salvo que solo encontraba la dura mirada, la de siempre, alzó sus piernas sobre sus hombros, clavándose más y ella gimió.

No, eso no. No tenía que ser así. Salvo que solo bajó sus labios para besarla, su mano para acariciarla entre sus piernas hasta hacerla tener un orgasmo, girándola después para seguir dentro de ella, una y otra vez, una y otra vez escuchándola gemir.

No, no debería ser así, pero ya era lo único que importaba allí.

La abrazó contra su cuerpo después, agotados, sintiendo su respiración contra su cuello.

—Eres mía—dijo con un nudo en la garganta—. Eres mía y no me vas a dejar nunca. No me dejes nunca.


Cuando Bellatrix despertó Neville se había ido, y ella se encogió sobre las sábanas. Él había sido duro y sin embargo a ella le gustó, le gustó muchísimo. Enterró la cabeza en la almohada que seguía oliendo a él.

Fue entonces cuando notó demasiada viscosidad entre sus piernas. Lo habían hecho muchas veces, pero era diferente.

Las sábanas tenían sangre, ella misma tenía sangre que le manchaban los muslos.

Se levantó y sencillamente se limpió, había sido mucho más duro de lo que ella imaginaba. Pero la sangre no se iba, y cuando Neville bajó más tarde con comida para los dos. La miró completamente horrorizado.

—Lo siento—se disculpó arrancando las sábanas, tratando de limpiarla.

Ella no dijo nada, pero comenzaba a preocuparle que la sangre siguiera saliendo.

—No has podido ser tú—dijo ella finalmente, aunque no lo decía tanto por él, sino por ella.

—¿Cuándo fue tu último periodo?—preguntó él, y eso la asustó realmente.

Hacía años que ella no había menstruado. No podía ser eso.

—No recuerdo que hayas sangrado desde que estás aquí—se preocupó el joven.

—No lo hago desde hace años.—En algún punto en Azkaban ella dejó de hacerlo, no podía ser eso.


Mil años después, he vuelto con capítulo nuevo.

"With a taste of your lips, I'm on a ride
You're toxic, I'm slippin' under (toxic)
With a taste of a poison paradise
I'm addicted to you
Don't you know that you're toxic?"

Como diría Britney Spears jijijii

Hasta el próximo capítulo.

Besitos

Shimi.