EPÍLOGO I
SASUKE
―Estoy espantosa.
―No lo estás. ―Me puse encima de ella, con cuidado de no tropezarme con su enorme barriga. Botón estaba embarazada de nueve meses y a punto de explotar. Se sentía incómoda, y le dolía la espalda a causa del esfuerzo y los pies por el peso adicional.
―Sí que lo estoy. ―Me empujó el pecho con la mano―. Es imposible que sientas deseos de acostarte conmigo.
―Pues entonces explica eso. ―Hice un gesto con la cabeza en dirección a mi entrepierna, donde mi grueso miembro se alzaba ansioso por estar en su interior.
Cuando no fue capaz de explicarlo, se limitó a mirarme fijamente.
―Estoy como una vaca.
–Cállate, Botón. Estás preciosa. Sinceramente, voy a echar de menos verte embarazada.
―Mentiroso. ―En aquella etapa final estaba peleona y de mal humor. No era la mujer tranquila y despreocupada con la que me había casado. Estaba estresada, enfadada y le avergonzaba su aspecto. Nunca se había mostrado insegura sobre su cuerpo, pero ahora nunca quería que la viese desnuda.
Me introduje en su interior, deslizándome por su resbaladizo sexo de un agresivo empujón.
Aquello hizo que dejara de hablar al instante.
―Dios...
Me sostuve a mayor altura de lo habitual sobre su cuerpo para no frotarme contra su tripa. Contemplé la cara de mi mujer mientras me la follaba como a mí me gustaba. Mi excitación aumentaba todavía más a causa de su embarazo. Era lo más erótico que había visto nunca; me encantaba el modo en que se le habían hinchado los pechos, cómo se movía su estómago cuando el bebé daba patadas... Me encantaba absolutamente todo.
En cuanto empezamos a movernos, a ella se le acabaron las protestas.
Me follaba con tanto entusiasmo como yo a ella.
Nos movíamos, empujábamos y gruñíamos. El sudor me caía por la espalda y estaba disfrutando al máximo cada segundo. En cuestión de minutos, obligué a mi bella esposa a gritar mi nombre al llegar al orgasmo. No estaba pensando en cuánto había cambiado su cuerpo. Sólo estaba pensando en mí.
Y entonces me corrí yo, llenándola con mi semilla.
Su cabeza se echó hacia atrás antes de dedicarme una intensa mirada de placer.
La besé y salí de ella.
Como si aquel momento de pasión no se hubiera producido, se cubrió de inmediato con una sábana.
Tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco.
Se levantó de la cama y se dirigió hacia el cuarto de baño.
–Estás portándote como una tonta. ¿Te ha dado la impresión de que no estaba disfrutándolo?
–Déjame en paz, Sasuke. ―Cerró la puerta, dejándome fuera.
Me vestí y le quité importancia a su salida de tono. Sus estados de ánimo habían empeorado progresivamente durante el último mes, así que para entonces ya estaba acostumbrado a su actitud. Me gustaba embarazada, pero enfadada no.
Salí y me topé cara a cara con Lars.
―Obito ha venido a verlo, señor. Está en su despacho.
―Gracias. No me vendría mal un trago. ―Recorrí el pasillo y entré en mi despacho.
Obito se había puesto cómodo con mi whisky, encontrándolo siempre, sin importar dónde lo escondiera. Sostuvo su vaso en alto al entrar yo en la habitación.
―¿Qué tal está Sakura?
―Ha estado mejor. ―Me senté en el sofá opuesto al suyo y me serví un trago―. Está enfadada, agresiva, vergonzosa con su cuerpo... y todo lo que se te ocurra.
Obito soltó una risita.
―Afortunadamente, Temari todavía no ha llegado a ese punto. Sólo está embarazada y muy sensual. ¿Sabes ese resplandor del que siempre está hablando la gente? Me pone muy cachondo... ―Dio un trago al vaso y luego hizo girar los cubitos de hielo.
―Disfrútalo mientras puedas.
―¿No ha salido ya Sakura de cuentas?
―Se puede poner de parto en cualquier momento, de hecho ―dije yo―. Estoy deseando que nazca mi hijo.
Obito sonrió.
―No me puedo creer que vayas a tener un niño. Me pregunto qué tendré yo.
―Ya os lo pueden decir.
―Por algún motivo, ella quiere que sea una sorpresa... ―Puso los ojos en blanco―. ¿Habéis decidido ya un nombre?
Me terminé la bebida y me serví otra.
―Satoru Uchiha.
La sonrisa de Obito se ensanchó.
―Me gusta. Es fuerte. Es diferente. ¿Se le ha ocurrido a Sakura?
–A mí, en realidad.
―Satoru. ―Pronunció el nombre lentamente en voz alta―. Es perfecto. ¿Estás empezando a ponerte nervioso? Una cosa es hablar de la llegada de tu hijo y otra muy diferente tenerlo ya aquí.
Yo tenía mis dudas. Tenía mis miedos. Pero cualquier cosa que saliese de Botón sólo podía ser buena. Tendría un hijo que convertir en un hombre. Tendría alguien a quien traspasar mi legado. Si a mí me pasaba alguna cosa, él se portaría como un hombre y cuidaría de su madre. Para eso lo educaría, al menos. Para todo lo que yo no pudiera hacer, tendría allí a Botón para ayudarme.
―Creo que todo irá bien. Botón va a ser una madre maravillosa.
―Estoy seguro de ello. Temari también. Dios, espero no tener una niña. ―Se frotó la sien y se rio―. Si algún hombre le pone jamás los ojos encima, tendré que matarlo.
―Ya. ―La idea de tener una niña no me asustaba: sería fuerte como Botón y tendría mi gancho de derecha.
―Bien, esta será una de las últimas veces que seamos sólo tú y yo. Primero vinieron las mujeres... y ahora están en camino los niños. Nuestras vidas han cambiado muchísimo. ―Miró el fuego, cuyas llamas se reflejaban en su alianza de oro.
―Sí... pero creo que ha sido para mejor.
―¡Sasuke! ―El grito de Botón resonó por toda la casa, sacudiendo las paredes y los cimientos.
Dejé caer el vaso, que estalló en mil pedazos contra el suelo.
Obito derramó el suyo y se apresuró a dejarlo en la mesa.
Yo ya estaba de pie de camino hacia la puerta, con el corazón latiéndome como un tambor.
Botón abrió la puerta primero, aferrándose la tripa con un vestido holgado. Todavía tenía el pelo mojado de la ducha.
―Acabo de romper aguas.
Joder, ya había empezado. Me la quedé mirando con expresión vacía durante tres segundos antes de pasar por fin a la acción.
―De acuerdo, vamos a llevarte al hospital. ―La tomé de la mano y la conduje a través del pasillo.
―No puedo creer que ya venga. ―Caminaba a mi lado, respirando con fuerza―. Ya viene.
―¿Obito?
Obito trotó hasta llegar a mi lado.
―Dile a Lars que coja las bolsas y se reúna con nosotros en el hospital. ¿Lo tienes?
―Estoy en ello. ―Obito salió como una flecha.
―De acuerdo, Botón. Ha llegado la hora.
Ella se echó a llorar al instante.
―Siento haber sido tan odiosa contigo últimamente. Es qu...
―Llevas dentro a mi hijo. Tienes derecho a ser todo lo odiosa que tú quieras. Ni lo pienses.
―Sasuke...
―Me da igual, Botón. Lo único que me importa es conocer a nuestro hijo. Ahora, vamos a por él.
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Varias horas más tarde nació Satoru Uchiha.
Tenía sus ojos. Mis labios. Su nariz. Mi pelo.
Una mezcla perfecta de nosotros dos.
Era más de tres kilos de perfección, lo más bonito que había visto jamás. Me cabía en la palma de la mano de lo pequeño que era. Adoraba a mi mujer con todo mi corazón, y era difícil creer que pudiera amar algo más que a ella.
Pero así era.
A mi hijo.
Estuve diez minutos contemplándolo, sujetándolo en el hueco del brazo mientras Botón se quedaba dormida. Estábamos solos nosotros dos. Me miró a los ojos, unos ojos verdoso azulado con la forma exacta de los de su madre. Parecía tan interesado en mí como yo en él.
Yo nunca había visto a mi padre como un modelo a seguir. Tenía demasiados problemas, demasiados pecados.
Pero quería que fuese diferente con mi propio hijo. Quería que me imitase, que me admirase y que se sintiese orgulloso del apellido Uchiha. Quería protegerlo, animarlo a convertirse en un hombre más fuerte que yo. Quería enseñárselo todo sobre el mundo, incluyendo la mierda oscura y retorcida que nadie quería mencionar.
Quería que estuviese preparado para el odio, el miedo, el terror.
Para que pudiera superarlos.
Ya me sentía orgulloso de él sólo teniéndolo entre mis brazos.
Aquello daba al amor un significado completamente nuevo.
La puerta se entreabrió y por la rendija asomó la cabeza de Obito. Se dio cuenta de que Sakura estaba dormida, así que me hizo gestos con la mano para preguntar si podía entrar.
Yo asentí.
Entró acompañado de Temari, cuyo vientre se redondeaba como había hecho el de Sakura seis meses antes. Se sentaron a mi lado e intentaron guardar silencio mientras contemplaban la cara de mi hijo.
―Ooh... ―Temari se cubrió la boca para sofocar su exclamación.
Obito sonreía.
―Eso sí que es un Uchiha guapo.
Yo ya era un padre orgulloso.
–Lo sé.
―Tiene tus facciones, y tu pelo ―dijo Obito―. Pero también se parece a Sakura.
–Es precioso ―susurró Temari―. Felicidades.
―Gracias. ―Yo no podía dejar de sonreír.
Obito levantó la mirada hacia Sakura.
―¿Qué tal está?
―Agotada ―dije yo―. Cuatro horas de parto difícil. Vio a Satoru y se quedó dormida.
―Esa parte no la espero con ilusión ―susurró Temari.
Obito le puso la mano sobre el muslo.
―Lo harás fenomenal, Bellissima.
Casi nunca veía a Obito sin Temari a su lado. Eran una pareja, igual que lo éramos Sakura y yo.
–¿Podemos hacer algo por vosotros? ―preguntó Obito―. Iba a traer flores, pero no me parecéis de esa clase de personas.
―Porque no lo somos ―dije riéndome―. Lo único que necesitamos ahora mismo es descansar.
―¿Quieres que cuidemos al niño para que puedas echar una siesta? ―preguntó Temari.
Lo último que quería hacer era soltar a Satoru.
―No... Estoy totalmente despejado.
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Botón dio el pecho a Satoru por primera vez en la habitación del hospital. Seguía metida en la cama, pero se había duchado y se había cambiado de camisón. Había dormido de un tirón toda la noche porque yo me había ocupado de Satoru cuando había empezado a llorar al amanecer.
Me senté junto a él y los observé.
Satoru se enganchó y empezó a mamar.
―Ya sabe lo que hace ―dijo Sakura con una risita.
Sonreí.
―Es igualito a su padre.
Se rio y me dio una palmada en el brazo.
―Satoru va a ser mucho más sensible que tú.
―Con una madre como tú, no me cabe la menor duda.
Botón pareció olvidar mi presencia de lo absorta que estaba mirando a su hijo. Todavía estaba radiante, a pesar de no estar ya embarazada. Todavía tenía un bello resplandor que la rodeaba en todo momento. Su sonrisa hubiera podido iluminar la noche más oscura.
―Al final estaba realmente incómoda... pero ha merecido totalmente la pena.
―Desde luego.
Se inclinó y le dio un beso en la frente antes de continuar dándole de mamar. Era una madre enamorada. Yo solía ser el destinatario de aquella mirada, pero ahora me habían sustituido.
No me molestaba en absoluto.
–Entonces, ¿cuándo quieres que encarguemos otro?
Se rio como si estuviera contándole un chiste.
―Lo estoy diciendo en serio.
Levantó la mirada hacia mí, con la sonrisa todavía en los ojos.
–Necesito un descanso de seis meses por lo menos.
―Puedo esperar. Y luego nos ponemos otra vez a ello.
―Ni siquiera hemos llevado a este a casa todavía.
―No me importa. En cuanto lo he visto, he sabido que es lo más increíble que me ha pasado en la vida.
Sus ojos se enternecieron al mirarme.
–Como lo eres tú.
