"Su lado (9)"
.
.
.
.
.
La cita con Izuku salió con colores brillantes y rebosando en buenas vibras.
Izuku mostró facetas tan hermosas que hacían su corazón acelerarse. Las sonrisas genuinas que se formaban en sus labios en conjunto con sus mejillas sonrosadas y sus ojos brillando en la alegría.
No esperaba que las cosas cayeran en su lugar, pasando de eso a que Izuku aceptara quedarse a dormir en su departamento.
¡Katsuki estaba pletórico!
Qué decir. Volaba por los cielos.
Por otra parte, no podía contener los nervios que afloraban en su interior cuando tuvo un vistazo de Izuku dentro de su habitación. Se sentía tan afortunado de tener a su novio paseándose por su habitación y tirando comentarios aquí y allá , cosa que solo engrandeció la sonrisa que se guardaba dentro.
Aún desconocía tener tacto con su pareja, sobre todo, si ésta se hallaba cansada, dado que él sólo hacía lo que le placiera y no se detenía a las necesidades de los demás. Pero en este caso, tomaría mas en cuenta las necesidades de alguien además de él mismo, porque se trataba de su pareja; una persona que consideraba vital en su vida y que lo inspiraba día con día.
Es con justa razón que se dedico a pasar el tiempo a su lado, mientras lo contemplaba dormir en su cama. Izuku se veía tan pacífico, descansando, era demasiado para él de asimilar.
Realmente quería a ese hombre solitario, pulcro, prudente, culto, y lleno de muchos misterios.
Con una sonrisa en su rostro, se recostó a su lado, sin despegar su vista por un segundo de él. Aquellas orbes rojas miraban iluminadas la estilizada figura de su acompañante, queriendo por un breve instante tocar el mar de pecas que bañaban sus mejillas. Tocar sus rizos que afloraban de su cabello cual hebras brillantes, que de igual manera incrementaban los dotes finos del hombre del cual se había enamorado.
Adoraba la ternura de sus rasgos, de sus manos extendidas sobre la colcha, su respiración tranquila, sus labios rosados y delicados.
Katsuki acercó a un palmo su cara. Su corazón dio un vuelco ante la maravillosa vista de su novio.
No podía creer lo afortunado que era de obtener las cosas que más quería lograr. Por muchos motivos le daba gusto, y más que gusto, una sensación de estar completo.
Sin más dilación, se permitió dormir lo más próximo a su pareja posible.
Despertó a las seis, gracias a que su alarma sonó sin falta. Izuku aún dormía, por lo que el sosiego que le producía ese estado, le dificultó separarse de éste.
Por un momento se olvidó de que tenía clases a las ocho, por lo que debía de apurarse y hacer el desayuno y vestirse, mas la tentación de permanecer acostado un poco más le impedía levantarse.
Su corazón aun brincaba de gozo de mantenerse cerca de éste. De alguna manera, sus pensamientos revoloteaban sobre lo acontecido la tarde anterior y el cómo la vergüenza se apoderó de él cuando sus padres vinieron de repente de visita e interrumpieron la atmósfera romántica que llevaban manteniendo durante toda la cita.
La imprudencia de su madre al inmiscuirse en su vida personal sobrepasaba los límites de lo prudente. Su actuación delante de Izuku dejó en ridículo.
La cosa no pudo haber salido peor.
No.
Sí pudo haber salido peor pero los azares del destino previnieron que las cosas se descarrilaran en su primera cita y que Izuku desarrollara una idea errónea de quién es él como persona, claro está, porque sus padres en resumen, son un desastre.
Su madre es imprudente y despilfarra sus pensamientos sin una onza de tacto, y su padre le permite todo a su madre.
Era la "perfecta" combinación para arruinar la atmósfera romántica que rodeaba en duermevela a Izuku y él, mas la noche propició a que sus sentimientos y silencios se unieran, resultando en una experiencia reconfortante para el joven Katsuki, quien carecía de experiencia emocional, en especial en el rubro de tratar bien a las personas que realmente le importaban; un detalle que se ha repetido hasta el hartazgo.
Justo cuando se levantó de la cama, un fuerte brazo lo regresó de vuelta a las sábanas.
Un sonrojo apareció en sus mejillas notando que Izuku se había movido de posición, asimismo llevándose a Katsuki junto con éste.
—Oi, Izuku— Lo llamó el rubio. —Quítate— Llevó ambas manos sobre su brazo (mejor dicho, brazote), tratando en vano de quitárselo de encima.—¡Izuku! ¡Muévete! Tengo que hacer el desayuno. ¡Tengo clases a las ocho, idiota!— El cuerpo de Izuku se acercó al suyo, a ligeros milímetros de su costado derecho, donde sintió la gigantesca presión de su peso, que no le permitía zafarse de él. Era demasiado pesado y él demasiado débil para cargar con todo su peso. —¡Izuku!— Gimoteó debido a la resistencia que debía emplear sin resultado.—¡Argh, maldición! Tienes suerte de ser mi novio, porque sino te hubiera golpeado— Con un suspiro, se resignó de quitarse el pesado cuerpo de su novio, que no había mostrado signos de despertar pronto.
Además, era la primera vez que veía a Izuku lucir tan tranquilo que esa misma tranquilidad se desprendía de sus poros.
Lindo. Se dijo embelesado. Izuku es tan lindo.
Decidido, se dio el atrevimiento de acurrucar su cabeza en su hombro, dejándose rodear por ese gigantesco y pesado brazo alrededor de su diminuta cintura.
Si él no se quita, no me moveré.
Y dicho eso, se quedos en esa postura, sin importarle que transcurrieran los minutos. De todas maneras, la clase que le tocaba, el maestro llegaba media hora tarde, así que podía quedarse un rato.
El agarre del brazo de Izuku se volvió más fuerte, atrayéndolo más contra él, gesto que sin la mayor dilación producía un estremecimiento en su cuerpo.
Se ruborizó, procesando lo maravilloso de la situación, dado que el calor de otra persona y la gentileza con la que su brazo lo rodeaba sin pudor alguno, sin ataduras en el medio.
Se sentía bien estar bajo esa posición. Pero se sentía todavía mejor ser sostenido de ese modo cándido y especial, lleno de fulgurante fuerza.
Sin embargo, Izuku acomodó su cabeza en la almohada y soltó un quejido, apretando su cintura entre su brazo, que él no se quitó de encima.
Llegó a la conclusión de que Izuku tiene el sueño pesado, porque a pesar de que regresó a moverlo y a gritarle, éste no se inmutó con el ruido.
Por su parte, el rubio optó por restregarle un codazo en la cabeza a Izuku, que causó que éste reaccionara y emitiera un gañido, posteriormente poniéndose en posición de guardia, acción que desconcertó a Katsuki, que no esperaba esa respuesta por parte de su novio.
Izuku parecía dispuesto a pelear, mas al ver la evidente sorpresa reflejada en él, retiró las manos que protegían su rostro.
—Katsuki— Pronunció entre alientos cortados.
¿Qué fue eso?. Se preguntó. Izuku estaba listo para atacar.
Tragó saliva, turbado por la reacción de su novio.
—¿Qué carajos fue eso?— Se aventuró a preguntarle.
—Lo siento— Balbuceó Izuku.
—No te pedí que te disculparas, idiota— Replicó él. —Te pregunté que qué carajos fue eso que hiciste. ¡Me ibas a atacar!
—No— Se alarmó. —No te iba a atacar a ti. No lo haría. Es solo que me asustaste.
—Fue un golpe inofensivo, idiota. No es la gran cosa. ¿Qué fue lo que te asustó? ¿El sonido del golpe? No seas tan dramático, Izuku.
—Fue un golpe duro— Replicó con la cabeza encorvada.
Katsuki chasqueó la lengua, negando con la cabeza, demostrando que la situación no le afectó cuando en realidad sí, puesto que ver a Izuku tan asustado y alarmado con él, le disgustó de sobremanera, debido a que hacía años que no veía una reacción de ese tipo con alguien a quien él le propinaba un golpe.
Le recordó a su pasado y no le gustó nada.
Sin mucho éxito de olvidarse de ese acontecimiento se abalanzó sobre Izuku, abrazándolo por el cuello.
—¡¿Ka-Katsuki?!— Musitó incrédulo. —¿Qué pasa?
—Calla, idiota. Fue una tontería. No fue la gran cosa lo que pasó.
—Pero, te molestaste— Comentó inquieto.
—No me molesté—Gruñó.
—Katsuki— Dijo inseguro.
—Dije que te callaras— Ordenó enfadado.—Solo cállate y abrázame, idiota.
—Sí— Lo abrazó de regreso. —Katsuki, perdona.
—Cállate.
—Katsuki…— Suspiró, ensimismado en abrazarlo. —No volveré a hacer eso.
—Te dije que no es la gran cosa.
—Insisto en que no debí de hacerlo hecho— Sus manos se deslizaron por su cintura, brindándole seguridad y reconforte.
—Hmm— Gruñó en asentimiento.
Se mantuvieron abrazados el uno del otro por tiempo indefinido, suficiente para que el desconcierto y las inquietudes se desvanecieran, dado que tener un vistazo de su pasado le produjo ese desagradable sentimiento de penuria y escalofrío en el cuerpo.
Estar en los brazos de Izuku menguaban su angustia y acrecentaban el sosiego que recorría sus venas.
De pronto, quiso decirle que lo quería, mas el recuerdo de la primera vez en que lo dijo acabó en desgracia. Se mordió el labio, reteniendo el impulso de sacar esas palabras, inconsciente de que su cuerpo temblaba.
—¿Katsuki? ¿Estás bien?— Izuku sobó su espalda, sacándolo de sus cavilaciones.
—¡Claro que estoy bien!— Bufó.
—Estabas temblando, Katsuki—Apuntó concertado.
Katsuki apretó los dientes, sabiéndose evidenciado por un novio inteligente y perceptivo. Tal como lo es él también.
—Serás estúpido—Escupió presuntuoso.
—¿Qué? ¡¿Katsuki?!
—Pero—Sonrió de lado. —Así me gustas, Izuku— Recargó su rostro en la abertura de su cuello. —Te quiero— Dijo sin pensar, a la vez que se percató de la calamidad que salió de su imprudente boca.
Se tiñó de rojo, temblando, debido a la gran vergüenza que lo embargó.
—Katsuki…—Las manos de Izuku lo acogieron sin rechazarlo, como aquella vez.
—Olvida lo que dije—Disparó.
—No— Respondió.
—¿Huh?
—Prefiero no olvidarlo, si me permites. La primera vez que lo dijiste me asustó y no supe qué hacer. Pero esta vez no huiré de lo que tu sientes. Por eso lo que sea que tu quieras decirme, lo escucharé.
Sus orbes se agrandaron, procesando lo recién dicho por su novio, del que tenía por reservado en el aspecto sentimental y demás.
Nadie podía sacudirlo tanto como lo hacía Izuku.
Todo lo que salía de él resultaba ser demoledor para su siempre fruncida cara. Su interior se regocijaba de dicha y felicidad, que no cabía en su ineludible expresión.
Sin mayor dilación, Katsuki preparó el desayuno, preguntándole a Izuku sobre sus preferencias para el desayuno, a lo que éste respondió que cualquier cosa que él hiciera estaría más que excelente. Dicha respuesta no lo satisfizo, por lo que optó por presionar a Izuku, quien luego de meditarlo unos segundos, contestó que los desayunos franceses eran sus favoritos.
—¿Franceses?— Repitió incrédulo. —Ahora que lo mencionas, sueles decir que comes cosas francesas. ¿Acaso vienes de por ahí? O ¿Has visitado ese país por tu trabajo?
—Me agrada la gastronomía francesa— Respondió. —Pero sí. Sí he ido a Francia en varias ocasiones.
Sin embargo, pese a lo que Izuku dijo, Katsuki no hizo nada francés, porque no disponía de los ingredientes necesarios para preparar tan solo un platillo de los muchos que llevaba aprendidos, aunque por su lado preparó empanadas fritas de carne molida junto con el arroz de la noche anterior y recalentó la sopa miso que sobró del desayuno de la mañana anterior.
Se notaba que no había ido al mercado a llenar su refrigerador, mas no se quejaba, porque pudo elaborar un desayuno improvisado, del que Izuku soltó piropos por los tres platillos.
Katsuki apenas podía contener la satisfacción de oírlo.
Después de desayunar, Izuku lo ayudó a lavar los platos, en lo que él se iba a vestir y alistar sus cosas para la escuela. Una vez teniendo todo en orden, se sorprendió de ver que Izuku le había dejado impecable la cocina con los platos en su lugar y el aroma destilando a limpio, lo que provocó que sus labios se curvearan en una sonrisa de orgullo.
Y así los dos hombres salieron del departamento portando un aire de calma que congeniaba a la perfección con ellos.
—¿Vendrás al café hoy?— Le preguntó a Izuku.
—Sí, claro que vendré.
Sus tersas mejillas se sonrojaron dulcemente.
—Bien— Se limitó a decir el rubio. Aún no estaba muy seguro qué tipo de café le prepararía a Izuku, pero ya tendría tiempo para pensar en uno.
Izuku lo dejó en la parada del autobús, no sin antes darle un beso en los labios y sonreírle de la forma en la que solía hacerlo.
—Te veo en la tarde, entonces— Dijo Katsuki.
—Espera, Katsuki— Izuku lo retuvo cuando las puertas se abrieron para que él entrara.
—¿Qué quieres?
—Hay algo que te quiero decir antes de que te vayas.
—Qué.
Izuku lo tomó del brazo y lo acercó a su pecho, donde éste se inclinó a su oreja, cortándole los pensamientos de tajo.
—Me gustas— Confesó mediante un susurro que lo desarmó.
—Izuku…
Katsuki podía jurar que estaba rojo de la cara.
—Bueno, que te vaya bien en la escuela—Le dijo Izuku, acariciando sus cabellos puntiagudos. —Suerte.
Él asintió por inercia, metiéndose al autobús con una expresión estática. Su cara pulsaba en un vivo color rojo que describía lo inmiscuido que se advirtió ante esas dos palabras que significaron el mundo para él.
El «Me gustas» de Izuku lo tomó como una confesión de amor inocente y pura, lo que añadía la interpretación que le daba a tales sentimientos.
Tras entrar al transporte, sus piernas fallaron de la fuerza que cobraba lo sucedido, y sin aguantarse más, cayó de rodillas, exaltando a todos los presentes del autobús.
—¡Idiota…!— Gritó terriblemente avergonzado.
