Capítulo 25
Se escondió apenas notó lo que pasaba. Mantuvo el silencio y esperó a que terminara.
-¿Creíste que todo sería normal después de lo que nos hiciste?
Sonó un golpe y un quejido.
-¡Por tu culpa mis padres apenas me hablan!
Otro golpe.
-Me castigaron de por vida gracias a ti.
-Con esto en mi registro, ¿cómo será mi futuro?
-¡Se supone que era divertido! ¡Se supone que nadie se enteraría!
-¡Arruinaste todo idiota!
-Eres un cretino, un soplón, ¡y lo sabes!
-Jamás en tu vida vuelvas a hablarnos.
-Ni a mí. A partir de ahora ya no somos familia Albus- finaizó Rose Granger, en seguida se escuchó un golpe más.
Esperó a que se fueran y salió de su escondite. Al final del pasillo estaba Albus Potter, encogido sobre sí mismo en el piso, sollozando. Scorpius comenzó a caminar hacia él y se detuvo a medio camino. ¿Por qué hacia eso? ¿Por qué espero? ¿Por qué quería ir con él? Albus muchas veces participó en los golpes que le daban, pero ahí estaba él, caminando hacia el que alguna vez fue uno de los matones que lo acosaban todos los días.
Su madre llegó a su mente. Astoria nunca trabajó, no lo necesitaba, pero cuando podía dedicaba tiempo a ayudar a las personas; hacía colectas, obras de caridad, era atenta y gentil aún cuando a veces la rechazaban por ser haberse involucrado con una familia de ex mortífagos. A ella no le importaba ni una cosa ni la otra; se casó por amor y por amor vivió, y creía firmemente que una persona que no hacía algo por los demás no valía la pena. Astoria le enseñó lo que era la gentileza, la compasión, el respeto, lo crió de tal forma que Scorpius no olvidara que nadie está por encima de los demás, ni por dinero, o por posición, o apellidos. Cuando entró a Hogwarts se decepcionó mucho cuando se enteró que casi nadie pensaba como su madre, pues allí claro que había quienes estaban en la cima y otros en la base de la pirámide, él estaba algo así como en el sótano.
-Dame la mano.
No supo de dónde le salieron esas palabras, pero las dijo y extendió su mano hacia el muchacho, cuya nariz escurría sangre, su ojo estaba poniéndose morado, su mentón hinchado y seguramente tenía moretones en el resto del cuerpo. Albus lo miró y aceptó, se incorporó no sin quejarse y se recargó contra la pared. Se quedaron en silencio un rato, Scorpius logró hacer un hechizo para detenerle la hemorragia nasal. Albus miraba al piso.
-Lo siento- dijo.
-Ya lo has dicho antes.
-Y jamás terminaré de hacerlo- escupió sangre al piso-. Yo convertí tu vida en un infierno, fui yo el que empezó todo. Si no te hubiera rechazado en el tren...
-Mi vida seguiría siendo una mierda- Scorpius le pasó un pañuelo-. Solo que quizá tú estarías más en ella.
Albus se limpió el rostro.
-Ya me esperaba esto- se sujetó el costado dolorosamente-. Los conozco.
-Son horribles.
-Y yo también.
-Quizá- le pasó otro pañuelo-. Pero tú ya lo notaste. Y tal vez es cierto lo que dijiste y ya no quieras serlo más.
Albus lo miró, sus ojos verdes parecieron recuperar el brillo.
-Si algo he aprendido de mi familia, es que se comenten errores, muchos, fatales; pero aún así, uno puede salir de los escombros que dejó, y erigir algo nuevo. Mi padre hubiera querido que lo perdonaran, pero no es así. Pero también querría que yo perdonara, para no ser como los que lo rechazan.
Albus comenzó a llorar, parecía que le dolía.
-Mi familia me odia ahora- confesó-. Mis padres dicen que hice lo correcto, que no debía guardarlo más, pero ahora estoy solo.
Scorpius sacó una poción de su mochila.
-Con los años he aprendido a llevar mis medicinas conmigo, por si me hacen algo.
Se la dio a Albus.
-Yo también estoy solo- torció los labios-. Últimamente no mucho en realidad, pero sé lo que es la soledad, mejor que nadie.
Se mantuvieron en silencio. Scorpius suspiró.
-Tómalo Potter, y desde ahora vas a tener que cuidarte en cada paso que des. No importa lo que diga la directora o los profesores, siempre habrá abusadores y abusados- lo miró seriamente-. Quizá algún día podamos hacer algo contra ello.
Albus asintió.
Scorpius se dio la vuelta y se alejó.
-¿Seremos amigos?
Se detuvo en seco, miró perplejo al chico, que aferraba el frasquito como si su vida dependiera de ello.
-Yo no tengo amigos- contestó el rubio.
-Podrías considerarlo.
Scorpius soltó algo así como una risa.
-Ya veremos Potter.
Y se fue.
