Duda.
William le observó confundido, la expresión de Sherlock lucía contrariada. Y por, sobre todo, llena de curiosidad. Sherlock sujetó la barbilla de marfil y se inclinó hacia él. Liam le recibió entreabriendo sus labios, sintiendo el esponjoso contacto con sabor a café.
Ambos cerraron los ojos, disfrutando aquel beso. Algo de lo que ninguno de los dos, hubiera disfrutado con otra persona.
No pasó mucho para que Sherlock se alejara del rubio y terminara por sentarse en el suelo, donde apoyó su cabeza en las piernas de su… amado. Sí, esa era la palabra. Su amado, quien se mantenía en silencio, observándolo con curiosidad.
Luego de breves segundos, Liam hundió sus dedos en las hebras azabache, brindándole caricias suaves y somníferas. Sherlock cerró sus ojos, disfrutando del contacto, pensando en si debía o no preguntar, hasta que su consciencia se perdió en el sueño.
