Aurora
-Tengo que hacerla pagar por lo que le hizo a Syra.-Esas fueron las palabras que Apofis hacía resonar en la cabeza de Fei al momento de intercambiar palabras con su enemigo.
Habían pasado unos cuantos segundos mientras esa conversación entre rivales se suscitaba, pero parecía que el tiempo se había detenido por completo. Fei podía sentir una extraña inquietud en Apofis al estar cerca de Astra, como si aquella entidad sintiera aversión y desprecio por su presencia.
-Te daré la oportunidad de salir de esto con vida, niña. Entrégame las armas de Libra y prometo no erradicar a toda tu gente, tal vez deje a algunos con vida.-Propuso Astra.
Fei hizo una mueca de desagrado. -Esto no es una negociación, es mejor que te abstengas de hacer cualquier tipo de oferta.-
Antes de que pudiera seguir discutiendo, un fuerte golpe la apartó del lugar en el que se encontraba la gorgona. Al parecer, los guerreros de Ares se habían hecho más fuertes de lo que ella recordaba. Mientras ella intentaba ponerse de pie, vio como muchos de sus compañeros eran petrificados y algunos otros eran forzados a pelear contra los suyos. Parecía que no había escapatoria alguna, ella no podía utilizar todo su potencial en esas condiciones y eso la llenaba de culpa.
Una mano se extendió frente a ella, ofreciéndose para ayudarla a ponerse de pie nuevamente. -Te lamentarás después de la batalla, no durante ella.-Dijo Magnus.
Pudo reconocer esa frase como una de las que su antiguo maestro, Zale solía utilizar. Se incorporó rápidamente y tomó un largo báculo de madera que le serviría para defenderse y proteger a algunos otros. El caballero de Acuario parecía ser la mayor amenaza para el ejército de Ares, pues sus fuertes ataques a distancia lograban inmovilizarlos e incluso acabar con algunos. Si querían vencer, debían derribar a ese gran obstáculo.
Para Fei, ver a Diana luchar fue una gran sorpresa. Era muy veloz, casi tan veloz como el caballero dorado de Leo. Sus ataques eran como garras afiladas que lograban romper las vestiduras sagradas de los guerreros rojos. Sentía que se estaba quedando atrás. Pero, justo cuando creyó que Diana estaría a salvo de cualquier enemigo debido a su fuerza, la vio caer al suelo y pudo presenciar como un guerrero desconocido le arrebataba la armadura de la serpiente que por tanto tiempo había custodiado para devolverla a su verdadera portadora.
Corrió en su ayuda y pudo intervenir antes de que Zhang le hiciera daño. Llena de ira por el hecho de no poder explotar el máximo potencial de su cosmos, decidió dejar de preocuparse por su seguridad y dio un potente golpe a su compañero. Este cayó al suelo, pero se incorporó rápidamente para continuar con la batalla. Parecía que iba a rendirse, pero hizo algo que ninguno pudo prevenir: le entregó la armadura de la serpiente a Astra.
Contrario a lo que pudieron imaginar, aquel objeto pareció reconocer a su antigua portadora y cubrió su transformado cuerpo, protegiéndola. Eso la había vuelto más poderosa de lo que era antes. Diana dio un fuerte golpe a Zhang, dejándolo inconsciente, mientras Magnus hacía lo necesario para mantenerlo inmovilizado por el mayor tiempo que fuera posible. Al menos pudieron evitar un desastre mayor, pues la armadura de Libra había quedado en manos de Fei.
Astra parecía renovada por el nuevo poder que acababa de adquirir, se sintió completa al portar su armadura nuevamente. Fei decidió luchar contra ella con la armadura de Libra en mano. Hizo todo lo posible por esquivar sus ataques, pero aquellas serpientes que tenía por cabello eran bastante rápidas y era casi imposible evitar sus mordidas. Se alejó lo suficiente como para replantear su estrategia. Vio rápidamente el interés que la gorgona parecía tener en Magnus, sabía que debía protegerlo a toda costa.
Se puso de pie, sintiendo un dolor punzante en su muslo derecho. Dirigió su mirada a esa zona y pudo ver como una de aquellas serpientes se había aferrado a su pierna y la mordía sin parar. El veneno había entrado a su cuerpo y seguramente no había marcha atrás. Sus compañeros estaban heridos, debía hacer un sacrificio si quería que ellos se salvaran. Tomó aire y arrancó con fuerzas a aquella serpiente de su extremidad inferior, abrió la boca de la criatura para hacerla soltar su veneno e hizo que todo ese contenido corrosivo cayera sobre sus ojos.
Un grito de dolor alarmó a Magnus, quien se sintió completamente horrorizado al ver lo que su vieja amiga estaba haciendo. Corrió a su lado y en un intento por hacer que el sangrado de sus ojos se detuviera, ató la venda que siempre cubría su prótesis alrededor del rostro de Fei. Llena de sufrimiento físico y desesperación, Fei hizo algo que pensó no hacer tan pronto: solicitar el apoyo de Apofis.
-Sé que me estás escuchando. No sé lo que haya pasado entre esa mujer y tú, pero sé que deseas destruirla tanto como yo. Utiliza mi cuerpo para ello. ¡Te dejaré tomar lo que siempre deseaste!-Exclamó ella.
El dolor en su rostro se vio completamente minimizado por el inexplicable sufrimiento que ahora experimentaba. Era como quemarse desde adentro hacia afuera. Algo de sangre escapó por la comisura de sus labios, pero eso pareció no importarle. Aquellas manchas oscuras parecidas a quemaduras se extendieron por casi todo su cuerpo. Se aferró con fuerza a la armadura de Libra y se lanzó nuevamente al ataque.
La visión del cuerpo había sido dañada, pero Apofis parecía prestar sus ojos para la batalla. Utilizando el cuerpo de su ahora portadora, logro dispersar la multitud de guerreros de Ares para acercarse lo suficiente a Astra. Fei parecía tener co consciencia con él en ese instante, sintiendo y viendo a través de los ojos de aquella entidad.
-Haré algo que te hará sufrir aún más, espero lo soportes lo suficiente como para derrotar a Astra de una vez por todas.-Dijo Apofis.
-Haz lo que tengas que hacer, el daño ya está hecho.-Respondió Fei, aceptando su destino.
Con un certero golpe, Apofis logró arrebatarle la armadura a Astra, debilitándola en el proceso. Lo que Fei no sabía, era que un fragmento de Apofis residía dentro de Astra, era la maldición que había impuesto en ella tiempo atrás. Esa supuesta maldición se había logrado transmitir a la armadura nuevamente cuando Astra la portó. Ahora, dicha cloth comenzó a cubrir el cuerpo de Fei, haciendo que cada uno de los fragmentos de Apofis se unieran de nuevo. Por fin, la entidad del caos estaría completa para mostrar todo su poder, pero era casi seguro que el cuerpo de una humana común como Jingfei no lo soportaría.
Aquel ropaje oscuro cubrió a Fei, mientras que Apofis se materializaba como una espada con un filo negro como la noche. En su otra mano, la chica sostenía la armadura de Libra, la cual había sido ocultada en la forma de una pequeña balanza dorada.
-Es la justicia.-Dijo Yixing al ver a su hermana adoptiva en ese estado. Parecía una imagen celestial.
Ella entregó la armadura a Magnus para que pudiera cuidar de la misma. Mientras tanto, se lanzó a la batalla, empuñando la espada y vistiendo la cloth del ejército de Athena. Al tener los ojos dañados, los ataques y el control de Astra no tenían efecto en ella. Pero debía ser rápida, pues su cuerpo comenzaba a desgastarse. Magnus ayudaba a la distancia, formando muros de hielo para evitar los golpes de la gorgona, mientras Diana seguía repeliendo a los guerreros de Ares junto con los taonia.
Roulan salió del templo, indicando a algunos de los suyos que ingresaran y que trajeran la armadura de Libra con ellos. Luego de tener asegurado el perímetro, Roulan elevó su cosmos y dejó ver un bello ropaje que representaba a un bello baihu, un tigre blanco. Roulan formó una fuerte barrera que impedía la entrada al templo en el que se resguardaba la armadura. Los taonia no se imaginaron que aquella personalidad tan peculiar escondiera un poder tan fuerte, se terminó convirtiendo en una inesperada ventaja para ellos.
A pesar del sorpresivo ataque de Fei, Astra no parecía debilitarse en lo absoluto. Justo cuando una de las serpientes de la gorgona estaban por alcanzar a la chica, Magnus interpuso su brazo derecho para recibir la mordida. Con total frialdad él retiró al reptil que intentaba desesperadamente seguir destrozando su armadura, sin saber que lo que encontraría debajo era simplemente metal: su prótesis. Cuando por fin terminó con esa molesta tarea, comenzó a elevar su cosmos para lanzar un ataque contra su enemigo, sin embargo, un fuerte golpe paralizante lo impidió.
Un fulgor rojizo se hizo presente y se posicionó justo frente a Astra. Una armadura con brillo divino llamó la atención de los presentes. Yixing dejó de luchar por un momento y se sintió completamente confundido ante lo que veía. Era Xiaojun, o al menos lo era en apariencia, pero su cosmos se sentía tan inmenso, demasiado para ser el de un humano. Fei, bajo la voluntad parcial de Apofis retiró la venda que cubría sus ojos para poder abrirlos. Unos bellos orbes color ámbar adornaban su rostro, era la entidad del caos prestando su vista de manera momentánea. Permanecieron en silencio mientras taonias y soldados de Ares peleaban justo tras ellos, pero ese silencio se rompió por una distorsionada voz proveniente del cuerpo de Fei.
-¿Muestras tus verdaderos colores ahora? ¿Ha cambiado tu opinión sobre los humanos?-Preguntó la oscura criatura.
El aludido se abstuvo de responder por un instante, pero las miradas de los presentes le pedían a gritos brindar una explicación. -Soy Hefesto, dios del fuego y la forja, pero para todos ustedes sigo siendo Xiaojun, el noble que terminó quedándose en este sitio en calidad de herrero para perpetuar la prosperidad de este sitio.-Dijo él.
-Sabía que no podía confiar en ti así de fácil, desde que te vi supe que había algo extraño en ti.-Pronunció Magnus de manera sorpresiva.
-Veo que fue mutuo, yo pensé exactamente lo mismo cuando te vi llegar, tú pequeño... ni siquiera puedo llamarte humano porque no lo eres.-Pronunció el dios con desdén. -Jingfei, tú misma lo pudiste comprobar al verlo con tus propios ojos. Deja de actuar como si nada estuviera pasando, sabes muy bien que es un peligro.-Continuó.
Ella se mantuvo callada, pero ese último comentario había hecho sonar todas sus alarmas, tenía que desviar la atención. -Sabes muy bien que si hubiera encontrado algo, lo habría reportado inmediatamente. Y si fuera así ¿Qué tiene que ver en todo esto?-Preguntó la última de los Song.
Hefesto se llevó una mano al rostro en señal de molestia y luego dijo: -¿Te das cuenta de lo cegada que estás? No sabrán la gran amenaza que es él hasta que algo horrible suceda. Me temo que tendré que intervenir.-
-¿Vas a crear un nuevo conflicto por mero capricho? Muy poco sensato de un dios que se suponía noble y sabio.-Comentó Apofis a través de la voz de Fei.
Él solamente esbozó una amarga sonrisa y luego expresó: -Lo que haré ahora no lo haré como Hefesto, esta es una decisión de Xiaojun.-
Tras decir esas palabras, hundió su mano en el tórax de la gorgona y extrajo un oscuro orbe que para todos parecía desconocido, excepto para Apofis: era el fragmento faltante de su poder. Cuando le arrebataron la armadura a Astra, prefirió dejar ese fragmento ahí y que muriera con ella, estaba intentando preservar la vida de su nuevo recipiente lo más que le fuera posible. Sabía muy bien que todo ese poder acabaría con la chica en un instante. Intentó cubrirse, intentó huir, pero el cuerpo ya estaba muy dañado como para hacerlo. Esa esfera fue absorbida por él y mientras Fei se retorcía del dolor, Hefesto desapareció en medio de una nube de polvo estelar.
Previendo un desastre mayor, Magnus creó una especie de ataúd de hielo para encerrar a Apofis y evitar que ese proceso doloroso se frenara al menos por un instante. Lleno de ira y de confusión, elevó su cosmos a un nivel que no pensaba posible. Ya había sido sorprendente para él llegar al cero absoluto por el cual había trabajado arduamente, pero ese poder iba más allá de lo que había aprendido de su maestro Leandros. Sus ojos comenzaron a iluminarse y destellos carmesí parecidos al color de sus ojos se manifestaron a su alrededor. Una aterradora aura roja lo rodeaba a la vez que una devastadora y siniestra aurora acababa con la vida de sus enemigos al instante.
-¡Todos dentro de la barrera ahora!-Gritó Roulan al ver como el caballero de Acuario parecía no tener control sobre su propio poder.
Parecía que estaba desatando toda la ira que había acumulado por años. Astra estaba dispuesta a aprovechar la situación para absorber esa gran cantidad de poder y así lograr adueñarse de las armas de Libra y llevarle un buen presente al dios Ares. Se acercó rápidamente, pero se vio sorprendida ante el sonido de lo que parecía ser cristal rompiéndose. De aquel ataúd de hielo creado por Magnus surgió Fei, pero lucía diferente esta vez. Sus brazos parecían arder en llamas, sus ojos eran de un dorado brillante como las armaduras de los dioses y su azulada cabellera se había teñido completamente de negro.
Estaba empuñando la misma espada de hace unos momentos, pero la hoja de dicho objeto parecía resplandecer como un cielo nocturno lleno de estrellas. Dio un salto oportuno sobre una de las columnas de hielo y con un certero corte logró atravesar el pecho de la gorgona. No satisfecha con lo que había hecho, la decapitó y al elevar su cosmos, logró incinerar sus restos en poco tiempo y ante la mirada atónita de todos.
-He vengado a Syra, ahora cumple con tu parte del trato.-Dijo Fei, mientras su voz y los pocos vestigios de ella desaparecían entre la oscuridad.
Apofis hizo frente al poder de Magnus, acercándose a él y envolviéndolo en un abrazo cálido como el fuego. El descontrol y la confusión del chico comenzaron a disiparse y poco a poco volvía a la normalidad. Cuando todo parecía estar seguro, Roulan retiró la barrera y le permitió a los demás salir para evaluar los daños. El caballero del onceavo templo zodiacal derramaba algunas lágrimas de impotencia al no haber sido capaz de lidiar con su propio poder.
Ambos guerreros se separaron lentamente, pero chico de ojos carmesí se sintió completamente devastado al encontrarse con una imagen que lo atormentaba en sus pesadillas. Fei estaba frente a él, pero sus bellos ojos verdes ahora estaban completamente en blanco, parecía llorar lágrimas de sangre, mientras que el mismo vital líquido escurría por la comisura de sus labios. Ella cayó de rodillas, incapaz de sostener su propio peso. La piel de sus brazos parecía muy dañada, casi como si hubiera estado expuesta al fuego por tiempo prolongado.
-Estamos a mano... supongo.-Pronunció ella antes de caer por completo al suelo.
Magnus se encontraba en shock, no fue hasta que Diana se acercó a él que pudo darse cuenta de la magnitud de lo que había sucedido. Cheng, el antiguo caballero de Libra se apresuró al encuentro de su discípula y sintió un nudo en el corazón al verla en ese estado. La tomó entre sus brazos y la envolvió con mucha cautela, temiendo hacerle más daño del que ya había sufrido.
-¡Llévenla a la unidad médica!-Se apresuró a decir Yixing, quien también se estaba recuperando de sus heridas de batalla.
Cheng obedeció rápidamente a la sugerencia de su joven pupilo y llevó a la chica rápidamente hacia el lugar indicado para tratar sus heridas. El santo dorado del penúltimo templo se incorporó a duras penas y siguió los pasos del líder taonia. De alguna manera se sentía responsable del estado actual de su antigua amiga. En sus pensamientos, de no haber sido por su irresponsabilidad al momento de atacar, ella no habría hecho todo ese esfuerzo.
No podía evitar sentirse culpable. Todas esas palabras que le había dicho cuando se encontraron, todas las conclusiones apresuradas que formuló tras su partida del santuario. La había juzgado mal. Ahora comprendía mejor las acciones y el camino que tomó aquella fatídica noche que se encontraron cara a cara con el dios de la guerra. Jingfei simplemente vio la oportunidad de arrebatarle una poderosa arma a Ares y la tomó, lo hizo incluso si eso significaba acortar su propia vida en el proceso. Por eso se había alejado del santuario, se había alejado de todo lo que había conocido en Grecia para evitar dañarlos involuntariamente.
El llanto resbalaba por sus mejillas heridas mientras los enfermeros hacían su mejor esfuerzo por sanar el daño que el cuerpo de la pobre chica había recibido.
-No hubo un día en el que ella no se preguntara si tú estabas bien. No le importaba que la odiaras, pensó que sería mejor así porque de esa manera desistirías de buscarla y estarías a salvo.-Confesó Cheng.
Esas palabras terminaron siendo dagas que se clavaron en su corazón y aumentaron más su dolor y culpa. Se llevó una mano a los labios y recordó ese breve instante en el que le pareció que ambos fueron felices. Recordó ese beso que había logrado reestablecer su esperanza y sus fuerzas. ¿A caso todo iba a acabar así? Quería pensar que no era el caso.
-Yixing mencionó que un hombre que habitó este lugar hace tiempo podría ser mi padre. Quisiera saber si eso es verdad, quiero saber todo lo que se pueda. Siento que eso sería útil para ayudarla.-Expresó Magnus.
Cheng volvió su mirada hacia el chico, por fin había llegado el momento que había estado posponiendo desde la llegada repentina del joven caballero de Athena. -Estoy listo para contarte todo lo que sé, pero hay un detalle que debes conocer primero y es a partir de allí que tú decidirás si en verdad quieres conocer la verdad o no.-
-Dime, sea lo que sea, lo soportaré con tal de ayudarla.-Afirmó él con toda seguridad.
El líder taonia tomó aliento y dijo: -Yixing tiene razón, Zhou Qiang era tu padre. Pero, él no era humano y tú tampoco lo eres, al menos no por completo.-Confesó Cheng, dejando a Magnus completamente atónito.
