Arual17: Sí, cuando mueren ya es el fin para ellos... :(
Capítulo Veinticinco
Recibiendo almas
Vi que apretaba un poco los ojos, y después sus párpados se abrían lentamente.
El hombre pestañeó varias veces, contemplando el cielo lleno de nubes que tenía sobre su cabeza.
-Bienvenido-.
Al escucharme hablar, giró la cabeza y clavó su mirada marrón en mí. Sus ojos se abrieron más al verme y palideció.
Puse los ojos en blanco y me senté a su lado, había comprobado que si no estaba de pie se asustaban un poco menos.
-Estás a salvo, Hitomi. Respira y relájate- murmuré, apretando los puños para contener las ganas de burlarme de él.
El humano se apoyó en los codos y se incorporó, todavía respirando muy deprisa y sin apartar sus ojos de mí. Parecía estar pensando en si debía huir o no.
-Eres... eres... ¿un ángel? No puede ser- murmuró, restregándose los ojos.
Resoplé y me crucé de brazos, chasqueando la lengua.
-Estás en el paraíso, tu vida humana ha terminado y a partir de ahora pasarás la eternidad aquí. Soy un ángel del inframundo, aunque me aburría allí abajo y llevo un tiempo dejándome ver por aquí-.
Hitomi seguía recorriendo mis cuernos y mis alas negras con su mirada, cuando me vio hablar vi que se fijaba en mis colmillos.
-¡Entonces eres un demonio! ¿Vas a castigarme?- preguntó, temblando mientras intentaba ponerse de pie.
Sujeté uno de sus brazos y él gritó. No pude contener el gruñido que salió de mi pecho y le tapé la boca, obligándolo a volver a sentarse.
-No vuelvas a gritar. No voy a hacerte daño, ni yo ni nadie. Tranquilízate o vas a conseguir cabrearme-.
-¡Sakura!-.
Giré la cabeza y vi la mirada azul de Eriol fija en mí. Tenía los brazos cruzados y me miraba mientras negaba con la cabeza.
Claro, seguro que había escuchado el grito del alma humana y se había acercado a ver que pasaba. Ese maldito ángel estaba siempre vigilándome mientras recibía a los humanos, para asegurarse de que los trataba bien.
Rechiné los dientes y volví a fijar la vista en el humano, aún estaba sujetando sus brazos para evitar que se moviera y él me miraba con temor. Podía escuchar su corazón latiendo a toda velocidad y oler su sudor, realmente estaba asustado.
Suspiré y le solté, atrapando suavemente sus manos entre las mías.
-Discúlpame, a veces tengo mal humor. Soy una diablesa que se arrepintió de lo que hacía y escapé del infierno, desde entonces vivo aquí y me dedico a ayudar a las almas como tú. No debes temerme, en este lugar no puede pasarte nada malo- murmuré entre dientes, recitando de memoria las palabras que Eriol me había obligado a aprender.
Los latidos de Hitomi empezaron a volver a su ritmo normal y me observó con curiosidad, bajando la vista por mi vestido rojo. Sus ojos volvieron a subir hasta los míos al llegar a la raja por la que se veía mi muslo, y vi que se había sonrojado.
Le dediqué una sonrisa traviesa y se ruborizó más todavía. Era un humano de más o menos mi edad, acababa de fallecer en un accidente de tráfico y la única familia que tenía en el paraíso eran sus abuelos, lo había estado comprobando mientras se despertaba.
Me levanté, tirando suavemente de sus manos para que él también se pusiera de pie.
-¿Te encuentras mejor?- pregunté, alzando una ceja.
Hitomi asintió, sin despegar sus ojos de los míos.
-Tus ojos verdes son preciosos... me recuerdan a los de mi madre- comentó en voz baja.
Sonreí y le guiñé un ojo, soltando una de sus manos para que caminara a mi lado.
Hitomi seguía nervioso, pero al menos ya no estaba asustado. Eriol me dedicó una mirada reprobatoria y se acercó a mí.
-Ni asustarles ni flirtear con ellos, diablesa. Tienes que ganarte su confianza tratándoles bien, ya lo sabes- susurró cerca de mi oído.
-¿Flirtear? No sé de qué estás hablando-.
-¿Seguro? ¿Y si se lo cuento a Syaoran? ¿Crees que le gustará?- preguntó Eriol en voz baja, levantando las cejas.
Apreté los dientes y le lanzé una mirada de odio.
-Él sabe todo lo que hago y te aseguro que esto no es tontear... puedes preguntarle, Syaoran sabe bien lo que hago cuando coqueteo con alguien-.
Eriol frunció el ceño.
-Estoy cansado de tener que vigilarte, aprende a controlarte de una vez y a hacer tu trabajo correctamente o tendré que decirle a Aureus que no podemos confiar en ti-.
Entrecerré los ojos en su dirección y, tras un gruñido, seguí caminando sin soltar la mano de Hitomi. Él no había escuchado ni una palabra y estaba mirando a su alrededor, totalmente impresionado.
-¿Dónde me llevas, diablesa?-.
-Me llamo Sakura, y vamos a ir a ver a tus abuelos. ¿Quieres?-.
Hitomi me dedicó una sonrisa y asintió.
-Después buscaremos un sitio que te guste donde puedas quedarte a vivir, y los ángeles construirán un hogar para ti. También puedes quedarte donde estén tus abuelos si es lo que quieres-.
-Sois todos muy altos, aunque tú eres la única diferente- comentó Hitomi, que estaba mirando a todos los ángeles con los que nos cruzábamos al bajar por la ladera.
-Lo sé, es que soy especial- respondí, lamiendo uno de mis colmillos mientras me reía.
Pasamos cerca de varias casas humanas, la mayoría de almas se quedaban mirándome fijamente cada vez que me veían y me gustaba tirarles besos y guiñarles el ojo cuando lo hacían. Solté una carcajada al ver que una mujer tapaba los ojos a su marido al vernos pasar, como si se fuera a volver un pervertido por mirarme.
A lo lejos reconocí la melena castaña de mi ángel favorito, estaba muy cerca de la cabaña de los abuelos de Hitomi.
Recorrí su cuerpo con la mirada mientras nos acercábamos, y cuando vi quién estaba hablando con él tuve que esforzarme al máximo para no salir volando hacia ellos y ponerme entre los dos.
Maldita Meiling, me tenía hasta el mismísimo... siempre persiguiéndolo para estar con él.
-Espérame aquí, Hitomi. Solo será un segundo- susurré, inclinándome para que pudiera escucharme.
Él asintió y solté su mano, acercándome a ellos dos. Sentí que la rabia me invadía y que las llamas salían de mi cuerpo, rodeando lentamente mi piel, pero no me importó.
Como si pudiera sentir mi presencia, Meiling giró la cabeza en mi dirección y su rostro perdió el color al verme. Se escondió detrás de Syaoran, que buscó lo que la había asustado con el entrecejo arrugado.
Nuestras miradas se encontraron y él suspiró al ver que mi cuerpo estaba envuelto en mi propio fuego.
-¿Qué crees que estás haciendo, Sakura?- preguntó, cruzándose de brazos.
Llegué a su lado y sonreí, mirando a la pequeña humana de reojo.
-Nada en especial, me apetecía practicar un poco con mis poderes-.
Syaoran puso los ojos en blanco y se llevó una mano a la frente. Meiling asomó la cabeza y me observó, intentando disimular lo asustada que estaba.
-¿Estás enfadada, diablesa?- preguntó con voz temblorosa.
Me concentré y mi fuego desapareció, solo entonces busqué su mirada y le dediqué una sonrisa falsa.
-¿Enfadada? ¿Por qué iba a estarlo?-.
-Sakura...- murmuró Syaoran a modo de advertencia.
Lo miré de reojo y suspiré, inclinándome más para estar a la altura del rostro de Meiling.
-Nunca me enfado, humana. Al menos desde que estoy por aquí no lo hago, todo es perfecto y maravilloso. Si te he asustado, lo lamento-.
Ella salió de detrás de Syaoran y me regaló una pequeña sonrisa.
-No pasa nada, supongo que todavía tenemos que acostumbrarnos a tu presencia. Por cierto, tus poderes son una pasada-.
-Lo sé- dije, devolviéndole la sonrisa.
-Bueno, Meiling... intentaré hablar con los ángeles que vigilan a tus descendientes, pero no prometo nada- murmuró Syaoran, despidiéndose de ella con una mano.
-¿Ya te marchas?- preguntó ella, agarrando su camisa blanca.
Syaoran frunció el ceño y Meiling le soltó al instante.
-Tengo cosas que hacer, y ya sabes que los ángeles no nos mezclamos con los humanos. Me estoy cansando de decirte que no puedes ser mi compañera por mucho que quieras-.
-¿Pero por qué no? Podríamos probar, a lo mejor descubres que te gusta pasar tiempo conmigo. Prometo no tocarte, me conformo con estar a tu lado- dijo ella con voz suplicante.
-Syaoran ya tiene compañera, humana-.
Al escuchar mi voz, Meiling me miró a los ojos.
-¿De verdad? ¿Y quién es?-.
Noté que mi angelito se tensaba y eso amplió mi sonrisa.
-La tienes ante ti- admití, señalándome a mí misma.
Los ojos de Meiling parecían a punto de explotar.
-¿Tú? ¿Una diablesa, la compañera de vida de Syaoran? No me lo creo- gruñó, paseando su mirada entre los dos.
-Es cierto, nos gusta pasar tiempo juntos cuando no estamos trabajando- dijo Syaoran, suspirando.
Meiling se quedó con la boca abierta, sin saber qué decir.
-¡Pero... pero ella no es como vosotros! ¡Seguro que es una pervertida y quiere mucho más de ti que tu compañía!- protestó, mirándome con odio.
Le mostré mis colmillos con una gran sonrisa y sujeté una mano de Syaoran.
-¿Me acompañas? Voy en busca de la familia de Hitomi, que acaba de llegar-.
Él asintió y nos alejamos, dejando a una muy confundida Meiling atrás. Hitomi seguía justo donde le había dejado, y ahora sus ojos no se despegaban de Syaoran.
-Increíble... este sitio es increíble. Sois tan iguales... pero tan distintos a la vez- murmuró, observándonos a los dos.
Volví a ofrecerle mi mano libre y él la cogió, caminando junto a nosotros. No tardamos en llegar al hogar de sus abuelos, y sonreí al ver que se fundían en un gran abrazo con su nieto, susurrándole palabras de cariño.
Tras asegurarnos de que Hitomi estaba bien y tenía todo lo que necesitaba, Syaoran y yo alzamos el vuelo.
Cuando estábamos lo suficientemente alto como para que los humanos no pudieran distinguirnos, él tiró de mi brazo con fuerza hasta que quedé pegada a su cuerpo.
-¿Qué ha sido eso? ¿Todavía sientes celos de Meiling?- preguntó, sujetando mi barbilla con una mano para que le mirara a los ojos.
-Siempre sentiré celos de ella... pero ahora sabe que ya tienes una compañera inmortal, a ver si así te deja en paz de una vez-.
-Entonces yo no puedo hablar con Meiling... pero tú sí puedes coquetear con las almas para que no se asusten de ti- comentó Syaoran, levantando una ceja.
Hundí las dos manos en su pelo, acercando mi rostro al suyo.
-Sabes que solo lo hago para distraerlos y que se olviden del miedo que están sintiendo, el único que me interesa eres tú-.
Syaoran me atrapó entre sus brazos y juntó sus labios con los míos, besándome de forma muy intensa. Llevaba tres días enteros recibiendo almas sin parar y apenas nos habíamos cruzado, hacía años que no pasábamos tanto tiempo separados y yo también me moría por tenerle cerca.
Se alejó un poco de mí y me dedicó mi sonrisa favorita.
-Tienes que encontrar otra forma de conectar con las almas que no sea esa y lo sabes, no puedes convertirme en el primer ángel celoso del universo- bromeó, apartando un mechón de mi frente.
Asentí, perdida en sus iris de color ámbar.
-Está bien... prometo que buscaré la forma de conseguir que no se asusten de mí sin tener que recurrir a eso-.
-¿Has terminado ya? ¿Tienes un descanso?- preguntó, volviendo a rodearme con sus brazos.
-Sí, Eriol me ha dicho que cuando terminara con Hitomi podía ir a descansar-.
Syaoran sonrió, apoyando su frente sobre la mía.
-Por fin... tengo que ir un momento a hablar con Yukito, pero enseguida estaré libre yo también-.
-Te esperaré en tu cuarto- susurré mientras recorría su pecho con mis manos.
Los ojos de Syaoran se iluminaron, cambiando a color dorado unos segundos.
-Se te da muy bien tentarme, Sakura-.
-La culpa es tuya, me has vuelto adicta-.
Él dejó salir una risita y volvió a besarme.
-No tardaré- murmuró, agitando sus alas y alejándose hacia el norte.
Me mordí el labio al ver como su figura se difuminaba en el horizonte y negué con la cabeza, sin poder dejar de sonreír. Ya llevaba un año en el paraíso, pero seguía completamente loca por él y sabía que eso no iba a cambiar por mucho tiempo que pasara.
Recordé la amenaza de Yue y me estremecí, faltaban tres años para el siguiente equinoccio.
Sacudí la cabeza y volé hacia el panteón, no merecía la pena perder el tiempo pensando en eso. Mucho mejor esperar a que mi angelito volviera conmigo para cubrirlo de besos.
