Hola hermosas, muy buenas días, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.

LA MATRIARCA DE LOS ANDLEY

EL REGRESO DE GEORGE

CAPÍTULO 25

En el rancho del Sr. Cartwright la hermana María se mantenía ocupada con el alimento que daría a las gallinas, mientras que los pequeños que estaban aún bajo su cargo estaban ayudándola a reunir a cada uno de las aves y sus polluelos para poder alimentarlos.

-¡Hermana María, es Candy! – Dijo emocionada una de las niñas más pequeñas y que quería mucho a Candy, su corazón saltó de alegría al ver a la joven que se bajaba de una carreta de madera cargada de heno.

-¿Candy? – Preguntó la religiosa emocionada de volver a ver a su "hija" aquella niña que siempre volvía a ella en los momentos más difíciles de su vida. - ¡Candy! – Gritó emocionada para saludarla, mientras la rubia la observaba con mucho amor y detenimiento al percatarse que la juventud de su "madre" iba desapareciendo. La vio levantarse con mucho más trabajo que antes, mientras los pequeños tenían mucha energía ella tenía más dolores en su cuerpo.

-¡Hermana María! – Dijo Candy emocionada hasta las lágrimas, no pudiendo evitar comenzar a llorar cuando de pronto se abrazaba a ella con infinito amor, buscando la protección que solo ella sabía darle en su regazo. - ¡Cómo la he extrañado! – Decía sinceramente, aferrándose a ella con fuerza.

-Candy. – Decía la buena mujer, sintiendo rápidamente que algo sucedía a su antigua protegida, ya que era notorio el temblor que ella detonaba en su voz. - ¿Cómo estás hija? – Dijo como la hubiera llamado la señorita Ponny, esas palabras la hicieron sentir más vulnerable al recordar a su otra madre.

-¡Hermana María! – Decía sin poder controlar sus sollozos. La hermana María continuó abrazándola permitiéndole que se desahogara, era notorio que tenía una pena muy grande en su corazón, pero ahí estaba ella para ayudarle, para aconsejarla, pero sobre todo para escucharla y servirle de paño de lágrimas una vez más.

-¿Cómo supiste que estábamos aquí? – Preguntó para distraer un poco a la rubia.

-Me lo dijo el señor March. – Respondió la pecosa limpiándose las lágrimas, mientras buscaba la mirada de amor de madre que en ese momento necesitaba. - ¿Dónde está Jane? - Preguntó de nuevo para saber dónde estaba la muchacha que le ayudaba de vez en cuando a cuidar a los niños.

-Se fue a México. – Respondió tranquilamente la hermana María.

-¿A México? – Preguntó sorprendida, recordando que alguna vez ella había estado a punto de ir a aquel país vecino. La hermana María asintió en respuesta.

-Después del huracán el orfanato quedó inhabitable y no teníamos en donde quedarnos. – Dijo recordando los problemas que había pasado junto a los niños. Candy sintió su corazón encogerse de la pena, sin embargo ella no había podido cruzar el camino para llegar a ella, pero los apuros que habían pasado no era por la falta de dinero porque Candy siempre les mandaba lo suficiente, sino por la escasez de víveres que había en la zona.

Tom y Jimmy se habían encargado de tenderles la mano y los dos habían ofrecido su casa para alojarlos, pero la juventud de Jimmy se impuso ante los niños quienes se divertían más con la manera de actuar de él, ya que a sus diecisiete años seguía siendo un chiquillo a pesar de que tenía a su cargo el rancho que había heredado de su padre tiempo atrás.

– Tom y Jimmy nos ayudaron, pero los niños aman más estar al lado de Jimmy que de Tom. – Dijo con una risita ya que los pequeños temían al carácter duro y exigente del vaquero Stevens. – Además nos queda más cerca del hogar de Ponny. – Candy sonrió al saber el verdadero motivo por el cual habían decidido quedarse con Jimmy.

-Yo no había podido venir. – Dijo Candy apenada por la situación que habían vivido. - Además me habían dicho que todo estaba bien por estos lugares. - Dijo recordando las noticias que le habían dado semanas atrás.

-No te preocupes Candy. – Respondió la hermana María acariciando su rostro y tomándola de la mano para llevarla dentro. - Estamos bien. - Dijo para tranquilizar la angustia que era notoria en la rubia.

-¡Jefe! – Gritó Jimmy al verla entrar al salón de su rancho.

-¡Jimmy! – Gritó Candy con alegría al ver como aquel joven corría a abrazarla, recordó las veces que la había recibido cuando era tan solo un niño.

-¿Cómo has estado jefe? – Preguntó mientras la veía con sus grandes ojos azules y su tierna sonrisa.

-Muy bien Jimmy. – Respondió intentando ocultar su tristeza.

-Te ves diferente. – Dijo el chico observándola detenidamente, buscando esa mirada que algo le escondía en lo más profundo de ella. Candy desvió la mirada como si temiera que le descubrieran su verdad.

-Bueno Jimmy, ya está bien, de seguro Candy está muy cansada, hay que dejarla descansar. – Dijo la hermana María salvándola del escrutinio al que la sometía Jimmy y que ella sabía bien era mejor dejarla hablar por sí sola.

-Tiene razón hermana María. – Dijo con una sonrisa apenada. - ¿Te quedarás con nosotros jefe? – Preguntó emocionado, la verdad era que le gustaba tener gente bajo su mismo techo, ya que desde la muerte del Sr. Cartwright había quedado muy solo en aquel enorme rancho.

-No quisiera molestar. – Dijo Candy apenada y así era, ella prefería irse de ahí lo antes posible ya que sabía bien que tal vez el hogar de Ponny sería el primer lugar donde la buscarían y si alguien les informaba que estaba en el rancho de Jimmy no tardarían mucho en dar con su paradero.

-¡Tonterías! – Dijo Jimmy demostrando que estaba feliz de tenerla ahí. – Esta es tu casa. – Dijo de nuevo abrazando a Candy por los hombros y ayudándola con la vieja maleta que ella tenía en sus pies.

La hermana María sonrió una vez más con ternura a su hija y continúo observándola con detenimiento, ella mejor que nadie la conocía, pero sabía muy bien que tenía que esperar que ella le confiara lo que le pasaba ya que siempre había sido así. Ella era el refugio que le quedaba a la rubia y ahí estaba como siempre esperando el nuevo motivo de su sufrimiento, la conocía perfectamente y Candy no era la misma chica alegre de antes, y a pesar de que la había visto partir triste la última vez, su mirada reflejaba que había algo más que la estaba afectando.

Los días iban pasando y a pesar de que Candy se esforzaba por sonreír todos sabían que algo malo le había sucedido. La hermana María la había dejado que ella sola se acercara a ella y le contara lo que pasaba, sin embargo con el correr de los días tuvo que tomar la iniciativa al ver que ella no hablaría por su propia cuenta.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó a solas en la habitación, les había tocado compartir cuarto. Candy bajó la mirada apenada, sabía bien que lo que tenía que contar iba en contra de las enseñanzas y las buenas costumbres que ellas le habían inculcado de niña.

Candy comenzó a contar a detalle lo que había sucedido desde el día que había partido del hogar de Ponny, ganándose por completo la atención de la religiosa, quien en silencio la escuchaba sin interrumpirla, sin poner cara de asombro o molestia, simplemente era como un espejo que estaba frente a ella observando sus reacciones, escuchando su relato atentamente y formándose su propio juicio.

-Candy. – Dijo con seriedad una vez que ella hubo terminado de decirle todo. Candy levantó la mirada para verla a los ojos. – Las personas a lo largo de su vida cometen muchos errores. – Dijo tranquilamente, no quería retarla porque sabía que lo que había hecho ya estaba hecho, sin embargo sentía una tristeza muy grande en su corazón porque a pesar de haberlo intentado de todas formas no podía ser feliz. – Y ni tú ni yo estamos exentas de hacerlo, sin embargo tengo que decirte que lo que has hecho estuvo muy mal. – Dijo sin reproche, pero honesta en su sentir.

-Yo lo sé hermana María, me siento muy mal por haber fallado al compromiso que adquirí con Albert. – Dijo con verdadero pesar. – Pero nunca pensé en las consecuencias, al creer que podía perderlo de nuevo dejé de pensar en todo y fui egoísta por pensar solo en mí. – Decía auto flagelándose una vez más.

-Candy tu error más grande fue haberte casado con el joven Andley. – Dijo la hermana María, recordándole a Candy que ella nunca había estado de acuerdo con esa unión. – Y si el motivo que tuvo él para casarse contigo fue el de protegerte, me atrevo a decir que él estaría más que contento de saber que tú y el joven Anthony están enamorados. – Decía dando su punto de vista.

-Eso fue lo que me dijo en su carta, que yo era libre de elegir mi destino de ahora en adelante. – Dijo de nuevo la rubia recordando la carta escrita por Albert.

-Siempre has sido artífice de tu destino a pesar de los errores que has cometido, has sabido encausar las cosas por el camino correcto. – Dijo sinceramente. Candy la vio con una sonrisa rota, sabía que arreglar las cosas la harían sufrir y eso era lo que estaba pasando.

-Por eso me alejé de Anthony. – Dijo la rubia.

-Eso no fue una buena decisión. – Dijo la hermana María para sorpresa de Candy. – Candy, el joven Anthony te ama, siempre te amó y él no tuvo la culpa de haber perdido sus recuerdos, tampoco tuvo la culpa de que lo hubiesen escondido todos estos años, de lo único que podría hacerse responsable es de haberse fijado en la esposa de su tío. – La hermana María hablaba con sabiduría, ella sabía bien que Anthony debía haber respetado la condición legal de Candy, pero también que Candy debió de haberse resistido a él. – No debiste irte de su lado sin hablar de frente con él. - Candy la observaba sin estar convencida de que lo que había hecho fuera o no lo correcto.

-Si lo hablaba con él de frente no hubiese tenido el valor de irme. – Dijo recostándose en la cama, colocándose en posición fetal como si tuviera un dolor de estómago, pero el único dolor que ella tenía era el de su corazón roto.

-Y eso hubiera sido mejor Candy, que ambos hubieran encontrado una solución a su situación. – Dijo de nuevo la hermana María y esta vez con un poco de reproche. – No digo que está bien lo que hicieron, porque no lo estuvo, pero Candy... ¿No crees que ya es tiempo que seas feliz? – Preguntó viéndola fijamente a los ojos. Candy la observó de la misma manera pero manteniendo la duda en su alma por las palabras que Annie le había dicho y que seguían retumbando en su mente.

-Él será feliz sin mí… - Dijo sintiendo un dolor en su pecho, el pensar tenerlo lejos de ella la lastimaba, pero ella no quería ser la responsable de que todos los demás miembros de la familia lo rechazaran por haberse enamorado de la "Matriarca de los Andley" como irónicamente pensaba en ella.

-¡Él no será feliz lejos de ti! Así como tú tampoco lo serás Candy... – Decía insistente. – En todos estos años él no te olvidó, mantuvo en su corazón su amor por ti, sus recuerdos se congelaron en el tiempo y regresaron a él, incluso antes de que regresaran a él su corazón ya te había reconocido. – Candy la escuchaba sin verla, tenía los ojos cerrados, le ardían de tanto llorar. – Ambos son viudos ahora, pueden comenzar de nuevo, el Sr. Andley les dio su consentimiento, él mismo sabía que el que ustedes estuvieran juntos era lo correcto. - Dijo intentando buscar la manera de convencerla que ya era suficiente con tanto sufrimiento a lo largo de su vida.

-¡Pero Annie dice que…! – Dijo la rubia insistente, queriendo repetir lo que Annie le había reprochado.

-¡Annie no sabe lo que dice! – Dijo de pronto interrumpiendo su defensa. – Annie siempre fue una persona temerosa de los demás, nunca se atrevió a hacer algo que la hiciera feliz, lo único que hizo fue perseguir al joven Cornwell hasta que este le hizo caso, pero fuera de ahí nunca se preocupó por buscar su verdadera felicidad. – Dijo la hermana María, quería a Annie, quería a Candy, pero no se cegaba a sus defectos.

-Annie es feliz con Archie. – Dijo Candy segura de ello.

-Ta vez, pero vive reprimida, no se atreve hacer algo que vaya en contra de la sociedad, no la culpo, así la enseñaron, pero tú Candy… tú siempre has sido libre, valiente, optimista, decidida, y no es justo que ahora que estás a punto de alcanzar tu felicidad te detengas por lo que puedan pensar los demás. – Candy se levantó de la cama y se acercó a la ventana para ver desde ahí a lo lejos la colina.

La hermana María salió de la habitación una vez que terminó de expresar lo que sentía, sin embargo no había convencido a Candy de que regresara al lado del rubio por lo menos para hablar con él de frente y arreglar la situación. Candy escuchó triste que su "madre" se retiraba y la dejaba sola con sus pensamientos, sabía que estaba molesta por lo que había hecho, pero la amaba tanto que no le había hecho reproche alguno, eso la hacía sentirse más culpable.

-¿Estás segura que no te quieres quedar aquí a mi lado? – Preguntó la hermana María a la mañana siguiente, habían pasado unos días juntos pero ella quería irse de ahí y Tom le había ofrecido un lugar en su rancho, sabía bien que su esposa no se molestaría por recibirla.

-Es mejor que me vaya con Tom, hermana María. – Dijo con una sonrisa de lado, agradecida por las atenciones que habían tenido. - ¿Volverá al hogar de Ponny? - Preguntó para desviar un poco el tema de ella.

-No lo creo Candy. – Dijo con tristeza. – El hogar está totalmente destruido. - Decía suspirando con pesar.

-¡Pero se puede volver a reparar! – Respondió la rubia entusiasta. – Yo podría ayudarle, también estoy segura que Tom y Jimmy lo harán con gusto. – Dijo observando a los dos jóvenes que estaban con ella.

-Tal vez. – Dijo la hermana María con una sonrisa. – Pero no creo estar de ánimo para volver a comenzar. – Dijo mirando a Candy fijamente a los ojos, Candy comprendió lo que aquellas palabras significaban y bajó la mirada apenada.

Ella sabía bien que su relación con Anthony podía repararse, para eso había amor entre ellos y podían comenzar una vida nueva juntos, sin embargo era ella la que no quería comenzar de nuevo porque sentía que le arruinaría la vida a su príncipe de las rosas.

-Vamos Candy. – Dijo Tom tomando su maleta para llevarla a la carreta y dirigirse hacia su rancho.

Candy lo siguió lentamente, pensando en las palabras de la hermana María, quien con su mirada le volvía a decir que no se diera por vencida y regresara a recuperar ese amor que la estaba esperando.

La carreta que Tom dirigía se alejaba del rancho Cartwright para perderse poco a poco por el sendero, iban ambos en silencio y ninguno de los dos parecía que querían romperlo.

En la mansión de las rosas, el rostro de Anthony seguía abatido, pensando una y otra vez en los momentos que había vivido con Candy, recordando las veces que la había amado y las veces que ella le había confesado sus sentimientos, sintiendo a la vez coraje y frustración por haber fallado a la confianza que él tenía en ella.

-Buenos días. – Saludó a los presentes, todos lo miraban sorprendidos por el aspecto que tenía el rubio, la barba seguía creciendo y sus ojeras no eran nada discretas.

-Buenos días Anthony. – Respondió la vieja Elroy, comenzando a sentirse culpable por haberle puesto trabas a su relación con Candy, le dolía verlo sufrir de esa manera, su amor por él era tan grande que sería capaz de soportar las habladurías de la gente con respecto a que él se casara con la viuda de su tío.

-Mañana partiré a Londres. – Dijo de pronto.

-¿A Londres? – Preguntó la tía abuela ante el asombro de los demás, todos se habían quedado sin palabras, ya que tenía días buscando a Candy y de pronto anunciaba que suspendería su búsqueda.

-¿Dejarás de buscar a Candy? – Preguntó Stear sorprendido. Archie lo veía esperando también su respuesta.

-Ustedes continuarán con la búsqueda en mi ausencia. – Respondió con seriedad. Todos seguían observándolo confundido. – Estoy desesperado por saber de Candy, sin embargo también tengo que averiguar qué es lo que sucedió con el tío Albert y dónde está George. – Dijo de nuevo.

-¿No te parece que eso lo puedo hacer yo? – Dijo Archie ofreciéndose a ser él el que viajara en su lugar.

-Es verdad Anthony, Archie puede ir en tu lugar y yo te seguiré ayudando en la búsqueda de Candy. – Dijo Stear reafirmado su apoyo. Nadie dijo nada, ni siquiera Annie quien sabía bien que su esposo seguía molesto con ella y que esa era una forma de alejarse un tiempo de ella.

-¿Harías eso por mí? – Preguntó a su primo, sabía bien que Archie haría lo que fuera por ayudarlo y para él sería lo mejor ya que no quería estar sin buscar a su amada Candy.

-Sabes que sí Anthony, además yo también estimaba mucho al tío. – Respondió el gatito con una sonrisa sincera dirigida a su primo. Elroy sonrió con tristeza observando la manera en la que ellos se apoyaban, recordando con tristeza el motivo de aquel viaje, una lágrima corrió por su rostro.

-No te preocupes tía abuela. – Dijo Anthony tomándole la mano con cariño. – Te prometí que iba a averiguar del tío y así lo haré. – Decía mientras le besaba la mano, sabía bien que ella también seguía sufriendo por la muerte de su tío al igual que todos, pero por la desaparición de Candy él se había concentrado más en su búsqueda que en lo que había pasado con los restos de su tío. George seguía sin aparecer y todo se le estaba haciendo muy extraño.

-Gracias hijo, sé que puedo confiar contigo. – Le dijo agradecida. – Tú también puedes contar con todo mi apoyo con tu relación con Candy. – Dijo ya resignada a que él también fuera feliz, rindiéndose por fin a lo que podría decir la gente de la gran familia Andley.

Annie caminaba detrás de Archie para hablar con él de lo que acababa de suceder en el comedor, y mientras el gatito entraba a su habitación, Annie seguía sus pasos.

-¿Es necesario que seas tú el que vaya? – Preguntó Annie nerviosa, no sabía cómo dirigirse a su esposo, desde que se había enterado que gracias a ella Candy había huido, solo le hablaba para lo necesario o para lo relacionado con sus hijos.

-Alguien tiene que hacerlo. – Dijo Archie seco, triste, comenzando a preparar sus cosas para regresar a Chicago y revisar algunos documentos de las empresas antes de partir.

-Pero un viaje a Londres tardará por lo menos un mes. – Decía preocupada.

-Tal vez más. – Dijo Archie despreocupado, intentando no poner mucha importancia a lo que decía su esposa. Annie lo miró sorprendida.

-¿Puedo ir contigo? – Le dijo aferrándose a su brazo, ansiando que a pesar de su frialdad accediera a que lo acompañara en su viaje.

-Es mejor que te quedes con los niños. – Respondió de la misma manera en la que le venía hablando desde que confesó su plática con Candy.

-¡Archie perdóname! – Dijo Annie de pronto una vez más. Archie la observó triste, sonriendo de lado como si quisiera decirle que no tenía caso su perdón.

-Damita, no puedo evitar sentirme molesto por lo que le has hecho a Candy. – Dijo por fin hablando de lo que lo tenía enojado con ella. Annie lo sabía, pero no se lo había dicho de frente, simplemente le había reclamado su proceder sin decirle lo decepcionado y molesto que estaba por lo que había hecho.

-Yo nunca quise que Candy se fuera, yo solo quería decirle que lo que había hecho estaba mal. – Dijo la ojiazul. – Que la tía abuela y la sociedad condenaría su relación con Anthony. – Dijo de nuevo segura aún de que había hecho lo correcto.

-Annie, tú sabes que yo estuve enamorado de Candy en mi adolescencia. – Dijo ante el dolor que causó de nueva cuenta en el corazón de su esposa. Annie asintió sin comprender sus palabras, comenzando a temblar por lo que tal vez escucharía de su boca. – Y aun así tú le pediste que por favor no me apartara de tu lado. – Dijo Archie recordando que una vez Annie le había dicho a Candy que no le quitara su amor, a pesar de que su amor no era para ella. – Candy a pesar de no sentir nada por mí no dudó en pedirme que te cuidara, que no te lastimara. – Annie lo escuchaba mientras sus ojos comenzaban a llorar. – Ella siempre pide protección para los demás, se ha sacrificado infinidad de veces por nosotros y no me parece justo que nosotros la abandonemos por un error que en gran parte también fue culpa nuestra por haberla casi obligado a aceptar al tío Albert. – Dijo acercándose a su esposa con cariño, le dolía verla en esa posición y ser él culpable de ello. – Annie yo te quiero, supiste ganarte mi amor y me has dado dos hijos hermosos que amo con todo mi corazón, ustedes son todo para mí. – Dijo limpiando las lágrimas del rostro de su esposa. – Y creo que ya es tiempo de que Anthony y Candy tengan esa misma felicidad, tú más que nadie sabe de lo que Candy ha padecido por él toda su vida, sabes que nunca pudo superar su muerte y pesar de intentar volver a amar ese sentimiento estaba presente en su corazón. – Annie asintió a las palabras de su esposo, quien se acercó a ella para besar sus labios por primera vez desde que se había enterado de todo lo sucedido. Annie suspiró con aquel beso que a pesar de haber sido tierno no era como los que solía darle en la intimidad de su alcoba.

La búsqueda de Candy se había extendido a más áreas del país, sin embargo Anthony continuaba en Chicago, había ido al departamento de la rubia y había preguntado a los demás inquilinos sobre su paradero sin éxito alguno, no comprendía cómo era posible que hubiera desaparecido por tanto tiempo, rogando que estuviera bien y que si no había logrado dar con ella fuese porque ella no quería y no porque le había sucedido algo malo, prefería que no quisiera verlo a que le hubiese pasado algo.

En un barco proveniente de Europa un caballero inglés venía observando el volar de las gaviotas, el aroma a sal del mar se incrementaba mientras se acercaban al puerto y su mirada se aferraba al destino que lo esperaba ya de cerca, respirando aliviado porque aquella travesía por fin llegara a su destino. Había emprendido un viaje difícil de regreso y a pesar de que aquella tierra no era la de él, así lo sentía, sentía que era más Norteamericano que Inglés por el tiempo que había permanecido residiendo en aquel país, desde que había sido contratado por la familia Andley siendo solamente un jovenzuelo se había adaptado mejor que en su propia tierra.

-¡Tierra a la vista! – Gritaba el marinero que observaba con detenimiento la llegada al puerto de Nueva York. George respiró aliviado, por fin terminaría aquel viaje, había cruzado tantas veces ese océano, sin embargo ese viaje había sido diferente a todos los demás que había realizado.

Había estado ausente cuatro largos meses en Inglaterra y por fin terminaba aquel viaje que había parecido interminable, llevaba en su corazón cada uno de los días que había padecido en aquel lugar y estaba seguro que los llevaría por siempre consigo.

-Llegamos. – Dijo su acompañante con una sonrisa llena de felicidad.

-Llegamos joven William. – Le dijo con una sonrisa de oreja a oreja, sosteniendo la silla de ruedas con la que se movía el patriarca.

-Lo intervendremos de una vez. – Había dicho el médico una vez que había salido corriendo la enfermera para preparar la cirugía.

George se había quedado pasmado en el despacho del médico, desplomándose con desesperación en el sillón que adornaba aquel espacio, con el corazón en vilo por la cirugía a la que se enfrentaba su empleador. Las horas iban pasando y con ello iba aumentando el miedo de saber que en aquella difícil cirugía terminaría la vida del joven que le había encomendado su amada Rosemary. Se había decidido a enviar las cartas que Albert había escrito seguro de que él no resistiría la intervención a pesar de que la anulación del matrimonio con Candy había sido aprobada, una anulación que él creía innecesaria si de todas formas no había otra opción más que la muerte.

La cirugía había durado cerca de doce horas y él las había tolerado valientemente, solo, sin tener alguien con quien desahogarse por lo que estaba sintiendo en su corazón, solo el recuerdo de su amada Rosemary Andley lo acompañaba en aquella fría sala de espera del hospital.

-Nadie ha sobrevivido a una cirugía de esa índole. – Le había dicho el médico con tristeza, sin embargo ese mismo médico había hecho hasta lo imposible por salvarlo y lo había conseguido y a pesar de ello aún no podían cantar victoria ya que lo más difícil no era tanto la cirugía sino la recuperación en sí, ya que una cirugía a corazón abierto muchas veces se complicaba después de la misma cirugía y las siguientes horas se convertían en una encrucijada para el que se recuperaba.

Los días siguientes fueron críticos, las noches fueron interminables y el sufrimiento del patriarca había sido inevitable, sin embargo seguía respirando, seguía estando estable a pesar de que no recobraba el conocimiento, estando en coma cerca de dos semanas, hasta que por fin pudo despertar. Su rostro seguía demacrado, estaba flaco y ojeroso, pero el brillo de sus ojos volvía a renacer y no cabía duda que aquel que despertaba era el mismísimo William Albert Andley.

-¡Joven William! – Dijo George al verlo mover sus ojos con lentitud. Albert sonrió al volver a ver a su siempre fiel George a su lado.

-Te dije que no era tan fácil librarte de mí. – Dijo Albert con una sonrisa, mientras George comenzaba a llorar agradecido por aquel milagro que él presenciaba. El médico lo veía con la misma sorpresa que lo veía George, más por convertirse en el primer médico que era capaz de revertir un mal congénito como ese, uno que nadie había podido hacer y el Dr. Relish después de varias cirugías que había realizado, Albert se convertía en su primer éxito y no en otro fracaso más.

Los días que siguieron fueron difíciles, la recuperación era lenta y las llamadas de George eran declinadas una y otra vez por la vieja Elroy, hasta que terminó desistiendo para centrarse en la plena recuperación de Albert luego de haber despertado, sus cuidados tuvieron mucho que ver en el asunto ya que era el que siempre le ayudaba para que se le hicieran más sencillos, logrando así a los pocos meses que volviera a ponerse de pie, aunque aún seguía teniendo una apariencia delgada y pálida.

-Es cuestión de tiempo. – Decía el médico quien se había hecho famoso en toda Europa, teniendo que viajar constantemente para poder dar a conocer a otros médicos su fabulosa técnica, posponiendo una y otra vez las citas que tenía con el rubio para su revisión, hasta que había conseguido darlo de alta por fin y estos decidían regresar a América junto a la familia quien de seguro ya estaba más resignada a haberlo perdido.

-Bienvenidos. – Decían las personas que esperaban a los viajeros del barco, mientras George sostenía y empujaba la silla de ruedas para abrirse paso entre la multitud. Albert observaba feliz aquel puerto, había extrañado bastante América y la última vez que había estado en aquel puerto se había despedido para siempre de él.

-Vamos directo a Chicago. – Dijo ansioso, su voz reflejaba esa ansiedad que le causaba volver a ver a sus seres queridos.

-Sabes que no podemos hacer eso. – Dijo George cuidadoso en su modo de hablar. – El médico recomendó que descansaras unos días antes de emprender el viaje hasta Chicago. – Dijo recordándole las indicaciones que le había dado el galeno. Albert rodó los ojos fastidiado de tantos cuidados que para su parecer eran exagerados. Había estado bajo observación médica por más de dos meses y se sentía en perfectas condiciones.

-Está bien, pero por lo menos avisa a la tía abuela que vamos en camino, no me gusta que piense que ya estoy ayudando a confeccionar ropa para vestir a los santos. – Dijo insistiendo una vez más con lo mismo, no estaba de acuerdo con George en que tenían que darle la noticia en persona ya que pensaba que sería más impactante para ella verlo de frente.

-No te preocupes, yo me haré cargo de ello. – Dijo George seguro de obedecer las instrucciones de Albert como siempre. Había estado muy ocupado en su recuperación que había olvidado por completo avisar que todo había salido bien y eso que Albert no sabía que había enviado las cartas que había escrito, tendría que explicar muchas cosas al llegar a Lakewood, pero para él lo más importante era que Albert había resistido a aquella operación.

Continuará…

Hola hermosas, ¿Cómo están? Espero que estén mucho mejor después de este capítulo, siento mucho haberles bajado el ánimo y con ello su sufrimiento, pero era necesario para hacer un poquito de drama, que ya me he dado cuenta que a la mayoría es lo que más les gusta jajaja ahora entiendo, pero a pesar de ello no me gusta dramatizar mucho.

La verdad desde un principio tenía planeada así la historia, a pesar de lo que pudieran pensar de ella, ya que no estoy de acuerdo en matar a los personajes si no es para un fin, y la verdad el quitarle la vida a Albert no traía nada bueno en la historia, si se podía arreglar con unos cuantos movimientos legales y para eso sabemos que este chico tiene el poder de hacerlo con solo mover un dedo su maravilloso George logra todo lo que le piden.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí si es que tuviste el valor de enfrentar la posible muerte de Albert. Gracias por seguir leyendo y por estar al pendiente de las actualizaciones y sobre todo por ofrecerme tu amistad en cada uno de tus mensajes.

TeamColombia, Hola hermosas, no se preocupen a mi tampoco me gusta ver a Anthony triste, pero ya pronto terminará ese sufrimiento para que sea feliz con su Candy adorada y ambos podrán ser felices. Gracias por aguantar el drama que están padeciendo los rubios. Les mando un fuerte abrazo y mis bendiciones para cada uno de ustedes.

Julie-Andley-00, Hola hermosa, como siempre lo sentiste realmente Albert regresó a poner todo en su lugar y para apoyar obviamente a los rubios y así puedan estar juntos y felices que ya se lo merecen los dos. Muchas gracias por dejarme siempre un comentario de la historia y sobre todo por leer cada uno de los capítulos. Te envío un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Mayely León, Hola hermosa, Candy ya apareció y pudimos leer que está como siempre al lado de la hermana María, buscando su apoyo y refugio y pues ya regresó el que andaba ausente, así que las cosas pronto van a mejorar, gracias por tu apoyo a esta historia. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Carolina Benitez, Hola hermosa, fíjate que en esta historia me he dado cuenta que Annie no es muy querida por la mayoría de la gente, yo la verdad la entiendo hasta cierto punto, más no la justifico en su actitud, sin embargo ocupaba una persona que provocara un poquito a Candy para que soltara el drama que lleva en su alma y no por su culpa sino por culpa de la escritora que así la plasmó desde un principio de la misma. No podía usar a Elisa o a Neal porque no tuvieron llamado en esa historia, así que no me quedó más que Annie quien siempre fue muy defensora de los "buenos modales". Ya apareció Candy, ahora solo hay que esperar que todo vuelva a su sitio. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

María José M. Hola hermosa, tienes mucha razón, pienso lo mismo debió ser duro para Archie quedarse a fuerza con ella y para ella también el ser como un premio de consolación, sin embargo Candy no tiene la culpa y eso es algo que tiene que entender Annie. Relax ya dijo que quiere a Annie jajaja en esta historia el gatito no sigue sufriendo por amor por Candy, creo que es justo que sea feliz y que ame de verdad a alguien, no me gusta que sufra el único que estuvo con Candy todo el tiempo. Gracias por tus palabras de ánimo que me vinieron como anillo al dedo. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Ster Star, Hola hermosa, muchísimas gracias por tus felicitaciones, si soy una mamá de tres hermosas criaturas que a veces me sacan de quicio jajajaja me agradó mucho tu abrazo de oso que me enviaste, muchas gracias es bien recibido y más porque sé que es sincero. Muchas gracias por comentar y leer la historia, te reenvío otro abrazo igual de fuerte que el tuyo, y mis bendiciones sinceras. Cuídate mucho hermosa.

Muchas gracias a las demás lectoras que siempre dejan su opinión o su teoría al respecto de cada capítulo y que no tuvieron tiempo de dejar su comentario, de todas formas si lo dejas a destiempo será igual de apreciado. Un fuerte abrazo a cada una de ustedes, saludos y bendiciones, especialmente para las chicas de USA que me tienen encantada con el número de visitantes que han entrado a leer, ojalá se animaran a dejar un comentario en su idioma les entiendo perfecto y si tengo duda busco en el traductor jajaja. Saludos hermosas.

GeoMtzR.