ANGEL CAÍDO
Epílogo
· Un año después, El Ángel Caído ·
Hinata estaba en el interior del salón de los propietarios de El Ángel Caído mirando a la sala de juego desde detrás de la vidriera. El casino estaba lleno de clientes y su mirada se vio atraída por la ruleta que ocupaba el centro de la habitación, girando en un remolino rojo y negro. Media docena de hombres se inclinaban hacia ella, hasta que la rueda comenzó a parar.
—Rojo —susurró.
Rojo fue y, aún mejor, un hombre levantó las manos con regocijo. Había ganado. Y ganar a la ruleta era un triunfo. La ley de la probabilidad era algo increíble.
Había construido ese imperio sobre ella; la suerte y el azar, la fortuna y el destino. Había aprendido notables lecciones sobre mentiras y verdades, sobre venganza. También sobre el escándalo. Pero todavía seguía conteniendo el aliento cuando la ruleta giraba.
La puerta de la habitación se abrió y ella supo sin mirar quién había entrado por la forma en que se movió el aire, por cómo se aceleró su respiración. Los brazos de Naruto la rodearon, cálidos y fuertes, y él siguió la dirección de su mirada.
—Hay una docena de mesas de juego ahí abajo —le susurró él al oído —. Pero tú siempre eliges la ruleta, ¿por qué?
—Porque es el único juego que está en manos del destino —explicó ella —. Es el único juego que no se puede predecir. Su recompensa es puro azar. —Se giró entre sus brazos y subió las manos para rodearle el cuello—. Es como la vida... hacemos girar la rueda y...
Él la besó con profunda intensidad al tiempo que le ponía las manos en la cintura y la apretaba contra su cuerpo. Cuando la soltó, ella suspiró.
—Y a veces somos bien recompensados.
Naruto deslizó las manos por la pesada curva de su estómago, donde crecía su hijo.
—A veces sí... —convino—. Aunque te confieso que en ocasiones me preocupa haber tenido tan buena suerte... y que se agote de repente.
—Ya has tenido suficiente mala suerte para toda una vida. No tengo intención de que se te acabe la buena.
Él arqueó una ceja.
—¿Tienes poder para cambiar el rumbo del destino?
Ella sonrió.
—Los días que no se tiene suerte, hay que confiar en otra cosa.
Naruto la besó de nuevo y la volvió hacia la vidriera una vez más. Observaron durante un buen rato cómo volaban las cartas y los dados, cómo los hombres jugaban... hasta que ella se estiró, tratando de aliviar el dolor en la parte baja de la espalda.
—Me prometiste dormir más —dijo él, bajando las manos hasta casi sus nalgas y presionando, tratando de calmar el malestar que parecía haberse instalado allí definitivamente al término del embarazo—. No deberías estar aquí.
Ella lo miró con sorpresa.
—No imaginarás que me perdería esta partida —protestó—. Bien podría ser la última. Este bebé estará aquí muy pronto.
—Estoy deseándolo —aseguró él—. Nunca me permití pensar en tener hijos; podría haberles arruinado la vida de muchas maneras.
—Una vez que tengamos el niño con nosotros, querrás que se hubiera retrasado —bromeó ella, mirando otra vez el casino—. Cuando llore y grite.
—Una vez que tengamos a la niña con nosotros, no la perderé de vista —prometió él—. Ni a su madre o su hermana.
—Tu grupo de admiradoras. —Ella sonrió.
—Se me ocurren cosas peores —dijo él, envolviéndola entre sus brazos para permitir que se apoyara contra su cuerpo. Entonces, deslizó la mano desde su estómago hasta el muslo, donde subió las faldas con dedos ágiles hasta dejar las rodillas desnudas.
—Siempre he adorado que te pongas pantalones, cariño, pero que uses faldas es lo mejor de tu embarazo. —Le rozó la piel del muslo y ella separó las piernas para permitir que la tocara más arriba, en aquel lugar maravilloso donde, de repente, estaba preparada para él.
—No podemos —suspiró ella, apoyándose en él y permitiendo que la mantuviera a salvo—. Están a punto de llegar.
—Tú también podrías estar llegando, ¿sabes? —la tentó.
Ella se echó a reír en el momento en que se abrió la puerta de la sala y él dejó caer las faldas.
—Esta noche —prometió al tiempo que presionaba un cálido beso en su cuello y capturaba el lóbulo de su oreja entre los dientes.
Ella se volvió hacia sus socios con las mejillas enrojecidas. Toneri estaba ayudando a sentarse a su esposa cuando arqueó una ceja en un gesto de complicidad con Hinata.
—Buenas noches, señora Uzumaki —dijo mientras se dirigía al aparador para servirse un whisky.
Ella se sintió tan orgullosa como cada vez que lo oía. Podría haber mantenido el lady con el que nació, debido a que era hija de un duque, pero no quería. Cada vez que alguien la llamaba «señora Uzumaki», recordaba al hombre con el que se había casado. La vida que habían creado juntos... para los tres. Que pronto serían cuatro.
Hinata y Naruto Uzumaki gobernaban los salones de baile de la ciudad con su poder combinado; el magnate de la prensa y su flamante e inteligente esposa. Seguían siendo un escándalo, pero valía la pena invitarlos a las cenas... y la sociedad parecía disfrutar de ello.
Y cuando no estaban cenando por las mansiones del País, ella continuaba dirigiendo el club como Chase. Lady, por su parte, había desaparecido poco después de que Naruto y Hinata se casaran, después de una noche particularmente arriesgada en la que hubo que mandar llamar al doctor después de que Naruto atacara a un miembro del club que se mostró especialmente amigable con Lady.
Fue lo mejor, porque ambos tenían serios problemas para mantener las manos alejadas del otro, y solo habría sido cuestión de tiempo que alguien relacionara los dos amores de Uzumaki.
Sumire y Kabuto se sentaron en sus lugares ante la mesa y Kabuto sacó la baraja de cartas para ponerla frente a él mientras Sumire se estiraba para mirar a Hinata.
—Cada día estás más grande —comentó parpadeando.
—¡Sumire! —gritó lady Õtsutsuki—. Estás guapísima, Hinata.
—Yo no he dicho que no lo esté —puntualizó Sumire a su hermana antes de volver a concentrarse en Hinata—. Solo he dicho que cada vez está más grande. No me extrañaría que fueran gemelos.
—¿Qué sabes tú de gemelos? —preguntó la duquesa de Uchiha, que entró seguida de Sasuke, que discutía sobre un archivo con Asriel.
—He asistido a algunos partos múltiples —afirmó Sumire.
—¿En serio? —preguntó Naruto, arrastrando una silla para ayudar a Hinata a sentarse—. Bueno es saberlo, por si necesitamos ayuda.
—No creo que fueran humanos —intervino Kabuto.
—Pero sí de perros —se defendió Sumire—. Y he tenido dos hijos, humanos —puntualizó—. Imagino que te acordarás, maridito.
—Sí, pero no gemelos, gracias a Dios.
—De acuerdo —intervino Toneri, que ahora ya tenía tres hijos—. Tener gemelos sería mala suerte.
Naruto palideció.
—¿Podemos dejar de hablar de gemelos?
—No va a tener gemelos —aseguró Sasuke, que rodeó la mesa para entregar el dosier que había estado revisando a Hinata.
—Podría ser —bromeó ella—. Sumire dice que estoy enorme.
—¡No he dicho enorme en ningún momento!
Hinata abrió el expediente y hojeó su contenido. Alzó la mirada hacia Sasuke.
—Pobre chica —se lamentó—. Déjala fuera de la caja.
—¿De quién hablas? —preguntó Naruto.
—De lady Sasame Fûma.
Hubo un murmullo de entendimiento colectivo en torno a la mesa, pero Naruto fue el único que habló.
—¿Has decidido poner fin a tu venganza?
—Es que me irritó.
Él arqueó una ceja.
—Es muy joven.
—Está en su tercera temporada, así que no es así. Pero sí —convino Hinata—. Y si te sirve de consuelo, aparece en el libro de apuestas del Otro Lado como una de las incomparables de la temporada. ¿Qué te parece, Naruto?
—Muy bien. —Él se inclinó y la besó con lentitud.
Kabuto tomó la palabra.
—Ya que sale el tema del libro de apuestas, Chase, creo que me debes cien libras.
—¿Por qué? —preguntó Naruto con curiosidad.
—Por una apuesta tonta que hicimos hace un año —explicó Kabuto.
—Kabuto estaba seguro de que Chase y tú os casaríais —explicó Sasuke—. Chase...
—Chase no —añadió Toneri.
—¡Toneri! —regañó Shion—. No estás siendo amable.
—Es la verdad.
—¿Te gustaría que dijeran la verdad sobre nuestro noviazgo? — preguntó Shion.
Recordando, sin duda, que los marqueses de Õtsutsuki se habían casado después de fugarse al campo, Toneri tuvo la decencia de callarse.
Naruto miró a Hinata con una sonrisa de oreja a oreja.
—Parece que has perdido la apuesta, milady.
Como ocurría desde hacía un año, escuchar aquel título en boca de su marido, provocó que la recorriera una oleada de calor.
—No me siento como si hubiera perdido.
—Es que no es así, ¿verdad? —Él sonrió.
—Bueno, ya que hablamos sobre los posibles maridos de Chase, este es un momento tan bueno como cualquier otro para discutir sobre Lord Gaara, que nos ha pedido que nos unamos a él para realizar una inversión —agregó Sasuke.
Todos los presentes soltaron un gemido.
—Chase... debes dejar de arriesgar nuestro dinero con ese hombre — dijo Toneri.
—Tiene un historial terrible en cuestión de inversiones, y aun así seguimos ayudándole —señaló Kabuto.
—Lo siento... No sabía que estabais tan necesitados —ironizó Hinata.
—Es un buen tipo —interrumpió Naruto—. Prácticamente me regaló a mi hermosa esposa.
—Solo porque no la quería para sí mismo —bromeó Sasuke, y todos se rieron como los canallas que eran.
—Me niego a sentirme insultada —dijo ella—. Y a Naruto le gusta la propuesta de Lord Gaara.
Él asintió con la cabeza.
—Esta vez quiere invertir en algo que se llama negativo fotográfico.
—Suena muy novelesco —aseguró Toneri—. Igual que máquinas que vuelan o carruajes sin caballos.
—No creo que nada de eso sea tan inverosímil como crees —intervino Sumire.
Toneri la miró.
—Eso es porque tú piensas que cualquier cosa inverosímil es un desafío.
Ella intercambió una mirada con Kabuto.
—Imagino que sí.
El conde se inclinó y besó a su esposa durante un buen rato.
—Es parte de su encanto —aseguró él cuando se retiró.
—¿Qué? ¿Jugamos? —preguntó Hinata, inclinándose para tomar las cartas.
Lo que antes era una partida para los propietarios se había convertido en un juego semanal de faro para los ocho.
Sasuke se sentó con un suspiro.
—No sé por qué juego siquiera. Ya no gano nunca. Todo se fue a la mierda cuando permitimos que jugaran nuestras esposas. —Miró a Naruto —. Perdona, hombre.
Naruto sonrió.
—Me siento feliz de ser una mujer si no te importa que te desplume cada semana.
Sakura pasó la mano por la mejilla de su marido.
—Pobre Sasuke —dijo—. ¿Quieres jugar a otra cosa?
Él la miró a los ojos, muy serio.
—Sí, pero a ti no te va a apetecer hacerlo delante de todos los demás.
Otra ronda de gemidos resonó en el espacio cuando la duquesa se inclinó para besar al duque.
Hinata se recostó en la silla.
—Quizá no deberíamos jugar.
Toneri alzó la vista del vaso de whisky que estaba rellenando.
—¿Solo porque Sasuke quiere acostarse con su mujer?
Ella sonrió.
—No... —miró a su marido—. Porque creo que estamos a punto de descubrir si son gemelos o no.
Mucho más abajo, a través de la famosa vidriera, la rueda de la ruleta giraba, los dados rodaban y las cartas volaban, y esa noche se convirtió en leyenda. La fortuna sonrió a los miembros de El Ángel Caído.
Igual que sonrió a su fundadora y a su amor. Pues unos mellizos llegaron para completar el juego ganador.
Llegamos al final de la serie...
El nombre original es "Nunca juzgues a una dama por su apariencia", es el ultimo libro de la saga llamada "las reglas de los canallas" la autora es Sarah MacLean, nos presenta a:
- Lady Georgiana Pearson como Lady Hinata Hyûga
- Duncan West como Naruto Uzumaki
Muchas gracias por haber leido y comentado esta serie que ame editar a mi amada pareja.
Nos leemos pronto, tengo mas historias por publicar :)
