Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo los uso para mis adaptaciones :)
CAPITULO VENTICINCO
Irritada, junto a Carmen que roncaba, Bella se preguntó qué hora sería. Ningún ruido de movimientos ni voces llegaba desde abajo, de las habitaciones que daban al pasillo, pero ella no tenía forma de cerciorarse de si todos dormían.
-Carmen -susurró, y para su satisfacción no recibió respuesta.
No podía emplear la misma maniobra con su padre o con Sam. Pero calculó que en media hora más todos estarían dormidos.
Se levantó cautelosamente de la cama y fue hasta la silla donde Carmen había dejado la maleta. Sacó una capa de lana, se envolvió en ella y metió los pies en un par de pantuflas. La lluvia aún golpeaba contra los cristales de la ventana y el viento aullaba lúgubremente en los aleros. Una noche fría, húmeda, pero que vendría de maravillas para sus propósitos.
Bella salió de la habitación, bajó sigilosamente la escalera, atravesó el salón común de la posada y salió al exterior. ¡Libre! Al correr metió los pies en charcos de agua pero su corazón levantó vuelo.
La cabaña era una silueta oscura debajo de árboles enormes, a cierta distancia de la posada. Tímidamente, Bella llamó a la rústica puerta, que se abrió lentamente con un leve crujido - Nadie salió a recibirla y Bella empujó la puerta hasta abrirla por completo. Edward no estaba, pero en el hogar crepitaba un fuego acogedor que iluminaba las paredes de troncos y los muebles escasos y toscos. Bella entró y se volvió para cerrar la puerta, pero ahogó una exclamación cuando una sombra oscura se irguió ante ella. Su temor duró poco, porque debajo del ala del sombrero que goteaba agua, reconoció el rostro amado.
- Esperaba que vinieras -dijo Edward roncamente. Cerró la puerta con el pie, puso en el fuego un haz de leña que traía, apoyó su rifle junto a la puerta y arrojó su sombrero sobre la mesa.
-Dios mío, te eché mucho de menos -dijo él y la abrazó, sin pensar en sus ropas mojadas. Su boca cayó sobre la de ella como un ave de presa y la besó con voracidad. Bella se aferró a él como si fuera la única cosa en su mundo que no girara locamente.
-Te amo -susurró ella, y lágrimas de alegría pusieron chispas en sus ojos cuando levantó la vista para mirarlo. El le tomó la cara entre las manos y la miró a los ojos, como para buscar la verdad en sus profundidades. -Oh, Edward, te amo.
Riendo de felicidad, él la levantó casi hasta sus hombros y la hizo girar hasta que el ruido de sus risas se mezcló en un torbellino vertiginoso. Edward la llevó más cerca del fuego y la dejó allí, sonriendo. Muy gentilmente, le acarició una mejilla. Bella se estremeció en sus ropas mojadas, tanto de frío como de una sensación abrumadora de dicha que crecía dentro de ella.
- caliéntate aquí. Aguarda un momento.
Edward se apartó un poco y ella lo siguió con la mirada, como si estuviera hambrienta de verlo. El llevaba unas ropas extrañas: calzones de piel de ciervo que ceñían apretadamente los muslos esbeltos y musculosos y una chaqueta de piel de castor donde brillaban gotas de lluvia, que con el fuego se convertían en un millar de diminutos rubíes. El parecía un animal salvaje, un felino cazador, y ella sintió al mismo tiempo orgullo y temor. Pensó en la pregunta que se había formulado su padre y supo que si Edward huía hacia su libertad ella lo seguiría a cualquier parte.
El se quitó su pesada chaqueta y la puso sobre los hombros de ella. Bella se acurrucó debajo de la piel, sintió el calor del cuerpo de él en la prenda y observó mientras él avivaba el fuego hasta que empezó a arder alegremente; después paseó su mirada por la habitación y sus ojos se detuvieron en una armazón de madera y cuerdas que alguna vez debió de servir de cama a los ocupantes de la cabaña.
Edward vio dónde se habían detenido los ojos de ella y -dijo:
-No temas, amor mío... Ya me he ocupado de asegurar tu comodidad.
Bella río y se envolvió más apretadamente con la chaqueta.
-¡Bestia! Ahora que estoy atrapada en tu guarida, tengo miedo de que me devores.
-¿Devorarte? -Edward se quitó su ceñida y oscura camisa de lino y Bella contuvo el aliento cuando el torso desnudo de él apareció ante ella iluminado por el resplandor del fuego.
-No, no te devoraré, amor. -Estiró una mano y acarició un largo rizo que caía sobre el hombro de ella-. Esta es la copa mágica, llena para los amantes en la mesa de los dioses. Cuando más a menudo se la prueba, más rico es el néctar. Reyes poderosos se han vuelto mendigos tratando de alcanzar los límites de este tesoro. Esto es una cosa que debe ser compartida y que jamás puede ser devorada con egoísta voracidad.
Bella lo tocó en un brazo y su mirada lo acarició con una expresión posesiva. -No soy otra cosa que egoísta cuando se trata de ti, amor mío.
Edward la besó ligeramente en los labios. -A mí me sucede lo mismo, contigo, Bella.
El se agachó y empezó a desatar un envoltorio que estaba en el suelo. Se irguió y lo abrió. El contenido, se extendió como una flor extraña, ultraterrena. Era un montón de ricas, lujosas pieles de profundos rojizos, Dorados oscuros, roanos y negros, todo de la mejor calidad.
-¿Dónde...?
-Esto es mío -:-dijo Edward respondiendo a Ja pregunta no terminada de ella-. Las traje del carro.
- ¿Pero cómo las conseguiste? ¿Y esas ropas que llevas? Son tuyas ¿verdad? Hechas especialmente para ti.
- Sí -dijo él y sonrió-. Mi familia se enteró de que yo pasaría por aquí y me las envió, eso es todo.
- ¿Tu familia?
-Pronto, amor mío -dijo Edward- te llevaré con ellos.
Nuevamente se agachó, extendió y alisó las pieles y dejó una a un lado como cobertor. En ese instante Bella tuvo la visión de un salvaje, semidesnudo, oro y bronce ante el fuego, el cabello sujeto en la nuca en forma de coleta. Aquellos que creyeran que podrían dominar a este hombre eran unos tontos, ya se tratara de James, Biers o hasta de su padre.
Edward se puso de pie y se le acercó. El corazón de ella empezó a latir alocadamente.
-Qué hermosa eres -suspiró él después de desnudarla y en tono de reverencia-. No lo hubiera creído, pero te has vuelto todavía más bella. ¿De qué hechicería te has valido?
Bella sonrió suavemente. -Ninguna hechicería, amor mío. Tus ojos fe engañan. Has ayunado mucho tiempo y ahora te conformarías con cualquier potaje.
-Vaya, esto no es un cualquier potaje -dijo él roncamente y la atrajo hacia la cama de pieles.
Edward se quitó la ropa. Después la abrazó. Los suaves pechos de ella se apretaron contra él. Se cumplía un sueño, terminaba la larga tortura del viaje por mar. Los muslos sedosos de Bella se abrieron a la mano exigente de él, y las caricias errabundas de esa mano arrancaron a Bella gritos suaves y jadeantes de trémulo gozo. La besó en la boca con labios devoradores, ardientes de amor y pasión, que después descendieron para difundir su calor sobre los pechos estremecidos de ella, que se erguían en ansiosa anticipación. Bella cerró los ojos y el arrobamiento que, le producía esa boca voraz inundó cada uno de sus, nervios con una intensa excitación. Sintió la urgencia exigente de él contra su cuerpo y después una llama que la penetró, consumiéndola, abrasándola, incendiándola hasta que las oleadas de la pasión la envolvieron con un placer casi intolerable. La oyó respirar ansiosamente junto a su oído, entre roncas, susurradas palabras de amor. Bajo las manos de ella, los duros músculos de la espalda de Edward se tensaron y flexionaron con varonil vigor. Y entonces se elevaron juntos en una creciente marea de éxtasis.
La lluvia golpeaba, contra las telas enceradas que cubrían las ventanas y el viento aullaba como un fantasma en la noche, pero después de su propia tormenta, Bella y Edward yacían pacíficamente dichosos.
Los labios de Edward mordisquearon suavemente la carne del hombro de Bella.
- Te construiré una mansión -dijo él.
-Esta cabaña será suficiente... si tú estás conmigo. -Lo miró a los ojos-. Quédate conmigo para siempre. No me dejes nunca.
-No, amor mío. Nunca te dejaré. Te amo.
- y yo a ti.
-Creo que te he amado siempre -confesó Bella asombrada- Cuando los velos de la ceguera cayeron de mis ojos, te vi como el elegido.
- Tú me elegiste, ¿recuerdas? -sonrió Edward.
Bella se apretó contra él. -Sí, eso hice. -Súbitamente seria, -agregó-: Tú conoces estos caminos como si hubieras estado antes aquí. ¿Dónde está tu hogar?
Edward se estiró perezosamente y flexionó en el aire un brazo bronceado. -Donde quiera que tú estés.
Bella lo miró con ojos llenos de amor. - ¿y nuestro hogar será como esto?
- ¿Una cabaña en medio del bosque? -Edward sonrió y susurró. ¿Meses enteros para los dos solos? ¿No te daría miedo?
Como una niñita ansiosa, Bella negó con la cabeza. -Oh, no, pero nunca me dejes.
-¿Dejaría yo mi propio corazón, el aliento mismo de mi vida?
- ¿Y los niños? -susurró ella.
- Tendremos una docena -repuso Edward.
-Bella río. - ¿Es suficiente empezar con uno?
-Oh, uno o dos. -Sus caricias se hicieron más atrevidas-. Lo que soporte el mercado.
-Pero de este... ¿te disgustaría que fuera una niña?
Edward se detuvo y el silencio pareció crecer... y crecer. Muy gentilmente apartó las pieles, expuso el cuerpo de ella a la tibia luz del fuego, tocó suavemente los pechos erguidos y el vientre suave.
- Eso es diferente -sonrió él.
- ¿Lo sientes? -preguntó ella, mirándolo a la cara.
- ¡No! -Edward sonrió ampliamente y la cubrió con las pieles. - ¿Cuanto tiempo?
-Si tuviera que adivinar -dijo Bella- diría que fue en la isla de los piratas.
Edward río por lo bajo. -Cada día que pasa vienen más cosas buenas de aquello. -Se inclinó y dijo, seriamente-: Te necesito, Bella. -La besó con ternura-. Te necesito y te deseo, Bella, amor mío. Te amo, Bella.
Todavía estaba oscuro cuando Edward la acompañó hasta la posada, pero los primeros rayos del sol asomaban en el horizonte. Todo estaba silencioso en el salón común. Un perro se levantó perezosamente del hogar apagado y buscó un lugar más cómodo sobre una alfombra de retazos.
Subieron la escalera y se despidieron en la puerta de la habitación con un último beso apasionado que tendría que bastarles para todo el día.
Pasó un momento. La puerta del extremo del pasillo se abrió completamente y Biers salió de la habitación que compartía con James cubierto con una larga bata. Se detuvo frente a la puerta de Bella, río silenciosamente y se rascó una mejilla.
-Mi lady puede ser la esposa de Masen Edward -murmuró despectivamente-. Pero pronto sentirá nuevamente el dolor de ser viuda. Lo prometo.
La lluvia había cesado y el sol hizo su aparición con una escarcha que mordía las mejillas y narices. Bella aguardó junto a Edward al abrigo del portal mientras los carruajes eran preparados y traídos hasta allí. Su padre y Sam aún estaban en el interior de la taberna terminando su café, mientras que James se paseaba en círculos a corta distancia de la joven pareja, en un esfuerzo por contrarrestar el frío. Bella tenía las manos hundidas en su manguito y se cubría con una capa de terciopelo forrada de pieles. Aunque sabía que pasaría un largo día antes que llegaran a la casa de los Cullens, había puesto cuidado especial en su apariencia. El vestido de terciopelo azul, con su espumoso cuello de encaje antiguo, la favorecía muchísimo. Su cabello, peinado alto bajo la caperuza de la capa azul, le daba un aire de dignidad y serenidad.
Biers pasó junto a ellos y al hacerla preguntó:
- ¿Ha dormido bien, señora?
Bella sonrió dulcemente.
-Ciertamente, señor. ¿Y usted.
Biers se golpeó la bota con la fusta.
-Estuve despierto casi toda la noche.
Sin más comentarios, el hombre se alejó hacia donde James se inquietaba y gruñía.
-¿Qué crees que quiso decir? -preguntó Bella, mirando a Edward.
-Eso, amor mío, sólo lo sabe él -repuso Edward, mirando al hombre con expresión de desconfianza.
Después que Swan se sentó en el coche, Sam subió y se ubicó al lado del corpulento hacendado. A continuación subió Bella.
James, al ver que la joven estaba sola en el asiento, se adelantó, hizo al siervo a un lado y puso un pie en el estribo para subir. Pero súbitamente, el bastón de Swan le cerró el paso.
-¿Le importaría viajar en el otro coche? -preguntó el hacendado-. Querría hablar unas palabras con mi siervo.
El caballero se irguió arrogante. -Si usted insiste, señor.
Swan asintió con la cabeza y sonrió levemente.
-Insisto.
Una vez en camino, la conversación giró alrededor de las tierras por las que pasaban y de la riqueza de la campiña. Los movimientos del carruaje, combinados con la brevedad del sueño de la noche, hicieron adormilar a Bella. Ella cerró los ojos, bostezó y se recostó en los cojines del asiento, pero finalmente apoyó la cabeza en el hombro de su marido. Edward, bajo la mirada de Swan, no se sintió muy cómodo.
- ¿Dijo usted que tenía algo que discutir conmigo, señor. -preguntó, aclarándose la garganta.
Swan miró pensativo la cara de su hija dormida.
- En realidad, muy poco -dijo- pero son muchas las cosas que no quiero discutir con James. -Hizo una pausa, Edward asintió con la cabeza, y continuó-: Usted parece sentirse incómodo, señor Edward. ¿Ella es muy pesada?
-No, señor -respondió lentamente Edward y sonrió-. Es que nunca sostuve así a una mujer delante de su padre.
-Tranquilícese, señor Edward -dijo Swan y río por lo no pase de esto, consideraré una amabilidad de su parte que sirva de almohada a mi hija.
Sam se bajó el tricornio sobre los ojos y miró fijamente al joven.
Edward empezó a sentir que el enorme individuo sabía acerca de el y de Bella mucho más de lo que sospechaban.
A mediodía se detuvieron y comieron el almuerzo que les habían preparado en la posada. Poco después reanudaron el viaje.
Finalmente todos los carruajes se detuvieron en Rockfish Gap. Un panorama magnífico se extendía ante los viajeros en todas direcciones. Bella contempló maravillada la campiña, que el sol de la tarde teñía de oro y bronce.
-Las lluvias pueden haber ablandado parte de los caminos -explicó Edward cuando Swan volvía a subir al coche-. Yo iré a caballo adelante para dar las indicaciones a los cocheros. Desde aquí la mayor parte del camino es cuesta abajo.
Se llevó una mano al sombrero y se alejó.
A la izquierda empezaron a aparecer extensos campos. Súbitamente un caballo se acercó al coche y Bella reconoció el pelaje gris de Attila. Cuando Swan se asomó por la ventanilla Edward dijo:
-Casi hemos llegado a la propiedad de los Cullens, señor. Estaba preguntándome si a la señora Cullen le gustaría hacer el resto del camino a caballo.
Swan se volvió para interrogar a su hija pero Bella ya estaba poniéndose sus guantes. Bajó, y Edward la ayudó a montar a Jezebel.
-El vigor de la juventud -suspiró Swan, y apoyó los pies en el asiento del frente.
Sam levantó su jarro de ale en silencioso saludo.
-Será mejor que lleguemos pronto -dijo-, sólo queda una gota de ale.
La mansión de ladrillos rojos de los Cullens se levantaba, alta e inmensa, entre robles cuyos troncos apenas hubieran podido ser abarcados por los brazos de tres hombres. Bella se sorprendió, porque era una de las casas más grandes que veía desde el desembarco. Había alas que se proyectaban hacia cada lado, y la porción principal tenía un techo empinado y con buhardillas, sembrado de altas chimeneas. Cuando estuvieron más cerca, oyeron gritos excitados y momentos después se abrió la puerta principal y una joven salió corriendo al pequeño pórtico.
- ¡Mamá! ¡Ahí vienen!
Varias personas acudieron al llamado, y cuando Edward ayudaba a Bella a apearse de Jezebel, Emmet bajó la escalinata y se adelantó a recibir a la joven.
También había una pareja mayor, una mujer alta de cabellos oscuros y un muchacho joven que sonreía ampliamente.
-Mi padre y mi madre -anunció Emmet cuando llevó a Bella ante la pareja mayor-. Carlisle y Esme Cullen.
Bella hizo una respetuosa reverencia, y cuando se enderezó, el hombre mayor le sonrió y la observó cuidadosamente detrás de sus gafas con montura de acero. Era un hombre bien parecido, alto, delgado, de cabellos negros y anchas espaldas.
-De modo que esta es Bella -dijo con voz profunda y firme, y asintió con aprobación-. Una hermosa joven. Ajá, la reclamaremos como una Cullen.
La mujer, con ojos castaños y cabello rojizo con hebras grises, se mostró más reservada y observó a Bella por un largo momento antes de dirigir una mirada rápida y preocupada a su hijo mayor. Después suspiró y tomó la mano de la muchacha entre las suyas.
-Bella. Qué hermoso nombre. -La miró a los ojos y finalmente sonrió-. Tenemos mucho que hablar, querida.
Bella quedó intrigada ante los modales de la mujer pero tuvo poco tiempo para pensarlo porque Emmet le presentó a la mujer alta de cabellos oscuros.
-Mi esposa Rosalie -dijo-. Más tarde conocerá a nuestros hijos.
Rosalie tendió sus manos a Bella. -Me temo -dijo- que el nombre de señora Cullen llamará demasiado la atención aquí. ¿Podemos llamarte Bella?
-Por supuesto. -Bella quedó completamente conquistada por los modales desenvueltos de la mujer.
-Seth Cullen -dijo Emmet, señalando al muchacho joven-. Mi hermano menor. A los diecisiete años, apenas está empezando a apreciar el bello sexo, de modo que no se preocupe si él la mira con la boca abierta. Usted es la cosa más bella que él ha visto en mucho tiempo.
El joven enrojeció intensamente pero siguió sonriendo. Como su padre, era alto y delgado, pero tenía cabellos rojizos y ojos castaños, como su madre.
-Es un placer, Seth -murmuró Bella dulcemente y le tendió la mano.
-y esta es mi hermana Kate -dijo Emmet, acariciando dulcemente el mentón de la muchacha. Más tarde conocerá a Alice, su hermana melliza.
-Creo que eres demasiado hermosa para expresarlo con palabras -exclamó Kate-. ¿De veras has estado en París? Alice dice que debe de ser un lugar perverso. ¿Cómo haces para hacer que el cabello se te mantenga así? El mío me caería sobre los hombros a media mañana.
Bella respondió con una alegre carcajada y tendió las manos ante la catarata de preguntas.
-¡Kate! -Esme puso un brazo afectuosamente alrededor de la muchacha-. Debió haberla traído a nosotros hace tiempo. Bienvenida a Los Robles, Bella. .
En ese momento, dos coches salpicados de lodo se detuvieron frente a -la mansión. Los caballos, al sentir el final del viaje y oler las praderas que los aguardaban, se habían adelantado al carro más pesado, que todavía no estaba a la vista. Edward abrió la portezuela del primer coche. Swan se levantó de su asiento y se apeó dificultosamente, mientras Emmet se acercaba para saludado. Sam también descendió y poco después sir James se unió al grupo.
-James Whiterdale -se presentó, y extendió delicadamente la mano-. Caballero del reino y de la corte. Hace unos meses le envié una carta cuando supe que el hacendado Swan viajaría hasta aquí.
-Sí, ya recuerdo -repuso Emmet-. Pero no es momento de hablar de negocios.
Emmet condujo a los caballeros hasta donde estaban sus padres y empezó las presentaciones.
Sólo el caballero inglés percibió que él fue presentado en último término, o casi, porque Biers fue el único que lo siguió.
Fue la mayor de las señoras Cullens quien puso fin a la conversación que empezaba a desarrollarse.
-Señores y señoras:-dijo-, no sería conveniente que cojamos un resfriado cuando tenemos a mano una casa cómoda y abrigada. -Tomó un brazo de su marido y con el otro rodeó la cintura de Bella-. Dentro de unos momentos nos sentaremos a la mesa. Sin duda, los caballeros querrán beber algo antes de comer, y yo, por lo menos, tengo frío.
Esme condujo a todos al interior y pronto los hombres estuvieron paladeando un brandy añejo. En la copa de Bella chispeaba un ligero jerez, pero ella sólo bebió un poquito, porque desde la boda de Peter sentía una leve aversión a los licores. Sus ojos sonrieron a Edward, quien se había quedado atrás y observaba desde la puerta.
Kate se acercó a Emmet y le dio un codazo, señalando a Edward con un movimiento de cabeza.
-¿Quién es ese? -preguntó.
-Oh, por supuesto - Emmet pareció avergonzado por un momento. -Ese es... ah... Masen Edward, otro asociado del hacendado Swan.
-¡Oh, el siervo! -dijo Kate por encima de su hombro, con infantil inocencia-. ¿Mamá? ¿Tendría él que estar en nuestra casa?
Bella contuvo el aliento, sorprendida. ¿Se ofenderían los Cullen? Ella no lo había pensado.
James no dejó pasar el diálogo. -Una muchacha brillante, rápida para percibir las diferencias de clase -dijo-. Llegaría lejos en la corte.
Bella le dirigió una mirada glacial, pero él sonrió ante su propia inteligencia.
-Sshh, Kate -ordenó severamente Esme Cullen. La joven miró atrevidamente a Edward, quien le devolvió la mirada con una expresión terrible que indicaba violentos pensamientos.
James, como de costumbre, estaba listo con una explicación. -Una, clase de gente inferior, jovencita, incapaz de manejar los asuntos más simples de la vida.
Un tenso silencio recibió este comentario antes que la mayor de las señoras Cullens reprendiera severamente a su bija.
-¡Kate! ¡Cierra la boca! El señor Edward no tiene la culpa de ser como es.
Kate arrugó la nariz, disgustada.
-Bueno, de todos modos yo no querría a un siervo por marido.
- ¡Kat! -Carlisle Cullen habló suavemente pero en un tono que no toleraba desobediencias-. Hazle caso a tu madre. No es de cristianos despreciar a los menos afortunados.
-Sí, padre -dijo dócilmente Kate.
Bella vio que Sam reía detrás de su copa y musitó, presa de súbito rencor: "Para ser un tío, no es demasiado brillante. Se ha embriagado con ale y se ríe como un idiota" mientras ellos se divierten a costa de Edward".
Pero cuando miró a su marido, Bella quedó desconcertada, porque él parecía tranquilo y de ninguna manera irritado mientras su mirada seguía a la jovencita, Kat. Ciertamente, había algo de placer en su cara y cuando Kate se volvió, le dirigió a él una sonrisa de cándida inocencia. El la miró con expresión, amenazadora.
Bella dejó su copa a un lado, vio que los profundos ojos castaños de Kate la observaban y la intrigó la súbita expresión de preocupación que marcó la frente de la joven.
-El señor Swan ha sido muy bondadoso con el hombre -continuó James en tono imperioso-. Recibió al señor Edward en su propia casa y lo trató como un miembro de la familia. Demasiado bondadoso, digo yo. El alojamiennto de los esclavos bastará para él. No hay necesidad de molestarlos a ustedes con alguien como él.
-Allí no hay espacio -dijo Esme en tono irritado. Cuando su marido le puso un brazo sobre los hombros, en tono más suave agregó:
-Puede quedarse en la casa.
-Como he dicho antes, el joven es amigo de los caballos. - Lentamente, el caballero tomó una pulgarada de rapé-. Que duerma con ellos...
- Yo no... -empezó Esme en un estallido de cólera, pero Edward la interrumpió.
-Perdóneme, señora, pero dormiré allí, si usted no pone objeción. -Se apoyó en la puerta y cruzó los brazos, mientras James lo fulminaba con la mirada.
Súbitamente, Bella sintió el fuerte deseo de decir toda la verdad. La misma casi brotó de sus labios cuando ella se levantó, trémula, de su silla. Ansiaba defender su amor y su casamiento con este siervo. Lo único que la contuvo fue el temor de que James acudiera a su padre magistrado con la noticia de que el hombre que había condenado a la horca seguía vivo. Se llevó una mano a la frente.
-Señora Cullen, ¿podría recostarme un momento antes de comer? Creo que el viaje me ha fatigado más de lo que pensé.
Swan la miró con expresión de preocupación. Como una criatura viva, Bella siempre había parecido poseer energías inagotables. También aquí tendría que reajustar sus pensamientos.
- Por supuesto, criatura -dijo Rosalie-. Ha sido un viaje largo y cansado para ti. Quizá también te gustaría refrescarte.
Cuando pasó junto al siervo, Esme se detuvo.
-Señor Edward, ¿querría subir el equipaje de la señora? Creo que el carro ha llegado.
-Sí, señora -replicó él respetuosamente, y se marchó.
La señora Cullen acompañó a Bella a la habitación que le tenía preparada. Poco después regresó Edward con un pequeño baúl sobre el hombro y una maleta debajo del brazo, y siguió a las dos mujeres. Había en la habitación una atmósfera acogedora, varonil. Una alfombra oriental cubría el suelo y varios sillones de madera y cuero aumentaban la sensación de comodidad. Una sólida cama de cuatro postes tenía un grueso cobertor de terciopelo de color herrumbre, y las ventanas tenían cortinas de la misma tela.
-Esta es la habitación de mi hijo cuando está en casa –explicó la señora Cullen, mientras encendía las velas de un candelabro-. Espero que no le importe usarla, puesto que todas las habitaciones para huéspedes estarán ocupadas. Supongo qué falta un toque femenino.
-Es hermosa -murmuró Bella. Su mirada se encontró con la de Edward. Enrojeció y cruzó las manos cuando se dio cuenta de que la mujer estaba observándolos-. Mi baúl grande. ¿Lo ha visto, señor Edward?
-Sí, ahora bajaré a buscarlo.
-Que David le ayude a traerlo, señor Edward -sugirió Esme. La puerta se cerró tras él y la mujer se inclinó para abrir la cama.
-Envié a Carmen, su criada, a la cama con una bandeja. Pobre mujer, parece haber sufrido mucho con el viaje.
Sin duda, compartiendo el coche con James y Biers, pensó Bella. En voz alta, dijo:
-Nunca le gustó mucho viajar.
Distraída, Bella tomó un libro encuadernado en cuero que estaba sobre la mesa de escribir y dirigió a la señora Cullen una mirada de interrogación, al ver que en el mismo no había una sola palabra que ella pudiera entender.
-Griego. Es de mi hijo -replicó la mujer, mientras ahuecaba una almohada-. Siempre está leyendo o haciendo algo.
Llamaron suavemente a la puerta. Edward entró con un hombre mayor, inmaculadamente vestido como sirviente. Entre los dos pusieron el gran baúl de Bella a los pies de la cama, y se marcharon.
-Te ayudaré con tu vestido, criatura. ¿Quieres que te haga subir una bandeja?
-Oh, no. Sólo descansaré un momento
Bella volvió la espalda a Esme y permaneció quieta mientras la mujer le desabrochaba el vestido.
-¿Quieres que te busque un camisón? -ofreció amablemente la mujer. Bella negó con la cabeza y Esme sonrió y fue hasta la puerta-. Entonces me marcharé. Que descanses.
Abrió la puerta y se detuvo para mirar por encima de su hombro a la hermosa joven.
-Creo -dijo- que si un hombre puede ganarse la aprobación de tu padre como aparentemente ha hecho el señor Edward, entonces es un hombre que sabe manejarse en cualquier situación. Yo no me preocuparía, criatura.
Cuando la mujer se marchó, Bella se sentó en el borde de la cama donde permaneció un largo momento. No se había percatado de que sus emociones eran tan evidentes. Y si la señora Cullen las había percibido, entonces Charlie Swan podría descubrir muy pronto que su hija estaba enamorada de su siervo.
El sonido de una puerta que se cerró en algún lugar de la casa despertó a Bella, quien se sentó, sobresaltada. Sólo había tenido intención de dormir unos minutos, pero habían pasado horas y súbitamente sintió hambre. Un pequeño reloj sobre la repisa de la chimenea indicaba que eran las ocho y media. Seguramente no la habían esperado para cenar.
Sacó una bata de terciopelo de su baúl y se la puso. Aunque tuviera que ir a los establos para obtener la ayuda de Edward, debía encontrar algo para comer. Nunca antes había sentido tanta hambre.
"Debe ser a causa del bebé" pensó. Súbitamente sintió impaciencia por acunar a una criatura en sus brazos.
Bella bajó cuidadosamente la escalera. Todo estaba silencioso en el comedor y el salón. Sólo una débil linterna ardía allí. Pero venían voces desde el fondo de la casa. ¿Sirvientes, quizá?
Siguiendo un corredor, llegó a lo que creyó sería la cocina. Abrió la puerta y la recibió un coro de risas.
-¡Bella! -dijo Rosalie a sus espaldas, y Bella se volvió y vio a la mujer, de pie, con Esme y Seth. Kate se puso inmediatamente de pie y los hombres dejaron de reír.
-Lo siento -dijo Bella tímidamente-, no fue mi intención interrumpir. Se dispuso a marcharse, pero Esme la detuvo.
-Espera, criatura, entra -dijo, y se dirigió a su. hija-: Kate, tráele un plato.
-Pero, mamá...
-No importa. Haz lo que digo. Date prisa. ¿No ves que la pobre muchacha está hambrienta?
-No estoy vestida -dijo Bella-. Será mejor que regrese a mi habitación.
- Tonterías. Hemos guardado un plato caliente para ti. Ven y siéntate.
Llegó un silbido desde atrás de la casa y se abrió la puerta. Edward entró con un haz de leña en los brazos. Al ver a Bella se detuvo y miró a los demás.
-Bueno, deja la leña, muchacho -dijo Carlisle después de un momento de tenso silencio, y señaló la caja de la leña-. ¿Has dicho que tienes hambre, ¿verdad?
-Sí, señor -respondió Edward y dejó su carga. Miró a Bella y agregó-: Es lo menos que puedo hacer para pagarles la cena a estas buenas personas.
- ¡Hum! -exclamó Esme, y Seth se adelantó, frotándose nerviosamente las manos.
-Señor Edward -dijo el muchacho- ¿le gustaría salir a cazar en las montañas, mañana? He visto grandes huellas allí. Bien temprano, si le es posible.
-Tendré que preguntar al hacendado -repuso Edward. Arrojó un par de leños al fuego y miró a Bella de soslayo.
Muy preocupada por su intromisión, Bella se sentó en la silla que le ofrecía Rosalie. Kate puso ante ella un plato rebosante y volvió al fogón para sacar otro del horno de ladrillo.
-Señor Edward, siéntese por favor -dijo la joven. Rosalie sirvió dos grandes copas de leche fría. Edward se sentó al lado de su esposa. Mientras comían, la conversación fue animándose y pronto Bella se sintió parte de la familia. Se preguntó si no sería verdad. Quizá Edward era un pariente, un primo lejano. El capitán Cullen lo había negado. ¿O no? Era para pensarlo.
Mucho después de las once, cuando la familia empezó a retirarse a sus habitaciones, Bella se levantó de la mesa y dio las buenas noches al padre y a Emmet, quien permanecía de pie cerca del fuego. Edward empezó a ponerse de pie, pero Carlisle le puso una mano en un hombro y lo obligó a que se volviera a sentar.
-Estaba contándome de ese semental -dijo- y hay muchas cosas que quisiera preguntarle. Quédese un momento.
La mirada de Edward siguió a Bella; después se cerró la puerta. El camino para Bella estaba a oscuras, iluminado solamente por una vela que ardía en una mesilla lateral en el comedor, y en el pasillo la única luz venía de la linterna del salón. Allí, en las sombras del vestíbulo, Bella se detuvo ante los pequeños cristales que componían la ventana; más grande, atraída por el espectáculo de la luna llena. Su pálida luz bañaba las ramas semidesnudas de los gigantescos robles del frente de la casa.
El crujido de la puerta de la cocina interrumpió sus pensamientos. Y Bella se volvió y vio que Emmet se acercaba por el pasillo.
-Bella -dijo él con una sonrisa-. Creo que ahora debería estar acostada.
Miró por la ventana, por encima de la cabeza de ella, el hermoso panorama.
-Usted ve con ojos de artista -comentó. Bella río por lo bajo. -Sí, y me hubiera gustado serlo.
- ¿Le gustaría que conversemos un poco? -invitó él.
Bella se apoyó en el marco de la ventana para contemplar la noche ventosa.
- ¿Acerca de qué, señor?
La respuesta llegó lentamente. -Cualquier cosa. -Se encogió de hombros-. Cualquier cosa que a usted le plazca.
- ¿Y qué cree usted que me complacería?
-El señor Edward -dijo él suavemente.
Ella buscó en el rostro de él alguna señal de descontento y desprecio, pero sólo encontró una sonrisa amable.
-No puedo negarlo -susurró ella, miró por la ventana e hizo girar con los dedos la sortija de oro que llevaba-.
Usted nos ha visto antes. Tal vez usted no lo apruebe, pero yo lo amo... y llevo un hijo de él en mis entrañas.
- ¿Entonces por qué esta farsa, Bella? –Su, voz sonó amable y grave-. ¿Sería tan penosa la verdad?
-Estamos atrapados en ella -suspiró ella-. Él no puede reclamarme por otras razones y yo aún tengo que encontrar la forma de calmar la cólera de mi padre. -Sacudió la cabeza y se miró las manos. _No puedo pedirle que me prometa guardar silencio porque eso sería hacerlo partícipe de mi engaño. Sólo puedo contar con su discreción. Pronto todo se sabrá.
Siguió una larga pausa hasta que Emmet habló nuevamente.
-Puede contar con mi discreción, Bella, pero le diré algo. - Aspiró profundamente-. Creo que ustedes dos no confían en nosotros para nada. ¿Acaso ve en su padre un ogro cruel? ¿La castigaría él por su amor? ¿Está rodeada de enemigos, o de amigos y aliados dispuestos a ayudarla? Y me atrevo a decir que su padre saldría en defensa suya si usted confesara su amor. Charlie Swan me impresiona como un hombre, muy razonable.
Emmet dio varios pasos, en dirección a la escalera y se volvió.
-Sí, creo que ustedes dos no confían en nosotros. Pero, como he dicho, aguardaré su revelación, cuando usted la considere conveniente.
Le tendió una mano.
-Vamos, Bella, permítame acompañarla a su habitación. Es tarde. El río suavemente y Bella sintió que ese buen humor se le contagiaba.
-Me pregunto cuánto tiempo podrán guardar ustedes sus secretos. –dijo el
Dios mio tenemos un bebe a bordo... que creen que haran? yo pienso que deberían decir ya la verdad
ojala lo hagan
que creen que opine Charlie de esto?
leo sus reviews
alguien me pregunto el nombre del libro original, al final les digo quien lo escribio y como se llama
besos y abrazos
