CAPÍTULO XXV
PERVERSO SER
(Residencia Katsumoto)
Sentados a la mesa que adornaba el amplio jardín interior de aquella casona, Saburo, Isao y Eiji disfrutaban de la amena conversación y el amargo vino.
Saburo, satisfecho por su ultima adquisición, que aunque era arrendada había decorado a su gusto, llevo un puro a sus rosados labios; "Y dígame, señor Kaio… ¿Qué opina de...?, hubiera querido sonar modesto y decir que mi hogar es humilde, más no puedo hacerlo. Soy amante de las excentricidades"
Isao echo un ligero vistazo a la construcción, luego observo el jardín. Así que tratando de ocultar el desagrado que toda esa combinación de elementos le causaba, asintió; "Debo reconocer que es un lugar muy hermoso", expreso, aunque para sus adentros no estaba tan contento y era corroído por los celos. En primera por lo ocurrido en casa, en segunda, porque aquella residencia era el doble de grande que la de él.
Saburo sonrió contento; "Me gustan los lugares espaciosos en los que penetre la luz del sol... Y tú, Eiji, ¿Qué opinas?", cuestiono dirigiéndole una corta mirada en la que claramente se podía percibir un ligero toque de inferencia.
"Lo que usted diga, señor Katsumoto", nervioso contesto de forma humilde.
"Así me gusta, Eiji", replico deshaciéndose de la molesta ceniza, luego hizo un corto silencio.
"¿Ocurre algo, jefe?", pregunto Isao al verlo tan pensativo.
"Quizá me equivoque, es un lugar demasiado grande para mi, debí quedarme en el hotel. Señor Kaio, sinceramente le digo que en este preciso momento lo envidio", llevándose una mano al pecho, expreso.
Ante esas increíbles palabras que en un principio no pudo entender, Isao se encogió de hombros sin saber que responder; "Pero... ¿A que se debe eso?... es usted joven y rico... ¿Cómo puede envidiar a este viejo que esta a un paso de la ruina?", fingiendo la humildad que no poseía, respondió. Y aunque eso asomo a sus labios, para sus adentros saber que había algo que Saburo no poseía, lo complació.
El pelinegro asintió; "Envidio el hecho de que usted llega a su casa y tiene la alegría de ser recibido por una hermosa esposa que lo ama, y por una bella hija que lo admira. Ahora dígame, ¿De que me sirve la juventud y el dinero, si no tengo esas dos alegrías en mi vacía vida?"
Sorprendido por su declaración, el tosco Isao asintió; "Entiendo, señor"
"Para que esta casa este verdaderamente completa, le hace falta lo más hermoso que en la vida de un hombre puede haber, y eso es la compañía de una bella mujer", viéndolo por encima de la copa y a la espera de lo que su socio pudiera decirle u ofrecerle, expreso.
Isao en ese momento comprendió qué era aquello que con sutileza trataba de expresarle, más eso no no significaba que sería presa fácil; "Comprendo, lo mismo en su momento me ocurrió. Tiene mucha razón, ningún placer se compara con la presencia de una buena y hermosa mujer en casa... brindemos". Sonriendo bebió de su copa al saber que no era un hombre comprometido.
(Cerca de ahí)
Y entonces la noche con su oscuro velo comenzó a hacerse presente.
Sin animo en su menguado cuerpo, sin alegría alguna en el joven pecho. Sin una sonrisa en el maltratado rostro y por primera vez en mucho tiempo sola, la hermosa aguamarina con pasos lentos regresaba a casa.
Había pasado la tarde llorando en aquella colina, donde no hacia mucho tiempo ella y su amado hubieran planeado toda una eternidad el uno al lado del otro, más el destino que alguna vez los había llevado a encontrarse, de forma cruel los había traicionado.
Su fino yucata, manchado con su sangre, se había impregnado con el fresco aroma de la húmeda hierba.
El eco de su sutil taconeo sobre la empedrada acera, hicieron que agachara la azulada mirada para contemplar su sombra. Fue en ese momento cuando de nuevo las lagrimas acudieron a llenarle el amoratado rostro. "Me siento muy sola", murmuro recordando los tiernos paseos al lado de su amado.
Sin verdaderas intenciones de regresar a ese infierno, ingreso en la residencia Kaio, que aunque por fuera y a la vista de cualquiera fuera admirable, de lo que adentro se vivía nada se podía llegar a envidiar.
"Jure que aquí esperaría a Haruka, por eso no me puedo marchar", pensó abatida al saber que eso significaba soportar la grotesca pesadilla que su padre significaba.
Destrozada por tan amarga pena, la hermosa chiquilla con la mirada perdida se sentó en el amplio sillón.
Agradeciendo que hubiera regresado antes que Isao, la alta rubia se acerco a ella para abrazarla; "Michiru...¿Dónde estabas?", preocupada cuestiono.
"Eso no importa, madre", replico limpiándose las lagrimas.
"No debiste salir, Michiru, tu padre pudo haber regresado"
Ante su servil actitud, la joven negó con la cabeza; "Estuve en las colinas... ahora solo puedo decir que todo estará bien", no muy convencida de sus palabras, se atrevió a expresar.
"Soy tu madre, sabes que puedes confiar en mi. ¿Cómo esta él?, ¿Pudieron hablar?"
En medio de esa amarga tristeza, Michiru pudo sonreír; "Me alegra mucho que ese hombre no haya cumplido su cruel propósito"
Fue justo en ese momento que la puerta principal se abrió con violencia, dando paso al aún enfurecido Isao. Y es que ver la forma en que Katsumoto vivía, había terminado por revolver aún más su turbado animo.
"Lo que yo juro lo cumplo", grito y dirigiéndose hacia la habitación que ocupaba, de su mesa de noche tomo su vació revolver. Abriendo el escritorio que estaba justo frente a su cama, tomo un puñado de balas y entonces comenzó a cargarlo. De forma nerviosa sus manos temblaban y sudaban, haciendo que estas resbalaran y cayeran al suelo. "Maldición", escupió.
Michiru sin decir nada, escucho sus amenazas, las cuales ya le resultaban ridículas.
Regresando al recibidor, observo a su hija, quien impávida mantenía la mirada clavada en la pared; "Voy a ir a matar a ese maldito hijo de perra... ¿Tienes algún ultimo mensaje para él?", mascullo.
No pudiendo ocultar su enojo, Michiru alzo la voz; "Si te atreves a tocarlo..."
El pelinegro rió de forma abierta, luego pateo la mesa del centro; "Tu palabra en esta casa es la que menos vale, ademas tus estúpidas amenazas no me asustan"
La chiquilla sonrió llena de confianza al saber que a esa hora su amado ya se encontraba lejos del alcance de ese cobarde, más dispuesta a guardar el secreto, triunfante sonreía al burlarse de ese hombre al que jamas volvería a llamar padre. "No puedo permitir que lo lastime... a mi puede pegarme, pero no a él"
"A mi no me hablas así, mucho menos me vas a dar ordenes", expreso y entonces, volvió a abofetearla.
Encolerizada por esa nueva ofensa, Katherine se encamino hacia él y elevando la mano, con todas las fuerzas que había en sus menudos miembros, devolvió el golpe; "A mi hija no vuelves a tocarla"
Isao se llevo la mano al labio y viendo que no lo había lastimado, se echo a reír; "Pero que mujer tan más ridícula. Si fueras hombre, tus palabras poco valor tendrían, y es que juraste que no volverías a dirigirme la palabra y ahora hasta te atreves a darme ordenes... eres una estúpida", burlonamente escupió.
"Seré todo lo que tú quieras, pero no voy a permitir que vuelvas a lastimar a mi hija", de forma valiente se planto ante él.
Enfurecido por las amenazas de ambas mujeres, Isao levanto su revolver, apuntando hacia su esposa; "Cállate. Todo esto es tu culpa, debiste cuidar de tu hija"
Katherine, lejos de doblegarse, hablo; "No eres tan hombre como piensas, lo tuyo es herir por la espalda"
"¿Cobarde?... ¿Piensas que soy un cobarde?... ya lo veras. Voy a traer la cabeza de ese mal nacido hijo de puta", chillo y entonces se encamino hacia la salida.
"Debemos detenerlo", la rubia dijo para con su pequeña.
Ella por su parte y sin decir nada, en eses silencio esperaría a que su amado volviera.
(En la calle)
Cegado por el odio hacia el rubio, su esposa y su hija, el tosco pelinegro dirigió sus pesados pasos hacia la panadería y, esperando a que el ultimo cliente se marchara, ingreso en ella.
"¿Dónde esta ese maldito hijo de perra?", grito, atrayendo la atención de la hermosa castaña, quien se ocupaba de limpiar el mostrador.
Ante sus nada educadas palabras, la joven se volvió hacia él; "Buenas noches, señor",
El pelinegro levanto su revolver y apuntándole, alzo la voz; "¿Donde esta ese hijo de puta?"
"Señor...¿De qué habla?"
"No hagas como que no sabes de que te estoy hablando, ¿Eres estúpida o qué?... te estoy preguntando por ese malnacido perro"
Ichiro, habiendo escuchado el alboroto, salio para ver que sucedía; "Señor...", alcanzo a decir, pero justo cuando vio el revolver, alzo sus manos en señal de defensa. "¿A quien busca?"
"Al fin alguien que piensa... busco al hijo de puta que aquí trabaja", contesto apuntándole.
"Señor, solo somos tres los jóvenes hombres que aquí trabajamos. ¿Podría ser mas especifico?"
"No seas estúpido, mas te vale hablar... ¿Dónde esta ese imbécil?"
"No sé de que habla", dijo apretando los dientes ante el terror que aquel brillante objeto le causaba.
En ese momento la imprudencia de Genkei se hizo presente, porque sin ser consciente de lo que ahí pasaba, ingreso; "Espero y sus heridas no vuelvan a sangrar y llegué a salvo. Ya termine de limpiar la habitación de atrás"
Isao volvió la mirada y dirigiéndola a él, le apunto en el pecho; "¿Dónde vive?"
Ante la sensación del frió metal presionando su pecho, no pudo hablar.
Siendo testigo de aquello, Itsuki intervino; "En la trastienda". Sabiendo que ahí no quedaba nada del rubio, contesto en un intento porque se marchara.
Empujándolo, Isao abandono la panadería y dirigiendo sus pasos hacia la trastienda, ingreso en la habitación que Haruka hasta hacia algunas horas había ocupado. "Maldito hijo de puta", chillo comenzando a revolver las pocas cosas que ahí quedaban. Observando en el fondo, pudo contemplar el hermoso cuadro que en el templo su hija hubiera pintado; "Desgraciado, debí matarte anoche", grito y entonces lo rompió con sus manos.
"¿Así que usted es el maldito perro cobarde que se atrevió a herirlo?", Itsuki cuestiono.
"¿Te importa?", Isao grito y empujándolo, con su puño lo golpeo en la barbilla.
"Eso, pelea como los hombres", Itsuki dijo y tomando una postura de defensa, le tiro un golpe.
Confundido, Isao logro esquivarlo; "A ti también te voy a matar", apuntándole con el revolver, jalo el gatillo, mas la infame bala no abandono el tambor, frutando así su cobarde ataque.
Ante tan única oportunidad, Genkei lo tomo por los brazos al mismo tiempo que Ichiro lo desarmaba.
"No peleen. Señor, será mejor que se retire", Lita ordeno al ver el alboroto.
Los tres hombres, sabiendo que tenían ventaja sobre él, lo tomaron y arrastrándolo fuera de la habitación, lo arrojaron sobre la acera.
Humillado, el señor Kaio se reincorporo; "Malditos, se creen muy valientes, pero no son nadie"
"Eres tú quien se cree muy hombre solo porque puedes defenderte con una pistola", Genkei señalo.
"¿Dónde esta ese maldito panadero", grito.
Ante semejante ofensa, los tres hombres negaron con la cabeza.
"Jamas ofenda a uno de los nuestros", Itsuki señalo y entonces lo golpeo en la regordeta mejilla.
"No se cual es tu problema, pero eres un desgraciado", tomándolo por el saco, Genkei lo empujo sobre la acera, haciendo que rodara de cierta forma graciosa.
Sabiendo que contra los tres no tendría oportunidad, Isao se reincorporo y entonces pidió; "Basta, basta"
"Si en verdad quieres encontrarlo, entonces tendrás que buscarlo en China. Ese hijo de perra se fue debiendome dos mil yenes", Ichiro, sabiendo que eso no era vedad y para confundirlo, fue capaz de decir.
"Maldito, a mi me dijo que se iría a América", Genkei, para despistarlo aún mas, añadió.
Comprendiendo que sus compañeros con mentiras trataban de mofarse de él, Itsuki se unió a su burlesco juego; "Maldito Hikaru... a mi me dijo que se iría a África", el otro expreso.
Aturdido por lo que los tres hombres le decían, el pelinegro relajo sus miembros. Y es que armado y atacando por la espalda era valiente, pero no era más que un cobarde llorón.
"¿Hikaru?... ¿Así se llama?". Y es que ni siquiera se había tomado la molestia de preguntarle a su hija.
"No de sé que le hizo el desgraciado ese, pero si en verdad quiere cobrarse, más vale que comience a buscarlo. China, África y América son muy grandes", tratando de contener la risa, la joven Lita señalo.
El pelinegro sonrió satisfecho y recogiendo su sombrero, lo sacudió para deshacerse del molesto polvo que lo cubría; "Eso es todo, caballeros. Lamento haberlos molestado, pero ¿Podrían devuélveme mi revolver?", ordeno. "Tengo que encontrarlo y hacerle pagar sus ofensas"
Ichiro asintió y vaciado el tambor, lo puso en sus manos; "Por supuesto caballero, solo que voy a dejarlo sin balas, son peligrosas y podría lastimarse"
Ante esa burla, Isao frunció el entrecejo.
(Residencia Kaio)
Enfurecido por no haber encontrado a quien consideraba su peor enemigo, y por la forma en que esos sujetos lo habían tratado, el infame sujeto regreso a casa.
Empujando la puerta con violencia, esta golpeo el duro muro, haciendo que la fina madera de la misma y el propio cristal se estrellaran.
"Hijo de perra... ese maldito hijo de perra ha huido", Isao mascullo entre dientes.
Sabiendo que Haruka estaba lejos de su alcance, la chiquilla sonrió, luego desvió la mirada.
Riendo de forma forzosa para no mostrar la impotencia que aquello le causaba, el pelinegro se sentó frente a la aguamarina; "El hombre que dices amar resulto ser todo un cobarde. Muy seguramente ahora se esta burlando de tu estúpida ingenuidad, querida hijita. Eres joven, no entiendes como funcionan ciertas cosas, pero debes comprender que su lugar es al lado de una campesina, tu lugar es al lado de un hombre con un buen apellido. Ahora pienso que lo mejor es que se haya marchado. Eso nos evitara toda una humillación". Habiendo dicho y observando que a su rostro no asomaba ninguna expresión, se puso de pie. "¿No dices nada?", cuestiono alzando la voz.
"¿Qué quieres que diga ante tu comportamiento?", Katherine cuestiono y sentándose al lado de su pequeña, la abrazo. "Michiru, deberías comer un poco he ir a descansar"
"¿Cómo podría hacerlo?", replico en voz baja.
Isao torció los labios y volviendo a llenarse de furia, con pasos rápidos ingreso en la habitación de su hija. Dirigiéndose hacia el espejo que le devolvía su imagen completa, con su pesado puño lo golpeo. Al instante el cristal se rompió en grandes y pequeños trozos.
"¿Qué hace?", pregunto la joven al ver su acción.
"Detente", ordeno su esposa, más de nada serviría, porque el tosco hombre dirigió sus pasos hacia el armario y entonces comenzó a revolver las finas prendas.
"Hijo de puta... ¿Dónde estas?", cuestiono y al no encontrar lo que buscaba, se dirigió hacia el lecho para también revolverlo.
"¿Qué haces?", pregunto la rubia sin entender.
Los dientes del pelinegro castañeteaban, sus manos temblaban y sus ojos se habían inyectado en sangre. Más que un ser humano, en aquellos momentos parecía una engravecida bestia. Dirigiéndose hacia el caballete, tomo el lienzo que ahí reposaba, luego lo arrojo al suelo para pisotearlo.
"Jamás, escúchame bien, jamas volverás a pintar", grito al recordar el cuadro que había visto en aquella humilde habitación y el cual llevaba la firma de la joven.
Con impotencia, Michiru observo como destruía sus acuarelas y pinceles, más si eso lo complacía y evitaba que lastimara a su Haruka y a su madre, entonces no se opondría.
Volviendo sus pasos hacia la cajonera, comenzó a vaciar su contenido y al hacerlo, furioso pisoteaba lo que ahí guardaba.
"¿Qué buscas?", pregunto su esposa ante ese arrebato.
"Busco algo que me diga a donde fue ese hijo de perra", expreso concentrado en lo que hacía.
"No lo sé, y aunque lo supiera, jamas te lo diría", Michiru grito, y es que ella misma lo ignoraba.
"Valiente esposo te buscaste, hijita", resoplo. Fue entonces cuando abrió el ultimo cajón y al hacerlo, torció la sonrisa en sus labios, luego se hecho a reír de forma descarada; "¿Pero que maldita ridiculez es esta?", pregunto sabiendo que era, pero fingiendo cierta amnesia.
La joven al ver lo que su padre sostenía en sus manos, negó con la cabeza; "No... por favor no", suplico.
"Isao, ni siquiera te atrevas", su esposa expreso al ver los hermosos azares en sus toscas e infames manos.
Reconociéndolos, Kaio negó con la cabeza; "Mil veces maldito sea el día que me case contigo", con fuerza en sus puños los aprisiono, luego los destrozo. "Y tú ni creas que vas a hacerlo con ese imbécil. Prefiero verte muerta"
"Tú no eres un hombre, eres un demonio. Y créeme, tú no lo lamentas más que yo. Si yo hubiera sabido que te convertirías en un despreciable ser, jamas hubiera abandonado mi casa para seguirte", su esposa grito.
"Ridícula", contesto volviendo a la cajonera y, al mirar lo que en el fondo había, abrió los ojos lo más que pudo. Saliendo del asombro que aquello le había causado, lo tomo en sus manos. Sabia que era y para que servia, así que volviéndose hacia las dos mujeres, se los mostró para que también pudieran contemplarlo. "¿Pero qué tenemos aquí?", la voz que hubiera sido agresiva, en ese instante se volvió irónica.
Michiru titubeo al ver que en sus sucias manos sostenía las hermosas sabanas nupciales que algún día vestirían el lecho en su tan esperada noche de bodas; "No, no... por favor, eso no", expreso con la voz quebrada.
Isao negó con la cabeza y abriendo el envoltorio que las cubría, se echo a reír; "Esto lo compraste con mi dinero, así que son mías y puedo hacer con ellas lo que yo quiera", dijo comenzando a rasgarlas frente a ella. "Son demasiado finas como para que un muerto de hambre como ese siquiera las toque. La sola idea de mi hija revolcándose con ese animal, me revuelve el estomago... te prefiero muerta antes que retozando con ese imbécil", grito y arrojando los girones a sus pies, camino hacia ella para abofetearla. "Estas a nada de convertirte en una vulgar ramera"
"Pegarme a mi, a ella ya la has lastimado lo suficiente", de forma valiente Katherine se interpuso entre los dos.
Isao sonrió y acercando el rostro al de su esposa, con sus pérfidas manos se atrevió a acariciarle la mejilla. "No, querida... no voy a pegarte... ¿Sabes por qué?"
"Porque eres un cobarde... a ti puedo compararte con basura"
El pelinegro asintió y tomándola por el vestido, comenzó a rasgarlo con violencia.
"¿Qué hace?", horrorizada por ese descarado actuar, la chiquilla chillo.
"Ya estoy harto de esa actitud tuya, querida. Quieres mostrarte valiente, sin embargo no te queda. Ya va siendo hora de que cumplas con tus deberes como esposa, como mi mujer que eres", grito tomándola por las muñecas para someterla.
Ante esa grotesca imagen, la aguamarina intervino, tratando inútilmente de separarlo de ella; "No, por favor ya no lastime a mi madre. No sea cobarde"
El señor Kaio, si es que se le puede llamar de esa forma, empujo a su hija a un lado, luego empujo a la mujer contra el lecho, donde con fuerza la aprisiono. "Vete, esto no te incumbe. Dudo que quieras atestiguar lo que has provocado". Acercando el rostro al de su esposa, murmuro; "Dile a tu hija que en esto no intervenga"
Horrorizada y temblando, Katherine comenzó a llorar al saber que no podría escapar. Asqueada por lo que estaba por ocurrir y aun más frente a su hija, en un intento por protegerla, exclamo; "No, aquí no"
Isao sonrió satisfecho y reincorporandose tomo la mano de su esposa para arrastrarla fuera de la habitación de su hija.
Asqueada por las perversas intenciones de su padre, Michiru se sentó sobre su cama. Cubriéndose el rostro con ambas manos se echo a llorar de forma abierta; "Todo esto es mi culpa, no debí nacer". Inclinándose sobre el suelo, con impotencia recogió lo que quedaba de aquellas finas telas. "Maldito sea mil veces. Ese monstruo, no es mi padre"
La señora Masuko, quien desde la otra habitación había escuchado todo sin poder intervenir, ingreso y acercándose a ella, la estrecho entre sus amorosos brazos; "No diga eso, por favor no diga eso", en ese instante su voz se rompió.
"Todo esto es mi culpa, nana... él hirió a Haruka y ahora a mi madre... debería morirme por lo que les he hecho, debería morirme para acabar con todo esto"
"No niña, no es su culpa", también llorando la nana gimió.
"Mi madre ahora tiene todo el derecho de odiarme. Maldito sea el día que nací", sollozando pudo murmurar.
(Notas de autor)
Desde antes de escribir esta historia avise que sería un poco dura. Por eso era lenta, porque una vez que el drama iniciara, sería algo difícil. Perdón por la crudeza.
Kaiomaru; Exacto, Isao ademas es un envidioso y poco hombre. Merece todos los calificativos negativos.
Michelle; Isao no descansara hasta ver infelices a todos, por eso nadie debe saber el secreto que Haruka y Michiru guardan.
Isavellcota; A ese hombre le duele que su hija no lo obedezca, pero al menos su madre esta de su lado. En verdad se equivoco al ser sincera con sus sentimientos. Isao esta destruyendo lo poco que quedaba de esa "familia"
UnbreakAbleWarrior; Ya somos dos :(
HaruTenoh11; Duele porque ese hombre debería ser comprensivo con los sentimientos de su hija, sin embargo nos damos cuenta de que no siente nada bueno por nadie.
Hotaru tomoe; Ese Isao es de lo peor, se cree con derechos sobre ellas solo porque es "rico" y cree tener la razón.
