Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es Hotteaforme, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is Hotteaforme, I'm just translating her amazing words.


Thank you Hotteaforme for giving me the chance to share your story in another language!


Gracias a Yani por ayudarme a betear esta historia.


Capítulo 25

Una respiración.

Dos.

Parpadeo lentamente, escucho un pitido agudo en mis oídos, gritos y chillidos ahogados, como si todo estuviera debajo del agua.

—¡Muévete, Bella! ¡Muévete!

Aturdida, las palabras no se registran, un brazo me rodea la cintura a la vez que mis pies se resbalan, hay rojo por todas partes, el sonido de los fuegos artificiales se escucha más alto. Me muevo, pero no soy yo quien me está moviendo.

El mundo gira y se ladea; hay un cuerpo en el piso. Caius está desangrándose sobre el concreto gris, hay una bala metida entre sus ojos.

No son fuegos artificiales, comprendo.

Son pistolas.

—¡Vamos! ¡Vamos!

Algo familiar me guía hacia una salida contra incendios, revisa de un lado a otro antes de dejarnos caer por ahí, mis pies desnudos arden sobre el metal.

—Eso es, casi llegamos.

Salimos a un callejón trasero; hay gritos y pisadas resonando detrás de nosotros, el piso me destroza los pies mientras huimos. Corremos, corremos, corremos por un callejón y luego otro y otro.

—¡Corre! ¡Corre!

Corremos, por este lado y el otro, esquivamos vidrios rotos y basura, contenedores de tamaño industrial, charcos de agua estancada y sabrá un carajo que más cosas hasta que llegamos a un callejón sin salida, una valla alta nos detiene de seguir avanzando más.

—Carajo.

Me empuja gentilmente contra la pared, escondiéndonos en las sombras, su pecho se agita contra el mío, el sonido de respiraciones irregulares mutuas desgarra a través del agudo chillido en mis oídos.

Sacando una navaja portable de alguna parte, la desliza a través de la brida que dejó mi piel en carne viva, roja y sangrienta, alrededor de mis muñecas. Miro la sangre, pegajosa y embadurnada sobre una pálida piel color oliva.

—Bella. Mírame. Mírame.

Una mano húmeda en mi cara, la cara de Masen está flotando cuando alzo la vista, ahogada en unos intensos ojos cafés.

Mi cara se arruga con la urgencia de llorar porque él se ve tan real y no estoy segura de si esto es real.

Me pellizco con fuerza varias veces, sintiendo cada uno de los pellizcos.

—Oye, oye. Todo estará bien. Te voy a sacar de aquí, ¿de acuerdo?

No sé a quién intenta convencer, si a mí o a sí mismo.

—¿Bella? —Masen alza mi mentón y me mojo mis labios secos—. ¿Estás bien?

Niego con la cabeza, no. Estremeciéndome, temblando, traumatizada.

¿Por qué no estoy muerta?

¿Por qué no estoy muerta?

—Me ibas a… —grazno—. Pensé que…

—Nunca. Nunca.

Presiona un dedo sobre sus labios, ladea la cabeza. Al principio, no escucho lo que él está escuchando, pero luego el sonido de pisadas es inconfundible cuando alguien se acerca, viene por el pasaje hacia nosotros al mismo tiempo que el miedo se arrastra por mi garganta.

Alzando la pistola, Masen sale de las sombras y dispara, de forma medida y deliberada.

Los gritos se alzan en la distancia.

—Vamos, ¡tú primero!

Señala la valla y lo miro con ojos como platos.

—Bella, te juro que iré justo detrás de ti.

Por alguna razón siento que lo estoy dejando atrás y no quiero hacer eso justo ahora, pero por la urgencia en su voz no vacilo ni un segundo más. Él crea un escalón con sus manos entrelazadas, mi pie sangriento se apoya en su palma mientras él me alza de un empujón.

El metal se entierra en mis dedos y pies cuando trepo para subir, la reja se sacude con el movimiento cuando me tambaleo en la parte superior sin nada de gracia mientras cruzo una pierna y me bajo. Masen me está dando la espalda, otra vez tiene la pistola alzada y está tenso, concentrado en el fondo de la callejuela que está más allá.

Lo toco a través de la valla, encajando un dedo entre sus omóplatos.

Él la trepa con tanta facilidad como si ya lo hubiera hecho antes, gira la cabeza para ver detrás de sí cada pocos segundos. Aterriza en silencio y como un gato, toma mi mano justo cuando se escucha un grito detrás de nosotros.

Empezamos a correr otra vez. Se oye el sonido de la valla siendo escalada a nuestras espaldas.

—¡Por acá!

Mi cabello vuela detrás de mí, mis pies arden con dolor, los músculos de mis piernas protestan con cada zancada mientras corremos hacia la salida a través de una brecha hacia el siguiente grupo de edificios.

Nos están cazando.

Como animales.

—Oh, Dios —jadeo unos minutos después, siento una punzada en el costado, me duele la garganta con cada respiración—. No puedo-no puedo seguir corriendo. —Me detengo por completo, mis piernas y mis pulmones están en fuego, siento que mi corazón está a punto de explotar en mi pecho—. No puedo hacerlo, debiste haberme… ellos van a… —Sacudo la cabeza, las lágrimas me nublan la vista otra vez, presiono mi cabeza punzante con una mano.

Masen se gira hacia mí, limpiándose el sudor de la frente.

—No te pasará nada. No lo permitiré —dice con fiereza, sus manos agarran mis brazos, su cara está cerca de la mía, tiene la mandíbula puesta en una mueca de determinación.

Sollozo, limpiándome las lágrimas, mi voz suena pequeña y patética cuando susurro.

—Bien.

Baja la vista entre nosotros hacia mis pies, sangrientos y casi incapacitados para seguir corriendo.

—Súbete.

Se agacha frente a mí, me levanta con facilidad en su espalda, yo le rodeo el cuello con los brazos, mis muslos son sostenidos por unas palmas sudorosas, piel sobre piel sudorosa, pero no puedo obligarme a que me importe.

Vamos muy lento mientras avanza corriendo más por el callejón, se detiene cuando encuentra una entrada a un edificio en ruinas para bajarme con gentileza.

Se pone a forzar la cerradura con su navaja antes de patearla hasta que la puerta se abre de golpe, se alza el polvo, una paloma aletea ruidosamente, haciéndome estremecer.

Revisando detrás de nosotros y luego por dentro, Masen entra al edificio apuntando con la pistola. El lugar es una enorme bodega de ladrillo rojo, hay ventanas enormes en la parte de enfrente, rotas y tapiadas la mayoría. Lo dejaron que se viniera abajo y se hiciera ruinas, montones de basura y escombros están regados sobre los pisos sucios llenos de polvo, hay maquinaria en desuso, barriles de aceite y tarimas tiradas por todas partes.

Cierra la puerta firmemente detrás de nosotros antes de avanzar más adentro del edificio. Caminar en la punta de mis dedos me ofrece un poco de alivio, pero no tanto como hundirme en un contenedor volteado, el cansancio se mete en mis huesos hasta hacerme sentir sin aliento e inquieta.

Sacando un celular desechable del bolsillo, Masen camina hacia una ventana tapada, agacha la cabeza y mira hacia ambos lados. Mi cara se encuentra con mis manos, me siento mareada, mi mente se pone difusa cuando él habla en susurros mientras intento entender qué acaba de pasar.

¿Por qué no estoy muerta?

Siento una mano en mi espalda que sube y baja por mi columna, pero mi cara se mantiene oculta hasta que él aparta gentilmente mis manos.

Antes de que pueda hablar, algo resuena, en alguna parte, hace eco.

Alzo la cabeza de golpe, el pánico baila en el fondo de mi estómago una vez más.

Llevándose otra vez el dedo a los labios, Masen me guía detrás de un tanque de gas viejo enjaulado para no estar a plena vista.

—Tienen que estar por aquí —dice una voz segundos después—. Hay sangre fresca en este escalón.

—Masen, ¡jodido cobarde! —grita alguien, la voz rebota de forma ruidosa por todas partes—. Te encontraremos a ti y a tu chica, y cuando lo hagamos te obligaré a verme mientras la destrozo, ¿sabes a qué me refiero? Le voy a enseñar como folla un hombre de verdad.

Me llevo la mano a la boca para detener el gimoteo que quiere escapar, Masen agarra mi mano con más fuerza.

Apenas me atrevo a respirar, a moverme, a respirar; la tensión es palpable en la quietud. Los escuchamos moverse por ahí, golpeando el metal, arrastrando algo a lo largo de la pared que traquetea de forma siniestra.

Masen revisa el cargador de la pistola, maldiciendo por lo bajo, y luego vuelve a revisar su celular.

—Necesito salir otra vez —susurra de forma cálida en las puntas heladas de mis orejas.

Avanzamos lentamente hacia otro cuarto bajando por un pequeño tramo de escalones en la parte frontal de la bodega, y apenas puedo distinguir un espacio abierto color gris de concreto entre nosotros y el lago de más allá, el agua refleja un cielo oscuro y enojado.

Masen apenas había abierto la puerta cuando el sonido de un movimiento directamente detrás de nosotros lo hace girarse frente a mí, tenso como un resorte, se lanza hacia enfrente en cuanto la figura aparece, sus puños golpean una y otra vez a un hombre que no reconozco. Él lo doblega fácilmente, está sobre él en pocos segundos, el elemento de sorpresa está de su lado, pero el otro hombre se está defendiendo, luchando debajo de él, consiguiendo atinar unos cuantos golpes de su parte.

Me aparto, temerosa, cuando otra figura aparece detrás de él.

—¡Masen! —Su nombre deja mis labios en un susurro aterrado.

Sin embargo, la atención del recién llegado no está en ellos, está centrada únicamente en mí.

Royce aparece avanzando hacia un parche de luz y con una sonrisa de depredador en la cara.

Y entonces lo entiendo.

Fue él quien dijo esas cosas.

Viene tras de mí, pero ya estoy luchando con la puerta, salgo corriendo hacia la luz del día a pesar de la agonía en mis pies.

Puedo escucharlo no tan lejos detrás de mí, mis pies golpetean el concreto mientras corro hacia los contenedores de embarques que no están tan lejos, zigzagueo entre ellos bajo las sombras, soy asaltada con recuerdos de James; de esa noche en que Masen le jodió la rótula.

Deteniéndome para recuperar el aliento recargada en la pared estriada de un contenedor azul que se está descascarando, camino lentamente a lo largo de este antes de correr entre una brecha, contenedor tras contenedor, intentando poner distancia entre él y yo.

—Crees que eres demasiado buena para mí, ¿eh, princesa? —dice Royce, su voz se escucha más cerca de lo que quiero, sus pies crujen sobre el suelo arenoso mientras me busca—. Te voy a enseñar lo que es bueno para ti mientras mi chico se encarga del tuyo allá.

Masen. Mi estómago se retuerce dolorosamente. Ese tirón por estar cerca de él ocasiona un dolor en mi pecho, quiero, necesito que esté bien.

Me asomo por la esquina, un mechón de cabello cuelga lánguidamente frente a mis ojos. Apartándolo, un destello de negro aparece en mi visión periférica del lado izquierdo, pero no soy lo suficientemente rápida para moverme, me veo arrastrada hacia atrás, mi grito es ahogado por una mano grande que se cierra sobre mi boca, otra mano se desliza por mi cintura, jalándome hacia un pecho que no está a la altura correcta, siento un vientre regordete detrás de mí.

—No grites, bonita. Vamos a divertirnos tú y yo, ¿eh?

Royce.

Mis manos rasguñan las suyas, mis codos sueltan golpes hacia atrás, mis gritos se ven ahogados por sus manos. Se ríe en mi oreja.

—Carajo, me encanta cuando las putas luchan. Es muy excitante.

La implicación me retuerce el estómago.

Ha hecho esto antes.

Quita su mano de mi boca y le estoy gritando "suéltame", "quítate", "detente" cuando siento el movimiento de la tela detrás de mí, el sonido de su zipper bajándose.

—¡Cállate! —gruñe en mi oreja.

Lucho desesperadamente porque no puedo dejar que esto pase. No puedo dejarlo. No quiero. No lo quiero a él. Su mano está en todas partes, jala mi vestido mientras le piso el pie, mis codos intentan golpearlo, me retuerzo en su agarre.

Quedándome sin opciones, me inclino hacia enfrente antes de estrellar mi cabeza contra la suya, fuertemente. En el momento en que conecta algo cruje, él me suelta con un agudo gruñido de dolor.

A pesar del mareo, de mi visión borrosa, salgo corriendo, huyendo. Arriesgando una rápida mirada hacia atrás, puedo verlo persiguiéndome con sangre saliéndole de la nariz.

Corro más rápido, aterrada, hasta que se me acaba el piso sólido, justo en la orilla donde empieza el agua oscura y turbulenta que hay abajo. Me detengo, el horror se arrastra sobre mí, comprendo mi error; estoy encerrada entre Royce y una vasta extensión de agua sin ningún lugar a donde ir.

Ninguno.

Estoy segura de escuchar a alguien gritar mi nombre en algún lugar a la distancia, pero la retorcida cara de Royce se está acercando, así que hago la única cosa que se me ocurre.

Salto.

Salto con la esperanza de que el agua no sea poco profunda, con la esperanza de recordar cómo nadar, con la esperanza de que las corrientes no sean muy fuertes.

Preferiría morir que tenerlo tocándome.

Contengo el aliento, el impacto del agua me sacude, se me escapa un jadeo cuando me encuentro con el agua congelada, antes de ser sumergida muy abajo.

Tardo un par de segundos, me retuerzo de un lado a otro, el agua me lastima los ojos, mis pulmones ya están gritando a pesar de que sé que todavía no puedo salir en busca de aire, en caso de que él esté esperando.

Creo escuchar leves voces de nuevo, pero no puedo estar segura. La necesidad de oxígeno se vuelve cada vez más y más urgente.

Contando otros veinte segundos de forma lenta, pateo hacia la luz, saliendo a la superficie e inhalando profundas bocanadas de aire a través de unos labios que saben a sal, floto en el agua mientras intento ubicarme.

Me he alejado a la deriva y afortunadamente no puedo ver a Royce desde donde estoy. Lo que puedo ver son unos peldaños de metal oxidado atornillados a la pared un poco más adelante. Mis dientes castañean, mi cuerpo está entumecido a causa del agua, mis brazos y piernas pesan con cada brazada mientras nado hasta que mi mano se cierne sobre un peldaño. Deteniéndome ahí, escucho con atención.

El agua golpea la pared, la ocasional gaviota cacarea, los sonidos industriales se escuchan a la distancia, pero aparte de eso hay un relativo silencio.

El miedo me tensa el estómago cuando pienso en Masen, espero en Dios que esté bien, se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en él estando herido o peor.

De repente, se escucha una serie de distintivos disparos hacer eco a través del agua. Mi mano libre vuela hacia mi boca.

Él no, él no, él no. ¡Él no! Canto en mi cabeza hasta que comprendo que lo estoy diciendo en voz alta. Cierro los ojos con fuerza, esperando.

—¡Bella! —grita una voz una vez, y luego otra.

Mi corazón se hunde porque no es la que quiero escuchar. No es Masen. Reconocería su voz.

Inhalo un tembloroso aliento.

—¡BELLA! —vuelve a gritar la misma voz, esta vez más cerca.

Estoy congelada. No quiero moverme, tengo miedo.

—¡BELLA!

Masen.

Su voz me llama frenéticamente.

—¿BELLA?

—Tenemos que irnos, hombre. —Es la voz de Ben, urgente.

—No sin ella —ruge Masen—. ¡BELLA! —grita de nuevo.

Me subo por los primeros peldaños, mis pies se resbalan en la mugre pegajosa que se ha pegado a los rieles inferiores, el agua chorrea por mis piernas, el cabello mojado se me pega a la cara y el cuello mientras subo. Cada peldaño es un esfuerzo.

—¡Aquí! —Quiero gritar, pero no puedo. No tengo la energía.

—Si Royce dijo la verdad, si ella entró al lago, hombre, las corrientes, las ola…

—¡Ahí!

Puedo escuchar el sonido de pies corriendo que avanzan hacia mí, unas manos cálidas me suben por el último peldaño hacia el suelo sólido, todo mi cuerpo se estremece violentamente.

—Mierda. Quítate la camisa —le dice Masen a Ben de prisa, desabrochándose su propia camisa, tiene sangre manchándole los nudillos y goteando de una ceja abierta—. Vas a tener que quitarte el vestido, estás jodidamente azul. Necesito calentarte. —Me mira mientras se quita la camisa.

Cuando sigo sin moverme, él lo hace por mí y me lo quita. Pasa su camisa a mi alrededor, la abrocha y después hace lo mismo con la de Ben. Sus manos suben y bajan por mis brazos y mis costados intentando crear calor mientras me jala hacia él, contra su pecho desnudo, y me acuna ahí. Está hablando, susurrando cosas, pero estoy demasiado helada para escucharlo, solo disfruto de la sensación de tenerlo abrazándome.

Registro vagamente que Ben ha desaparecido y Masen tiene un metal negro en una mano, a la espera, mientras que su otra mano no me suelta. Poco después un conocido BMW negro se acerca, el motor ruge mientras Ben nos grita que nos apuremos. Masen nos sube al asiento trasero, me empuja hacia el espacio de los pies mientras se estira para agarrar otra pistola que está en el asiento del pasajero.

Hay más conmoción ahora a nuestro alrededor. Descarga la pistola un par de veces antes de cerrar de golpe la puerta.

—¡Vamos, vamos, vamos! ¡Maneja carajo, Ben!

—¡Mierda! —murmura Ben, hundiéndose un poco en su asiento justo antes de que las balas lleguen volando al parabrisas. Me estremezco, meto la cabeza entre mis brazos, Masen se siente cálido sobre mí, cubriendo mi cuerpo con el suyo.

Ben pisa el acelerador justo cuando la ventana cruje y el cristal se destroza; las llantas rechinan. El carro se da la vuelta antes de bajar la velocidad y luego estamos avanzando, alejándonos a gran velocidad, con el aire impetuoso y estremecedor a través del cristal roto.

El motor se detiene justo cuando Masen se separa lentamente de mí y se baja del carro, se lleva consigo el sonido de vidrio tintineando sobre el piso, crujiendo bajo sus pies mientras avanza hacia el portón rojo descolorido de un enorme garaje.

El portón se alza, el carro avanza hacia enfrente en dirección a la oscuridad antes de que el portón baje de nuevo detrás de nosotros y los cerrojos se deslicen en su lugar.

Una fuerte luz amarilla se enciende, la puerta del carro se abre. Caen más cristales al piso cuando Masen me ayuda salir. Apartándome el cabello mojado de la cara, me revisa por todas partes.

—¿Está bien? —escucho a Ben preguntar sobre mi hombro, cierra la puerta del carro de golpe y más cristales se hacen añicos en el piso. Está ahí parado, medio desnudo, con aspecto incómodo.

—Estoy bien —digo con voz ronca, intentando concentrarme otra vez en Masen.

Sin embargo, no puedo enfocarme en su cara, el mundo da vueltas, mi cabeza está mareada, veo negro en las orillas.

Y luego ya no hay nada.