Capítulo XXIV


"¡Tenemos que salir de aquí!" Kaho escuchó a Kino gritar aun aferrándose a una de las cuerdas atadas al mástil del Shinsoki, su cabello turquesa pegado a su empapado rostro.

Kaho observó a su alrededor, los remolinos que seguían multiplicándose sobre el Gran Mar. Eran demasiados, aun cuando Yue había salvado a la embarcación, la tripulación y los pasajeros… Kaho vio la figura de Yue, el sudor que visiblemente cubría su rostro, nunca lo había visto tan agotado y estaba segura de que su poder estaba casi drenado.

A pesar de ello, su casi hermano los continuaba protegiendo y Kaho supo que en el momento en que otro tornado hiciera contacto con ellos el poder de Yue dejaría de ser suficiente.

Sus visiones se tornaron plagadas de oscuridad y por primera vez Kaho estuvo a punto de sucumbir a la desesperanza. Lo que quedaba de la cuidad de Akkar había sido completamente arrasado por aquellos demonios naturales y ante ellos, ante aquel desastre sabía que ninguno de ellos tendría la fuerza para sobrevivir… No podrían salir de ahí.

Los gritos aumentaron y con el Shinsoki vibrando bajo sus pies, Kaho vio el siguiente tornado aproximarse hacia ellos y ante aquello, en su mente sólo apareció una imagen. Ya no más una visión del futuro, en cambio su recuerdo más preciado. Kazan Mitsuki a bordo del Shinsoki al timón, Yue a su lado mientras escuchaba atento a las instrucciones de su padre, Yukito sentado en las escaleras bajo ellos con la nariz en un libro y en un lado de la cubierta… Touya Kinomoto extendiendo una mano hacia ella, con esa sonrisa que mostraba tan pocas veces.

Kaho enfocó su atención en el presente, la imagen contrastando ampliamente con aquella de su mente. Su tripulación, su amada tripulación sucumbiría ante el fin del mundo como lo conocían.

Kaho se acercó hasta Kino y colocó una mano sobre su hombro, rodeándola con su brazo. "No pude tener una mejor tripulación, ni una mejor mano derecha" susurró como despedida.

Kino, de estatura un poco más baja alzó la mirada hasta ver a su capitán y un gesto de asombro y temor invadió su rostro hasta que volteó su mirada ligeramente sobre el hombro de Kaho y algo brilló en sus ojos. "Lo sé" musitó, el volumen de su voz firme. "Espero unas buenas vacaciones cuando todo esto termine"

Kaho parpadeó no esperando el humor que tiñó las palabras de Kino.

"Me alegra que hayas confiado en Yue, que hayas confiado en aquel guardián… y sobre todo que hayas confiado en esa niña finalmente de otra forma seguro seríamos ceviche en unos minutos"

Kaho alzó una ceja en incredulidad y Kino señalo sobre su hombro.

Kaho volteó y no evitó la risa que brotó de su garganta mientras observó una ola de oscuridad pasar al Shinsoki de largo y estamparse contra aquellos remolinos deshaciéndolos a su paso.

La esfera de aire de Yue finalmente cedió y frente a ellos vieron un camino abierto en el Gran Mar delimitado por paredes gigantes de oscuridad.


Cuando Sakura aterrizó sobre la cubierta del Shinsoki le dio la bienvenida a aquella ola de alivio que la invadió al ver a Yue, sentado, agotado… pero vivo, así como Meiling, Kaho, la tripulación y aquellos niños que pudieron sacar de la destruida ciudad a tiempo.

Los ojos plateados de Yue se encontraron con los suyos de inmediato y como si únicamente hubiera estado esperándola, los párpados de su mejor amigo finalmente se cerraron. Sakura se apresuró hasta él habiendo soltado finalmente a Syaoran quien subió a prisa las escaleras de la cubierta hasta llegar al timón.

"Necesita descansar, agotó su magia intentando protegernos" explicó Meiling, su cabello era una maraña sobre su cabeza, sus ojos rubíes lucían a su vez exhaustos pero Sakura pudo vislumbrar aquella chispa de aprecio, por haber llegado a tiempo, por estar ahí.

Sakura se abalanzó, rodeándola con sus brazos en un abrazo fuerte y enterró su rostro en la curva entre el cuello y el hombro de Meiling. "Pensé que no llegaríamos a tiempo" susurró contra su piel y tras unos momentos sintió los brazos de ella rodearla a su vez.

"Afortunadamente llegaron justo a tiempo" dijo Meiling y Sakura finalmente se separó de ella mientras podía escuchar a Syaoran dar indicaciones a gritos.

El barco había comenzado a avanzar entre la pared de sombras que Sakura había lanzado, el escudo que los separaba de aquellos tornados, pero no de las olas furiosas del Gran Mar.

"Por un pelo" dijo una voz casi divertida y Sakura volteó hasta encontrarse con Kino y Kaho tras ella.

"Lo encontraste" dijo Kaho con certeza y Sakura asintió.

"Encontré mucho más que sólo a Spinnel Sun"

"¿Dónde está?" preguntó Meiling.

"Nos hemos separado, Clow y Spinnel se dirigen hacia la isla Adjhazi" explicó Sakura . "El balance está roto y lo único que aun lo mantenía eran Kerberos y mi …" Por un segundo Sakura miró a Kaho, a Kino y a Meiling quienes la observaban expectantes. No les había dicho a todos sobre su madre, pero era momento para dejar de ocultar las cosas, ocultar la verdad no servía de nada. "Mi madre" continuó. "Ellos eran los que continuaban brindando su poder para combatir la oscuridad del emperador"

"¿Quieres decir que el guardián y Nadeshiko están muertos?" preguntó Meiling con una nota de temor en su voz.

Sakura negó con la cabeza. "No, pero seguro necesitan recuperar su energía lo cual será en extremo difícil si incluso los rayos de Solaris han sido bloqueados"

"Un momento… quieres decir que tu madre… ¿qué relación tiene con el guardián de luz?" interrumpió Kino confundida.

"Tiene el poder de la luz también" fue Kaho la que respondió mirando a Sakura asombrada. "No sólo eres la hija de la oscuridad"

Sakura suspiró y se irguió. Hacía unos días probablemente se hubiera sentido avergonzada de esa afirmación, ser la hija de la oscuridad siempre había sido su peor vergüenza, su mayor temor… pero ya no más. Aceptarse a sí misma le había llevado tiempo, pero ahora que su visión se había tornado más clara que nunca no volvería a ser aquella persona, aquella que se castigó por tantos años por ser quien era. "Mis poderes provienen del guardián de la oscuridad, pero es verdad, también soy hija de la luz"

Kaho parpadeó y tras un instante sus labios se curvearon en una sonrisa ladeada. "Estás llena de sorpresas Sakura… y aun así creo que eso podría aclarar aún más cosas que no había entendido por años."

"¿A qué te refieres?"

"En mi vida, únicamente había conocido a una persona descendiente de la luz"

Sakura parpadeó. "¿Persona? ¿Dices que hay alguien más aparte de Kerberos y mi madre con el poder de la luz?"

Kaho asintió. "Me sorprende que aun no lo sepas"

"¿Me dirás quién es?"

La sonrisa de Kaho no desapareció, pero Sakura vio el brillo de algo que no pudo definir en su mirada. "No es mi lugar decirlo"

"Si hay alguien con el poder de la luz que pueda ayudar a combatir al emperador no es momento de ser delicados" espetó Meiling irritada.

"Meiling tiene razón" concordó Sakura. "Si hay alguien con ese poder que nos ayude a luchar podría ser la diferencia"

Kaho suspiró.

"Es Touya"


Tomoyo disparó la escopeta contra los demonios que habían descendido del cielo en vano, aquellas criaturas de sombras no se veían afectadas por ningún arma mortal.

Se había separado de Eriol, yendo con otros miembros de la resistencia a buscar refugio cuando los demonios los habían atacado.

Frustrada, arrojó el arma hacía un lado y sin esperar a que se acercaran se lanzó en una carrera entre las calles destruidas de Katuya. A su alrededor únicamente se escuchaban gritos ensordecedores.

Tomoyo nunca poseyó ningún tipo de magia, en sus venas únicamente corría sangre humana y a pesar de que siempre sintió curiosidad de aquellos que poseían aunque fuera una chispa de magia nunca los envidió, nunca deseo eso para ella. Excepto en aquel momento.

Siempre pensó que su inteligencia y su tenacidad compensaban cualquier debilidad mágica o física. No había sido el poder económico de su familia en Xalos, no había sido el hecho de ser hija de una de las mujeres más poderosas del continente lo que había hecho que consiguiera la posición que tenía en la Resistencia.

Mucho antes de que hubiera conocido a Eriol, su inteligencia y habilidad para leer a los demás la había hecho una pieza fundamental para que la Resistencia continuara luchando, Tomoyo se había encargado de conseguir patrocinadores que proporcionaran los fondos necesarios para mantener a los soldados, las casas , la comida, la ropa.

La mansión de los líderes de la resistencia la había proporcionado ella, inspirada por la familia Kinomoto. Fujitaka y Touya quienes se habían entregado en cuerpo y alma para combatir al emperador, para mantener la independencia del continente Rankuu del imperio. Si ellos luchaban, ella también lo haría, de la manera que podía.

Tomoyo vio a las criaturas negras de ojos blancos voltear su atención a la misma dirección donde ella corría así que giró abruptamente a la derecha, introduciéndose en un callejón. Con los nervios a flor de piel intento procesar lo que sus ojos le mostraban, estaba en lo que parecía una casa y a pesar de las paredes resquebrajadas, Tomoyo observó la puerta de lo que había sido el estacionamiento de la casa y no perdió tiempo para adentrarse en él.

En Rankuu muy pocas personas tenían acceso a automóviles. Únicamente los más adinerados y por lo mismo sabía que había sido sumamente afortunada por haber encontrado uno.

Tomoyo buscó las llaves sin prestar atención a sus manos temblorosas hasta encontrarlas a un lado de la palanca junto a la caja de velocidades.

Aliviada tomó asiento frente al volante y esperó. Sin saber si el automóvil arrancaría o no, sabía que sólo tendría una oportunidad así que tendría que hacerla contar.

A pesar de su corazón chocando contra su pecho, a pesar de la adrenalina que recorría su cuerpo Tomoyo se permitió pensar en Eriol.

Habían transcurrido tan solo un par de años cuando su camino se había cruzado con el del líder más joven de la resistencia. Y lo que había comenzado como un simple coqueteo se había transformado en más. Eriol la entrenó. La enseñó a usar armas para protegerse, la enseñó a entrenar a su cuerpo, sus músculos y el sentirse más fuerte físicamente la había hecho sentir empoderada, mucho más de lo que antes se había sentido. Eriol era una de las personas más instruidas y perspicaces que conocía y el hecho que siempre la tratara como una igual la había atraído de sobremanera.

Hasta hacía algunos meses, cuando le había pedido quedarse atrás. Tomoyo sabía que Eriol la quería, que quería protegerla, pero no pudo evitar aquel enfado, aquella indignación, el sentirse traicionada. Ella quería ayudar no quería quedarse atrás. Aun no lo había perdonado del todo, pero el querer estar cerca de él en aquellos tiempos de guerra era algo que no podía evitar.

Los gritos afuera cesaron y Tomoyo supo que no tardarían en aparecer. En el instante en que escuchó la puerta de metal doblarse, Tomoyo encendió el motor y prendió las luces, para su alivio el auto aun funcionaba y como esperaba, la luz cegó a aquellas criaturas oscuras quienes chillaron dándole espacio para acelerar y salir del estacionamiento.

El coche era pequeño y estaba diseñado más para llamar la atención que para ser veloz, aun así Tomoyo no apagó las luces del vehículo y aceleró, evadiendo el escombro de la ciudad. Tenía que llegar con Eriol, haría lo necesario para sobrevivir hasta entonces.


Los ojos de sus subordinados, abiertos de par en par al mirarlo, exasperaron a Touya quien aun así estaba aliviado de que nadie hubiera resultado herido por aquellas olas.

Sabía que todo estaba a punto de terminar y no pudo evitar pensar en su padre y en Sakura. La oscuridad se hacía más y más profunda en dirección de Salum. Y a pesar de que su deber era permanecer en Kanibara, de defender a la región del imperio, también sabía en sus huesos que tenía que llegar hasta Sakura. Ella necesitaría de su ayuda en lo que se avecinara.


"¿En cuánto tiempo llegaremos a Cantoi?" preguntó Sakura por encima del ruido de las olas.

Syaoran volteó a mirarla "Si el mástil resiste hasta entonces, dos semanas aproximadamente"

Sakura suspiró volteando a ver al mástil agrietado. No recordaba haber visto nunca el magnífico Shinsoki en un estado tan deplorable.

"El barco tiene demasiada carga" dijo Kaho acercándose hasta el timón que Syaoran había estado ayudando a maniobrar mientras la capitana se aseguraba de que todos los heridos estuvieran siendo tratados. Con un movimiento de su cabeza, Kaho ordenó silenciosamente que le cediera el lugar así que Syaoran dio un par de pasos a un lado, volteando a mirar el túnel negro que recorrían.

"Sería mucho más rápido si no hubiera tanta gente abordo" concordó Syaoran.

"No los podemos abandonar a su suerte" repuso Sakura.

"Aun así no estoy seguro de que llevarlos con nosotros sea lo más prudente"

Sakura pasó saliva.

"Él tiene razón… lo más rápido sería dejar a la mayoría en la costa del continente, pero no podemos saber el tipo de peligros que puedan encontrar"

Sakura observó la cubierta llena de aquellos sobre los que hablaban. Varios de los niños sucios y esqueléticos no podían tener más de ocho años. "Si paramos en Kanibara, ¿cuánto tiempo perderíamos?

"Si las olas y el viento están de nuestro lado probablemente lleguemos en cinco días, de ahí hasta Cantoi probablemente serían 7 días más si tenemos más velocidad" respondió Kaho.

"Eso únicamente nos daría dos días de ventaja… pero sería lo más seguro para ellos"

Kaho frunció los labios "Todo podría acabar antes, pero es lo mejor que podemos hacer. Si vuelas hasta allá probablemente seas más rápida"

"Pero llegaría cansada para enfrentarse al emperador. Aun a pesar de su poder, no podemos tomar ningún riesgo." Repuso Syaoran y enfocó su vista en Sakura "Clow fue muy explícito en ese sentido, necesitas concentrar tu poder para lo que se avecina."

Sakura miró sus ojos ámbar y la preocupación en ellos y asintió. "De acuerdo, Touya estará en Kanibara de cualquier forma"

"Sólo esperemos que el mundo permanezca en pie por doce días." Susurró Kaho.

Syaoran sólo tomó la mano de Sakura en la suya, dándole un apretón suave.


Eriol lanzó su magia formando una barrera de llamas azules entre las criaturas demoniacas y los soldados que quedaban vivos en Katuya. Sus pérdidas habían sido tremendas, menos de la mitad de la fuerza que había llevado con él para retomar Katuya había sobrevivido. Y lo único que impedía en aquel momento que soldados continuaran muriendo era su magia.

Pero Eriol sabía que su magia no duraría y en el instante en que se terminara, todos morirían.

Oprimiendo con fuerza la mandíbula, enfocó su energía para continuar reabasteciendo aquella barrera que ya había cedido por lo menos tres metros.

Eriol sabía que sería imposible sobrevivir a aquello y por lo menos esperaba que Tomoyo y los soldados que mandó con ella hubieran encontrado un refugio a tiempo.

Eriol sintió aquella presión en el pecho y la barrera mágica retrocedió un milímetro… No se permitiría pensar en lo que pudo haber salido mal, no se permitiría pensar en que tal vez Tomoyo…

El casi aullido de aquellos demonios tras sus llamas lo sacó de aquella línea de pensamiento.

Sólo le quedaba continuar peleando, morir peleando … y esperar por un milagro.

Esperar tener la posibilidad de ver a Tomoyo una vez más.


Tomoyo vio el reflejo azul de las llamas de Eriol a la distancia, lo único además de las luces del vehículo que aun conducía que iluminaba un poco de la ciudad en aquella oscuridad.

Tomoyo presionó más el acelerador aun a pesar de escuchar el quejido del motor por la velocidad. Su mente corriendo a mil por hora.

Si Eriol se encontraba utilizando su magia sin parar eso significaba que estaba acorralado, probablemente con más sobrevivientes de la Resistencia. Y eso quería decir que estaba utilizando su último recurso, en cuanto su energía menguara no tendrían oportunidad en contra de todos aquellos demonios. De los soldados que se encontraban con ellos en Katuya, únicamente Eriol poseía el don mágico en su sangre. Únicamente él tenía un arma para defenderse de aquellas sombras.

Tomoyo miró por el retrovisor, si había más demonios tras ella no los podía ver más, lo que implicaba que tenía un cincuenta por ciento de probabilidad de sobrevivir si tomaba el curso de acción formándose en su mente.

Pero tendría un cien por ciento de probabilidad de morir si continuaba aferrándose al auto. La luz y el motor morirían en cuanto el combustible se agotara.

Tomoro giró el volante bruscamente cuando llegó a la curva de la ciudad que conocía tan bien y sin apagar el motor o las luces, sin oprimir el pedal del freno, Tomoyo abrió la puerta del vehículo y saltó.

Su brazo izquierdo fue el primero en impactarse contra el suelo o los escombros o lo que sea que hubiera a su alrededor. Tomoyo intentó que su cuerpo permaneciera lo menos rígido que fuera posible mientras rodaba sobre el pavimento protegiendo su cabeza con sus brazos en el proceso.

Cuando su cuerpo se detuvo finalmente, le tomó algunos minutos recuperarse y tan pronto su mente comenzó a funcionar nuevamente un estruendo se escuchó más allá seguido de la explosión del auto que había manejado al estrellarse con algo. Ondas naranjas de fuego iluminaron el frente dejándola ver a su alrededor. Los demonios que en efecto la habían estado cazando se aturdieron por la luz por unos momentos, los cuales le permitieron a Tomoyo escabullirse por el callejón y llegar hasta una de las entradas hacia el bunker subterráneo.

Estaba segura de que su brazo izquierdo se había roto, o por lo menos fracturado. Una punzada de dolor la hizo estremecerse, pero Tomoyo corrió, lo más rápido que pudo a través del subterráneo, que aun era iluminado tenuemente con aquella luz verdosa.

Pudieron pasar minutos que le parecieron horas hasta que llegó finalmente a una de las entradas finales del bunker.

Sin pensarlo, Tomoyo activó el mecanismo y la pared comenzó a moverse. Tras cruzar hacia el compartimento vacío, se permitió un suspiro.

Una vez dentro, Tomoyo cerró aquella compuerta antes de abrir la segunda pared.

Tan pronto la piedra comenzó a moverse, a través de la ranura vio la luz filtrándose en el compartimento. Cuando por fin dio un paso adelante pasando el umbral casi cayó de rodillas al ver algunos rostros sucios, ensangrentados, deplorables… pero humanos.

"¡Tomoyo!" alguien gritó al mismo tiempo que se aproximaron a ella.

Tomoyo alzó la barbilla a tiempo para ver a Yamasaki frente a ella. Sintió sus ojos humedecerse, pero en vez de permitirse llorar, ante el alivio, ante el terror, pasó saliva aclarándose la garganta. "Necesito todos los espejos que encuentren, necesitamos ayudar a Eriol y los demás"

Yamasaki la miró sorprendido.

"¿Quiere que salgamos a donde están esas criaturas?" se escuchó a alguien murmurar y fue lo suficiente para que Yamasaki reaccionara.

"Nuestros camaradas necesitan ayuda, busquen espejos o cualquier superficie lisa de metal" ordenó Yamasaki con voz ronca.

Tomoyo asintió. "Necesitaremos un vehículo"

Yamasaki asintió, creo que se de un par que pueden servir.


Eriol vio los rostros de sus compañeros, aun a pesar de la suciedad se podía observar el miedo en sus expresiones. No los podía culpar.

La primera vez que había visto a los monstruos que había creado el emperador a lo lejos, no había podido evitar el escalofrío que recorrió su columna o la punzada de temor que había invadido su pecho.

Por meses había tenido pesadillas, por meses había esperado el día en que el emperador enviara a sus demonios, por meses se había dicho a si mismo que cuando llegara el día habría algo que pudieran hacer para defenderse. Pero milagrosamente únicamente los soldados humanos del imperio habían cruzado el Gran Mar.

Y ahora, ahora que finalmente cruzaron esas criaturas, aquel milagro que los protegió terminó y lo único que podría salvarlos serían un par de jóvenes con el poder de las sombras.

Pero Sakura y Syaoran no llegarían a tiempo para salvarlo a él y a los soldados a su lado. Su fuego mágico no duraría mucho tiempo más, tenían algunas horas a lo mucho.

Un estruendo se escuchó de pronto y Eriol cabizbajo, alzó el rostro finalmente. Varias explosiones lo siguieron, eran bombas.

Eriol escuchó el sonido de un motor a lo lejos mientras que todos a su lado permanecieron sin hacer el menor ruido.

El piso bajo ellos empezó a vibrar y Eriol se irguió expectante cuando de la nada un rayo de luz gigante iluminó el cielo y otros tres aparecieron iluminando un lado de donde se encontraban.

Los aullidos de los demonios antes más bajos crecieron en intensidad mientras que más explosiones se escucharon, pronto un olor acre y punzante se introdujo a su nariz casi haciéndolo vomitar.

Con lágrimas en los ojos Eriol hizo una abertura en la barrera mágica únicamente para ver un par de tanques imperiales aproximarse a toda velocidad. Cuando se encontraban más cerca la puerta en el techo se abrió y una figura salió.

Nunca se había alegrado más de ver a Yamasaki en su vida.

Tras dejar pasar a ambos tanques Eriol cerró nuevamente la barrera mientras Yamasaki saltaba del techo y los apresuraba para entrar a los tanques militares.

Y entonces salió otra figura, sosteniendo con su mano uno de sus brazos, los ojos de Tomoyo se encontraron inmediatamente con los de él y la ola de alivio y esperanza que lo invadió lo llenó tan profundamente que la barrera incrementó en altura.

Eriol fue a encontrarse con Tomoyo mientras ella corrió a abrazarlo. Tras sentir su cuerpo contra él, tras asegurarse de que no era un sueño, Eriol se apartó lo suficiente para ver su rostro y esos ojos amatistas que tanto amaba. "¿Cómo?"

Tomoyo sonrió. "La luz los hace vulnerables a las armas humanas"

Yamasaki se acercó. "¡Tomoyo es brillante!" exclamó con felicidad.

Eriol parpadeo sin comprender totalmente, pero asintió aun así.

"Utilizamos reflectores en superficies de metal para incrementar la intensidad de la luz, fue perfecto" continuó Yamasaki. "Una vez la luz hace contacto con las criaturas, su cuerpo de sombras se vuelve material y ¡bum! Las bombas los despedazan. Todo fue idea de Tomoyo"

Eriol volteó a verla maravillado y Tomoyo volvió a sonreír. "Yamasaki consiguió un transporte perfecto."

No pudo ni quiso evitar su impulso, Eriol jaló suavemente el rostro de Tomoyo y la besó.

Escuchó el carraspear de Yamasaki y un murmullo que sonó a un "me adelantaré" pero no le importó.

Tomoyo abrió los labios correspondiéndole. Cuando se separaron Eriol murmuró, "pensé que no te volvería a ver"

Ella pasó una mano por su mejilla suavemente. "Yo igual… Eriol… sobrevivamos a esto juntos"

Eriol asintió y la envolvió nuevamente con sus brazos.