Personajes de Naoko Takeuchi.
-¡Andrew!-dijo Darien detrás de mí.
Darien vestía una linda camisa rosada y pantalones ajustados. Sus ojos brillaban bajo la luz del sol y su sonrisa adornaba su rostro. Cuando lo vi no pude evitar sentirme aturdido, él lucía más guapo que nunca. Me le quedé viendo como estúpido y cuando él estuvo frente a mí colocó su mano sobre mi hombro.
-Darien… ¿qué haces aquí?
-Te estaba buscando… necesitaba verte.
-¿A mí?
-Así es… Andrew… hay algo importante que tengo que decirte.
-¿Sucede algo malo?-dije confundido.
Darien tomó mi rostro entre sus manos y acercó sus labios a los míos. Mi corazón comenzó a latir rápidamente y sentí cómo el sudor recorría mi espalda.
-Ya no puedo esconderlo más… te amo…
Darien besó mis labios con suavidad y sentí que mi cuerpo explotaría en cualquier momento.
Me desperté abruptamente mientras jadeaba con intensidad. La cabeza me dolía fuertemente y me sentía confundido, también un poco triste. No entendía por qué de pronto había soñado con Darien. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había tenido un sueño con él y de pronto ahora regresaban. No tenía ganas de ir a clases pero no tenía de otra, así que me levanté de la cama y me di un baño rápido. Trataría de olvidar lo que había pasado en la alberca y el sueño que acababa de tener.
Tenía todo el día pensando en lo que había pasado el día anterior, y por supuesto en el hecho de que Andrew me había bloqueado los mensajes. Seguía sin entender porque él de pronto me estaba alejando, no recordaba haberle hecho nada malo y eso me estaba volviendo loco. Revisaba nuestra conversación cada cinco minutos y él seguía sin desbloquearme.
Iba caminando junto a mi compañero Tomeo hacia nuestra siguiente clase cuando vi a Andrew del otro lado del pasillo. Inmediatamente me puse nervioso y pensé que quizá sería mi oportunidad de saludarlo y verificar por mi cuenta si las cosas entre nosotros estaban bien. Conforme nos íbamos acercando tenía la esperanza de que Andrew me mirara primero. Deseaba con todas mis fuerzas que así fuera. Quería poder ver sus ojos color oliva clavados en mí. Sin embargo, cuando Andrew pasó junto a mí me ignoró por completo. Me le quedé mirando con la esperanza de que nuestras miradas se encontraran y eso nunca sucedió. Sentí como si mi corazón se hubiera hecho añicos y quise desaparecer con todas mis fuerzas. ¿Había hecho algo mal? ¿Por qué Andrew se comportaba así?
-Tomeo.-dije una vez que caminamos algunos metros más.- ¿Sabes por qué razones alguien llegaría a bloquearte de los mensajes?
-No estoy muy seguro.-respondió.- Pero seguramente para que alguien esté tan molesto debe haber una buena razón, ¿hiciste algo malo?
-No…
-Tal vez lo hiciste sin darte cuenta, ¿por qué no le preguntas a esa persona?
-Puede ser.-dije agachando la mirada.
La verdad era que no había hecho nada malo, de eso estaba seguro, pero tenía que hablar con Andrew tarde o temprano.
Todo el día estuve sintiéndome mal. La cabeza no dejaba de dolerme y me sentía sumamente molesto. Por esa razón casi no había hablado con nadie en todo el día. Me había encontrado a Itadori en uno de los pasillos y lo había ignorado, pero pude darme cuenta de que él estaba sorprendido, lo cual me hizo enojar aún más. No quería volver a pasar una mala noche, así que decidí irme por unos tragos cuando terminé todos mis deberes. Preferí ir solo porque con el humor que tenía no era buena idea convivir con otras personas.
Cuando llegué al lugar, estaba completamente lleno, pero encontré un espacio vacío en la barra. Inmediatamente ordené unos tragos y comencé a tomar sin control alguno. Muchos chicos se me acercaron durante toda la noche pero los rechacé a todos. No me interesaba lidiar con nadie en ese momento porque ni siquiera quería lidiar conmigo mismo. Todavía no lograba descifrar qué era lo que me hacía sentir tan mal. Tal vez era el hecho de que me sentía increíblemente solo, o tal vez era el hecho de que me sentía un poco traicionado por Itadori. No lo entendía del todo, pero solo quería olvidarme de la situación.
Las horas transcurrieron lentamente y yo seguía emborrachándome. No pensaba regresar a casa sin ahogarme en alcohol. Conforme el tiempo iba pasando, más pensaba en Darien y en Itadori. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ellos? Sobre todo no dejaba de pensar en mis sentimientos por Darien. Si no le decía cómo me sentía, no podría seguir adelante con mi vida ni conocer a nadie más, o al menos eso fue lo que pasó por mi cabeza en ese momento. Tomé mi teléfono celular de mi bolsillo y busqué el número de Darien con torpeza. Apenas y podía ver lo que estaba sucediendo, pero necesitaba hablarle y decirle lo que sentía cuanto antes.
La línea timbró un par de veces y luego escuché que alguien contestaba del otro lado.
-Darien…-dije apresuradamente.- No hables, por favor. Solo escúchame.
Silencio.
-La verdad es que soy un idiota. Creía que ya te había superado, pero… ayer soñé contigo después de mucho tiempo… y me di cuenta de que me sigues gustando… tú eres tan distintos a los otros chicos… eres prácticamente perfecto…
-¿Dónde estás?-escuché que decía del otro lado.
-En donde siempre…
Era evidente que Andrew se había equivocado de número. Me había llamado Darien y yo no tenía idea de quién era ese tipo. Me molestó muchísimo escuchar que Andrew se le declarar a otro tipo y ni siquiera estaba seguro de por qué. Él había dicho que estaba donde siempre y asumó que se encontraba en su bar favorito. Era obvio que estaba demasiado borracho y salí inmediatamente del campus a buscarlo. No podía permitir que regresara así por sí mismo. Me apresuré todo lo que pude para llegar hasta el bar. Corrí tan rápido que me caí un par de veces, pero no me importaba con tal de encontrar a Andrew antes de que hiciera una tontería.
Cuando llegué al bar, encontré a Andrew saliendo por la puerta principal y me acerqué a él rápidamente. Él me miró sorprendido y luego hizo una expresión de molestia.
-¿Qué haces aquí?-dijo él molesto.
-¿Por qué has estado bebiendo?
-Eso no te importa.-respondió intentando alejarse.
-¿A dónde vas?-dije deteniéndolo del brazo.
-¡Déjame! No te importa…
Andrew estuvo a punto de tropezarse pero lo tomé fuertemente de la cintura para evitarlo.
-¡Suéltame!-gritó.- Eres un hipócrita. ¿En serio te gusta jugar así con la gente? ¡Vete al carajo!
-¿De qué hablas?-dije deteniéndolo nuevamente.
-¡No te hagas el que no sabe! De verdad te detesto, ¿creíste que no me iba a enterar? Te escuché a ti y a tus amiguitos de clase hablando sobre cómo iban a joderme la vida. Yo solo quería portarme bien contigo… quizá ser tu amigo… pero eres un idiota.
Andrew me gritaba todas esas cosas sin sentido y yo no entendía qué era lo que estaba pasando, pero asumí que los chicos de mi clase habían hecho algo para molestarlo y ahora él pensaba que yo estaba involucrado. No podía evitarlo más. Tomé su rostro entre mis manos y sin siquiera pensarlo lo besé. Coloqué mis labios sobre los de él y me dejé llevar por el momento. Los labios de Andrew comenzaron a moverse al ritmo de los míos y por un momento nos olvidamos de todo. Mi corazón latía con fuerza y cuando quise tomarlo entre mis brazos sentí cómo me empujaba con fuerza para alejarme.
-¿Qué demonios tratas de hacer?-dijo molesto.- ¿Esto es parte de tu jueguito?
-¡No!-respondí.- No sé lo que escuchaste o lo que te dijeron… pero yo nunca te engañaría así… yo solo…
-¿No querrás decirme ahora que te gusto?-dijo con tono burlón.- Eres increíble.
-No lo sé… no sé qué es lo que estoy sintiendo…
-Solo te sientes así porque he sido demasiado amable contigo.-dijo él riéndose.- ¡Yo soy amable con todos! ¿Creíste que estaba interesado en ti?
-Regresemos a la universidad.-dije cambiando de tema.
-¡No! Yo iré solo.-dijo intentando irse.
Lo tomé de la cintura y lo cargué con toda la fuerza que tenía. Andrew comenzó a patalear y de pronto hizo un gesto como de querer vomitar, por lo cual lo bajé y en cuanto pisó el suelo sacó todo lo que tenía adentro.
-Espera aquí.-dije corriendo a la tienda más cercana.
Compré una botella de agua y corrí de regreso con Andrew. Él seguía en el suelo mareado y lo obligué a beber la suficiente agua. Él parecía estar más calmado y sin querer le acaricié el rostro.
-Ven conmigo.-dije en voz baja.
-Bien…-dijo él cabizbajo.- Iré contigo…
Tomamos el primer taxi que pasó y en cuanto Andrew se subió, se quedó dormido. No dejaba de pensar en todo lo que me había dicho y me hacía sentir enojado el hecho de que pensara así de mí. También me hacía enfurecer saber que los chicos idiotas de mis clases lo habían lastimado de esa manera y por supuesto que me encargaría de ellos. Una vez que llegamos al campus, lo ayudé a bajar del taxi y lo llevé como pude hasta su dormitorio. No me sabía su clave pero intenté hablar con él hasta que me la dijo. Lo acomodé en su cama y una vez que me aseguré de que ya estaba dormido, lo dejé solo y regresé a mi propio dormitorio.
No podía creer que había tomado esta decisión. Todavía estaba a tiempo de arrepentirme, pero no podía hacerlo. Me había prometido a mí mismo que haría todo lo posible por recompensar a Midori y ayudarla a salir adelante. Ella se merecía toda mi ayuda y mucho más. Aún así no podía evitar sentirme terrible por lo que estaba a punto de hacer. Me sentía sumamente extraño de entrar a aquel enorme edificio y aunque nadie me prestaba atención me sentía totalmente fuera de lugar.
Dentro del edificio había mucha gente entrando y saliendo. Todos lucían trajes y llevaban cargando portafolios. Algunos hablaban por teléfono y otros platicaban entre ellos. Me acerqué lentamente a la recepción y la señorita del otro lado del mostrador me sonrió.
-¿En qué te puedo ayudar?-dijo ella amablemente.
-Yo… eh… me gustaría ver al señor Chiba.
Ella me miró sorprendida y luego esbozó una sonrisa en tono burlón.
-¿Al señor Chiba?-repitió.- Yo… no creo que eso sea posible, cariño.
-De verdad necesito verlo.-insistí.
-No puedes verlo a menos que tengas una cita importante y… lo siento, pero… no pareces la clase de persona con la que el señor Chiba suela convivir.
-Por favor.-dije sin dejar de mirarla.
-Escucha, cariño.-dijo ella.- Será mejor que te vayas y… mira, puedes dejarme tu nombre y veré qué puedo hacer, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre completo?
-Darien.-respondí.- Darien Chiba…
Mientras ella anotaba se detuvo por un instante y luego me volteó a ver sorprendida.
-¿Chiba…?-preguntó.
-Sí…
-Y… ¿cuál es exactamente tu relación con el señor Chiba?
-Es mi padre.-dije sin más.
Ella dejó de escribir y luego miró a su compañera de junto. Ambas parecían sorprendidas y luego cuchichearon entre ella durante un buen rato.
-Joven Chiba.-dijo ella nuevamente mirándome.- ¿Puedes esperar aquí un par de minutos? Tengo que hacer una llamada.
Ella desapareció durante varios largos minutos y cuando regresó, dos hombres venían con ella.
-Joven.-dijo la señorita sonriendo.- Estos hombres lo van a acompañar.
Los hombres se pusieron uno a cada lado de mí y me indicaron que caminara hacia los elevadores. En lugar de entrar al elevador que usaban todos los demás, caminamos hasta el elevador del fondo en el que ni subía nadie. Uno de los hombres sacó una tarjeta y la pasó por el lector. El elevador tardó unos minutos en abrirse y los tres entramos. Ellos no me miraban ni me dirigían la palabra, el silencio inundaba el pequeño espacio en el que nos encontrábamos y hasta ese momento me di cuenta de que estaba sumamente nervioso.
Subimos un aproximado de treinta pisos y el elevador se detuvo en el último piso. Las puertas se abrieron lentamente y me di cuenta de que ese último piso era la oficina de mi padre. Pude verlo de inmediato sentado detrás de su escritorio mientras charlaba con un hombre que iba vestido igual que los hombres que me acompañaban. Me di cuenta de que estaba sudando de pies a cabeza y los hombres me dieron indicaciones para que siguiera caminando.
Mi padre levantó la vista y cuando nuestras miradas se encontraron tragué saliva. Él les hizo algunas señas a los hombres y luego desaparecieron por ese mismo elevador.
-Siéntate.-dijo él señalando la silla.
Le hice caso y me senté frente a él. Mis manos temblaban e intenté lucir normal.
-La verdad es que estoy muy sorprendido con tu visita.-dijo rompiendo el silencio.- Nunca en mis 60 años de vida creí que vendrías por tu propio pie a visitarme.
No me atrevía a abrir la boca.
-Me imagino que debes de tener una muy buena razón para estar aquí. ¿Quieres contarme?
Aunque quise hablar, las palabras no salían de mi boca.
-Darien…-dijo él sonriendo.- ¿Necesitas dinero?
-Yo… yo… la verdad es…
-Puedes hablar con confianza.
-Escucha…-logré decir.- El dinero… el dinero no es para mí.
-¿Entonces?
-Yo… tengo una amiga que tiene un hermano muy enfermo… él tiene leucemia… y necesita un tratamiento. Yo… quisiera… no, yo necesito ayudarla.
Él sonrió y luego encendió un cigarrillo.
-Esa chica debe de ser muy importante para ti para que hayas dejado tu orgullo de lado y vengas a pedir mi ayuda.
-Lo es.-dije mirándolo por primera vez.- Ella de verdad ama a su hermanito… y lamentablemente no puede ayudarlo por su cuenta.
Mi padre fumó un rato en silencio sin dejar de mirarme.
-Bien.-dijo una vez que su cigarrillo se terminó.- Lo haré… pero con una condición.
-Haré lo que sea.-respondí.
-Te daré el dinero que necesites con la única condición de que también aceptes la cuenta de banco que abrí para ti. Yo me encargaré de ese chico que necesita nuestra ayuda.
Lo miré confundido y apreté los puños. Sabía que si no aceptaba, mi padre no haría nada. Tragué saliva y cerré los ojos durante un largo rato. Cuando los volví a abrir, él seguía mirándome fijamente.
-De acuerdo.-logré decir.- Lo haré.
Me puse de pie y le di las gracias. Él se puso de pie también y cuando estuve a punto de darle la espalda, escuché que decía mi nombre.
-Darien, come conmigo hoy, por favor.
-Yo… tengo que regresar a la universidad.-respondí.
-Bien. Será en otra ocasión.-dijo sonriendo.
Él llamó a sus hombres y nuevamente regresaron por mí. Me pidieron que los siguiera hasta el estacionamiento y luego me di cuenta de que pretendían llevarme en una de las camionetas que estaban estacionadas.
-Yo puedo irme en metro y…
-Por favor.-dijo uno de ellos.- Su padre insistió y si se entera de que lo dejamos ir así, nos irá mal.
Les hice caso y me llevaron todo el camino de regreso hasta la universidad. Todavía no podía creer lo que acababa de hacer, pero ya no había vuelta atrás y realmente deseaba ayudar a Midori. No descansaría hasta verla feliz. La verdad era que toda esta idea me parecía terrible, pero tampoco podía ignorar el hecho de que yo tenía en mis manos la solución a muchos problemas ajenos a mí si así lo quería. Nunca antes había sentido la necesidad y las ganas de todo ese dinero que tenía mi padre, pero la salud de ese pequeño niño que Midori amaba tanto era mucho más importante que mi orgullo y mi pasado. Sobre todo no podía dejar pasar el hecho de que Midori había sacrificado algo tan importante como su hermano por mis estudios. Si ella no había dudado ni un segundo en ayudarme a seguir adelante, yo haría exactamente lo mismo.
Midori me impresionaba cada día más. Era una mujer que apenas podía creer que existiera. Me impresionaba la forma en que tomaba decisiones sin siquiera dudarlo, tan segura de sí misma y tan llena de amor hacia los demás. Me conmovía mucho saber que ella existía en el mismo mundo que yo y no podía dejarla sola con todo esto. Sabía muy bien que el pequeño Taku era lo que ella más amaba y si el dinero de mi padre servía para eso, no me importaba hacer lo que tuviera que hacer.
Todo el día me había estado sintiendo terrible. La resaca se había apoderado de mi cuerpo pero sobre todo la cruda moral me perseguía. Me había puesto tan borracho la noche anterior que solo había hecho tonterías. Lo único que me reconfortaba era el hecho de que no había sido Darien quien respondiera mi llamada, sino Itadori. La verdad era que estaba increíblemente avergonzado por mi comportamiento. Itadori me había escuchado decir todas esas cosas que eran para Darien, además había ido a buscarme al bar y me había traído de regreso al dormitorio. Pero eso no era lo que más me avergonzaba sino el hecho de que él me había besado, pero, ¿por qué? ¿Eso era parte de su juego? Me sentía más confundido que nunca.
Él había dicho que no sabía de lo que estaba hablando, pero no estaba seguro de poder creerle. Mientras caminaba en dirección a la cafetería para buscar algo de comer, vi a lo lejos a los chicos de primer ingreso. Ellos lucían cabizbajos y conforme nos fuimos acercando más, pude darme cuenta de que tenían varios golpes en el rostro. Esto me sorprendió mucho, pero no me preocupó. Quien fuera que los hubiera golpeado, había hecho bien, pues ellos se lo merecían. Tan pronto como me miraron me di cuenta de que se dirigían hacia mí, aunque no entendía para qué me querían.
-Andrew…-dijo uno de ellos algo avergonzado.- Nosotros… te estábamos buscando.
-¿Qué es lo que quieren?-dije cruzándome de brazos.
-Nosotros… queremos pedirte una disculpa.
-¿Qué?
-Así es…-dijo el otro.- Por favor, ¡perdónanos! La verdad es que fue una tontería… no volveremos a molestarte.
-¿De qué están hablando?-dije aún sabiendo perfectamente a qué se referían.
-Estuvo mal de nuestra parte querer engañarte, pero no lo mereces… y por eso te pedimos una disculpa.
Observé a ambos y me di cuenta de que estaban siendo sinceros. Los dos se veían realmente arrepentidos y sonreí instintivamente, aunque no entendía por qué de pronto venían a mí como perros arrepentidos.
-Está bien.-respondí.- Los perdono, pero por favor, no vuelvan a hacer algo como eso. Conmigo ni con nadie.
-Así será.-respondieron.- ¡Hasta luego!
Los chicos se alejaron rápidamente y volví a quedarme solo. Continué mi camino hasta la cafetería y cuando entré, noté que había bastante gente ese día. Me formé en la fila para esperar mi turno y mientras divagaba en mis propios pensamientos, hubo algo que llamó mi atención. Pude ver a Itadori sentado solo en una de las mesas mientras comía. Mi corazón se aceleró con rapidez y me puse nervioso. Sabía que tenía que darle las gracias por lo que había hecho, pero seguía estando avergonzado. Compré mi comida, tragué saliva y caminé hasta él. Itadori llevaba una gorra en la cabeza y apenas podía ver su rostro. Me senté frente a él sin pedirle permiso y él no levantó la vista, era como si estuviera escondiendo su rostro.
-Gracias.-dije rompiendo el silencio.- Por lo de anoche… por llevarme de regreso a mi dormitorio.
Él no respondió.
-Yo… realmente creí que tú tenías algo que ver con esos chicos. Los escuché en el baño y como saliste detrás de ellos, asumí que estabas de acuerdo...Me equivoqué.
-Está bien.-dijo él.
-Estaba muy borracho anoche…-seguí diciendo.- ¿Dije algo malo?
-Sí.
-¿Qué?-insistí.
-Dijiste que solo eras amable conmigo porque tenías que serlo y que así eras con todos los demás. Dijiste que no tenías interés en mí, también pataleaste y me golpeaste un poco.
-¿Yo?-dije sorprendido.- Pero…
Itadori por fin levantó la vista y pude ver su rostro claramente. Me di cuenta de inmediato que al igual que los otros chicos también tenía golpes en el rostro.
-Oye… yo… no te hice esos golpes, ¿o sí? No pude haber sido yo.
Toqué su rostro instintivamente y todo encajó en mi cabeza.
-Un momento… ¿fuiste tú?-pregunté.- ¿Tú golpeaste a esos chicos?
-Sí.-respondió sin dudar.
-¿Y también les pediste que se disculparan conmigo?
-Sí.
Me quedé en silencio durante un momento y quité mi mano de su mejilla.
-No tuviste que hacerlo…-dije aún más avergonzado.-Pude haberles dicho algo y…
-Yo quería hacerlo.-me interrumpió.- Quería ayudarte.
-Gracias.-dije seriamente.- Y… lo siento mucho… por todo.
-Ya no importa.-dijo él revolviendo mi cabello cariñosamente.
De pronto me sentí abrumado.
-¡No puede ser!-dije en voz alta.- Por lo menos grítame o dime algo… enójate conmigo también.
-Estoy enojado.-dijo esbozando una ligera sonrisa.
Nuestras miradas se encontraron durante algunos instantes y me sonrojé.
-Anoche tú…-dije recordando el beso.
-¿Qué?
-Olvídalo.-dije confundido.
-Desbloquéame.-dijo él de pronto.- De los mensajes…
-Ah… ya…-dije avergonzado.- Lo haré ahora mismo.
Vi cómo se sonrojaba y agachaba la mirada.
-¿Estás bien?-pregunté.- Podemos ir a que revisen tus golpes y…
-No es nada grave.
-Bien…-sonreí.
Itadori era como un misterio para mí y no lograba entenderlo, tampoco lograba descifrar qué era lo que estaba pensando.
-Señor.-dijo mi asistente personal.- Aquí está toda la información que me pidió.
Él me entregó un folder lleno de información y lo hojee unos momentos.
-¿Y bien?
-Su nombre es Midori Yamamoto. La verdad es que no es nadie de quién preocuparse. Es una chica bastante… humilde.-dijo él aclarándose la garganta.- Viene de un pequeño pueblo en la prefectura de Niigata llamado Kariwa. Su familia se dedica al campo, tiene una madre, un padre y a su hermano menor. No tienen nada de dinero, apenas y pueden sobrevivir con lo que les da el campo. Por lo que pude averiguar, la chica les envía todo el dinero que junta. Tiene dos trabajos y asiste a la universidad con beca… El chico tiene 10 años y fue diagnosticado con leucemia hace tres años. Ha logrado sobrevivir hasta ahora, pero nunca ha sido tratado apropiadamente.
-Ya veo.-respondí con seriedad.
-También averigüé otra cosa.-siguió diciendo.- El joven Darien estuvo endeudado hace poco con la universidad. A pesar de que tiene un cierto porcentaje de beca, no logró cubrir el resto del saldo, y estuvieron a punto de darle de baja.
-¿Y qué pasó?
-Esa chica… Midori… ella pagó la deuda del joven Darien. Al parecer tenía algo de dinero ahorrado para el tratamiento de su hermano y terminó utilizándolo para ayudar a su hijo.
-¿De verdad?-dije sorprendido.- Pero… ¿por qué? Entonces fue por eso que Darien decidió venir… él quiere regresarle el favor a esa chica, pero… siento que hay algo más. Darien no hubiera venido solo porque sí. No solo es porque quiere regresarle el favor, sino porque de verdad le importa esa chica. Y es obvio que a esa chica le importa Darien, de no ser así no habría sacrificado el dinero de su hermano para pagar la deuda de Darien…
-Lo mismo pienso.
-Por favor, arregla todo para que el mejor oncólogo revise a ese niño. Arregla la cita, trae a los padres de esa chica y al niño. Paga todo lo necesario, los tratamientos necesarios, en el mejor hospital. Lo que sea que necesiten. Una vez que lo hagas busca a Darien y a la chica, y también le entregas a mi hijo todo lo relacionado a su cuenta de banco. Y hazme otro favor.-continué.- Quiero que alguien me mantenga al tanto de esos dos.
