Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


Capítulo Veinticuatro

AGOSTO

—Hizo un trabajo maravilloso en estos estantes, ¿no? —comentó Esme, su voz cálida y su rostro suave mientras ella y Bella clasificaban los libros de Bella y los colocaban en los estantes que ella y Edward (pero sobre todo Edward) pusieron para ella.

Eran de un marrón intenso y rico, la madera era algo que Edward insistió en comprar y, aunque ella protestó al principio, vio lo mucho que él quería hacerlo por ella y cedió.

Los estantes se alineaban de arriba abajo en lo que solía ser el dormitorio de su padre, dándole la biblioteca que siempre quiso.

—Lo hizo —respondió Bella con una amplia sonrisa, una que usaba regularmente hoy en día—. También puso el de la sala, a ambos lados de la chimenea.

Cumplió su promesa de ayudarla con la casa, compensando las semanas que no estuvo en contacto. Había pasado semanas con sus hermanos, arreglando cosas que Bella ni siquiera sabía que necesitaban ser arregladas. Reemplazaron la vieja y nunca usada chimenea por una de gas que parecía un fuego de leña y probablemente tenía un precio que la haría estremecerse, pero cuando su padre la vio, asintió con la cabeza a Edward, y Bella estuvo tan complacida que no se molestó en discutir con él sobre el precio.

Y cuando llegó a casa la semana anterior después de desayunar en la cafetería con su padre, echó un vistazo a los tres vampiros masculinos haciendo quién sabe qué en el baño que no se veía como estaba cuando ella se fue esa mañana, respiró hondo antes de mirar a Edward y declarar:

Voy a ver una película en Port Angeles, tal vez dos.

Ya estará listo para cuando regreses, pero tendrás que ducharte en la casa de la familia esta noche —indicó Edward, su rostro de disculpa y más que un poco tímido de alguna manera hizo que algo de frustración dentro de ella se disipara.

No más después de esto, Edward —le dijo y él debió haber entendido la autoridad en su tono porque asintió, moviéndose hacia ella para dejarle un suave beso en su boca.

No más después de esto —prometió.

Más tarde ese día, cuando recién se duchó y se vistió con un vestido suelto de flores que le llegaba a los pies descalzos, se paró en el dormitorio de Edward.

Se sentó detrás de ella, reclinado en el sofá de cuero negro mirándola cálidamente sobre su computadora portátil mientras ella acariciaba con los dedos el lomo de sus CD y libros, mordiéndose el labio cuando alcanzó sus copias de Cumbres Borrascosas y Persuasión. Libros que ella sabía que él poseía simplemente porque sabía lo mucho que significaban para ella.

Te amo, Edward —susurró ella con reverencia sin volverse para mirarlo. Estuvo detrás de ella un segundo después, apartando su cabello de su hombro y dejando un suave beso en el lugar donde su hombro se encontraba con su cuello.

Yo también te amo —le respondió en un susurro.

Esme la sacó de sus recuerdos cuando habló.

—No parece que tus libros vayan a llenar siquiera dos tercios de estos estantes, mucho menos los de la sala.

—Lo sé —confesó Bella con una sonrisa tímida, una que inmediatamente delató su plan.

—Oh, Bella, ¿cuándo? —preguntó Esme, con los ojos brillantes de felicidad. Ella, Alice y Carlisle eran sus partidarios más expresivos.

—Voy a preguntarle esta noche —explicó sonriendo. Él estaba en Port Angeles por el día, después de haber tomado un raro día libre para dar chequeos médicos gratuitos en su biblioteca local con algunos miembros del personal de los Hospitales de Forks y Port Angeles—. Este verano ha sido el mejor momento que he tenido y cuando regrese la escuela, no quiero limitar el tiempo que podríamos pasar juntos.

Esme le sonrió antes de envolverla en un abrazo claramente maternal. Cuando se separaron, ambas estaban sonriendo.

—Estoy tan feliz de que te haya encontrado, Bella. Nunca antes fue tan feliz —confesó la vampira, su voz cálida por la emoción.

—Yo tampoco.


—¿Bella? —llamó Edward mientras se abría paso a través de la puerta principal. Podía escuchar que ella estaba en la ahora biblioteca, pero le gustaba la normalidad de llamarla cuando entraba a su casa.

—¡Aquí arriba! —gritó y él sonrió mientras subía las escaleras, solo un poquito más rápido que un humano.

—Hola —suspiró mientras sus ojos se clavaban en los de ella, observando sus mejillas enrojecidas y su cabello desordenado no con poca adoración. Hermosa, pensó, como todos los días.

—Hola —respondió ella, acercándose a él. Su piel se tocó cuando su mano se encontró con la suya y él sonrió cuando la paz lo invadió, la calma recorriendo cada célula de su ser.

Le sonrió antes de tocar su boca con la de ella. Por lo general, cuando llevaban separados más de unas pocas horas, los besos no eran tan castos, pero él quería hablar con ella. Se apartó y abrió la boca para hacerlo cuando otro pensamiento se lo llevó.

—¿Estos son todos tus libros? —preguntó, sus ojos contemplando todo el espacio aún desocupado. Ella le dijo que necesitaría todo el espacio y él sabía que Esme había venido a ayudarla hoy, así que esperaba que todos los estantes estuvieran llenos.

—Sí —respondió con una amplia sonrisa. Él frunció el ceño.

—Ni siquiera llenan la mitad de la habitación —señaló, el espacio libre lo molestaba. Quería que ella tuviera una habitación llena de libros y sillas cómodas. Se preguntó si aceptaría una tarjeta de regalo ridículamente cara para Amazon.

—Lo sé, es perfecto —agregó ella y él movió su mirada hacia la de ella, asimilando su expresión feliz.

—¿Para qué? —preguntó, confundido. No por primera vez deseaba poder leer su mente.

—¡Para tus libros! —anunció—. Esme y yo lo resolvimos y casi todo encajará aquí, pero tus CD pueden ir a la sala de estar.

Oh, pensó.

Y una pequeña fracción de segundo después, OH.

—Quieres que me mude contigo —dijo, su rostro se iluminó, la esperanza fluía por sus venas.

—Quiero que te mudes conmigo —confirmó, todavía sonriendo—. El espacio del armario no es muy grande, pero estoy segura de que si dejo que Alice lo haga, hará suficiente espacio…

Fue interrumpida cuando él la levantó en sus brazos, sus piernas se envolvieron automáticamente alrededor de su cintura y soltó un suspiro de felicidad mientras él presionaba su espalda suavemente en los estantes vacíos.

—¿Quieres que viva contigo? —inquirió, necesitando escucharlo una vez más.

—Te quiero conmigo todo el tiempo —sentenció.

Él sonrió entonces, inclinándose para capturar su boca con la suya.

No sería hasta más tarde que reuniría suficiente coherencia para decirle lo que había querido cuando entró por primera vez en su casa.

—¿Bella? —llamó, desviando su atención del vestido que estaba abrochándose.

—¿Sí? —murmuró ella, su voz suave y sus ojos ardientes mientras observaba su estado de desnudez. Fue una mirada que casi le hizo perder el hilo de sus pensamientos una vez más.

—Dejé mi trabajo hoy.