Epílogo.
25. Eijiro, Izuku, Katsuki
Hope when you take that jump
You don't fear the fall
Hope when the water rises
You built a wall
Hope when the crowd screams out
It's screaming your name
Hope if everybody runs
You choose to stay
I Lived, One Republic
10 años después.
Lo despierta una patada involuntaria de Katsuki que también siente en su propia piel, que se remueve en la cama sin poder dormir en paz. Le ocurre cada que Izuku tiene que patrullar de noche o está lejos en alguna misión. Su versión adolescente encontraba incómodo dormir de a tres en camas individuales —razón por la que Eijiro pasó de dormir con Katsuki a turnarse entre él e Izuku, cuando por fin los dos llegaron a ese punto de su relación; al final terminaron comprando un futón para no tener que decidir quién dormiría solo esa noche; y ahora bueno, tienen la King y no hay necesidad de que nadie duerma solo—, pero ahora no puede dormir si Izuku o Eijiro no están en la misma cama. Y a menudo roba el lugar de en medio, donde cualquiera de los dos lo puede abrazar y él puede abrazar a cualquiera de los dos. Maldito egocéntrico. Aunque Eijiro lo piensa con cariño al levantarse.
Necesita un vaso de agua, o un té. Algo. Izuku les dijo que llegaría de madrugada, así que él tampoco puede dormir. Su duermevela es en realidad sólo una espera. Teme que el dolor lo despierte, avisándole que Izuku está metido en algún problema. Ya deberían haberse acostumbrado, pero es imposible. Al menos Eijiro se preocupa toda la vida. Si sus manos duelen mucho porque Katsuki está abusando de sus explosiones, si siente los golpes de ambos, si Izuku ha vuelto a romperse algún hueso.
Se dirige hasta la cocina y saca una taza y busca el té de bolsita. Katsuki lo matará si lo ve hacerlo; dirá algo como «para algo compro té fino y chingón… y tú…», pero Eijiro no quiere esperar a que hierva el agua en la tetera. Un té de bolsita es suficiente en ese momento. Se entretiene mirando los papeles que hay en la barra, intentando descifrar lo que dicen con la luz de la luna. Son sólo sobres de correspondencia impersonal. No reciben allí ninguna correspondencia de fan porque sus nombres no son del dominio público —no están sellados ni son confidenciales, sólo prefieren mantenerlos separados de sus identidades como héroes— y alguna que otra revista que dejan allí. Hay un recorte de una. Una foto de los tres, tomada de lejos, en la que Eijiro está abrazando a Katsuki, pasándole el brazo por los hombros y tomando de la mano a Izuku. «¡Misterio de infidelidad resuelto! ¡Son un trío!»
Sonríe al verlo.
Para desgracia de sus equipos de relaciones públicas, jamás han escondido su relación y también se han negado múltiples veces a comentar cualquier cosa relacionada. Katsuki dice que «los extras no merecen ni un chingado detalle»; Izuku insiste que quiere que vean sus actos heroicos, no el chisme tras ellos, y Eijiro simplemente piensa que a veces la gente olvida que los héroes son de carne y hueso y tienen derecho a mantener un poco de su privacidad.
Habían pasado años entre rumores de infidelidades que una y otra vez se habían negado si quiera a voltear a ver. Sus agentes de relaciones públicas se golpeaban la cabeza cada que sucedía.
Y ahora. «¡Son un trío!»
Había estado allí, frente a sus caras, todo el tiempo.
El microondas deja de sonar tras un pitido y Eijiro saca la taza de agua caliente. No está hirviendo, es apenas suficiente para el té. Pone la bolsita de té y se dirige de nuevo a la habitación. El té nunca llega a ella.
El dolor llega primero y lo toma por sorpresa. Deja caer la taza cuando está en la puerta y alcanza a endurecer la piel de sus piernas para no quemarse con el agua caliente. Siente el dolor agudo en su vientre, algo parecido a una quemadura. El estruendo de la taza en el suelo queda en el ambiente y sus pies endurecidos ahora descansan sobre un charco de agua caliente y pedazos de cerámica.
Y la voz de Katsuki.
—Joder…
Se hace un ovillo, buscando a qué asirse. El dolor lo despertó.
—¿Katsuki? —Eijiro se acerca y se sube a la cama, ignorando los pedazos de cerámica en el suelo—. ¿Estás bien?
Pero Katsuki sólo aprieta los dientes.
Están acostumbrados al dolor. El umbral que tienen para él es impresionante, pero no demasiado sorprendente considerando que son héroes. Excepto que a veces incluso a ellos los toma por sorpresa. Sienten un par de golpes más. En el vientre, en la cabeza, en los brazos.
—¿Estás bien? —pregunta Eijiro, fútilmente; Katsuki no es aquel de quien desea obtener una respuesta.
Una mano de Katsuki lo jala hasta que cae pesadamente sobre el colchón; ve el cuerpo de Katsuki estirarse y lo abraza. La respuesta nunca llega, porque no está allí quien debería contestarla. Eijiro sólo respira hondo, esperando el siguiente golpe, que le llega en los nudillos, esa clase de dolor que queda después de dar un puñetazo. Ningún hueso roto, al menos. Pero la pelea no se detiene.
—¿Sabes en qué zona estaba hoy?
Katsuki niega con la cabeza.
—Cambia demasiado, imposible saber… —Vuelve a apretar lo dientes. Tanto él como Katsuki pueden hacer el croquis de la pelea de Izuku sobre su piel—. Y además es un adicto al trabajo. No mencionó nada de ninguna misión…, al menos.
Es algo no planeado. Y lo único que puede hacer Eijiro es quedarse allí, con el cuerpo de Katsuki apretado contra el suyo y con sus brazos rodeando a Katsuki. Están acostumbrados al dolor, pero la preocupación nunca se va. Menos cuando es tan de sorpresa.
—Katsuki —dice Eijiro—, tengo que limpiar la taza rota. Antes de que llegue.
—Quédate un poco más, tardará un poco.
—Katsuki…, no quiero que llegue y se quite las botas en la entrada y pise uno de los pedazos.
—Espera —insiste Katsuki, con fuerza—, un poco. No entiendo como sigue peleando, carajo…
—Es fuerte, lo sabes. Izuku es fuerte —dice Eijiro.
Y Katsuki cierra los ojos. Eijiro sabe que odia sentir aquella vulnerabilidad y le cuesta expresarla. Por suerte tiene a Izuku y a Eijiro, que la entienden y no dudan en mostrar la suya, en mostrarle que hay otras maneras de expresarlo, en darle su espacio y en estar allí cuando Katsuki lo demanda. Como en ese momento, que se niega a soltarlo.
Otro golpe, otro impacto, algo que se siente como una cortada. Katsuki no hace ningún ruido nunca cuando siente el dolor de otro. Saben fingir perfectamente. Nunca han revelado que son almas gemelas. Les aterra lo que podrían hacer los villanos de enterarse.
Y al final para. Se quedan un momento más abrazados, tan sólo para asegurarse. Ya no hay dolor.
—¿Crees que esté bien? —pregunta Eijiro, aunque lo que desea es tener a Izuku enfrente y preguntárselo a él.
Katsuki no responde a la pregunta.
—Creo que tienes que limpiar la taza que tiraste Eijiro.
Así que hace eso mientras Katsuki se sienta al borde de la cama. No dicen nada, porque esperan una llamada, el sonido de la puerta, algo. Cualquier cosa, lo que sea. Eijiro usa una jerga para quitar el agua y luego usa la escoba y el recogedor para limpiar los restos de la taza. Busca donde meter todos los pedazos y acaba encontrando una caja. Los pone todos allí, la cierra con cina y encima escribe «cerámica rota».
El tiempo pasa. Katsuki se queda un momento más al borde de la cama y luego se levanta. Eijiro lo ve sacar la tetera y poner a hervir agua para el té. Eijiro lo ve llenarla, las cuatro tazas.
Luego vuelve a la cama.
—No dejes que se consuma el agua —le dice a Eijiro.
—¿Intentarás dormir? —pregunta él.
—No sé —responde Katsuki y acompaña a sus palabras con un gruñido. Se mete en la cama, pero a Eijiro le parece que solo se queda mirando al techo.
Entiende que necesita su espacio, así que él se queda en la cocina, pegando a la barra, esperando el sonido del agua en ebullición. Intenta alejar la preocupación, pero le gustaría oír el timbre del teléfono y luego un «Eiji» que le confirme que todo está bien. O que sonara el teléfono de Katsuki y sonara un «Kacchan» en el otro lado de la línea. Lo que sea. Pero sólo hay silencio durante un rato, hasta que el agua burbujea, hirviendo.
Y al mismo tiempo, suena la llave en la puerta. Katsuki también la escucha, porque se pone en pie y se dirige hasta el recibidor casi corriendo. Es el primero en llegar. Eijiro se obliga a ser la razón en ese momento, porque Katsuki siempre es visceralidad y desesperación. Tienen que balancearse, a su manera.
Saca tres tazas de la alacena mientras la puerta se abre y cuando llega al recibidor Izuku está allí, siendo atacado por un Katsuki entre aliviado y furiosa, que lo abraza mientras intenta pegarle un puñetazo.
—Kacchan, estoy bien. Kacchan, por favor… Kacchan…
—Ey, Katsuki, déjalo respirar.
—Idiota —reclama Katsuki, y en el insulto hay también un tinte aliviado—, me hiciste preocuparme. Idiota.
—Lo siento. —La disculpa de Izuku es genuina, siempre es genuina. En sus ojos siempre aparece esa expresión en pena que Eijiro comprende. Desearía nunca causarles dolor.
Y Eijiro por fin hace la pregunta a la persona correcta, la que realmente le puede responder.
—¿Estás bien?
La mirada de Izuku se dirige a él en un momento, en cuando se asegura de que Katsuki no va a matarlo por haberlo hecho preocuparse. La mirada de Izuku brilla y sus ojos verdes parecen destellear y eso le basta a Eijiro como respuesta.
—Todo bien —dice Izuku—. ¿Fue muy fuerte?
—Idiota —dice Katsuki, que por fin lo suelta y se aparta un poco.
«Sí», entiende Eijiro, que todavía se mantiene a unos pasos, por si Izuku necesita el espacio para volver a sentirse humano. Todavía tiene el traje puesto, lleno de mugre.
—Me curaron en un momento —dice Izuku—, no fue nada grave. Siento no haber llamado. Sólo quería llegar lo más rápido… —suspira.
—Vamos, 'Zuku —dice Eijiro—, tenemos té. Puedes contarnos mientras. Creo que lo necesitamos.
Y estira un brazo y cuando Izuku se acerca lo pasa por su cintura y lo acompaña hasta los bancos que tienen puestos en la barra. Katsuki, detrás de ellos, es quien sirve el té con todo cuidado.
Han pasado ya diez años.
Las cosas cambian.
Han tenido que acostumbrarse a estar separados, a vivir, juntos, a dormir en la misma cama, a intentar hacer que sus días libres coincidan. Lo peor quizá ha sido aprender que no pueden mostrarse vulnerables ante los villanos y que el vínculo de almas gemelas que los une podría hacer justo eso. Aprender a lidiar con las estancias en el hospital, con las heridas, con las noches en vela que pasan preocupados.
Izuku toma la taza de té que Katsuki le ofrece y sonríe.
—Gracias, Kacchan —dice y después, tras un momento, agrega—: Gracias por esperar despiertos.
—Siempre, 'Zuku —murmura Eijiro.
—No puedes morirte —replica Kacchan—, tenemos que estar bien despiertos por si hay que ir a buscarte al infierno.
Eijiro los mira y todavía se sorprende. Esa es su vida. Katsuki y Izuku. Hay cuadernos de análisis en la mitad del apartamento —no demasiado grande— que comparten. Posters de All-Might junto a posters de Crimson Riot. Té de madrugada, cuando es necesario. Katsuki le ofrece una taza.
La toma.
—Gracias, Katsuki.
El silencio los inunda un momento más hasta que Katsuki lo rompe.
—Entonces, nerd, ¿vas a contarnos con que clase de villano te enfrentaste?
El rostro de Izuku se ilumina. Y allí se quedan los tres, un rato, hablando, tomando té, dejando que las preocupaciones se vayan alejando, poco a poco.
Eijiro, Katsuki, Izuku. La vida tiene poco sentido si no están los tres. Eijiro sonríe para sí. La noche que sintió su pelea sobre su piel no se le ocurrió que todo terminaría así. Pero se alegra. Se alegra mucho. El aire siempre se siente más fresco si Izuku y Katsuki están a su lado.
fin.
Notas finales:
1) Pues… gracias por leer. Y por soportar el terrible calendario que tuvo esta historia. Originalmente era un adviento de navidad. Gracias por quedarse a pesar de toda la tardanza. No volveré a hacer tablas de este tipo en un rato. Quiero concentrarme en longfics (entre ellos, uno no muy largo de este trío de nuevo).
2) Era la última historia larga que me quedaba por cerrar. Me sentiré extraña sabiendo que no tengo nada que deba actualizar, pero no me durará mucho. Las ideas no perdonan y yo las tengo toda la vida.
3) Muchas gracias a quienes comentaron, a quienes leyendo anónimamente (si ahora quieren comentar algo, les juro que me hace muy feliz, un comentario me alegra el día entero), a quienes siguieron con paciencia esto. Fue un estrés constante. No soy nueva escribiendo tríos y nunca faltaron comentarios "pero hay mucho bakudeku" o los "pero hay mucho kiribaku". Y ay. Al final son tres, tienen que ser tres, pero tienen que encontrar un ritmo y eso cuesta.
4) Espero que, a pesar de todo, el viaje les haya gustado. Prometo escribir pronto de la ship.
Andrea Poulain
