Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es tufano79, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is tufano79, I'm just translating her amazing words.


Thank you tufano79 for giving me the chance to share your story in another language!


Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Capítulo Veintiséis: Navidad y Tinta

EPOV

Esta mañana fue increíble. Primero, desperté a mi amor lamiéndola hasta enviarla al olvido. Siempre sabía muy dulce a primera hora de la mañana. Luego, hicimos el amor de forma suave y gentil. Cada vez que hacíamos el amor, era más especial y perfecto. Sin embargo, esa última vez en la ducha fue intenso. Nunca había sentido a Bella correrse tan fuerte en todas nuestras experiencias. Sus músculos se apretaron fuertemente a mi alrededor. Creí que se me caería la polla.

—Edward, estás distraído, cielo —se rio.

—Solo recordaba nuestro momento en la ducha —le guiñé.

—Dios, Edward —gimió—. No me lo recuerdes. Me pondrás… caliente y deseosa.

—Ese es el punto —me burlé—. Pero es mejor que nos vayamos. Ya vamos tarde y no tengo idea de cómo llegar a casa de Carlisle.

—Es fácil. —Bella sonrió—. Yo manejo. Puse todos nuestros regalos en un cesto junto a la puerta.

—¿Incluyendo los regalos para el elefante blanco? —pregunté.

—Sí. Luego de envolverlos, los metí al cesto. En serio espero que Emmett se quede con el kit de manicura con esmaltes rosas y morados. —Bella se rio—. En venganza por llevar un vibrador a la última fiesta de Navidad.

—Cuidado, se puede quedar con el jugo de Angry Birds que encontré —me reí entre dientes—. Demonios, yo lo quiero.

—Eres todo un niño, Edward —dijo Bella, poniendo los ojos en blanco.

—Pero me amas —dije, agitando las pestañas. Bella resopló una carcajada y fue a ponerse su abrigo. Se lo pasé sobre los hombros. Agarré mi propio abrigo y cargué la cesta de regalos para nuestros amigos y familia. Bajamos hacia el carro de Bella, echando el cesto a la cajuela, y manejamos hacia la casa de Carlisle en Mercer Island.

La entrada estaba atiborrada de carros. Bella gruñó mientras subíamos por el camino de entrada, llegando casi una hora tarde a la fiesta. La puerta se abrió y Alice saltó a los brazos de Bella.

—¡Los estamos esperando! ¿Por qué tardaron tanto?

—Tuvimos problemas en la ducha. —Bella se rio—. No teníamos agua caliente.

—Fue horrible —dije, apenas conteniendo mi sonrisita.

—¿Por qué no les creo? —preguntó Alice crípticamente.

—Cree lo que quieras, Pequeña —dije al pasar junto a ella con la cesta—. ¿Quieres tus regalos?

—¡Sí!

—Entonces cállate —terminó Bella por mí. Jasper tomó el abrigo de Bella mientras que Emmett tomaba la cesta de regalos de mis manos. Comenzó a esculcar en busca de su regalo. Rodé los ojos mientras le entregaba mi abrigo a Alice. Entrelazando mis dedos con los de Bella, nos dirigimos a la cocina. Jared, Meg y Liam estaban sentados en la barra de la cocina, hablando en voz baja. Las manos de Liam estaban en la cintura de Meg. A él ya le importaba muchísimo ella. Su pulgar estaba trazando círculos sobre su vestido rojo de tejido. Jared estaba hablando emocionadamente sobre trabajar con Liam después de Navidad. Esme y Carlisle estaban coqueteando mientras ella preparaba su famosa tarta de picadillo. Personalmente la detestaba, pero a mi papá le encantaba. Nunca pasábamos una Navidad sin comerlo.

—¿Edward? —preguntó Bella—. ¿Estás bien?

Me sentí golpeado por una abrumadora tristeza. Mi papá no estaba. Esta era la primera Navidad sin él. El corazón me martilleaba contra las costillas. Las lágrimas me llenaron los ojos. Bella tomó mi mano y me llevó a la tranquila sala. La dejé empujarme hacia un sofá blanco. Se sentó junto a mí.

—Te acaba de llegar, ¿no? —susurró.

—Él no está —sollocé con lágrimas cayéndome por las mejillas.

—Puede que no esté, Edward, pero tu papá todavía está contigo —murmuró. Su pequeña mano tocó mi pecho, sobre mi corazón—. Está aquí, amor. Siempre estará aquí.

—Pero eso no detiene el dolor. —Me encogí de hombros—. Hoy es el primer día en un tiempo que me siento vacío y simplemente me golpeó de repente en la cocina.

—Viste a tu mamá con Carlisle. ¿Qué demonios está preparando?

—Tarta de picadillo. Es asquerosa, pero a mi papá le encantaba —me reí entre dientes.

—Es por eso que te duele, Edward —dijo al rodearme el cuello con los brazos—. Verla preparar la tarta disparó un recuerdo. Tienes que saber que él te ama.

—Solo desearía poder verlo —sollocé al derrumbarme en su abrazo. Bella me calmó y me abrazó mientras me desmoronaba. Yo había sido fuerte para ella por lo de su lesión. Ella intentaba pagarme de manera similar con su amor. Su apoyo.

Sentí el sofá hundirse y alguien rascándome la espalda. Me giré para ver a mi mamá con lágrimas en sus ojos. Acunó mi mejilla y me limpió las lágrimas de la cara. Esme me jaló a un fuerte abrazo. Bella besó mi frente antes de dejarnos a solas para recuperar la compostura.

—Está bien, mi dulce niño —arrulló Esme—. Sé cómo te sientes.

—Fue tan de repente, mamá —sollocé, alejándome y limpiándome la cara—. Dios, soy tan… Bella debe pensar que soy muy débil.

—No lo eres, Edward. Solo un hombre fuerte puede comprender cuando está sufriendo —dijo Esme sabiamente—. Déjame adivinar, ¿el picadillo? —Asentí, bajando la mirada a sus manos. Jugué con sus anillos de matrimonio. Resplandecían bajo los rayos de sol que brillaban a través de las ventanas traseras—. Edward, tu papá no está. Está bien sentirte triste. Yo lloré esta mañana en el hotel y una vez más mientras estaba en el supermercado con Alice para comprar los ingredientes de la tarta de picadillo.

—Si sabías que te provocaría eso… ¿por qué lo hiciste? —pregunté.

—Por tradición. Quería sentirme cerca de él —sonrió con tristeza—. Puede que siga adelante con mi vida, pero siempre amaré a tu padre, Edward.

—¿Seguir adelante?

—Conocía a Carlisle de cuando era patinadora en exhibiciones y éramos amigos. —Se sonrojó—. Desde Las Vegas, hemos estado platicando y reconstruyendo nuestra amistad. Estamos en una zona nebulosa de amigos-conocidos románticos. Cada beso en la mejilla se está volviendo más largo y se acerca más a mi boca.

—¿Estás lista para eso? —pregunté.

—No lo sé, mi dulce niño —respondió, apartándome el cabello de la cara—. ¿Qué piensas?

—Carlisle es un buen hombre. Me ha apoyado mucho y me ha mostrado compasión —respondí—. Lo apruebo. Pero si te lastima, le daré una paliza. Afilaré la cuchilla de mi patín con su piel. Y usen condones.

—Jesús, Edward —se rio Esme—. Suenas como mi padre. Soy una mujer adulta. Además, es un poco raro escuchar eso de ti. ¿Tú usas condón siempre? —Me sonrojé y agaché la cabeza—. No lo creo. Supongo que eso significa que tendré nietos más pronto que tarde.

—¡Mamá!

—¡¿Qué?! No me estoy haciendo más joven, Edward Anthony —se rio al inclinar su cabeza sobre mi hombro.

—Bella toma anticonceptivos —respondí—. Algo sobre una inyección cada tres meses.

—Mierda —gruñó—. ¿Nada de nietos?

—Todavía no, mamá. Déjame proponerle matrimonio primero, ¿sí? —dije al besar su sien, rodeando a mamá con mis brazos. Asintió. Nos quedamos sentados en la sala hasta que Bella regresó para decirnos que la cena estaba lista. Esme se levantó y me besó la mejilla. Se giró hacia Bella y la abrazó con fuerza. Las lágrimas caían por las mejillas de mi mamá cuando tomó la cara de Bella en sus manos. Con un abrazo más, maniobró gentilmente a Bella hacia el sofá.

—¿Estás bien?

—Mejor —respondí—. ¿Puedo abrazarte un ratito antes de ir a cenar?

—Tenemos tiempo —sonrió al sentarse en el sofá. No quería eso. La cargué y la deposité en mi regazo, acariciando su cuello con mis labios y nariz—. Te ves mejor.

—Es maravilloso lo que un abrazo de mamá puede hacer por el alma —respondí.

—¿Crees que Esme pueda adoptarme? —resopló Bella sin humor—. No he hablado con mi madre en mucho tiempo.

—¿Quieres hacerlo?

—No particularmente. Soy más como mi papá, pero es todo este asunto de "Voy a quedarme con tu dinero" lo que me molesta. Además de la posibilidad de que ella y Jacob puedan ser cómplices es inquietante. —Se estremeció.

—Tengo un mal presentimiento sobre tu mamá, Bella —dije de forma sombría—. No sé qué, pero ella ha estado desaparecida por demasiado tiempo.

—Yo también, Edward, pero no hay que preocuparnos por ahora de eso. Es Navidad y Emmett está listo para comerse el brazo si no llegamos a ese comedor —dijo Bella severamente.

—No queremos eso, ¿o sí? —me burlé. Bella arrugó la nariz y sacudió la cabeza. Nos fuimos al comedor. Las paredes eran de ladrillo y vigas. La mesa estaba puesta de forma elegante con una vajilla de porcelana que contrastaba con la oscura madera de la mesa. La única persona que faltaba en la mesa era el papá de Bella. Bella le preguntó a Carlisle si Charlie vendría. Desafortunadamente, uno de sus oficiales se había enfermado del estómago y Charlie lo cubrió. Bella se sintió molesta por eso y subsecuentemente estuvo muy callada durante la comida.

La cena terminó y las mujeres fueron a lavar los trastes. Emmett se puso un sombrero de Santa y puso uno de elfo en Jared. Primero haríamos todo eso del intercambio de regalos de elefante blanco y luego haríamos el intercambio normal. Esme preparó café para todos y pronto nos encontramos en la sala de Carlisle. Bella estaba sentada entre mis piernas en el piso. Mis brazos le rodeaban la cintura. Una vez más me encontraba acariciando su cuello, inhalando su dulce aroma.

Carlisle se sentó en el sofá y nos sonrió a todos.

—Tantas caras nuevas para Navidad este año. ¿Recuerdas cuando solo éramos tú y yo, Alice?

—Dios, papá. Sí. Estaba tan aburrida —gruñó Alice—. Esto me gusta mucho más.

—Antes de hacer el intercambio de regalos, me gustaría tomarme el tiempo para compartir unas cuantas palabras. Han pasado muchas cosas este año. Algunas cosas buenas. Algunas malas. Pero el resultado fue una familia mucho más grande y amorosa. Primero que nada, felicidades a Emmett y Rosalie por decidir casarse.

—Solo faltan cinco meses más —dijo Emmett, lanzándole una mirada a Rose. Al parecer, el embargo de sexo seguía en efecto.

—No me mires con ese tono de voz, Emmett. Esto hará que nuestra noche de bodas sea más especial —razonó Rose mientras se acomodaba su bufanda roja. Emmett hizo un puchero.

—Segundo, estoy muy feliz que Edward haya venido para estar con nuestra familia, tan loca como es. —Carlisle se rio entre dientes—. Bella y tú son la pareja más perfecta tanto en el hielo como fuera de él.

—Gracias, Carlisle —murmuró Bella mientras se acurrucaba en mis brazos. Le besé la mejilla y les sonreí torcidamente a todos.

—Finalmente, a los miembros más recientes de nuestra familia, Meg, Jared, Liam y Esme, bienvenidos y esperamos no espantarlos. —Carlisle se rio—. Espero que esta sea la primera de muchas Navidades con nuestra nueva familia.

—Salud —dijo Liam al alzar su taza de café. Dejó caer el brazo sobre los hombros de Meg. Ella le sonrió y se acercó más a su cuerpo. Jared alzó la vista hacia su mamá, dándole ánimos con su sonrisa. Ella le despeinó cariñosamente el cabello.

—Bien, ahora las reglas del intercambio de regalos. Alice pasará un gorro con todos. Necesitan sacar un número. Ese número determinará cuándo pueden elegir su regalo. Hay unas cuantas opciones. Pueden elegir de la pila de regalos o pueden quitarle el regalo a otra persona, que entonces deberá elegir de la pila. ¿Alguna pregunta?

—¿Todos los regalos son apropiados? —se burló Jasper.

—Sí —espetó Emmett—. Rosie eligió mi regalo por mí.

Todos agarramos nuestros números y Liam fue el primero. El juego pasó sin incidentes. Hasta que fue el turno de Bella. Ella era la última persona. El último regalo que quedaba en la pila era el kit de manicura. Emmett estaba mirando su regalo, que eran todos los Angry Birds en versión bebé. Bella no lo quería, pero sí quería que Emmett se quedara con el kit de manicura. Sonrió al quitarle los Angry Birds de las desprevenidas manos de Emmett.

—Bellarina. Los iba a poner en mi carro —gimió Emmett.

—Qué pena, qué triste —se rio Bella—. Tienes que agarrar de la pila.

Emmett agarró la caja de la pila y la abrió.

—Aw, ¡demonios no! Bells, regrésame mis aves —lloró.

—Nop. —Bella se rio. Me entregó las aves y me dijo que las pusiera en mi carro a lo largo del vidrio trasero—. Tienes que usarlo, Emmy. Creo que el rosa te quedará perfecto con tu tonalidad de piel.

—No, el rojo —dijo Rose al quitarle el kit de manicura de las manos de Emmett. Sacó el rojo y empezó a pintarle las uñas a Emmett.

—¡Rose! Detente —se quejó Emmett.

—Ten, Jared —dijo Rose al lanzarle uno rosa brillante—. Píntale los pies.

—Genial —chilló Jared al quitarle a Emmett los zapatos y calcetines—. Amigo, lávate los pies. ¡APESTAN!

—Sí me lavo los pies, hombrecito —gruñó Emmett—. Es que sudan. Mucho.

Jared se tapó la nariz y pasó el esmalte rosa brillante sobre los dedos de Emmett, que le frunció el ceño. Rose siguió pintándole las uñas con un brillo perverso en la mirada. Alice sacó la cámara y tomó miles de fotos de la manicure/pedicure de Emmett.

Después de nuestro intercambio de regalos, Jared y Meg tuvieron que irse. Irían a casa de la mamá de Meg para Navidad y tenían que irse temprano para llegar a un suburbio a las afueras de Portland. Bella corrió al árbol de Navidad y le entregó a Jared un regalo envuelto. Le explicó que era de nuestra parte. Jared abrazó a Bella. Luego corrió a mis brazos y se acurrucó en mi abrazo.

—Gracias, Edward —dijo sobre mi pecho—. ¡Esta fue la mejor Navidad de todas! Bueno, desde que mi papá murió.

—Me alegra, Jared —dije al regresarle el abrazo—. Diviértete mañana en casa de tu abuela.

—No lo haré. Es vieja y su casa huele a gatos —gruñó al saltar—. Feliz Navidad a todos. Gracias por todo.

—De nada, Jared. —Carlisle sonrió.

Liam salió con Meg y Jared para acompañarlos a su carro. Regresó unos momentos después con una mirada de total felicidad en la cara junto con una mancha de labial en los labios. Se dejó caer en el sofá con una enorme sonrisa. Un latido después, todos nos soltamos a carcajadas. La sonrisa de Liam cayó y me aventó un cojín. ¿Por qué? No tenía idea. Suponía que porque era el más cercano a él en proximidad y también en relación.

Pasamos el resto de nuestra tarde distribuyendo los verdaderos regalos entre nosotros. Bella me dijo que había comprado tarjetas de regalo de nuestra parte para casi todos excepto Carlisle, Esme y yo. Parecía impersonal, pero Bella me dijo que pasaba más tiempo intercambiando regalos para ellos que comprándolos. Las tarjetas de regalo eran más fáciles. De esa forma, nuestros amigos podían comprar lo que querían. Y Bella no era tacaña. Cada tarjeta tenía un valor de $500.

Para Esme, Bella compró un collar de perlas y diamantes mientras que yo le compré unos aretes a juego. Esme balbuceó que era demasiado, pero en realidad no lo era. Para Carlisle, le compramos un maletín de cuero para cuando viajaba con sus patines. Decidimos intercambiar nuestros regalos personales cuando regresáramos a mi apartamento. Nos fuimos poco después de intercambiar regalos, y repartir abrazos y besos.

Nos llevé de regreso al apartamento. Bella había bebido demasiado y no quería que la detuvieran. Luego de estacionar su carro subimos a mi apartamento. El viaje en elevador pasó en silencio, pero no fue incómodo. Bella recargó su cabeza en mi hombro mientras jugaba con mi suéter gris.

—Te amo, Brit —dijo en voz baja.

—Te amo más, Bell —dije al besarle la cabeza. El elevador se abrió en mi piso y caminamos hacia mi casa. Una vez dentro prendí un fuego en la chimenea. Bella se quitó las botas negras de los pies y se acurrucó en mi sofá. Tenía una caja larga y una bolsa pequeña en el regazo—. ¿Esos son para mí?

—Sí —sonrió—. Uno es tu regalo de Navidad, el otro es solo porque sí.

—Bella, acordamos que solo compraríamos un regalo para cada uno —la regañé.

—Shh. Te encantarán los dos —dijo mientras los empujaba a mis manos. Dejé el regalo que tenía para ella en la mesita de centro—. Abre primero el grande.

Alcé una ceja y le quité la caja. Sacudiéndola para abrirla, encontré dentro un estetoscopio. En la cabeza del estetoscopio estaba grabado Para Edward, mi médico personal. Con amor, Bell.

—Bella —murmuré.

—Quería poner "Doctor Masen, puedes jugar a los doctores conmigo cuando quieras", pero eso no habría sido apropiado —se rio Bella—. Tal vez te regale ese cuando te gradúes de la escuela de medicina.

Me pasé el estetoscopio sobre los hombros y besé su cuello. Bella chilló mientras se removía contra mi agarre.

—Mi paciente favorita —gruñí—. Tal vez más tarde debamos realizar una examinación.

—Hmmm —ronroneó Bella. Se inclinó hacia enfrente y me besó los labios—. Doctor Edward Masen. Me encanta como suena.

—Me faltan tres años en la escuela más la residencia, amor —me burlé—. Estaré en los treinta y tantos antes de estar acomodado en mi consultorio.

—Pero serás doctor al terminar la escuela. Así que sí funciona —sonrió—. Abre el otro.

Sonreí torcidamente y le quité el papel china a la pequeña bolsa. Adentro había una caja. Bella se mordió el labio al verme abrir la caja. Acomodado en el cuero negro de la caja estaba un medallón dorado con una "B" incrustada de diamantes. Estaba "marcándome". Reclamándome como "suyo".

—Bella, es…

—Lo detestas —murmuró.

—No, amor. Me encanta. ¿Puedes ayudarme a ponérmelo? —pregunté, sonriendo. Se mordió el labio y sacó el medallón de la caja. Enganchó la cadena de oro alrededor de mi cuello con mucho cuidado. Agarré el medallón y sonreí con añoranza—. Soy tuyo. Para siempre, nena.

—¿Te gusta? ¿En serio? —preguntó, frunciendo adorablemente el ceño. La besé profundamente, aplastando mis labios con los de ella. Nuestras lenguas se enredaron en su boca mientras le daba mi respuesta. Me encantaba, carajo. Mordí su labio antes de apartarme, dejando mi propia bolsa en su regazo. La tomé en mis brazos mientras ella abría el regalo. Adentro había una caja de cuero negro idéntica a la mía. La abrió y resopló una carcajada—. ¿En serio?

—Grandes mentes, nena —me reí entre dientes.

Bella sostenía en sus manos el mismo medallón de oro, excepto que era una "E" incrustada con diamantes. Lo saqué y lo puse en su cuello, besando ese punto donde estaba su pulso.

—No puedo creer que nos regaláramos exactamente lo mismo.

—No es exactamente lo mismo —repliqué. Me lanzó una mirada, jugando con su nuevo dije—. ¿Te gusta?

—Me encanta, Edward. Soy toda tuya —sonrió suavemente.

—Te amo, mi Bella —exhalé al besar sus carnosos y suaves labios.

—También te amo, Edward —gimió sobre mi boca—. Ahora, ¿podemos jugar al doctor?

xx FO xx

—¿Qué demonios estaba pensando? ¿Hacerme un tatuaje? —chilló Bella. Estábamos parados afuera de un estudio de tatuajes que nos recomendó Jasper. Ambos teníamos citas con artistas muy habilidosos y codiciados.

—Quieres ser genial como yo —me burlé. Me pegó en el pecho, mirándome juguetonamente mal—. No tienes que hacerte un tatuaje, Bell. Me parece bien si solo yo me hago el cisne.

—No, estoy siendo cobarde —gruñó—. Tengo miedo de que duela. Además, estoy debatiéndome sobre el lugar. ¿Y si me operan la cadera? Mi tatuaje quedará desfigurado.

—¿Qué te parece en la espalda baja? —comenté.

—No me pondré un sello de golfa.

—No ahí, boba —dije, rodando los ojos. Puse una mano justo por debajo de su sostén, en el centro de su espalda baja—. Tapará las cicatrices que tienes del ataque de Lauren. O podrías hacértelo en la nalga izquierda.

—Demonios. No —dijo Bella con finalidad—. Desearía poder ponérmelo entre los hombros, pero mi vestuario no lo tapará.

—Podrías usar maquillaje para cubrirlo si eso es lo que te preocupa.

—¿Existe maquillaje de ese tipo?

—Supongo que sí. Puedes preguntarle a tu tatuador —sonreí al arrastrarla a través de las puertas del estudio de tatuajes. Nos recibió una chica chaparra con coletas negras y rosas, y un montón de piercings en la cara. Se presentó como Angela. Bella y yo le explicamos que estábamos aquí para hacernos tatuajes. Mi cita era con Cory mientras que la de Bella era con Zia. Angela sonrió enormemente y saltó sobre sus talones como la Pequeña. Nos entregó unos papeles en las manos antes de danzar hacia Cory y Zia. Bella y yo llenamos los formularios y sacamos nuestras licencias de conducir para demostrar nuestras edades.

Cory y Zia salieron y se presentaron con nosotros. Nos habíamos conocido, pero había sido por teléfono e internet.

—Hola, chicos —dijo Cory con una enorme sonrisa. Era un caballero mayor con cabello oscuro que estaba peinado hacia atrás y con barba de chivo. Zia era una rubia alta con unos brillantes ojos color miel—. Es bueno ponerle caras a las voces y tatuajes.

—Gusto en conocerte también —respondí, dándole un apretón a la mano de Cory—. ¿Estamos listos con todo?

—Solo quiero revisar la ubicación definitiva del tuyo, Edward —explicó Cory—. Cadera derecha, ¿cierto?

—Sí.

—¿Qué hay de ti, Bella? —preguntó Zia.

—Quiero cambiar la ubicación del mío. Estoy teniendo problemas con mis caderas y puede que requiera cirugía. No quiero arruinar mi tatuaje con cicatrices de la cirugía, ¿sabes? —dijo—. Idealmente me gustaría que estuviera entre mis hombros, pero soy patinadora artística y mis vestuarios no esconden mis hombros.

—¿Por qué no hacerte el tatuaje más abajo? —sugirió Zia.

—Tengo cicatrices de una lesión previa. —Bella se sonrojó.

—¿Cuánto tiempo tienes antes de tener que patinar, Bella? —preguntó Cory.

—Desde hoy, aproximadamente seis semanas —respondió.

—Puedes hacerte el tatuaje entre los hombros y sanará a tiempo para cubrirlo con maquillaje —dijo Cory.

—¿Lo ves? —dije al jalarla a mi costado. Bella me pellizcó el pezón, pero se rio—. Terminemos con esto, nena. —Entramos al estudio y nos recostamos en nuestras respectivas mesas. Me bajaron los pantalones de ejercicio para exponer el lugar en mi cadera derecha donde me iba a hacer el tatuaje. Cory tocó para ver si necesitaba rasurarme. No era un tipo peludo, pero sí tuvo que limpiar un poco mi pierna antes de poner el patrón de mi cisne. Bella se quitó su sudadera azul para que Zia pudiera poner el tatuaje entre los hombros de mi chica. Zia le explicó que dolería ya que estaría trabajando justo sobre la espina de Bella. Mi chica palideció. Cory vio su cara y acercó mi mesa a la de Bella para poder tomarle la mano. Pronto los patrones estuvieron puestos sobre nuestros cuerpos y el zumbido de las máquinas para tatuar llenó el estudio.

El tatuaje de Bella sería negro, verde y azul. Insistió en el verde ya que combinaba con el color de mis ojos. Me reí de eso. No le gustaba la idea de tener un tatuaje negro. Quería algo de color. El mío era un cisne tribal. Negro. Todo negro. Nada de gris. Nada de blanco. Solo negro, como el que tenía en el pecho. El agarre que tenía Bella en mi mano era muy fuerte y siguió así hasta que Zia terminó con su tatuaje.

Ambos terminamos al mismo tiempo y revisamos nuestra tinta nueva juntos. Ver mi cisne en la cadera fue casi demasiado. Era permanentemente de ella. Entre mi clavícula estaba el medallón que me había dado en Navidad y ahora tenía su firma en mi cadera. Pronto le daría un anillo para poder estar legalmente juntos. Ella sería mi esposa. Tenía un plan en mi cabeza, pero necesitaba ayuda para realizarlo.

En la espalda de Bella estaba un caduceo verde con espirales negras y blancas alrededor. Ella llevaba un símbolo que era inherentemente yo. O sería yo. El siguiente otoño, entraría como estudiante de medicina a tiempo completo para obtener mi licenciatura en medicina. En cuatro años, sería el doctor Edward Masen. Cuatro años después de eso, sería parte del consultorio de ortopedia de Jasper después de terminar mi residencia.

—Se ven geniales, chicos. —Cory sonrió—. Les quedan bien a ambos.

—Gracias —murmuramos en voz baja. Nos cubrieron los tatuajes y nos dieron las indicaciones para los cuidados posteriores. Pagué por ambos tatuajes, además de la loción y el maquillaje para Bella. Con un abrazo para nuestros dos tatuadores, salimos del estudio. Sin embargo, sentía que nos estaban viendo. Miré alrededor del vecindario, pero no vi nada fuera de lo normal. Esa sensación no se fue hasta que estuvimos resguardados a salvo en mi carro. Pero era inquietante. Aceleré hacia nuestro apartamento, queriendo estar en la seguridad de nuestro edificio con vigilancia y abrazando a mi hermosa chica.

Quince minutos después se me concedió mi deseo y pasamos la tarde en los brazos del otro. Una noche perfecta, en mi opinión. Menos la inquietante sensación de ser observados…