Capitulo 26

Erwin miró a Nile. El hombre que se hallaba sentado ante él tenia el gesto reconcentrado y las cejas fruncidas. El comandante continuaba imperturbable, pero la situación era demasiado incómoda.

Levi, Mike y Hange, detrás de Erwin, se lanzaba expresiones interrogativas y elocuentes. La tensión premiaba en la oficina y el silencio era tan abrumador que Levi escuchaba el silbido de su propia respiración.

-Entonces -empezó diciendo el comandante, clavando los codos en el escritorio y entrelazando los dedos. Su exagerada tranquilidad inquietaba al capitán-. ¿Qué es lo que quieres, Nile?

Nile aseveró aún más la rigidez de su rostro. Tenia un aspecto terrible, como si estuviera durmiendo muy poco. Había ojeras profundas debajo de sus ojos oscuros y llevaba el cabello negro despeinado y revuelto. El hombre, ya de por si delgado, estaba consumido y se le marcaban los huesos de la cara.

-Quiero que me ayudes con esto, Erwin -alegó el jefe de la Policia Militar-. Han robado todas las armas de la Policía Interior. Estamos prácticamente desarmados.

-No creo que pueda -sentencio el comandante rápidamente-. El deber de la Legión es salvar a la humanidad de los titanes. Nuestro trabajo no se encuentra en su mejor momento. No hemos averiguado nada del titán acorazado y colosal en estos dos años.

-Erwin, si no me ayudas la humanidad estará perdida -expresó Nile-. ¡Van a por el Rey! ¡Maldita sea! ¿Es qué no te das cuenta?

Nile saltó de la silla y golpeó la mesa con vehemencia. Levi y Mike se pusieron en estado de alerta. Hange, de pie junto a Levi, reaccionó velozmente. La joven cerró su mano sobre la muñeca de Levi para frenar el impulso del capitán por desvainar las hojas del equipo de maniobra. Ella lo observó de manera significativa y Levi la interpretó fácilmente: "cálmate y espera".

Erwin no se sintió intimidado por la actitud espontánea e irascible de Nile. El comandante continuó en su lugar firme como una roca. El hombre suspiró y volvió a tomar asiento.

-Creo que harán un golpe de estado –barruntó Nile, después de una larga pausa.

La agorera teoría del jefe de la Policía Militar no alteró al comandante.

-Es algo que supuse que en algún momento sucedería -la confesión de Erwin sorprendió a Nile y a sus subordinados por partes iguales-. Las decisiones de la Corona no han sido muy acertadas este último tiempo.

-Son subterráneos -informó Nile-. No podemos entrar a la ciudad. Ha sido blindada por delincuentes.

Levi sintió un sudor helado recorrerle la nuca cuando Nile lo miró de forma acusadora. Hange soltó la muñeca del capitán y se enfrentó al jefe de la Policía Interior.

-Si lo que insinúa es que el capitán Levi tiene algo que ver, lamento informarle que no es así -dijo la líder de escuadrón, arrastrando las palabras. Su indignación enterneció al capitán-. El estuvo ayudando a sus hombres con los heridos en el último ataque.

Nile la estudió con su mirada glacial y rasgada. Levi estaba reprimiendo las ganas de lanzarle una patada y decirle varias profanidades.

-No estoy acusando a nadie, señorita Hange Zoe -se excusó-. No dudo de que el capitán pudiera ayudarnos a resolver esto lo antes posible. Sobre todo, teniendo en cuenta de que él proviene de ese lugar.

La manera peyorativa en la que Nile se refirió a la Ciudad Subterránea le provocó al capitán una risa visceral y sórdida, que reprimió cuando Erwin habló con lentitud y determinación.

-Nile, confío en mis hombres -expresó-. Agradecería que dejaras tus insinuaciones de lado. El capitán Levi ha mostrado lealtad a la Corona al entregar a Lobov. Lo sabes, ¿verdad? -El hombre afirmó con un movimiento de cabeza. Erwin cerró y abrió los ojos lentamente. Levi reconocía ese efímero gesto: estaba cansado y molesto-. Bien, Nile. Agre...

-También irán por mi y por Marie -se apresuró a decir el hombre. La sola mención de la mujer hizo que el comandante perdiera la seriedad que lo caracterizaba. La duda, la preocupación y hasta el miedo aparecieron como un soplo en el rostro de Erwin. Levi jamás creyó ver esas emociones en aquel hombre solemne y comedido-. Ella está embarazada, Erwin -siguió Nail al ver la reacción del comandante-. ¿Cuánto crees que falta para que ataquen en mi familia? Si alguna vez la amaste, si alguna vez fuiste mi amigo... Te estaré esperando mañana en la entrada de Mitras. Buenas noches.

Dicho esto, Nile echó la silla para atrás y se puso de pie. Saludó con deferencia a Erwin y sus soldados y giró sobre sus pasos para marcharse por la puerta. Sin embargo, cuando alargó el brazo hacia la aldaba, la voz rugiente del comandante lo frenó.

-Nile, no confíes en nadie -le advirtió Erwin, pero Nile no se volteó a verlo. Cerró los dedos sobre la aldaba y se fue por la puerta. Los goznes se oyeron como el eco de un lamento, de un mal presagio, que le heló la sangre a Levi.

-¿Qué harás, Erwin? -le preguntó Mike al comandante una vez que Nile se marchó.

Pasó un momento de expectativa hasta que el comandante caminó hacia el ventanal de su oficina.

-Levi, prepara tus cosas y a tu escuadrón. Iremos hacia Mitras mañana por la mañana -ordenó-. Hange y Mike ustedes permanecerán aquí junto a los novatos. Enviaremos una misiva en caso de necesitar apoyo.

-Entendido, señor -replicaron Hange y Mike al mismo tiempo.

El capitán salió de la oficina de Erwin impaciente y con más dudas que certezas. ¿Cuál era el plan del comandante? ¿Iban a aventurarse sin seguir una estrategia? ¿Sin un plan de ataque? ¿Por qué lo hacia Erwin? ¿No era que deseaba mantenerse alejado de los asuntos de la Policía Interior? ¿Quién era Marie? Y por sobre todo... ¿Por qué esos rebeldes robaron todas las armas de la Policía Militar? ¿Por qué la Ciudad Subterránea estaba siendo tomada? ¿Paige había estado todo este tiempo viviendo bajo tierra entre delincuentes y prostitutas? ¿Eso era para ella la libertad?

Levi se tomó la frente. Tantas preguntas le hacían doler la cabeza. Además atribuía otra parte de su malestar a la discusión previa que había tenido con Hange. Él no era arrogante ni mucho menos se consideraba una persona engreída. Tampoco era egoísta. ¡Ella lo rechazó! ¡Lo humilló!

Ella sola se metió en su vida. Hange decidió involucrarse y ser su amiga. Levi jamás le pidió nada. Tampoco quiso algo de su parte, pero... él nunca le puso un límite y le permitió su intromisión. Sus sentimientos hacia ella eran su culpa. Estaba seguro de eso.

¿Y qué era lo que le molestaba? ¿Realmente se había comportado como un niño ofendido? ¡Ella también era inmadura e infantil! ¿Y qué era eso de que tuvo actitudes de mierda? ¿Cuales fueron sus actitudes de mierda? ¿Tanto por la pequeña broma de la naranja? ¿O por qué había desconfiado de ella cuando sucedió lo de Lobov? ¿O por qué la subestimó cuando apenas se conocieron? ¿O por qué en ocasiones era un poco cruel e irónico con su explosiva y enérgica personalidad?

Levi soltó aire, sintiéndose extrañamente derrotado. Hange tenía razón. Él nunca se disculpaba por las cosas que hacía o decía. Jamás pedía perdón. Ni siquiera con Erwin era capaz de hacerlo.

-Auruo, Petra necesito que se hagan cargo de los novatos -promulgó el capitán, apenas se topó con los dos jóvenes saliendo del comedor. Tras la caras de estupor por parte de los soldados, el capitán añadió-: Me iré a Mitras para una misión.

-¡Oh! -exclamó Auruo- Es sobre los asesinatos, ¿verdad? -Levi afirmó con un ademán. Auruo hundió las cejas, arrugando todavía más su frente-. ¿¡Y por qué no le dices a Fenrir que se quede con los novatos!? ¡A él le encanta mandar!

-Porque él ira conmigo -explicó con simpleza-. ¿Cuento con ustedes?

Auruo y Petra enderezaron la espalda y se llevaron un puño al pecho.

-¡Sí, capitán!

El capitán se despidió de los dos jóvenes y se dirigió al barracón en donde descansaba gran parte de su escuadrón. Avanzado unos metros, no se esperaba para nada encontrar a los tres soldados en los alrededores, juntos y... bebiendo alcohol. Levi se encabritó cuando descubrió a Conan bebiendo del pico de una botella de vidrio, sentado sobre el tronco de un árbol caído. Hunter estaba en la puerta del dormitorio, sobre el cemento, con las piernas extendidas y los brazos detrás de la nuca. A su lado, con una postura ufana y relajada, se encontraba Sean. Sus manos estaban escondidas en los bolsillos de su pantalón.

-¿Qué están haciendo? - la voz de Levi cayó con la intensidad de un trueno sobre los tres jovenes.

El grupo se sobresaltó. Conan escondió la botella detrás de su espalda.

-Nada -el chico estaba madoroso.

Los ojos azules de Levi se volvieron fríos como el hielo cuando se aproximó a su subordinado.

-Dame la botella, Conan -exigió, extendiendo la mano hacia él.

-¿Cual botella? -preguntó el soldado, mirando de un lado al otro, haciéndose el tonto. Hunter y Sean negaban con la cabeza, divertidos, por la estupidez de su amigo-. ¡Yo no veo ninguna botella! Sean, ¿tú ves una botella?

Sean alzó las manos, librándose de toda culpa.

-No veo nada de nada.

-Lo ve capitán -Conan le sonrió, mostrando sus dientes amarillos. Su aliento a ginebra le quemó la nariz a Levi-. Vaya a descansar tranquilo..

-Dame la botella –ordenó el capitán-. Ahora.

La expresión determinada y enfurruñada de Levi amedrentó a Conan, quien hizo un mohin con la boca.

-Será un trago y nada más.

-No

Conan maldijo por la bajo y, a regañadientes, le tendió la botella al capitán.

-Tienes el corazón podrido.

-Como tu cerebro -replicó Levi, sosteniendo la botella-. Ahora vayan a dormir y preparen sus cosas. Mañana iremos a Mitras.

-¿A Mitras? ¿Por qué? - inquirió Sean-. ¡AH! ¡Los asesinatos! ¡He estado leyendo las noticias!

Conan reaccionó como un niño encabronado.

-Nosotros matamos titanes -masculló-. No somos detectives

-La situación está un poco desbordada -se limitó a decir Levi, sin dar tantas explicaciones.

-Bueno, ¿tardaremos mucho? -quiso saber Sean-. ¡Mamá cumple la semana que viene y quiero visitarla! ¡Le compré una caja musical!

-¿Una caja musical? -se rio Hunter, con acidez -. No me digas que fue idea de Lynne.

-Sí, fue idea de ella-. Sean parecía ofendido.

Hunter resopló y encogió los hombros. Conan le echó un brazo a Sean mientras que con una mano le propinaba golpes en el pecho.

-¿Tu mamá no quiere ser mi suegra?

Sean lo empujó

-Ya te dije que no te vas acercar a mi hermana.

-Desde que murió Paige quieres estar con cualquier mujer que se te cruce en el camino -comentó Hunter-. Eres la primera persona que conozco que quiere tener tantas suegras.

Conan amplió su sonrisa, como si estuviese orgulloso de si mismo.

-Lo hago para divertirme -Hunter puso los ojos en blanco-. ¡Es verdad! -expresó Conan-. Es decir, no puedo olvidar a Paige. ¡Siempre pienso en ella!

La culpa regurgitó en el capitán. Si Conan tan solo supiera que ella estaba viva y armando revuelo con un grupo de rebeldes sádicos... Dejaría de pensar en ella, ¿verdad?

Sean se frotó la perilla.

-No deberías acosar a Petra - sugirió.

-No la acoso -rebatió Conan-. Solo le digo palabras bonitas.

-Podemos dudar de esto último - expresó Hunter, alzando un dedo.

-¿Ustedes son idiotas? -Levi estuvo tentado a responderle a Conan, pero el soldado habló deprisa-: ¡No me importa Petra! -Conan brincó sobre el tronco y estiró los brazos hacia el firmamento-: Todas las noches, antes de dormir, miró al cielo y le habló a Paige. Le pregunto como es allá arriba y si se encuentra bien. Mi mamá siempre dice que las personas buenas se hacen estrellas. Estoy seguro que ella es una estrella más.

-Seguramente -murmuró Levi. Para el capitán Paige era tan luminosa como el carbón.

-¡Paige, mírame! -gritó Conan-. ¡He matado a un montón de titanes! ¡Entreno todos los días! ¡Te dije que me volvería fuerte y lo soy! ¡Soy fuerte, Paige! ¡Mírame! No necesito hacer mucho para ser especial, ¿lo ves? ¡Soy un héroe!

-¿Estás borracho? -Hunter soltó una carcajada.

-Le está hablando al cielo, Hunter -comentó Sean-. Saca tus propias conclusiones.

-Un poco -reconoció Conan-. ¡Estoy un poco borracho! Pero eso no importa. Desde que ella murió, he estado pensando en muchas cosas acerca de la vida.

-¿Cómo cuales? -Hunter y Sean se tomaban en broma los comentarios de su amigo. Levi se dispuso a escucharlo con atención.

-Bueno -Conan carraspeó la garganta en el hueco de su mano-. Paige siempre quiso ser especial y ella ya era especial para mí, para ti Sean y para ti Hunter. ¡Era especial para Hange! No tienes que hacer grandes cosas para ser especial. Siempre va haber alguien para quien seamos únicos e irreemplazables. Solo es cuestión de creer que somos el héroe de nuestra propia historia. Yo quiero ser el héroe de mi historia. Esa persona especial. ¡Hacer lo que creo que me hará especial! Paige no tuvo que salvar la humanidad, tampoco tuvo que matar muchos titanes, ella era especial por ser ella. Por ser Paige. -Conan se precipitó hacia Hunter y le revolvió el cabello castaño con la mano-. ¿Lo ves, Hunter? ¡Tú ya eres un héroe por el solo hecho de estar vivo! Si quieres ser un cocinero, ve y hazlo. No serás menos que tu hermano, no deshonraras la memoria de Gedeón. Simplemente serás tú, siendo especial a tu modo.

Los ojos grises de Hunter se tornaron vidriosos y amables. Su actitud sobredora se esfumó y dio paso al Hunter sensible que Levi conocía. Sean lo abrazó por los hombros, provocando que sus mejillas se inunden de calor por la cercanía de su amigo.

-Eso es verdad -reconoció-. ¡No importa lo que decidas! ¡Nosotros siempre te apoyaremos!

Levi no realizó ningún comentario y regresó sobre sus pasos. ¿Qué era eso de ser cocinero? ¿Eso era lo que tenia tan enfrascado a Hunter últimamente? ¿Tenía planeado dejar la Legión?

-Vayan a dormir -resolvió decir el capitán-. Los espero mañana a primera hora en la entrada. No se demoren.

-Capitán -lo llamó Conan. Levi se volvió hacia él-. Gracias por considerarme una persona especial y por ser mi amigo. ¡Lo admiro demasiado! ¡Es increíble! ¡Gracias a sus entrenamientos he ganado confianza en mi mismo! ¡Ya no me siento débil! ¡Gracias a ti soy fuerte!

Levi no era muy receptivo a recibir halagos y elogios. No obstante, las palabras de Conan se le antojaron genuinas y lo inundaron de un sentimiento agradable. Se mantuvo con su habitual mueca seria y dura, observándolo sin pestañear, mientras el soldado le replicaba su expresión con una sonrisa optimista y afable. Los ojos saltones y endrinos que brillaban con astucia y picardía admiraban de verdad a su capitán. Los lineamentos de su cara eran grotescos, pero transmitían nobleza. Levi estaba orgulloso de él. Conan había avanzado mucho en los entrenamientos y era un buen soldado. Un buen amigo.

Sean alargó la mano hacia Conan y lo agarró de la parte de atrás del cuello de su camisa. El pelo renegrido y desgreñado, que le caía sobre la frente y un poco antes de los hombros, se agitó por el súbito movimiento.

-Mejor me lo llevo o se va a poner a llorar ahora mismo sobre tu hombro -le dijo Sean a Levi entre risas.

-¡Cállate Sean! -gruñó Conan-. ¿Puedo salir con tu hermana?

-Te he dicho que no.

El capitán aguardó a que sus tres subordinados se sumergieran en el barracón para marcharse. Iba a paso lento, riéndose en sus adentro de las ocurrencias de esos tres sujetos, cuando desde lejos la reconoció. Era difícil no hacerlo con esa distintiva maraña de cabello bermejo. Cabizbaja y sentada sobre uno de los bancos que rodeaban el edificio principal, Hange era alcanzada por una tenue luz pálida, que emitía una lámpara de aceite encendida sobre el piso.

Había muchas razones por las cuales Levi debía ignorarla, pero no lo hizo. El capitán se paró frente a ella y le preguntó:

-¿Que haces aquí? ¿No deberías estar durmiendo? -Levi sacó el reloj de bolsillo escondido en su chaqueta. Eran las doce de la noche-. Es algo tarde para ti.

En realidad también era tarde para él, pero el capitán aún debía notificarle a Fenrir sobre la misión entrante. Guardó el reloj y esperó una respuesta por parte de la chica.

Hange levantó la vista y esbozó una sonrisa fugaz y triste. Tenía la espalda y los hombros encogidos

-No puedo dormir -su voz sosegada descorazonó al capitán-. ¿Y tú?

-Le confisqué esto a Conan -Levi señaló la botella, manteniendo la severidad de sus gestos.

La líder de escuadrón sonrió de lado, asintió y vagó la mirada por el capitán de nuevo. La forma en que ella lo miró hizo que Levi la deseara todavía más.

Hange sacudió la cabeza y dijo:

-He estado pensando en Paige.

-¿Que pasa con ella? -preguntó Levi, tomando lugar en el otro extremo del banco y a una distancia prudente de Hange. El joven dejó la botella en el suelo.

-No la mates

Levi fijó la vista en la oscuridad de la noche veraniega que se extendía a su alrededor. No había pensado en asesinar a Paige, pero... ¿Qué pasaría si los descubrieran? ¿Ella y su gente los atacarían? ¿Asesinarían a Erwin? Levi no podía permitir que lo maten. El comandante era su prioridad.

-Tal vez nos ataquen -insinuó Levi. No sabía cómo decirle a Hange que si ella o alguno de sus compañeros iba contra la Legión, él los mataría sin dudar.

-Lo sé.

El capitán observó por el rabillo del ojo a su colega. Unas horas antes no la quería ni cerca y ahora estaba con ella, contemplándola sin decir mucho en realifad. ¿Se había vuelto loco? ¿Por qué no se alejaba de Hange? ¿Que era esa aprensión que sentía en el pecho?

-Paige ya ha elegido, cuatro ojos -expresó Levi-. Está condenada

Hange movió la cabeza de un lado a otro y abrazó sus piernas.

-No es seguro todavía -refutó-. No se sabe cuales son sus intenciones exactamente.

Levi frenó sus ganas de reírse porque le pareció inopinado y cruel, sin embargo, le comentó a Hange lo siguiente:

-No creo que sea precisamente juntar margaritas mientras retoza por el parque.

La chica le lanzó una mirada escabiosa y Levi no le hizo caso. El capitán la ignoró mirando con atención el zumbido de los insectos alrededor de la luz mortecina. El verano estaba tan cerca que ya lo irritaba. El ruido de las cigarras era escandaloso y, si agudizaba la mirada, era capaz de distinguir a las luciérnagas entre el follaje.

La chica respiró hondamente y dijo:

-Pero he estado pensando y creo saber que es lo que está pasando.

-¿De qué hablas?

-Definitivamente están siguiendo a un líder -aclaró Hange-. No creo que vayan por el Rey. No todavía. Piénsalo solo un minuto. Si lograron llegar a robar las armas, ¿por qué no ir contra la Corona de una vez por todas? ¡Lo están acorralando! Creo que se trata de una especie de estrategia basada en el terror y la intimidación hacia Mitras y sus fuerzas.

-¿Terror? -Levi estaba mareado.

La chica tragó saliva con dificultad.

-En Mitras el pueblo no está disconforme con la Corona. Allí todo está bien, excepto para los subterráneos. ¿Entonces cómo creas una revolución? -inquirió manera retórica-. Derrumbando viajes ideas, estructuras que no sirven y atemorizando a la gente. Si no puedes contra la mayoría, entonces vas contra ella. Impones tu fuerza, tus ideas y eso es lo que harán. Levi creo que esto es solo el comienzo.

El capitán reflexionó un momento. Hange estaba en lo cierto. Mitras era un lugar de plenitud como la mayoría de los distritos de Sina. La población allí vivía en una burbuja de felicidad constante y abundaba un ambiente de conformidad con la monarquía. Era difícil que se revelen contra el Rey que les había otorgado seguridad y distinción social.

-¿Me estas diciendo que tomarán la ciudad?

Hange le dio la razón.

-Para empezar la revolución -agregó-. Buscarán adeptos. Es como si esto fuese un virus y su infección se propagara hacia todos lados. Si las ideas de estos rebeldes se expanden por el resto de los distritos, por los distritos más pobres, esto se volverá una guerra civil y será peor que enfrentar a los titanes. Erwin lo sabe y por eso ha accedido.

El capitán no estaba tan seguro de cuales fueron las razones que llevaron a Erwin a ayudar a la Policía Militar, pero no tenía ganas de discutir. Quería escuchar el razonamiento de Hange.

-¿Cuáles crees que sean esas ideas?

La líder de escuadrón jugueteó con sus dedos sobre las rodillas.

-Tengo mis dudas -soltó-. Pero puede que sean ideas anarquistas. Es decir, Paige siempre odió a la Corona. Ella no se uniría a algún movimiento a favor de la Monarquía.

-¿Quieres decir que ella y su gente van a ir contra cualquier fuerza y autoridad?

-Es una teoría.

-Si Paige asesina a gente inocente, la mataré –la dureza de Levi hizo que Hange aparta la mirada de él-. Ya tuve demasiado con la bomba que me lanzó la otra vez.

La chica se volvió hacia él.

-¡Pero allí no mató a nadie!

-Porque la casa estaba deshabitada, pero ella no lo sabía y tampoco le importó

Hange caviló, apretó los labios y después exhaló con amargura.

-Me gustaría poder hablar con Paige.

-No creo que cambie de opinión. Tiene convicción y está loca, eso es lo que la hace aún más peligrosa.

-Es que me niego a aceptar que haya encontrado el sentido de su vida en una guerra civil.

-Solo espero que te equivoques, cuatro ojos -habló Levi con franqueza-. Porque si lo que piensas es cierto... Morirá mucha gente.

Levi tenía una fé ciega en Erwin y Hange. Creía que ambos podían encontrarle la solución a un sin fin de cuestiones y conflictos. Eran personas inteligentes, prácticas y observadoras, pero... los dos estaban acostumbrados a enfrentarse a los titanes no a los humanos.

El capitán miró a Hange de nuevo. Estaba maravillado por cada mueca que descubría de ella ¿Por qué era tan bonita? Tenia ganas de abrazarla y besarla, pero aguantó sus deseos con gracia y estoicismo. Recordó que él estaba enojado con ella y que era demasiado orgulloso para reconocerle que tenía razón.

-Ya has roto tus gafas nuevas ¿verdad? -señaló Levi, al ver una cinta blanca en el centro de la montura en donde se unían sus lentes-. Torpe

-¡Es que me quedo dormida con las gafas puesta! -explicó la soldado-. Hoy estuve trabajando en un experimento, me dormí y cuando desperté, ya se habían roto. ¡Es que tengo el sueño pesado!

El recuerdo de Hange durmiendo en Mitras le sobrevino a la mente.

-Lo he notado -dijo Levi-. Babeas y duermes como un oso.

-¿Un oso? -repitió Hange. Su postura se había relajado. Una expresión jocosa y ligera le colmó el rostro.

-Nunca oí ronquidos tan feos como los tuyos.

Las carcajadas de Hange eran caricias para Levi.

-¡Tú también eres muy gracioso cuando duermes! -espetó-. ¡Pareces un viejo en una hamaca!

Levi frunció el ceño.

-¿Que clase de insulto es ese? ¡Es horrible!

-La crueldad es lo tuyo.

-Tú puedes ser bastante cruel cuando quieres -insinuó Levi.

Hange comprendió fácilmente que el capitán se refería a su encuentro de hacia unos momentos.

-Tengo razón y lo sabes.

-Por supuesto que no.

-¡No te rechacé!

-En realidad sí, pero...

-Me gustas -lo interrumpió Hange, y se apretó la cabeza con las manos-. Solo estoy muy confundida. Creo que si pienso en ti, me olvido de todo lo demás. Necesito concentrarme en mis sueños, pero quiero que sepas que eres muy importante para mi -Ella se rascó la cabeza-. ¡Tú interpretaste mal mis palabras!

El corazón de Levi estaba tan desbocado que podía sentir sus palpitaciones por cada recodo de su pecho. Algo le revoloteaba el estómago. Le temblaban las piernas y las manos. No lo intimidaban los titanes sino sus sentimientos hacia una chica. Se sentía un estúpido. Sin embargo, Hange era capaz de hacerle olvidar cualquier resquemor, cualquier miedo o inseguridad en cuestión de segundos. Era algo contradictorio, pero se sentía inseguro y al mismo tiempo contenido a su lado.

El chico carraspeó la voz y, dejando de lado su orgullo, murmuró:

-Tienes razón. Tal vez he exagerado un poco mi reacción.

Hange parpadeó.

-¿Qué dijiste?

Levi volteó, apartó la mirada de ella y cruzó los brazos. ¡Nunca había estado tan nervioso en su vida! ¡Sentía mucha vergüenza! ¡Mierda!.

-Eso que escuchaste.

Hange se deslizó hacia él, acortando la distancia entre ambos.

-No he escuchado bien - mintió-. ¿Qué es lo que dijiste? ¿Puedes repetirlo?

El capitán resopló.

-Eres rara.

La líder de escuadrón lo sacudió por los hombros.

-¡No! ¡No mientas! -chilló ella-. ¡Repite lo que dijiste!

Levi chasqueó la lengua y Hange dejó de moverlo. El capitán inspiró hondo y se volvió hacia ella. La líder de escuadrón no retrocedió. Tampoco se alejó. Ella lo observaba con el rostro iluminado de felicidad. Sus narices se rozaban.

-Lo siento -musitó Levi.

Hange pegó un grito, rodeó el cuello de Levi con sus brazos y apoyó la cabeza sobre su pecho. Un escalofrío le invadió la espalda. El capitán solo esperaba que nadie los estuviese viendo porque sería muy incómodo y embarazoso de explicar.

-Simplemente no me puedo enojar contigo -confesó la chica-. Siento también mi reacción. Soy algo torpe para estas cosas.

-Ya -se limitó a decir Levi mientras hundía su nariz en el cabello de Hange. No estaba limpia como de costumbre, pero su cuerpo le transmitía un calor abrumador-. En realidad eres torpe para un montón de cosas, pero...está bien como eres.

Ella apretó los hombros de Levi con suavidad.

-¿En serio?

-Excepto cuando te pones como loca por los titanes aunque...-Levi alargó la mano y le acarició la frente a Hange-. ya me acostumbré.

Hange se alejó del capitán. Las mejillas de ellas se hincharon de rubor.

-¿Entonces te puedo mostrar lo que inventé?

-De ninguna manera.

-¡Pero esta genial!

Levi se incorporó y sostuvo la botella que había dejado en el suelo.

-Me duele la cabeza

-No seas mentiroso, Levi -rezongó Hange, poniéndose de pie-. ¡Ven aquí!

Levi se echó a andar en dirección al barracón de Fenrir. Hange lo alcanzó y caminó a su lado, sosteniendo con su mano la lámpara de aceite.

-¿Entonces volvemos a ser amigos?

-Nunca dejamos de serlo.

-Aunque los amigos no se besan.

-Ciertamente. No creo que hayas besado a Moblit -Hange se detuvo y Levi también. El capitán la miró con seriedad-. ¡Espera! ¿Has besado a Moblit?

-¡Claro que no! -se apresuró a decir la chica-. ¡Eres la primera persona que beso en mi vida!

-¿Y que fue ese silencio? -quiso saber Levi, con un viso de pánico en la voz.

-Estaba pensando.

-¿Sobre qué?

Hange adoptó una postura extraña.

-Sobre si está bien que quiera que me beses de nuevo.

Levi dio media vuelta. Una corriente eléctrica le erizo los vellos del brazo.

-No lo sé -dijo con deliberado aplomo. Aunque lo anhelaba profundamente y ese anhelo no hacía más que hacerlo sentir culpable e insensato.

El capitán escuchó un suspiro, ladeó la cabeza y miró por encima del hombro a Hange.

-Debemos concentrarnos en esto.

-Claro -expresó Levi con desilusión.

-Pero... -Hange vaciló. Su tono de voz desprendía ternura y lubricidad a la vez-. Me gustaría que me beses.

El capitán contuvo el aire en sus pulmones y dudó. Lo pensó demasiado hasta que sus ojos azules se llenaron de seguridad y deseo. El mismo que lo hizo caminar hacia a ella. Los dos se miraron un instante y cedieron a sus deseos más impulsivos y primitivos. A la atracción que sentían el uno por el otro.

Hange se inclinó hacia Levi, presionó sus labios contra los de él y lo besó con dulzura. Levi se estremeció cuando ella abrió su boca, lo inundó de su aliento y le acunó la cara con la calidez de sus manos. El capitán jamás había experimentado algo igual. Todo era tan intenso y apabullante. Él que siempre había sido de reprimirse y contenerse sentía que con ella nada de eso era posible.

Fue un beso. O tal vez dos. Cuando Hange se apartó y Levi la imitó, repelido y asustado por las sensaciones que lo asaltaban. Avergonzado y sin medir palabras, giró sobre sus pasos y se encaminó hacia el barracón de Fenrir, con la botella en la mano.

-Levi -lo llamó Hange de nuevo. Él la miró de soslayo-. Tú también deberías practicar besos con naranjas.

El capitán siseó entre dientes cuando la vio sonreír.

-idiota - masculló y se alejó de ella mareado, extasiado y feliz. Inmensamente feliz.

A la mañana siguiente, Levi y Erwin emprendieron viaje a Mitras. El plan del comandante era esperar agazapados el próximo ataque para capturar a uno de los rebeldes y así obtener información. Erwin quería hablar con su líder, conocer su perspectiva y averiguar qué era lo que buscaba.

Levi insistió con que Paige había advertido que los rebeldes querían a la Legión alejada de Mitras y el comandante decidió que lo mejor era pasar desapercibidos, aunque el plan continuaba en marcha.

Llegaron a Mitras cerca del mediodía y abandonaron los cabellos a metros de la ciudad. Erwin, Levi y su escuadrón no estaban uniformados. Llevaban ropa ligera, los rostros ocultos y el equipo de maniobras camuflados bajo una capa de color gris. Nile los esperó en la entrada de la ciudad junto a dos subordinados.

-Gracias por venir, Erwin.

El comandante se limitó a asentir con la cabeza. Levi echaba miradas fugaces a su alrededor. El ajetreo de la ciudad se veía distinto a otras veces. Era como si todo se hubiera vuelto más solitario, gris, aterrador y rodeado de miembros de la Policia Interior.

-Iremos hacia un refugio seguro.

-Nile –soltó Erwin de repente-. ¿Por qué has traído a tus subordinados?

-Porque confío en mis hombres de la misma forma que tú confías en los tuyos -contestó y señaló a los dos oficiales-. El es Chad Hill y el Carter Denis.

Levi los estudió con desconfianza. Chad era atlético, con un cuerpo de mediana estatura, apenas más alto que él. Tenia la cara cuadrada, la nariz larga y los ojos marrones muy pequeños. Carter en cambio era más bien alto, fornido, de cabello crispados y facciones perfiladas.

-Nile eres un imbécil –farfulló Levi sin poder evitarlo.

El jefe de la Policía Militar se encolerizó.

-Controla el vocabulario de tus soldados, Erwin - El hombro ignoró a Levi, desprendió un gruñido por lo bajo y volteó hacia el lado opuesto donde la Legión se encontraba-. Síganme.

Nile y sus subordinados caminaron por un largo y estrecho paraje empedrado y arbolado que salía a una zona de edificios residenciales. A los laterales, en posición de atención, estaban algunos miembros de la Policía Interior.

Levi se dirigió a su escuadrón y el grupo se detuvo.

-Estén atentos

-¿Fenrir? –irrumpió una chica alta, corpulenta, con el cabello largo y rubio, del color de la miel; recogido en una trenza. Su era piel cetrina y sus ojos grandes y grises. Era hermosa, llamativa y... miembro de la Policía Interior. Menudo problema.

-¿Dawn? –Fenrir estaba atónito.

La chico explotó de júbilo y estrechó al soldado entre sus brazos.

-¡No lo puedo creer! –exclamó con emoción-. ¡Tanto tiempo! ¡Te he extrañado, Fenrir! ¿Por qué no respondes mis cartas?

Conan se escurrió al lado de Fenrir y se retiró la capucha del rostro.

-¡Hola, soy Conan Rangel! –se presentó, y alargó la mano-. ¿Tu madre no quiere ser mi suegra?

La chica perdió todo rastro de color en la cara al escucharlo. Sean arrastró a Conan del brazo.

-Disculpa es que está en la edad -excusó, tomando distancia.

-¿En qué edad? –preguntó la chica, confundida.

-No importa.

-Ella es Dawn Wembley –dijo Fenrir, con cierto fastidio tan pronto la joven se alejó de él-. Es una vieja amiga. Es de la Policía Militar.

-¿Como es que no te vimos en el cuerpo de entrenamiento? –indagó Conan-. ¡Sin duda no olvidaría ese bello rostro!

Hunter le propinó una patada a Conan. Dawn rio de manera coqueta, cubriendo su risa tintineante con la muñeca.

-Es que soy más grande que Fenrir -explicó-. Tengo 23 años ¿Son ellos tus amigos?

-Algo así –respondió el joven.

-¿Qué es lo que hacen aquí? ¿Tú no eres miembro de la Legión? ¿Por qué no están uniformados?

Levi intervino tan rápido que no le dio tiempo a Fenrir para responder.

-¡Oigan! -gritó-. Debemos irnos. ¡Vamos!

Dawn ensanchó su sonrisa.

-Me alegra verte de nuevo, Fenrir.

El capitán instó a Fenrir y a los demás a avanzar cuando sintió un olor extraño. Un olor alcohol. Miró alarmante al comandante, que había notado lo mismo. Erwin giró y se dirigió a Nail. Abrió la boca para hablar y, en un instante, todo voló por los aires, junto a un estruendo ensordecedor.

Levi tuvo el ademán de correr hacia Erwin, pero la polvareda y la onda expansiva lo lanzaron lejos, como si un titán tirara de él hacia atrás. El capitán perdió el control de su cuerpo e impactó contras los adoquines en un golpe seco.

El impacto lo dejó sin aire, confundido y con la visión borrosa. El ambiente se vicio de escombros, vidrio, tierra, lamentos y llantos. Los oídos le pitaban y le dolían los huesos. El capitán a gatas podía incorporarse sin resentir la espalda. Las costillas le apretaban los pulmones y tenía las articulaciones rígidas. Respiraba con dificultad y un dolor lacerante lo invadió cuando quiso moverse. La cabeza le quemaba, su garganta estaba seca y en su lengua albergaba un desagradable gusto a metal. Escupió sangre y se restregó los ojos.

El primer pensamiento que abordó la mente de Levi fue el comandante. La desesperación le dio fuerza y buscó a tientas a Erwin. El alma le regresó al cuerpo a penas lo vio tendido a su lado. La onda expansiva lo había arrastrado con él. Erwin sintió la mirada de Levi y levantó la cabeza. Tenia una herida en la frente y cortes en la cara, pero estaba vivo.

El capitán se incorporó con un codo y se arrastró hacia él con la fuerza de los brazos. El comandante le hizo una seña con la mano para que se detuviera.

-Estoy bien -aseguró, con la voz estrangulada.

Levi tosió tierra y contempló a su alrededor en busca de su escuadrón. Todo era caos y destrucción. Un panorama desolador e inclemente.

Distinguió a Nail, junto a Chad. Ambos estaban vivos y heridos. Sin embargo, su compañero Carter no había corrido con la misma suerte. La explosión había logrado estallarle las piernas. Chad intentaba reanimarlo y le golpeaba la mejilla para que reaccione. Sin embargo, Levi sabía que era inútil. Estaba muerto.

Levantó la cabeza y buscó a sus compañeros. Se estremeció al ver uno de los edificios reducidas a escombros y las extremidades de los cuerpos sobresaliendo de los cimientos. Había árboles caídos por doquier y un hedor a carne quemada espantoso. Levi reprimió las ganas de vomitar. Muerto de dolor, se puso de pie y observó de nuevo a su alrededor. Avistó a Fenrir ayudando a Dawn a salir debajo de unas vigas. Tenia la pierna estancada y la chica lloraba del pánico. Fenrir estaba cubierto de sangre, aunque a primera vista parecía estar bien y sin heridas graves.

Vagó de nuevo la mirada y notó nuevos cuerpos mutilados, nuevas caras cenicientas y sin vida de la Policía Interior. Pero... ¿A dónde estaban sus amigos? Levi avanzó, uno, dos, tres pasos hacia las pilas de escombros más cercana. El dolor de su cuerpo lo obligó derrumbarse de rodillas en el suelo.

-Ca...pi.. tán -Levi se paralizó por completo. No lo había reconocido por la sangre y por los escombros que había encima de su cuerpo.

Era Conan.

-¡Conan! ¡Amigo, resiste! -Sean y Hunter aparecieron a su lado. Sean no podia moverse bien. Tenía una herida en el ojo mientras que Hunter se había cortado el brazo y parte de una pierna-. ¡Alguien que llame a un medico! ¡Auxilio! ¡Capitán, ayúdame!

Levi estaba conmocionado.

-He sido especial, ¿verdad, Sean? -preguntó Conan, con un destello de esperanza. La última esperanza.

Levi tuvo el ademán de sacar los escombros de encima del cuerpo de Conan, pero apenas podía moverse. Sean y Hunter intentaban tironear de los brazos de su amigo para sacarlo. Sin embargo, era en vano: Conan estaba atrapado. El peso sobre sus órganos era letal.

-Por supuesto y lo seguirás siendo, Conan -le dijo Sean entre lágrimas, y lo tomó de la mano-. ¡Tú eres fuerte! ¡Tú puedes contra todo! ¡Tú eres mi mejor amigo! ¡No puedes irte! ¡No puedes dejarme solo! Estamos juntos hasta el final, ¿recuerdas? Moriremos juntos matando titanes como prometimos una vez, ¿cierto?

Una lágrima recorrió la mejilla de Conan mientras el brillo de sus ojos oscuros desaparecía y su respiración se hacía cada vez más lenta y suave.

-Cuida a mamá -susurró Conan- Gracias, amigos -dijo con un hilo de voz y después... cerró los ojos para siempre.

-¡Conan! -sollozó Sean mientras sacudía el cuerpo inerte de su amigo.

Hunter gimió y se tomó la cabeza. Levi estaba de piedra. No lo podía creer. Hace un instante, él estaba sonriendo, haciendo bromas, contento, animado y ahora... había perdido el color, estaba gris, apagado. Ahora, él estaba muerto.

-¡Conan! ¡Reacciona! ¡Amigo! ¡Conan! ¡Hermano! -gritaba con dolor Sean. Hunter quiso detener los intentos desesperados de su amigo por remover el cuerpo. Lo llamaba, pero el chico estaba enajenado. Se volvió hacia Levi-. Debe haber una forma de reanimarlo, ¿verdad, Levi? ¿Capitán? ¡Conan no puede estar muerto! ¡Él no puede estar muerto!

El capitán se mantuvo en silencio, con el corazón destruido y conteniendo las lágrimas. Negó con la cabeza. Sean se desplomó sobre el cadáver de Conan y Hunter lo abrazó mientras los dos lloraban desconsoladamente.

-Adiós, Conan -musitó Levi, derrotado ante la muerte y con el alma hecha añicos por despedirse de un amigo.

Una vez más.