"¿Quién te gusta?"
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Izuku se había retirado del departamento de Katsuki luego de haber desayunado y lavado los platos de dicho lugar; además de que aprovechó la ocasión para soltarle sus sentimientos a su pareja con tan poca elegancia y mucha simpleza pudo disponer en su abordaje.
Sus pasados pasados nada tenían que ver con la euforia que Katsuki le inducía. Y sin previo aviso, sin previa noción de sí mismo se perdió en él y cayó duramente por el muchacho, de quien en un principio quería matar, y ahora buscaba proteger por gusto, y ya no por obligación.
De por sí, las obligaciones le causaban sumo pesar cumplirlas, ahora, en el tiempo presente, se ha desligado de las obligaciones que lo ataban a su espíritu de sufrir esos martirios de los que tanto disgusto le dieron.
Por una parte, se encaminó a casa, después de haberle dicho a Katsuki que le gustaba. Esta vez que lo dijo no fue una mentira, sino verdad. Se sinceró de la mejor manera posible consigo mismo para así comunicar sus sentimientos en concreto.
Sin embargo, sabía que comunicarlo con palabras no lo era todo, por lo que comunicarlo a través de las acciones supondría un trabajo descomunal que se pusiera a la par de sus palabras.
Katsuki era demasiado oportuno con sus sentimientos y sus palabras. Su lengua suelta acompañaba sus deseos en su máximo esplendor volviendo un exponente de sí mismo de que realmente lo quería. Por lo que debía de esforzarse al máximo posible, si es lo que buscaba, pese a estar a la par consigo mismo, aún no estaba a la par de su novio, la persona que lo apoyaba pese a cualquier cosa.
Aprovecharía esa confianza que éste le tenía para demostrarle lo que sentía por él y lo que sería capaz de hacer por alguien tan preciado como lo es él en su insignificante vida.
Regresó a su casa una vez acompañando a Katsuki a su parada, teniendo en cuenta que lo vería en la tarde, si es que no surgía algún percance; en su caso, que Shinso quisiera combatir con sus espadas de madera que había pulido previamente, o que Shouto prefiriera ir a comer por alguna parte.
Cualquiera de las dos opciones, no lo desviarían de sus planes de estar a lado del rubio, ni por una fuerza sobrehumana o superior a la suya.
En casa se tomó una merecida ducha, seguido de vestirse de ropa más casual que la usada en su cita y a regar sus preciadas plantas una por una. Les dio los buenos días y las regó hasta dejar la tierra mojada con su indolente trato para con ellas.
La calma que las flores le brindaban era sin duda magistral. Plantó las semillas que Katsuki le escogió en la sección de macetas vacías, encantado con la idea de que pronto crecerían especies en su jardín, del cual proporcionarían un mayor arsenal de platillos de los cuales Inasa podría cocinarle cuando viniera a su casa.
Con una sonrisa iluminando su rostro se percató de que realmente estaba cayendo hondo por ese chico, tanto que hasta plantaba las semillas que éste escogió para él.
Sin querer, se ruborizó ante tal realización.
Nuevamente advertía su rostro arder y posteriormente engullir el sentimiento de golpe como si se tratara de algo bueno y puro, pese a que Izuku no lograba comprenderlo del todo.
Sin embargo, Shouto lo abordó cuando él observaba las semillas recién plantadas.
—¿Plantas nuevas?— Interrogó en tono desinteresada.
Izuku asintió.
—Le pedí a Katsuki que las eligiera para mi jardín.
—Ah— Suspiró. Y en ese suspiro captó intriga por parte de su amigo. —Y ¿eso que permitiste que controlara parte de tu jardín?
—No es controlar— Repuso ruborizado. —Solo escogió unas semillas que yo le pedí.
—Ajá— Movió la cabeza. —Aunque me extraña porque nunca has dejado que nosotros intervengamos en tus plantas y a Katsuki le das el beneficio de intervenir.
—No es la gran cosa— Quiso reponer torpemente.
—Es obvio que el chico te tiene loco por él.
—¡No es cierto!— Se sonrojó sintiéndose arrinconado.
—Tu cara dice lo contrario—Atacó.
—¡¿Cuál cara?!
—La tuya.
—¡La mía no dice nada…!—Contraatacó. —K-Katsuki no me gusta en ese sentido—Tartamudeó.—Solo me parece lindo. Es todo. Es un chico lindo de veinte años. No hay más excusa en eso.
—Di algo más creíble la próxima vez que te pregunte si sientes algo por él.
—Pregúntale a alguien más eso.
—De Katsuki ya sé su respuesta— Presumió. —Es obvio que dirá que gusta de ti. Y de Inasa, dirá que le gusto yo.
—Y ¿tú?—Enarcó una ceja.
—Inasa— Respondió con un dejo de travesura.
Izuku lo miraba con energía y renuencia, pues la facilidad que su amigo poseía para contrarrestar sus palabras lo dejaba seco de argumentos.
—Solo faltas tú de responder— Lo tuteó su amigo. —Es cansado tener que esperar a que te des cuenta que realmente te gusta este chico aunque no quieras admitirlo.
—No me gusta.
—Si no te gustara no lo hubieras dejado elegir esas semillas para tus macetas—Señaló. —No puede ser tan difícil que lo admitas.
—Tonterías, Shouto— Negó. —Katsuki es un buen chico y no merece estar cerca de un abnegado como yo.
—Querrás decir "muerto".
—Es casi lo mismo, pero sí—Concordó.
—Yo creo perfectamente que a Katsuki no le importa cómo se encuentra tu existencia, porque en el amor todo se vale, incluso las formas y tamaños de la persona amada. Tu puede que estés muerto, pero estás aquí. Te mueves, tienes voz, eres palpable. Estás visible al ojo humano, Izuku. Por supuesto que Katsuki te va a aceptar sin importar las condiciones en las que te encuentras.
Izuku suspiró pesado, bajando la cabeza.
—¿Aunque sea un Goblin?—Preguntó con mucha duda.
—Aunque seas un Goblin— Afirmó Shouto con una sonrisa confianzuda.
—No lo sé, Shouto— Dudó de nueva cuenta. —Yo solo soy un impedimento para el crecimiento de Katsuki. No puedo entrometerme en lo que puede lograr con su propia determinación. Yo a este punto de mi mísera existencia solo soy un estorbo en la vida de Katsuki. Le traeré desgracias si sigo a su lado.
—No te rebajes. Le has traído dicha a un chico que quizá no la tenía.
—¿Has visto a sus amigos?— Arguyó Izuku. —Sin duda le traen dicha a su vida. Yo no puedo competir con eso.
—Eso significa que te gusta— Repuso solemne.
—Un poco— Cedió.
—Izuku.
—N-no insistas más— Dijo ruborizado.
—Izuku—Presionó.
—¡Shouto!—Exclamó. —No soy tan fuerte como crees.
—Izuku, solo—Se detuvo, respirando a través del puente de su nariz. —Solo céntrate— Soltó tras unos segundos en que recuperó el autocontrol. —Céntrate en cuidar del chico hasta que el momento indicado llegue.
Izuku suspiró. —De acuerdo.
Pensaba que no tenía de otra. No porque no quisiera, sino porque no estaba en él que su destino cambiara. Que la forma de su alma se modificara y volviera a la vida mortal de la que en su momento no supo aprovechar, a diferencia de la vida inmortal de la que tanto provecho ha sacado.
Solo con ver sus jardines en forma de praderas y empalizadas a los lejos bastaba para saber que había valido la pena su inmortalidad porque logró crear algo agradable.
Y aunque lo guardaba para sí, haber conocido a alguien agradable, a alguien que suscitara en él el cosas hermosas que nunca antes experimentó siendo un simple mortal.
Izuku apreciaba el hecho de que pudiera estar presente en el momento en que sus flores poco a poco crecieran hasta florecer por el terreno.
Apreciaba haber podido tener su primer beso con alguien sincero, que temblaba bajo su toque, se estremecía con sus palabras y suspiraba con sus labios sobre su piel.
Con Shouto retirándose de su jardín con la finalidad de ir a su biblioteca, Izuku se ruborizó ante la imagen del lindo rubor que suele acompañar a Katsuki cuando él está cerca o de cómo brillan sus ojos cuando él dice algo relevante.
Su cuerpo se estremece de sólo invocarlo en su mente.
—Lo cuidaré lo mejor que pueda— Dijo en voz alta. Dicho esto, se retiró a su casa donde se topó nuevamente con Shouto, quien lo abordó por segunda ocasión con la excusa de que había encontrado información sobre los seres inmortales. —¿Información sobre los Goblin?— Cuestionó Izuku, incrédulo.
Asintió intrigado.
—Dice que los Goblins pueden cambiar el clima— Los ojos de Izuku se alumbraron.
—¿Cambiar el clima? ¿Nosotros?
—En este caso, serás tú, porque yo estoy lejos de poder cambiar el clima a mi antojo—Replicó. —Aquí dice que los Goblins tienen la capacidad de modificar el clima dependiendo su estado de ánimo, o en casos extremos que lo modifiques a voluntad.
¿Cuándo he modificado yo el clima?. Se preguntó desconcertado. De repente su pulcro semblante se tornó meditabundo.
No solía prestarle la debida atención a los estados del clima, a no ser que lloviera demasiado, mas por su cuenta el clima le daba igual, y distaba de tener algo familiar con él.
Sin embargo, desde que se convirtió en Goblin no ha percibido un cambio significativo en el clima o en sus alrededores, mas que recordar su hogar y el aspecto más juvenil de su madre.
—No he cambiado el clima y no sé cómo hacerlo.
—Pero leyendo esto, el día de tu cita el clima estuvo cálido y soleado. Y hoy ha estado más nublado que los otros días en que tu ánimo estuvo mejor.
—No creo— Excusó Izuku.
—Izuku no estoy mintiendo.
—Pero es imposible que yo cambie el clima—Repuso.
—Claro que no— Replicó.—Un Goblin tiene la capacidad de cambiar el clima y de ver el futuro. Tienen visiones cuando ocurrirá una catástrofe o un accidente que puedes prevenir. Piénsalo. Tal vez por eso el Jefe te dio la capacidad de ver visiones para poder proteger a Katsuki, en caso de que se encuentre en peligro.
—¿Katsuki en peligro?— Advirtió en sí mismo que su tono lejos de sonar relajado, sonaba a todo lo contrario de alguien en dicho estado. —No creo que eso tenga que ver con lo que soy ahora. Katsuki ha estado en peligro mucho antes de que yo fuera un Goblin, así que no ha habido un cambio, al menos en ese aspecto, porque lo que pasó fue que yo estaba en el momento correcto y Katsuki también lo estaba. Ambos estábamos en el momento adecuado, por lo que yo pude intervenir sin que el Jefe me hubiera dado los poderes que tengo ahora.
—Yo digo que sí puedes hacer más cosas que las que estás diciendo— Objetó Shouto. —Porque eres más fuerte que antes.
—La fuerza física no lo es todo— Refutó Izuku.
—Fuerza física y emocional, Izuku— Añadió Shouto, petulante. —Que es la que te falta y no haces nada al respecto, mas que llorar y quejarte.
—Eso—Se detuvo Izuku, señalando su dedo al aire. —Eso es cierto. No he hecho nada más que quejarme, pese a que Katsuki me atrae demasiado—En corto se ruborizó habiendo procesado lo que salió de su boca.
Shouto sonrió orgulloso con lo último.—Al menos has admitido algo importante. Y yo que me preguntaba hasta cuándo reaccionarías y dirías lo que sientes realmente.
—Shouto— Replicó visiblemente agitado y abrumado por lo abrupto que salieron de él sus verdaderos sentimientos. El ardor cándido de su rostro lo exponía ante su amigo y la vergüenza que lo embargó fue tal que no disipó ningún sentimiento posible que pudiera exhumarlo de decir una mentira.
Incapaz de escabullirse con sus manos, inclinó la cabeza, sintiendo las palpitaciones carcomerlo delante de la penetrante mirada de su amigo, quien sonreía triunfante frente a su evidente derrota.
—Es bueno saber que el chico te gusta.
—Shouto…—Sus labios temblaron a causa del bochorno. —Basta.
—Cambiando de tema— Espetó. —Deberías intentar cambiar el clima porque me gustaría que lloviera hoy.
—¿Por qué?—Alzó la cabeza.
—Hace días que no llueve— Se quejó.—Y el sonido de la lluvia me relaja mucho cuando trabajo por horas.
—Hum…pero yo no sé hacer llover—Arrugó las cejas.
—Ponte triste—Sugirió. —La tristeza atrae a la lluvia—Al ver a Izuku poner gesto dudoso, añadió—: Piensa en algo que te ponga triste, como un recuerdo o una desdicha que hayas sufrido en tus tiempos de guerrero.
Izuku quiso decir que Shouto pedía demasiado, mas el repentino cambio de sus pensamientos se obscurecieron ante la petición de su amigo. Shouto realmente quería ver llover ese día y él, por su parte, se mostraba incompetente frente a sus deseos.
Lo menos que podía hacer era tratar de pensar en algo que le pusiera triste, que de eso, derivaban muchas cosas.
—Lo intentaré— Repuso él.
De pronto, se permitió que miles y miles de pensamientos se arremolinaran en su núcleo de la lógica. La aglomeración de las posteriores reflexiones que comenzaron a rodear la mente del inmortal pronto empezaron a hacer mella en él, asimismo convirtiendo lo que momentos antes era una sensación de tranquilidad a una profunda melancolía que no tardó en brindarle una pesadez en el cuerpo y la certeza de que él se consideraba un estorbo en la vida de Katsuki, siendo éste un mortal que tenía un reloj que siempre se movía, a comparación del suyo que se detuvo tres siglos atrás y resultaba improbable que se volviera a mover, porque de todas maneras su cuerpo ya estaba oxidado, al igual que su alma.
La tristeza con la mayor prontitud pintó su semblante y tan rápido como ocurrió aquello, la lluvia comenzó a caer en el jardín, bañando los prados, las macetas, los árboles que se extendían en el horizonte por entre los verdes pastizales, los rosales se bañaron de colores pálidos ensalzando su esencia aromática, los pasajes se fueron llenando el aire a tierra mojada.
En cuanto se percató de su cometido, alzó la vista luciendo completamente sorprendido.
La expresión de gratitud de Shouto correspondió a dicho suceso.
—¿Qué hice?—Exhaló él.
—Has hecho que lloviera y es maravilloso.
—¿He hecho llover…?— Preguntó abrumado.—No lo creía posible—Suspiró cautivado con la belleza del paisaje que era su jardín.
Hacía meses que no había visto llover en la ciudad y él mismo había traído la lluvia con solo cambiar su ánimo. Sin duda, la melancolía que estrujaba su agujereado corazón provocó un paraíso del cual no quería que se acabara, por lo que seguiría permaneciendo en esa profunda tristeza, asimismo permitiendo que su jardín se llenara de vitalidad y esplendoroso verdor.
—Lo has hecho de maravilla, Midoriya— Elogió su amigo con una pequeña sonrisa en sus labios.
Izuku sonrió por reflejo, aunque por unos segundos, dado que el pensamiento de ser un estorbo en la vida de Katsuki le produjo un grave desazón en su interior que no pudo frenar.
Katsuki merecía crecer, pero no a su lado. Él ya creció lo suficiente para empalagarse de sentimientos profundos de amor. Sentimientos tiernos. Por su parte, ya estaba cansado de tener que lidiar consigo mismo, que apenas podía soportar el sonido de su propia voz.
Y entre más pensaba en eso, más acrecentaba la fuerza de la lluvia sobre ellos. Sobre el alrededor y quien sabe hasta qué longitudes llegaba la tristeza que momentos atrás no consumía su energía. De por sí, pensar en Katsuki le producía una sensación demasiado agradable como para ser consideraba sensata en su vocabulario.
Las entrañas se le encogían de sólo imaginarse en lo que su relación con Katsuki pudiera desarrollarse, si florecería, si se mancharía, si se estrujaría en miles de pedazos, si pudiera existir una dosis de alegría que bañara su temor con solo tenerlo entre sus brazos.
No sabría si sus miedos se evaporarían si tenía a Katsuki aferrado a él mientras pronuncia su nombre.
Ah… su nombre.
Katsuki tiene una manera particular de pronunciar su nombre que hace que se le ericen los vellos de la piel y su cuerpo temblar por dentro. Temblar a la expectativa de que atravesaría esa cruel barrera que lo detiene.
De solo revivir ese «Izuku» que sale de Katsuki siente que va a estallar y de la lluvia se oyen relámpagos y la precipitación del agua incrementa con el avanzar de sus sentimientos que lejos de desvanecerse, se vuelven el timón de su barco. En su guía.
Y no puede impedirlo.
Izuku se mantuvo observando la lluvia desde la ventana de su habitación comiendo un helado de vainilla que tenía escondido en el refrigerador y no se había percatado de su existencia, y pese a saber que no era lo más saludable de comer a esas horas y menos con el conocimiento de que tomaría café por otra secuencia de horas con Katsuki, por lo que no tendría casi nada de comida en su estómago que lo salvara de los efectos de la glucosa combinada con la cafeína.
Recordaba el sufrimiento que por el que pasó con el pollo vietnamita que casi ocasionó que su estómago se convirtiera en piedra.
De sólo recordar aquel disgusto, unos relámpagos se gestaron en el cielo, haciendo ecos en los vidrios de las ventanas, sin inmutar al inmortal que continuaba su labor.
Por otro lado, Shouto se había marchado hacía cierto tiempo, dado que se iría a trabajar durante todo el día y no tendría el debido tiempo de ayudarlo en su trabajo de cuidar a Katsuki como correspondía, pero a pesar de eso, Izuku se encontraba un poco más consciente de cómo cuidar a un muchacho de veinte sin parecer un inexperto en el proceso.
Cabe decir que no era lo más sensato haberse dado esa tarea de ser el novio respetable con tintes antisociales que bien podrían hacerse pasar como tachados en su conducta (pese a tener la noción de que su comportamiento pasaría por intachable durante los principios del siglo XX, pero eso es otro punto que no valía la pena tocar) y que mancharían el estado semi crítico de su relación, porque casi todos los errores los había provocado él, por no decir que todas las manchas las hizo él con sus quejas y lloriqueos.
Katsuki no merecía pasar por esas manchas que su mismo temor ocasionaron. Y con justa razón, el chico merecía tener un novio que lo permitiera tener una estabilidad emocional, precedida de un noviazgo sano, lleno de momentos buenos y malos (esperando que en su mayoría fueran buenos), de confianza y constantes confidencias, de risas y llantos, de besos y abrazos, e intimidad.
Era de suma importancia que lograra dichos objetivos, porque él también quería lograr esos objetivos, ya que realmente le importaba Katsuki y su bienestar por sobre todas las cosas.
Katsuki era glucosa que, en esencia, lo mantenía con "vida".
Por esa misma razón, esa tarde que fue al café sin disponer de una sombrilla, principalmente porque le disgustaba su uso y prefería sentir la fuerza abrumadora de la naturaleza bañar sus cinco sentidos hasta acariciar sus vasos sanguíneos.
Saludó de manera habitual a Katsuki, tendiéndole su mejor sonrisa, porque quería expresarle la vitalidad que le había devuelto con su entrañable personalidad y carácter impetuoso del que tanto se había familiarizado.
Su sonrisa fue recibida por un lindo rubor que calentó su interior cual brisa de verano. Una brisa de frescura que resultaba sumamente atrapante.
Pero pese a que sonreía por el mero gusto de verlo, la lluvia no se detenía por el interfaz del momento, sino porque aún lloraba en su interior a raíz de las reflexiones que tuvo aquella mañana.
Poco a poco su semblante se fue apagando en el transcurso de la tarde, tomando entre sorbos el usual capuchino, pasando la página del libro cada tanto, y sabiéndose mirado por los penetrantes ojos de su pareja otro tanto.
Esos detalles podrían hacerlo feliz, mas el deseo de que continuara la lluvia impidió cualquier deseo que pudiera originarse en ese instante.
Su vista fue atraída por una toalla blanca a la altura de su libro, sorprendiéndose a sí mismo por el ceño fruncido de su novio, quien tenía los labios apretados en una mueca, parecida a un mohín.
—Katsuki— Pronunció.
—Ten— Le tendió la toalla.—Te mojaste de ida aquí ¿no?. Podrías pescar un resfriado si sigues en esas condiciones.
—Gracias— Dijo, tomando por reflejo la toalla, colocándola en sus rizos empapados.
Sin embargo, Katsuki se quedó ahí, medio observándolo, medio viendo a la cocina. Le sorprendió que no se fuera, a lo que se preguntó el por qué se quedaría a su lado, si estaba trabajando.
—¿Pasó algo hoy?— Se sobresaltó con el tono desinteresado de su novio.
—¿Eh? No, no pasó nada.
—Te ves jodidamente triste—Apuntó. Después soltó un gruñido.—Aunque ese es tu aspecto de siempre. No puedo quejarme— Se cruzó de brazos. —No sé qué pasó realmente, pero quita esa espantosa expresión de tu cara si no quieres que nos quedemos sin clientes.
—Puedo marcharme para que no se queden sin clientes.
—¿Hah?— Se giró a verlo. Parecía ofendido por su comentario, lo que le dio ese toque hilarante, que hizo que Izuku sonriera. —No dije que te marcharas, idiota.
—Pero, espanto a tus clientes.
—¡No dije eso, maldito estúpido!
—¿Dices que puedo quedarme?— Sonrió.
—Tómalo como quieras— Desdeñó.
Izuku notó lo sonrojado que estaba su novio, a lo que no pudo evitar ruborizarse un poco y sonreír, haciendo que la lluvia disminuyera su precipitación.
La magnitud con que ese muchacho lo tenía echo un desastre caminante era en veces escandaloso.
Acto seguido, secó los rizos de su cabello, advirtiendo la mirada ofuscada de su novio enfrascado en su labor.
Por impulso, tomó la mano de Katsuki y la colocó sobre la toalla. Sus ojos se cruzaron en ese instante.
—Izu-
—Lo puedes secar, si quieres—Ofreció, mirándolo del mismo modo que el contrario.
Sus orbes rojas se agrandaron. Por un momento se miró conmocionado, pero rápidamente se repuso, poniendo su gesto fruncido.
—No me des órdenes— Alegó, seguido de colocar su otra mano sobre la toalla y comenzar a frotar. —Si lo hago es por gusto, no porque me lo dijiste tu.
Izuku lo observó apreciando el movimiento de las manos de Katsuki secar su cabello. La sensación era tan refrescante y genuina, que se vio tentado de cerrar los párpados y entrar en ese estado de trance, mas se abstuvo de hacerlo, ya que le dio la impresión de que Katsuki se había acercado a su rostro, sobresaltándolo.
—Katsuki…—Lo dijo pausado, embelesado con esas orbes absorbentes que acallaron sus acciones.
El ligero rubor de sus mejillas hacían de estimulantes para que él se viera perdido en sus ojos con todo el gusto que pudiera atribuirle a su pareja.
Katsuki sin vacilar en sus movimientos, se acercó con cautela a él, emulando de sus facciones un claro nerviosismo que se ocultaba con su impetuoso semblante.
La espera se vio apremiada por sus labios rosados tocar los suyos en un tierno beso. El instante duró poco pero fue suficiente para acaparar toda su atención en el goce de sentir a ese muchacho que lo volvía loco. A ese muchacho que funge de acelerador en sus reminiscencias, que lo catapulta a lugares inimaginables con su cercanía. A ese muchacho del que no puede desprenderse aunque quisiera. A ese muchacho que desea aferrarse con cada fibra de su ser. A ese muchacho que no quiere soltar.
A Katsuki, quien es quien le gusta.
Le gusta del «gustar» que se refiere a atracción por su físico, por su personalidad, por sus emociones que desentrañan desde el fondo de su corazón una oleada de sentimientos tiernos y sensibilidades de peso incalculable en todo su ser, por sus palabras, por lo bello que le resulta su interior; tan puro e inocente que quiebra con el dolor del pasado, que quiebra con sus dudas sin dirimir si es lo correcto o no.
—Tienes mejor aspecto que hace rato.
Asintió.
—Continúa secándote el cabello— Se irguió, pasando la palma de su mano sobre su boca.—Seguiré trabajando.
—Aguarda, Katsuki— Se levantó, pero en ese momento percibió que alguien lo miraba por detrás, siendo esto un paralizador que lo detuvo de tocarlo. En eso, se giró hacia donde sintió esa energía poderosa que lo observaba a sus espaldas, identificando de inmediato el origen a quien atribuía aquel disgusto.
Tomura lo miraba con sorna, sonriendo. Cosa que encendió alarmas en su cerebro, mas un chispazo de los ojos de Tomura embalsamó su cuerpo en un estado de trance (literal) que le impidió moverse.
Katsuki, notando su inmovilidad, lo escudriñó confundido.—¿Izuku?
Izuku ladeó su mirada, cayendo en dirección al suelo, de manera inmediata Katsuki se lanzó a su lado, en parte desconcertado y en parte preocupado.
—¡¿Izuku?!
Su voz bañada de preocupación generaba disgusto consigo mismo, porque no quería ser el causante de que Katsuki se encontrara de esa manera por él. Ello que entornó sus orbes hacia él a modo de súplica.
—Voy a llamar a la ambulancia—Avisó.
Con la poca fuerza que tenía, lo cogió de la mano, deteniéndolo. Éste lo miró confundido con su conducta.
—No llames a una ambulancia—Empleó todas sus energías en liberar esa frase de su boca, para después caer en plena oscuridad.
