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Dia 27

PLAYGROUND

( o Patio de Juegos)

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O de lo que pasó, aquella vez que ellos pelearon inexplicablemente.

Sigue después del día 13 y del día 15. Adrien y Nino ya saben que Felix y Marinette son novios.


Ese fin de semana ellos iban a celebrar el cumpleaños número veintiséis de Adrien Agreste. Y lo celebrarían al aire libre, con un picnic en un merendero a las afueras de París, con juegos al aire libre y comida. Amigos cercanos, cielo descubierto, viento leve y brisa ligera.

Tendría que haber sido un cumpleaños diferente.

Y claro que lo fue.

- No - dijo Félix. - No iré. -

Marinette Dupain-Cheng golpeó con fuerza la masa para el quiché tratando de contener la furia que tenía dentro.

- ¡No puedo creerlo! ¡Es tu primo!- farfulló algo enfadada.

- Con mucha más razón...No.- concluyó, mientras seguía escribiendo en su ordenador, sin mirar a su novia, aunque presentía que estaban al borde una pelea.

Llevaban hablando de lo mismo durante días. Marinette había participado activamente en la organización de la fiesta al aire libre, pero Félix se había negado a asistir de manera rotunda. En realidad, él siempre se negaba. Sólo que ésta vez, ya comprometidos y ad portas de casarse, a ella le resultaba incomprensible la escasa/nula relación que ambos primos llevaban. Era de suponer, por lo tanto, que Marinette ya llevaba un cabreo interno de cuidado.

Pero eso Félix no lo sabía.

Era un jueves y la fiesta se realizaría el sábado, por lo que Mari había decidido ir haciendo pastelillos dulces y bocadillos salados. Y ese día para cenar, un poco de quiché. A él le gustaba el quiché, su quiché, el que ella hacía. Sin embargo, Félix en ese momento, se sintió mal por dentro, algo revuelto, algo incómodo. Ya llevaba unos días así. De pronto, ver la masa del quiché a medio hacer le dio náuseas y asco. Otra vez sintió molestias en la tripa. No le dio importancia, y siguió escribiendo en el ordenador.

- ¡Félix! - alzó la voz Marinette. - Es la última vez que te lo pido, ven-a-la-fies-ta.-

El resopló, agotado del tema.

- Mari, cielo, no me gustan tus amigos. No me gusta mi primo, no me gustan los picnics. No me gustan los juegos y por último...- Félix cerró el ordenador y se puso de pie, dispuesto a defender sus ideas.- ... ¿otra vez fingiremos que no nos conocemos? ¿otra vez fingiremos que no somos nada? ¿Me dirás "oh Félix, hace mucho que no nos vemos", y simularemos ser dos perfectos desconocidos?...¿otra vez? -

Él se puso ambas manos en las caderas y miró afuera por la ventana.

- Marinette, Adrien sabe que yo no voy a sus cumpleaños. Le iré a saludar, ese día por la mañana...como siempre. Y es mi última palabra.-

Marinette lo odió, como tan solo se odia a quienes amas. Se interrogaba sobre el porqué estaba con él. Sobre el porqué debía amar a ese hombre gruñón y taciturno, tan exigente y perfeccionista. Se olvidaba, tal vez producto del enfado, que Félix le daba casi todo el tiempo del que disponía e incluso del que no, y, que si quería ir al cine o de compras, él la acompañaba. Que si necesitaba ayuda, él se la daba, y que si quería hablar, él dejaba todo y la oía atentamente. Ella se olvidaba de su devoción y de su entrega, del hecho que casi siempre él daba su brazo a torcer. Se olvidaba de las mañanas en las que él le preparaba sus cosas, su bolso de trabajo y sus bocetos, le daba un beso en la frente y le llamaba a un taxi.

Amor.

Marinette Dupain-Cheng ese día, se olvidó de lo mucho que su Félix la amaba, de lo mucho (o todo) que le daba.

Amor.

Y las palabras que lanzó fueron como balas de cañón.

- ¡Estoy harta de ti! - ella gritó, lanzando la masa contra la pared. - ¡Estoy harta de tus regaños, de tus caprichos! -

Félix abrió la boca, sorprendido y asustado. Nuevamente sintió un tenue dolor muy cerca de su ombligo, pero no le prestó atención. ¿Cuándo le había regañado? ¿Cuándo había sido caprichoso?

- Mari, estás perdiendo la razón.- se le ocurrió responder.

- ¿Me has llamado loca?- masticó su dulce Mari, apretando los dientes y relampagueando destellos de furia y odio y rencor y...

Félix abrió aún más los ojos y ahora sí, el dolor de su tripa le dio un fuerte pinchazo, obligándole a callar.

- ¡Testarudo! ¡Malhumorado! Siempre soy yo la que te obliga a salir, soy yo la que te ruega ir a pasear por ahí, siempre soy yo...siempre soy yo...- Marinette se cubrió la cara con ambas manos y ahogó los sollozos, Félix olvidó el dolor e intentó acercarse a consolarla...aunque no entendía bien de qué debía consolarla.

- ¡No me toques! ¡No te acerques!...- y ella lloró más fuerte.

Félix apretó las manos y torció los labios, confuso. No entendía qué estaba pasando. Es cierto que odiaba muchísimo asistir a los cumpleaños de Adrien, es cierto que odiaba a un par de amigos de Marinette, y es cierto que se aburría demasiado con ellos. Además le molestaba el hecho que Marinette aún no estuviera dispuesta a decirles a sus amigos que ellos eran pareja y que se casarían pronto. ¿Por qué tanto recelo? ¿O es que acaso les iba a decir que se casaba 48 horas antes? ¿Por qué no quería lucir su anillo de compromiso en público?

Así que él dedujo que también tenía algo qué decir.

- Si alguien debe estar molesto, debo ser yo, Marinette. - dijo Félix, estirando la mano y enumerando con los dedos cada cosa que decía. -... Saco tiempo de donde no tengo para estar a tu lado...me he mudado a París por ti. Me trago el desprecio de tu padre, día sí y día también. La tesis la tengo olvidada, por lo que probablemente no me gradúe este curso. Acepto la vergüenza que te da, el decir que estás conmigo. Y lo acepto porque te quiero, lo acepto porque te amo. ¡No sé qué reclamas, Marinette! ¡No lo sé!- terminó su discurso dando una fuerte palmada sobre sus muslos.

Horas después, Félix se arrepentiría de sus palabras. Quizá fue demasiado sincero, o demasiado brusco o quizá hizo un resumen muy detallado de sus sacrificios...

Marinette explotó en furia y en incomprensión.

- Te odio - murmuró. - ¡Te odio! - gritó, aún con las manos en su cara, aún llorando a mares. Tenía el rostro congestionado y húmedo. - ¡No te quiero volver a ver!

Y sin pensarlo, ella se quitó su anillo de compromiso y se lanzó a la cara. Félix esquivó el proyectil por escasos milímetros.

- ¡Marinette, te estás pasando!- habló también enfadado.

Casi de inmediato, Marinette cogió su bolso, y salió pitando de ahí, llorando. Con estrépito, cerró la puerta, haciendo remecer el departamento completo.

Félix parpadeó producto del ruido, luego se tocó el abdomen y pensó que tal vez ése dolor que notaba, fuera producto de lo roto que tenía el corazón en esos momentos.

- ¡Maldición! - dijo en voz alta.

Luego, buscó el anillo y cuando logró encontrarlo, lo guardó en su cartera.

*.*.*


El sábado siguiente, temprano por la mañana, Alya Cesaire y Niño Lahiffe pasaron por la panadería para recoger a Marinette. Y los tres juntos, cargados de comida, adornos, globos y bebidas, enrumbaron al merendero público, se posicionaron en una mesa cerca al parque de juegos infantiles y colocaron todo para empezar la celebración.

Adrien llegó, unas horas después, de la mano de Kagami Tsurugi.

Félix ni se asomó.

Fue un buen día, ése sábado de mayo. Casi a punto de salir de vacaciones, casi a punto de terminar el curso. Conversaron de sus trabajos y de la universidad, de la Escuela de Modas, de la panadería y del próximo matrimonio de Alya y Nino.

Marinette sonreía, mientras acariciaba con nostalgia sus manos ahora desnudas.

- No debí hablarle así. He sido muy dura. - pensaba cabizbaja.

- Pero se lo merece, casi siempre es un capullo con todo el mundo- volvía a pensar.

- Y sin embargo, nunca ha tratado mal a mi padre ni a mi madre, ni siquiera a mis amigos, a los que tanto odia. Y siempre se queda a mi lado, aunque anda muy ocupado. - alegaba consigo misma.

- Pero es perfeccionista, y demasiado puntual. Y todo lo quiere milimétricamente ordenado. - remató.

- Pero por las noches, toca el violín aunque está cansado y me arrulla en sus brazos si tengo frío. - meditó al final.

La tarde iba muriendo y el clima se volvía fresco y más fresco. Pronto debían volver, ya casi no había comida, bebida muy poco y se habían columpiado hasta el hartazgo como niños pequeños. Marinette abrió una nevera y de ahí, cogió la tarta de queso y fresas, colocó una vela decorativa y la encendió.

Intentó sonreír, mientras cantaban la emblemática canción y decidió que le llevaría a Félix un trozo del pastel.

Pero Adrien no dejó ningún sobrante ni migas. De la tarta no quedó nada. Marinette parecía regocijada, pero sus ojos hablaban de tristeza, pena y preocupación. Observó el horizonte, recordando que si Félix hubiese querido, habría logrado comer él mismo ésa tarta.

Y así, pensando siempre en él, a los pocos minutos, simplemente, anocheció.

- ¿Qué os parece si vamos a bailar?- pregunto, emocionada, Alya. - ¡Vamos Marinette!, tú nunca sales con nosotros.

Kagami Tsurugi le dio un beso a su novio, y se despidió lamentando tener marcharse para cuidar a su madre.

Todos la despidieron agitando la mano.

Y una hora después, el resto de ellos estaban en pleno MontMartre, buscando antros y bares. Cuando encontraban uno, se quedaban un rato y luego iban al siguiente. Y después, al siguiente del siguiente.

En plena madrugada, recordaron que Luka Couffaine se presentaba en una salón no muy lejos de ahí, y se pasaron a verlo.

Cuando cerraron el local, el sol otra vez asomaba por el horizonte, transformando la noche de negro a azul oscuro, luego de violeta pálido a celeste amanecer.

A ella le dolían los pies, y le ardían los ojos, por no haber dormido.

- ¡Que gran cumpleaños, Mari! ¡Gracias!- le dijo Adrien Agreste, mientras le dedicaba un cálido beso en la mejilla y un tierno abrazo. - Me encanta verte bailar y sonreír, y me gusta tu voz cuando te ríes y te diviertes.

Nuevamente, Adrien Agreste la volvió a abrazar y le dio otro beso en la otra mejilla.

Ella tembló, del frío y de lo raro que era todo eso.

Adrien, esta vez, no soltó el abrazo.

- Hace mucho que no salía a bailar contigo, Mari, como si fuera una cita.- le susurró Adrien, al oído.

Marinette se liberó de su abrazo y trató de hacer como si no hubiera escuchado nada.

- Me voy a casa, estoy cansada. Feliz cumpleaños, Adrien, que cumplas muchos más.- y sin darle los dos besos de despedida , se alejó de él y de sus amigos, se montó en un taxi y regresó a casa.

No entendió la actitud de Adrien, tan extraña y coqueta, romántica quizá. No pensó que él fuera así, pero supuso que era por el alcohol y el baile, y el cansancio y la emoción de cumplir años.

Cuando bajó del taxi, sus padres abrían la panadería, colgando los carteles y colocando los escaparates.

- ¡Mari! cariño, sí que te has divertido.- saludó su padre.

Ella sonrió tenuemente, les agradeció su paciencia y se ofreció a ayudarles, luego de ducharse y cambiarse de ropa.

Cuando terminó de trabajar en la panadería ya eran pasadas las doce del día y se encontraba verdaderamente cansada y preocupada.

No sabía nada de Félix, desde el jueves. En un arranque de ira, ella bloqueó su contacto en el teléfono y no revisó su correo electrónico. Tumbada en su cama, tratando de no quedarse dormida, Marinette concluía que la vida sin él, no era tan feliz ni divertida cómo pensaba. Le faltaba todo, le faltaba él.

- Marinette, hay que ser valientes en al amor. - se dijo a si misma. - Y el que perdona primero, es el que ama más.-

Reunió valor y coraje, ánimo. Suspiró profundamente, y desbloqueó su contacto.

- Mari, necesito que cojas el teléfono por favor.

- He llamado a la panadería pero creo que ya estaba cerrado.

- ¿Sigues enfadada? En serio, necesito que cojas el teléfono. Mari, por favor.

- Debemos hablar, Marinette, por favor, coge el teléfono.

Y así, muchos varios mensajes más.

- Te llamaré ahora- murmuró Marinette, justo antes de quedarse dormida.

Era el sábado por la tarde.

*.*.*.*


El insistente sonido de un mensaje entrante la despertó. La luz de la sol entraba otra vez por su ventana, cayéndole directamente en la cara. La tarde anterior se había quedado dormida y despertó muy muy tarde, así que decidió que ese domingo por la mañana llamaría a Félix...pero incluso ese día, ella también se despertó tarde.

Desbloqueó su teléfono y empezó a leer.

- ey nena, Nino y yo tenemos que entregarte todos tus cacharros. ¿Nos podemos pasar por la panadería?-

- además tenemos algo que contarte.-

- ¿recuerdas al primo de Adrien?-

- sí, el insoportable.-

- oh, el karma, chica, ahora está en el hospital. Adrien no nos quiso decir más.-

- pero resulta que estaba en Paris-.

- es inglés, ¿lo recuerdas?.-

- lo que sea que tenga espero que sea una tortura por lo pesado que es.

- Mari, ¿paso por la panadería o no?

- ¿no?-

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Marinette lanzó un grito, mientras pegaba un salto. Se arrancó el pijama y se puso el vestido más cómodo que tuvo, unas zapatillas ligeras y una chaqueta rosa oscuro, se cepilló el pelo a la carrera y se puso un poco de brillo labial, para hidratar los labios. Sus padres la observaron correr y montar en un taxi, sin poder preguntarle a donde iba ni lo que había sucedido.

Era el domingo muy pasado el mediodía.

Adrien Agreste le esperaba en las afueras del hospital, perfectamente vestido y con el pelo revuelto como siempre. Iba limpio y fresco, y le sonreía amablemente.

Pero Marinette tenía la desesperación clavada en el pecho. Mientras llegaba al hospital, intentó comunicarse con Félix, una y otra vez, y de nuevo, y otra vez, pero la respuesta fue la misma.

Teléfono apagado o sin cobertura.

Así que al ver a Adrien sonreír tan ligeramente en la puerta del hospital la terminó de desquiciar por completo. Se abalanzó hacia delante y cogió de la camisa a Adrien, tironeando de él.

- ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no me llamaste?- preguntó con rapidez y sin respirar.

Adrien en cambio, no se inmutó ni se molestó. No, él seguía alegre y despreocupado.

- Mari, ya sabes que mi primo es muy celoso de su privacidad, así que no tenía porqué contárselo a todo el mundo. No sabía que os conocías tanto, tanto como para tener que llamarte...Lo que pasa es que justo cuando estaba desayunando hoy con Nino y Alya, recibí la llamada del hospital. ¿Sabes?, él debía ir a la mansión a saludarme por mi cumpleaños, pero no lo hizo. Y ahora sé porqué.-

Con mucha ternura y delicadeza, Adrien abrió los dedos de Marinette, los que le cogían la ropa y continuó riendo.

- Apendicitis.- murmuró Adrien, risueño. - Le operaron ayer.-

Marinette sintió que su corazón dejaba de latir por unos buenos segundos, abrió la boca y alguna lágrima escapó resbalando por su mejilla, sus dedos temblaron y sus piernas amenazaban con no sostenerla.

- Parece que todo fue muy complicado. Vino a Urgencias cuando se sintió mal, realmente mal. Tuvieron que quitárselo ayer por la mañana, al amanecer...- Adrien aún tenía en su rostro una leve sonrisita. - Yo también he venido hoy temprano, lo acabo de ver, de hecho.

Marinette retrocedió dos pasos, aterrorizada y temblando.

- ¿Es..es...está b..bi...bien?- tartamudeó, sintiendo ya la falta de aire.

Adrien sólo asintió, sin explicar nada más.

Marinette reaccionó y empezó a correr, buscando a su novio o su exnovio, al que había abandonado miserablemente.

Sólo se detuvo frente a la puerta cerrada de su habitación, dudando sobre si entrar o no.

¿Me recibirá? No, no importa, le diré que vengo a visitarle como lo haría una amiga. Sí, eso le diré. ¿Pero si me echa afuera?... No, no, no le haré caso...oh no, no sé qué hacer. ¿Qué he hecho?

Tikki asomó por su bolso y aunque no quiso ser negativa, murmuró gravemente:

- Félix debe haber estado muy solo, Marinette. Debe haber sentido miedo y dolor...Y has dejado que camine este camino sin tí.-

Marinette asintió, sabiéndose pecadora, y respirando profundamente, se apoyó en la manija y entró a la habitación.

*.*.*.*


Estuvo un buen rato, ahí , sentada, esperando que él despertara. La enfermera había entrado y sigilosamente, le había conectado algo de medicina y le había mencionado que era porque tenía fiebre, a pesar que ya estaba operado.

Tirado en la cama de un hospital púbico, Félix Graham de Vanily, lucía pálido, con un brillo mate en la piel, los labios secos y partidos, y el pelo desordenado y sin peinar. Algo de barba asomaba en su mentón. En su brazo, cables y apósitos, una pulsera en su muñeca. Marinette supuso que las heridas verdaderas estaban en el abdomen, cubiertas y bajo la manta.

Ella nunca lo había visto así, tan afectado. Tan distinto.

Un quejido suave y apagado de él, logró hacerla despertar. Sobresaltada, miró hacia ambos lados, pero no encontró a nadie, salvo a él, a Félix en la cama. Se había quedado dormida, sin quererlo, doblada sobre la silla al lado de la cama.

- ¿Félix? - susurró muy bajito, rogando que él abriera los ojos y le perdonara todo, inmediatamente.

Casi en cámara lenta, él abrió sus párpados aguzando la mirada, pero no consiguió abrirlos del todo.

- ¿Mari? - masculló casi sin mover los labios. - ¿Mari?... Tengo mucha fiebre y creo que alucino... Tengo sed...¿Mari?...Mari...¡Mari!- le costó mucho abrir sus ojos verdes y observarla a su lado, absolutamente preocupada, con signos de haber llorado y con desesperación en su mirada azul.

- ¡Mari! - dijo más fuerte, esperanzado. - ¡Has venido! - Pero no tuvo más fuerzas, relajó su rostro, cerró sus párpados y otra vez, cayó dormido.

*.*.*.*


Félix había llamado a Marinette, incansablemente, hasta que se le descargó el teléfono. Coincidió con el hecho que ya estaba ingresado en el hospital, pinchado en el brazo y listo para entrar a quirófano.

- ¿Teléfono de contacto?- le pidió la funcionaria en la ventanilla, al dar sus datos personales. Félix sabía que Marinette lo había bloqueado y negó con la cabeza, abatido. - No, no, ningún teléfono. Soy extranjero, pero hablo francés.

- Señor Graham, ¿entiende usted la gravedad de su enfermedad? - le preguntaron horas después, al ver los resultados de las pruebas. Félix asintió, aunque el dolor lo partía por dentro y la fiebre lo secaba como la arena en el desierto.

- ¿Ha avisado a su familia?- le preguntaron antes de operarle.

Él movió la cabeza negando - No...no...no me cogen el teléfono. - titubeó, decepcionado y triste.

Y a la mañana siguiente, luego ya de haberle quitado el mal bicho, le comentaron que sí que era necesario la presencia de algún familiar, porque al alta debía salir acompañado. Félix preguntó por la fecha y la hora, y al darse cuenta que ya era domingo por la mañana, que ya el cumpleaños de su primo había pasado, dijo, lamentándose por dentro:

- Adrien Agreste de Vanily...es mi primo y vive aquí.-

*.*.*.*


No hablaron mucho, ese día. Principalmente porque la infección no cedía y Félix tenía aún mucha fiebre y malestar. Vomitaba y no podía beber nada. Ella lo abrazaba sin decir nada, y le limpiaba la frente con una pequeña toalla que le dieron, le humedeció los labios y con sus temblorosos dedos, le arregló el cabello, adecentándolo un poco.

Pero al sentarse, otra vez, ella lloraba.

Se sentía como Natasha Rostova al lado de su Andrei Bolkonski, momentos antes de su muerte. Pero su Félix no moriría, de eso estaba segura. Pero demonios, ¿Cómo pudo hacerle esto? ¿Cómo pudo dejarlo así?

Y nuevamente, agachaba la cabeza y rompía a llorar, en silencio.

*.*.*.*


Fue Marinette, quien al alta, ordenó que la recuperación de Félix la llevaría a cabo en su departamento, cerca a la casa de ella. Al departamento que ambos compartían y del que nadie, salvo Tom y Sabine, conocían.

Adrien entró, como si entrara en un santuario.

En el pequeño recibidor, una foto de ellos dos, abrazados a la orilla del Sena, y, entre otras cosas, un pequeño florero con claveles rojos recién cortados. Un reloj al fondo del pasillo central. En el pequeño salón, una chimenea apagada pero muy cerca de ella, cojines amplios, y una alfombra gris muy tupida sobre el suelo. El violín aparcado en un rincón.

Giró la cabeza y a su izquierda, vio la cocina, pulcramente limpia y ordenada, reconociendo el estilo de Félix en cuanto a ambientación.

Reaccionó cuando Marinette le pidió que llevara la maleta del hospital a la habitación principal.

Un amplio dormitorio, con una inmensa cama matrimonial, un maniquí en una esquina, una máquina de coser al lado, y un baúl. En otra esquina, un alto estante lleno de libros de economía, negocios y contabilidad. Y gestión de empresas. En las divisiones de abajo, libros y revistas de moda, de patrones, de corte y de historia de vestuario. Comics, Literatura. Más fotos.

Una inmensa ventana con cortinas ligeras permitía iluminar la habitación.

Dejó la maleta en un rincón, mientras veía cómo Marinette ayudaba a Félix a tumbarse, colocándole almohadas y pasándole una manta sobre sus piernas. Ella le susurró algo al oído y Félix sonrió. Luego, Mari le dio un beso en la frente y giró para encontrarse con la mirada ojiplática del primo de su novio.

- Bienvenido a nuestra casa, Adrien. - le dijo Marinette, tímidamente.

Era un hogar acogedor, y aunque era una visión tierna y conmovedora, Adrien no pudo más que sentir envidia y celos, y un dolor ya conocido le atenazó el pecho. Ese lugar, apestaba a felicidad, y a un nivel de comprensión y unidad que hubiese querido para él mismo, para él y Marinette.

- Es un lugar precioso, Marinette. - murmuró Adrien, en contra de su voluntad.

Marinette sonrió ampliamente y Félix le apretó la mano y asintió, otorgándole su aceptación.

- Somos novios desde hace algún tiempo, y la verdad, nos ha ido bien, como ves, estamos bien. Es mejor, así, supongo, o era mejor así...el no hacerlo público me refiero. Hemos podido disfrutar de nosotros dos, para bien o para mal. Y nos vamos a casar, supongo que eso lo debes imaginar. Félix ha venido a Paris a terminar su carrera y luego nos mudaremos a Londres, para siempre. - Marinette le vio un vistazo a Félix y continuó. - Habíamos peleado, antes de tu cumpleaños, por eso no me enteré de …de...esto. Pero ahora que lo sabes, ya no tengo que mentir ni ocultarme, ni escapar. Ha sido una crisis, lo del otro día, ha sido una crisis , y esa crisis ya pasó. -

Adrien bajó su vista, por unos segundos:

Ella habla de amor, de compromiso y de sacrificio, de él dejando todo por ella, de ella haciendo todo por él. Y a pesar que lo has dejado abandonado en un momento tan difícil, él te ha perdonado y te coge de la mano y te sonríe. Te ama. Y yo, a tí. Y tú, a él.

- Os felicito, Marinette, Félix. Os felicito de verdad. - O no tan verdad.

Les sonrió, sabiendo que ambos estarían bien, juntos. Y se marchó cabizbajo y taciturno, con sus esperanzas hechas trizas y con el corazón adolorido, y ya no reía tanto cómo ese domingo esperando a Marinette en las puertas del hospital. Ahora sí que ya no tenía nada porqué reír.

Ella y él.

Se despidió de ambos, y antes de salir, se detuvo en el recibidor y con la punta del dedo acarició esa fotografía, donde un Félix sonriente y despeinado por el viento, abrazaba fuertemente a Marinette, arrebujada en un abrigo rojo.

-¡Que bien se nos hubiera visto juntos, Marinette!- siseó muy suavemente.

A lo lejos, escuchó risas ligeras y luego un silencio. Escuchó un "te amo, perdóname por favor", e inmediatamente oyó una respuesta: "Ya todo lo he olvidado. Y yo también te amo". Y un nuevo silencio apareció.

Con sigilo, Adrien Agreste abrió la puerta y la cerró con cuidado, sin hacer ruido.

Meses después, ella se vistió de rojo y le dijo "sí, quiero" frente a todos y ya sin miedo. Y a Adrien, ese día, se le rompió el corazón.

Nuevamente.

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¡5 días de felinette!

Nos quedan exactamente cuatro capítulos (días) y os diré que ya casi, casi lo tengo. Pido disculpas, pero es que trabajar es complicado en esta época y no he tenido tiempo salvo para respirar y dormir. Aunque tarde, acabaré lo pendiente. Todo. Algún día. Ja. En julio habrá felinettemonth (tumblr)...me lo pensaré pero depende de si acabo o no, lo otro.

He estado subiendo a wattpad algún capitulillo de la boda, donde he colocado imágenes o vídeos. Ummm, no sé, wattpad, ummm, no sé.

Los últimos cuatro días serán continuos, sin saltos de tiempo. Así que éste será el último así.

Un fuerte abrazo.

Gracias, gracias por existir.

Cambio y corto.

Lordthunder1000