Así fue la primera vez que "jugó" con ellas, y desde ese día, participar en aquellos juegos se convirtió en entrenamiento rutinario.

Esquivar, saltar, atacar, defender; era algo que tuvo que perfeccionar a pulso para mantenerse en una sola pieza mientras esas dos se divertían con él. A pesar de ser un juego para ellas, lo que ellas llamaban "autocontrol" era solo el intento vano de no matarlo de inmediato, y esto en un comienzo, solo lo hacían por miedo a las represalias que sufrirían. Aunque también, entre más pasaba el tiempo, ese sentimiento fue mutando de forma paulatina, tan lenta que ni ellas se habían dado cuenta de que realmente sentían preocupación por aquel que las acompañaba, así que, no había mucha diferencia en el trato que le daban.

Al inicio fue caótico, había muchas cosas que lo tomaron por sorpresa, pasar de dormir bajo la sombra de un árbol a una batalla casi real, realmente lo había dejado con las defensas bajas. A pesar que él tuviera algo de experiencia, no le era suficiente para adaptarse de forma rápida a esta situación, más de una vez maldijo como usaba su tiempo cuando era Emalf; ir al karaoke, pasear, descansar, o pasar el rato con alguna chica, además, que su trabajo como subordinado de Ivlis, en su mayoría, era de recadero, niñero, o alguna cosa menor, por eso no le sorprende que fuera tan débil, el combate no fue su fuerte ni en aquella época.

Aunque se sintió muy frustrado las primeras veces que barrieron el piso con él, con el pasar de los encuentros, notó que su velocidad de adaptación era rápida, cada vez se le hacía más fácil dar pelea, esto lo asombraba, creía que conocía sus limitaciones, pero el cambio fue tan drástico que, hasta él, pudo notar en el cuarto encuentro que las cosas se sentían muy distintas, tal vez la razón de esto sea… por… No, él realmente no quería dar ningún crédito a aquella horrible experiencia. Simplemente lo ignoró, el hecho de poder detener el actual ataque de Arbus con su cuchilla, mientras agitaba su espada para desviar la estocada de Ater, pasó hacer algo común.

Los regalos de su señor le otorgaron la ayuda necesaria para seguirles el ritmo, aunque aprender a ocuparlas por mero instinto fue algo difícil, pero muy útil, con solo sus maltratadas garras no hubiera podido hacer nada, ahora sentía que su deuda aumentaba, dando como resultado que aumentara su lealtad.

A pesar de que ahora ya está acostumbrado, de hecho, le agrada "entrenar" con ellas, aún recuerda cuando casi se jura a sí mismo que no volvería a atender a su petición, pero en ese momento se le vino a la mente algo fundamental, la razón primordial del por qué estaba ahí, y como si fuera una voz del mismo inframundo se dijo a sí mismo: "¿Qué pasaría si me vinieran a buscar?". Todos los pelos de su cuerpo se erizaron en ese momento. Él era débil, tal vez podría huir de Poemi, pero que pasaría si hubieran encontrado a Rieta, la más cercana a Ivlis y la más poderosa a su cargo, o talvez alguien peor. Las felinas no eran más fuertes que ella… Sí algo así pasara, no podría hacer nada, sería un estorbo. Entonces pensó, que tal vez mejoraría al aceptar jugar con ellas, pero nunca pensó que su crecimiento fuera tan acelerado.

Así que, por eso el saltar esquivando la envestida de Ater, para después, apoyarse en el tridente que evitó, dándose impulso, preparando así la patada que golpearía a Arbus que trataba de emboscarlo, era una de las cosas que se terminó acostumbrando. El pensamiento de actuar rápido fue algo que terminó desarrollando en cada sesión, pero a su pesar, no fue el único que aprendía con el pasar del tiempo.

Las gatas, al comienzo eran muy brutas, así que eran fáciles de leer, pero con el tiempo, él ya no podía valerse de eso para esquivar algunos de sus ataques. El ser muy coordinadas en todo momento las marcaba como raras, mas, esta misma característica les daba una ventaja como un dúo formidable, en batalla eran como un solo ser, cosa que era temible, porque clavar el tridente en el suelo, fingiendo errar un golpe, haciendo que Alfem saltara, dejándolo vulnerable para la metralla de piedras que provoco Arbus al sacar su arma atascada, estorbando la visión de Alfem, para así ser presa fácil a la emboscada de Ater, la cual lo bateó a un lado mandándolo a volar, eran de las cosas que le eran imposibles evitar.

Por ese tipo de cosas el siempre salía más lastimado que las otras dos, aunque estas, tampoco salían ilesas, la diferencia de daño era significativa, pero eso no importaba mucho, su regeneración a heridas graves era rápida, y también su resistencia era alta. Lo malo, que su regeneración terminaba dependiendo de su fatiga, además que la sanación se volvía más lenta en cuanto la herida se volviera más pequeña o menos grave, esto lo llenaba de pequeños cortes que al final, aquella amiga terminaba sanando.

Las cosas en un momento se volvieron muy problemáticas, tanto que recordó que podía convocar familiares para asistirlo, aunque eso… solo trajo resultados lamentables. Cada uno de sus familiares fueron destrozados o devorados por las dos gatitas con las cuales luchaba, a acepción de uno, al cual tuvo que aprender a invocar en momentos adecuados para que no terminara como los demás.

Eso era algo que tenía que siempre recordar, en especial cuando lo agarraban de la pierna, y lo lanzaban a los aires, aprovechándose de su incapacidad de volar. Las gatas eran buenas acróbatas aéreas, con esos dos pares de alas era difícil predecir por donde atacarían, para ellas cambiar de dirección era un juego de niños, así que cuando Ater la da un golpe desde arriba, solo pudo cubrirse de pura suerte, pero esto solo lo enviaba a ser empalado al arma de Arbus que esperaba abajo, en ese instante debía llamar rápido a su Familiar de la flama¹; un murciélago bicolor, el cual era el remplazo del que las chicas destrozaron en la invasión, aunque este era más bonito, tenía un par de alas extra. Él no lo quería para el combate, era débil, solo volvió a capturar uno por la nostalgia, casi como una mascota, pero al menos ahora le serviría para prevenir caídas y volar un poco.

Con esta tercera herramienta, pudo evitar ciertos ataques de las felinas, pero esto no duraba mucho, era cosa de tiempo para que ellas atacaran directamente al pobre murciélago, obligando a Alfem cancelar la invocación mientras el aterrizaba de forma segura. Las gatas, ya se habían preparado cada una para capturar al murciélago, pero como si fuera un error en su coordinación, terminaron chocando con sus cabezas cuando el familiar desapareció, cosa que las fastidió. Sus ataques aumentaron su frecuencia por la frustración, el ritmo de metal contra metal hacía eco en aquella pradera.

Cada vez era más difícil para él seguirles el ritmo, debía tomar distancia para al menos poder respirar, pero no podía, y todo se volvió peor cuando en vez de solo usar sus armas, comenzaron a usar magia, en específico magia de ilusión, que le creaba sonidos y sensaciones que no eran reales para despistarlo, y asestarle los verdaderos impactos.

Un golpe bien dado en la cien fue suficiente para que perdiera el control de su cuerpo por un momento, para que comenzara un castigo sin una pisca de clemencia, incluso respirar ya se volvía un desafío en cada golpe o corte que recibía.

Esto estaba mal, había perdido el ritmo de la pelea, y ahora no podía retomarlo, esto era malo… Todo esto no lo mataría, pero sí lo dejaría en reposo por los días que quedaban en el festival, eso no era algo prudente teniendo en consideración la carga de trabajo y… la presencia de ella… Tenía que retomar el ritmo, pero con aquel rodillazo en la cara que solo lo aturdía más, pensar ya era dificultoso. Aun así, no importaba como, tenía, debía tomar el control… pero ¿cómo?

No era más fuerte que ellas, se consideraba débil, siempre había pensado así, solo por ser un poco más fuerte que la mayoría terminó cubriendo el puesto que dejó vacío su viejo amigo. Era deprimente, esta línea de pensamiento solo lo hacía hundirse más, comenzaba a pensar que tal vez este dolor lo merecía. Su mente poco clara por la inclemencia de las gatas, no le hacía más que traer pensamientos autodestructivos; esto era su castigo, fue uno de los responsables de la invasión, tal vez se mereció el ser tratado como "juguete" y ser llevado a la locura. Después de todo, esto ocurrió por su propia debilidad, por no ser más que un enclenque flojo y perezoso.

No tenía sentido luchar, no tenía sentido tratar de hacer algo, sería mejor que fuera consumido por aquella oscuridad que lo acosa cada día, cada momento de su vida, rendirse sería la mejor elección.

—¡Esa no es una opción!

Escuchó claramente algo que gritaba en su interior, algo que ardía dentro de él, era aquello que lo mantuvo vivo durante tanto tiempo, su propio instinto de supervivencia le gritaba que debía encontrar la forma de salir de esta situación. No importaba si lo merecía o no, tenía que salir de eso, pero ¿qué podía hacer? ¿De dónde sacaría más poder?

En cuanto se hizo esa pregunta, miles de imágenes vinieron a él, cosas que no conocía aparecían en frente, vivencias que nunca había vivido, recuerdos que no le pertenecían, esto… esto ya lo había experimentado, pero no recuerda con certeza donde, pero eso no importaba, entre tantas imágenes algo debía encontrar, pero ¿qué? Eso solo lo supo cuando lo vio, una imagen se quedó grabada en él.

Un rayo majestuoso, el pensar en eso, un gran calor lo inundaba desde dentro, la forma de canalizar su fuerza de tal forma de crear una lanza que sería capaz de atravesar el caparazón más duro, pero aquello en esta circunstancia no le serviría; se necesitaba tiempo para canalizarlo, y eso era algo que no tenía, pero se le ocurrió otra cosa, hacerlo más pequeño, y en mayor cantidad, no sería un ataque poderoso, pero si le serviría para cambiar las cosas y alejar aquello que lo acosaba.

Entonces cientos de rayos salieron como proyectiles en todas direcciones desde el cuerpo de Alfem, el cual se encontraba en el aire, ya que había sido enviado a volar por Arbus, y tanto ella como Ater, al ver aquello no tuvieron otra opción que tomar distancia, y cubrirse girando sus tridentes. Un calor inmenso y sofocante venía de aquel demonio, algo les hacía temblar de forma inconsciente, ellas no estaban preparadas para lo que se veía venir.

Con su fuerza no era suficiente, tenía que tener más, tenía que encargarse de aquello que lo castigaba. Más y más, ese era su deseo, y entre más lo invocaba, más era el calor que en el crecía, era un fuego que le daba vida, sentía que todo su cuerpo estaba encendido, ahora era su turno de atacar, tenía en su vista a sus oponentes, debía ser rápido, tenía que ser implacable.

Ater al sentirse ahogada por la ansiedad que le entregaba aquella atmosfera, se lanzó al ataque sin pensar en nada más.

—¡Ater! ¡No!

Ater fue en envestida directa, trató de usar un encanto como distractor, pero esto no funcionó. Su arma, que iba directamente al corazón de su presa, fue esquivada con gracia mientras le era devuelto un puñetazo en la cara, incrementado por la propia fuerza de su impulso, lo cual, la hizo volar por los aires, creando una polvorera donde caía.

Esto se sentía bien, muy bien, todo ese poder corría por todo su ser, aquellos gritos en su mente eran consumidos por el fuego de su espíritu, ahora podía devolverles el favor a sus agresores con facilidad.

Se había encargado de una, solo quedaba la otra.

Desapareciendo rápidamente en una lengua de fuego, a tal velocidad que Arbus no supo reaccionar, hasta que sintió un agarre en su pelo, que venía de su espalda. De pronto, fue azotada contra el piso con tal fuerza, que un gran cráter se hizo presente al momento del impacto, y más polvo se creaba cuando repetidas veces el acto se volvía a efectuar, llenando su rostro de sangre.

—¡Suelta a Arbus!

Un gritó roto venía de una furiosa y en sangrentada Ater, que iba a gran velocidad y ferocidad.

El receptor escuchando, tiró con desdén el cuerpo de la gata de pelo negro y alas blancas, mientras conservaba una sonrisa macabra en su rostro, y tomando el tridente blanco del piso, golpea en el aire a la gata que lo embestía, lanzándola lejos otra vez.

Esta, al aterrizar en una gran roca, trató de levantarse, pero notó de inmediato que, entre medio de la cortina de humo, apareció aquel demonio que se había lanzado tras ella, esta vez, él no se había quedado quieto, y con el arma de su hermana trató de herirla, pero ella con su propio tridente negro, lo logró bloquear, creando una lucha de fuerza para ver si ella logra resistir su empuje.

Por su lado, él, embriagado con ese poder, solo quiere desencadenarlo por completo, consumir por completo su origen; si para eso tenía que matar a quien tenía al frente suyo, no dudaría en bañarse con sus entrañas.

Matar, asesinar, ejecutar, aniquilar; él sin lugar a dudas, la mataría, mataría a Ater…

—Espera… ¿Qué?

Susurró para sí mismo, ¿mataría a Ater? ¿Quién era la persona que estaba adelante suyo? Las respuestas a sus preguntas se desvelarían cuando fue capaz de ver quien era a quien tenía arrinconada y ensangrentada, en ese momento aflojo su ataque.

—Ater, yo-

Antes que pudiera decir algo más, un golpe le es propiciado en su cabeza de forma rápida, haciendo que todo su entorno se volviera negro.

Le costó abrir los ojos, los sentía pesados, pero no podía ignorar el pequeño sollozo que escuchaba cerca de él.

—Esto no puede estar pasando…

—Seremos selladas en el inframundo de por vida…

—Esto es una desgracia… —dijeron al unísono.

Tuvo que pestañar un par de veces para aclarar su vista, y notar a Arbus y Ater sentadas en seiza, con las cabezas mirando para abajo, mientras murmuraban sus lamentos.

—Hola… chicas… ¿Están… bien…? —dijo un tanto débil por estar recuperando la conciencia.

Ambas levantaron sus miradas mostrando la sangrante cara de Arbus, y el machucado rostro de Ater, más aún la sonrisa que mostraron al verlo despierto era hermosa.

—¡Está vivo! —gritó Ater.

—¡No se murió! —gritó Arbus.

—¡Estamos a salvo! —dijeron juntas.

—Vivo pero un poco adolorido, auch.

Se quejo al intentar sentarse y darse cuenta que tenía clavado en su torso un tridente negro, se les quedo mirando, preguntándose como llego eso ahí, y porque seguía ahí. El rostro de Ater, gimoteo un poco, al notar la cara de incredulidad de Alf.

—¡Lo siento! —aulló con pena— Cu-cuando me di cuenta de todo, estabas en el piso, sin moverte, siendo atravesado, no sabía que hacer…

—Cuando llegué vi a Ater llorando ante tu cadáver, y solo me pude unir al llanto, ya que no había forma que el señor Kcalb no se enterara.

Los lagrimosos ojos rojos de ambas se veían como zafiros, pero no era momento de apreciar tal cosa.

—Tran… Tranquilas chicas… No soy un cadáver, estoy vivo, solo… solo sáquenme esta cosa, no me puedo sanar si esto sigue ahí.

—¡Enseguida! —dijo Ater mientras se ponía en pie para sacar su arma de ahí.

—Sabíamos que, si uno es atravesado por algo, es mejor dejarlo hasta que alguien lo atienda —dijo Arbus.

—Normalmente es así, pero conmigo no funciona… solo me perjudica.

En eso aquel largo instrumento de guerra sale de su cuerpo, haciendo que salpique sangre por todas partes, haciendo gemir al afectado.

—Vez, por eso te dije que es mejor no sacarla.

—Y yo te insisto es mejor así —dijo Alfem mientras se hizo un ovillo por el dolor.

En eso el gorgoteo sanguinolento comenzó a ser más y más pequeño, hasta que solo la sangre perdida era la que cubría su piel.

—El agujero desapareció —dijo con asombro Ater.

—Se los dije, este cuerpo es más duro de destruir de lo que creen… —dijo mientras se sentaba y se sostenía de una de sus rodillas— Ustedes… ¿Ustedes están bien?

Ambas gatas asintieron al mismo tiempo.

—Un poco adoloridas —inició Ater.

—Y algo maltrechas —continuó Arbus.

—Pero felices.

—¡Esa fue una gran sesión de juego!

—Solamente eso en donde casi te mueres fue malo.

—Sí eso pasara sería malo para nosotras.

—Por favor.

—Te lo pedimos.

—Qué esté sea nuestro secreto.

—No se lo cuentes al señor Kcalb.

—¡Te lo imploramos! —finalizaron las dos al mismo tiempo.

Alfem comenzó a reír nerviosamente, como les iba a negar eso si le suplicaban de esa forma, además, lo ensangrentada que estaba Arbus lo preocupaba. ¿Eso lo había hecho él? Un gran sentimiento de culpa le comía el pecho, si podía guardar todo esto como secreto lo haría… aunque sabía que debía contárselo a la señorita Froze cuando llegara su momento.

—Está bien, no se lo diré a mi señor, se los prometo.

—¡Muchas gracias!

—¡Te debemos una!

—No me deben nada… además yo… también fui duro con ustedes…

—¡Eso es verdad!

—Realmente diste miedo, deberías ser así para otras ocasiones, esto se tiene que volver a repetir.

Esto era entre cómico e incómodo, realmente no las entendía, pero si dentro de él existía tal poder, tenía que aprender a usarlo, algo bueno tenía que sacar de… evitó ese pensamiento de la forma más veloz posible, sí podía ser más fuerte podría ser útil para cualquier eventualidad para sus señores y los habitantes del jardín.

—Nosotras nos iremos a descansar.

—¿Nos acompañas?

—No lo creo, me quedaré aquí un poco, la luz del sol me hace bien.

—Está bien.

—Nos vemos.

Así en un abrir y cerrar de ojos ambas chicas ya no estaban, y Alf se quedó solo en aquel prado destrozado por las grietas, y cráteres que estaban por todo el lugar.

—Esto se siente bien, después de todo.

Suspiró mientras cerraba los ojos, estaba tranquilo y en armonía, su dolor de cabeza se había ido por completo.

¹En la traducción en español fue nombrado "Familiar llama" al familiar múrcielo de Emalf (Familiar Flame/炎の使い魔), pero soy latina, y al escuchar eso lo único que se me viene a la mente es un animal peludo que se encuentra en el Altiplano andino, no me juzguen.