Ya estamos aquí…

La puerta se abrió con un ruido bajo, mientras pasos calmados y silenciosos ingresaban a la casa. Casi como si no quisieran dar cuenta de su presencia.

—Amor, ya estamos aquí…—anuncio una suave voz, sacando una sonrisa al hombre de cabello castaño con una cuantas hebras blancas.

El hombre se recostó en su asiento con una sonrisa, dedicándose a escuchar la voz amorosa de sus esposas y los suaves cantos que eran la voz de sus imperativos hijos acercándose a él.

Hasta que sus ojos se abrieron desmesuradamente al caer en cuenta y recordar… Que toda su familia había muerto en aquella explosión intencionada hace años atrás.