Siesta vespertina.
El rubio observó a Sherlock dormir. No pasaba a menudo que él tomara siestas, y menos aún, que lo hiciera usando sus piernas como almohada. Le pareció un poco gracioso. Enternecedor, sin duda. Aunque ahora no podría moverse por un tiempo.
Disfrutó de la cercanía, sin embargo, había algo que no lo dejaba unirse a Sherlock en la siesta vespertina. El motivo era su comportamiento inusual y errático. Meditó por varios segundos, tratando de resolver el nuevo misterio que Sherlock había creado para él.
La cercanía, el beso, sus gestos, la disminución en el consumo de drogas. Sabía que Sherlock se negaba a alguna vez, lastimarlo, así que, probablemente no era algo malo ¿o sí?
