CAPÍTULO 25

"...Pasajeros del vuelo BBAA826 con destino a la ciudad de Newcastle, por favor, dirigirse a la puerta de embarque número 13... Pasajeros del vuelo BBAA826 con destino a la ciudad de Newcastle, por favor, dirigirse a la puerta de embarque número 13..."

Una voz robótica proveniente de un lejano altavoz repitió aquellas palabras una tercera vez antes de dar por finalizado su anuncio. Todas las personas que ocupaban un espacio en el área de salidas nacionales del aeropuerto Londres-Heathrow volvieron a sus actividades, llenando la sala de espera con el sonido de sus murmullos, sus pasos y los golpeteos de sus respectivas maletas al ser transportadas de un lado al otro.

Hermione bostezó, cubriéndose la boca con una de sus manos y reprimió un escalofrío que recorrió toda su columna vertebral. Acomodó su cabeza sobre el hombro de su acompañante y se acurrucó contra la suave tela de su oscuro abrigo. Su bostezo debió ser contagioso puesto que el hombre a su lado abrió la boca al poco tiempo, dejando escapar un bostezo tan grande que le hizo lagrimear un poco. Snape sacudió la cabeza para despejar sus sentidos y se acurrucó más cerca a Hermione, procurando conservar el poco calor que entre ambos generaban. Sus manos grandes aún sostenían su iPad con la que, hasta hace poco, le estuvo enseñando a su pareja todas las maravillas que la antigua ciudad costera tenía para ofrecerles.

Hoy hacia frío, como siempre. No debería sorprenderse, vivía en Londres, una ciudad cuya temperatura promedio en estas épocas del año era de 14 °C. El frío no debería ser un problema, pero cuando lo combinabas con la intensa brisa helada del aire acondicionado de un aeropuerto podía ser algo molesto. Hermione deslizó su mano por el brazo de su pareja hasta que uno de sus dedos tocó la fría pantalla de la tableta, deteniéndose sobre la imagen de la una pintoresca torre.

—Quiero ir ahí —anunció volviendo a ahogar un bostezo—. Se ve bonito.

Snape leyó rápidamente la descripción a un lado de dicha imagen.

"La Torre de Blackpool es una de las atracciones turísticas más populares de la ciudad. Se abrió al público el 14 de mayo de 1894 y está inspirada en la torre Eiffel de París. Tiene una altura de 158 metros y, desde 1973, está incluida en la categoría de Grado I de la lista de monumentos clasificados del Reino Unido".

—¿Podemos ir? —preguntó mirando hacia arriba, mostrando aquel par de bonitos ojos miel brillantes y somnolientos.

Snape sonrió de lado y se inclinó sobre ella, posando sus labios fríos sobre su frente tibia, dejando un cálido y casto beso.

—Por supuesto que sí, linda—murmuró contra su piel—. Haremos todo lo que tú quieras, ¿de acuerdo? Todo lo que tú quieras.

Hermione asintió, abrazando su pequeña mochila contra su cuerpo y bostezando una vez más.

"... Pasajeros del vuelo QTR341 con destino a la ciudad de Cardiff, por favor, abordar por la puerta de embarque número 19... Pasajeros del vuelo QTR431 con destino a la ciudad de Cardiff, por favor, abordar por la puerta de embarque número 19..."

—¿Cuánto falta para que subamos al avión?

—Hmmm... como unos diez minutos más o menos —respondió mirando al pequeño reloj en la parte superior del aparato—. Tal vez un poco más.

—¿Y cuáles eran nuestros asientos?

— 3H y 3K—el pelinegro sonrió de lado, girando su cabeza para ver a la joven a su lado—. No sé por qué preguntas eso. Te pasaste toda la mañana canturreando los números de los asientos como si fueses una niñita de kínder —estiró su mano para golpear su pequeña nariz con uno de sus dedos. Hermione arrugó la nariz, sonriendo, antes de levantar la cabeza para besar la punta de su dedo de manera fugaz—. Nunca había visto a alguien tan emocionada por viajar en un avión.

—¡Es que estoy muy emocionada! —exclamó envolviendo su brazo con fuerza, chillando y contorsionándose sobre su asiento como si fuese una cría, lo cual provocó ternura y felicidad en el corazón de Snape— ¡Jamás he viajado en primera clase antes! Ni siquiera me he subido al vagón de primera clase de un tren —se reincorporó sobre su asiento, acercándose más a él para envolverlo por el cuello con ambos brazos. Ante eso, Snape dejó la tableta en el asiento de al lado, sobre su equipaje de mano—. Solo me he subido a un avión una sola vez en toda mi vida y fue porque uno de nuestros ex patrocinadores nos pagó un viaje ida y vuelta en clase económica para un concurso en Stoke-on-Trent —la joven se inclinó y plantó un cálido beso sobre sus delgados labios, uno que Snape correspondió haciéndola sonreír por lo inesperado de la acción. Cuando se separaron, volvió a su antigua posición para mirar hacia al frente, en dirección a las personas que caminaban rumbo a su respectiva puerta de embarque, arrastrando sus pequeñas maletas y cualquier otro equipaje de mano por el impecable suelo de loseta—. Para mí todo esto es nuevo. Por lo general, solo viajo en tren.

—Yo también. Este es mi primer viaje en avión en mucho, mucho tiempo —el hombre estiró su mano para tomar la de Hermione, entrelazar sus dedos y llevárselos a sus labios para depositar un tierno beso sobre sus nudillos—. Nos vamos a divertir mucho, te lo prometo.

—Hmmm... Eres tan lindo —le sonrió, soltándose de su agarre para apoyar su propia mano contra la mejilla del mayor y estampar otro pequeño beso sobre sus labios, derritiendo por completo al hombre frente a ella—, pero no debiste gastar tanto en esos pasajes. De seguro te costó un dineral.

—Tú no te preocupes por el dinero, Granger —pidió alejándose y volviendo la atención a su tableta—. Si vamos a viajar, vamos a hacerlo con estilo —añadió, permitiéndose sonar algo presumido.

—Para ti es fácil decirlo, tú no vives del día a día, pero yo no puedo evitar sentirme culpable por dejarte pagar todo este viaje tú solo y no colaborar con nada —reclamó acurrucándose a su lado otra vez, como si fuese un pequeño gatito castaño—. ¿Me vas a dejar aportar, aunque sea un poquito? ¡Puedo pagar los almuerzos! —exclamó enérgica, no sin olvidar añadir— Siempre que no sean en lugares tan... pues, tan caros.

Snape se inclinó sobre ella y beso su cabellera castaña, acariciando su cabeza con delicadeza.

—No te preocupes por eso, Granger. Estas son vacaciones y en las vacaciones no nos preocupamos por cosas de la vida mundana y capitalista —dijo antes de sonreír descaradamente solo para ella.

La joven puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Una bonita sonrisa se dibujó en sus labios.

—¿Al menos me vas a decir cómo hiciste para pagar todo este viaje? No quiero enterarme que te gastaste todos tus ahorros porque si es así... ¡Ay! Severus, me va a dar algo y...—

—Ya, ya, cálmate, mujer —el hombre negó con la cabeza, escondiendo su sonrisa. Apagó el IPad y la guardó dentro de su equipaje de mano mientras trataba de tranquilizar a su pareja—. Yo puedo pagar unos pasajes de avión. Además, ni siquiera gasté mucho.

—¡¿Mucho?! ¡Es primera clase! —exclamó captando la atención de los otros pasajeros con quienes compartía la sala. La joven se cubrió la boca al instante, avergonzada—. Lo siento... Es solo que esto es... demasiado —susurró bajito, agachando la cabeza—. Nunca nadie había gastado tanto en mí.

—Si te sirve de consuelo, tampoco es tanto. No te emociones, Granger —bromeó, aligerando el ambiente—. Digamos que este viaje también está auspiciado por algunos... patrocinadores.

La joven parpadeó un par de veces antes de fruncir el ceño y enarcar una ceja, confundida y sin poder creer lo que estaba escuchando. ¿Patrocinadores? ¿Había alguien, además de él, que estaba pagándole todo este viaje o es que ella había entendido mal?

—¿Cómo?

—Digamos que no eres la única que alguna vez tuvo patrocinadores, Granger. Así que no te preocupes por el dinero, no me voy a quedar en bancarrota por pagar cinco días de alojamiento en Blackpool.

—A ver, ¿cómo? Explícate —pidió con seriedad, ligeramente asustada de estarse metiendo en algún problema sin siquiera saberlo—. ¿Quiénes están patrocinando este viaje, Severus?

Probablemente, bajo otras circunstancias, Severus Snape no se hubiese asustado por aquella pregunta. Es más, tal vez ni se hubiese alterado, pero estaba en una situación muy delicada. Hermione sonaba muy seria, tanto que ya podía ver aquel ceño fruncido formandose en su tersa frente. La mirada que la bailarina le dirigió segundos después fue tan fuerte que le hizo morderse su propia lengua para evitar revelar cosas que eran mejor no ser reveladas por el bien de ambos.

"... Pasajeros del vuelo MBA394 con destino a Liverpool, por favor, abordar por la puerta de embarque número 4... Pasajeros del vuelo MBA394 con destino a Liverpool, por favor, abordar por la puerta de embarque número 4..."

Salvado por la campana, pensó aliviado mientras se ponía de pie.

—Vamos, ese es nuestro vuelo —anunció neutral, tomando su equipaje de mano y asegurándose de no dejar nada en el asiento.

—¡¿Cómo?! —preguntó la castaña sorprendida, imitándolo, olvidando por completo todo el tema de los patrocinadores y el presupuesto del viaje— ¡Pensé que iríamos a Blackpool!

—Y lo haremos... Granger, estás dejando tu gorro —le recordó recogiendo un gorro rojo de lana y entregándoselo antes de tomarla de la mano y arrastrándola por el pasillo junto a los otros pasajeros del vuelo MBA394—. Ten preparado tu carnet de identidad y el ticket del avión, por favor.

—Snape, espera. ¿Por qué vamos a Liverpool? ¡Snape!

Sí, Snape, ¿por qué están yendo a Liverpool si dijiste que la llevarías a Blackpool? ¿Qué clase de sucia artimaña planeas? ¿Cuáles son tus intenciones para con ella? Antes de que se asusten y llamen a seguridad, déjenme explicarles esta épica hazaña de la vida cotidiana de nuestro profesor llamada: "Snape cazando ofertas de vuelos por internet".

18 millones de turistas al año y, aun así, Blackpool no tiene ni un solo maldito aeropuerto —susurró frente a su computador una semana atrás, antes de proponerle hacer este viaje a su joven pareja—. ¡Carajo!

Antes de que me basureen a la ciudad de Blackpool por no tener aeropuerto, déjenme decirle que Google indica que sí tiene uno. Uno pequeño para vuelos exclusivamente nacionales que dejó de operar en el 2014, pero ¡Hey! ¡Tiene uno! Dado que llegar a Blackpool mediante un avión era prácticamente imposible por el momento —a menos claro que tuvieras un avión privado, cosa que Snape no tenía—, el pelinegro tenía que buscar otra forma de llegar.

—Porque no encuentre ningún vuelo directo de esta aerolínea hasta Blackpool —explicó mientras hacía la fila correspondiente a su tipo de pasaje, la fila de vuelos categoría ejecutiva—. El aeropuerto más cercano que encontré es el de Liverpool, así que haremos escala allá y luego tomaremos un tren hasta Blackpool —la joven asintió, aferrándose tanto a su bolso como a su mochila, completamente aterrada mientras avanzaba lentamente en la fila—. Es una hora y media de viaje hasta allá, así que almorzaremos algo en el tren, a menos que tú quieras esperar hasta llegar a Blackpool.

—No, no, está bien en el tren. Podemos comprar unos sándwiches antes de subir.

—Por supuesto —le sonrió mientras daba un paso más, avanzando en la línea—. Mira el lado bueno. Al menos no estarás tan alejada de los trenes como creías.

La joven mujer con uniforme azul sonrió mientras le pedía la identificación y el pase de abordar al profesor. Revisó que todo estuviera en orden y lo hizo continuar, atravesando los cordones de seguridad de la puerta de embarque número 4. Antes de ir más lejos, Snape pasó por una revisión final de los guardias de seguridad, para revisar que no llevará nada de metal que no haya sido identificado anteriormente en el primer filtro.

Para su buena suerte, él estaba limpio… otra vez.

Quien no corrió con la misma suerte fue Miss Granger pues en cuanto el detector de metales que sostenía el agente de seguridad pasó al lado de sus piernas, este comenzó a sonar, soltando un pitido intermitente y ruidoso que llamó la atención de todos los presentes cercanos.

—¿Qué lleva ahí, señorita? —preguntó el guardia llevándola a un lado, siendo seguidos de inmediato por Snape.

Obviamente las miradas indiscretas no faltaron.

—Mi pierna, señor —contestó irritada—. Tengo unos clavos de metal en ella. ¿Ve la cicatriz? Me operaron hace 4 años. Ya les dije lo mismo a los del filtro anterior.

—Señor, disculpe —interrumpió Snape, acercándose con un papel doblado a la mitad—. Ya pasamos por esto a la entrada. Nos dieron esto para que nos permitiera pasar.

El hombre estiró la mano para recibir aquel papel firmado por puño y letra del agente de seguridad de la zona de ingreso al interior de las salas de espera. Hermione se cruzó de brazos, mirando molesta al guardia mientras esperaba que la dejara ir para tomar su vuelo. Su pie izquierdo golpeteaba de forma repetitiva contra el suelo, apurando al uniformado quién parecía estar tan irritado como ella.

Odiaba esto. Odiaba esto con todo su ser. Desde que se levantó supo que ese día sería difícil. ¡Cómo odiaba pasar por el detector de metales! Ya sea aquí en el aeropuerto o en algún lugar más privado, pasar por el detector de metales era un suplicio de nunca acabar. El proceso era incómodo y algo vergonzoso. No le molestaba el hecho de tener que lidiar con los guardias de seguridad o alarmar a las otras personas detrás de la fila. ¡Ni siquiera le molestaba el hecho de ser confundida con una persona que potencialmente podría portar un arma o quién sabe qué otra cosa! Le molestaba el hecho de que le recordaran una y otra y otra vez que ella tenía un par de clavos de acero atravesados por toda su pierna derecha.

Tomó aire tratando de relajarse.

A veces olvidaba que los tenía ahí, a veces olvidaba que había gastado tanto tiempo y dinero en rehabilitación. A veces, hasta olvidaba que su pierna estuvo alguna vez rota.

Pero no faltaban esas personas que le hacían recordar su accidente.

—Ya puede irse, señorita. Que tenga un agradable vuelo.

—Gracias.

Snape tomó la mano de la castaña y la arrastró lejos del staff del aeropuerto, dirigiéndose a las puertas dobles de cristal del embarque número 4. Uniéndose al resto de pasajeros, Hermione y Snape cruzaron el finger, el enorme tubo con forma de pasillo que conectaba el aeropuerto con el avión. Los dos pares de pies hacían mucho ruido cada vez que pisaban la superficie metálica del piso, provocando que el eco de sus pasos resonará por el pasillo alargado, mezclándose con el de los otros viajeros.

—Bienvenidos a bordo —dijeron dos señoritas delgadas que flanqueaban la puerta del avión, pidiendo los boletos a cada uno de los pasajeros que se acercaban a ellas—. Bienvenidos a bordo.

Eran muy bonitas, pensó Hermione mientras extraía su boleto y se lo entregaba a una de las sonrientes muchachas. Delgadas, bien peinadas, ataviadas con uniformes azul marino totalmente impecables, pañoletas rojas y deslumbrantes sonrisas que fácilmente reconoció como falsas. Hermione estaba en el negocio de las sonrisas falsas desde que empezó a competir. Sabía reconocer una auténtica de una fingida, después de todo, ellas no eran las únicas que debían sonreír en el trabajo en todo momento.

Se preguntó cuántas horas practicarían frente al espejo a diario.

Una de las asistentes de vuelo dentro del avión les indicó sus asientos, encaminándolos por el pasillo izquierdo en lugar del derecho, donde estaba la clase más económica. Llegaron a sus asientos, dos sillas grandes y acolchonadas, con almohadas incluidas y pantallas de televisión al frente para ver cualquier película que estuviera dentro del catálogo de entretenimiento del avión. El espacio entre la mini pared de al frente y la silla era amplio, ideal para Snape pues, al tener las piernas largas, tenerlas dobladas mucho tiempo en espacios estrechos era sumamente doloroso después de unos minutos.

A ella le tocó ventana; a él, pasillo.

Snape acomodó su equipaje en los compartimientos de arriba, fue cuando notó que había regular espacio entre fila y fila y el pasillo era ancho por lo que prácticamente sentían su privacidad protegida del ojo ajeno. También notó que, si bien esta cabina estaba llena, no había muchos asientos en primera clase, por ende, no muchos pasajeros. Severus se preguntó cómo sería la clase turista porque, de no ser muy diferente, tal vez no debió gastar tanto en esos boletos.

Bueno, tampoco fue que "gastara" en los boletos.

En realidad, las únicas libras que había invertido hasta ahora habían sido las que usó para pagarle al taxista que los llevó hasta el aeropuerto.

"Tripulación de cabina, cerramos puertas y cross-check", escuchó decir a una voz masculina que provenía de los altavoces instalados en la parte superior del avión.

—¡Ah, cierto! —recordó la castaña cuando ya estuvo sentada, probando la capacidad de su asiento para reclinarse— Me ibas a decir quiénes eran los patrocinadores de nuestro viaje —la joven se veía seria. Tenía la misma expresión que ponían sus alumnos cuando se les acercaban para preguntarle cosas con respecto a su clase—. ¿Quiénes son?

Qué buena pregunta, Dorothy. Simple, pero concisa. Lástima que la respuesta no fuera así.

—Eh…—

"Buenos días, estimados pasajeros, Malfoy's British Airlines los saluda y les da la bienvenida a bordo. Este es el inicio de nuestro vuelo número 394 desde Londres con destino a la ciudad de Liverpool. Quien les habla es su sobrecargo, Angelina Johnson. Les rogamos poner su equipaje de mano en los compartimientos arriba de sus sillas o debajo de ellas […] A continuación, se les hará una demostración del uso apropiado del cinturón de seguridad y de los asientos".

La sobrecargo del avión, la tal Angelina Johnson, estaba de pie al frente de ellos, a un lado del pasillo donde guardaban los carritos de comida y, probablemente, las bebidas. Era una morena muy atractiva con largo cabello negro recogido en trencitas que se escondían bajo su pequeño sombrero de sobrecargo. El uniforme le quedaba perfecto lo que le daba cierto aire distintivo, propio de todos los trabajadores de las aerolíneas británicas Malfoy.

Una de las dos auxiliares de vuelo en la cabina avanzó hacia al frente, sosteniendo lo que parecía ser un cinturón de seguridad en sus manos. La segunda mujer también era morena, pero no tenía los finos rasgos propios de la primera. Eso sí, lo compensaba con una muy bonita sonrisa la cual despertaba confianza en cualquiera que la viera, incluso a Snape le parecía simpática. Al estar casi a la altura del profesor, este fue capaz de leer la elegante placa dorada que portaba en el pecho, en el que se leía claramente su nombre: ALICIA S.

Al ver que la sobrecargo y la auxiliar de vuelo estaban ocupadas dando las respectivas explicaciones, Hermione Granger optó por quedarse callada al igual que el resto de los pasajeros, cosa que fue un alivio para Snape puesto que no quería responder a la pregunta de su acompañante. Esperó a que las dos mujeres terminaran de trabajar y, cuando estuvo a punto de abrir la boca para volver a hablar, Angelina Johnson volvió a dirigirse a los pasajeros por medio del altavoz.

"A continuación, se les hará una demostración del protocolo de seguridad a seguir en caso de emergencias. Les pedimos su atención, por favor".

Hermione tuvo que morderse la lengua y encogerse sobre su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho, molesta por ser silenciada dos veces seguidas. Snape, por su parte, usaba su mano izquierda para cubrir sus labios pues no quería que la segunda auxiliar de vuelo, una señorita rubia cuya placa de identificación ponía "KATIE B.", viera su sonrisa burlona. No sabía qué le causaba más gracia: si la auxiliar de vuelo haciendo movimientos robóticos con sus brazos para indicar las puertas de salidas o si Hermione con su adorable expresión de molestia en su pequeño rostro.

Tal vez, lo segundo.

Por otro lado, agradecía las constantes interrupciones del equipo de asistentes de vuelo pues no sabía cómo decirle que el dueño del avión y de la aerolínea en la que estaban viajando era su mejor amigo.

"Tripulación, preparados para el despegue", avisó otra vez la masculina por el altavoz.

—¿Entonces? ¿Quién es el patrocinador de este viaje, Snape? —preguntó con seriedad, aprovechando el intermedio de silencio.

Snape suspiró e hizo tiempo para no tener que responder— Pues, es una larga historia.

—Es un vuelo de una hora, tienes todo el tiempo del mundo para explicarme.

—Pues…Eh… Puede que yo conozca a…—

"Señores pasajeros, estamos próximos a despegar. Por favor, abróchense los cinturones y pongan los espaldares de sus asientos en posición vertical. Asimismo, les rogamos que apaguen sus celulares y cualquier otro equipo electrónico durante el despegue. Durante el vuelo, se les pide que mantengan cualquier aparato electrónico en 'modo avión'. Les recordamos que en ninguno de los vuelos de Malfoy's Britsh Airlines se permite fumar".

Por favor, sigan hablando hasta que se me ocurra una respuesta adecuada, rogó en silencio.

—¿Me decías?

—Ah, sí… Te decía que era una larga historia y…—

"Señores pasajeros, buenos días, les habla su capitán, Oliver Wood, y les doy la bienvenida a nuestro vuelo hacia la ciudad de Liverpool. El tiempo aproximado de viaje será de 60 minutos. El clima es bueno por lo que tendremos un vuelo suave. Espero que disfruten su estadía en Liverpool, nuestra ciudad famosa mundialmente por haber visto nacer a The Beatles. Cuando lleguen allá, recuerden probar el scouse. Les aseguro que es ese tipo de platillo que las abuelas suelen preparar y, por favor, no olviden pasear por sus amplios parques y visitar sus museos, les garantizo que encontrarán la arquitectura de la ciudad fascinante […] Gracias por volar con Malfoy's British Airlines y, de parte de toda la tripulación, les deseamos un muy buen viaje".

Luego de eso, el avión se sacudió y empezó a avanzar rumbo a la pista, preparándose para tomar velocidad y arrancar su carrera contra reloj para despegar.

—¿Severus?

—¿Sí?

—¿Quién es el patrocinador de este viaje?

No se iba a olvidar tan fácilmente del asunto del patrocinador, ¿verdad?

El avión empezó a agarrar velocidad hasta que, finalmente, comenzó a correr por la larga pista, tomando impulso para despegar. Al ser la segunda vez que Hermione viajaba en avión, aún le tenía miedo a volar por lo que no pudo resistirse a sujetar con fuerza ambos brazos del asiento y poner una expresión de pánico en el rostro. Severus estiró una de sus manos para posarla sobre una de las de ella a modo de apoyo. Por su parte, Snape cerró los ojos mientras se preparaba para experimentar todas esas sensaciones típicas del despegue: la sensación del vacío en el estómago, todo su cuerpo pegándose contra el asiento debido a la inercia producida por la fuerza cinética del avión en movimiento y los oídos tapándose a causa del cambio de presión dentro de la cabina cuando el avión ya se encontraba en el aire.

Por más que le gustara viajar en avión, nunca se acostumbraría a ese momento.

Después de tal vez media hora, cuando Snape ya suspiraba aliviado porque Hermione estaba demasiado entretenida viendo una de las películas del avión como para preguntarle otra vez sobre el financiamiento de su viaje, a Hermione se le volvió a pasar la pregunta por la cabeza.

—Eh… —contestó él, completamente en blanco.

No era mentira si solo omitía la verdad, ¿no?

—Mis millas de viaje.

¿Sería suficiente para convencer a la castaña? Descúbranlo más adelante.


Lo que Hermione no sabría —y probablemente, jamás sabría— era que este viaje, por más lujoso que pareciera, resultaba más barato que pagar un mes de renta de su departamento. ¡¿Cómo era eso posible?! Es decir, desde que habían llegado al aeropuerto y se habían desviado rumbo a la zona VIP, Hermione comenzó a sospechar que Snape se estaba gastando un dineral en esta escapada espontanea. ¡Estaban viajando en primera clase! Los asientos eran cómodos y muy espaciosos, incluso les habían dado unas bonitas bolsas de regalo con audífonos, lapiceros, libretas con el logo de la aerolínea y un modelo miniatura del avión en el que viajaban, por no mencionar que hasta les ofrecieron champaña durante el vuelo.

"Muy bien, Granger, muéstranos cómo está equipado tu asiento" —había dicho el profesor mientras la grababa con la cámara de su celular, cuando ambos se habían aburrido de la película que estaban viendo. El hombre tenía una bonita sonrisa en su rostro por lo que Hermione no se resistió a seguirle el juego, curiosa por descubrir los privilegios de viajar en primera clase.

"Aquí hay… ¡Hay un espejo! Mira, aquí. Se levanta esto y hay un espejo para que, cuando bajes del avión, te puedas arreglar un poquito… ¡Ay! ¡Mira! Aquí hay una tapita y, si la abro, hay… ¡Wow! ¡Una consola!" —exclamó extrayéndola del compartimento oculto, encontrando un cable negro y grueso que conectaba el aparato al asiento, impidiendo ser extraído—. "Mira, para que no la roben".

"¿Quién se robaría la consola de un avión?"

"Cómo se nota que tú y yo pertenecemos a mundos distintos" —bromeó—. ¡Ah! ¡Tiene jueguitos!"

Después de pasarse todo el vuelo jugando con los botones del asiento reclinable, abriendo y cerrando compartimentos secretos, encendiendo y apagando lucecitas y cargando su celular a pesar de que no necesitara carga, Hermione podía decir con orgullo que le había sacado el máximo provecho a la clase ejecutiva del avión. ¡Por Dios! Esto saldría caro sin duda. Estaba segura que les iban a cobrar hasta por respirar. No entendía cómo era que Severus estaba tan tranquilo, incluso, ¡se atrevió a pedir aperitivos del carrito de comida!

¡Ay, niña! Si tan solo supieras que el patrocinador de tu viaje era el mismísimo dueño de ese avión y de toda la aerolínea.

Por primera vez en muchos años, Severus Snape iba a hacer uso de esos regalos de cumpleaños que tenía acumulados en un cajón de su estudio, empolvándose olvidados durante los 365 días del año. Por primera vez en su vida iba a agradecer que Lucius Malfoy siempre le diera el mismo regalo: aquellos dos boletos en blanco de ida y vuelta en primera clase hacia cualquier destino en cualquiera de sus aerolíneas. Estaba seguro que el Malfoy empezó a regalarle aquellos boletos para que viajara con su esposa y tratara de reavivar aquella pasión ya muerta. Por obvias razones, ya no podía viajar con ella, pero algo le decía que el rubio no había cambiado el regalo solo para no perturbar aquella rutina ya establecida. Durante su primer año post-divorcio, los Malfoy solían incitarlo a viajar ya sea dos o, al menos, una vez al año, pero con el paso del tiempo, aquellos boletos no hacían nada más que acumularse al fondo de un cajón lleno de papeles, estampillas y algunos clips.

Por fin hoy, iban a cumplir su propósito y ser usados.

Pero eso no quería decir que el viaje les estaba saliendo gratis, claro que no. Severus Snape era una persona muy orgullosa y su orgullo jamás le permitiría dejar que los Malfoy le paguen un viaje completo así de grande, mucho menos si iba a llevar compañía. Puede que permitiese que le pagaran la terapia, pero no el viaje. En fin, con los boletos en blanco ya tenía cubierto tanto el traslado de ida y vuelta de Londres a Liverpool, pero ellos iban a Blackpool, no a Liverpool. El camino más cercano hasta la pequeña ciudad costera era tomar un tren y viajar una hora y media hasta la estación de Blackpool. Ese viaje sí correría de su propio bolsillo. Obviamente sería menos lujoso que viajar en la primera clase de alguna aerolínea Malfoy, pero era todo lo que se podía permitir sin quebrar para fin de mes.

De todas formas, el viaje en tren no estuvo nada mal. Les habían asignado dos asientos muy cómodos en el tercer vagón en la columna derecha y viajaron apreciando la bonita vista de los paisajes ingleses mientras comían un par de emparedados muy consistentes que compraron en un Subway dentro de la estación. La joven apoyaba su cabeza sobre el hombro de Snape y ambos compartían un extremo de los audífonos del celular de la joven, escuchando una playlist muy aleatoria que combinaba perfectamente tanto las canciones del gusto de la bailarina como las del profesor.

Al llegar a la estación, la pareja fue a recoger su equipaje tomados de la mano, tan metidos en su propio mundo de felicidad que ignoraron todas las miradas extrañas de los otros usuarios de la estación. Luego, se dirigieron a la salida a paso calmado. La joven castaña, haciendo preguntas incesantes sobre el lugar que el maestro había elegido como hospedaje y el pelinegro, empujando el carrito con las maletas, sonriendo de lado y apretando los labios para no decir nada.

—¿Dónde nos hospedaremos, Severus?

—Es una sorpresa —la joven hizo un puchero, frunciendo sus labios—. No te desesperes, estaremos ahí en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, ¿dónde están los del hotel? Se suponía que nos vendrían a buscar.

—Sabes, sería más fácil para mí ayudarte a encontrarlos si me dijeras el nombre del…—

—¡Ahí están! Vamos.

Hermione buscó con la mirada entre todos los carteles que los empleados de las empresas hoteleras sostenían en sus manos afuera de la estación. Por alguna razón que no sabría descifrar, a Hermione le fue imposible no asociarlos con pequeñas suricatas muy bien vestidas, pues levantan sus cabezas y las movían buscando con ansias a las personas que venían a recoger. Solo cuando Snape se acercó lo suficiente a uno de ellos, Hermione fue capaz de leer el nombre de su pareja en el cartel blanco con bordes dorados que un hombre alto de traje negro y sombrero de chofer sostenía.

SR. SEVERUS SNAPE

HOTEL THE HEIR

—¿Sr. Snape? —preguntó el hombre al verlos acercarse hacia él. El pelinegro asintió, estirando su mano para saludarlo—. ¡Por fin llegaron! Buenas tardes. Soy Anthony, del Heir. Tengo ordenes de llevarlo conmigo. Permítame su equipaje, por favor. Síganme por aquí, estacioné el auto cerca.

Hermione se detuvo abruptamente en cuanto escuchó el nombre del hotel. ¡¿The Heir?! ¡¿El hotel The Heir?! ¿El hotel de cinco estrellas perteneciente a una de las cadenas hoteleras más importantes del Reino Unido? La bailarina tragó hondo. Ella ni siquiera se atrevía a pasar frente a la sede de Londres porque tenía miedo que le cobraran por pisar su acera. En ese hotel solo se hospedaban personas famosas como Beyoncé o Zac Efron, no personas comunes y corrientes como ella. La joven se aferró al brazo del profesor cuando estuvieron frente al auto negro con el logo del hotel.

—Severus —susurró algo asustada.

—Dime —el hombre agachó su cabeza para ver su rostro preocupado—. ¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

—¿Esto no es demasiado caro? —preguntó preocupada, aferrándose a su brazo, no queriendo subirse al auto a pesar de que el Sr. Anthony ya les había abierto la puerta— Ay, dime que no te has gastado todos los ahorros de tu vida por mí.

—Ya te dije que no te preocupes por el dinero, mujer, tengo todo bajo control —exclamó haciéndola subir en el vehículo—. Además, no te ofendas, pero no me gastaría los ahorros de toda mi vida de esta forma.

—¡Pero este hotel es muy caro! —sollozó desde el asiento, rogando internamente para que el chofer no la escuchara— Me siento culpable por hacerte gastar tanto en este viaje.

—Granger, por favor, deja de preocuparte —el hombre se sentó a su lado y cerró la puerta, rodeando con su largo brazo a la castaña—. Si sigues así, cancelo todo y nos regresamos a Londres.

—Pero…—

—Nada de "peros" —la joven cerró la boca, derrotada, y agachó la cabeza. Al notar su cambio de ánimo, Snape se acomodó sobre el asiento y estiró su brazo para tomar su barbilla con su mano, obligándola a mirarlo a los ojos—. Oye, no veas esto como un gasto, ¿sí? Míralo como una… ¡como una inversión! —pidió con la voz susurrante, haciendo temblar a la joven en sus brazos—. Es una inversión para los dos. Con esto, invierto en tu paz mental y en mi tranquilidad. Es una inversión para poder avanzar en nuestras vidas. Un nuevo comienzo, ¿recuerdas? Una segunda oportunidad.

—Sí, lo recuerdo —asintió parpadeando un par de veces, revoloteando sus bonitas pestañas—. ¿Desde cuándo te volviste tan positivo? —bromeó revelando una tímida sonrisa de incisivos grandes.

—Desde que empecé a tomar clases de ballroom con una joven bailarina en Earl's Court Road —susurró inclinándose para besar sus labios con delicadeza—. Ya podemos irnos, Anthony.

—Sí, señor.

Ahora, ustedes se estarán preguntando: ¿cuánto cuesta pasar una noche en The Heir? Y si no se lo preguntaban, yo sí. ¿Acaso era más caro que el Hilton? ¿Tal vez qué el Marriott? ¿Los precios eran similares a los del Ritz o a los del Four Seasons? ¿Tengo que empeñar mi riñón, mi casa y mi balón de gas para poder pagar una estancia de cinco días ahí? Pues, después de indagar a profundidad en su página web —la cual está muy bien organizada, debo mencionar—, el hotel The Heir no tenía nada que envidiar al resto de los hoteles mencionados, a pesar de que no contaba con el mismo reconocimiento a nivel global. Es más, me atrevería a decir que fácilmente podría ser comparado con cualquiera de estas cadenas internacionales y saldría triunfante.

Volviendo a la pregunta inicial, pues, hay precios para todos los bolsillos —si solo si tu presupuesto es muy generoso, claro está—. Había habitaciones estándares —porque cuando hablamos de hoteles exclusivos no decimos "normales", decimos "estándar" — y las habitaciones ejecutivas. Había algunas simples, dobles, familiares, pequeñas, grandes, muy grandes y, por supuesto, las suites.

Estoy segura que la suite presidencial del Heir equivale al tamaño de tres veces mi casa, pensó la castaña. Fácilmente, yo podría vivir en el baño y, aun así, me quedaría grande.

Según información oficial, la habitación más económica contaba con una sola cama de muy buen tamaño, un baño con bañera incluida y todas las comodidades básicas que debería tener todo buen hotel. Dicha habitación costaba alrededor de 215 libras esterlinas la noche por persona, lo que vendría a ser como unos 300 dólares más o menos —buen momento para mencionar que soy más de letras y no de números—, lo que, a su vez, es mucho si lo vemos desde la perspectiva del bolsillo de un latino o del bolsillo de una ex bailarina profesional de baile de salón, sin estudios universitarios, que no tenía otro ingreso estable más que el que obtenía trabajando turnos dobles como profesora de ballet y ballrrom en una academia de baile venida a menos.

Eso sí, el alojamiento incluía las tres comidas al día y el acceso a todas las áreas del hotel, incluyendo spa, bar y piscina temperada o, al menos eso, era lo que les había dicho el gerente del hotel después de registrarse.

Un precio… razonable.

—Buenas tardes. Soy el Sr. Severus Snape y… —

—¡Ah! ¡Señor Snape! ¡Bienvenido! —exclamó entusiasmado el joven empleado que los atendió recepción, sentado detrás del mostrador con su impecable uniforme negro y dorado— Lo estábamos esperando. ¿Tuve un buen viaje? Espero que sí —el joven hablaba tan rápido que Snape se sorprendió que no se hubiese atragantado con sus palabras.

Extrañado por tal recibimiento, preguntó— Disculpe, ¿cómo es eso que me estaban esperando?

—Oh, sí, espéreme un momento —contestó levantándose y alisando su traje—. Debo avisarle al gerente. Por favor, siéntense por allá. En un momento estaremos con ustedes —el hombre señaló con su dedo hacia una pequeña zona de descanso y luego desapareció por una puerta adyacente, dejando a la pareja demasiado confundidos como para atreverse a preguntar a los otros dos recepcionistas tras el mostrador.

Hermione miró a Snape en busca de respuestas, pero este solo atinó a levantar los hombros sin decir una palabra. Decidieron que lo mejor sería seguir las instrucciones del encargado, por lo que fueron a sentarse en uno de los bonitos sillones color camello. El interior del Heir era bonito. Tenía una paleta de colores definida: muchos blancos, negros, colores metálicos, grises y dorados. También contaba con variadas texturas que le daban profundidad a los espacios. Sin darse cuenta, Snape se entretuvo mirando el brillante piso pulido de color negro, decorado con líneas blancas que le recordaban mucho a los cuadros Art Deco que decoraban las oficinas de MALFOY CO.

—¡Buenas tardes, Sr. Snape! —gritó alguien haciendo saltar a la pareja. Cuando se giraron para ver de dónde venía la voz, no esperaron encontrarse con tanta gente— ¡Bienvenido a nuestro a hotel!

El profesor de Química se puso de pie cuando encontró a medio personal del hotel esperándolo en recepción con los brazos abiertos para darle una cálida bienvenida al estilo The Heir. No debía haber más de diez personas en este sequito; sin embargo, seguía siendo una cantidad un tanto abrumadora. Hermione se quedó inmóvil en su asiento, mirando de reojo a los otros huéspedes del hotel, esperando que alguien se acercara a ayudarlos. Snape le pidió que esperara ahí y luego dio unas zancadas largas hasta el hombre que le dirigía la palabra.

Solo esperaba que el nerviosismo no se le notara.

—Bienvenido, señor. Soy Louis Andrews, gerente de este hotel —comenzó un hombre de fino sastre a la medida color azul Oxford, corbata verde esmeralda iluminada que contrastaba a la perfección con su impecable camisa blanca. El hombre tenía el cabello negro peinado hacia atrás, de estos peinados que llevaban las personas muy serias de las películas. Tenía un par de canas grises en las patillas y unos lentes de fina montura en el rostro—. Lo estábamos esperando —el hombre estiró su mano hacia Snape quien no vio otra alternativa que aceptar su saludo cortés—. Tengo órdenes directas de la Sra. Malfoy de asistirlo en todo lo que usted necesite y hacer de su estadía en nuestro hotel la más placentera. Estamos a su completa disposición para lo que sea que usted necesite las 24 horas del día. Si necesita algo en especial, no dude en contactarme y, de parte de toda la familia de The Heir, esperamos que disfrute de su estadía con nosotros.

El gerente del hotel sonrió. Detrás de él, su sequito de mucamas, recepcionistas y botones lo imitaron. Todo fue tan cronometrado que parecía haber sido ensayado. Para ser honestos, era algo aterrador.

—Muchas gracias, Sr. Andrews, le tomaré la palabra —Snape sacudió su mano para soltarse del agarre del mayor—. Eh… Acabamos de llegar y queríamos registrar…—

—¡Ah! Por supuesto —exclamó con aquella voz tan calmada y falsa que también parecía ser ensayada—. Debe estar cansado. Steve, Leonard, por favor, ayuden al Sr. Snape con su equipaje.

—¡Sí, señor! —dijeron dos hombres vestidos con el típico uniforme rojo y dorado de botones antes de avanzar hacia el asiento en el que Snape estuvo sentado para recoger sus maletas.

—Por favor, Sr. Snape, sígame por aquí para que podamos completar su registro —pidió dándose la vuelta y volviendo hacia el mostrador—. Todos ustedes, por favor, vuelvan a sus actividades, excepto usted, Sra. Miranda —pidió dirigiéndose hacia su equipo de trabajadores. Casi todos asintieron con la cabeza, dispersándose al instante, excepto por una mucama de mediana edad que se quedó de pie con las manos entrelazadas sobre su delantal blanco—. ¿Desea algo de tomar, Sr. Snape? ¿Le puedo ofrecer una taza de té, un vaso de agua o, tal vez, algo más fuerte?

—Eh, no, no, estoy bien —contestó atropelladamente. Ambos trabajadores asintieron—, pero creo que puede ofrecerle algo a mi acompañante, la joven que está sentada junto a mis maletas —señaló a Hermione. El Sr. Andrews frunció el ceño, aparentemente confundido, pero luego dio la orden a la mucama para que se acercara a Hermione a ofrecerle algo de la hospitalidad del Heir.

—Viene usted acompañado, Sr. Snape —declaró el hombre, incomodando al mayor. El Sr. Andrews levantó la mirada del ordenador frente a él por un momento para mirar a su huésped. Al no obtener una respuesta de él, volvió a lo suyo—. Ya veo. ¿La señorita se hospedará con nosotros?

—Sí, eh, hice una reservación —señaló—. Una suite para dos personas. Dos camas separadas.

—Déjeme revisar, por favor —pidió tecleando a velocidad en el computador. Sus lentes reflejaban el brillo azul de la pantalla—. Hmmm… Qué extraño.

—¿Hay algún problema, Sr. Andrews? —el profesor se apoyó sobre el mostrado y estiró su cuello para intentar observar la pantalla del ordenador— ¿Sucede algo malo?

—La Sra. Malfoy me llamó personalmente ayer y dijo que usted tenía una reservación para una suite simple, pero aquí en pantalla dice que usted reservó una suite doble. Qué extraño. Esto está autorizado por la misma Sra. Malfoy, incluso tiene su descuento personal —contestó levantando la vista y frunciendo el ceño. Snape apretó los labios y miró hacia atrás solo para encontrar a Hermione mirándolo preocupada desde su asiento. Snape le hizo un gesto para indicarle que se calmara y volvió su atención al gerente quien supo interpretar su oscura mirada—. Eh… Debe haber un error. Permítame un minuto, por favor. Voy a actualizar el sistema.

Snape asintió, soltando un suspiro, se dio la vuelta y apoyó tanto la espalda como los codos sobre el mostrador, mirando en dirección a Hermione quien le regaló una sonrisa preocupada, como si le estuviese brindando apoyo desde la distancia.

Solo esperaba que a Narcisa Malfoy no se le hubiese ocurrido revisar su reservación en el último minuto, rogó Snape en silencio.

Además de los boletos de avión, había otra cosa que tampoco le había mencionado a Hermione y era todo este asunto del hotel. Estaba claro que, por razones económicas, The Heir no había sido su primera opción para hospedarse. Él quería algo más íntimo, menos ostento y, por supuesto, algo que se adecuara a su bolsillo. Había buscado otros hoteles en la ciudad, pero ninguno le convenció. No eran tan bonitos como el Heir. Este viaje era importante. ¡Sería su primer viaje juntos! Tenía que ser especial —muy especial— por lo que todo debía ser perfecto. Hermione se merecía solo lo mejor de lo mejor y lo mejor de lo mejor era el Heir.

Por supuesto, cinco días en un hotel cinco estrellas no era nada barato para el bolsillo de un profesor de internado. Podría reservar una habitación simple para cada uno, era más accesible y, si las habitaciones eran iguales a las de la sede principal en Londres, sería una buena inversión. Sin embargo, haciendo cuentas en una hoja de Excel unos días antes de su propuesta, Snape se dio cuenta de que pagar dos habitaciones descuadraba un poco —demasiado— su presupuesto de viaje.

Buscando soluciones, encontró dos alternativas viables.

La primera era compartir la habitación, ya sea una simple o una doble. Sin embargo, la idea no le parecía la más apropiada puesto que, primero, el espacio sería reducido y, por ende, no habría privacidad para ninguno de los dos. Segundo, no estaba seguro si ellos dos estaban en las facultades de poder compartir habitación sin que alguno de los dos se lanzara encima del otro para hacerle el amor. Ya había quedado claro que estar solos en un espacio íntimo era peligroso, sobre todo para él. No quería ni imaginarse lo que podría pasar si se quedaban solos una habitación con una cama.

Su segunda opción era una muchísimo más arriesgada, pero, de tener éxito, su estancia sería mucho más cómoda para los dos, a la vez que ligeramente más económica y esa opción era hablar con la mismísima dueña del hotel, Narcisa Malfoy, para pedirle algún tipo de descuento, aunque fuese el más pequeño. Le daba vergüenza hacerlo y se estaba jugando un golpe directo a su orgullo, pero era la opción que más le gustaba.

Luego de pensarlo mucho, terminó acercándose al mismo The Heir en Londres para entrevistarse con su queridísima amiga y plantearle una propuesta de negocios.

Después de todo, el ahorro es progreso.

"—¿Blackpool? —preguntó Narcisa una semana antes de la fecha de viaje, frunciendo su ceño y levantando su mirada gris de su iPad plateada— Sí, tengo una pequeña sede allá. No ha generado tantos ingresos como solía hacerlo antes. El turismo ha disminuido un poco en esa zona en los últimos años —indicó quitándose sus lentes y poniendo toda su atención exclusivamente a su amigo pelinegro— ¿Por qué la pregunta, Severus?"

"—Estaba pensando en hacer un viaje hacia allá la próxima semana. Habrá una convención de la IOP sobre los nuevos descubrimientos en el campo los últimos tres años y quiero ir".

El hombre se mantuvo callado, mirando a su amiga sin mostrar el más mínimo indicio de temor, pero en el fondo, estaba rogando para que Narcisa no estuviera en sus cinco sentidos pues, de estarlo, sería una máquina de preguntas imparable.

"—Hmmm… ¿El Instituto de Física? Qué extraño —comentó la rubia, reclinándose sobre la silla giratoria de su bonito despacho en Londres, juntando los delgados dedos de su mano para crear una pequeña base en la que pudiera apoyar su mentón y su respingada nariz—. ¿Por qué no la hacen en Londres? La sede principal está acá".

"—Ni idea —respondió levantando los hombros, como si le restara importancia al asunto. La mujer frunció los labios y no apartó la mirada, al contrario, pareció intensificarla—. ¿Qué? Yo no organizo el evento, Cissy".

"—Hmmm… Bueno, tienes razón —suspiró volviendo su atención a su iPad y a su trabajo. Snape suspiró aliviado. Al menos sabría que no le haría más preguntas de ese tipo. Ahora solo le quedaba poner en marcha su plan—. Entonces, ¿cómo puedo ayudarte?".

Las palabras mágicas, pensó.

El plan era el siguiente. Iba a reservar dos habitaciones simples. Una para él y la otra, para Hermione. Como no se daba abasto, iba a pedirle a Narcisa que le hiciera algún descuento especial por… lo que sea. Era un hotel importante, seguro daban descuentos si compraba algún paquete o algo. En fin, pediría el descuento para su habitación y pagaría la de Hermione al precio completo. Si bien seguía siendo un gasto grande, al menos su nuevo presupuesto no se alejaba demasiado del original. Puede que no se escuchara como la mejor idea, pero no quería abusar de la noble generosidad de su amiga.

"—Pues, siempre me dices que puedo hospedarme gratis en cualquiera de tus hoteles y pensaba hacerlo en esta ocasión... Creo que me haría bien salir de Londres unos días —añadió al instante, sabiendo que Cissy jamás le diría que no después de eso—. Ya sabes, respirar un poco de aire fresco y hacer cosas nuevas".

A la rubia le brillaron los ojos en cuanto escuchó eso. Después de un poco más de tres meses de terapia, todos esos esfuerzos por fin estaban dando frutos. Su amigo empezaba a ser él otra vez. Narcisa dibujó una perfecta sonrisa en sus delgados labios y estiró su mano para tomar la de él, atravesando toda la superficie de cristal de su escritorio. Sus delicados dedos apretaron su mano, su anillo de oro de casada brillaba bajo la luz blanca de la habitación.

"—Por supuesto que sí, sabes que jamás te negaría nada —le respondió con ternura. La Sra. Malfoy le dio unas palmaditas a su mano antes de soltarla y luego volvió a lo suyo, presionando la pantalla de su tableta con su dedo índice—. Le diré a mi asistente que te haga la reservación ya mismo".

"—Sobre eso, Cissy —la interrumpió al verla tomar el teléfono para hacer una llamada—. No quiero abusar de ti así que quería saber si hay algún descuento que pueda aplicar a la habitación más sencilla. Hice una llamada para averiguar sobre las habitaciones y precios allá y decidí que quiero la habitación estándar…—"

"—¡¿QUÉ?! —chilló la rubia, colgando el auricular del teléfono con tanta fuerza que a Snape le sorprendió que el aparato no se rompiera— ¿Una habitación... estándar? —dijo aquella última palabra con cierta precaución, como si el solo hecho de pronunciarla pudiera causarle una enfermedad incurable en su boca. La mujer reprimió un escalofrío y Snape negó con la cabeza, poniendo los ojos en blanco. Tan dramática como siempre, pensó el químico— ¡Claro que no! Jamás permitiría que mi mejor amigo y padrino de bodas utilizara una habitación... estándar —Narcisa tomó aire intentando calmarse a sí misma y volvió a tomar el auricular del teléfono, esta vez, presionando directamente uno de los tantos botones del tablero—. Te daré una suite".

Ahora era su turno de gritar "¡¿QUÉ?!". ¡¿Una suite?! Ahora sí podía darse por quebrado. Su presupuesto estaba adecuado para habitaciones estándares, no para suites. No podía quedarse en una suite, simplemente era muy caro. No quería abusar de Narcisa de esta forma por no decir que tampoco quería llegar a Blackpool y dejar a Hermione en su habitación estándar mientras que él se iba a dormir a su suite privada. Sería muy grosero de su parte.

¡Esa suite estaba fuera de sus planes!

"—Cissy, querida, te agradezco, pero...—"

"—¿Aló? Sí, Charles, ¿puedes venir ahora mismo, por favor? Necesito que te encargues de algo —dijo con voz seria por el auricular—. Te espero. Ah, y trae por favor la tableta con la que hacemos las reservaciones —luego de eso, colgó—. ¿Qué decías?"

"—Cissy, no necesito una suite. Una habitación estan...—"

"—¡No digas esa palabra! —exclamó, mascullando entre dientes, demasiado irritada como para soportar esa palabra una vez más—. Y nada de "peros", Severus Snape. No voy a permitir que te hospedes en cualquier habitación, mucho menos si lo harás en mi hotel. Te daré una suite personal. Estarás ahí cinco días, quiero que estés cómodo y tengas todo lo que necesites a tu alcance".

Snape sonrió apenado, aunque su sonrisa se parecía más a una mueca. ¡Cissy Malfoy era una santa! Pero no podía aceptarlo. Una suite era demasiado. Por un momento, la idea de mandar a dormir a Hermione a la suite para que él pudiera quedarse en la habitación estándar pasó por su mente, pero su instinto le decía que Hermione rechazaría la idea al creer que él había gastado tanto solo por ella. Tampoco quería hacerla sentir culpable.

Tenía que rechazar la suite, no había otra opción.

Intentó convencer a la rubia que estaba bien una habitación normal, pero su amiga estaba decidida a no darle nada menos que una suite ejecutiva.

"—Tampoco es como si te estuviese dando la suite presidencial —comentó restándole importancia al significado de sus palabras—. Es solo una suite normal".

"—No me gusta que me den las cosas gratis, Cissy, lo sabes —la mujer volvió a insistirle que no se preocupara, que lo tomara como un regalo, pero Snape volvió a negarse—. Al menos déjame pagar una parte. Debe haber algún tipo de descuento o algo así".

Justo en ese momento, hubo tres toques en la puerta y un hombre castaño entró en escena: Charles, el asistente personal de Narcisa Malfoy. Charles debía tener unos treinta años o tal vez un poco más. Era un joven británico promedio, de mediana estatura y de bonitos ojos azules que ocultaba tras unas gafas. Últimamente, había notado que siempre traía una perpetua expresión de estrés en su rostro. Ya llevaba muchos años trabajando con la Sra. Malfoy lo que le indicaba que era una persona sumamente responsable y eficiente, teniendo en cuenta que a Narcisa le gustaba despedir a sus empleados si no hacían las cosas tal y como ella lo deseaba. Se atrevía a decir que le agradaba Charles. Él siempre había sido amable para con él desde que el día que se conocieron. Debajo de esa apariencia de millennial estresado, amante del café, había una persona amable que se esforzaba genuinamente en su trabajo.

Charles saludó al entrar y se quedó a un lado del escritorio sujetando su propio iPad.

"—Charles, necesito que me ayudes a reservar una habitación en Blackpool para el Sr. Snape —el hombre asintió—. Muéstrale el catálogo de habitaciones, por favor, deja que escoja la que más le guste —¡Su oportunidad!—, pero no le muestres las habitaciones estándar. Solo las suites".

Sus esperanzas se derrumbaron después de eso.

Charles le mostró cada una de las suites que el Heir de Blackpool tenía a su disposición. Todas se veían demasiado grandes y costosas. Se regañó a sí mismo diciéndose que debió seguir su plan original pues se estaba enredando demasiado en este. De pronto, una suite doble saltó a su vista. Una suite con dos habitaciones separadas por una pequeña salita con amplios ventanales. Tenía dos baños, uno en cada habitación, y se veía acogedora. ¡Esa era perfecta! Así ambos estarían en el mismo piso, con las mismas comodidades, pero lo suficientemente separados como para evitar cualquier contacto incómodo. Esa era la habitación perfecta para ambos. Solo había un pequeño detalle: el precio.

¿Sería muy osado de su parte pedírsela gratis?

Y, aunque estuvo tentado a hacerlo, se dio cuenta de que, si pedía esa habitación para dos, desataría un tsunami de preguntas por parte de la Malfoy. Ya podía imaginarse todas esas preguntas incómodas no solo por parte de ella porque decirle algo a Cissy era decírselo a Lucius. No se sentía preparado para hablar de Hermione con ellos, no todavía al menos. En primer lugar, ellos estaban iniciando como pareja, no quería asustarla yendo tan rápido como la primera vez. Este sería su primer viaje de pareja y era un viaje para iniciar de nuevo, no quería echar todo por la borda antes de siquiera empezar. En segundo lugar, tampoco quería exponer a Hermione frente al par de serpientes platinadas que eran sus amigos, mucho menos cuando sabía que esos dos tenían un mal concepto de ella. Uno la veía como una simple cazafortunas y la otra, como una niña inmadura, sin metas en la vida, que le gustaba jugar con los sentimientos de las buenas personas.

Los amaba a los tres, pero tenerlos juntos en la misma habitación era un riesgo que no pensaba correr por ahora.

"—¿Qué habitación desea reservar, Sr. Snape?" —preguntó Charles, sacándolo de sus pensamientos.

"—Dale una suite con vista a la playa —indicó la mujer señalando una de las tantas habitaciones que se mostraban en pantalla—. Si te vas a quedar en Blackpool, quiero que puedas despertar y tener la tranquilidad del mar desde tu ventana".

Snape observó la descripción de la suite. Una cama King size, baño con una bañera que era más grande que la suya, una sala de estar con salida al balcón para que pudiera comer viendo al océano y muchas otras cosas interesantes que hacían de la suite un lugar encantador para vacacionar. Tal vez él podría dormir en el sofá y dejarle la cama a la bailarina.

Después de todo, el sofá de la imagen se veía cómodo.

"—¿Y cuánto cuesta?"

"—¡Snape! ¡Por favor!" —replicó Narcisa.

"—Por favor, déjame pagar mis cosas —pidió con firmeza antes de dirigirse al asistente, dejando a la rubia con las palabras en la boca—. Charles, dime, cuánto me costaría una habitación como esa por unos cinco días —el joven le mostró una cifra en pantalla y Snape sintió que se le había bajado la presión—. Y... Y ¿no tienes una más económica? ¿O algún descuento que puedas darme?"

La mujer puso los ojos en blanco antes de dedicarle una sonrisa gatuna.

"—Te lo dije" —canturreó.

"—Oye, no me hagas sentir menos delante de tu secuaz adicto al café, con todo respeto, Charles" —añadió defendiéndose.

"—No se preocupe, Sr. Snape" —murmuró entre dientes.

Narcisa suspiró y tomó el iPad de Charles en sus manos.

"—Hagamos esto. Te voy a dar mi código personal para que todo esto salga más barato, ¿de acuerdo?" —explicó introduciendo un PIN dentro de la tableta, desbloqueando ofertas y paquetes de descuento para todas las secciones del hotel— "Así solo pagarás lo mínimo que sería... esto" —la mujer volteó el aparato hacia él, mostrando una nueva cifra.

Era la cifra inicial de la habitación más económica del Heir. ¡Esa sola cifra por los cinco días!

¡Era una ganga!

Lo tomo.

Perfecto. Entonces... —

Un par toques en su puerta llamaron la atención de las tres personas adentro. La puerta se abrió dejando ver a una joven mujer, tal vez un par de años menor que Charles, con una alta coleta de caballo color negra. La joven tenía apariencia tranquila, pero veía un brillo feliz en sus ojos, propios de una persona muy extrovertida.

Sra. Malfoy, disculpe, buenas tardes. Eh, los de Savile Row ya están aquí. Los tengo esperando en recepción.

Gracias, Bárbara. Diles que pasen —la mujer asintió y desapareció tras la puerta—. Me vas a tener que disculpar, Severus, pero tengo negocios que atender. Charles te va a ayudar con lo de tu reservación —indicó levantándose y caminando hacia la puerta. Snape la imitó—. Charles, por favor, ayúdalo con lo que sea que él necesite. Cualquier cosa, me escribes.

Sí, señora.

Gracias, Cissy —el hombre se inclinó para darle un beso en la mejilla el cual ella aceptó complacida—. Eres un ángel.

Ya lo sé, darling —contestó destilando confianza por sus poros—. Hablamos más tarde, ¿quieres? Todavía tengo que cuadrar contigo todos los detalles de tu traje.

Snape frunció el ceño y se detuvo a tan solo un par de centímetros de la salida.

¿M-Mi traje? —preguntó confundido— ¿Qué traje?

—"De mi evento de Halloween, por supuesto —exclamó como si fuese lo más obvio del mundo—. No puedes faltar, pero eso lo hablamos después, tengo visitas ahora —explicó echándolo de su despacho junto con su asistente. Afuera, estaban la tal Bárbara y dos personas de elegantes trajes—. No te molesta usar peluca y tacos, ¿verdad?"

—"¡¿QUÉ?!"

No tuvo oportunidad de averiguar qué era eso qué Narcisa intentó decirle de manera apresurada pues, al instante, la mujer hizo pasar a sus invitados y cerró la puerta. Charles, por su parte, se lo llevó lejos, de regreso a recepción para ayudarlo a organizar toda su estadía allá en Blackpool. Snape escuchó con atención todas las palabras que salían de su boca, las cuales relataban a detalle todo lo que el hotel podía ofrecerle, desde tardes de spa hasta deliciosas cenas preparadas por un chef internacional. Tanta fue la confianza que le transmitió el ojiazul que incluso se atrevió a pedir algunas cosas adicionales al enterarse que no se le cobraría extra por ello.

Charles, ¿crees que puedas hacerme un favor? —preguntó el profesor antes de que el asistente levantará su teléfono para llamar a la sucursal de Blackpool.

Por supuesto. ¿Qué necesita, Sr. Snape?

¿Crees que puedas cambiarme la habitación por una suite doble? —preguntó en voz baja, como si tuviera miedo de que Narcisa se apareciera detrás de él en cualquier momento.

Charles parpadeó un par de veces, confundido— ¿Una doble, señor?

Sí, una doble —contestó sonando firme y seguro, tal y como solía hablar Narcisa cada vez que daba una orden—. Verás, acabo de recibir un mensaje y resulta que voy a viajar con alguien más —mintió esperando que el menor le creyera.

"No vi que haya revisado su teléfono desde que salimos de la oficina de la Sra. Malfoy", pensó Charles, dudando si seguir las instrucciones de su jefa o hacerle caso al cliente.

"Charles, por favor, ayúdalo con lo que sea que él necesite. Cualquier cosa, me escribes".

La voz de su jefa resonó en su cabeza una y otra vez.

Eh... Supongo que sí, no hay problema —contestó algo dudoso, pero accediendo ya que su jefa le había ordenado ayudar a su amigo en lo que sea que este necesitara—. Solo debo informar a la Sra. Malfoy antes.

¡No! —gritó el profesor llamando la atención de los demás, incluso Charles pegó un brinco por lo inesperado de la reacción del pelinegro—. Quiero decir, no la molestes.

Oh, Sr. Snape, no quiero sonar grosero, pero necesito la aprobación de la Sra. Malfoy —explicó el ojiazul apenado, acomodándose las gafas sobre la nariz—. No quisiera meterme en problemas con ella. Ya sabe lo complicada que puede ser… Por favor, no le diga que dije eso —añadió un segundo después.

Tranquilo… Sabes, ella debe está ocupada ahora con todo esto del evento y sus invitados —comentó después de meditar una solución un par de segundos después —. Apuesto que tú también lo estás, ¿verdad?

Charles pensó un poco y luego contestó— "Sí, señor, han sido unos días muy ajetreados. La Sra. Malfoy es muy perfeccionista con todos los eventos que organiza y ser su mano derecha es agotador".

"—Lo sospechaba —agregó intentando sonar amable para ganarse al pobre muchacho—. Mi amiga puede ser un tanto... exigente".

"—Si me permite decirlo, señor, tal vez demasiado —río Charles algo avergonzado. Sus mejillas se sonrojaron, al igual que sus orejas—. Hemos estado muy ocupados asegurándonos que todo sea perfecto. El evento entero está cronometrado, llevamos ensayando casi un mes entero".

"—Ya veo... sabes, tal vez ella nunca lo diga en voz alta, pero Narcisa te aprecia mucho. Cree que eres muy capaz. Una vez dijo que eras uno de sus mejores trabajadores —comentó como si no le importara en lo absoluto, como si fuese un comentario más, pero pudo ver por el rabillo del ojo como la mirada azul de Charles se iluminaba, gratamente sorprendido por sus palabras—. En serio te aprecia mucho".

"—¿De verdad, señor Snape?" —preguntó incredulo.

"—Por supuesto. No estarías en este puesto tantos años si no fuera así —la voz de Snape sonaba tan sincera y llena de entusiasmo que incluso el mismo se sorprendió. En serio parecía que se lo decía de corazón y fue imposible para Charles no creerle—. Y sobre lo del cambio de habitación, no te preocupes. Yo mismo se lo diré a la Sra. Malfoy. Más bien, tengo algo de prisa, ¿crees que podamos apresurar todo el proceso y confirmar ya la reservación?"

Y fue así, mis queridos lectores, como Snape logró engañar a Charles para cambiar su suite simple por una doble, la misma que, justo ahora, buscaba el Sr. Andrews dentro de los registros. Snape volvió su mirada hacia el gerente del hotel quien seguía mirando su pantalla con la misma expresión de angustia que tenía Charles al momento de hacer su reservación. El profesor carraspeó llamando la atención del mayor y le dedicó una falsa sonrisa.

—Sabe, la Sra. Malfoy debió confundirse —comentó restándole importancia al problema. No por nada el Sr. Andrews llevaba tantos años como gerente de la sucursal de Blackpool. Conocía muy esa política de "el cliente siempre tiene la razón" y la aplicaba con todas las personas importantes, sobre todo las que eran amigos de su jefa—. Ya sabe, ella es una mujer muy importante y muy ocupada.

—Sí, seguro que sí —Snape le siguió la corriente.

—¡Exacto! De seguro se confundió —el Sr. Andrews lanzó una risilla nerviosa que impresionó tanto al recién llegado como a los otros dos recepcionistas detrás del mostrador—. Aquí dice que, efectivamente, usted tiene una suite doble. Más bien, perdone esta equivocación. No estaba notificado de que vendría con un acompañante.

—No se preocupe. Surgió de último minuto.

—Bueno, olvidemos esto. Permítame su firma aquí y aquí y le entregaré su tarjeta —Snape tomó el bolígrafo que el hombre le entregó y procedió a rellenar el formulario de ingreso—. Usted debe ser un muy buen amigo de la Sra. Malfoy —Snape levantó la vista y enarcó una ceja hacia él. El gerente parpadeó un par de veces y buscó una manera rápida de salir de esa situación—. Es la primera vez que ella usa su código personal con alguien que no sea ella.

—Hmmm.

Y con eso dio terminada su conversación.

El registro fue exitoso. Para el alivio de ambos, no hubo mayor inconveniente después ese. El Sr. Andrews ordenó a los botones que llevaran el equipaje de la pareja a su respectiva habitación. Luego, él personalmente los llevó a dar un breve recorrido por las instalaciones del Heir para así poder hacer tiempo para que sus mucamas pudieran preparar esta nueva suite.

Hermione se había hospedado en muchos hoteles pequeños cuando aún concursaba y sus patrocinadores le pagaban la estancia. El más bonito había sido el hotel de la gala de Blackpool, un hotel grande —no tanto como este—, pero muy tranquilo y sumamente normal, lleno de otros bailarines como ella. No había tenido mucho tiempo para explorarlo a su gusto, pero se había llevado una grata impresión con la decoración.

Pero ese hotel no tenía punto de comparación con el Heir. Este último era simplemente majestuoso.

Sí, Hermione estaba fascinada con toda la decoración y arquitectura, pero sin duda, se había quedado anonadada con la historia sobre la creación hotel que el gerente contaba a detalle. Contrario a ella, Snape apenas prestó atención pues se sabía esa historia al revés y al derecho porque el mismo había sido testigo de ella. El profesor había estado muchas veces en el Heir de Londres, un hotel inmenso, muy elegante y perfecto para organizar eventos. El Heir de Blackpool, en comparación, era mucho más pequeño y puede que menos opulento, pero eso no le quitaba la belleza y el buen gusto de su decoradora. No por nada su amiga Narcisa estaba tan orgullosa de su cadena de hoteles. Siempre se encargaba de plasmar su toque personal en cada una de sus sedes, ya sea añadiendo un cuadro, una alfombra, algún detalle en el papel tapiz o en la iluminación.

The Heir era su patio de juegos personal.

Hermione disfrutó mucho de todo el recorrido, pero estaba cansada y deseaba ir a su habitación ya mismo. Tomó de la mano a Snape y recostó su peso sobre él, dejando que este la arrastrara por todos los pasillos del hotel. Subieron al elevador para ir a su respectivo piso. La bailarina descubrió que, incluso el interior de este era bonito, lleno de espejos y muchos colores metálicos. Pensó que, tal vez, con mucho esfuerzo, consiguiendo dos trabajos extras y ajustándose el cinturón un par de meses, ella podría pagarse una estancia de cinco días en la habitación más económica del Heir, pero pronto descubriría que ellos no se iban a quedar en la habitación más económica.

No, mi ciela.

El elevador iba ascendiendo sin detenerse. Piso tres, piso cuatro, piso cinco, piso seis y seguía subiendo. La bailarina frunció el ceño y apretó la mano de su pareja, esperando llamar su atención, pero este se encontraba demasiado ocupado hablando con el gerente como para interrumpir su conversación.

Hermione sintió el estómago revolverse cuando escuchó al Sr. Andrews decir la palabra "suite".

"Les garantizo que amaran su suite. Tiene una vista maravillosa".

Y sí, el hombre tenía razón, pues en serio amaron esa suite en cuanto pusieron un pie dentro de ella. Era espaciosa, elegante, pero acogedora y, por supuesto, la vista hacia la playa era lo mejor de todo. Entraron en una salita de regular tamaño que contaba con un juego de muebles de apariencia cómoda; una mesita de cristal con adornos y una cesta de fruta fresca a modo de regalo de bienvenida; una licorera muy bien surtida, un minibar, algunos artículos muy vintage como un tocadisco y algunos cuadros de paisajes de la ciudad. Notó que también contaba con una mesa para dos al frente a los ventanales. A cada extremo de la sala, había dos puertas de madera oscura que, de seguro, conducían a las habitaciones.

¡Amaba esta suite!

—¡Wow! —exclamó inconscientemente la castaña lo que provocó la risa en el Sr. Andrews.

—Así es, señorita. No hay mejor palabra para describir esta habitación. ¿Sabía que cada suite es única? La Sra. Malfoy se encarga de revisar una por una al menos una vez cada dos años y ella misma elige la decoración. Tiene un excelente gusto. ¿No lo cree así, Sr. Snape? —el hombre asintió mientras se deslizaba por la acogedora habitación para acercarse al ventanal y apreciar aquella bonita vista de la costa de Blackpool que su aristócrata amiga le había prometido—. Como pueden ver, sus equipajes ya están aquí. Las dos habitaciones de esta suite son iguales así que pueden escoger la que quieran.

—Gracias, Sr. Andrews.

—¿Hay algo más que necesiten? ¿Desean que les traigan algo de comer o beber? Tal vez, le gustaría que el equipo del hotel le organizara un tour por…—

—Eso es todo, Sr. Andrews —Snape se apartó de la ventana y volvió su oscura mirada hacia el gerente quien se calló de inmediato—. Si llegásemos a necesitar algo más, se lo haremos saber.

—Eh… Sí, claro… Por supuesto —contestó el hombre volviendo en sí. Se alisó su elegante sastre y giró sobre sus talones para retirarse de la suite—. Bueno, creo que eso es todo. Espero que disfruten su estadía. Con permiso.

La puerta principal se cerró tras de ellos y, cuando volvió su mirada hacia la castaña, la encontró observándolo entornando los ojos y cruzando los brazos sobre su pecho.

—¿Qué? —preguntó intrigado de su reacción— ¿Qué hice?

—No debiste hablarle así.

—Es que no dejaba de hablar —la castaña negó con la cabeza antes de dibujar una pequeña sonrisa en sus finos labios. La joven abrió los brazos y Snape se acercó a ella para corresponder ese abrazo—. Ya tuve suficiente de gerentes de hotel por un día. Ya superé el límite de mi capacidad para socializar por hoy.

—Tenemos que trabajar en sus habilidades socialices, Sr. Snape —se burló.

Snape sonrió de lado y se meció con ella lentamente de un lado al otro sin intención de soltarla— ¿Te gusta la habitación?

—Me gusta —susurró despacio, escondiendo su rostro en su pecho.

—Pero no te encanta —declaró el hombre agachando su cabeza para estar al nivel de ella—. Te conozco. Cuando algo despierta tu curiosidad, revoloteas por todos lados, explorando todo lo que tienes a tu alcance.

—Hmmm… Es que me parece demasiado —susurró avergonzada.

—¿Otra vez con el asunto de dinero?

—Lo siento, pero no puedo evitar sentirme culpable. Estás pagando todo esto tú solo y yo no estoy apoyándote absolutamente con nada.

Los padres de Hermione le habían enseñado a ser siempre responsables con sus gastos. Si salía con sus amigos, ella debía pagar lo suyo. Si salía en una cita, también. No le gustaba ser invitada a algún lugar, ya fuera costoso o no, y simplemente dejar que su acompañante pagara todo por ella. Con el paso de los años y su nueva independencia, la bailarina había aprendido a no sobregirarse en cuanto a sus gastos para salidas u otras diversiones. La palabra "ahorrar" estaba tatuada dentro de su cabeza, por lo que siempre buscaba ofertas y formas de economizar en todo. No era que fuera una persona tacaña, sino que era consciente de sus limitaciones económicas.

Tal vez era exactamente por eso que todo esto la abrumaba, porque sabía que ella no podría pagar este viaje ni volviendo a nacer.

—Eres demasiado bueno conmigo —susurró levantando la cabeza. Su labio inferior sobresalía y sus cejas castañas estaban curvadas hacia arriba, dándole un aspecto triste —. Yo no me merezco todo esto.

Snape se inclinó sobre ella y depositó un tierno beso en sus labios, lleno de calidez e inocencia.

—Tú te mereces todo esto y mucho más, Granger. Los dos nos merecemos todo esto y más. Nunca lo dudes, ¿de acuerdo? —ella asintió con timidez— Quiero darte todo, así que deja de preocuparte por esto. Vamos a disfrutar estos cinco días y no quiero ni una palabra más sobre el tema. ¿Quedó claro?

—Pero…

El hombre chasqueó su lengua repetidamente y negó con la cabeza— ¿Quedó claro?

—… Está bien… Pero me dejas pagar los almuerzos.

El hombre sonrió solo para ella.

—Ya veremos. Ahora, vamos a desempacar, ¿te parece? —el profesor se apartó y se dirigió hacia las maletas acumuladas a un lado de los sillones— Tenemos mucho qué hacer para esta noche y quiero que estés bien descansada.

—Hmmm… ¿Y qué haremos? —preguntó juguetona, abrazándolo por atrás, usando ese tono de voz que solo usaba cuando quería decirle algo en doble sentido—. ¿Algo… divertido?

—No comas ansias, Granger, ya verás… Ya verás.


Más tarde ese mismo día, cuando el sol ya se había ocultado tras el horizonte y las luces de colores del Blackpool Illumination adornaban las calles de la ciudad, llenándola de vida y alegría, la pareja se encontraba en su acogedora suite, preparándose para asistir a la final de la categoría junior del Sequence Dance Festival. Como saben, había sido muy impactante para Hermione enterarse que Snape quería llevarla a presenciar una de las competencias más importantes de baile de salón, pero era consciente de lo terapéutico que sería para ella. Nunca nadie le había dicho las cosas tan claras como el hombre pelinegro a su lado y, aunque se moría de miedo, sabía que esto era lo correcto.

Necesitaba cerrar ese capítulo de miedo en su vida y solo lo iba a hacer si volvía a aquel salón de baile que tanto dolor le había traído a su corta existencia.

Snape llevó sus manos a su cuello y se acomodó la corbata negra. Su reflejo en el espejo de la pequeña sala le devolvía la mirada. Hace no mucho había terminado de alistarse para salir rumbo al Empress Salon junto a Hermione. Ya se había puesto los zapatos y se había peinado, también había aplicado un poco de perfume —solo un poco— sobre su camisa blanca pues ya había aprendido, gracias a Draco, que él tenía la mala costumbre de emocionarse al usarlo. Ahora se encontraba arreglándose el único accesorio que llevaba esa noche, su corbata. No estaba seguro si sería apropiada usarla. La última vez que lo intentó, Lucius Malfoy le dijo que lo iban a confundir con un mesero —un duro golpe a su deplorable autoestima y a su buen gusto—, pero hoy estaba usando otro traje por lo que decidió arriesgarse.

Solo esperaba no equivocarse esta noche.

¡Ay! Cómo desearía tener a Lucius a su lado justo ahora. Necesitaba un consejo de moda con urgencia.

Retrocedió unos pasos, cuidando de no tropezarse con algún mueble tras suyo. Ahora tenía una mejor visión de sí mismo. Llevaba uno de los trajes a la medida que Lucius Malfoy le había mandado a confeccionar. Este en particular era gris claro con un patrón a cuadros de finísimas líneas blancas que, si bien no saltaban tanto a la vista, sí le otorgaba un aspecto más moderno y juvenil. El traje venía con unos pantalones y chaleco a juego, pero Snape pensó que usar un chaleco sería demasiado por lo que prescindió de este. La camisa blanca era suave, de un algodón fino que le permitía respirar a su piel y le había gustado tanto que se había mandado a hacer una docena de ellas.

"Todo está en los detalles".

El consejo de Lucius aún rondaba por su cabeza lo que le hizo recordar el pañuelo negro que yacía escondido dentro del bolsillo interior de su saco. Lucius le había dicho que un pañuelo agregaba cierta "clase" al vestuario, pero Snape sentía que, de por sí, el traje y su llamativo patrón de tela era demasiado como para agregarle algo más.

No quería ser el foco de atención de la noche.

El sonido de la puerta corrediza abriéndose llamó su atención. Se giró para encontrarse con la hermosa Miss Granger ya lista para salir. Llevaba un pantalón gris a la cintura de estampado escocés dicromático, un bonito suéter blanco con cuello de tortuga que parecía haber sido cortado a la mitad puesto que le llegaba por encima del pantalón. Tal vez así era el diseño, pensó para sí mismo mientras bajaba su mirada hacia los pies de la joven para encontrarse con un par de zapatillas blancas con detalles negro. Para complementar todo, la muchacha llevaba un pequeño bolso negro colgando de un brazo y el cabello castaño cayendo en suaves ondas por su espalda.

Sin duda, esto no era lo que estuvo esperando.

No era que se viera mal, para nada, estaba muy bonita. Le quedaba el estilo despreocupado y juvenil, la hacía ver más como alguien de su edad... Es solo que él esperaba algo… algo diferente. Algo como un vestido o algo parecido, no unas zapatillas y un suéter.

Ahora se sentía fuera del lugar usando ese traje elegante.

La joven muchacha abrió los ojos color miel cuando lo vio. Parecía muy sorprendida o, tal vez, solo era su maquillaje de ojos ahumados. No sabría decirlo con exactitud. Hermione sonrió con delicadeza y se acercó a él, meneando sus caderas al caminar. Estiró sus manos hacia su cuello para acomodarle la corbata, luego se paró en puntitas para besar su mejilla.

—Te ves preciosa —comentó el mayor acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. Le encontró un par de aros de oro adornando sus lóbulos. No los había notado por culpa de su cabello.

Algo que podía destacar de Miss Granger era su predilección por el uso de aretes. Hasta el momento, nunca la había visto sin aretes. Sin ropa, sí, pero sin aretes, jamás.

—Y tú te ves muy... eh... elegante —respondió sonrojada, ocultando esa sonrisa de incisivos ligeramente grandes.

Snape enarcó una ceja y preguntó— Es demasiado, ¿verdad?

—Solo un poquito... mucho... un poco.

—Qué bueno que no me puse el chaleco —respondió con sarcasmo, apartándose un poco—. Pensé que estaba bien.

—Y te ves bien —agregó la joven al instante, limpiándole una pelusa invisible sobre su hombro derecho—. Es solo que este evento no es taaaaaan formal —Snape enarcó una ceja, confundido. ¿Qué esto no era Blackpool, el centro de competencias más importantes de Europa?—. Quiero decir, el evento de esta noche no es una gala como a la que fuimos en el Bloomsbury.

—Ok —Eso sonó más a una pregunta que a una respuesta.

—Es una noche como cualquiera de las otras noches de competencia. Estarán los fanáticos de este deporte, los familiares y amigos de los participantes, la gente de prensa de las revistas de baile y, pues, público en general. Literalmente puede entrar cualquier curioso que alcance un cupo dentro del salón —explicó caminando hasta la pequeña mesita de cristal donde el hotel había dispuesto una generosa licorera. Hermione tomó uno de los vasos de cristal y se sirvió un poco de agua de una jarra del mismo material—. Así que no te sorprendas si encuentras a personas en jeans y zapatillas. Recuerda que estamos yendo como espectadores. Las galas son solo para los bailarines invitados.

—Ya veo —suspiró acercándose a ella para servirse un poco de aquella botella de brandy que le había estado haciendo ojitos desde que llegaron a la suite—. Entonces supongo que haber traído todos mis trajes elegantes será un desperdicio, ¿verdad?

—Hmmm... ¡No! —exclamó limpiándose las comisuras del labio con una de las servilletas que, convenientemente, estaban a su alcance—. El último día de la competencia es de vestimenta formal obligatoria para todos los asistentes, al menos para los que están más cerca de la pista de baile en el primer nivel. Lo hacen porque hay invitados internacionales para la final y hay cámaras y todo eso —la joven dejó el vaso sobre la mesita y rodeó con sus brazos la cintura del mayor, apegando su cara a su pecho—. Además, me gusta cómo te ves, combinas con mi atuendo —la joven señaló su pantalón, arrancándole una sonrisa al mayor—. Y creo que te ves muy, muy sexy —añadió juguetona.

—¿Sexy? —repitió soltando una risilla nerviosa— ¿En serio?

Nunca nadie le había dicho que de veía sexy. Ni siquiera él mismo podría considerarse como alguien sexy bajo ninguna circunstancia. No sabía si lo decía en serio o solo le estaba tomando el pelo.

—Sí y mucho —Hermione se mordió el labio inferior y lo observó de arriba abajo con un brillo travieso en sus ojos—. Voy por mi abrigo y nos vamos, ¿ok?

—Ok.

Snape la dejo ir. Hermione revoloteaba como mariposa por la suite hasta que simplemente desapareció por donde había llegado. El pelinegro sintió una desgarradora soledad cuando ella se fue. No tenía por qué ser tan dramático, ella solo se encontraba en la otra habitación; sin embargo, había pasado casi todo el día pegado a ella por lo que la más mínima ausencia de la castaña le dejaba una sensación de vacío en su pecho.

Nunca pensó que una persona pudiera meterse tan rápido dentro de su piel, pero Hermione había logrado eso y mucho más en tan poco tiempo que no podía evitar sorprenderse y preocuparse un poco.

En fin, iba a seguir el consejo de su psicólogo y no sobrepensaría las cosas como siempre. En su lugar, mejor llamaría a recepción para que les consiguieran un taxi que los llevara directo a los Winter Gardens, el lugar donde se desarrollaría el concurso. La persona que tomó su llamada le dijo que no se preocupara de nada, que conseguirían el vehículo en un santiamén.

Él ya tenía todo lo que necesitaba a la mano, ahora solo le hacía falta una Hermione Granger para llevar.

Se quedó esperándola sentado en uno de los sofás. Miraba el reloj de pared cada tanto para asegurarse de que todavía estaban a tiempo. No quería llegar tarde a su primer evento oficial en Blackpool. Sin embargo, Hermione no salía de su habitación. No se preocupó al inicio pues pensó que tal vez estaría retocándose el maquillaje o, tal vez, ocupada en el baño, pero cuando pasaron diez minutos y Hermione seguía sin salir, se alarmó.

Tocó la puerta un par de veces antes de entrar. Encontró a Hermione meciéndose en la cama, mirando al espejo de cuerpo entero que decoraba la habitación. Sobre la cama, estaba su maleta abierta de par en par, exhibiendo toda la ropa que había traído para estos cinco días. Al parecer había estado más indecisa que él para elegir su conjunto de esta noche. La castaña levantó la cabeza cuando escuchó la puerta corrediza abrirse. La luz de la salita alumbró directo a su rostro, resaltando sus ojos hinchados y el maquillaje corrido.

—¡¿Qué te pasó?! —el hombre corrió hacia ella y se arrodilló frente a su cama, tomando sus manos entre la suya— Hermione, ¿qué pasó? —la joven apretó los dientes con fuerza contenido un hipido y, finalmente, se abalanzó sobre él, sin importarle arruinarle el traje— ¿Hermione? Oh, cariño, ¿qué pasó? ¿Qué ocurrió? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te lleve al hospital?

—No, no es eso —chilló, temblando entre sus brazos—. No me siento mal.

—¿Entonces qué tienes, pequeña? —el hombre sujetó su rostro con ambas manos para obligarla a salir de su escondite. Le limpió las lágrimas negras con sus pulgares y la animó a contestar— ¿Qué sucede, linda?

—… Tengo miedo de volver —confesó con una sonrisa forzada e incómoda—. Me siento una completa idiota al decirlo en voz alta, pero es la verdad. Tengo miedo de volver a entrar en el Empress Salon, así sea como una simple espectadora. La última vez que estuve ahí ocurrió lo de Ronald y lo del accidente y… y… y mi pierna y yo… Tengo miedo. Sé que no me va a pasar nada, pero puedo sentirlo, Severus, puedo sentirlo aquí, en mi pierna… ¡No quiero volver! —las palabras salían de manera atropellada de su boca, ya se había enredado con su lengua dos veces. Su respiración se aceleraba y le costaba respirar cada vez más —No quiero volver a salir de ahí en una ambulancia. No quiero volver a entrar. Tengo miedo, Severus, tengo miedo.

—Ok, cálmate, cálmate, nena, ¿sí? Hay que calmarnos —pidió con voz suave, sujetando su rostro para inmovilizarla—. Vamos a respirar despacio, ¿de acuerdo? Inhala. Exhala. Inhala. Exhala.

Él empezó a tomar aire y a soltarlo, exagerando la acción para que la trastornada Hermione lo imitara. La joven tomaba bocanadas de aire y luego las soltaba sollozando. No era la primera vez que Severus estaba frente a alguien que sufría un ataque de pánico, incluso él mismo los había sufrido, pero seguía siendo chocante ver sufrir de esa manera a una persona que era tan importante para él como Hermione.

Llevó un par de minutos calmarla por completo. Hermione se concentró en solo mirar a Snape porque, cuando dejaba que sus temores se adueñaran de ella, podía sentir el yeso alrededor de su pierna derecha, envolviendo su piel, causándole picor, deseando desesperadamente arrancárselo y ser libre.

—¿Ya estás mejor? ¿Más calmada? —preguntó meciéndola de un lado al lado, abrazando a la pequeña mujer en sus brazos. Hermione asintió, sorbiendo por la nariz— ¿Vamos a sentarnos?

—Ok.

El profesor la ayudó a sentarse al borde de la cama. Al levantar la mirada, Hermione pudo ver su reflejo en el espejo.

Parecía un mapache.

—Perdón, no quería arruinar la salida —pidió limpiándose la nariz con un pañuelo que su pareja le tendió—. No hicimos un viaje hasta acá para que terminara llorando por una tontería.

—No es una tontería.

—¡Sí lo es! —exclamó masajeándose las sienes con su mano libre— Pensé que estaba lista para volver, pero la sola idea de ver esa pista de baile me aterra. Sé que nadie se dará cuenta de que estoy ahí. Sé que ninguno de los espectadores, a excepción de ti, sabe quién soy. Todos desconocen mi accidente, pero… ¡Agh! —la joven bufó llevándose ambas manos al rostro, apretando sus dedos contra sus ojos, embarrándose aún más la cara con maquillaje— Solo necesito un minuto, ¿sí?

Snape apretó su mano con fuerza antes de llevársela a sus finos labios y besar su muñeca.

—Podemos quedarnos aquí si así lo deseas —ofreció en tono neutral, comprendiendo todas las emociones que debían estar pasando por la cabeza de la muchacha—. Sé que esto es muy duro para ti y no quiero obligarte a hacer nada que no quieras hacer. Si necesitas más tiempo, no hay problema. Podemos ir mañana o podemos ir directamente a la final. Como tú quieras. No te angusties. Sabes que solo quiero lo mejor para ti, ¿sí?

Hermione levantó la cabeza, sorprendida por todo lo que el mayor estaba diciendo. Cuando Snape le vio el rostro completo, en serio pensó que parecía un mapache o, tal vez, un panda... un panda con cabellera castaña. La joven, quien tenía la nariz roja y los ojos hinchados, negó con la cabeza tantas veces que terminó dándole una jaqueca. Una reacción típica después de haber llorado tanto.

—No —suplicó ella—. No quiero arruinar esto. Vinimos aquí a ver el concurso y no es justo que te lo pierdas porque yo soy una cobarde.

—No eres una...—

—Sí, sí lo soy —lo interrumpió, reincorporándose sobre sí misma, sentándose recta. La postura adecuada que siempre debería tener—. Teníamos un trato. Íbamos a viajar hasta aquí para disfrutar del festival, para que tú pudieras ver las luces y para que yo cerrara todo este... este "trauma" con Blackpool. No es justo que no lo haga —la joven sorbió por la nariz y soltó todo el aire de sus pulmones, calmandose—. Te di mi palabra de que lo haría y lo tengo que hacer.

—¿Estás segura? Tampoco es bueno forzar las cosas. Esto es un proceso. Debe hacerse con calma —explicó poniendo en práctica todos los conocimientos de psicología que había adquirido estos últimos años gracias a las sesiones con Sharpe y a las charlas informativas de Talbott que Dumbledore obligaba a sus docentes a escuchar—. Lo que tú viviste, el accidente, no es algo que se pueda olvidar de la noche a la mañana. No digo que no lo superes, obviamente lo harás, pero esto lleva tiempo. Un trauma puede llevar meses, incluso años en sanar. Nadie te culpará si quieres aplazarlo.

—Claro que sí —exclamó la joven frunciendo el ceño, buscándolo con la mirada—. Yo me voy a culpar por no hacerlo. Sé que es proceso largo, pero ya esperé suficiente, Snape. Espere 3, casi 4 años para esto —la joven se limpió las mejillas con el dorso de su mano, manchándose aún más la piel de la cara—. Si no hago esto ahora, no podré hacerlo nunca.

Sin embargo, eso no era un pensamiento que Snape compartía, al menos ya no. Verán, cuando empezó a planear este viaje, Snape pensó que sería una buena idea ayudar a Hermione a enfrentar sus miedos y estaba dispuesto a ayudarla hasta que la vio llorar tan asustada. Verla tan frágil y temerosa le hizo reconsiderar si esto era una buena idea. Tal vez estaba apresurando las cosas y forzándola a algo que solo terminaría haciéndole más daño.

Ahora solo quería hacerla pequeña, esconderla en su bolsillo y protegerla de todo mal.

Maldita sea él y su sentido sobreprotector.

—Podemos venir otro año —sugirió—. Este concurso seguirá haciéndose todos los años, ¿verdad? Podemos pausar todo esto y solo quedarnos a disfrutar de la ciudad —el hombre apretó sus manos entre las suyas y prosiguió—. Sin concursos ni galas, solo tú y yo y las luces. ¿Qué dices?

Hermione lo pensó un momento. La oferta era tentadora, demasiado. Esta mañana había salido de su casa con maleta en mano, muy emocionada por el viaje y la gala de esta noche. Con tantos traslados de ciudad en ciudad, el viaje en avión y el nuevo hotel, casi no se dio cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo. Ahora que se encontraba a tan solo un par de calles del Empress Salon, todos esos miedos que había estado conteniendo salieron a flote, inundándola de inseguridades y recuerdos dolorosos.

Si decidía abandonar la idea ahora, ya no tendría que enfrentar sus miedos.

Pero eso sería huir.

"¿Y cómo va eso de tu "regreso triunfal" a las pistas, hija? ¿Por fin lograste algo?".

"Siempre dices lo mismo, Herms, pero al final del día, sigues escondiéndote en el estudio de McGonagall".

"Miss Granger... Hermione... Te conseguí otra audición para un pequeño syllabus local... Por favor, esta vez, esfuérzate un poco y no lo arruines".

"Sabes, tu papá me contó que su amigo será uno de los asesores de admisión este año... Tal vez, podrías ponerte en contacto con él para ver lo de Cambridge".

"Herrr-Mione, yo crrreo que aún no estamos listos parrra eso. Estás muy fuerrra de prrráctica".

Podría huir.

No quería hacerse la víctima, pero ya nadie confiaba en ella. Era su culpa. Les había defraudado a todos, sobre todo, a la profesora McGonagall, a Viktor y a ella misma. Daría igual si venía el próximo año o el siguiente a ese, ella seguiría teniendo miedo y no se atrevería a entrar a los Winter Gardens. Simplemente, no podía hacerlo, tenía miedo.

Mucho miedo.

"Yo creo en ti".

La voz de Snape se escuchó tan fuerte que pensó que el profesor había hablado.

—¿Qué dijiste?

—Nada —respondió confundido—. Iré a traerte un vaso con agua, ¿sí? Ya regreso.

El hombre besó su frente antes de salir por la puerta.

Tal vez estaba alucinando, pero podría jurar que había escuchado su inconfundible voz.

"Miss Granger, usted es la bailarina más talentosa que he visto en mi vida ".

"No renuncies a tus sueños, Hermione, por favor".

"Me atrevería a decir que ha sido una inspiración".

Él creía en ella.

¡Por Dios! Creí en ella.

Había hecho un viaje hasta aquí solo para ayudarla a superar su miedo y ¿cómo se lo pagaba? Como una cobarde, escondida en su habitación mientras ese pobre maravilloso hombre se estaba desviviendo por hacerla feliz y avanzar. Había planeado todo esto sin esperar nada a cambio. La había tomado de la mano cuando el avión alzó el vuelo solo para hacerla sentir segura y, ahora, la estaba acompañando a ese lugar trágico con el único objetivo de crear recuerdos felices.

¡¿Y, aun así, ella tenía miedo?!

"Granger, usted es una deportista altamente calificada, una profesional como todos los demás bailarines que están allá afuera. El miedo se quedó en casa, ¿quedó claro? Ahora, ambos saldrán y darán lo mejor de ustedes. Quiero que salgan y conquisten a ese jurado".

La voz fuerte e intimidante del maestro Barnes, su ex entrenador, resonó en la habitación vacía. Volvía a tener 14 años y se encontraba en los vestidores de uno de sus primeros syllabus. Otra vez era aquella adolescente nerviosa, muerta de miedo, que necesitaba una buena sacudida de su maestro para despertar y salir con todo a competir.

No, no podía echarse para atrás. ¡Ya estaba ahí! Había jurado jamás volver, pero ya estaba ahí. Llevaba casi tres años huyendo, casi cuatro. ¡Ya estaba cansada de huir!

—Aquí está. Toma.

El agua fresca alivió su garganta y calmó sus pobres nervios. Su cabeza por fin dejaba de dolerle. Snape se sentó a su lado y acarició su espalda, tranquilizándola como solo él podía hacerlo.

—Gracias.

—¿Mejor?

—Sí.

Ambos se quedaron en silencio, uno apoyado sobre el otro.

—Llame a recepción para que cancelaran el taxi —dijo después de un rato, cuando oyeron el reloj de la sala marcar la hora—. Ya es tarde. El evento ya debe estar iniciando.

—Lo siento.

—No te preocupes —el hombre besó su cabeza, aspirando el suave olor de su cabello—. ¿Quieres que nos traigan la cena aquí o quieres que comamos en el restaurante de abajo? Vi el menú al llegar y todo suena delicioso.

—No debiste hacer eso —contestó reincorporándose y sacudiendo la cabeza para despejar sus pensamientos.

Snape frunció el ceño, sin comprender sus palabras— ¿Qué cosa?

—Cancelar el taxi —respondió como si fuese lo más obvio—. Vamos a llegar más tarde aún.

Snape se le quedó observando, un tanto sorprendido por su cambio de actitud. Incluso su tono de voz había cambiado. Ahora tenía un toque animado, como si poco a poco despertara esa alegría juvenil propia de ella. Hermione sonrió con todos los dientes y sus mejillas se sonrojaron, otorgándole vida a su rostro triste. La castaña estiró su mano para acariciar su mejilla y depositó un suave beso en esta.

—¿Aún quieres ir? —preguntó sonando tan animado como ella— ¿Estás segura?

—Sí, sí quiero ir… Debo ir —la joven sonrió aún más. Sus ojos miel brillaron—. No puedo seguir escondiéndome. Si no hago esto, no podré continuar con mi carrera. Ya no soy solo yo. Ahora tengo a McGonagall y a Viktor conmigo, dependen de mí. Somos un equipo —la joven se levantó de la cama y se sacudió por completo, quitándose los últimos rastros de tristeza del cuerpo—. Así que debo poner de mi parte y avanzar.

Snape nunca se había sentido tan orgulloso como en ese momento.

—Ve pidiendo el taxi. Yo iré a lavarme la cara —la joven se giró para ir al baño, pasando frente al espejo de cuerpo entero. No pudo evitar soltar risilla cuando vio su reflejo—. ¡Oh, por Dios! Me veo horrenda.

—Solo un poco —bromeó el hombre, sonriéndole—. Llamaré a recepción. Salimos en cinco minutos.

*.*.*.*.*.*.*.*.*

"Damas y caballeros, a continuación, se dará inicio a los bailes de secuencia de la categoría estándar Infantil"

—¡Mira ese trajecito! —chilló Hermione, señalando a una de las pequeñas parejas que realizaban su performance, específicamente a un joven de blanca camisa y zapatitos bien negros muy bien lustrados— ¡Ay! Son tan adorables. ¡Mira sus mediecitas! —la emocionada bailarina no podía apartar sus ojos de los zapatos blancos que portaban todas las niñas de 7 y 10 años que competían en esta categoría—. No sabes que es elegancia si no has usado esas medias.

—Mira a los japoneses —respondió Snape señalando a una pareja que se encontraba en uno de los extremos de la pista—. Mira como giran, parecen trompos.

—¡Oh! ¡Oh! ¡La chica de rojo! —gritó emocionada, inclinándose sobre su asiento, alarmando a Snape y a los otros espectadores junto a su asiento—. ¡SÍ! ¡Un barrido impecable!

"Damas y caballeros, en unos minutos, iniciaremos los bailes de secuencia de la categoría latina Junior I"

Snape se sorprendió al ver entrar en una perfecta columna a siete parejas de niños o, quienes se suponía, eran niños. Según el programa que les habían entregado al ingresar al Empress Salon, los participantes de la categoría Junior I debían tener entre unos 11 a 13 años. Si bien aún mantenían sus caras de niños bajo todo ese maquillaje dramático y gel en el cabello, las ropas que estaban usando no eran los más adecuados para niños de esa edad.

Brillantes trajes repletos de lentejuelas se movían de izquierda a derecha por toda la pista. Había muchas plumas, flecos, brillos y cintas volando por todas partes. Casi todos los chicos vestían con camisas negras, adornadas con brillos plateados o dorados y transparencias en las espaldas. Sus pantalones eran tan entallados que les resaltaban las cinturas las cuales —Snape consideró— eran incluso más finas que las de sus parejas: atléticas niñas de peinados altos, sonrisas brillantes, zapatos dorados de tacón bajo y vestidos extravagantes.

—¿Hermione?

—Dime.

—¿Es normal que crea que se les va a salir la cadera a esos niños? —preguntó en voz baja, arrancándole una sonrisa extraña a su acompañante— Siento que, si siguen bailando, se van desarmar.

La castaña observó en dirección a los participantes, entendiendo al instante lo que Snape quería decirle. Los jóvenes pubertos se encontraban bailando samba por lo que comprendía la reacción de sorpresa del profesor. A él todavía no le habían enseñado ese baile

—Ah, eso —exclamó aplaudiendo cuando la ronda terminó—. Yo los veo normal —Snape frunció el ceño, dudoso—. Tranquilo. Cuando veamos la gala de mañana, verás que esto no es más que un calentamiento —comentó sonriente—. No me malinterpretes, esto niños son fantásticos, pero la verdadera competencia surge en la categoría Youth.

"Damas y caballeros, su atención, por favor. Demos la bienvenida a los bailarines que participarán en la categoría latina Junior II"

—¡Me gusta esa foto! —comentó la joven, señalando la pantalla del celular de Severus. La imagen congelada de dos chicos rubios de unos 15 años haciendo una pose de baile se mostraba en el aparato. Sus brazos estaban elevados al cielo, portaban grandes sonrisas y el vestido de plumas morado de la bailarina adolescente contrastaba a la perfección con la camisa negra de transparencias del muchacho— Es buena.

—Por fin una buena —respondió el hombre, ampliando la imagen con sus dedos.

—¿Cómo que "por fin"? —inquirió apoyándose contra su hombro, rodeando su brazo derecho con sus manos, arrimándose aún más a él— Has tomado muchas fotos buenas.

—Claro que no. Todas están borrosas —se quejó el hombre, deslizando su dedo por la superficie del aparato, revisando de manera rápida el resto de sus fotos—. Tal vez, sería mejor que grabara.

—Es que estamos muy lejos, por eso se ve así —explicó la bailarina—. El zoom le hace perder calidad.

—Hubiésemos obtenido mejores lugares si alguien no se hubiese demorado tanto maquillándose… ¡otra vez!

—¡Shhh…! —chitó ella, ahogando una risa en su hombro—. No cuentes mi horrible secreto.

Snape rio, rodeándola con su brazo y depositando un suave beso sobre su cabellera. La joven sonrió y arrugó su nariz, estirando su cuello para que su nariz chocara con la del mayor. Puede que atrajeran las miradas indiscretas de los demás pues nunca faltaba un curioso por ahí, pero estaban tan cómodos dentro de su burbuja de felicidad que nunca se dieron cuenta. Es más, en más de cuatro ocasiones, Hermione se animó a besar fugazmente a Snape en los labios. Eran besos rápidos, apenas un par de roces en los labios, pero el pelinegro no tuvo problemas en percibir todo ese amor que Hermione no era capaz de decirle en voz alta.

Aunque habían llegado tarde y, por poco, uno de los trabajadores no les permitió pasar, la pareja logró hacerse un espacio en el balcón central del segundo nivel. Puede que no estuvieran en la primera fila tal y como a Snape lo había planeado, pero la quinta fila tampoco era un mal lugar. De hecho, a Hermione pareció darle igual. No le importaba la ubicación, ella solo quería una vista clara de todos los performances.

Pocas veces había sido espectadora de este tipo de eventos, generalmente solía mirar la competencia desde el backstage, mientras ella se encontraba calentando junto a su pareja antes de salir a la pista. Si bien ahora seguía asistiendo a algunos eventos en Londres, no se consideraba a sí misma como una espectadora común y corriente pues ella iba como parte del equipo de técnico de la profesora McGonagall como una entrenadora más. No podía disfrutar a plenitud de los eventos pues siempre se encontraba demasiado ocupada sufriendo ataques de nervios al ver las presentaciones de sus estudiantes.

Poder ver este evento como una cualquiera otra espectadora, común y corriente, era una experiencia nueva que encontraba gratificante.

Hermione se notaba mucho más animada conforme el concurso se desarrollaba. Al principio, estuvo reacia a soltar la mano de Snape. De hecho, antes de entrar al Empress Salon, la pareja tuvo que quedarse un rato dando vueltas y vueltas a lo largo de los pasillos azules de los Winter Gardens ya que Hermione estaba terminando de juntar el valor que había dejado atrás en el taxi.

Severus pensó que la castaña se parecía mucho a los otros bailarines ubicados afuera, en el foyer. Todos estaban pálidos, les sudaban las manos, se les revolvía el estómago y soltaban esas risas nerviosas que, cada tanto, soltaba también Hermione. Parecía estar olvidando que a ella no competiría en este evento. Finalmente, logró calmarse y, sujetada con fuerza del brazo del mayor, ambos subieron hasta la galería central para buscar sus asientos y disfrutar del espectáculo.

A medida que la competencia iba avanzando y los concursantes entraban y salían, Hermione parecía más relajada. Su postura ya no era tensa y erguida; ahora era relajada y se sentía cómoda en su butaca roja. Ya había dejado de mirar fijamente hacia la mesa del jurado y ahora se dedicaba solo a observar los performances de las parejas que más le agradaban. Verla así, con una sonrisa en el rostro y los ojos miel brillando de emoción, le hacía recordar aquella vez en el Royal Albert, cuando Hermione apretaba su mano con fuerza mientras veía a sus alumnos competir.

Tenía la misma emoción que en aquel día.

Por su parte, Hermione también se sentía mucho mejor que antes. Sí, puede que al inicio se hubiese paralizado cuando vio que les había tocado la galería central pues, de inmediato, recordó aquel video de su accidente subido en YouTube. Dicho vídeo había sido grabado justo ahí, en la misma zona en la que se encontraba. No sabía si era un augurio de mala a suerte o no, pero sintió su última comida subir por su garganta cuando se asomó un poco y vio la pista de baile del Empress Salon.

Tan enorme e intimidante como en aquel fatídico día, pensó.

Tuvo que alejar esos recuerdos de ella misma tirada con su vestido azul sobre la pista de baile, sujetando su pierna rota mientras que el resto de bailarines se abalanzaban sobre ella, todos hablando a la vez, bombardeando sus oídos con palabras incoherentes e indescifrables. Aquellos minutos entre que traían la camilla y llegaba la ambulancia fueron eternos. A pesar de haber estado rodeada de personas, nunca se había sentido tan sola y asustada como en ese momento.

Sin embargo, esta vez, no estaba sola. Ahora tenía a Severus Snape a su lado, sujetando su mano en todo momento, asegurándose de hacerla sonreír cada vez que esos horribles recuerdos amenazaban con volver. No tenía idea de cómo lo lograba, pero el hombre parecía ser capaz de leer su mente y descifrar el momento exacto en el que tenía que hacer un comentario divertido o señalar hacia alguna pareja de concursantes solo para distraerla.

Pronto, la gala dejó de ser una tortura y se convirtió en uno más de aquellos eventos hermosos que tanto solía disfrutar en el pasado.

Un pensamiento divertido llegó a su mente. Ella lo había llevado a su primer concurso de ballroom como espectador y, ahora, él le estaba devolviendo el favor.

—Tú también iniciaste a esa edad, ¿verdad? —preguntó el profesor mientras aplaudía.

En ese momento se encontraban a mitad de la ceremonia de premiación de la categoría Junior I y el maestro de ceremonias estaba anunciando los nombres de la pareja merecedora del cuarto puesto.

—Ehhh... No —le contestó.

La pareja mencionada caminó al frente para recibir su certificado de participación y posar para la foto oficial. El podio de ganadores todavía se encontraba vacío.

—Pero, ¿no dijiste que empezaste a los 14?

—Sí, o sea, empecé a competir en syllabus a los 14, pero debuté de manera profesional en Junior II. Es la categoría que viene —explicó.

"El tercer puesto es para la pareja número... ¡445! Daniel Bonici y Elizabeth Kerry, ¡IRLANDA!"

La pareja de niños sonrientes asintió y caminó con la cabeza en alto hacia el podio. Hermione entrecerró lo ojos para tener una mejor vista de sus rostros. La pareja había ensanchado su sonrisa e hicieron una reverencia hacia el público antes de que los jurados se acercaran a ellos para colocarles las respectivas medallas de bronce en el cuello. Sus sonrisas se veían genuinas y sus ojos brillaban, mas sus rostros y cuerpos estaban tensos. Sus manos temblaban un poco, controlando sus propios mares caóticos de emociones.

Hermione conocía esa sonrisa falsa de segundo o tercer puesto, ella misma la había portado en múltiples ocasiones. Sí, era bonito obtener una medalla, pero, como en cualquier juego o deporte, todos querían el primer puesto. Todos querían aquella medalla de oro que venía junto con un enorme ramo de flores y el poder cantar a viva voz el himno nacional de tu país.

Pero sólo hay un ganador.

"El segundo puesto es para... ¡la pareja 471! Irina Sostenko y Sasha Novikov, ¡UCRANIA!"

La pareja de ucranianos sonrió con lágrimas en los ojos y la cabeza en alto mientras que la única pareja a su lado se cubrían sus bocas con sus manos, incapaces de creer el resultado final del jurado. Los ucranianos caminaron tomados de la mano hasta el podio donde hicieron una reverencia antes de que la adolescente de vestido amarillo rompiera en llanto.

La medalla de plata siempre es una victoria agridulce, pensó.

"Lo que quiere decir que los nuevos campeones internacionales del Sequence Dance Festival 2016 en la categoría Junior I es la pareja 423, Yelena Kuznetsova y Oleg Ivanov, ¡RUSIA!"

Los niños pelinegros caminaron con grandes sonrisas hasta lo más alto del podio e hicieron una reverencia. Los jurados les entregaron sus respectivas medallas de oro, así como sus ramos de rosas rojas. Entre vítores y aplausos, posaban ante las cámaras de la prensa internacional con lágrimas de alegría cayendo de sus ojos azules. No tuvieron que esperar mucho para ponerse una mano en el pecho y entonar la letra de su himno nacional junto con los demás representantes de su país quienes cantaban a viva voz desde su propia tribuna.

Rossija – svjašcennaja naša deržava,

(Rusia, nuestra patria sagrada,)
Rossija – ljubimaja naša strana.

(Rusia, nuestro amado país).

—Lo hicieron bien, se lo merecen —comentó la castaña, volviendo a sentarse después del protocolo de honores para los ganadores—. Los rusos siempre han sido uno de los países más fuertes en este deporte… En realidad, en muchos.

—Hmmm… No lo sé, a mí me gustó más el performance de los ucranianos —intervino el profesor mirando al resto de competidores que sostenían en alto ya sea sus certificados o medallas—. Bailaban increíble… Bueno, todos aquí bailan increíble, mucho mejor que yo, sin duda —la joven sonrió—, pero creo que ellos merecían ganar.

—Este es un deporte muy subjetivo, Severus. A veces depende de mucho de los jurados —continuó, mirando en la misma dirección que Snape—. Sabes, antes, cuando tenía la edad de ellos, hubiese dado lo que fuera por obtener una medalla de oro aquí mismo. Lo que fuera. Pero ahora creo que me daría igual si fuese el bronce o si es un simple certificado de participación.

—¿Y por qué no una de plata? —preguntó curioso al darse cuenta de que no la había mencionado— Es el segundo lugar, el puesto más cercano al primero.

—Es que a ninguno nos gusta el segundo lugar —susurró la joven mirando con tristeza a la pareja ucraniana que, si bien ya había dejado de llorar, todavía se les notaba algo afectados por haber ganado la medalla de plata.

—¿Por qué?

—Porque… Porque es un triunfo triste —explicó girándose a él—. No lo puedes celebrar como quieres porque estás triste por no haber obtenido el primer puesto… porque estando tan cerca de él, no lo pudiste alcanzar. No le quita el mérito, es un buen puesto, pero… no es lo mismo —suspiró estirando su mano para tomar la de él. Sus ojos miel brillaban húmedos y sus labios formaban una sonrisa triste—. Me da pena por esos chicos. Se nota que se esforzaron.

Hermione sabía lo que venía después de ganar la de plata. Unas felicitaciones precavidas por parte de tus padres y un silencio incómodo entre los miembros de tu equipo y tú.

Snape le levantó la barbilla y acarició su mejilla con su mano— ¿Por? Han ganado.

—Sí, lo hicieron. Es solo que… Mi maestro, bueno, mi ex maestro… Él solía decir que los segundos puestos eran los primeros perdedores.

Snape soltó un suspiro y puso los ojos en blanco. Sí, él había escuchado eso tantas veces a lo largo de su vida, sobre todo ahora que trabajaba con niños y adolescentes. Era una creencia tóxica que muchos de sus alumnos compartían, incluso él mismo pensaba así a veces, pero hacía el intento de eliminar esa costumbre. Sin embargo, comprendía el pensar de Miss Granger. Haber crecido años enteros con ese tipo de enseñanzas y formas de pensar eran difíciles de olvidar, mas no imposibles.

Él era prueba de ello… la mayor parte del tiempo.

—Vamos. Quiero ir a tomarle una foto a los niños antes de que se vayan —pidió la joven, quitándose la tristeza de encima y tomando su mano para arrastrarlo hacia el primer nivel del salón.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

Al acabar el evento, el maestro de ceremonias agradeció la asistencia de todos los espectadores e invitados especiales y después, procedió a leer en voz alta el itinerario para la gala de mañana antes de desear las buenas noches a todos. Luego de eso, una voz femenina proveniente de los parlantes del salón anunció de manera amable que era momento de vaciar el Empress Salon.

Ni Hermione ni Snape se hicieron esperar. A buen entendor, pocas palabras. Siguieron a las demás personas hacia las salidas más cercanas y se mezclaron en el pequeño foyer afuera del salón. Snape siempre mantenía una mano posesiva detrás de la espalda de Hermione, guiándola entre la multitud, no dispuesto a dejarla a merced de tantos hombres que parecían jamás haber visto una mujer en pantalones apretados.

El foyer y los pasillos aledaños a este estaban repletos de padres de familia y sus hijos bailarines. Los más pequeños corrían de un lado al otro jugando entre ellos, sin importarles arruinar sus elegantes y coloridos trajes. Los adolescentes, en cambio, andaban en pequeños grupos de cinco o seis personas, como si fuesen un grupo de patitos persiguiendo a su mamá. Ellos no hacían otra cosa que estirar sus brazos con sus celulares y sonreír o hacer muecas para sus selfies las cuales, sabía, no tardarían en ser compartidas en redes sociales, anunciándoles a todo el mundo que ellos se encontraban ahí y ahora.

#SDF2016 #Blackpool2016 #dancers #goals

—Fue divertido —comentó la castaña, poniéndose a su altura para tomarlo del brazo y sujetarse a él—. ¡¿Viste cómo bailaba la pareja número 287?! La de la chiquita del vestido rosa con dorado.

—Ah, ¡sí! Fue asombroso. Me daba un poco de risa la cara que ponía, pero lo hicieron bien —siguió el profesor, zigzagueando entre la multitud, prefiriendo ocupar su atención en la castaña que en los adolescentes que no podían evitar quedárseles mirando—. ¿Sabes qué pareja me gustó? La número 357, la de la niño de traje beige con negro. ¿Viste cómo bailaba mambo?

—Sí, sí. Parecía que hubiesen nacido en esa época. La niñita era tan elegante y graciosa. ¡Los adoré!

La pareja siguió caminando a paso lento, procurando no chocar con nadie en su trayecto a la salida. La cantidad de gente era abrumadora, no podían encontrar ni un solo espacio vacío por donde escabullirse. Para ser su primer día en Blackpool, Snape sentía que ya había tenido suficiente interacción social por el resto de su vida.

—Severus, mejor vamos por otro lado —sugirió la joven, deteniéndose y tirando de su brazo—. Hay que salir por el otro lado, por la salida cerca a los vestidores. Por ahí debe estar más vacío, cierran el área para los concursantes.

—¿Segura que nos dejarán pasar? —preguntó— ¿Qué pasa si nos detienen?

—Les decimos que somos familiares de uno de los bailarines y que venimos a ayudarlo con sus cosas —contestó la joven confiada mientras lo tomaba de la mano y lo arrastraba en dirección contraria, regresando sobre sus pasos—. Nadie se dará cuenta.

—Eso no es correcto. ¿Qué no estamos rompiendo alguna regla?

—¡Las reglas se hicieron para romperse! —exclamó la joven emocionada, caminando incluso más rápido.

—Hoy estamos más intrépidos de lo usual, ¿verdad? —bromeó el profesor— ¿Quién eres y qué hiciste con mi Hermione?

—¿Dónde está tu espíritu aventurero, anciano? —contestó sonrojada pues escuchó fuerte y claro aquel adjetivo posesivo que Snape agregó al inicio de su nombre.

"Mi Hermione".

La bailarina tenía razón, el otro extremo de los Winter Gardens estaba mucho más vacío que la salida principal. Al ser una zona restringida —por así decirlo—, solo encontraron a los organizadores del evento con sus uniformes azules y a algunos padres de familia ayudando a sus menores hijos a transportar sus trajes y bolsas de maquillaje de un lado al otro. La verdadera concentración se encontraba dentro de los vestuarios, de donde el sonido apagado de cientos de voces chillonas y risas descontroladas llegaba hasta los oídos de la pareja.

No tuvieron problemas al llegar a la altura de los vestuarios. Hasta el momento, ninguno de los asistentes se había acercado a ellos para hacerle preguntas. Snape pensó que, probablemente, los habrían confundido con padres de familia o algún familiar.

Hermione miraba nostálgica a las niñas en bonitos vestidos coloridos corriendo hacia sus padres quienes las esperaban con enormes ramos de flores en sus manos. Las niñas, de diferentes edades y tamaños, portaban grandes sonrisas que, si bien no eran perfectas, eran preciosas por igual. Sus parientes se arrodillaban para quedar a sus alturas. Muchos padres cargaban a sus niñas en brazos y a sus niños en los hombros y los paseaban en lo alto, orgullosos de estos jóvenes bailarines, futuros grandes representantes de este deporte.

Fue inevitable que sus recuerdos hicieran acto de presencia dentro de su cabeza y, rápidamente, la trasladaran al pasado, cuando ella era una joven debutante de 14 años y sus padres iban a los vestidores después de su performance, aplaudiendo y vitoreando en voz alta, avergonzándola un poco. Su mamá llegaba con los brazos abiertos y la estrujaba contra ella, meciéndose de un lado al otro. Luego, acunaba su rostro entre sus delicadas manos y esparcía besos sobre este, diciéndole lo muy orgullosa que estaba y lo bien que había bailado.

Después, era turno de su padre.

El Sr. Granger llegaba con un bonito ramo de rosas, una media docena, acompañado de algún tierno peluche de animalito. Usualmente eran ositos de felpa o gatitos peludos. El hombre la tomaba entre sus brazos, haciéndola sentir amada y segura, y luego le daba vueltas en el aire. Hermione rodeaba su cuello con ambos brazos y reía, reía mucho. Una risa descontrolada, chillona, bulliciosa e infantil que llamaba la atención de sus demás compañeros bailarines. Puede que algunos la encontrarán molesta, pero para el señor y la señora Granger, era la risa más bonita del mundo, una risa por la cual ellos harían lo que fuera con tal de seguir escuchándola.

—¡Mami! ¡Mami!

La chillona voz de un niño llamando a su progenitora la sacó de sus pensamientos. Hermione se giró justo a tiempo para ver pasar a su lado a un niño de tal vez siete u ocho años corriendo a toda velocidad, agitando la cola de pingüino de su elegante esmoquin negro tras él. Hermione logró esquivarlo en el segundo exacto pues, de haber demorado un poco más, ambos bailarines habrían terminado de bruces en el suelo. La castaña siguió al niño con la mirada y descubrió que, más adelante, una mujer de unos 30 y pocos años, pelinegra y con un grueso abrigo, lo esperaba en cuclillas, con los brazos extendidos, lista para darle a su hijo el abrazo más grande y fuerte que habría dado en toda su vida.

—¡Felicidades, mi amor! ¡Lo hiciste asombroso! —exclamó la mujer mientras lo levantaba en brazos y lo hacía girar en el aire— Eres todo un campeón, mi amor. Eres el mejor... y ... más guapo... bailarín —añadió, esparciendo besos por todo el rostro del niño quien respondió de igual manera, besando el rostro de su madre—. Vamos a buscar a Valentina y a su mamá, ¿sí? ¡Vamos a ir a comer todos juntos para celebrar!

Hermione dibujó una tierna sonrisa en sus carnosos labios sin darse cuenta. Su cabeza se inclinaba 45° a la derecha y sus manos subieron por sus brazos, abrazándose a sí misma para darse calor. La madre dejó ambas piernas de su hijo sobre el suelo y posó su mano tras su espalda, llevándose a su niño inquieto de regreso a los vestidores para, de seguro, cambiarle el trajecito elegante por ropas más normales. El niño estiró su pequeña mano para tomar la de la pelinegra y ambos desaparecieron, mezclándose entre los otros padres.

Fue una muy hermosa escena, pensó conmovida. Estaba agradecida de haberla presenciado. Sus manos seguían aferrándose a sus brazos, acariciando la suave tela de su abrigo. Un extraño pensamiento llegó a su mente, descolocando por completo su pobre estabilidad mental.

Quería un abrazo de su mamá.

Quería que su papá volviera a tomarla entre sus brazos para hacerla girar.

Un par de lágrimas inundaron sus ojos, indecisas sobre si caer libremente por sus mejillas o quedarse ahí, en la seguridad de sus lagrimales. La joven retuvo un suspiro y llevó una mano a su boca para contener un hipido. Aquella escena la había conmovido tanto que estaba en shock. Por fin era consciente de que habían pasado casi cuatro años desde la última vez que sus padres la habían abrazado así en una competencia. Había pasado años desde la última vez que ella los había abrazado de verdad. No un abrazo de compromiso, lleno de resentimiento por todo lo vivido desde el accidente. No. Ella no quería eso. Ella quería un abrazo de verdad, un abrazo como el que esa madre acababa de darle a su hijo.

Ella quería volver a abrazar a sus padres.

Se limpió las lágrimas con ambas manos, olvidándose por un minuto que llevaba maquillaje en sus parpados. No iba a ponerse a llorar, no otra vez, no en los Winter Gardens y, mucho menos, frente a tantas personas y colegas. Se giró para buscar a Snape, pero no lo encontró por ningún lado. Qué extraño. Podría jurar que él estuvo todo el tiempo detrás de ella. La joven se abrió paso entre los asistentes y buscó a Snape con la mirada, aclamando su nombre, mas sin arriesgarse a gritar.

No pasó mucho para que lo encontrara de pie, inmóvil junto a una pared, mirando fijamente a una mujer, otra madre de familia, que le tomaba una foto a un par de niños, una de las parejas que había concursado en la tercera ronda. El niño llevaba un esmoquin sencillo y la niña, un vestido amarillo con mucho tul en la falda, lo que le daba la apariencia de una pequeña hada. No debían tener más de siete u ocho años.

Se veían adorables.

Llegó a la altura del hombre y se quedó de pie a su lado, esperando que le dirigiera la palabra, pero Snape se mantuvo en silencio. Hermione se preguntó si habría notado su presencia o no. La madre terminó de tomar la fotografía y otra mujer, una señora de cabello corto con celular en mano, se acercó a la niña para tomarla de la mano y apartarla de su pareja. Al parecer, esa segunda mujer era la madre de la niña y había decidido hacerle una sesión de fotos solo para ella pues la puso a un lado y le pidió que sonriera para su propia cámara. Por su parte, la madre número uno extendía su puño frente a su hijo para que este lo chocara con el suyo y, así, recrear una pequeña explosión, a modo de un juguetón saludo secreto.

Hermione volvió la mirada al profesor y encontró una sombra triste en su mirada oscura.

Su corazón se apretujó al ver esto.

—¿Snape? —llamó despacio, deslizando una tímida mano por su brazo para llamar su atención— ¿Severus?

La mención de su nombre pareció sacarlo del trance puesto que parpadeó un par de veces antes de sacudir su cabeza, despertando al fin. Una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla izquierda hasta abandonar su rostro. Tenía una mirada confusa, como una mezcla de asombro y miedo. No sabía por qué sintió la necesidad de abrazarlo y decirle que todo estaría bien.

—Oye, ¿está todo…—

—¿Nos vamos? —la interrumpió, ofreciéndole su brazo para retomar el camino juntos— Tengo hambre. Creo que podemos cenar en el restaurante que está al frente. ¿Te gusta la comida italiana?

La joven supo leer entre líneas y entendió. Severus Snape no quería hablar sobre eso ahora.

—Me encanta. Vamos.

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La cena en el Bella Italia fue deliciosa y muy tranquila en comparación al evento de hace unas horas. Se encontraron con algunos competidores y sus familias. Fueron fáciles de reconocer puesto que las niñas y adolescentes normales no usan elaborados peinados ni maquillaje con brillos para ir a cenar en un restaurante familiar. Cada uno ordenó pasta. Hermione, una carbonara y Snape se inclinó por la fettuccini. Fue contundente, para cuando acabaron, se sentían tan llenos como adormilados. Optaron por caminar de regreso al Heir para bajar un poco la comida. Hacía frío esta noche, propio del clima de una ciudad costera en épocas de otoño, pero por suerte era compensado por las bonitas decoraciones del Blackpool Illumination.

Ver las luces en persona era mucho mejor que verla en fotos por la pantalla de su celular. Eran más brillantes, más coloridas y más hermosas. Los blackpudlianos eran muy creativos, debía admitir. Habían dispuesto cientos de luces de colores en absolutamente todas las calles, sin excepción. Las luces colgaban de los postes del alumbrado eléctrico, de los semáforos, de los árboles, de las fachadas de las tiendas y casas, de los restaurantes, bares, letreros, cornisas, techos, incluso de las glorietas y fuentes de los parques. Toda la ciudad estaba repleta de luces. Era como si estuvieran dentro de un paisaje navideño, solo que sin los villancicos y con una paleta de colores que no se limitaba únicamente a los tradicionales rojo, verde y amarillo.

Puede que las luces no formaran árboles de navideños ni Santa Clauses sonrientes agitando sus sombreros, pero había barcos gigantes compuestos por luces azules y amarillas y peces enormes de color anaranjado y verde. Era como si cada sección de la ciudad estuviera ambientada de acuerdo a una temática. Pasaron por una calle que le hizo recordar a los casinos pues habían colgado millones de arreglos de luces en forma de las cartas de una baraja sobre las fachadas de los negocios. En los parques, cerca de los árboles, Hermione señaló hacia unos curiosos arreglos de luces rosadas y verdes que tenían formas de hadas y duendes respectivamente y, cuando pasaron frente a la plaza principal, vieron carruajes adornados con brillantes luces blancas tirados por caballos. Parejas y familias montaban en ellos y le daban la vuelta al lugar, saludando a los demás transeúntes.

En el centro de la plaza —la cual tenía una vista directa hacia la Torre de Blakcpool, ubicada unas calles más abajo—, habían dispuesto un escenario de regular tamaño y, justo en el momento en el que pasaron, un grupo de rock estaba dando un concierto gratuito para toda la gente que, al igual que ellos, se encontraban dando un paseo nocturno.

Sí, Blackpool parecía un lugar divertido y colorido para pasar las vacaciones. Hermione se lamentó no haberlo gozado en su última visita. De haber sabido todo lo que se estaba perdiendo, no se habría encerrado día y noche en la sala de ensayos de los Winter Gardens a practicar hasta el cansancio.

Durante el paseo, la bailarina se giró millones de veces hacia Snape e intentó hacer contacto visual con el mayor, pero el profesor estaba demasiado ocupado mirando las luces, perdido en sus propios pensamientos. Lo único que le indicaba que él estaba ahí con ella era su cálida mano la cual apretaba la suya con fuerza, como si tuviese miedo a que lo soltara y se alejara para siempre. Hermione no se atrevió a hablarle y solo se dedicó a disfrutar del agradable silencio, el frío del otoño y las luces brillantes.

Solo cuando llegaron al hotel y estuvieron dentro de la seguridad de su suite, Snape fue capaz de soltar la mano de su pareja. Hermione lo agradeció internamente puesto que ya sentía la mano entumecida por la falta de circulación.

Snape tenía fuerza, mucha fuerza.

—Me divertí —susurro en voz baja, quitándose el abrigo y dejándose caer sobre uno de los sofás que decoraban la salita—. La ciudad es muy bonita. Me encantaron los carruajes de luces.

—A mí también —el hombre se dejó caer a su lado. Hermione sintió como el peso de su cuerpo se hundía en el mueble—. Ya sé por qué a la gente le gusta venir en esta época. Parece un lugar agradable.

—Lo es.

Ambos se quedaron en silencio. La salita de la suite era se veía menos acogedora que cuando llegaron. Los colores blancos le daban la sensación de ser más espaciosa de lo que en realidad era. Hermione quería hablar, quería romper ese silencio incómodo propio de sus primeros encuentros, cuando apenas eran amigos, pero no pudo. Solo se mordió el labio inferior para contenerse. Enfocó sus esfuerzos en otras cosas, como mirar uno de los tantos cuadros que decoraban la pared.

Tal vez podrían ir mañana al lugar retratado.

—Creo que me iré a dormir —anunció el mayor, captando la atención de la joven a su lado—. Estoy cansado. Fue un día muy largo.

—Lo fue.

—Me iré a la cama —el hombre plantó un suave beso en la mejilla de la joven y se levantó—. Descansa.

La joven sintió una presión en el pecho. Algo le decía que debía hablar con él y preguntarle qué pasaba. No quería que el día terminara así. Hasta ahora todo había sido tan bonito que terminar el día con una sonrisa triste y una mediocre despedida sería algo decepcionante.

—Severus, ¡espera! —exclamó sujetándolo de la manga con fuerza. El hombre se detuvo y se giró al instante. Hermione, avergonzada, lo soltó— Eh... Y-Yo te quería preguntar si, eh, si tú... ¿Estás bien?

—Sí, lo estoy.

—¿Seguro?

—Por supuesto —contestó seguro—. ¿Por qué la pregunta?

Hermione se humedeció los labios y prosiguió.

—Es que... Es que has estado raro desde que salimos del evento —contestó en voz baja, sin apartar su mirada miel de los ojos negros del mayor.

—No es cierto.

—¡Sí lo es! —exclamó. Su voz resonó en la habitación blanca— Cuando llegamos a Blackpool, tú te veías tan emocionado y feliz. Los ojos te brillaban. Estas muy emocionado durante el evento. Incluso te vi sonreír —explicó con rapidez. Snape frunció el ceño ante su discurso. No sabía que ella estuvo observándole detenidamente todo este tiempo—, pero ahora estás tan callado. No me has hablado en casi el camino de regreso.

—Es que estoy cansado —se justificó. El hombre se inclinó sobre ella y acunó el rostro de la castaña entre sus dos manos, sujetando lo con delicadeza para depositar un suave beso en su frente—. Estoy bien, ¿de acuerdo? No te preocupes por nada.

Hermione cerró los ojos y se concentró en la calidez del hombre frente a ella. Su nariz ganchuda le causaba cosquillas sobre su piel.

—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad? —el hombre asintió, apartándose. Hermione estiró su mano y retuvo una de las de Snape, entrelazando sus dedos— Puedes hablar conmigo, Severus.

El hombre se le quedó mirando fijamente, escudriñando con sus intensos ojos negros toda el alma de Hermione. La joven bailarina se sintió desnuda, sentía que Snape estaba viendo mucho más allá de lo que los simples ojos humanos podían ver. Por un momento, pensó que el profesor le estaba leyendo la mente.

¡Cómo si eso fuera posible!, se dijo.

—Hablame —susurró una vez más, casi como un ruego— Quiero ser de ayuda para ti, así como tú lo has sido para mí.

Para Snape, aquella voz femenina era como una embriagadora caricia que lo envolvía con suavidad para luego arrastrarlo al fondo de un oscuro océano del cual no había escapatoria. De manera automática, el mayor se sentó otra vez a su lado. Dejó caer su cabeza sobre el hombro huesudo de su joven bailarina, apoyándose en ella. Hermione elevó su mano izquierda y acarició la mejilla izquierda de su pareja.

Lo escuchó suspirar.

—¿Qué pasa? ¿No te gustó el evento? —cuestionó despacio, ahora subiendo su mano a su cabello para masajearlo, despeinándolo sin querer.

—No, no es eso. Me encantó. Fue divertido. Nunca pensé que un par de mocosos de siete años pudieran bailar tan bien —susurró—. Bailan mejor que yo y que Longbottom.

—Tal vez un poco —bromeó la joven—. Entonces, ¿qué sucede?

Snape humedeció sus labios y miró al suelo. Necesitaba mucho valor para contar lo que sentía y no estaba seguro de poder hacerlo. Este no era un lugar seguro y de su entera confianza como lo era el consultorio del Dr. Sharpe. Esta era la suite de un hotel que compartía con Hermione. Sin embargo, la cálida mano de la joven acariciando su cabeza lo adormilaban lo suficiente como para hacerlo soltarse y hablar.

—Es solo que... Ver a todas esas madres con sus niños me hizo pensar en mi mamá —confesó disminuyendo poco a poco la fuerza de voz, como si se avergonzara de decirlo en voz alta—. Ella... Sé que ya ha pasado un tiempo y que estoy yendo a terapia, pero... pero a veces la recuerdo y, pues, la extraño.

Hermione se giró para verlo. Snape tenía los ojos brillosos, pero estaba haciendo uso de todo su autocontrol para no llorar frente a ella. Se sentiría como un tonto si lo hiciera. El recuerdo de su difunta madre aún dolía; sin embargo, había pasado ya un buen periodo de tiempo desde la última vez que había llorado por ella.

Mas eso no quitaba que a veces se pusiera sentimental.

—Ven aquí.

Hermione se recostó a lo largo del sillón, apoyando su cabeza sobre el posabrazos. Sus brazos envolvieron a Snape y lo arrastraron junto a ella. El profesor terminó encima de la joven, apoyando su cabeza en su pecho. Una posición cómoda. Sus piernas largas sobresalían del mueble y la mano izquierda de Hermione masajeaba su cuero cabelludo.

Se sentía bien.

—Había una mamá que estaba tomándole fotos a su hijo.

—Sí la vi.

—Ellos hicieron un saludo después. Chocaron sus puños —hizo una pausa para tomar aire y Hermione fue testigo de un ligero temblor en su respiración—. Sé que suena insignificante y tal vez algo tonto, pero mamá y yo teníamos un saludo parecido.

—Ah, ¿sí?

—Sí. Era un saludo que teníamos cuando regresaba de la escuela. Chocábamos los cinco cinco veces de forma rápida, un aplauso por cada hora que estaba lejos de ella —sonrió para sí mismo, abriendo y cerrando la palma de su mano derecha, sintiendo ese ligero ardor que producía el aplaudir muchas veces—. Era nuestro saludo secreto, ¿sabes? Era algo tonto, pero nos divertíamos haciéndolo. Luego de eso, me peinaba el cabello hacia atrás y besaba mi frente y me decía que fuera a lavarme las manos para poner la mesa y almorzar.

Todavía podía sentirlo, sus manos frías por el agua helada que salía del grifo de la cocina chocando contra las suyas cinco veces. Podía sentir esas manos llenas de pequeñas quemaduras de aceite acomodando su cabello negro hacia atrás para inmovilizar su cabeza y bajar despacio, plantando un cálido beso sobre su piel cetrina de niño pequeño.

Aún podía ver esa sonrisa.

Su linda y triste sonrisa.

—No recuerdo en qué momento dejamos de saludarnos así —susurró después de unos minutos, acomodándose sobre el pequeño cuerpo de la Granger—. Supongo que fue cuando crecí y llegué a esa etapa estúpida de la vida de toda adolescente en la que no te gusta que tu mamá te besé frente a los demás… o que te besé en general.

Hermione dibujó una sonrisa incomoda. Sí, conocía esa etapa.

—Tal vez debí dejarla hacerlo… Daría lo que fuera por un beso de ella otra vez… o un abrazo… una palabra… lo que sea —susurró con la voz temblorosa, pero negándose a quebrarse frente a su pareja otra vez—. La última vez que me abrazó fue hace ya tanto.

—¿No solías visitarla todos los fines de semana? —cuestionó interrumpiendo su monologo. Su pequeña mano detuvo las caricias en su cabeza—. Me dijiste que solías visitarla.

—Lo hacía —asintió—, pero mamá tenía Alzheimer. Este último año no fue fácil para ella. Había días buenos y días malos… Más malos que buenos —Snape se reincorporó sobre sus brazos para poder ver a Hermione a los ojos. La joven estiró su mano y acarició su mejilla con afecto—. No sabes lo duro que es hablar con tu mamá y ser consciente de que ella no tiene ni la más remota idea de quién demonios eres. No tienes idea de lo difícil que es tener que contarle una y otra y otra vez los últimos seis años de tu vida a una persona que sabes que está interesada, pero que no es capaz de recordar nada de lo que le has dicho.

Pudo ver dolor en sus ojos y le dolió verlo sufrir.

—No, no lo sé, pero… pero sé que es extrañar a una madre y a un padre —murmuró.

—Pero tú los tienes contigo aún —le recordó, haciéndola sentir tonta por intentar comparar su situación con la de él—. Yo tengo a mi mamá, o lo que queda de ella, en una urna en lo más alto de un estante de mi estudio… Ya ni siquiera me atrevo a entrar ahí. Solo me asomó cuando quiero tomar un libro o para limpiar de manera rápida, pero no me puedo quedarme ahí adentro por más de cinco minutos. Siento que la habitación se vuelve pequeña… Ni mencionar el cuarto de invitados.

—¿Qué hay en el cuarto de invitados?

—Sus pertenencias —contestó en seco.

—…

En ese momento, a Hermione le hubiese gustado decirle cuanto lamentaba que su madre hubiese muerto. Quería decirle las típicas palabras reconfortantes que todos decían a las dolientes cuando sus queridos parientes "iban al cielo". Quería decirle lo mucho que se arrepentía de haberle dicho que no quería conocer a su madre, su única familia… pero no fue capaz. No tenía sentido que se lo dijera. Ya lo había hecho antes y no solucionó nada. Probablemente, Snape ya hubiese escuchado esas palabras por parte de sus propios amigos. Escuchar más de los mismo no repararía aquella herida que parecía ya haber cerrado.

No iba a ser ella quien la reabriera.

—Podemos buscar una solución para eso cuando volvamos —la joven acarició sus cabellos negros, concentrándose en la textura delgada y sedosa de este—. ¿Qué opinas?

El hombre asintió, dibujando una pequeña sonrisa de resignación. Hermione levantó su cabeza y estiró su cuello para depositar un inocente beso en la punta de su nariz.

—Gracias por compartir esto conmigo —su mano peinó su cabello hacia atrás con suma delicadeza—. Significa mucho para mí.

—Gracias a ti por escuchar… Es la primera vez que hablo de ella en voz alta con alguien que no sea mi psicólogo —murmuró contra su frente, cerrando los ojos para percibir la calidez de su piel—. Se siente tan raro.

Hermione asintió, rodeando con sus manos el torso del hombre encima de ella y lo abrazó con fuerza, tal y como su padre solía abrazarla a ella. Snape se dejó caer despacio, aceptando su abrazo, escondiendo la cabeza en el espacio hueco entre su cuello y su hombro, aspirando el agradable aroma de su cabello: lavanda. Lo encontró reconfortante. Las manos de Hermione frotaban encima de su espalda, acariciando a lo largo y ancho. Poco a poco, aquellas caricias terminaron adormilándolo tanto que apenas sí tuvo fuerzas para levantarse cuando sintió a la castaña removerse bajo él, intentando estirar su pierna acalambrada.

—Creo que es mejor ir a dormir —susurró ronco, levantándose y caminando mareado hasta su habitación.

—Eso creo —respondió la otra, cojeando hasta su propia habitación—. Buenas noches, Sev.

—Buenas noches, Hermione.


— "Te tengo una sorpresa para esta noche" —anunció el profesor esa mañana, cuando se encontraban dando un paseo matutino por el centro de la ciudad, visitando las coloridas tiendas de extravagantes aparadores.

El hotel les había proporcionado toda la información básica de turismo para que le sacaran el mayor provecho a su breve estancia en Blackpool, incluso el Sr. Andrews había puesto a su disposición su propio guía privado en el caso de que lo necesitaran, pero Snape y Hermione decidieron que, por el momento, preferían disfrutar de su tiempo juntos en privado y conocer la ciudad a su propio ritmo.

Además de que Snape pensaba que todos los trabajadores del Heir se portaban amables con él solo porque era un invitado especial de su amiga Cissy.

— "Ah, ¿sí? "¡Me encantan las sorpresas!"—preguntó curiosa, sujetándose con fuerza de su brazo— "Y, ¿qué es?"

— "Ya verás" —finalizó inclinándose sobre ella para posar sus labios delgados suavemente sobre los suyos. Hermione cerró los ojos y arrugó la nariz, correspondiendo el beso—. "Te va a encantar".

¡¿PARA QUÉ DEMONIOS DIJO "SORPRESA"?! ¡¿Qué no pudo haberse esperado hasta la noche para decírselo?! No puedes decirle "tengo una sorpresa para ti" a una persona que es naturalmente curiosa. Prácticamente, es darle una invitación abierta para que se pase el resto del día preguntándote qué es esa dichosa sorpresa.

Y eso fue precisamente lo que hizo Hermione Granger el resto del día: bombardearlo con preguntas.

Snape se divertía mucho con sus inútiles intentos de sacarle información pues era muy ingeniosa. Lo enredaba con sus palabras y hacía preguntas aparentemente inofensivas, pero que, de no tener mesura al responder, podría terminar revelando información crucial que arruinaría tantos días de esfuerzo y planeación.

Cabe añadir que a Hermione le gustaba jugar muy sucio a veces. Ya había intentado en dos ocasiones sacarle información a punta de besos y caricias. Hubo un momento en el que estuvo a punto de caer puesto que, mientras descansaban en su suite después del almuerzo, las largas piernas de la bailarina descansaban sobre sus muslos y sus pies jugaban por encima de su ropa, específicamente, sobre su entrepierna. Su mirada gatuna lo volvía loco y tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no flaquear ante aquella bella muchacha.

¡Maldita sea su debilidad de hombre!

Pero él estaba decidido a guardarse la información solo para él. No iba a decir nada ni por todos los besos y caricias del mundo, así le doliera en el alma… y otras partes del cuerpo.

Ahora se encontraba sentado sobre la cama de su habitación, sujetando el teléfono celular con su hombro pues sus manos se encontraban demasiado ocupadas sosteniendo una invitación que le habían hecho llegar esa mañana al hotel. Acarició la textura sobresaliente de los espirales que adornaban los bordes del sobre. Leyó el reverso y encontró su nombre escrito en impresionantes letras negras delgadas y elegantes. Abrió el sobre y sacó la tarjeta para leer el contenido de esta una vez más.

Una pequeña sonrisa victoriosa se dibujó en sus delgados labios.

—Entonces, lo veo a las siete y media, ¿está bien? —preguntó la voz al otro lado de la línea.

—Está perfecto —contestó, tratando de calmar sus emociones. Todavía no podía creer que tenía esa invitación entre sus manos, pero estaba ahí, se sentía muy real. Esta noche prometía ser la mejor de todas—. Muchas gracias por todo esto. Significa mucho para mí… Te estaré agradecido toda la vida.

—Ni lo mencione, profesor, para mí es todo un placer —el pelinegro pudo percibir una sonrisa por parte de su interlocutora y no le fue difícil imaginar aquella bonita sonrisa que no veía hace ya tantos años—. Estoy muy emocionada por volver a verlo. ¡Tenemos mucho de qué hablar!

—Por supuesto que sí.

—Si tiene algún problema, el que sea, no dude en llamarme, tiene mi número, pero si no le contesto, busque al Sr. Poe, el coordinador. Me dice que usted ya lo conoce. Ya le informé de todo y me prometió que los ayudaría a ubicarse —explicó alegre.

Snape giró la cabeza en dirección a la puerta cuando escuchó como esta se deslizaba a un lado, revelando a una curiosa Hermione Granger que asomaba su cabeza con suma precaución. La joven le sonrió tiernamente y levantó las cejas, como preguntándole qué estaba haciendo.

—Ya me están llamando. Debo irme —anunció la voz al otro lado de la línea—. Lo espero, profesor.

—Nos vemos, querida, y muchas gracias otra vez…. Adiós.

Snape dejó el teléfono sobre la cama y guardó la invitación en el interior de su traje para que su joven acompañante no pudiera verla. Hermione se acercó juguetona, revoloteando como mariposa, jugando con la larga falda de su vestido. Era una prenda muy bonita, muy sencilla y, aparentemente, muy fresca. La parte superior era de color negro y ligeramente ajustada lo que le permitía estilizar su torso y busto. Las mangas eran de tres cuartos, lo suficientemente holgadas para hacer que sus brazos se vieran más largos y delgados. La falda era de un color palo rosa muy claro, casi llegando al color piel. Era plisada y le llegaba un poco más abajo de las rodillas. Tenía forma de campana y un dobladillo bordado con hilo negro que le daba un toque muy chic. Para completar su atuendo, una delicada cinta negra y rosa rodeaba su cintura, resaltando esa figura delgada de bailarina. La muchacha ni siquiera se había tomado la molestia de recoger su cabello como en anteriores ocasiones. Solo lo había laceado y dejaba que cayera libre sobre uno de sus hombros. Sus ojos oscuros bajaron a sus pies donde encontró unos zapatos blancos de tacón bajo con punta y taco metálicos.

Eran bonitos, pensó. Un tanto muy informal y moderno, pero agradables a la vista.

En sí, todo el oufit de Hermione Granger tenía ese aire moderno y juvenil propio de su edad. Estaba seguro que sus alumnos denominarían a ese estilo como "sport-elegante", aunque en el fondo sabía que su amigo, Lucius Malfoy, diría que el sport-elegante no existe.

Hermione se sentó a un lado de la cama y lo observó divertida, mordiendo su labio inferior y jugando con sus piernas, meciéndolas de arriba abajo sobre el suelo dado que la cama era un tanto alta para ella. Le estaba dando todos los indicadores de que quería preguntarle algo. Snape enarcó una ceja y esperó pacientemente a que la joven hablara. Soltando una risilla nerviosa, Hermione se inclinó sobre él, rodeando su cuello con sus brazos.

—Qué guapo se ve esta noche, Sr. Snape —comentó casi dejando que la punta de su nariz chocara con la de su pareja—. Debo tener cuidado o me lo van a robar.

—Eso debería decir yo de usted, Miss Granger —el hombre cortó la distancia y frotó su gran nariz contra la pequeña de ella, haciendo que Hermione arrugara la suya por las cosquillas que le producía—. Te ves radiante, nena —susurró dándole espacio, acomodando un mechón castaño detrás de su oreja, teniendo cuidado de no enredarlo con sus pendientes—. Ese vestido te queda precioso.

—Gracias. Es uno de los pocos vestidos de competencia que tengo que también puedo usar para ir a fiestas —contestó orgullosa, alisando la falda—. Tenía mis dudas de que fuera demasiado elegante o algo así, pero creo que está bien, ¿no?

—Es perfecto —la tranquilizó, plantando un tímido beso sobre sus labios rosados—. Hmmm… Tal vez deberíamos ir de compras pronto, ¿qué opinas?

Ella asintió, acomodando el cuello de su camisa oscura, quitando el primer botón del ojal para que se viera mucho más juvenil. Snape había optado por seguir el consejo de Hermione esta vez y había reemplazado su traje de gala por uno más informal. Había decidido que lo guardaría para mañana, para la clausura del festival. Ahora solo estaba usando una camisa oscura, un par de jeans oscuros, zapatos de vestir y un blazer negro para darle formalidad a su vestuario. Sentía que estaba acorde a cómo Hermione vestía.

Por fin, combinaban bien juntos.

—¿Con quién estabas hablando? —preguntó después de un rato, fingiendo desinterés, pero solo bastó esperar unos segundos para atraparla mirándolo de reojo— Si se puede saber.

Oh, había añadido esa frase. Esa frase que conocía también y significaba "problemas".

Snape enarcó una ceja, extrañado, pero divertido de su reacción— Con nadie.

Eso sonó más como una pregunta.

—¿Ya empezaremos con las mentiras? —preguntó girando su cabeza hacia otro lado, evitando verlo a los ojos. Snape sonrió y la abrazó por la espalda— ¿Quién era esa mujer?

—No puede ser. ¿Ya empezaremos con esto? —cuestionó divertido y sin intenciones de ocultar su burla— ¿Acaso me estás montando una escena de celos, Granger? ¿En serio?

—Hmm… Tal vez —masculló volviendo hacia a él, frunciendo los labios antes de chasquear la lengua—. No hay nada de lo que deba preocuparme, ¿verdad?

—Claro que no —susurró seductor en su cuello, haciendo que la joven se contorsionara entre sus brazos como un gato—, pero te agradezco la escenita. Hace años que nadie me celaba.

Hermione tuvo que usar una de las almohadas para callar la burlona carcajada del profesor.

Un taxi los esperaba afuera del hotel. Los empleados en recepción dejaron todo lo que estaban haciendo solo para ver a Hermione caminar del brazo de Snape, exhibiéndose orgullosa junto al mayor. Uno de los botones les abrió la puerta del vehículo y la pareja entró en este, lista para viajar una vez más hacia los Winter Gardens y divertirse esa noche.

El profesor miraba fascinado por la ventana del auto todas las luces de colores que decoraban Blackpool. Le gustaba las variadas formas y colores que aquellas luces led formaban en el aire, colgadas ya sea en las fachas de las casas, en los postes de alumbrado público o, prácticamente, en cualquier lugar. Hermione, a su lado, señalaba con su índice todo lo que le pareciera interesante: brillantes luces azules que formaban peces nadando entre los postes eléctricos, barcos amarillos flotando frente a las fachadas de las tiendas, dragones rojos a un lado de la calle y hadas verdes centellando sobre las calles.

Incluso chilló emocionada cuando pasaron al lado de uno de esos carruajes decorados con luces.

—Tal vez podamos subirnos a uno de esos mañana —susurró la joven tomando su enorme mano entre las suyas y llevándosela a sus labios para besar sus nudillos.

Snape acarició su mejilla y luego depositó un beso sobre su frente— Por supuesto.

El taxi negro los dejó en la misma entrada de los Winter Gardens para luego seguir con su recorrido, saliendo por una calle aledaña. El pequeño boulevard al frente se veía tan concurrido y lleno de vida como anoche, con su música alegre e iluminaciones divertidas de pequeños duendecillos. El restaurante de la esquina, el Bella Italia, estaba en la hora pico o eso fue lo que creyó Hermione cuando vio a través de los ventanales a los camareros corriendo de un lado al otro con sus bandejas llenas de comida recién hecha para sus comensales tal y como lo hicieron el día de ayer cuando cenaron ahí.

—Espérame aquí un momento, por favor —pidió el profesor, mirando ambos lados de la calle antes de hacer el ademán de cruzar.

—¿A dónde vas?

—Espera aquí.

Hermione se quedó quieta en su mismo lugar, cerrando su abrigo con ambas manos para darse más calor. Su bolso colgaba de su brazo por medio de la bonita cadena dorada que venía con este. Observó a su pareja cruzar la calle y caminar hasta un poco más lejos del restaurante de la esquina, hasta un pequeño kiosco que laburaba como florería. El pelinegro saludó al vendedor y empezó a dialogar con él, negociando su compra.

¿Flores?, pensó la joven frunciendo el ceño, pero tentada a dibujar una sonrisa en sus labios.

¡Tan divino!

Snape volvió con un precioso ramo de rosas rojas envuelto en papel kraft y con una cinta gruesa y roja sujetándolo todo. Hermione sonrió recordando aquel bonito ramo de flores que le había regalado cuando la invitó a cenar.

¡Ay! ¡Eso fue tan lindo y espontaneo! ¿Acaso esa era su sorpresa?

— Oh, Severus —suspiró la joven dibujando una bonita sonrisa en su rostro. Sus ojos miel brillaban y sus cejas delineadas se curvaban hacia arriba, otorgándole más expresividad a su rostro—¡Son hermosas! ¡Qué bonita sorpresa!

La joven estiró sus manos para tomar el ramo, pero el profesor fue más rápido y lo alejó de su alcance, escondiendo el regalo tras su espalda. Hermione frunció el ceño y entrecerró los ojos en su dirección tratando de leer al profesor. No sabía si estaba jugando o no.

—¿Qué pasa? —preguntó sin esconder su sonrisa, pero había un toque de preocupación en su voz y en sus ojos— Dámelas.

— No.

—¿Por qué no?

—Porque no son para ti.

Hermione dejó de sonreír después de eso. Fue como si le hubiesen lanzando un balde de agua helada en la cabeza. Esto ya no era divertido o, al menos, no para ella. Estaba claro que para Snape sí. Había una chispa de burla en sus ojos negros y sus labios delgados se apretaban con fuerza uno contra otro para no dejar escapar una sonrisa.

¿Es que acaso estaba jugando con ella? ¿Cómo era eso que las flores no eran para ella?

—No entiendo —susurró despacio, mirando disimuladamente hacia los lados para asegurarse de que no había transeúntes curiosos mirando aquella discusión. No estaba de humor para ser el blanco de burla de nadie esa noche—. Severus Snape, por favor, no juegues conmigo.

—Y no lo hago, Granger, jamás haría eso —contestó el hombre. Puso su mano libre en la espalda de su acompañante y la invitó a entrar al enorme complejo de los Winter Gardens. Hermione lo seguía por simple inercia, demasiado concentrada en observar con severidad a su pareja como para fijarse por donde iba—. No soy un niño, yo no pierdo mi tiempo con juegos infantiles.

—Entonces, ¿por qué dices que esas flores no son para mí?

—Porque no son para ti.

—¡¿Y para quien son?! —exclamó casi tropezando con sus propios pies. Si no hubiese sido por el rápido accionar del profesor, Hermione caído de bruces al suelo, convirtiéndose en el blanco de burlas de las indiscretas miradas de los muchos asistentes al evento de esta noche.

La mano firme y segura de Snape apretaba su cintura, brindándole estabilidad.

—Son para una vieja conocida —contestó deteniéndose, dándole tiempo a su pareja para volver a ponerse su zapato izquierdo—. Bueno, en realidad no tan vieja. Debe tener la edad de Tonks —explicó calmado, reprimiendo la risa que le provocaba ver el rostro sorprendido de la bailarina—. Me pareció descortés llegar con las manos vacías.

—¿Conocida? —preguntó enarcando una ceja—. ¿Es la mujer con la que estabas hablando por teléfono?

—Precisamente ella, Granger, es la sorpresa que tenía preparada para ti esta noche —contestó retomando el camino, atravesando el amplio corredor azul con techo de cristal—. Fue una sorpresa cuando me enteré que estaría participando esta noche en el evento. No la veo desde hace casi 10 años, pero no dude en ponerme en contacto con ella. Nos mandó una invitación especial para sentarnos en primera fila durante la competencia.

Los ojos miel de la bailarina brillaron emocionados cuando vio a Snape sacar una elegante invitación blanca de su bolsillo interno. Reconocía el sobre. Era la misma invitación que solían enviarle todos los años cuando aún figuraba como competidora profesional. Ahora solo podía verlas en contadas ocasiones, cada vez que la profesora McGonagall le pedía que la acompañara a alguna de las galas de los torneos locales.

Era nostálgico y emocionante a la vez volver a ver una en persona.

—¿Lo ves? Aquí lo dice: "Para Sr. Snape y acompañante".

Hermione tomó la tarjeta con sus propias manos y leyó las preciosas letras negras. No podía creer lo que estaba leyendo. No la estaba engañando. ¡Esa invitación era para Snape! Alguien dentro de la competencia, probablemente un organizador o alguien dentro del círculo del jurado, lo había invitado personalmente a sentarse en la primera fila junto a la pista de baile, el lugar que usualmente ocupaban invitados internacionales y directores de las diferentes federaciones nacionales.

Sus ojos volvieron a posarse en la palabra a lado del apellido del profesor.

Sí, esta noche tampoco sería la excepción.

Ella siempre sería la "acompañante".

—¿Y quién te invitó? —preguntó anonadada, regresándole la tarjeta.

—Hmm… Tal vez la conozcas —contestó esquivando a las personas frente a él. Guardó la invitación dentro de su blazer y tomó a Hermione de la mano para avanzar más rápido por el pasillo. El ramo de rosas que llevaba en la otra mano se sacudía con cada una de sus zancadas—. Leí que estuvo participando en Dancing with the Stars.

Hermione plantó ambos pies sobre el suelo de manera tan abrupta que su mano se soltó del agarre del profesor. Sus ojos se abrieron cual un búho. ¿En serio había dicho lo que creía que había dicho?

—¡¿DANCING WITH THE STARS?! —gritó llamando la atención de todos los presentes. Probablemente no quiso decirlo en voz alta, tal vez solo quiso pensarlo, pero en esos momentos no era capaz de controlar sus emociones. Estaba viviendo uno de los cambios de ánimo más radicales de su vida. Se llevó una mano a la boca pues sentía que un grito de genuina alegría se había quedado atorado en su garganta y saldría en cualquier segundo—. ¡No puede ser!

Snape soltó un bufido cansado, lanzando su cabeza hacia atrás. ¡No tenía tiempo para esto! Volvió su mirada a su reloj. ¡Estaban tarde! ¡Ella los iba a matar! Caminó a toda velocidad hacia la castaña y, sujetándola del brazo, la obligó a avanzar, zigzagueando por los pasillos para dirigirse a los vestidores.

—¡Es mi programa favorito! —exclamó emocionada, dando saltitos torpes mientras era arrastrada por el profesor—. Lo veo desde que tengo 11 años, desde su primera emisión aquí —balbuceó apresurando el paso, tirando del brazo del profesor para que le respondiera su enorme ola de preguntas—. ¡¿Quién es?! ¿En qué temporada participó? ¡¿Ganó?! ¿Es Lilia Kopylova? ¿Flavia Cacace? ¡¿Aliona Vilani?! —chilló captando la atención de los demás bailarines que se encontraban por aquella zona conversando con sus equipos técnicos

"Otra fan loca", pensaron.

— ¡Ay! No me digas que es Joanne Clifton —preguntó cubriéndose la boca con ambas manos y abriendo los ojos como platos.

El silencio de Severus, el cual hasta ahora se había mantenido firme, se vio complementado por una ceja levantada y una mal disimulada sonrisa de lado.

—¡AY POR DIOS! —exclamó sosteniéndose de una pared, volviéndose a detener. Su corazón latía con fuerza contra su pecho y sentía sus piernas temblarle por la emoción. Su estómago se sentía hueco; a sus pulmones les faltaba oxígeno.

¡Oh, por Dios! ¡Esto estaba pasando!

Severus volvió por ella, ya un tanto en desesperación por tantas interrupciones.

Finalmente, ese grito atrapado en su garganta escapó— ¡¿Voy a conocer a Joanne Clifton?!

Sentía que se iba a hacer pipí de la emoción.

¡ESTABA TAN FELIZ!

Cualquier fan de Dancing with the Stars UK —como lo era Hermione— sabría perfectamente quién era Joanne Clifton pues aparecía cada semana en televisión. Joanne era una bailarina profesional inglesa que también se desempañaba como actriz y cantante. Había ganado el Campeonato Mundial de Baile de Salón en el 2012; así como también el Campeonato Europeo de Ballroom Profesional y los Juegos Mundiales de Baile Deportivo en 2013. Y eso es solo por decir sus logros más importantes pues había sido campeona nacional cinco veces y campeona del Open de Italia en tres ocasiones. Aunque tenía un currículum impresionante, Hermione la conocía más por haber participado en dos ocasiones dentro de su reality show favorito. Actualmente la veía una vez por semana bailando junto al presentador de televisión británico, Ore Oduba.

Eran su pareja favorita para ganar esta temporada. ¡Ella era su ídolo! Bueno, una de las muchas que tenía. Daría lo que fuera por conocerla y no podía creer que ese maravilloso, hermoso y generoso hombre frente a ella estuviera a punto de presentarle a su "vieja conocida", ¡Joanne Clifton!

—¿A quién? —preguntó el profesor, deteniéndose a su lado— ¿Quién demonios es Joanne Clifton?

Al instante, los sueños e ilusiones de Hermione se rompieron, como si su burbuja de magia y felicidad hubiese explotado frente a su rostro.

—¡¿Qué?!

—Que quién es Joanne Clifton.

—¿No me dijiste que íbamos a conocer a Joanne? —preguntó incrédula, buscando algún rastro de burla en el rostro del profesor, pero el hombre pelinegro se veía muy serio y confundido. Todo rastro de esperanza abandonó su cuerpo y, en su lugar, la invadió la vergüenza— ¡Ay! Yo creí que…—

—Lo siento, Granger, pero me temo que no vamos a ninguna Joanne esta noche.

¡Quedaste como estúpida, Hermione!, se regañó a sí misma, sintiéndose la mujer más tonta del mundo por haberse dejado llevar y haber hecho esa escena tan ridícula como esa.

—¡SEÑOR SNAPE!

Una voz masculina proveniente de la derecha llamó la atención de ambos. Apenada, Hermione levantó la cabeza y buscó con la mirada el origen de la voz. Un hombre alto, delgado, de elegante traje de etiqueta y lentes de fina montura se abría paso entre los bailarines y asistentes que ocupaban la zona cercana a los vestidores. El hombre apresuraba el paso, mas no llegaba a correr, aunque parecía que moría de ganas por hacerlo. Tenía una mano en alto y la agitaba frenéticamente para hacerse notar.

Hermione reconoció al instante esa cara cargada de estrés en cuanto la tuvo más cerca.

—¡¿Sr. Poe?! —exclamó incrédula cuando el hombre llegó a su altura.

¿Por qué se estaba acercando a ellos?

—Buenas noches, Miss Granger, Sr. Snape —saludó rápidamente con la mano a cada uno. Llevaba su típico portapapeles negro bajo el brazo con los miles de nombres que conformaban la larga lista de bailarines que participarían en la gala de esta noche. El hombre, como siempre, se veía estresado, como si estuviera al borde de una crisis nerviosa. Se lo imaginaba. El pobre hombre era el coordinador principal de todo el evento, una enorme responsabilidad para una sola persona—. ¡Por fin llegaron! Gracias a Dios.

—Sí, Sr. Poe, disculpe la demora —se excusó el profesor respondiendo el saludo del elegante hombre—. Tuvimos ciertas "complicaciones".

—Me doy cuenta—respondió severamente—. Lo importante es que ya está aquí, Sr. Snape.

—¿Nos estaba esperando, Sr. Poe? —preguntó la castaña, incrédula y muy confundida.

—Desde hace como 10 minutos, Miss Granger —respondió con apatía, revisando su reloj tal y como lo haría el Conejo Blanco del País de las Maravillas—. Síganme por aquí, por favor —pidió, dándose la vuelta y avanzando con dirección a los vestidores, siendo seguidos muy de cerca por la pareja—. Estamos contra el tiempo. Miss Haywood los está esperando en su vestidor y, dado que han llegado tarde y ella tiene que prepararse para competir, traten de no distraerla mucho, por favor.

El cerebro de Hermione hacía sus mejores esfuerzos para procesar la nueva información proporcionada por el señor Poe. Sus pies entaconados caminaban lo más rápido que podían para no quedarse atrás. Sentía que iba a tropezar en cualquier momento.

¿Haywood?

Haywood, Haywood… ¿Haywood?... ¡¿Haywoood?!¡¿La Haywood?! No podía ser cierto…

—¡¿Penny Haywood?! —exclamó en voz alta entrando en los vestidores de mujeres donde el fuerte murmullo de las variadas voces de las bailarinas y sus asistentes acallaron sus palabras. El vestidor estaba hecho un caos. Había gente corriendo de un lado al otro, preparando sus trajes y haciendo estiramientos de último minuto. El ruido era insoportable y apenas eran capaces de atravesar el espacio sin chocar con alguna artista o con alguno de sus percheros móviles atiborrados con coloridos vestidos— ¡¿La campeona del último nacional?!

—Ella misma, Miss Granger —contestó el Sr. Poe desviándose por la derecha, pasando al lado de una bailarina que corría de un lado al otro buscando "su vestido plumas", tal y como lo anunciaba a viva voz—. Por aquí, por favor. No distraigan a las demás concursantes.

—¿Conoces a Penny Haywood? —preguntó la castaña apretando la mano al profesor, desesperada por saber la verdad. ¿Acaso esta era la sorpresa que tanto le había ocultado?

Conocer a Joanne Clifton estaba bien, pero conocer a Penny Haywood era incluso mejor.

El profesor se mantuvo en silencio, pero una sonrisa ganadora lo traicionó, revelándole a Hermione lo que tanto había estado esperando— ¡Conoces a Penny Haywood!

—Por supuesto que sí, ella fue mi alumna en Hogwarts.

—¡No es cierto! —exclamó emocionada, incapaz de conocer esa sonrisa traviesa e infantil. Sus chillidos de fan llamaban la atención de las otras bailarinas dentro del vestidor, desconcentrándolas de sus tareas— ¡Ay! ¡Por todos los cielos! ¡No es cierto! ¡Voy a conocer a Penny Haywood!

—¡Sorpresa! —canturreó Snape.

Y vaya sorpresa. Jamás lo habría visto venir. ¿Cómo es que Severus Snape sabía que ella era una gran admiradora del trabajo de la talentosísima y carismática coreógrafa de las estrellas, Penny Haywood?

Penny era una bailarina británica de, tal vez, unos 30 años aproximadamente. Había participado en la temporada 11 de Dancing with the Stars UK en el 2013 y acababa de ganar las nacionales hace tan solo un par de meses. Hermione seguía su trabajo muy de cerca pues la bailarina se desempeñaba como coreógrafa oficial de dicho programa, lo que quería decir que era la mente maestra detrás de glamurosas coreografías que se transmitían a nivel internacional. Pero, por supuesto, Penny Haywood no solo era un rostro bonito que aparecía en pantalla de vez en cuando.

Claro que no.

Tenía muchos syllabus y opens internacionales ganados en su historial, así como otros reconocimientos importantes para su "corta" edad. Recordaba aquella única vez que la había visto en vivo y en directo. Fue cuando ella no era más que una bailarina debutante de 14 años, en el año 2007, año en el que la famosa bailarina posaba triunfante ante las cámaras de la prensa internacional en el Open Internacional Profesional de Stoke-on-Trent después de haber obtenido el trofeo de primer lugar de la categoría estándar.

En ese entonces, Hermione jamás se habría imaginado lo lejos que Penny Haywood iba a llegar.

Realmente era asombrosa. No solo le parecía divertida y diestra al bailar, también daba la impresión de ser una persona súper simpática y buena compañera dado que todos sus compañeros bailarines hablaban maravillas de ella en entrevistas. Todos ellos la adoraban. De hecho, se atrevería a decir que todo el mundo adoraba a Penny Haywood.

No podía creer que estaba a punto de conocerla. ¡Era algo imposible de creer!

Aunque —si lo pensaba un segundo— lo que verdaderamente era imposible de creer era que Severus Snape, su alumno, su pareja, el hombre que estaba tomándola de la mano en ese preciso momento, había sido nada más y nada menos que el profesor de Química de Miss Haywood en el pasado. ¡Debía ser una broma! ¡Vaya sorpresa! Ni en sus más locos sueños se lo habría imaginado.

¡Su "novio" le había enseñado la tabla periódica a la mismísima Penny Haywood!

Y ahora la estaba llevando a conocerla.

Ahora sí se iba a hacer pipí de la emoción, pensó mientras esquivaba un perchero con torpeza.

Pronto llegaron frente a uno de los tantos tocadores blancos que adornaban el vestidor. Contaba principalmente con una mesa sobre la cual las bailarinas colocaban los utensilios que necesitaban para arreglarse tales como brochas de maquillaje, peines, planchas, fijador, entre muchas otros más. Arriba, había un espejo rectangular adornado con muchos focos de luz blanca alrededor de todo el contorno. Sentada frente a este, había una mujer alta y bonita, aplicándose polvo traslúcido sobre la cara con una brocha grande. Aún se encontraba vestida con la bata beige cortesía del evento y su maquillaje estaba a medio terminar, a diferencia de su peinado el cual consistía en un moño alto atado con trenzas y dos mechones de cabello rubio enmarcando su rostro.

Su reflejo en el espejo podía apreciarse con total claridad.

Hermione pensó que era mucho más hermosa en persona que en televisión.

—Miss Haywood —llamó el Sr. Poe, captando su atención—, sus invitados ya están aquí.

Inmediatamente después de que dijo esas palabras, el Sr. Poe desapareció de la escena sin dar explicación alguna. Severus supuso que tenía cosas más importantes que hacer en lugar de quedarse a presenciar este reencuentro. El hombre era una persona ocupada y tenía deberes sagrados que cumplir. El tiempo era oro y él no podía darse el lujo de perder ni un segundo.

La rubia apartó su mirada azul de su reflejo y se giró aún con brocha en mano para encontrarse cara a cara con la pareja recién llegada. Sus ojos maquillados dramáticamente se abrieron emocionados al reconocer a la figura masculina frente a ella. Habían pasado muchos años; sin embargo, el profesor de Química se seguía viendo exactamente igual a como lo recordaba.

—¡Profesor Snape! —exclamó con una sonrisa, levantándose de un brinco y llevándose ambas manos a su boca. Se veía gratamente sorprendida— ¡Es usted!

—Hola, Haywood —saludó confiado.

—¡Oh, por Dios! ¡Cuánto tiempo! — la mujer prácticamente corrió hacia él y lo rodeó con sus brazos, emocionada como si fuese una niña pequeña otra vez. El profesor estaba tan conmocionado por su inesperada reacción que demoró un par de segundos en corresponder a su abrazo— No puedo creer que sea usted. ¡Mírese! Se ve idéntico. Me atrevo a decir que mejor. ¡Se ve increible!

—Puedo decir lo mismo de ti, Haywood —comentó con una sonrisa—. Déjame verte bien —la sonriente ojiazul dio unos pasos hacia atrás y posó con ambas manos en sus caderas, exhibiendo tanto su figura como su sonrisa—. Mira cuanto has crecido. Te ves hermosa. ¿Dónde quedó esa niña de enormes trenzas?

—Gracias —rio sonrojándose.

—Oh, por cierto, estás son para ti —dijo extendiendo el ramo de rosas que había estado sosteniendo todo este tiempo. El apresurado trayecto de camino a los vestidores hizo que se aplastarán un poco; sin embargo, poco o nada pareció importarle a la rubia—. Lo siento. Se veían mejor cuando las compre.

—No se preocupe, están hermosas —las tomó con delicadeza y las acercó a su nariz para olerlas rápidamente—. ¡Oiga! Usted está igualito, se ve tal y como lo dejé en Hogwarts... ¡No puede ser! En serio parece que los años hubiesen pasado por usted. ¿Cuál es su secreto? ¿Por fin logró crear la piedra filosofal? —rio.

—Gracias, Haywood —susurró avergonzado—. Me halaga, pero no es necesario mentir.

Hermione, quien hasta ahora se había mantenido en silencio a un lado, no podía creer lo que sus ojos miel estaban viendo: ¡Penny Haywood estaba frente a ella! Sus ojos estaban abiertos a más no poder y miraba fijamente a la rubia que conversaba radiante con Snape. Sus labios formaban una pequeña "o" y, de no ser porque Snape acababa de poner su mano cálida sobre su hombro, probablemente se hubiese puesto morada pues no parecía estar respirando.

—Me acaban de encontrar en un momento muy agitado —comentó dejando las flores a un lado y guardando su brocha de maquillaje—. Como puede ver, todas aquí estamos locas preparándonos para la gala de esta noche. ¡Todo esto es un caos!

—Perdona la demora. Hemos tenido un par de problemas para llegar.

—No se preocupe, profesor. Lo importante es que ya están aquí.

La rubia posó sus bonitos ojos en dirección a Hermione quien, al verse observada, se sintió tan diminuta como una hormiga. Sus piernas le temblaban como gelatina. ¡Ay! ¡La estaba mirando! ¡Penny Haywood la estaba mirando! ¡Penny Haywood había notado su presencia! La rubia le sonrió tiernamente y Hermione sintió desmayarse.

Severus Snape se preguntó si necesitaría una ambulancia para sacar a Miss Granger de ahí.

—¿Y a quien tenemos aquí? —preguntó cantarina.

Hermione sintió que el corazón se le aceleraba y sus manos empezaron a sudar. ¡Penny Haywood le estaba hablando!

Snape se paró orgullo a su lado y la presentó... o, al menos, intentó hacerlo.

—Haywood, te quiero presentar a...—

—Tú debes ser Hermione Granger, ¿verdad? —lo interrumpió acercándose a ella, estirando ambas manos para tomar las de Hermione entre las suyas y apretarlas con cariño. Notó que sus uñas estaban perfectamente recortadas y portaba una impecable manicura francesa. ¡Oh! Sus manos eran tan suaves. Volviendo en sí, Hermione asintió vehementemente, sin apartar la mirada de sus ojos.

Ahora que la veía mejor, se dio cuenta que no eran azules. ¡Eran celestes!

—¡Oh! ¡Qué alegría! —exclamó abrazándola, tomándola completamente desprevenida— Mucho gusto en conocerte. Soy Penny. El profesor Snape me ha hablado muchísimo de ti. ¡Me moría por conocerte! De hecho, me ha hablado tanto de ti que siento que ya te conozco.

—¡¿E-E-En... En serio?! —preguntó atropelladamente, separándose de ella.

—¡Por supuesto! —sonrió sin soltar sus manos— Solo me ha hablado maravillas de ti. De hecho, me sorprendió mucho. El profesor Snape que yo recuerdo no solía ser tan "amable" cuando daba su opinión de alguien. Eso quiere decir que debiste causarle más que una buena impresión, linda.

Hermione se giró a ver a Snape quien evitaba mirarla a toda costa, demasiado avergonzado consigo mismo como para si quiera intentarlo. Hermione sonrió apenada. ¿En serio él le había hablado maravillas de ella a Penny Haywood? Su tímida sonrisa hizo que sus mejillas se sonrojaran.

—Ven aquí, déjame verte bien —la rubia la arrastró frente a su espejo, haciéndola girar con un brazo para tener una mejor vista de su vestido. La falda palo rosa de la joven castaña ondeaba a medida que giraba, dando la apariencia de una princesa de cuento de hadas. Su cabello lacio caía libremente por su espalda, girando junto a ella—. Vaya, eres más hermosa de lo que pensaba.

—¿Yo? —murmuró avergonzada, con las mejillas ya ardiéndole con intensidad. Las piernas le temblaban y sentía que, si no hablaba ahora, sus palabras se quedarían atrapadas en su garganta para siempre—. ¡Oh! ¡Usted es la que es hermosa, Miss Haywood! Yo... yo la he visto bailando en televisión. No me he perdido ninguna de sus presentaciones. Sigo su carrera muy de cerca y… y yo... ¡Wow! En serio, la admiro muchísimo, Miss Haywood.

Tanto Snape como Miss Haywood observaron a la pobre muchacha castaña frente a ellos, tan emocionada como si acabara de cruzarse con una verdadera celebridad. Verla tan nerviosa y apenas siendo capaz de hablar les pareció adorable.

Severus sonrió para sí mismo, complacido.

Hermione se veía tan feliz.

—Oh, por favor, no me trates de usted. Me hace sentir vieja —río—. Tú puedes decirme "Penny" y eso va para usted también, profesor.

El hombre mayor sonrió— Creo que prefiero seguir llamándola "Haywood", Haywood.

Repentinamente, todos aquellos murmullos incomprensibles que inundaban la habitación hasta el momento se silenciaron. Todas las bailarinas levantaron la cabeza y se pararon de puntillas para ver qué es lo que estaba pasando en la entrada del vestidor.

"Veinte minutos para que inicie la competencia, señoritas. Por favor, terminen de arreglarse. Ya conocen el protocolo. ¡Veinte minutos!"

Una mujer vestida de uniforme azul, con un auricular con micrófono en la oreja y portapapeles en mano hablaba en voz alta para todas las mujeres desde la entrada de la habitación. La mujer repitió aquellas palabras dos veces más antes de irse. Casi como si les acabaran de dar una orden directa, todas las bailarinas comenzaron una carrera contra reloj para terminar de alistarse. De la nada, todo se convirtió en un completo pandemónium: gritos por aquí, gritos por allá; palabras pronunciadas en otros idiomas que no lograba reconocer, vestidos coloridos volando, brochas de maquillaje y latas de fijador de cabello pasando de mano en mano.

Todas se estaban preparando para la guerra.

Una guerra dentro de la pista de baile.

—Ay, profesor —suspiró Miss Haywood sentándose en la silla frente a su tocador. Su bonito rostro se contrajo. Se veía apenada—. Qué vergüenza con usted, perdóneme, pero debo pedirles a los dos que vayan yendo al Empress Salon. No pueden estar aquí y, como podrán ver, yo aún tengo que terminar de arreglarme.

—No se preocupe, Haywood.

—Sí, es que como llegaron unos minutos más tarde de lo planeado, me temo que...—

—No te preocupes, Haywood —la interrumpió, posando una mano sobre su hombro para calmarla—. Fue nuestra culpa, nosotros llegamos tarde.

—Lo siento, Miss Haywood... digo, Penny —se excusó Hermione sintiéndose mal por la rubia— Lo lamento, fue mi culpa. Yo nos retrase.

—No te preocupes, linda, pero eres bailarina, ya sabes cómo es esto. El tiempo es oro y todavía ni me he vestido —respondió con una sonrisa—. Pero estoy segura que podremos hablar más tarde, cuando finalice la gala. Tenemos mucho de hablar así que no se vayan, ¿sí? Los mandaré a buscar luego de que anuncien a los finalistas.

—La esperaremos ansiosos, Haywood —el hombre se inclinó y depositó un beso en su mejilla, el cual fue correspondido—. Ya no te interrumpimos más. Te veremos en la competencia. Buena suerte.

—¡Mucha suerte, Penny! —se despidió Hermione, siendo retirada de los vestidores por el mismísimo Snape pues estaba claro que la joven no podía caminar hacia atrás mientras se despedía a la vez— ¡Te adoro! ¡Eres la mejor!

—Gracias —rio despidiéndose con la mano—. Los veré allá. ¡Disfruten sus asientos!

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

El enorme Empress Salon iba llenándose poco a poco. De acuerdo al gran reloj de pared arriba de la mesa del jurado, el evento no tardaría en iniciar. Los anotadores y otros encargados de la organización del evento iban de un lado al otro, arreglando los últimos detalles antes de dar iniciado el concurso. Arriba, en las galerías superiores, todos los asientos ya estaban ocupados. El sonido del hablar de los espectadores era fuerte, los murmullos de todas sus voces juntas se asimilaban al zumbido de millones de abejas. En contraste, abajo, en el primer nivel, todo estaba mucho más tranquilo. Cada invitado se encontraba en su asiento asignado, hablando en voz baja con la persona de al lado.

Bueno, casi todos.

—¡No puedo creer que conocí a Penny Haywood! —chilló Hermione dejándose caer sobre la butaca roja junto a la pista de baile, cubriéndose el rostro con ambas manos— ¡Conocí a Penny Haywood!

—Sí, Granger, conociste a Penny Haywood —confirmó el profesor sentándose a su lado. Su rostro relajado albergaba una pequeña sonrisa que reservaba, únicamente, para su interlocutora.

—No puedo creerlo —susurró para sí misma volviendo su atención hacia él. Aún tenía el rostro rojizo y se le veía algo despeinada en comparación a cuando salieron del hotel— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! Esta ha sido la mejor sorpresa que me han dado en la vida —Hermione se abalanzó hacia él y lo abrazó, rodeando su cuello con ambos brazos. Snape tuvo que inclinarse hacia ella pues no quería que la joven hiciera un espectáculo en medio de tantas personalidades importantes del ballroom. Sin embargo, su eufórico buen humor no duró mucho pues, en cuanto se apartó, su sonrisa de niña despareció, volviendo a la realidad— ¿Qué le dije? ¿Dije algo estúpido? No me digas que dije algo estúpido frente a Penny Haywood.

—Tranquila, Granger, no dijiste nada que pueda avergonzarte —contestó divertido, observándola d reojo—. Al menos no mucho.

—Espera, espera —pidió, apretando la tela de su propia falda, sin importar arrugarla en lo absoluto. Su cabeza producía tantos escenarios distintos por segundo que ni siquiera era capaz de enfocarse en uno. Su pierna derecha de movía erráticamente de arriba a abajo. Necesitaba procesar toda esta nueva información a como dé lugar—. ¿Cómo es eso que tú fuiste el profesor de Penny Haywood? ¿En serio fuiste su profesor?

—Sabía que llegaríamos a esa pregunta tarde o temprano —confesó, acomodándose sobre el asiento, abriendo el programa que les habían entregado al ingresar—. Pues sí, Penny Haywood fue una de mis primeras alumnas. Formó parte de la primera generación de alumnos que yo ayudé a educar. Fue compañera de clases de Tonks y la mejor alumna que he tenido hasta la fecha, si me permites agregar.

—¡Tienes que contarme todo! —suplicó aferrándose a su brazo— ¡Por favor! ¡Por favor!

Y por supuesto que le contó todo.

Tampoco era como que pudiera negarse.

Penny Haywood había sido una de las alumnas estrella del colegio Hogwarts y, como tal, había dejado su huella en los muros del castillo y en la memoria de sus profesores. Muy inteligente, muy sociable y muy querida por todos durante la época en la que fue estudiante, Penny Haywood formaba parte de esos alumnos que tienen ya sea una fotografía colgada en las paredes o su nombre inscrito en los trofeos que se exhibían por los pasillos.

Cursaba su último año cuando Snape ingresó a trabajar a Hogwarts, lo que quería decir que mientras el pelinegro llegaba, la rubia se iba. No compartieron mucho tiempo juntos como hubiesen querido, pero eso no fue impedimento para que profesor y alumna formaran un vínculo tan fuerte que permanecía intacto incluso después de muchos años sin verse.

La muchacha rubia no solo era una de las alumnas más populares de la escuela, también era muy inteligente, sobre todo en su curso. Adoraba la Química. Solía buscarlo después de clases para que le explicara temas que no había entendido y le pedía asesorías extracurriculares para aprender más. Penny quería estudiar Ingeniería Química cuando egresara de Hogwarts y qué mejor que un verdadero químico para que la instruyera en sus primeros pasos por el gran futuro académico que le esperaba en la universidad.

Tal vez fue por eso que ambos se llevaban tan bien: Penny fue una de las pocas alumnas que realmente lo hizo sentir bienvenido y útil dentro de Hogwarts.

Contrario a Tonks o a los otros alumnos en general, Penny Haywood no lo había tratado como la "carne fresca" de ese año. Ella participaba activamente en todas sus clases, motivaba a sus amigos a comportarse bien durante estas, no causaba problemas, no participaba en las burlas hacia su persona y, por sobre todas las cosas, no había ayudado a Nymphadora Tonks a cambiar su amado sillón de la sala de maestros por un inodoro a sus espaldas.

Sin duda, la peor broma que alguna vez le habían hecho.

—¿Y cómo así lograste que te invitara al evento de esta noche? —preguntó la castaña luego del relato.

—Fui su principal asesor académico para cuando quiso aplicar para Oxford. Era mi alma máter y ella, mi mejor alumna. No sentí que fuera un deber ayudarla, al contrario, fue todo un placer. Le firmé su carta de recomendación, hablé con algunos conocidos dentro de la universidad, la preparé todo ese año. Pocos meses después de graduarse, ya tenía una plaza en la facultad de Ingeniera —explicó calmado, como si no fuese nada importante

—No sabía que era ingeniera —susurró sorprendida— ¡Wow! Es asombroso.

—Haywood se graduó de Ingeniería Química hace ya un buen tiempo. Me invitó a la sustentación de su tesis y lo hizo grandioso —aún recordaba aquel lejano día dentro de una de las salas de conferencia de Oxford. Nunca se había sentido tan orgullo de alguno de sus alumnos como en ese día—. Realmente le tengo mucho cariño. Es una buena chica, muy inteligente y responsable… Me sorprendí mucho cuando me enteré que estaría participando aquí. Jamás me lo hubiese imagino: Penny Haywood, toda una personalidad celebridad dentro del baile de salón.

—¿Y cómo así te enteraste? —preguntó curiosa— ¿Ya sabías que era una bailarina? Nunca me la mencionaste.

—¡No tenía idea! —exclamó pasándose una mano por el cabello— Estaba leyendo la programación de todo el evento cuando lo descubrí. Estaba planeando todos los detalles del viaje, quería estar seguro de las fechas para hacer las reservaciones de nuestros asientos cuando vi que, esta noche, una señorita llamada Penny Haywood iba a participar en la categoría Adulto II. Ya te imaginaras mi sorpresa cuando googleé su nombre y salió la foto de mi ex alumna con un vestido de ballroom sosteniendo una medalla de primer lugar en alto.

Severus casi se cayó de la silla cuando descubrió que la Penny Haywood de la lista de participantes en el Sequence Dance Festival de ese año era la misma Penny Haywood a la que solía darle clases durante las mañanas. La joven rubia parecía haber dejado de lado la calculadora y los libros para ponerse un vestido y deslumbrar a rigurosos jurados en diversas competencias. No dudó ni un segundo en retomar el contacto y enviarle un correo. Grata fue su sorpresa cuando la bailarina le respondió con el mismo entusiasmo o incluso más. Cuando le contó que planeaba ir a Blackpool esa semana para el festival, la joven Haywood hizo lo imposible para conseguirle un asiento en primera fila pues, tal y como le dijo antes, "se moría por verlo".

Y, por si se lo preguntan, no hubo ningún inconveniente cuando le dijo que llevaría a una invitada.

"Estaré encantada de recibirlos a usted y a Miss Granger en el concurso. Espero que pasemos un buen momento todos juntos y, por supuesto, no tendré ningún problema en ayudarlo con lo que me está pidiendo, profesor"

—Sé que participaba en el taller de danza porque es obligatorio que todos los alumnos lleven un taller artístico o deportivo durante su estancia en Hogwarts —retomó unos segundos después—. Supongo que de ahí sacó el gusto por el ballroom.

—¡¿Enseñan baile de salón en Hogwarts?! —preguntó asombrada.

—No lo sé. Yo no me involucro en nada que tenga que ver con las actividades fuera del salón de clase. Digamos que las actividades que involucran coordinación de manos y pies, habilidades artísticas o escenarios al aire libre no son lo mío —Hermione rodó los ojos y negó con la cabeza—. Hmm… Recuerdo que una vez, cuando ya se había graduado de Oxford, me comentó que pensaba tomarse un año sabático para volver con la danza antes de ingresar en el mundo laboral. Luego de eso, perdimos contacto… Supongo que fue ahí cuando inició con esto del baile profesional.

—Es lo más probable. Sé que Penny competía cuando estaba en el colegio, pero no era nada importante, solo syllabus amateurs locales. En sus entrevistas dice que ya inició con fuerza después de graduarse del colegio —la joven castaña hizo memoria para recordar cualquier detalle relevante que pudiera ayudarle a ilustrar a Severus Snape sobre los inicios de la carrera artística de su ex alumna—. Jamás, ni en mis más locos sueños, habría imaginado que estudió en Hogwarts y mucho menos que fue TU alumna.

—No sabía que mi alumna era TAN importante dentro de tu mundo de ballroom.

—¡¿Bromeas?! —exclamó emocionada. Las personas sentadas a su lado la miraban divertida, como si fuese una niña pequeña hablando de sus personajes favoritos de dibujos animados—. Penny Haywood no es solo una gran bailarina, sino también una gran coreógrafa. Es más, me atrevería a decir que es más conocida por sus coreografías que por sus medallas —explicó con una sonrisa triunfante pues, por fin, llegaban a un tema que dominaba al revés y al derecho—. Ella y su compañero, Graham Carter, forman parte de la nueva generación de grandes coreógrafos de este país. ¡Son asombrosos! Tienen unos solos que te mueres y, últimamente, se han dedicado a crear las coreografías para los dúos de programas como Dancing with the Stars. De hecho, fue así como Penny Haywood llegó a participar en la temporada 11. Ella era coreógrafa y luego la invitaron a participar como parte de un dueto. Si no me equivoco, participó junto a un futbolista, un tipo que jugaba para Hufflepuff. No estoy segura.

—¿Eso quiere decir que mi ex alumna es toda una celebridad?

—Probablemente… Al menos en este medio, sí.

¿Quién iba a decirlo? Su primer alumno celebridad y ni siquiera lo sabía.

"Damas y caballeros, bienvenidos a otra noche de competencia, aquí en la hermosa ciudad de Blackpool. Esta noche, contaremos con la participación de diversos bailarines de todas las partes del mundo pertenecientes a la categoría Adulto I y Adulto II. Continuando con lo establecido en la programación de la edición número 66 del Sequence Dance Festival, escucharemos el discurso de bienvenida del director de la Corporación de Competidores de Baile de Salón, el Sr. Mark Elsbury"

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Para que negarlo. La competencia estaba fuerte este año.

Si pensaba que los adolescentes y niños que participaron anoche eran impresionantes, los adultos que bailaban esta noche eran algo de otro mundo. ¡Tal vez de otra galaxia! Realmente no tenía idea de cómo era que los anotadores y jurados iban a evaluar cada performance. ¡Todas y cada una de las parejas lo hacía excelente! Eran precisos, rápidos, seguros, creativos, elegantes y, por supuesto, gráciles. Tenían todos los ingredientes necesarios para realizar una presentación perfecta.

Sin dudarlo, esto sería una verdadera masacre.

Se superaban unos a los otros, no daban tregua. Las parejas se movían rápido a lo largo de la pista, sin perder la elegancia en el intento, y buscaban a su víctima más cercana para interceptarlas y cerrarlas antes de que estas se dieran cuenta. Un solo descuido, un mal giro o una mala elección de pasos podría costarte la victoria. Algo le decía que esto se iba a definir por décimas pues todas las parejas lo hacían impecable.

Y eso que solo estaban viendo la categoría Adulto I por ahora. Aún faltaba ver el desempeño de los bailarines de la categoría Adulto II.

—¡Ahí está! —exclamó Hermione, señalando hacía el nuevo grupo de participantes que acababan de entrar por las puertas dobles.

La castaña conocía el protocolo de, prácticamente, todas las competencias de baile de salón pues no diferían en mucho. Todos debían cumplir con el mismo principio: Mantener la elegancia y la etiqueta. Siguiendo ese principio, la presentación de los participantes era el momento más importante de la competencia, siendo únicamente superado por la ceremonia de premiación.

Uno por uno los participantes fueron ingresando después de que el maestro de ceremonias anunciara su número y sus nombres. Iban tomados de la mano, con las espaldas rectas, los cuellos erguidos y las sonrisas grandes que disipaban todo rastro de nerviosismo y miedo que pudiera ponerlos en evidencia ante el jurado y los anotadores. Las parejas se ubicaban en medio de la pista de baile, hacían una reverencia al jurado, luego otra al público. La bailarina de turno daba una vuelta completa para exponer su vestido, el cual casi siempre era una obra de arte, y su compañero se encargaba de exhibirla al público.

Ya podía escuchar la voz de la profesora McGonagall repitiéndole su lección del día: "Usted es el marco y ella, el cuadro".

"Damas y caballeros, un fuerte aplauso para nuestra siguiente dupla, la pareja número 531, conformada por Graham Carter y Penny Haywood, ambos representando al Reino Unido"

—¡Mira su vestido! —señaló al ver a la rubia dar una vuelta en medio del Empress Salon siempre con la ayuda de su compañero, el Sr. Carter—. Se ve hermosa. ¡Me encanta!

La encantadora Penny Haywood portaba un delicado vestido amarillo que daba la impresión de estar inspirado casi por completo en aquellos clásicos vestidos de los años 20's. Tenía unos tirantes gruesos, sin mangas, transparencias con pedrería en el cuello, así como también el busto y falda. Se ceñía un poco en la cintura para crear dimensiones mientras que la falda era un poco más holgada, le llegaba hasta las rodillas y tenía muchas capas para crear la sensación de movimiento. Tenía muchos detalles en negro, como las flores bordadas y el dobladillo de la falda. Para completar todo, estaban las joyas de perlas que portaba en el cuello junto a un bonito broche de plumas negras en su cabeza, colocado exactamente encima de la base de su moño.

Muy vintage, pensó Hermione mientras aplaudía.

—¿Y quién es él? —preguntó el profesor terminando de aplaudir pues la siguiente pareja había tomado el lugar que ocupaban su ex alumna y su compañero— El hombre que está al lado de Haywood. ¿Sabes quién es?

Hermione buscó con la mirada al compañero de la mencionada bailarina. Encontró a un hombre alto y de contextura delgada. Tenía unas piernas fuertes y una cintura un tanto estrecha lo cual hacía que su traje de gala resaltará más en su figura esbelta, como si hubiese sido dibujado por un artista de animación. Tenía el cabello negro corto y ensortijado y la piel oscura cual la canela. Su rostro tenía facciones delicadas y debía confesar que lo encontraba muy atractivo.

Ambos se veían muy bien juntos.

—Es Graham Carter —respondió como si fuese lo más obvio del mundo.

—Ya sé que es Graham Carter, el presentador lo acaba de anunciar —respondió sarcástico, llevándose una mano a la frente—. Me refería a que quién es Graham Carter, qué hace por la vida, cuánto tiempo lleva bailando con Haywood.

—Tranquilo, "profesor" —se burló, observándolo de reojo—¿Por qué piensas que sé eso?

—¿Qué no eres tú la súper fan que sigue la carrera de todos muy de cerca? —respondió enarcando la ceja— Además, te sabes la vida de todos los que están aquí. Eres como Wikipedia.

Hermione río negando con la cabeza e hizo lo que mejor sabía hacer últimamente: narrar toda la carrera artística de todos los bailarines que se encontraban dentro del Empress Salon.

Graham Carter era un bailarín profesional de unos 30 años aproximadamente. Tal vez uno o dos años mayor que Penny. No conocía mucho de su trayectoria antes de que empezara a bailar con la rubia, pero el hombre tenía sus logros. Había leído en alguna parte que Graham había empezado muy joven dentro del mundo de la danza, pues, al igual que ella, practicaba ballet desde niño. Sin embargo, años más tarde, terminaría especializándose en el baile de salón. No era una figura muy conocida dentro del medio pues no había participado en muchas competencias antes de Penny. Fue a partir de que ambos se anunciaron su colaboración como pareja en las pistas de baile que Graham Carter había entrado en el radar de Hermione.

—Llevan bailando juntos como unos... ¿unos seis o siete años? Sí, creo que unos seis años más o menos.

—¿Y supongo que también es coreógrafo como Haywood?

—Pues sí. Sé que ha creado dos o tres coreografías para Dancing with the Stars, pero él se desenvuelve más en teatros cuando no está en competencia —comentó haciendo memoria—. Hace teatro musical, todo lo relacionado con los elencos de baile. Leí que quiere abrir una escuela para formar bailarines de teatro musical o algo así, no estoy muy segura.

—Hmmm... Ya veo —murmuró sin apartar la mirada oscura del tal Graham.

Hermione lo observaba curiosa y alternaba su mirada entre el bailarín y su acompañante. ¿Y ahora qué le pasaba a este? ¿Qué mosca le había picado?

—Espero que el Sr. Carter sea lo suficientemente bueno como para seguirle el paso a Haywood —susurró cruzándose de brazos—. Odiaría que mi alumna no pasara a la final por su culpa.

Ah, así que era eso, pensó divertida.

A veces, puedes descubrir que tu pareja tiene instinto paterno cuando menos te lo esperas.

—Graham Carter es un gran bailarín, Severus. Ese hombre es capaz de hacer saltos y piruetas mientras baila. Tiene una amplia formación en tap, ballet y jazz por lo mismo que hace teatro —defendió la castaña, mirando en dirección al sonriente Graham—. Créeme, si alguien en este salón está más preparado que los otros, es él.

—Lo creeré cuando lo vea, Granger.

Hermione río.

Por alguna razón, Snape le hacía recordar a su papá. Él actuó exactamente igual cuando Ron se convirtió en su pareja de baile. Pensaba que ella era superior en todos los sentidos y que Ron sólo la limitaría pues no tenía la misma formación que ella.

Supuso que era una reacción típica de todo padre que, a la vez, era entrenador.

"Damas y caballeros, damos inicio a la ronda de bailes de secuencia de la categoría Adulto II. Mediante sorteo, se conformarán tres grupos de siete parejas. Al finalizar la gala, el jurado escogerá a los futuros siete finalistas que competirán mañana por el título... Maestro, por favor, cuando esté listo".

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

Al final, Severus Snape, el profesor de Química y ex profesor de Penny Haywood, tuvo que tragarse sus palabras pues la forma de bailar del Sr. Graham Carter lo dejó boquiabierto.

El hombre bailaba bien, al igual que todos, pero tenía carisma, lo que hacía que resaltara fácilmente de entre los demás. La frase "Mírame a mí y nada más que a mí" nunca había funcionado tan bien en una persona como en Graham Carter. Era gracioso, sonreía con naturalidad y tenía un par de ojos pardos muy expresivos. Habilidades probablemente adquiridas gracias a tantos años trabajando dentro de los teatros. Al mismo tiempo, tenía algo más que lo hacía sobresalir incluso por encima de su exalumna.

La técnica.

Al igual que Hermione, Graham Carter tenía una forma muy particular de bailar. Mientras que Hermione tenía la gracia de una prima ballerina y hacía pasos propios del ballet clásico, Graham Carter tenía movimientos un poco más fuertes, alegres y mucho más rápidos, propios de los bailes dentro de las obras musicales. Movía mucho los pies en complicadas piruetas y tenía las piernas tan trabajadas que parecía no ser capaz de cansarse pues se superaba a sí mismo en absolutamente todos los bailes de la categoría latino.

¡SAMBA!

Ça doit faire au moins mille fois que j'ai

compté mes doigts

Où t'es, papa, où t'es?Où t'es, papa, où t'es?Où t'es, papa, où t'es?

Où t'es, où t'es, où papa, où t'es?

Un grito entusiasta resonó dentro del salón en cuanto la siguiente canción comenzó a sonar.

La dupla conformada por la pareja 531, que hasta ahora se encontraba cara a cara con la mesa del jurado, se dio la vuelta con ambos brazos extendidos hacía la izquierda. Dieron cuatro pasos largos y rápidos hacia adelante, marcando el ritmo del tambor con sus caderas y cambiando de posición los brazos a medida que avanzaban. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, como si dibujaran un infinito con las manos. Graham y Penny hicieron una pose propia de este baile, exhibiéndose en todo su esplendor y, luego, se desplazaron de forma lateral, dando un giro que terminaría con la pierna izquierda sirviendo de soporte y la derecha, marcando el tiempo en secuencias de 1-1-3-1.

Hermione se quedó boquiabierta.

¡Era como si pudieran comunicarse por telepatía! ¡Qué coordinación!

—¡Bravo! —Snape aplaudió entusiasta cuando vio a su alumna rebotar dos veces sobre una misma pierna antes de iniciar con los pasos clásicos de la samba, seguida de cerca por su rápido y ágil compañero, ambos desplazándose hacia la izquierda sin dejar de mirar al público y a los anotadores sentado entre ellos—. Son asombrosos… Increíbles.

—¡Te lo dije! —canturreó la joven, aplaudiendo—. Son asombrosos… ¡Oh! Mira la pareja 492… ¡Wow!

—Nah... No son tan buenos como la 531.

Hermione negó con la cabeza, ocultando su sonrisa tras sus delicadas manos.

Sí, mientras siguiera actuando como un padre-entrenador, Snape seguiría pensando que Penny Haywood y su pareja eran los mejores.

A medida que iba avanzando la noche y, con ello, la competencia, Snape descubrió que, por más que considerara a su alumna y a su compañero como los bailarines más talentosos de la actual categoría, las otras 20 parejas tenían lo suyo. Los siguientes dos grupos tenían fuertes competidores. Cada uno con un mejor vestido, con mejores sonrisas, con pasos más rápidos, con cuellos más largos y con rostros más hermosos.

Los espectadores dentro del Empress Salon miraban atentos la competencia. Cada uno tenía tres o cuatro candidatos que, a su criterio, consideraban dignos de pasar a la final, incluso el propio profesor Snape tenía a cinco favoritos de entre los cuales, por supuesto, se encontraba la pareja Carter-Haywood. Aunque, si éramos honestos, era difícil deducir quienes serían los siete afortunados finalistas que se debatirían entre ellos mañana para obtener el título. ¡Todos eran muy buenos! Tal y como pensó al inicio de la gala, los ganadores se definirían por décimas.

Era una pena que no se pudiera apostar en este deporte, se lamentó Snape.

"VALS"

Ya con el cambio de vestuario apropiado, los bailarines de esta ronda se disputaban el último baile de esta noche: el vals inglés.

Graham Carter llevaba un esmoquin elegante de parajita blanca y frac con cola. Realmente no había mucho que detallar, todos los varones parecían usar el mismo traje. Los verdaderos protagonistas de la gran pasarela de moda de Blackpool eran los vestidos de las hermosas bailarinas que se deslizaban de un lado a otro por el brillante piso de madera.

El vestido que portaba Penny Haywood en esta ocasión era largo, entallado en el torso y suelto en la falda, exactamente a partir de las caderas. Tenía pliegues ondulantes de tul, como si fuesen los pétalos de una delicada flor; los hombros, descubiertos y las mangas, largas. Delicadas telas de amarillas con transparencia colgaban de sus muñecas, creando el suave efecto de una estela cada vez que la rubia movía los brazos. Para complementar todo, el vestido estaba adornado por lentejuelas y pedrería plateada, junto a una gargantilla gruesa de perlas plateadas en su fino cuello.

El pie de Snape se movía siguiendo el suave compás de la música. Le gustaba lo que veía. Coloridos vestidos girando con gracia en compañía de elegantes caballeros vestidos de etiqueta. Era como ver escena sacada de un cuento de hadas; posiblemente, de una película de época o, tal vez, de un cuadro antiguo colgado en un museo.

—¿Te diviertes? —preguntó la castaña sentada a su lado, sonriéndole con ternura.

Sus bonitos ojos miel brillaron frente a los oscuros de él. Eran preciosos. El corazón del profesor se vio envuelto en una cálida manta que lo protegía.

Le agradaba esta sensación.

Muchísimo —el pelinegro estiró su mano para alcanzar la de Hermione y entrelazar sus dedos con los suyos para llevárselos a los labios, donde depositó un casto beso sobre sus nudillos. Hermione ensanchó su sonrisa, mostrándole aquellos incisivos grandes, y recostó su cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos para sentir su presencia—. Te quiero.

Hermione sintió que el corazón se le acelerara al escuchar esas palabras. Una ligera corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo.

—Y yo a ti.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

—¿Crees que gane?

—Severus, ya te lo he dicho cien veces. Solo van a anunciar a los finalistas.

—No sé para qué hacen todo este circo. ¿Qué no pueden darle el trofeo y ya?

—¡Shhh...! ¡Ya van a decir los nombres!

Las 21 parejas se encontraban formadas en una sola fila mirando al público, dándole la espalda a la mesa del jurado. A excepción del maestro de ceremonias, no había ni una sola voz que interrumpiera este esperado momento. Severus Snape localizó rápidamente a Penny y a Graham. Se encontraban a la derecha, en medio de dos mujeres con vestidos en tonos rojizos, sujetados de la mano con fuerza. Snape entrecerró los ojos para ver mejor la expresión en el rostro de su exalumna. La pobre mujer apenas parecía estar respirando, estaba tan ansiosa que estaba conteniendo el aliento.

"El jurado ya ha tomado una decisión. Las parejas que nombre a continuación darán un paso al frente y pasaran a convertirse oficialmente en los nuevos finalistas de la categoría Adulto II del Sequence Dance Festival de este año… Comencemos"

"La primera pareja finalista de esta noche es… ¡La pareja 352! Dmitry Grigorovich y Yekaterina Vaganova. ¡RUSIA!"

La pareja mencionada, un hombre alto de oscura cabellera negra y una mujer de mirada fuerte y cabello castaño, levantaron sus cabezas a la sola mención de sus nombres. Grandes sonrisas triunfantes adornaban sus rostros pálidos. El ruso levantó su mano y su compañera puso su mano sobre esta y ambos se desplazaron con elegancia hacia adelante, agradeciendo al público y al jurado con una reverencia.

"Los siguientes finalistas son… ¡La pareja 539! Desmond Murphy y Nicole Miller. ¡ESTADOS UNIDOS!"

Y así siguieron durante, más o menos, casi un cuarto de hora.

El protocolo era el mismo para todos los finalistas: el maestro de ceremonias anunciaba sus números, nombres y país luego de una larga pausa dramática y los mencionados daban tres pasos al frente para diferenciarse de entre los demás. Severus Snape se removía incomodo sobre su asiento. Consideraba una agonía cada vez que el hombre con el micrófono abría la boca para anunciar a la siguiente pareja finalistas. Ya habían pasado dos rusas, una estadounidense, una china, una británica y todavía no mencionaban el nombre de su alumna.

—Pero ¡qué está pasando! —exclamó ansioso, moviendo su pierna derecha de manera inconsciente— Solo faltan dos y todavía no la han llamado.

—Tranquilo. Todavía quedan dos.

—Pero, no entiendo. ¡Lo hizo excelente! Debieron llamarla primera o segunda… si quieres cuarta, pero… pero ¿última? —el hombre dejó escapar un suspiro frustrado. Por primera vez en su vida, Hermione veía sus cejas curvadas hacia arriba en una mueca de genuina preocupación— Cuando concursabas, ¿pasaba lo mismo? ¿En qué puesto te solían llamar?

—Eh... Es mejor no decirlo —contestó mientras aplaudía pues acababan de nombrar a los siguientes finalistas.

Generalmente, solían llamarla como tercera o cuarta, pero jamás como última.

La joven Haywood aún sostenía la mano de su pareja con fuerza y Graham tenía los ojos cerrados con la cabeza gacha. Como bailarín profesional, uno sabe cuándo tiene posibilidades de ganar o no. Los años de experiencia te dicen cuándo vas a ganar y cuando vas a perder. Raras veces hay sorpresas. Hermione paseó su mirada por el resto de parejas, los 14 restantes. Todas parecían estar rezando para ocupar aquel último lugar.

—Severus... —susurró en voz baja, algo apenada por lo que estaba a punto de decir. El profesor no quiso voltear a verla, pues sus ojos oscuros seguían fijos en la pareja Carter-Haywood—. A veces, existe la posibilidad de que…—

—Shhh… Va a anunciar otro nombre.

"La última pareja que pasará a la gran final de mañana es…"

La espera nunca fue tan angustiante.

"… ¡La pareja número 531! Graham Carter y Penny Haywood. ¡REINO UNIDO!

Penny Haywood se cubrió la boca con una mano y Graham Carter exclamó un silencioso "¡Sí!" mientras apretaba su mano libre. Snape se puso de pie y aplaudió y vitoreó todo el tiempo que le tomó a la pareja 531 caminar al frente y dar su respectiva reverencia. Hermione suspiró, aliviada.

"Estos son todos los finalistas que se disputarán mañana el título de campeones internacionales Sequence Dance Festival 2016. Felicidades a los finalistas y un fuerte aplauso para el resto de nuestros participantes. ¡Lo hicieron asombrosos, señores! ¡Muchas gracias por su participación!"

Hermione dejó escapar otro fuerte suspiro de alivio y se llevó una mano al corazón para calmar sus latidos.

Eso estuvo cerca.

Giró su cabeza para ver a Snape aplaudiendo entusiasta al igual que el resto de personas que llenaban el Empress Salon, todos de pie, rindiendo homenaje a los siete triunfantes bailarines. Hermione se puso en pie justo en el momento exacto en el que los finalistas hacían su reverencia final. Vio con orgullo como Penny Haywood se abalanzaba sobre su compañero para darle un fuerte abrazo, rompiendo el protocolo que, se suponía, todos debían mantener. Sin embargo, en circunstancias como esta, daba igual. Solo necesitaban que uno de los participantes lo olvidara para que el resto lo imitara.

Desde la distancia, Penny Haywood lanzaba besos en dirección a sus nuevos invitados.

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Después de haber quedado como una de las siete finalistas de la temporada, la pareja Carter-Haywood fue llevada junto a sus demás colegas hacia una sala aledaña al Empress Salon para una pequeña rueda de prensa organizada por la British Dance Council y las revistas y portales web relacionadas con el mundo del baile. Supuso que todo ese protocolo llevaría un buen tiempo, por lo que Snape llevó a Hermione al lugar vacío más cercano que encontró pues no quería perderla por tercera vez en medio de aquel descontrolado mar de gente.

—¡ESO FUE ASOMBROSO! —exclamó el profesor recostado en la pared, mirando a la gente pasar—. Pensaba que lo que vi aquella vez en el Royal Albert fue asombroso, pero esto… No tengo palabras —susurró para sí mismo. Hermione dibujó una tierna sonrisa en sus labios—. Sabes, esto me está gustando. Creo que tengo que ir a más concursos… ¿Todos son así?

—Más o menos, sí —rio—. Hay algunos mejores que otros, pero ya los irás descubriendo con el tiempo. Aún eres un virgen en todo esto.

Snape agachó la cabeza, mostrando una tímida sonrisa.

—Tal vez podamos ir a más eventos así juntos en el futuro —comentó girando su cabeza para mirar a la castaña a los ojos.

Hermione se sonrojó y asintió—. Tal vez.

—¿El concurso de academias de Londres es más o menos así? —preguntó cambiando de tema— ¿O nada que ver?

—No lo sé. Nunca he estado en el Syllabus de Escuelas de Londres antes, así que también será mi primera vez… Será la primera vez para ambos —añadió codeándolo con burla. Snape negó con la cabeza, siguiéndole la corriente—. Me alegra que ya estés pensando en el concurso. Siempre participarás, ¿verdad? La profesora McGonagall estará encantada de tenerte otra vez en el equipo y ni hablar de los chicos… Luna siempre dijo que volverías. Tal vez no estaba tan loca como pensé.

—¿Creías que no iba a volver? —preguntó frunciendo el ceño.

—Hmmm… Tenía mis dudas al inicio, pero ya no. Estás aquí… conmigo… los dos.

La pequeña mano tímida de Hermione se deslizó por la pared hasta llegar a la de Severus, la cual ocultaba detrás de su espalda. Ambos entrelazaron sus dedos y Hermione dio un paso al costado, acercándose para apoyar su cabeza en su hombro. Snape inclinó su cabeza y besó el cabello de su acompañante, aspirando su suave aroma.

—¿Severus?

—¿Sí?

La muchacha humedeció sus labios y levantó la cabeza— ¿Puedo besarte?

El profesor frunció el ceño, extrañado.

—Nunca antes me habías pedido permiso. ¿Por qué ahora?

—No lo sé —contestó encogiéndose de hombros—. Esta vez, sentí la necesidad de pedirlo.

Snape sonrió de lado y se inclinó sobre ella dispuesto a plantar ese beso sobre sus carnosos labios— Ven aquí.

Sus labios eran tan dulces que, por un momento, Snape olvidó por completo que se encontraban en un lugar público. Hermione Granger tenía un efecto mágico en él pues, por su culpa, había traicionado todos los principios y reglas que mantenían su ordenada vida ¡ordenada! Cuando estaba con ella, cuando la tenía entre sus brazos, cuando la besaba, todo lo demás dejaba de existir. Él no era una persona que se sintiera cómoda demostrando su afecto efusivamente y mucho menos, en público, pero, por alguna razón que su parte racional no lograba comprender, con Hermione todo era diferente.

Por fin, se sentía capaz de demostrar cuanto podía amar.

—Ejem… Ejem…

Un carraspeo molestó los hizo separarse bruscamente, cortando el momento "intimo" que "ambos" compartían. Al abrir los ojos, encontraron al Sr. Poe de pie frente a ellos, mirándolos con apatía y revisando su reloj, como si contabilizara los segundos perdidos.

—Eh… ¡Sr. Poe! —exclamó la castaña avergonzada, cubriéndose la boca con una mano. Snape le lanzó una mirada asesina que el coordinador ignoró por completo—. Eh… ¿Lo podemos ayudar?

—A decir verdad, sí, Miss Granger —respondió evitando mirarlos a los ojos. Si no fuera porque Hermione creía conocer bien al Sr. Poe, se atrevería a decir que se veía avergonzado también—. Miss Haywood los está esperando en el área para bailarines. Les sugiero que aprovechen bien su tiempo esta vez. Como ya sabe, Miss Granger, tenemos un protocolo que seguir.

—Sí, Sr. Poe. Lo siento, Sr. Poe —se disculpó la joven por los dos dado que Snape no se encontraba de humor para disculparse de nada con nadie.

—Síganme por aquí, por favor.

En silencio, los tres adultos se encaminaron rumbo a la zona reservada para todos los bailarines y sus asistentes. El Sr. Poe no los quiso acompañarlos por mucho tiempo pues, en cuanto visualizaron a Penny Haywood, el hombre de elegante traje se dio la media vuelta y se fue lejos de ahí, revisando frenéticamente lo siguiente que tenía qué hacer en su lista de pendientes guardada en su portapapeles.

—¡Profesor! ¡Aquí! —gritó Penny, agitando la mano enérgica.

La pareja avanzó hacia ella con paso seguro… Bueno, él sí. Hermione no. Otra vez volvía a ponerse nerviosa por la sola presencia de su nueva ídola junto a ella.

—Felicitaciones, Haywood —saludó el profesor dándole unas palmaditas en su espalda—. Lo hiciste asombroso.

—¡Sí, Penny! ¡Estuviste asombrosa! —chilló la castaña, haciendo reír a la mencionada— ¡Me fascinaste!

—Oh, gracias. Estuve tan nerviosa. ¡Pensé que no me iban a llamar nunca!

—Hubiesen sido unos idiotas si no te hubiesen elegido, Haywood. Lo hiciste fantástico. Fuiste la mejor.

—Oh, me halaga, profesor. ¡Oh! ¡Cierto! Quería presentarles a alguien. ¡Graham! —llamó dándose la vuelta, buscando con la mirada a un grupito de bailarines hablando más allá— ¡Graham!

¡Ay, por Dios!, pensó Hermione. ¡Voy a conocer a Graham Carter!

Su mano apretó la de Snape con fuerza pues sentía que se iba a desmayar en cualquier momento.

Uno de los bailarines se giró ante el llamado de su compañera. Los ojos pardos de Graham Carter brillaron bajo la luz amarilla del pasillo. El séptimo finalista dejo a sus amigos y avanzó hacia ellos, sus largas piernas y postura erguida creaban la ilusión de que estaba bailando aun cuando no fuera así. Hermione notó que su cabello negro era más rizado de lo que pensaba. Se atrevería a decir que era más rizado que el de ella cuando no lo planchaba. Le gustaba su corte. También notó que tenía un rostro de finas facciones, una nariz promedio, labios gruesos y largas cejas negras. Tenía una barba corta y muy bien cuidada, como si recién acabara de salir del barbero.

¡Wow!, pensó mientras lo veía acercarse en cámara lenta. Realmente era atractivo. Sin duda, las fotos en internet no le hacían justicia. No sabía si era porque lo admiraba o porque era "famoso", pero Graham Carter se veía más atractivo de cerca que de lejos.

—Graham, ven, te quiero presentar a alguien —dijo Penny al recibirlo—. Son los amigos de los que te hablé. Ellos son el profesor Snape y Hermione Granger.

—Mucho gusto, Sr. Snape —saludó extendiendo su mano para darle un firme apretón que Snape correspondió con la misma intensidad—. Penny me ha hablado muchísimo de usted.

—Es un placer, Sr. Carter. Déjeme felicitarlo por esa gran presentación. Estuvo fantástico.

—Gracias, señor.

—Y ella, Graham, es Hermione Granger, una buena amiga del profesor.

Probablemente, Hermione hubiese cuestionado ese "buena amiga" si se encontrara en las capacidades para hacerlo, pero ahora mismo se encontraba demasiado ocupada entrando en un ataque de pánico pues el moreno acababa de estirar su mano hacia ella a modo de saludo.

¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!

—Hola, Hermione, mucho gusto. Yo soy…—

—¡Graham Carter! —chilló tomando su mano extendida entre las suyas.

Los tres adultos abrieron los ojos sorprendidos ante aquella inesperada reacción. Penny tuvo que morderse el labio inferior para contener su propia risa. Snape se cubrió el rostro con una de sus manos y rogó en silencio para que el bailarín de teatro no tomara a mal la imprudente y vergonzosa reacción de su Hermione, su fan. El moreno apretó los labios y sonrió algo incómodo, sacudiendo su mano el tiempo suficiente para que sea considerado "apropiado" antes de retirarla.

—Eh… ¿Nos conocemos?

—No —respondió la castaña, sonriendo y sin ser capaz de apartar la mirada de sus ojos pardos.

—Mi querida Miss Granger, Sr. Carter, es una gran admiradora de su trabajo —intentó salvar el profesor, pero Hermione no hacía nada más que hundirse a sí misma— Y, obviamente, está muy emocionada por conocerlo.

—Sí… Algo así me comentó Penny —murmuró, apartándose para quedar tras la seguridad de su compañera rubia—. Al menos agradezco que me reconozca por mi nombre, Miss Granger. Desde que Hamilton llegó a West End, la mayoría de personas que me saludan por la calle me confunden con Austin Scott —bromeó aligerando el ambiente—. La verdad es que yo no encuentro el parecido.

Hermione soltó una risita nerviosa pues no tenía ni la menor idea de a qué se estaba refiriendo el bailarín. Su cerebro estaba apagado. Solo había un pensamiento rondando en su cabeza y era: "¡Graham Carter me está hablando!".

—Eh, Graham —Penny Haywood se aventuró a romper el extraño silencio que Hermione había provocado sin darse cuenta—. El profesor Snape me comentó que Hermione es bailarina de ballroom, también. ¡Es una colega nuestra! —anunció alegremente, con aquella voz cantarina tan propia de ella—. ¡Qué coincidencia! ¿No?

—Oh, ¿es eso cierto, Miss Granger? —preguntó cortésmente, abriendo esos bonitos ojos pardos que tenía. Hermione asintió lentamente con la cabeza, incapaz de emitir un sonido—. Qué bueno. ¿Hace cuánto tiempo iniciaste? ¿Lo haces por hobby o tienes pensado aspirar a algo más profesional?

Todos esperaron la respuesta de la castaña, pero Hermione estaba en órbita.

—¿Se congeló o qué? —preguntó.

Snape cerró los ojos con pesar. Alguien tenía que salvarla o solo lograría avergonzarse más.

—De hecho, Sr. Carter, Miss Granger es toda una bailarina profesional —comenzó el profesor, adueñándose con seguridad de la conversación, dándole el tiempo necesario a Hermione para que regresara de la luna—. Hizo su debut profesional a los 14 años y fue campeona nacional a sus 16. Realmente es muy talentosa y diestra al bailar. De hecho, ha participado aquí en Blackpool hace un par de años —añadió orgulloso, posando una mano sobre el hombro de su pareja, presumiéndola a más no poder—. Llegó a la final al igual que ustedes.

Graham abrió los ojos sorprendido. Estaba claro que él no había esperado eso de ella.

Penny escondía su sonrisa disimuladamente. Tal vez debió preparar a su dupla para esta conversación.

Hermione poco a poco regresaba a la realidad pues la mención de su participación en Blackpool por parte de su pareja le cayó como un balde de agua fría.

—Vaya, me alegra oír eso, Hermione —contestó unos segundos después, saliendo de su sorpresa—. Felicidades. De seguro eres una gran bailarina. ¿En qué año participaste? Nosotros venimos al concurso seguido, pero no recuerdo haberte visto antes.

Justo en ese momento, Hermione Granger volvió en sí. Se había quedado helada. No quería responder. No quería contar un hecho tan trágico y vergonzoso de su vida delante de sus ídolos —a quienes, de paso, acababa de conocer—. No quería proyectar esa imagen de chica sufrida y lastimada, no quería que le colgaran esa etiqueta de "víctima" en la frente.

No lo tomen a mal. Graham no había dicho eso con una mala intención. Él era ajeno a todo lo que había pasado entre la pista de baile del Empress Salon y Hermione. Lastimablemente, su elección de palabras no fue la mejor en ese momento.

Hermione se giró en dirección a Snape para pedirle con la mirada que la salvara una vez más, pero Penny Haywood fue más rápida que los dos y comprendió la situación al instante.

—No seas mentiroso, Graham. Esta es nuestra primera vez aquí —interrumpió posando una de sus delicadas manos sobre su hombro—. Es nuestro primer Blackpool, profesor. ¿Puede creerlo? Estamos muy agradecidos de haber sido invitados.

Hermione observó a Penny, agradecida.

—O sea, sí, es nuestro primer Blackpool como participantes y estamos muy agradecidos que la federación haya pensado en nosotros para darnos un cupo, pero a lo que me refiero es que hemos venido en anteriores ocasiones solo como espectadores—explicó son una sonrisa—. Usualmente venimos en grupo con otros amigos.

—Sí, usualmente, aunque no siempre venimos a este concurso, variamos de acuerdo al año y temporada. A veces yo trabajo, a veces él está en funciones. Es complicado —complemento la rubia—. En fin, el profesor Snape me contaba que Hermione ahora está en un descanso por cuestiones de trabajo y, pues, se animaron a venir a vernos. ¡Me contacté con mi profesor después de años! ¿No es así, profesor?

—Así es, Haywood. Fue toda una sorpresa cuando descubrí que mi alumna, una futura gran científica, se encontraba bailando en Blackpool —contestó siguiéndole la conversación, alejando más y más el anterior tema de la superficie—. ¿Cómo es que pasó eso? Tiene mucho que contarme, Haywood.

—Y no soy la única, profesor —respondió juguetona, sonriendo y contagiando su buen humor a todos—. Usted me tiene que contar cómo es que ahora está dentro de este mundo de ballroom. Graham, el profesor Snape odiaba hacer cualquier actividad física o al aire libre. He estado en cada fiesta que organizaba el colegio y jamás lo he visto bailar en ninguna. ¡Ni siquiera conmigo! ¡¿Puedes creerlo?! Y ahora me entero que mi ex profesor de Química está aquí, es amigo de bailarines profesionales y que, incluso, está aprendiendo a bailar.

—¡Wow! ¿En serio, Sr. Snape? —preguntó Graham, aparentemente, olvidando el tema anterior.

—¡Sí! —volvió a chillar la rubia, haciendo sonreír al profesor—. Es que, si no me lo hubiese dicho él mismo, yo jamás lo habría creído. Ay, Graham, si lo hubieses conocido como yo lo conozco, estarías igual o incluso más sorprendido que yo. Es que es casi imposible de creer —las mejillas de la rubia estaban sonrojadas debido a todo el movimiento que estaba realizando al intentar acompañar sus palabras con ademanes—. ¿A quién le debo este milagro, profesor? ¡¿A quién?! ¿O es que fue por iniciativa propia?

Hermione, quien hasta ahora se había mantenido en silencio, completamente ajena a la conversación, sintió como la mano cálida del profesor se posaba en su espalda, justo encima de sus omoplatos. La castaña elevó su cabeza y observó asustada a su pareja. ¿Qué planeaba hacer? Snape la empujó un poco hacia adelante, poniéndola a la vista de los bailarines y, a la vez, introduciéndola a la conversación. Esta vez, de manera correcta.

—De hecho, Miss Granger fue una de las causantes de que yo este explorando este mundo nuevo y extraño del bailes y concursos, Haywood —comentó despacio, sin quitarle su apoyo a la menor—. Ella ha sido como mi guía "espiritual" en todo esto.

—¿Su maestro Yoda? —bromeó.

—Algo así.

—Entonces, debo este reencuentro a ti, Hermione —se dirigió a la castaña, sonriéndole con ternura—. Muchas gracias, linda. Este ha sido un regalo hermoso. Créeme, me has hecho recordar unos tiempos… ¡Uff! —rio.

—¿En serio? —preguntó ilusionada, relajándose ligeramente.

—¡Por supuesto que sí, linda! —Penny estiró su mano para tomar la suya y apretarla con dulzura— Sin saberlo, me has dado un maravilloso regalo. El profesor Snape es una persona muy importante para mí, ha sido mi mentor y como casi como un padre, y el que lo hayas introducido dentro de todo esto ha hecho que, sin querer, nos reencontráramos. Te lo agradezco muchísimo.

Hermione recuperó su sonrisa después de eso. Agradecía tener a Penny ahí con ella. Era mucho más amable de lo que se hubiese imaginado. Se oía sincera y le creyó todas y cada una de sus palabras. Una bonita sensación recorrió su cuerpo. Sentía que estaba hablando con un ser de luz maravilloso que la trataba con tanta familiaridad, haciéndola parte no solo de la conversación, sino que del grupo. La descripción de Snape se quedaba corta en comparación a todo lo que estaba viendo. ¡Penny era más maravillosa de lo que creía!

La admiraba tanto…

—De hecho, Severus, digo, el profesor Snape —se corrigió a sí misma. Snape frunció el ceño. ¿Por qué le dijo "profesor Snape"? Ella jamás lo había llamado así. Hermione se mostró casi tan asombrada como él por sus propias palabras. No sabía qué estaba diciendo—. El Sr. Snape, él, eh, él…—

¡Qué mal momento para tener un calambre cerebral!

—Miss Granger enseña en la academia de baile en la que estoy inscrito. Como te comenté, es la aprendiz de la maestra, la profesora McGonagall, y prácticamente es quien me ha estado dando clases todo este tiempo —retomó Snape, cerrando la idea y salvándola una vez más. Dirigió su mirada oscura hacia ella y añadió—. Todo lo que sé sobre esto se lo debo a ella.

Hermione no pudo evitar sonrojarse mientras susurraba un pequeño y casi imperceptible "gracias".

—¿Es eso cierto, Hermione? —preguntó Penny, trayéndola de regreso a la realidad.

—Eh… El Sr. Snape me está dando más mérito de lo que en realidad me merezco. Él ha trabajado muy duro desde que está en la academia —logró articular sin titubear. Snape la animó dándole un par de palmaditas en su espalda—. Llegó en marzo y ha demostrado un gran avance a lo largo de estos meses. Al principio, no era capaz de coordinar brazos y piernas. De hecho, me ha pisado los pies más veces de las que puedo recordar —rio. Su broma fue muy bien aceptada por parte de sus interlocutores, lo que la animó aún más a seguir hablando—. Pero ha logrado un espectacular avance. Deberían verlo bailar el vals vienés, es su especialidad.

—Ah, ¿sí?

—Sí, Miss Haywood, digo, Penny —contestó girándose a ver a un impasible Snape junto a ella. No obstante, ambas mujeres lo conocían tan bien como para saber que el pelinegro tenía las orejas rojas de vergüenza—. Estoy muy orgullosa de su progreso… ¡Las dos! La profesora McGonagall y yo estamos muy orgullosas de su progreso. Tanto así que hemos pensado en inscribirlo en el Syllabus de Escuelas de Londres junto con nuestros demás estudiantes.

—¡No puede ser! ¡¿En serio?! —chilló acercándose a la castaña. Sus ojos celestes brillaban emocionados y su mirada alternaba de ella a su ex profesor— ¿De verdad, profesor Snape? ¿En serio participara en el Syllabus de Escuelas de Londres?

—Bueno, aún no me ha dicho que sí —confesó la castaña, sonrojándose.

—Aún no he aceptado, Haywood.

—¡Tiene que aceptar, profesor! —exclamó emocionada, captando momentáneamente la atención de todos los presentes dentro del área de bailarines— ¿Por qué no me dijo eso antes? Ahora sí tenemos mucho de qué hablar. Hermione, tienes que contarme todos los detalles de este syllabus porque tenemos que preparar al profesor para que participe —la rubia se puso en medio de sus invitados y los rodeo con ambos brazos por el cuello. Graham Carter solo veía divertido la escena—. ¡Wow! ¡No puedo creerlo! ¡Esto será épico!

Snape no pudo evitar pensar si fue una mala idea permitirle a Hermione revelar esos detalles.

—¡Miss Haywood! ¡Mr. Carter! —llamó una voz detrás de ellos, haciéndolos girar.

Aproximándose a ellos se encontraba, una vez más, el Sr. Poe con su perfecto cabello oscuro peinado hacia atrás y su portapapeles en la mano. Snape rodó los ojos al verlo. Últimamente se estaba convirtiendo en una costumbre ser interrumpidos por ese señor y, para ser honestos, ya se estaba cansando un poco de eso.

—Aquí están —exclamó cuando llegó a ellos. Enarcó una ceja cuando notó la presencia de Hermione y Snape. Era claro que lo descolocada un poco verlos ahí—. Miss Granger, Sr. Snape, vaya sorpresa. No esperaba verlos aquí.

—Pero si usted mismo... —estuvo a punto de interrumpir Hermione, pero el Sr. Poe la interrumpió a ella.

—Me refiero aquí, en esta zona. Esta área está restringida, es para el uso exclusivo de los bailarines que compitieron el día de hoy.

—Oh, lo siento, Sr. Poe, me temo que esto es mi culpa —se excusó la finalista del Sequence Dance Festival—. Olvidé lo que me dijo de llevarlos a otra área cuando nos encontráramos. Perdóneme.

El Sr. Poe dejó escapar un suspiro largo y cansado y se llevó la mano a la cabeza para arreglarse aquel mechón de pelo que se había salido de su lugar. Snape pensó que se veía exactamente igual a cuando llegó. Observó su rostro agotado y postura tensa. Se veía exhausto. Ser coordinador de un evento tan grande no era un trabajo fácil, mucho menos cuando tenía que preocuparse de asuntos totalmente ajenos al concurso como ellos.

—¿Nos buscaba, Sr. Poe? —preguntó Graham, volviendo al tema.

—Eh, sí, de hecho, sí —respondió recuperando su compostura—. La cena para los concursantes de esta noche se llevará a cabo en la entrada del complejo, en el Spanish Hall. Estoy escoltando al último grupo. El banquete iniciará en unos minutos y necesito que ustedes dos estén ahí ya. Necesito ubicarlos en la mesa de los finalistas.

Puede que no fuera muy obvio debido a su tono de voz pretencioso y calmo, pero Snape entendió ese "ya" como un intento directo del Sr. Poe para informarle que YA era momento de retirarse e irse a casa. Tal vez, el Sr. Poe era demasiado educado como para pedirlo en voz alta. Supuso que tenía razón. Ellos no deberían estar ahí, solo estaban complicando aún más su estresante trabajo al estar reteniendo a los nuevos finalistas en lugar de permitirles cumplir sus obligaciones para con el comité organizador de esta gala.

—Bueno, fue un gusto verte, Haywood —anunció el profesor para alivio del Sr. Poe—. Nosotros ya nos vamos. Los dejamos para que disfruten su noche.

—Ay, profesor, pero todavía no hemos...—se quejó la Haywood, mas se vio interrumpida por el Sr. Poe y su siempre presente reloj.

—Miss Haywood, los están esperando en el salón principal.

Snape dio un golpecito en el hombro de su acompañante para indicarle que también se despidiera. Algo triste por tener que irse, Hermione se acercó a Penny Haywood para abrazarla por última vez.

—Adiós, Penny. Fue un enorme honor conocerte —dijo sujetándola de ambas manos. Sus ojos miel brillaban llenos de devoción—. Eres una persona maravillosa y muy talentosa. Gracias por invitarnos.

—¡Ay! Ni lo menciones, linda. Para mí también fue un placer. Es una pena que no hayamos podido hablar tanto como me hubiese gustado —lamentó la ojiceleste.

—De seguro habrá otra ocasión —ánimo Graham, apoyando su mano en el hombro de su pareja—. Bueno, no hagamos esperar más tiempo a los demás. Debemos irnos, Penny.

—Mr. Carter tiene razón, Miss Haywood. Por favor, si fueran tan amables de seguirme...

Resignada, la rubia se acercó lentamente a su ex profesor y abrió ambos brazos para envolverlo en un fuerte abrazo de despedida. Snape correspondió el gesto y cerró los ojos disfrutando el momento. La última vez que se habían abrazado de esa forma fue cuando ella se graduó del colegio y pensó que jamás volvería a verlo. Tal vez era un abrazo un poco más largo de lo apropiado, pero no le molestaba en lo absoluto.

Era como despedirse de alguno de sus sobrinos, como si se despidiera de Draco...

O de una hija.

Por su parte, Penny sentía cierta presión dentro de su pecho. Todo había pasado tan rápido y tenía sentimientos encontrados por este lindo reencuentro, casi como de película. Le hubiese gustado que durara más. Tenía mucho que contarle al profesor Snape, quería compartirle sus más recientes logros. Al mismo tiempo, sentía curiosidad. Era humana y, por sobre todas las cosas, era una científica. La curiosidad era algo innato en ella. Penny Haywood sentía curiosidad por saber quién era Hermione Granger, la joven bailarina que acompañaba a su profesor.

De acuerdo con los pocos correos que había intercambiado con su ex tutor, sabía que Hermione había sufrido un terrible accidente ahí mismo, en Blackpool. No conocía exactamente todos los detalles, pero se imaginaba que debió ser una experiencia sumamente horrible como para considerar dejar de bailar permanentemente. Tal vez por eso el profesor le había perdido tan fervientemente que hablara con ella para darle consejo: porque sabía que, si alguien podía ayudar a un bailarín, era otro bailarín.

Hermione se veía como una buena chica. Apenas la había conocido hace tan solo un par de horas y, aunque no habían conversado tanto como para sacarle más información, le agradaba.

Eso sí, debía admitir que le daba algo de miedo conocer a alguien que, aparentemente, conocía más de su vida que ella misma.

—Mucha suerte mañana, vendremos a verte.

—Gracias, profesor.

Graham Carter, su compañero, posó su mano sobre su hombro. Era momento de irse.

Ojalá hubiesen tenido más tiempo.

—Por aquí, Miss Haywood.

Ambos bailarines siguieron al Sr. Poe en silencio. La hermosa falda del vestido amarillo de Penny ondeaba con cada paso que daba. Ya estaban punto de desaparecer del pasillo cuando la joven se detuvo y se dio la vuelta, buscando con la mirada una vez más a su profesor y a su joven acompañante. La joven volvió sobre sus pasos, provocándole un ataque de nervios al coordinador del evento que venía tras ella, persiguiéndola otra vez.

—Profesor, Hermione, quería saber… ¿Ya han cenado?

Qué extraña pregunta, se dijo Hermione.

—Eh, no. Pensábamos cenar en el hotel.

—¿Por qué no cenan conmigo y con Graham en la gala? —invitó ilusionada—. Vamos, será divertido. Y así podremos hablar de esto del concurso que me ha dejado muy curiosa. Necesito detalles.

—Eh, Haywood, yo…—

—¡Por supuesto! —interrumpió Hermione, completamente ilusionada por volver a entrar a una gala y compartir la mesa con dos grandes bailarines como lo era la pareja Carter-Haywood— Digo, nos encantaría.

¡Voy a comer con Penny Haywood!, chilló su subconsciente, entrando en un ataque epiléptico.

—Miss Haywood, ¡Miss Haywood! —llamó el Sr. Poe llegando hasta donde ellos. El hombre se veía demasiado estresado, incluso su cabello siempre perfecto se veía un tanto desarreglado y, ahora sí, era notorio. Trataba de mantener su sonrisa ensayada, pero podía ver su ojo derecho saltando de manera errática en su cara. ¡El Sr. Poe estaba por colapsar!— Miss Haywood, creo que es muy generoso de su parte invitar a Miss Granger y a su acompañante a la gala de esta noche, pero me temo que eso no va a ser posible —ni Hermione ni Penny fueron capaces de ocultar sus miradas de decepción—. Lo lamento, pero ya sabe cómo es esto, Miss Haywood. Eh, Miss Granger, no me mire con esos ojos, por favor, usted... usted ya ha estado en esta situación. Conoce las reglas. Hay... —sus ojos ocultos tras los lentes se posaron en los del hombre pelinegro junto a las dos bailarines. Severus Snape lo observaba intensamente, con el ceño fruncido y cara de pocos amigos—... protocolos.

—Y, Sr. Poe, ¿no cree usted que podamos saltarnos el protocolo solo por esta vez, por favor? —pidió Penny, sin mostrar ni la más mínima intención de dejar su lugar junto a Hermione y a Snape— He esperado mucho este momento para hablar con ellos y creo que sería espectacular tenerlos en la cena. Sería un agradable lugar para convivir.

—¡Miss Haywood! —exclamó casi ofendido con la idea— ¿Obviar el protocolo? Miss Haywood, conoce las reglas. Es mi trabajo asegurarme que se siga el protocolo.

—Solo sería una vez, Sr. Poe, por favor.

—Por favor, Sr. Poe —secundó Hermione, observándolo con sus enormes ojos miel—. Usted me conoce, jamás le causaría problemas. Solo quiero convivir más tiempo con Penny, digo, Miss Haywood.

El altísimo hombre dejó escapar un suspiro agotado y se llevó la mano libre a sus ojos, empujando sus lentes hacia arriba para frotar sus párpados. ¡¿Por qué este trabajo se volvía más difícil cada año?! Él solo quería una cosa y esa cosa era que esos caprichosos bailarines le hicieran caso y así poder cumplir con su perfecto itinerario, pero ¡ellos no colaboraban!

¡Esto no formaba parte de su contrato!

¡Ser él no era fácil! Todo el mundo criticaba: que el Sr. Poe esto, que el Sr. Poe aquello, que el Sr. Poe lo otro, pero nadie se detenía a pensar "Pobrecito el Sr. Poe, debería cumplir sus órdenes y seguir el protocolo". Es que él no podía encargarse de todo. Ya le había cumplido el capricho a Haywood permitiéndole la entrada a esos dos a los vestidores y, encima, les había conseguido dos entradas en la zona de invitados importantes del Empress Salon. ¡¿Es que no era suficiente?! ¡¿También querían ser invitados a la gala?!

A juzgar por las miradas suplicantes de Hermione Granger y Penny Haywood, la respuesta era un ferviente .

"No me pagan lo suficiente para esto", pensó derrotado.

—Escuchen, muchachas. Ambas me agradan, ¿de acuerdo? Les tengo mucho aprecio, las veo casi todos los años desde que debutaron, pero ustedes ya conocen las reglas. Cada mesa ya está asignada, y cada asiento ya está reservado —explicó paciente—. Aunque quisiera, no hay asientos disponibles para dos invitados más, mucho menos en la misma mesa.

Hermione analizó la situación un poco y se dio cuenta de que el hombre frente a ella tenía toda la razón. Estos eventos se organizaban con antelación, era meses enteros de planeación. No podía llegar y sentarse en una mesa y ya. Así no funcionaban las cosas. Por más que Penny Haywood la invitara, ella necesitaba una invitación formal, no la una de una bailarina cualquiera.

—Descuide, Sr. Poe —interrumpió Severus, posando una mano sobre el hombro de la castaña como pidiéndole que ya no insistiera—. Lo entendemos.

—Pero... pero... Sr. Poe, yo, yo tengo un asiento extra —anunció Penny de pronto, poniéndose al frente de sus dos invitados. El coordinador frunció el ceño, incapaz de entender—. Sí, recuerde. Usted me dio dos entradas para la gala de esta noche. Una para mí y otra para mi hermana, para Bea.

—Efectivamente, Miss Haywood.

—Pero Bea no está aquí, ya no va venir. Me llamó esta mañana y me dijo que tenía otros planes —explicó—. El profesor Snape podría tomar su lugar sin problemas, ¿verdad?

Los ojos de Hermione brillaron esperanzados otra vez. ¡Era cierto! A todos los bailarines les daban una entrada extra para llevar a su invitado especial que, por lo general, eran sus esposos, sus padres o sus amigos. Ella misma había sido la acompañante de la profesora McGonagall en muchas ocasiones, siempre gracias a la entrada extra.

—Pues, eh, sí, supongo que sí, en teoría —contestó atropelladamente, aún sin salir de la sorpresa de este repentino cambio de planes.

—Pero ¿qué hay de Miss Granger? —interrumpió Snape— Haywood, te agradezco la intención, pero no quiero dejar a Hermione afuera de esto.

Sin embargo, Penny Haywood pareció no escucharlo puesto que lo ignoró por completo. Severus detectó esa mirada decidida en sus ojos celestes. Era su mirada de presidenta estudiantil, la misma mirada que usaba cuando daba sus discursos de campaña y la misma mirada que ponía cada vez que negociaba con los profesores cuando quería obtener algo en nombre de todo el colegio.

Sabía que no se iba a rendir tan fácilmente.

—¡Graham! —llamó, haciendo que su compañero volteara en su dirección— ¡Graham!

—¡Dime!

—¿Aún tienes tu entrada extra disponible? —preguntó directamente, tomando desprevenido al chico.

—Eh, eso creo —contestó dudoso—. Veras, Michelle llega mañana.

—¿Por qué? —preguntó sorprendida— ¿Al final se animaron?

—Sí, convenció a mis suegros de último momento. Ha tenido que comprar dos boletos más así que cambió el suyo para que viajaran los tres juntos. Cuando la llamé hace ratito, me dijo que ya había abordado y que iban a viajar toda la noche, que nos encontraremos mañana en el desayuno y estarán para vernos en la final. Es por eso que le devolví el asiento al Sr. Poe antes de salir a escena. ¿No es así, Sr. Poe?

—Efectivamente, Mr. Carter.

—Eso quiere decir que usted todavía tiene ese asiento extra, ¿verdad, Sr. Poe? ¿Todavía tiene ese asiento o es que ya lo ha cedido?

El hombre revisó rápidamente en su portapapeles, encontrándose con la sorpresa de que ese asiento aún estaba disponible y no ocupado tal y como había pensado.

—Sr. Poe, ¿cree que pueda darme ese asiento para Hermione? —preguntó la rubia— No hay problema si necesito pagar por él, le compro el asiento.

—Eh, Penny, no creo que sea necesario —interrumpió Hermione—. Yo no quiero que gastes por mí.

—No, Hermione, tranquila. Eres mi invitada, quiero que estés conmigo esta noche. Quiero que los dos me acompañen —dijo sonriendo. La admiración de Hermione hacia Penny creció aún más—. Entonces, Sr. Poe, ¿tenemos un trato? ¿Puedo llevar al profesor Snape y a Miss Granger como mis invitados?

El Sr. Poe soltó un bufido cansado.

¿Qué no era curioso lo conveniente que era todo eso? Justo como si una fuerza superior pudiera controlar la situación a su antojo para que Penny Haywood se saliera con la suya.

Mira su reloj. Ya iban tarde... otra vez. Necesitaban trasladarse ya mismo a la recepción donde la gala se llevaría a cabo, pero estaba claro que la rubia no iba a colaborar hasta que le dijera que sí, ¿verdad?

—Yo que usted aceptaría, Sr. Poe —intercedió Graham, divertido con toda la situación—. Ella no lo dejará en paz hasta que le diga que sí.

—Eso es verdad, Sr. Poe —secundó Snape, por primera vez de acuerdo con Carter—. Conozco a Haywood desde hace años y le puedo asegurar que, de una forma u otra, ella siempre consigue lo que quiere.

—¿Eso creen?

—Lo sabemos —dijeron al unísono.

El hombre del itinerario y portapapeles volvió su mirada cansada al par de bailarinas que tenía al frente las cuales, de repente, se habían convertido en las mejores amigas, la dupla perfecta, las inseparables, el dúo dinámico, la miel y las hojuelas, el pan y mantequilla. No se iban a separar por nada del mundo, ni siquiera por un cupo en la gala de finalistas de esta noche.

Derrotado, no le quedó de otra que aceptar.

—Veré que puedo hacer, niñas.

—¡Siii! —chillaron emocionadas, dando saltitos— Gracias, gracias, gracias, gracias.

—Luego me lo agradecen. Ahora, si no es mucha molestia, por favor, muévanse, tenemos que ir al salón y vamos atrasados —pidió empujándolas con dirección a las salidas, apresurando todo el mundo para que siguieran sus órdenes y lo siguieran—. Eso, sí, muévanse, muévanse, rápido, rápido. Uno, dos, uno, dos. Caminen. ¡Caminen!

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

El Spanish Hall era un salón rectangular muy extravagante.

Era amplio pues debía albergar a unas 400 personas tal vez. Los techos eran altos, celestes y curvos, con ventanales blancos incorporados que permitían ver el cielo nocturno al igual que en los pasillos del Floral Hall. Del techo en forma de nube colgaban candelabros muy modernos de metal cuya luz amarilla iluminaba las paredes de igual color del primer nivel. Algo que le llamó la atención al profesor Snape era la extraña decoración del segundo piso pues los relieves que cubrían las paredes simulaban ser construcciones de castillos medievales, como fortalezas de piedra que protegían antiguas haciendas. Snape no sabía mucho de arquitectura —por no decir que nada—, pero sabía que ese tipo de tejas, paisajes y edificaciones no eran propias del Inglaterra. Parecían más a los de países ibéricos como España.

Tal vez de ahí el nombre, pensó mientras se sentaba.

El piso era de losetas decoradas con motivos barrocos, muchos colores azules y beige que le daba más amplitud al espacio. En el centro, había una pista de baile de madera pulida con un enorme rombo doble en medio a modo de decoración. Frente a la pared principal, había un escenario donde una pequeña orquestaba interpretaba alegres canciones y, al igual que en la gala del Bloomsburry, había muchas mesas circulares rodeando el salón, dejando como único espacio libre la pista de baile, por ahora, vacía.

Realmente era un lugar muy pintoresco y extravagante, si le permitían añadir. No estaba seguro si le gustaba pues le parecía demasiado, pero tenía su encanto. El ambiente festivo lleno de música, risas y colores no era algo que él disfrutara en demasía, pero últimamente, lo encontraba menos desagradable que antes.

Después de mandar por la borda todo su protocolo, el Sr. Poe decidió que lo mejor era dejar que la pareja Carter-Haywood hiciera lo que quisiera, así que les asignó una nueva mesa entre los tantos portales curvos que decoraban el lugar. Tenía espacio para ocho personas, por lo que la compartieron con otros cuatro desconocidos que también formaban parte de la nueva selección de finalistas de esta temporada. Hermione reconoció rápidamente ese acento extranjero propio de Europa del Este por parte de los otros comensales. Se parecía mucho al acento de Viktor. No es que fuera chismosa, pero no se resistió a agudizar su oído para escuchar su conversación e intentar descubrir si era capaz de identificar alguna palabra.

Hmm… No. Ninguna.

Por momentos le parecía italiano, pero sabía que no era italiano. Otras veces le parecía portugués, pero sabía que tampoco era portugués y, por momentos, le parecía que era un idioma como árabe o como turco, pero no estaba segura.

Ahora que lo pensaba mejor, no se parecía tanto al acento de Viktor.

Era mala para esto de adivinar idiomas.

—Entonces, yo le dije a Tonks que no lo hiciera porque la iban a castigar o, peor, la iban a expulsar. ¡Imagínate! Estábamos en nuestro último año, faltaban como tres meses para graduarnos. ¡¿Cómo te vas a arriesgar a que te expulsen en el último año?! Y, encima, que te expulsen de Hogwarts —narró divertida Penny, captando su atención— ¡Sus padres la querían matar!

—Y no es para menos —contestó Graham, pinchando parte de su cena con su tenedor—. Arriesgar todo por una tontería como escribir tu nombre en todo el laboratorio. ¡Qué locura!

—Literal, fue todo el laboratorio. Hasta el techo.

—Y los pupitres, Haywood, no olvides los pupitres.

—Ser expulsado en último año y tener que repetir todo de nuevo en otro colegio. ¡Agh! No quiero ni imaginarlo.

—Y esa es la parte fácil, Sr. Carter —intervino el profesor después de llevarse su copa de vino a los labios—, pero imagínese tener una expulsión dentro de su historial académico. ¡Eso es permanente! Iba a afectar por completo sus oportunidades para ingresar a Scotland Yard como ella tanto quería.

—¡Exacto! —retomó Penny— Y eso que no te estoy contando cuando su mamá se enteró. ¡Ay! Por todos los cielos, ¡su mamá la quería matar! —rio, alargando la última sílaba y cubriendo su rostro con ambas manos, ocultando su sonrisa—. Si no la persiguió por todo el colegio es porque en fin, pero debiste verle la cara a la Sra. Tonks. ¡Ay! Jamás la voy a olvidar —se enderezó sobre sí misma y tomó su tenedor para continuar con su cena—. ¿Usted se acuerda, profesor Snape?

—Cómo olvidarlo, Haywood, si yo fui quien tuvo que hablar con sus padres —lamentó negando suavemente con la cabeza, arrancándole una sonrisilla a la castaña que estaba sentada a su lado—. Todavía lo recuerdo. Estábamos ahí en el despacho del directo con Dumbledore, los Sres. Tonks y yo, obviamente. Creo que nunca había visto a unos padres tan resignados y… enojados y... —

—Espera, espera, ¿estás seguro de que estás hablando de los padres de Tonks? ¿La Tonks que yo conozco? —cuestionó Hermione, participando después de un largo silencio pues, hasta el momento, no encontraba muchas oportunidades para realizar comentarios o preguntas. Snape asintió— No puede ser. ¡Los Sres. Tonks son un amor! Jamás los he visto molestos, son unos rollitos de canela y adoran a Tonks. Por más locuras que haga, jamás los he visto enojados con ella —comentó frunciendo el ceño. Por supuesto que conocía a los padres de su amiga. Eran una pareja adorable que se amaban y que adoraban cocinar galletas para su nieto los fines de semana, no los monstruos que Penny y Snape describían—. Ellos no son así.

—Eso es porque se han calmado con la edad, Granger —respondió Snape—, pero ese día, de no ser porque Dumbledore dejó ir a su hija tan solo con un pequeño castigo en lugar de la expulsión, estoy seguro que no existiría ni Tonks ni su hijo en este momento. Debiste verles sus caras, Hermione, al menos a la de su madre. Ella estaba furiosa. Aún recuerdo el rostro de Andrómeda Tonks. Se le caía la cara de vergüenza y no dejaba de pedirnos perdón.

—¿Y qué hay del Sr. Tonks?

—Pues, por increíble que parezca, no estaba sorprendido. Era como si supiera que su hija no tenía remedio y solo estaba esperando que lo mandaran a llamar por alguna travesura que salió mal —confesó el profesor recordando la cara de un, entonces, joven Edward Tonks que, sentado frente a él, permanecía en silencio y con la cabeza gacha—. Estaba resignado a que eso pasara.

—Sí, pero igual se enojó, profesor. Tonks me dijo que su papá no le quiso dirigir la palabra como en dos semanas, más o menos —recordó la rubia, llevándose su copa a sus labios—. Ella dijo que valió la pena, que ver su cara de espanto cuando entró al laboratorio valía cada segundo del castigo. Realmente fue muy divertido. Cuando vimos su reacción por las cámaras de seguridad, profesor, le juro que hasta yo me hice pipi de la risa. ¡Fue tan gracioso! —su rostro estaba colorado y hasta su voz se escuchaba más divertida que al inicio de la noche— Debiste verlo, Hermione. Estaba pálido como un papel. Parecía que se iba a desmayar en cualquier momento.

La mesa se llenó de risas por parte de la mitad que hablaba inglés.

Desde que habían llegado a la gala y habían pasado por todos los protocolos preliminares antes de iniciar el banquete, Severus Snape y Penny Haywood se habían encargado de llenar las conversaciones de sobremesa con sus anécdotas de época escolar. Algunas eran divertidas, otras eran un tanto incomodas, algunas raras, pero, para su buena suerte, las divertidas eran las que más abundaban y sí que eran divertidas. ¡Jamás pensó que estudiar en Hogwarts sería tan divertido!

Para Hermione, todo esto era tan irreal. Era divertido escuchar las travesuras de personajes como Tonks o la misma Penny. Le daba curiosidad saber cómo era Penny Haywood de estudiante y le sorprendían las similitudes que ambas mujeres compartían. ¡Jamás habría imaginado que tenían tanto en común! Ambas habían sido las mejores de sus respectivas clases, se habían graduado con honores del colegio y se les vislumbraba un gran futuro tanto en lo académico como en lo artístico.

Al mismo tiempo, le parecía fascinante saber más sobre la faceta de Snape como profesor, sobre todo si el testimonio provenía de una de sus ex alumnos. Ellos no hablaban mucho de su trabajo, en realidad, no hablaban de casi nada que estuviera relacionado al propio Snape. Usualmente todas sus conversaciones giraban en torno a ella. Por primera vez se daba cuenta de lo egoísta y un tanto egocéntrica que había sido con su novio —si es que ya podía llamarlo "novio" —. Él también tenía necesidades. Acababa de perder a alguien tan importante como su madre hace muy poco tiempo. ¡Iba a terapia, por Dios! Al igual que ella, él necesitaba a alguien que lo escuchara, alguien con quien compartir sus experiencias cotidianas del día al día. Él hacía mucho por ella. La motivaba y animaba a perseguir sus sueños, le cocinaba y la llenaba de amor cuando lo necesitaba, incluso había hecho un viaje con ella hasta aquí sin esperar nada a cambio.

Debería ser más considerada con él.

Su tímida mano se deslizó por debajo de la mesa para tocar la de Snape, apretándola con suavidad. El profesor se giró en su dirección y levantó una ceja, como si le preguntara qué era lo que quería. Hermione solo le sonrió y entrelazó sus dedos, volviendo a su cena y a su conversación. Snape la miró extrañado, mas no dijo nada. Solo sonrió de lado y volvió a la conversación.

— […] Pero me alegra tanto escuchar que Tonks está bien —habló Penny—. ¡No puedo creer que ya tengo dos niños! Es que no me la puedo imaginar como madre —rio—. ¿Cuándo nace su bebé?

—Se supone que llega este fin de mes. ¡Remus y Tonks están tan emocionados!

—Voy a escribirle para felicitarlos, hay tanto que tenemos que hablar… Debe estar contentísima. Estuve en su boda. No conozco mucho a Remus, pero se veía como un buen esposo.

—Y también es un padre maravilloso.

—Seguro que sí.

"¡Damas y caballeros! Su atención, por favor" —interrumpió el maestro de ceremonias, callando a la pequeña orquesta tras él—."Muchas gracias. Espero que estén pasando una hermosa velada. Felicidades una vez más a nuestros siete finalistas de la categoría Adulto I y los siete de Adulto II. Asimismo, en nombre de toda la federación, quiero agradecer la presencia de nuestros invitados internacionales. ¿Se está divirtiendo, Sr. Mayer? ¡Apuesto que sí! ¿Cómo está noche, Madame Dubois? Vous êtes très jolie ce soir… Como se nota que no hablo francés… Ya, ya, no se burlen, por favor. Soy un alma sensible".

El maestro de ceremonias se pasó así un buen rato, dando los agradecimientos correspondientes y haciendo algunos chistes que encontró graciosos y otros que les pareció innecesarios. Sin embargo, eso no era lo que hacía que Snape escuchara atentamente sus palabras. Algo que no dejaba de sorprenderle de todos los anfitriones que había visto hasta la fecha era la capacidad para conectar con la audiencia y, así, mantener al público entretenido. A veces no entendía ni una sola palabra de lo que estaban hablando, a veces ni siquiera consideraba sus chistes divertidos ni sus comentarios, inteligentes, pero había algo en la forma de decirlo que lo obligaba a mantener su atención en ellos.

Ojalá él tuviera esa habilidad, pensó. Le sería útil tanto en sus clases como en sus presentaciones.

"Bueno, damas y caballeros, solo quiero informarles con mucho placer que la pista de baile… está abierta. ¡A tocar, muchachos!"

Al concluir su discurso, los bailarines y otros invitados aplaudieron. Animados, muchos de ellos invitaban a otros miembros de su misma mesa o mesas adyacentes hacia la pista central para bailar unas rondas de lo que sea que la orquesta quisiera tocar.

—¿Bailamos, profesor? —preguntó Penny entusiasmada— Hermione se ha pasado casi toda la noche presumiéndome lo buen bailarín que es usted, ¿no es así, Graham?

—Así es Penny.

—Gracias. Entonces, profesor Snape, ¿qué dice? ¿me invitará a bailar para presumirme sus dotes de bailarín?

Snape trató de mostrarse impasible, aunque sus orejas ya estaban rojas— Eh, creo que no, Haywood. Acabo de comer.

—Eso no es cierto —intervino Hermione, ocultando su sonrisa traviesa con su mano—. Yo vi que terminaste de comer hacer rato

—Hermione tiene razón, profesor. Esa no es excusa. ¿Qué sucede? ¿Me va a rechazar? —preguntó burlona— ¡Profesor! ¿Qué pasó con las lecciones? Eso no fue lo que usted me enseñó. Usted me enseñó que uno jamás se echa para atrás ante un desafío.

Snape puso los ojos en blanco.

— ¿Acaso está usando mis propias enseñanzas contra mí, Haywood?

—Tal vez.

Hermione soltó una carcajada y se inclinó hacia el profesor. Sus ojos miel brillaron juguetones como si le pidiera a través de ellos que se levantara y aceptara la amable invitación de la rubia.

—Entonces, ¿qué dice, profesor? ¿Va a concederme un baile? —Snape sonrió con suavidad y sacudió la cabeza en negativa, provocando la risa de los demás bailarines en la mesa y la falsa indignación de su ex alumna— ¡¿Cómo qué no?! ¿En serio me va a rechazar? Maestra Hermione, mire a su alumno —exclamó ella, haciendo reír a la castaña aún más—. Ha olvidado la regla número uno de un bailarín: jamás negarse a un baile. ¿Qué diría la profesora McGonagall de la que tanto habla?

—Se decepcionaría un poco, pero no me insistirá —contestó con tranquilidad, retándola con sabiduría.

Los ojos celestes de Penny brillaron con picardía.

—Hermione, ayúdame, ¿quieres?

—Ni se le ocurra seguirle a Haywood sus jueguecitos, Granger —amenazó Snape, pero Hermione estaba más dispuesta a hacerle caso a su ídola que al profesor—. Hermione, no.

Hermione, sí.

—Vamos, profesor. No hemos practicado durante meses para que me haga quedar mal rechazando la invitación de Penny. Salga a bailar y demuestre la calidad de bailarines que tenemos en McGonagall's Studio —incitó con una sonrisa radiante—. Y, por favor, no le pise los pies. Nuestro seguro no cubre gastos médicos para bailarines internacionales.

No cubre nada en realidad, pensó.

—Ya la oyó, profesor, ¡vamos! —chilló emocionada—. Graham, graba este momento. Necesito pruebas para cuando le diga a mis amigos del cole que Snape sabe bailar.

Severus Snape no tuvo ni la más mínima oportunidad de objetar algo pues, aunque no lo parezca, Penny Haywood tenía mucha más fuerza de lo que ese delicado y delgado cuerpo de bailarina aparentaba. Estiro sus manos para tomar el brazo derecho de su profesor y lo arrastró lejos de la silla, haciendo que trastabillara hasta la pista de baile justo a tiempo para alcanzar un cupo para la siguiente ronda de bailes.

Hermione y Graham los observaron divertidos. La castaña saludó burlona con la mano cuando Snape posó su mirada oscura sobre ella desde la pista de baile. Logró descifrar la inofensiva amenazaba que lanzó antes de desaparecer entre el resto de bailarines de brillantes trajes.

"Me las pagaras"

Hermione sonrió para sí misma: esperaría eso con ansias.

Mientras tanto, entre vestidos de fantasías y elegantes esmóquines negros, Severus Snape se desplazaba a lo largo de la pista junto a su ex alumna, sintiéndose un pez fuera del agua debido a primero, la abrumadora cantidad de bailarines profesionales que se encontraban bailando junto a él. Es que era sumamente fácil descifrar quién era el novato ahí. Mientras los otros bailarines saltaban junto a sus parejas de aquí a allá, Severus Snape ya le había pisado todos los dedos del pie derecho a Penny Haywood, incluyendo el meñique.

Y sí que le dolió, aunque no tuvo corazón para contraer el rostro y hacer sentir mal a su viejo profesor.

Por otro lado, la segunda cosa que más lo hacía sentir ajeno al lugar era su atuendo. Mientras sus contrapartes masculinas portaban impecables trajes de gala negros y blancos cual pingüinos, él trataba patéticamente de lucir más joven e informal no solo sintiéndose ridículo, sino que, además, fallando en el intento. Él se había vestido para pasar una velada casual, no para una gala como esta. Ni siquiera planeó que esta noche terminara así.

Primero le decían que estaba demasiado formal, ahora resultaba que estaba demasiado informal. Tal vez estaba destinado a jamás vestirse apropiadamente para la ocasión. Era como si el universo se estuviera burlando de él.

—Ella es bonita —dijo Penny mientras daban vueltas, captando su atención— y parece una buena persona.

Snape la miró extrañado—¿Quién?

—Me refiero a Hermione —Penny sonrió y señaló hacia la joven sentada en su mesa, justo al lado de su compañero de ojos pardos que grababa con su teléfono todo lo que ellos estuvieran haciendo—. Se ve como una buena chica. Es un tanto imprudente cuando ve algo que la deslumbra y algo parlanchina cuando está nerviosa, pero fuera de eso, se ve muy normal —concluyó cruzando sus piernas con las de su maestro—. Ya veo porque le agrada tanto. Es divertida e inteligente… o al menos, eso creo.

—En realidad, lo es —susurró despacio, regresando su concentración al baile.

Penny Haywood podía ser alegre y divertida, amable y carismática, pero por sobre todas las cosas, era observadora y perspicaz. Durante la mayor parte de la cena, había notado las constantes miradas que esos dos se lanzaban, aquellos inocentes roces de manos, la complicidad en sus palabras y la forma de hablar de la castaña para referirse a su ex profesor. Por no mencionar aquella única y extraña ocasión en la que el profesor Snape le dio de comer en la boca un bocado de su propio plato. Para colmo, ella le había devuelto el favor cuando le limpió las comisuras de sus labios con su propia servilleta.

A Penny casi se le cae el tenedor cuando vio eso. Sus labios rosados habían formado una perfecta "o" y, probablemente, necesitaría hipnosis para olvidar ese momento en su vida. No es que lo considerara algo "malo" —por así decirlo—, pero ver a su profesor tan cariñoso con una chica menor que ella era algo consideraba un poco perturbador.

Además, ¿qué no él estaba casado?, pensó mientras pasaban al plato fuerte. Porque ella recordaba perfectamente que su profesor estaba casado cuando ella era aún su alumna.

Pues la respuesta era no y lo había descubierto gracias a una imprudencia suya cuando se le ocurrió la "brillante" idea de preguntar por su esposa.

El peor error de su vida.

No lo quiso hacer adrede, ella no tenía malas intenciones. ¡Ella no sabía que se habían divorciado! No tienen idea de lo avergonzada que se sintió cuando el profesor Snape le contó muy brevemente lo que había pasado, sin dar detalles ni nada que lo hiciera sonar como a un hombre despechado. Ahora, si bien el profesor Snape no se lo había tomado a mal, sí había cambiado un poco su buen humor. Se le notaba muy incómodo y había buscado la salida más fácil para pasar ese trago amargo de su vida: cambiar de tema.

Está de más decir que toda la mesa estuvo de acuerdo.

Sin embargo, su grave error dio luz verde a una constante demostración de tímido y dulce afecto por parte de su colega bailarina hacia Snape. Se veían cercanos… muy cercanos. Penny Haywood no pudo evitar preguntarse si había algo más que una simple amistad entre esos dos porque era obvio que sí. ¡Su profesor se la comía con los ojos! Sus ojitos negros brillaban pizpiretos cada vez que sus miradas se cruzaban. Era la primera vez en toda su vida que lo veía así.

En sus correos, el profesor Snape siempre había sido muy cordial y respetuoso cuando hablaba de Hermione. La había descrito como una talentosa bailarina que había tenido mala suerte estos últimos años y que, a causa de muchos problemas que no quiso detallar demasiado, había decidido dejar a un lado sus sueños y se encontraba a nada de abandonar a su pareja y a su entrenadora. Penny sabía que Snape no solía preocuparse mucho por lo demás —se lo había demostrado en sus épocas de estudiante—, era por eso que le sorprendía su vehemente insistencia para que ella la aconsejara y la convenciera de no abandonar su pasión.

"Ayúdala, por favor. Veo mucho potencial en ella", le había escrito.

Se preguntó qué más le habría visto.

—¿Cuándo hablaras con ella? —preguntó el profesor trayéndola de regreso al presente.

—Pronto, necesito que se presente la ocasión —dijo dando una vuelta—. No quiero asustarla. Ella no me conoce y si me la llevo lejos para hablar sin un motivo aparente, podría incomodarla.

—Sé delicada, por favor. Hermione ha pasado por mucho últimamente y no quiero que sufra más. Ella no sabe que hicimos este viaje para que tú hablaras con ella.

—¿Está seguro que yo puedo ayudarla? ¿No debería hablar con alguien más, eh, profesional en esto?

—Creo que tú, como bailarina, podrías entenderla un poco mejor a lo que haría alguien ajeno a todo esto. Después de todo, su problema radica en esto, en el baile. Se paraliza de miedo cada vez que baila frente a otras personas y le da ataques de pánico con solo pensar en volver a pararse frente a un jurado, lo cual es raro para alguien que se ha pasado toda su adolescencia en el escenario.

—Pues sí.

—Realmente me preocupa. Ha pasado por mucho: su ruptura, el accidente, el dejar su casa, pelear con sus padres y una infinidad de cosas más que no creo que sea prudente decir… Solo quiero que tenga más confianza en sí misma para que pueda retomar todo esto. Ama bailar y dejado todo lo que tiene para perseguir su sueño, pero ahora, después de tres años, está cansada, frustrada y… Solo quiero que ella este bien.

—Ya veo —Penny se giró para ver a Hermione quien hablaba alegremente con Graham—. Veré que puedo hacer.

—Solo ten cuidado cuando hablen de su accidente… A ella todavía le cuesta un poco hablar de ello.

—Lo haré, se lo prometo —la canción acabó y las parejas se pararon una frente a otra, aplaudiendo por aquel alegre performance. Penny saludó a algunos de sus colegas antes de colgarse del brazo del profesor y caminar de regreso a su mesa— Por cierto, aquí entre nos, ¿qué tal va su relación?

—¿Qué? —preguntó confundido.

—¡Ay! No se haga, profesor.

—No sé de qué habla, Haywood —respondió con total seriedad, frunciendo el entrecejo.

—¡Que si son pareja! —aclaró con una sonrisa, avergonzando a Snape— No se haga, profesor. Lo he visto mirándola toda la noche y usted mismo me dijo que ella es "especial" —Snape apretó sus labios y contuvo su sonrisa nerviosa—. Además, nadie hace todo lo que usted está haciendo para alguien que es "solo su amiga".

—Por favor, Haywood, está avergonzándome.

—Vamos, dígame, será nuestro secreto —suplico burlona—. ¿Son pareja? ¿Ya le ha bailado en privado?

—¡Haywood!

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

Al volver a la mesa, Penny halagó por completo el desempeño del profesor Snape haciendo que este se avergonzara un poco. Sabía que no lo había hecho bien, se había puesto muy nervioso entre tantos bailarines y había pisado en más de una ocasión los delicados pies de su ex alumna, pero Penny era demasiado amable como para decir la verdad de manera tan cruda. Aun así, no dejó de felicitar a Hermione por su gran capacidad para la enseñanza pues había notado que el profesor sí tenía una buena técnica y empleaba los pasos correctos en los respectivos bailes. Asimismo, felicitó a Snape pues le daba mucho gusto verlo intentar cosas nuevas, dar lo mejor de sí en cada paso y saber que sus esfuerzos por aprender a bailar estaban rindiendo frutos.

—Aún hay algunos detallitos que arreglar si realmente quieren participar en ese concurso. No pueden simplemente lanzar al profesor a algo de más nivel si no corrigen esos errores básicos —explicó con seriedad mientras Hermione escuchaba atentamente y tomaba notas mentales de la charla—, pero fuera de eso, usted lo hace estupendo, profesor. Domina bien el tiempo, sigue el ritmo, aún está algo tenso de las caderas, pero tiene buena postura y porte. Yo veo potencial. Lo felicito, profesor.

—Gracias, Haywood. Significa mucho viniendo de usted.

—Y déjame felicitarte a ti también, Hermione —complemento tirándose a la castaña—. A ti y a tu maestra, la profesora McGonagall. Se ve que ambas tienen buen método para enseñar y que realmente les disfrutan de lo que hacen. ¡Felicitaciones!

—Gracias, Penny —contestó sonrojada, inclinando la cabeza a un costado y controlándose para no gritar como una loca—. Significa mucho para mí que pienses eso. Toda mi vida he admirado tus coreografías y, pues, saber que te gusta mi trabajo es... significa mucho —susurró en voz baja antes de que la voz le fallará.

—Oh, linda, por supuesto que sí. ¡Hiciste que mi viejo profesor bailara! —rio—. Tú y la profesora McGonagall han hecho un milagro. Estoy muy orgullosa y feliz por ustedes.

Snape sonrió tanto para Hermione como para Penny. Le aliviaba saber que ambas se llevaban bien. Aunque, en realidad, sabía que no tenía por qué preocuparse. Penny Haywood siempre supo cómo ganarse el cariño de las personas. Hermione iba caer rendida a sus pies si se lo proponía.

—La profesora McGonagall tiene años de experiencia preparando a bailarines para hacerlos debutar. En cambio, yo llevo muy poco tiempo haciéndolo, así que el profesor Snape es mi proyecto personal, por así decirlo.

—¿Ahora soy su proyecto personal, Granger? —preguntó Snape en un tono burlón, enarcando una ceja.

Los demás comensales rieron. Hermione tuvo que ocultar su rostro detrás de sus manos por vergüenza.

—En fin, los felicito a ambos. Por favor, avísenme cuando sea el concurso. Si estoy libre iré a verlos.

—¿En serio? Eso sería maravilloso, Penny. Ya quiero que conozco a la profesora y a los demás alumnos. ¡Gracias!

Mientras Hermione sufría de un ataque de felicidad por las palabras de su ídola y vivía en una fantasía llena de reflectores, bailes y aplausos, Snape y Penny intercambiaban miradas cómplices, como si telepáticamente pudieran coordinar cuales serían los siguientes pasos para su llevar acabo su "elaborado" plan.

"A mi señal, te llevarás a Hermione lejos del salón con cualquier excusa".

"Sí, profesor"

—Oye, Hermione, voy a...—

—¡Oh! ¡Amo esta canción! —exclamó poniéndose en pie, rodeando con sus manos el brazo del profesor— ¿Bailamos?

—Eh...

—¡Vamos! —y luego de eso, Snape sintió un tirón fuerte en su brazo antes de ser arrastrado una vez hacia la pista de baile.

Penny Haywood suspiró agotada. El plan tendría que esperar hasta nuevo aviso.

—¿Bailamos? —preguntó Graham quien acababa de terminar su conversación con los extranjeros del asiento de al lado.

—Ok.

Decir que lograr sacar a Hermione del salón fue una tarea fácil sería mentir. Todo estuvo que la muchacha entró a la pista de baile para dar por sentado que nadie —¡NADIE!— iba a lograr sacarla de ahí en las próximas dos horas. Se notaba que llevaba años reprimiendo el impulso de bailar pue parecía un trompo con larga falda. Todo comenzó con una inocente canción, una suave rumba que encendía en ambiente, y terminó con un animado y algo desenfrenado rock 'n' roll que los amigos estadounidenses en el evento morían por bailar. Hermione no se pudo negar pues, en cuanto escucho la música, sintió como sus pies la llevaban directito a la pista de baila sin que ella pudiera hacer nada para detenerlos.

Tal vez fue por culpa de las dos copas de vino o tal vez porque le gustaba el ritmo de la música.

O tal vez una combinación de todo.

Y creo que es buen momento para decir que no solo bailó con Snape esa noche. No, señor. A Hermione se le cumplió el nuevo sueño de su vida y bailó no una, sino dos canciones con Graham Carter a quien describiría como una pareja agradable y entusiasta.

Pero no sólo bailó con Snape y Graham Carter, esa lista se queda corta. Hermione Granger bailó con todos y cada uno de los bailarines que se encontró dentro de la pista de baile. Al haber tantas rondas de tantos bailes cada una, fue muy fácil para ella mezclarse, por lo que podía estar bailando media canción con un británico como estar bailando el resto de la canción con un ruso. Asi no entendiera ni una sola palabra de los que sus colegas extranjeros hablaran, Hermione solo necesitaba decir "tú, yo, bailar" y ya tenía una nueva pareja por el siguiente minuto y medio.

En conclusión, la chica probó de todas las nacionalidades y niveles.

—Sí que tiene energía —comentó una cansada rubia sentada junto a su profesor después de haber bailado un jive con un colega japonés—. Yo ya no puedo, estoy muerta.

—Yo también.

—Vaya, vaya, quien diría que ustedes dos terminarían siendo la pareja más pedida de la noche. Todo el mundo ha querido bailar con usted o con ella —añadió bebiendo un poco de agua.

—¿De qué habla?

—No se haga, profesor, yo lo he visto por ahí bailando muy sonriente junto a una rusa.

Snape casi se atragantó con su propio vaso de agua y respondió ofendido—. Usted está ciega, Haywood. Le pareció.

—Ajá, sí, ajá.

Snape volvió su mirada a la pista, pero solo se encontró con la rusa ojiazul con la que estuvo bailando hace tan solo unas dos canciones atrás. La mujer le sonrió y saludó con la mano antes de perderse entre los demás bailarines. Snape reprimió un escalofrío al recordar las manos de la joven sobre él… Estaba seguro que lo habían toqueteado de más.

Tenía que dejar de bailar con bailarinas desconocidas. Se estaba convirtiendo en un mal hábito.

—¡Vamos! —exclamó Graham sacando a bailar a la mujer extranjera a su lado— ¡Haide! ¡Haide!

La mencionada se levantó ante la insistencia del moreno, pero no se levantó sola pues jaló el brazo de su amiga quien, a su vez, tiró del brazo de Snape, creando una cadena humana que se dirigió a la pista de baile. La peor parte fue que Snape no fue capaz de decirle que no a la chica pues, aunque quisiera, ella no era capaz de entenderle ni una sola palabra.

Penny Haywood solo se quedó sentada, riendo y grabando ese momento en la cámara de su celular para usarla más adelante.

Severus Snape se vio envuelto en una ronda entera de un género que reconoció como pasodoble, teniendo como pareja a una bailarina de unos 30 algos de larga trenza castaña y vestido anaranjado. La dulce melodía de una guitarra se transformó rápidamente en una animada secuencia de acordes sincronizados de dos guitarras flamencas acompañadas por sus respectivas palmas. En cuando su nueva compañera empezó a moverse, Snape rogó en silencio que las clases de la profesora McGonagall fuesen efectivas pues no sabría qué hacer si le pisaba el pie a esta chica.

¡Clap, clap! ¡Clap, clap!

Marcaba el ritmo con sus pies y, cuando no tenía a la castaña de vestido anaranjado sobre él, se tomaba la libertad de marcar el tiempo con las palmas de sus manos así fallara en el intento pues las palmas de los músicos eran mucho más rápidas que las suyas. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas. Su compañera revoloteaba por ahí, moviendo la larga y ondulante falda de su vestido con sus manos, creando graciosas olas en el aire. Él alzaba los brazos en lo alto y creaba círculos, recordando todo lo aprendido en clases.

¡Ya le estaba agarrando el truco a esto!

Hasta que de pronto escuchó algo que hizo que su corazón se acelerara y no, no era a causa del ejercicio, era por otra cosa. Un metálico sonido surgió de entre la orquesta y, al girar, vio a uno de los músicos tocando un instrumento de viento brillante y de metal.

¡Las trompetas!

Eso significaba una cosa y solo una cosa: esto se iba a descontrolar.

Tal vez había cantado victoria demasiado rápido.

Cuál si fueran las trompetas del apocalipsis, estas empezaron a sonar y Snape supo que esta sería su perdición. Las notas de las guitarras cambiaron, las palmas fueron más rápidas y los bailarines…¡Uff! A ellos no puedo describirlos, no tengo palabras para hacerlo. Solo diré que la canción anterior había sido como un descanso para ellos pues, en cuanto esta inició, sacaron a relucir sus mejores pasos de baile, como si cada uno quisiera presumir ante el otro.

¡Esta canción era demasiado rápida para él! Sus pobres pies jamás lograrían seguirle el ritmo a su compañera. Para su buena suerte, alguien vino a su rescate.

Otra castaña, una más joven y que, para su buena fortuna, hablaba su mismo idioma.

—¿Le importa si me lo llevo? ¿No? ¡Gracias!

Hermione llegó como un rayo junto a su actual pareja, dando giros hasta llegar a ellos. Dejó a su compañero bailar libremente junto a la bailarina de vestido anaranjado y tomó al profesor del brazo, sacándolo de ahí tal y como había entrado: dando vueltas y vueltas hasta desplazarse al otro lado de la pista. Un cambio de parejas impecables. De haber habido jueces calificando en ese momento, le hubiesen puesto un diez por tal increíble precisión y limpieza de movimientos.

¿Cómo lo hizo? No lo pregunten, nadie sabría decirlo con claridad, ni siquiera el propio Snape pues todo había pasado tan rápido que, en un abrir y cerrar de ojos, había cambiado a una castaña por otra.

—Gracias por sacarme de ahí —susurró luego de unos segundos, cuando fue capaz de mantenerse de pie sin sentirse mareado.

Sus pies seguían moviéndose a su propio ritmo, completamente ajenos al verdadero ritmo que marcaba la canción.

Hermione frunció el ceño y los labios, examinándolo de arriba abajo.

—¿Qué?

—¿Te divertías bailando con tu nueva amiga? —preguntó sin dejar de moverse. Su rostro estaba rojo al igual que sus labios, aunque no sabía si era por todo el ejercicio físico, el alcohol corriendo por su sangre o por el enojo que su rostro no podía ocultar— Porque a mí me parecía que sí.

—¿Estás celosa, Granger? —preguntó girando lentamente alrededor de ella, manteniéndola acorralada en su mismo lugar— ¿Acaso me estás montando una escena de celos?

—Sí —respondió enérgica. Sus pupilas se veían dilatadas y un fuerte olor se desprendió de ella.

Sí, estaba roja por el alcohol.

—Yo no he dicho nada mientras estabas bailando con los demás —contestó calmado mientras tomaba su brazo, la enroscaba hacia él y luego la liberaba, haciéndola girar libremente—. Estoy seguro que has bailado con todos y cada uno de los hombres jóvenes de esta sala. ¿Acaso me ves reclamándote por eso? No, ¿verdad?

—Es diferente —la castaña levantó su falda e hizo un movimiento tan rápido con esta que Snape fue capaz de verle los muslos bronceados—. Yo estoy socializando y creando lazos de hermandad con las federaciones extranjeras. ¡Estoy cumpliendo con mi deber para con la BDC!

Solo a una borracha se le ocurriría una respuesta tan ingeniosa, pensó divertido mientras volvía hacia ella para rodearla con sus brazos por la cintura y evitar que su falda volviera a levantarse. No quería que su castaña revelara más de lo apropiado, mucho menos frente a tantos hombres.

—No, no me toques —gruño mientras trataba de soltarse, sin dejar de mover sus pies ni un solo momento—. Ve a tocar a la otra. ¡Ve a bailar con la otra!

—¿En serio quieres que haga eso? Porque podría…—

—No, no, no, no, no, no… ¡Ni se te ocurra! —lloriqueó dándose la vuelta y lanzándose a sus brazos, casi tirando al profesor en el intento. La joven rodeó con sus brazos el cuello del mayor, atrayéndolo a él y escondió su rostro rojizo en su hombro. Sus pies estaban en puntitas y Snape se vio obligado a quedarse quieto sobre su mismo lugar pues Hermione parecía no ser capaz de sostenerse por sí misma—. Ya no quiero que bailes con nadie más, solo conmigo, ¿sí? Por favor, por favor, por favor. Ya no quiero que toques a más chicas más bonitas que yo.

—No son más boni…—

—¡Sí, lo son! Tienen mejor cuerpo y son más altas. Yo soy una enana plana —lloriqueó acercándose más a él, ya sin poder aumentar más su tamaño.

Snape levantó la cabeza para ver como las demás parejas se habían detenido parcialmente para observarlos curiosos. ¿Acaso había pasado algo? ¿Tenían problemas? Dándose cuenta de que la situación podría crearles problemas, Snape arrastró a Hermione lejos de la pista de baile para dejar de estorbar, quedándose quietos cerca al escenario. La gente los observaba y murmuraba. Snape puso de cara de pocos amigos antes de regresar su atención a la chica entre sus brazos.

La chica seguía colgando de su cuello, comportándose de manera infantil y ridícula. Este comportamiento no era propio de ella. Solo la había visto así en la fiesta de la playa, cuando Sirius le advirtió de la mala combinación que el alcohol y Hermione Granger hacían.

Debía enseñarle a tomar y a poner límites.

—Ya no bailes con nadie más, por favor.

—Ya no voy a bailar con nadie más, tranquila.

—Ya no toques a nadie más, ¿sí? —la joven levantó su rostro. Snape sintió su corazón encogerse cuando vio sus tristes ojos miel— Ya no toques a nadie más, ¿sí? Solo a mí, por favor, solo a mí. Tú… eres mío, ¿de acuerdo? Mío.

Hermione lo observó con tristeza y desesperación, como si le doliera cada segundo que pasaba sin responderle. Snape apretó los labios y acarició su mejilla con sus dedos, retirando aquellos mechones de cabello castaño que se pegaban a su rostro rojo y sudoroso. Sus ojos miel seguían dilatados y las piernas empezaron a temblarle debido a todo el esfuerzo que estaba haciendo para parecer más alta.

Era vulnerable, imprudente, infantil, algo patética e inmadura, estaba haciendo el papelón de su vida frente a todas esas grandes personalidades que admiraba y estaba más que claro que no sabía tomar. En conclusión, la chica era un completo desastre, pero era SU desastre y no la cambiaría por nada del mundo.

—De acuerdo. Tuyo.

Hermione sonrió aliviada, una sonrisa de borracha, y luego se recostó sobre su pecho, cerrando los ojos y quedándose dormida al instante, completamente exhausta después de haberse pasado más de una hora bailando sin parar más que para tomar agua o vino.

Probablemente, más vino que agua.

—Vamos, despierta —pidió sacudiéndola despacio—. Vamos, tenemos que irnos. Te estás cayendo de sueño… literalmente.

El hombre la sujetó fuertemente por la cintura para evitar que se le resbalara hasta llegar al piso. Hermione se removió sobre sí misma, su cabeza le daba vueltas y las piernas le temblaban. Tenía que mantenerlas apretadas una contra a otra pues llevaba aguantándose las ganas de ir al baño desde hace ya unos diez minutos.

—Vamos, te llevaré al hotel —susurró arrastrándola de regreso a la mesa, bordeando todo el Spanish Hall.

Hermione pareció reaccionar cuando escuchó la palabra "hotel" salir de sus labios.

—¡No! ¡No! ¡NO! —balbuceó con un aire infantil, negando con un dedo pues la cabeza le daba tantas vueltas que si hubiese negado con esta, habría empezado a vomitar— No, señor, no quiero ir al hotel. Yo tengo novio. Se va a enojar si me voy con usted.

Snape puso los ojos en blanco y soltó un suspiro de fastidio. Había pasado mucho desde la última vez que había tenido que lidiar con un borracho, sobre todo si era una mujer borracha.

—No se va a enojar, Hermione.

—¿En serio? ¿Cómo sabes? ¿Lo conoces?

—Sí, sí lo conozco.

—Oh… Ok —y con eso dio por finalizada toda su conversación, dejando en evidencia que ella era sumamente vulnerable cuando tenía alcohol en el cuerpo.

Hermione trastabilló sobre sus pies y, si no fuera por Snape, ya se habría caído en medio de dos mesas con bailarines de rubias cabelleras.

—Cuidado, te vas a matar… Eso es, camina derecha.

—Señor, señor —balbuceó tratando de poner una mirada seria, pero siendo traicionada por su sonrisa de borracha.

—¿Qué?

— Señor, lléveme a mi casa, es que estoy tomadita.

Snape puso los ojos en blanco y contó hasta cien para no perder la paciencia mientras arrastraba a Hermione hacia la mesa para pedirle ayuda a su ex alumna.

A diferencia de Snape, Penny encontró muy divertida toda esta situación. Al principio sí, por supuesto que se había preocupado. Había sentado a la joven castaña y le había dado de tomar agua antes de que esta anunciara en voz alta su urgencia para ir al baño. Corriendo, ambos adultos la llevaron al baño de damas más cercano donde la rubia tuvo que encargarse de que Hermione no se matara al intentar sentarse en el inodoro.

Una completa odisea.

Para cuando ambos se dieron cuenta, Hermione yacía dormida en el asiento trasero del taxi que el profesor había mandado a llamar. Snape se encontraba en la calle, en el parking al lado de los Winter Gardens, hablando con Penny Haywood frente al taxi. La rubia tenía los brazos cruzados sobre su pecho, sujetando su abrigo para que el frío de la noche no golpeara directamente su espalda.

—Tiene un buen gusto, profesor —rio ella, haciéndolo sentir más avergonzado de lo que ya se sentía por culpa del comportamiento de su pareja—. Es adorable incluso cuando está borracha.

—Discúlpala, no sabe tomar —el hombre se giró para ver a la castaña dormir a través de la ventanilla—. Espero que no te hayamos avergonzado.

—Para nada —sonrió con ternura, sonrojada—. Hermione no es la primera ni será la última persona que se haya tomado una copa de más en una de estas galas. Aunque, probablemente, sí a la que se le haya subido el alcohol más rápido. Por lo general, no se toma la noche antes de la final. Es por eso que la mayoría de los finalistas estuvimos sentados en las mesas en lugar de estar bailando. Debemos guardar energías para mañana.

—Ya veo —susurró. El viento del otoño soplo cerca de ellos, haciéndolo temblar—. Bueno, mejor ya nos vamos. Y tú también deberías regresar a tu hotel, te espera un día importante mañana y debes descansar —Snape caminó hacia ella y la rodeó con sus brazos. Su abrazo fue correspondido por la rubia—. Fue un placer volver a verte.

—De igual manera, profesor.

—Suerte mañana.

—Gracias. Espero verlo ahí.

—Por supuesto, no me lo perdería por nada.

Penny sonrió y se apartó, permitiendo al profesor subir en el asiento del copiloto.

—Cualquier cosa, me llama, ¿de acuerdo? Y si Hermione se siente mal cuando se despierte mañana, pues, sé por experiencia que no hay nada que un buen desayuno inglés no arregle —rio. Snape asintió y se despidió de ella por última vez—. ¡Adiós!

—¡Adiós!

Penny Haywood se quedó de pie despidiendo al auto con una sonrisa antes de volver a entrar al complejo. Negó para sí misma con la cabeza mientras se mordía el labio inferior. Hermione Granger era todo un personaje, al igual que su profesor. Joven, inteligente, divertida, energética, sociable y algo borracha, pero buena muchacha. Todo lo contrario, a su ex profesor.

Sin duda, una pareja muy dispareja y muy peculiar.

Pero mientras Penny Haywood estaba ocupada pensando en su profesor y su nueva pareja, Snape estaba rompiéndose la cabeza tratando de descifrar cómo haría para subir a una desmayada Hermione Granger hasta el piso 17 del hotel sin dejarla caer en el intento.


HOLA, CHIQUIS!

NO ME MORÍ NI ME DIO COVID POR SI SE LO PREGUNTABAN, PERO SÍ HE TENIDO ALGUNOS PROBLEMAS DEL INDOLE PERSONAL POR LO QUE SE ME DIFICULTÓ MUCHO ESCRIBIR. COSAS QUE NO TIENEN TANTA RELEVANCIA Y UNA MALA PLANIFICACIÓN EN EL ESTRUCTURA DEL CAPITULO. HE TENIDO QUE BORRAR, ESCRIBIR MUCHO, QUITAR, VOLVER A AÑADIR Y AL FINAL TERMINÓ ESTO QUE NO ES EXACTAMENTE LO QUE PLANEABA AL PRINCIPIO, PERO ASÍ QUEDÓ ASÍ QUE DE ANTEMANO, PERDÓN POR LA MEDIOCRIDAD XD

POR OTRO LADO, ESTE CAPÍTULO LO VOY A DIVIDIR COMO EN DOS O TRES PARTES PORQUE LA VERDAD ES QUE SÍ ESTÁ BIEN LARGO. MI BORRADOR ORIGINAL TIENE UNAS 150 HOJAS Y SIGUE SIN TERMINAR. POR ESO DECIDÍ CORTARLO PORQUE TENÍA MIEDO DE ABRUMARLOS. DE POR SÍ LOS CAPS SON LARGOS, ENTONCES, ALARGARLO MÁS ME PARECIÓ INNECESARIO... AIUDA! CREO QUE VOY PARA LAS 180 TAL VEZ. NO LO SÉ. TENGO MIEDO xD

NO TENGO CUANTO TIEMPO ME HE DEMORADO EN ACTUALIZAR (UNA DISCULPA POR ESO, EN SERIO, DESDE EL FONDO DE MI KOKORO), PERO ESPERO QUE LA SIGUIENTE VEZ NO SEA TANTO. COMO VEN, HE INVESTIGADO Y VERÁN EL RESTO DE MI INVESTIGACIÓN EN EL SIGUIENTE CAP. ME GUSTÓ BUSCAR INFORMACIÓN DE LA CIUDAD Y PUES, NADA (PERDÓN, ESTOY TERMINANDO DE ESCRIBIR ESTO CON MUCHO SUEÑO, NO PUEDO PENSAR CON CLARIDAD. ESTOY EN BLANCO).

SOLO QUE LOS QUIERO MUCHÍSIMO, GRACIAS POR SUS BONITOS COMENTARIOS QUE ME HACEN MUY FELIZ, GRACIAS POR ESPERAR, GRACIAS POR EL APOYO Y CUIDENSE MUCHO, USEN MASCARILLAS Y TOMEN AGUA.

BESOS!