Ha habido momentos en mi vida en los que me hubiera gustado tener más en mí de esa valentía tan natural que parece correr por la sangre de los Weasley. Incluso una pizca de todo el valor que alberga mi madre en su interior me hubiera bastado. ¡Aunque solo fuera la valentía escondida en uno de sus rizos hubiera sido suficiente!
Sin embargo, ahora mismo me encuentro sentada sobre la cama de mi cuarto, indecisa. Esta ha podido ser la tarde de domingo más larga de todas las que he pasado entre los muros de Hogwarts. El resto de mis compañeras aún no han vuelto, pero eso da igual. Sé que debería ponerme en marcha, me están esperando.
Al menos eso espero, de no ser así, no sé qué cara se me quedaría después de haber dado el primer paso.
Suspiro casi sin ganas. Me levanto de la cama con lentitud, casi queriendo aplazar lo inevitable. Pero todo esto lo hacía por mi bien, por el bien común de todos aquellos a los que Lysander, directa o indirectamente, nos había hecho daño.
Vivien tenía razón. Me había sorprendido la suspicaz malicia que podía albergar el prodigioso cerebro de mi mejor amiga. Es más, estoy por aseguraros, aunque él no me haya dicho nada, que Theo sintió verdadero temor cuando el sábado por la tarde, Vivien nos contó el plan que había tramado.
Aquel plan tenía algunos cabos sueltos, o más bien, un par. Vivien quería saber si Albus y Scorpius estarían dispuestos a participar en el mismo, al fin y al cabo, ellos habían sido una víctima más de Lysander.
Y para ello, había llegado el momento en el que tenía que enfrentarme a mis demonios. O más bien, había llegado el momento de tragarme el orgullo y a la vez, expresar en voz alta todo lo que había callado en dos meses para no herir a los demás. En especial, para no herir a Albus.
Respire profundamente. ¿Sería capaz de salir de aquellas cuatro paredes para vernos cara a cara? ¿Sería capaz de dejarles en claro todo el desastre que llevaba en mi cabeza? Apenas había tenido tiempo para poder reflexionar sobre lo que había pasado con Lysander, me había pasado lo que quedaba de aquella semana evitándole con mil y una excusas, todas ellas más que factibles y verosímiles. Sin embargo, cuando el sábado en el desayuno la lechuza de Albus se había posado delante de mí con las cartas que tanto Albus como Scorpius me habían enviado como respuesta, ambos confirmando que asistirían a la cita, no se me había escapado como desde la mesa de los leones Lorcan no me quitaba ojo de encima.
Exhalé, soltando todo el aire que tenía dentro. Por un momento os habría jurado que se me había olvidado respirar. El reloj casi marcaba la hora a la que había decidido encontrarme con ellos en la Sala de los Menesteres.
Había sido idea de Lily, a quien Vivien había metido en el ajo sin preguntarme antes, que nos viéramos allí. Según sus palabras, aquella sala era el terreno más neutro que podríamos encontrar para hablar los tres sin que el mobiliario de la escuela corriera mayor peligro.
Me levanté de la cama, atreviéndome por fin a salir de la falsa pero acogedora seguridad que aquella cama adoselada me influía. Salí de la Sala Común sin fijarme en quién andaba por ahí, ahora mismo eso no importaba.
Los pasillos me recibieron con calidez, casi queriéndome infundir ese valor que tanto ansiaba. Aceleré mis pasos, bajé las escaleras que me llevaban al tercer piso de dos en dos. Parecía que mi cuerpo actuaba por sí mismo, como si caminara en piloto automático.
Pensé con fuerzas para materializar la Sala de los Menesteres antes de enfrentarme a las personas que esperaba estuvieran al otro lado de la pared y a la vez, que menos ganas tenía de ver en ese momento.
Sabes que te estás mintiendo a ti misma, no seas tonta, Rose. No vas a tener otra oportunidad mejor para hablar con ellos y solucionarlo todo. Quieres que Albus vuelva a ser tu amigo.
El recuerdo de la voz de Vivien resonó en mi cabeza, alentandome a dar un paso hacia adelante y abrir esa puerta que había aparecido sin que yo me diera cuenta.
Sí, claro que quería que mi relación con Albus fuera como antes, pero, ¿seríamos capaces de dejar todo atrás? Vivien me había aconsejado perdonar, sí, pero sin olvidar del todo que aquellos dos habían sido unos egoístas conmigo.
Además, ¿qué iba a sacar en claro con Scorpius? Nunca habíamos sido amigos, nos habíamos saltado varios pasos en lo referente a nuestra relación. ¿Seríamos capaces de empezar desde cero?
Mi voz interna, aquella que había veces que mejor era que estuviera callada, quiso responder pero no se lo permití. Di ese paso que tanto pavor me daba, abrí la puerta sin saber qué habría detrás de la misma.
Allí estaban Albus y Scorpius, este último de pie mirando a través de uno de los ventanales. Ironías del destino, estábamos en lo que parecía el aula de Transformaciones, solo que completamente vacía salvo por un par de pupitres, donde había decidido sentarse Albus.
Ambos me miraron. Antes de que pudiera decir nada, Albus se levantó, corriendo hacia mí. Sentí el impacto de su abrazo sin poder reaccionar, pues se me había cortado ligeramente la respiración.
Abrí los ojos para ver como Scorpius nos miraba con una sonrisa sencilla, sin nada escondido detrás de ella. Rodeé a Albus con mis brazos, dejando que su calor me envolviera por completo. Su cuerpo comenzó a estremecerse. ¿Albus estaba llorando?
—He sido un cabrón. Me he comportado como un gilipollas contigo y con Scorpius, estaba siendo un egoísta que no miraba más que para su ombligo…y ahora...por mi culpa...por mi puta culpa...
Su voz sonó muy cerca de mi oído, amortiguada por los rizos. Me aparté de él para observar, bien de cerca, su rostro. Sus ojos estaban enrojecidos y tenía las mejillas húmedas por culpa de las lágrimas.
—No te voy a negar que has sido un verdadero estúpido conmigo y con mis sentimientos, pero no te flageles así, Albus. Hemos venido a hacer las paces, yo no debería haberte ocultado lo de Scorpius y que estábamos…
Albus me interrumpió, separándose ligeramente de mí pero sin soltarme, como si tuviera miedo de que me desvaneciera. ¿Me había echado tanto de menos como yo a él? Suponía que Lily había sido quien había mantenido a Albus al tanto de todo, al igual que ella hacía contándome lo que había pasado con Albus durante aquellas semanas que habíamos estado distanciados.
—¡Cómo no me voy a flagelar si ahora ese psicópata rubio anda detrás de ti para jodernos a todos! Tendría que haberte puesto en sobreaviso sobre Lysander pero fui un necio, me cegó mi propio egoísmo. Rose, yo, lo siento tanto...de verdad, te lo repetiré todas las veces que haga falta.
Albus, aún rodeando mi cuerpo, volvió a apoyar su cabeza en mi hombro, llorando casi sin consuelo. Miré a Scorpius, buscando algo en su mirada que me diera una pista sobre cómo continuar. Scorpius parecía tan sorprendido o más que yo.
No me había esperado este arrebato inesperado de cariño y sinceridad por parte de Albus y me había pillado con la guardia baja. Yo, que me había esperado gritos y malas palabras, me había encontrado con Albus tan arrepentido como un elfo doméstico que no ha cumplido con la tarea encomendada por su amo. Sentía como las lágrimas, esta vez de felicidad, picaban en mis ojos.
Albus se separó de mí, besándome en la frente. Me agarró por ambos codos, donde el roce de Scorpius de aquella fatídica tarde en la que me había enterado de las verdaderas intenciones que Lysander tenía conmigo, parecía seguir quemando. Apenas habían pasado cinco días, sin embargo, parecía que había pasado mucho más tiempo.
Habíamos sido unos idiotas cegados por el orgullo, tanto Albus como yo nos habíamos hecho un daño terrible. Y en un abrazo, parecía que habíamos vuelto atrás en el tiempo.
—Rose, te pido perdón, de todo corazón. Todas estas semanas sin ti han sido una tortura y, por mi culpa…
Albus miró a Scorpius, que aún seguía apoyado contra los ventanales, sin acercarse. Parecía que el rubio dudaba, como si sintiera que sobraba en ese momento.
—Por mi culpa he hecho daño a dos de las personas que más me importan en esta vida. Rose, si algún día puedes perdonarme por lo imbécil que he sido, hago por ti lo que quieras.
Volví a abrazarle. Me había quedado muda. Albus no acostumbraba a mostrar sus sentimientos tan a la ligera y verle así de derrotado, me había impresionado más de lo que podía llegar a explicar con palabras. ¿Sería posible que lo que le había dicho Lorcan a Lysander fuera verdad? ¿Había cambiado tanto Albus?
Una parte de mí quería matar a esa voz interna que parecía querer llevarse toda felicidad y llenarme, aún más, de dudas y de miedo. Quería volver a confiar en Albus, ahora estaba segura de ello. Las cosas no volverían a ser como antes, pero ambos habíamos aprendido los límites el uno del otro.
—Albus...yo...también lo siento mucho. No te puedes hacer idea de lo mucho que te he echado de menos.
—Rose, no fue tu culpa. No fue culpa tuya ni de Scorpius que os enamorárais...sobre el corazón no se manda...Me metí en medio de vosotros dos y...
Scorpius se aclaró la garganta, queriendo cortar el discurso que Albus se disponía a continuar. Fruncí el ceño levemente, ¿había dicho Albus "enamorárais"?
Scorpius habló, por primera vez desde que yo había entrado en la habitación. Tenía las ojeras marcadas, como si no hubiera podido dormir en muchos días. Por mucho que no quisiera preocuparme por él, Scorpius parecía estar enfermo.
Si Albus cree que os queréis, quizás por eso te preocupa tanto su bienestar. Si te diera igual, no te habría afectado tanto lo de la biblioteca. Quizás él es capaz de ver lo que tú no quieres ver y que te quita el sueño desde el miércoles.
—Rose, no debí apartarme de ese modo de ti. No al menos como lo hice, si lo hubiera pensado más, no habría actuado así. Creía que sería lo mejor para los dos, pero me equivoqué. ¡Por Merlín! ¡Creía que sería lo mejor para los tres! Pero dejé que el miedo se interpusiera entre nosotros, fuera lo que fuéramos.
Albus se separó ligeramente de mí, pero no pude dejar que se fuera del todo de mi lado, no después de tanto tiempo y aquellas lágrimas que aún seguían cayendo de sus ojos verdes.
—Scorpius…
El rubio se acercó a nosotros. Él no me abrazó, se quedó a una distancia prudencial. De ser él, yo tampoco sabría cómo actuar. Scorpius volvió a hablar.
—Rose, gracias por habernos dado esta oportunidad para pedirte perdón. Cuando recibimos tu carta el viernes, después de lo que había pasado en la biblioteca, sentí que por fin habíamos hecho algo bien en mucho tiempo. Algo que aunque te doliera, porque sé que lo hizo, ni Albus ni yo podíamos permitir que Lysander siguiera jugando contigo.
Quise replicarle que él también había jugado conmigo, quizás no con la intención de vengarse de mí o de hacerme daño, pero él había hecho lo mismo.
—En su defensa diré que el miércoles cuando llegó al cuarto, Scorpius lloró como nunca lo había visto llorar.
—¡Albus, tío! ¡Habíamos quedado en que eso no ibas a decírselo!
Noté que las mejillas de Scorpius enrojecían levemente. Albus se encogió de hombros pero algo en su mirada me decía que aquello lo había dicho a posta. Scorpius continuó.
—Sé que es hipócrita viniendo de mí criticar a Scamander así, pero yo en ningún momento tenía interés alguno en hacerte todo el daño que te he ocasionado. Por eso, sea lo que sea que Vivien ha planeado para darle su merecido a ese rubio pirado, puedes contar conmigo.
—Está demás decir que yo a ese le quiero hacer lo indecible, así que estoy totalmente de acuerdo. Lily no nos ha querido contar nada pero para eso ya tendremos tiempo.
Albus volvió a abrazarme, sin decir nada. No quería que aquel abrazo terminase pero antes de que pudiera darme cuenta, Albus ya me había soltado.
—Y ahora, antes de que me digáis nada, voy a dejaros solos para que habléis. Todos los que estamos aquí sabemos que tenéis una charla pendiente.
Algo me decía que o bien Lily o Vivien le había dicho a Albus que nos dejara solos. Tengo unos amigos que son unos metomentodos. Incluso, si me apurais, puede que incluso Theo haya intercedido para que esa idea tan poco Albus saliera de sus labios.
Scorpius parecía tan sorprendido como yo. Sin decir nada más y despidiéndose con un gesto de la mano, Albus se dispuso a salir por la puerta. Antes de que su desordenada cabellera desapareciera por el hueco de la puerta, hablé.
—Albus, te perdono. ¿Me perdonas tú a mí?
Albus sonrió, como hacía mucho que no le veía sonreír.
—Ya no nos queda nada que perdonarnos, Rose.
Y así, sin decir nada más. Scorpius y yo nos quedamos solos.
Y sentí pánico.
Miré a Scorpius, que parecía tan perdido como yo. Se rascó la nuca en un gesto nervioso.
—Te confieso que no pensé que Albus iba a hacer eso, de haberlo sabido, no le hubiera permitido que se fuera así. Rose, de verdad, te pido perdón. Estas últimas semanas he estado en la mierda por haberte hecho daño.
—Se nota, sí.
—Gracias, necesitaba escuchar a la Rose mordaz. La echaba de menos, no sabes cuanto.
Ambos nos miramos. La mirada acero de Scorpius brillaba de una manera distinta, me miraba casi del mismo modo que antes. Sin bajar la mirada, Scorpius acortó la distancia que nos separaba. Parecía que no sabía por dónde empezar y no le culpo, yo estaba en las mismas.
El silencio se instauró entre nosotros. Parecía que nos estábamos midiendo, sin tener ni idea de cómo empezar. Scorpius fue el primero en bajar la mirada. Yo miré hacia la ventana. Alguno de los dos tendría que hablar primero. Decidí ser valiente, aunque no estuviera en mí esa cualidad.
—Scorpius…
—Rose…
Nuestras miradas volvieron a cruzarse. Scorpius suspiró. Abrió la boca un par de veces, queriendo decir algo que no parecía ser capaz de salir de sus labios. Si seguíamos así, yo sabía que no saldríamos de aquella habitación pronto. Estar a su lado aún conseguía ponerme nerviosa, solo que esta vez era porque no sabía cómo actuar.
—Scorpius, he estado pensando en nuestro encuentro del otro día. Y quiero pedirte perdón por mis palabras, no creo que quisieras hacerme daño. Pero es que…-sabía que me iba a costar decirle lo que venía después, pero no me quedaba más remedio- con todo lo de Albus me hiciste mucho daño y hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo que me... importabas. No creo que tu intención al mostrarme lo de Lysander fuera la de herirme, hablé sin pensar.
Ya estaba hecho, ya lo había dicho. Aquello que llevaba estorbando en mi mente desde el miércoles, ya estaba fuera de mí y de mi control. Scorpius abrió mucho los ojos cuando procesó lo que le había confesado. Scorpius respiró profundamente antes de hablar.
—Rose, nosotros nunca hemos sido amigos pero no creo que sea tarde para intentarlo. Creo que podríamos funcionar bien. Sé que es difícil lo que te propongo pero intentémoslo. He estado este último mes que no era yo, te echaba de menos. Y no sólo tus besos, te echaba de menos a ti, estar juntos, fusca. ¡Incluso echaba de menos tus bromas sin gracia, por Merlín!
Sus palabras me pillaron por sorpresa, dejándome muda.
—Resulta que al final, a mí también me importas más de lo que me había llegado a dar cuenta.
Scorpius me miró intensamente. Yo había disimulado lo que sentía, o creía sentir por él, utilizando el verbo "importar". ¿Le pasaría lo mismo a él conmigo? La voz sedosa de Scorpius me devolvió al momento que estábamos compartiendo.
—Sé que después de cómo me he portado contigo es de ser un mierdas pedirte ser amigos, pero…
Scorpius se acercó aún más a mí, casi tanto que podía ver cómo su pecho se movía con cada respiración. Extendió sus manos hacia mi rostro pero me aparté antes de que su caricia me rozase. Aún era demasiado pronto para volver a sentir el roce de sus dedos sobre mi piel sin flaquear.
Acaricié mi codo, queriendo calmar una herida que no estaba allí. Scorpius siguió el movimiento de mi mano, observando cada uno de mis movimientos con detalle.
—Tengo que pensar en ello, Scorpius. Dame tiempo. Es lo único que te pido. Me lo debes después de todo esto, ¿no crees?
Volví a mirarle, la duda pintada en mi cara. Scorpius sonrió, cansado. Dejó que sus manos cayeran muertas a ambos lados de su cuerpo.
—Gracias, Weasley. Podrías haberme dicho un "no" y lo hubiera entendido perfectamente.
El hecho de que volviera a tratarme por mi apellido me dolía más de lo que quería admitir. No quería volver a esa dinámica, no después de todo lo que habíamos compartido.
—No hagas eso, Scorpius. Soy Rose para ti, desde hace un tiempo.
La cara de Scorpius se relajó considerablemente.
—He de reconocerte que tenía miedo de venir aquí esta tarde, Rose. Tenía miedo de salir de esta habitación sin haber arreglado las cosas entre nosotros. Aún tenemos mucho que sanar, pero te juro que haré todo lo que esté en mi mano para que me perdones de verdad. Quiero ser tu amigo.
Y algo en la seguridad implícita en el tono de su voz, me decía que Scorpius estaba decidido a cumplir su promesa.
