Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es tufano79, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is tufano79, I'm just translating her amazing words.
Thank you tufano79 for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.
Capítulo Veintisiete: Nuevas historias y Hogares
BPOV
—Bella, tienes que dejar de presionarte. Los músculos de tu cadera están tensos —me regañó Emmett—. No queremos que te vuelvas a lesionar.
—Perdón, Em —suspiré desde mi posición en la mesa—. Estamos haciendo ajustes sutiles a nuestro programa corto, añadiéndole más elementos técnicos para ganar más puntos.
—¡Isabella Marie! Justo ahora no se trata de los puntos. Se trata de tu maldita salud —espetó Emmett.
—Dios, Emmett. Relájate. —Hice un puchero—. No tienes que gritarme. Ya tengo suficiente de eso por parte de Edward, Alice, Rose y Carlisle.
—Lo siento, Bellarina. Es que estoy, uh, caliente —murmuró Emmett—. Necesito mi dosis de Rosie. Este bloqueo de polla de mi prometida me está volviendo loco.
—¿No hay tregua en la habitación? —me burlé.
—Cuatro meses —suspiró—. No es que esté contando ni nada. ¿Cómo te sentirías si no pudieras estar con Edward?
—Lo detestaría, pero viviría con eso. Duré veinticinco años sin tener sexo. Unos meses no significarían nada —sonreí—. ¿Ya terminamos?
—Sí. Ponte hielo cuando llegues a casa y luego pídele a Edward que te haga ejercicios de estiramiento después de tu cena. Que tengas una buena noche, Bellarina —dijo Emmett, ayudándome a levantarme de la mesa.
—Hasta luego, Emmett —dije, salí cojeando de la sala de entrenamiento. Me dirigí a los vestidores, asomando la cabeza en el de los hombres—. ¿Edward?
—¿Sí, amor? —habló desde la esquina trasera.
—¿Alguien encuerado aquí? —pregunté, riéndome en voz baja.
—Nop, entra —se rio entre dientes. Seguí su voz a la parte trasera del vestidor. Estaba sentado en el piso sobre unos tapetes. Tenía las piernas extendidas en un split y se estaba inclinando hacia enfrente, estirando su cuerpo—. ¿Emmett te gritó?
—¿Cómo lo supiste?
—El ceño entre tus cejas —dijo Edward, señalando sus propias cejas—. Sé que te hemos hecho esforzarte demasiado. Mañana será un día fácil, Bella. Tenemos dos semanas hasta las Nacionales. Tal vez podamos trabajar en la mañana y trabajar en la coreografía con Rose durante la tarde. Estilos de brazos y esas cosas, ¿sabes?
—Suena bien —dije al sentarme—. ¿Listo para irte?
—Síp. Ya casi termino con mi enfriamiento. Mis corvas estaban muy tensas hoy. —Hizo una mueca—. Oh, y Alice te estaba buscando hace rato. Se veía muy molesta.
—¿En serio? ¿Ya se fue?
—Sí. Dijo que te vería en tu apartamento —respondió, parándose de forma grácil. Avanzó hacia su casillero para agarrar su mochila—. ¿Necesitas algo de tu casillero?
Asentí. Caminamos en silencio hacia mi casillero, agarré mis cosas y caminamos a mi carro. Revisé mi celular y vi que tenía varias llamadas perdidas de Alice, Jasper y Charlie. Cuando entramos a mi apartamento, vi a una Alice muy angustiada y a un Jasper muy molesto. Eso me preocupó. Jasper nunca se enojaba.
—¿Qué pasa?
—Um —comenzó Jasper—. Hoy una de las enfermeras nuevas se acercó a mí. Dijo que una mujer mayor se había acercado a recepción pidiendo tu historial médico. Presentó su licencia de conducir y era Renée. Yo ya había hablado con todo el personal que ya tiene tiempo ahí y sabían de tus problemas con tu mamá. Sabían que no debían darle tu historial médico, pero esta empleada nueva todavía no estaba tal tanto.
—¿Por qué querría mi mamá mi historial médico? —pregunté, sentándome en el sillón.
—No tenía idea hasta que entré a la página de ESPN después de la comida —dijo Jasper, entregándome un montón de papeles—. Es un artículo sobre ti. Y sobre tu lesión.
—¿Qué? —gruñó Edward—. ¿No es esa una violación de HIPAA*? ¿No puedes despedir a la enfermera?
—Ya la despedimos. Violó la ley y probablemente también perderá su licencia de enfermera. —Jasper hizo una mueca—. Lee el artículo, Bells. Es malo.
Edward me rodeó la cintura con su brazo y miró sobre mi hombro. Suspiré profundamente antes de empezar a leer la historia.
Isabella Swan, ¿la Consentida de América o una Enorme Mentirosa?
Resulta que la favorita para ganar el oro en las Nacionales y el Mundial en la categoría de patinaje en pareja americano está guardándole un gran secreto al país, sus fans y la federación de patinaje. Isabella Swan de 25 y años y su pareja, el desertor británico Edward Masen, de 26 años, han estado guardando este secreto desde que Swan sufrió una fea caída en Londres durante su reciente competición en octubre. Nuestras fuentes indican que Swan se salió de la competencia en octubre después de sufrir un golpe en el hueso de su cadera derecha. Fue lanzada a un axel doble por su pareja, Masen, y cayó sobre el hielo. Swan y Masen, bajo el consejo de su entrenador, Carlisle Cullen, se retiraron de la competencia la mañana del programa largo después del inestable ensayo del día anterior.
Esto es noticia vieja.
A su regreso a los Estados Unidos, Swan fue al doctor. Su médico de cabecera, el doctor Jasper Whitlock, realizó varios exámenes en su cadera. Resultó que el daño era más serio de lo que ella pensaba. Nuestros propios expertos miraron los reportes que nuestras fuentes nos proveyeron y solo diremos que su futuro en el mundo del patinaje está en serio peligro. El doctor Whitlock no pudo comentar al momento de este reporte y su consultorio niega haber tratado a Isabella Swan, declarando que violarían las leyes HIPAA. Nuestras fuentes dicen otra cosa. Dijeron que Swan es una paciente desde hace mucho tiempo en ese consultorio, desde que comenzó a patinar con Jacob Black.
Ahora, las preguntas permanecen… ¿será esta temporada la última para Isabella Swan? ¿Reconocerá su lesión o la negará? ¿Qué pasará con Edward Masen? ¿Se quedará con Isabella o regresará con su antigua pareja, Tanya Juneau?
Solo el tiempo y las respuestas lo dirán. ¿Por favor, Swan? ¿Puedes compartir con tus fans lo que está pasando? ¿Estás tan lesionada como dicen los reportes o estás bien? No mientas. Nos enteraremos.
—Voy a matar a Renée —dije con furia—. ¡No puedo creer que haya usado su relación conmigo para obtener mi historial médico! ¡Se supone que son archivos confidenciales! ¡¿Qué carajo?!
—Jasper, este artículo te menciona… ¿Estás en problemas? —preguntó Edward.
—No sé. Hablé con Jenks. —Jasper se encogió de hombros—. Lo está investigando. Supongo que no ya que yo no he hablado con la prensa. Fue una "fuente", no mis empleados o yo.
—Asegúrate, Jas. —Fruncí el ceño—. Detestaría que te metieras en problemas por algo que hizo mi madre.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Alice—. ¿Vas a demandar a tu mamá?
—Creo que necesito hablar con ella —dije con un pesado suspiro—. Le llamaré yo también a Jenks y organizaré una reunión. Tal vez, si le doy una parte del dinero que pide…
—Exige —gruñó Edward.
—Bien, que exige, quizá me deje en paz y retracte su historia. —Me encogí de hombros—. A pesar de que es verdad.
—Puede que sea verdad, Bell, pero no era la historia de tu madre para contar. Violó tu privacidad y tiene que ser castigada. Puedes demandarla por difamación —murmuró Edward, jalándome a su regazo.
—Es un caso débil —murmuré—. Como dije, es verdad. En fin, llamaré a Jenks para establecer una reunión con mi "queridísima mami" lo más pronto posible. —Me levanté del regazo de Edward y caminé hacia mi habitación, donde en realidad no había pasado la noche desde Navidad. Me senté en mi cama y marqué el número de Jenks.
—Jenks —ladró al teléfono.
—Hola, Jenks. Soy Bella —dije con voz ahogada.
—Dos horas… estaba esperando tu llamada hace una hora —se rio entre dientes—. Vi el artículo.
—Estaba en práctica, Jenks. Apenas lo vi —suspiré—. ¿Qué sucede? O sea, ¿qué puedo hacer?
—Antes de poder responder honestamente, ¿la información del artículo es verdad?
—Lo es —respondí—. Iba a anunciar en el Mundial que me retiraría. Mis lesiones son demasiado grandes, además de que aceptaron a Edward en la Escuela de medicina de la Universidad de Washington.
—Lo siento mucho, Bella —dijo Jenks, la tristeza en su voz era muy evidente—. Eres una patinadora muy buena. El deporte te va a extrañar.
—Gracias, Jenks.
—¿En cuanto a qué puedes hacer legalmente? No mucho ya que la información es verdad. ¿Sabes cómo la obtuvieron? —preguntó.
—Mi mamá fue al consultorio de Jasper y solicitó una copia de mi historial médico a una empleada nueva —dije, mordiéndome el labio inferior. Edward se metió y se sentó junto a mí, besándome el hombro—. Quiero reunirme con ella, Jenks. Ponerle un fin a esto. ¿Puedes hacer que suceda? ¿Cortar mis lazos con ella?
—Financieramente, no tiene dónde apoyarse. Los únicos lazos que puedes cortar son los biológicos. Sin embargo, puedo organizar una reunión con tu mamá en mi oficina si eso es lo que quieres.
—Sí, Jenks. Ella vendió a su hija al mayor postor. Renée Swan está muerta para mí —gruñí—. Hagámoslo oficial, ¿sí?
—Te llamaré cuando tenga más información, Bella. Asumo que quieres que esto se haga antes de las Nacionales, ¿correcto?
—Así es, Jenks. Sabía que había una razón para mantenerte por honorarios —me reí entre dientes.
—Hecho, Bella. Te contactaré pronto. No te esfuerces demasiado —resopló Jenks—. Buenas noches.
—Buenas noches —respondí, terminando la llamada. Me giré para mirar a mi preocupado novio. Me había sostenido la mano todo el tiempo, girando el anillo de promesa en mi dedo—. Hola…
—¿Qué dijo Jenks? —murmuró Edward, llevándose mi mano a la boca para besar mi palma.
—Me voy a reunir con mi mamá. Probablemente cortaré todos los lazos con ella. Una vez que tenga la información de la reunión, necesitaré llamar a Charlie para pedirle que esté presente. ¿Vendrás tú también a la reunión?
—Estaré ahí junto a ti, Bell —dijo, besándome suavemente—. Supongo que estás muy dolorida. Déjame prepararte un baño y después nos iremos a dormir.
—¿Aquí abajo? —pregunté.
—Sí. Tu cama se ha visto abandonada —resopló Edward. Se paró y me echó sobre su hombro. Grité cuando me cargó hacia la tina, donde compartimos un baño para relajar nuestros tensos músculos. Caímos en la cama y terminamos haciendo el amor durante casi toda la noche.
No es que nos quejemos. El hombre es una jodida máquina…
Chicas, pensé… ugh, olvídenlo. ¿No pueden irse?
No, Isabella. Estamos DENTRO de ti. No podemos irnos. Nos necesitas para hacer bebés con el hombre cuya deliciosa y preciosa polla está empalando tu cuerpo.
Hmm… polla…
Bienvenida a nuestro mundo, Bella. Es maravilloso, ¿no?
xx FO xx
—¿Me veo bien, Edward? —grité mientras me alisaba mi falda recta color turquesa. Alice insistió en que usara este conjunto. Junto con la falda, llevaba una blusa sin mangas color coral y un blazer beige. En los pies llevaba unos tacones color piel y había añadido joyería en color turquesa y coral—. Parezco un anuncio para el suroeste.
—Te ves preciosa —dijo Edward, ajustándose su corbata azul rey—. Entiendo lo que Alice intentaba hacer. Pareces tener el control, pero no te ves inaccesible. Lo haces funcionar a la perfección. —Le alcé una ceja—. ¿Qué?
—¿Has estado viendo Project Runaway?
—Un episodio —gruñó Edward—. Tim Gunn es lo mejor.
—Qué metrosexual, Edward —me burlé—. ¿Qué crees que va a pasar?
—Tu mamá se pondrá histérica —dijo Edward, frunciendo el ceño—. Por favor, debes estar consciente de que estoy aquí para ti. También Charlie. Te amamos.
—Te amo más, Edward —dije, acurrucándome en sus brazos. Me besó la cabeza, apoyando su mejilla en mi cabello rizado.
—Tenemos que irnos, Bell. Veremos a Charlie en la oficina de Jenks dentro de media hora —murmuró Edward. Asentí y apreté su cintura. Con un último beso a mi sien, agarramos nuestros abrigos y llaves. Me mantuve en silencio de camino a la oficina, escuchando la radio en el carro de Edward. Nuestros dedos estaban entrelazados mientras acelerábamos por la I-5 hacia el centro de Seattle. Estacionándonos junto a la patrulla de mi papá, entramos a la elegante oficina de Jenks.
—Bells. —Charlie sonrió al jalarme a un abrazo—. Te ves bien, bebita.
—Hola, papi —dije.
—Tu mamá ya está aquí con su abogado, Bells. —Charlie frunció el ceño—. Un cabrón muy sospechoso llamado Phil Dwyer.
—¿Cómo se ve ella? —preguntó Edward.
—Como una zorra —espetó Charlie—. Lleva un vestido que es demasiado ajustado y un montón de joyería. Su maquillaje se ve endurecido y ugh… es horrible, Bells.
Hice una mueca ante la caída de mi madre. Sentí un poco de remordimiento sobre lo que iba a hacer hoy, pero solo duró por una fracción de segundo. Ella sola se hizo esto. Intentó controlarme y a la larga, perdió su relación con Charlie y conmigo. Ahora era el final del camino. Eso esperaba…
—Bella —dijo Jenks con una sonrisa—. Vayamos a la sala de conferencias. La señora Higginbotham y su abogado, el señor Dwyer, ya están ahí.
—¿Renée volvió a su nombre de soltera? —preguntó Charlie—. La tinta apenas se secó en nuestros papeles del divorcio y bueno… maldición… —Sacudió la cabeza y siguió a Jenks hacia la sala de conferencias. Edward entrelazó sus dedos con los míos mientras entrábamos a la sala. Sentada junto a un abogado grasoso estaba una versión en zorra de mi madre. Tenía el cabello esponjado al doble de su tamaño y el maquillaje parecía grabado en su piel curtida. El abogado se inclinó y le susurró algo a mi madre al oído. Ella se rio y le agitó las pestañas al abogado.
—Detente, Phil —susurró—. Pero gracias. Es lindo saber que te sientes así.
—Es la verdad, Renée —sonrió, besándole la mano—. Eres muchísimo más hermosa que ella.
Hice un sonido con la garganta y me senté frente a mi mamá. Edward se sentó a mi lado, poniendo su mano en mi muslo. Renée me fulminó con la mirada antes de girar su atención a Charlie.
—Te ves de mierda, Charles —dijo gélidamente.
—Puedo decir lo mismo de ti, Renée —espetó Charlie—. Necesitas pulirte con arena la cara para quitarte esa mierda.
—Jódete, Charles —soltó Renée.
—Mantengamos todo de forma civilizada —dijo Jenks con severidad—. Ahora, esta reunión la solicitó mi clienta, Isabella Swan. El propósito de la reunión es discutir la presunta situación que implica el historial médico de Isabella.
—No tengo ningún reparo en decir que yo filtré la historia a la prensa —dijo Renée. Su mirada se veía dura y distante. De verdad no sentía remordimiento por vender mi historia—. Tú me arruinaste, Isabella. Ahora es mi turno de arruinarte.
—¿Arruinarme? —chillé—. Esa no era tu historia para contar, Renée.
—Sigo siendo tu madre, Isabella. Te dirigirás a mí como tal —dijo Renée con furia.
—No, no lo haré —gruñí—. Ya no eres mi madre. Le pedí al señor Jenks que preparara unos documentos para básicamente eliminarte de mi vida. —Me giré hacia Jenks, que deslizó los documentos hacia ella. Incluía un pago único, la exigencia de que se retractara con la historia de ESPN y un contrato por su silencio sobre mi lesión y mi futuro—. Puede que tú me hayas parido, pero ya no eres mi madre.
Phil, el abogado de mi madre, agarró los papeles. Se rio con sorna.
—¿Eso es todo lo que le darás a la señora Higginbotham? Ella te crio y te dio los entrenamientos. Eso vale mucho más que $750,000.
—Es una propuesta única, señor Dwyer —dijo Jenks—. Mi clienta está siendo más que generosa con su oferta. Después de hoy, queda fuera de la mesa y llevaremos a su clienta a la corte por difamación. Se quedará sin nada, señora Higginbotham. Vivirá en su carro usado en ese feo vestido que está usando. Le conviene aceptar esto e irse.
—¿No hay espacio para negociar? —preguntó Phil, entrecerrando los ojos.
—Estoy dispuesta a subir hasta un millón, pero nada más —dije, mirando con odio a mi madre—. Ese es el costo de sacarte de mi vida, Renée. Nunca has sido una madre. Siempre te ha interesado solo hacerme una estrella. Ahora que soy una estrella, quieres un pedazo del pastel. Bueno, recibirás el dinero y luego el boleto para la comida se terminará. Pero ¿por qué? ¿Por qué lo hiciste?
—Porque eres una perra arrogante y engreída —espetó Renée—. Sabía que tu lesión era algo más que lo que la prensa decía. Le pedí a una amiga que fuera al consultorio y cuando vi que había una enfermera nueva e ingenua, salté. Ella no sabía de nuestra pelea y me entregó sin problemas una copia de tu historial médico.
—Renée, eso no era de tu incumbencia. Bella estaba destrozada sobre hacer el anuncio ya que su carrera de patinaje se terminará después de la competencia mundial. Era su derecho hacer el anuncio a su manera —dijo Charlie en voz baja—. No en respuesta a una historia que tú le vendiste al mejor postor. ¿No ves cómo has lastimado a tu hija?
—Ella me lastimó —respondió Renée, frunciendo sus labios llenos de colágeno—. La venganza es dulce.
Las lágrimas llenaron mis ojos mientras escuchaba a la fría y dura mujer que era mi madre.
—¿Alguna vez me amaste?
—Al principio —respondió Renée, agitando su mano con desdén—. Cuando te empezaste a hacer más popular, vi la forma de salir de mi miserable vida. Pero nunca hiciste nada. Nunca recibí dinero de ti.
—Porque era mi dinero, Renée —grité, las lágrimas amenazaban con caer por mis mejillas—. No tienes derecho sobre él. Lo único que vas a recibir es lo que te estoy ofreciendo y esa oferta desaparece cuando termine la reunión. Estamos llegando al final. No tengo paciencia para aguantar tus mierdas.
—¿Cuál es su decisión? ¿Un juicio prolongado en el que probablemente perderá y le pagará a Isabella, o irse ahora con una oferta generosa sin repercusiones por sus acciones excepto retractarse de la historia de ESPN? Sería una tonta si no acepta la oferta. Le daremos quince minutos para discutirlo con su abogado —dijo Jenks al pararse. Charlie, Edward y yo lo seguimos. Avanzamos hacia la oficina de Jenks, deteniéndonos para saludar a Maggie. Charlie estaba caminando por la oficina mientras que Edward me sostenía en su regazo y me besaba el cuello.
—Estoy muy orgulloso de ti —murmuró, mordiéndome el lóbulo.
—La odio, Edward —sollocé—. No es mi madre. No sé quién es.
—Eres muchísimo mejor que ella, Bella —dijo Edward, jalando mi cara para verlo a los ojos—. Eres mi vida y te amo. Para siempre, nena.
—También te amo, Edward. Gracias por estar aquí para mí. —Me acurruqué cerca de él, enterrando la nariz en su cuello. Me rascaba gentilmente la espalda y tarareaba en voz baja.
Jenks estaba tecleando furiosamente en su computadora mientras que Charlie seguía caminando como loco. Un silencioso zumbido llenó la oficina.
—¿Sí, Maggie?
—El señor Dwyer y la señora Higginbotham están listos para ustedes —dijo Maggie a través del altavoz.
—Gracias, Maggie —dijo Jenks, poniéndose de pie. Regresamos a la sala de conferencias para encontrar a un Phil con aspecto muy presumido y a Renée—. ¿Ya tomaron su decisión?
—Queremos modificar el acuerdo —dijo Phil despectivamente.
—No. El acuerdo es cómo está escrito —dijo Jenks—. Los veremos en la corte.
—Ni siquiera has escuchado nuestra propuesta, Jenks —gruñó Phil—. ¿Por qué no les dices, querida?
—Por supuesto, cariño —dijo Renée con una sonrisa empalagosa—. Sé que Jacob Black está hecho una furia desde que terminaron.
—No estábamos en una relación, Renée —dije furiosa—. Éramos compañeros. Nuestra relación de negocios terminó.
—Como sea, sabía que te deseaba y lo animé —dijo Renée con un dramático movimiento de ojos—. Jacob y tú habrían tenido bebés tan adorables, Isabella. Todavía es posible.
—Preferiría tomar ácido clorhídrico —dije secamente—. Nos estás insultando con esta charla, Renée. Escúpelo ya.
—Puedo decirte dónde se está escondiendo Jacob —dijo Renée rápidamente—. O más bien, dónde se estaba escondiendo recientemente.
—¿De qué nos serviría esa información, Renée? —preguntó Edward, alzando una ceja.
—Para que puedan evitarlo —dijo, mirando a Edward como si fuera la rebanada de pastel de chocolate más grande del mundo—. Sabe, señor Masen, es un fino espécimen de masculinidad. Deje a mi frígida hija y le mostraré cómo funciona una mujer de verdad.
—Y terminamos —bramó Jenks—. No necesitamos esa información. Hay una orden de restricción contra Jacob y sería un idiota si intenta acercarse a Isabella. Oh, ¿y el trato? Ya está fuera de la mesa. Los veremos en la corte. Que tengan un buen día. —Jenks se puso de pie y salió enojado de la sala de conferencias. Charlie fulminó a Renée con la mirada. Edward se sentía asqueado y me abrazaba con fuerza, mientras gimoteaba en voz baja. Me sentía avergonzada del comportamiento de mi madre, pero la verdad no estaba sorprendida. Nos sentamos en la oficina de Jenks mientras mi madre y su repugnante abogado eran escoltados fuera del edificio. Edward me sostenía en su regazo, entrelazando sus dedos con los míos.
—Lo siento, Edward —murmuré.
—No es necesario. No hiciste nada malo, Bell —dijo—. Tu mamá está algo loca, pero tú eres perfecta.
—Edward, esa mujer no es la mujer con la que me casé… no tengo idea de quién es —gruñó Charlie—. Primero, regaña a Bella porque tú y Bells empezaron una relación cuando se conocieron. ¿Y ahora se te insinúa? Está loca, te lo digo. Absolutamente loca. ¿Y ese abogado? Necesito una ducha después de sentarme en la misma sala que él.
—Yo también —dijo Jenks con una mirada vacía en los ojos—. Les da mala reputación a los abogados. ¡Ugh!
—¿Qué va pasar ahora, Jenks? —preguntó Edward.
—Ponemos una demanda contra Renée por difamación, injuria e incluso podría intentar añadirle una violación HIPAA también. Legalmente no tenía derecho sobre tu historial médico. Aunque debió haberse anotado en tus archivos que Renée no tenía permitido el acceso, obtuvo el historial de forma ilegal y será castigada. Probablemente no será con tiempo en la cárcel, pero sí con una compensación monetaria —explicó Jenks—. Si va a la cárcel, será en una prisión de mínima seguridad por menos de un año.
—¿De verdad vale la pena? —pregunté, dejándome caer contra Edward.
—Lo vale. Lo que hizo está mal y tiene que ser castigada —dijo Jenks—. Presentaré los papeles en la corte al final de la semana. También consideraría hacer una conferencia de prensa sobre el artículo. He recibido numerosas llamadas de la prensa preguntando por la historia.
—Mi teléfono ha estado sonando sin parar —gruñí—. Me he estado quedando con Edward para tener algo de paz y tranquilidad.
—No es que sea mucho más tranquilo ahí, amor —suspiró Edward—. Mi número de teléfono no es público, pero de alguna forma la prensa se enteró y también han estado contactándome a la casa, el celular e incluso a mi número de Inglaterra.
—Puede que quieran considerar contratar algo de seguridad extra. Maggie me envió un mensaje diciéndome que los reporteros están inundando alrededor del edifico. Al menos hasta el final de las Nacionales. Puedo darles los nombres de algunas firmas de seguridad respetables, si quieren —explicó Jenks.
—Hagámoslo —suspiré—. Contrata a quien creas que es mejor, Jenks. —Asintió y anotó algo en una libreta—. ¿Puedes organizar una conferencia de prensa en San José? Quiero dejar toda esta mierda atrás. Quiero explicar mi lado de la historia después de competir. La mañana de la exhibición sería ideal. La competencia ya habría terminado y lo que sea que recibamos ya estará decidido. Preferiría esperar hasta después de la Competencia Mundial, pero esta historia me está obligando a actuar.
—Considéralo hecho, Isabella. ¿Cuándo se van a San José? —preguntó Jenks.
—El martes de la próxima semana —respondió Edward—. Haremos el programa corto el jueves y queremos asegurarnos de estar listos.
—¿Cuándo es la exhibición? —preguntó Jenks.
—El 29 —respondí—. A las siete. La ceremonia de premiación para los hombres y las parejas será después de la competición de los hombres a la una.
—Darán la conferencia de prensa después de la ceremonia de premiación —dijo Jenks—. Arreglaré los detalles y se los enviaré a Carlisle. —Una gentil alerta sonó en la computadora de Jenks—. Phil y Renée ya se fueron. Según Maggie, están haciéndolo como conejos en el carro de Phil. Llamó a la policía para que los arresten por indecencia pública.
—Bien —se burló Charlie.
—No bien. Asco, papá. —Fruncí el ceño.
—Después de verla, estoy de acuerdo, pero estoy diciendo que bien respecto a la policía. Espero que la arresten por enseñar su patética excusa de bubis.
—Qué asco, Charlie —gritó Edward—. Hay una línea y la acabas de cruzar. —Charlie se rio en voz alta y le dio una palmada al hombro de Edward.
xx FO xx
—Alice, ¿tienes mi vestuario? —pregunté.
—Sí. Está empacado en la funda de ropa —respondió Alice desde la sala—. También tengo los vestuarios de Edward. Hice unos cambios sutiles al vestuario de Carmina, añadiéndole más pedrería y brillo. Dejé el vestuario de la canción de cuna igual. ¿Estás nerviosa? —Danzó hacia mi habitación y se sentó en mi cama.
—Sí y no. Estoy nerviosa por la reacción de la prensa. Los he estado evitando desde que salió el artículo. —Me encogí—. Sé que la prensa hará preguntas mientras estemos en el Kiss and cry después de patinar. Tengo la esperanza de que esperarán hasta nuestra conferencia de prensa oficial agendada para el 29 después de la ceremonia de premiación.
—Buena suerte con eso, Bellarina. —Alice sonrió—. Sabes que te quiero, ¿cierto?
—También te quiero, Ali —dije, alzando una ceja—. ¿Qué quieres?
—No quiero nada. Solo necesito contarte una decisión que Jasper y yo tomamos. —Alice se sonrojó.
—¿Y me lo vas a contar ahora? —pregunté secamente.
—Te lo digo ahora porque va a pasar cuando regresemos de las Nacionales, Bella —explicó Alice—. Jasper me pidió que me mudara con él y le dije que sí.
—Vaya, son buenas noticias, Ali —dije, abrazándola—. ¿Te pedirá matrimonio pronto?
—Dios, eso espero. Pero no me hago ilusiones —se burló Alice—. Jasper me pedirá matrimonio cuando se sienta listo. Aunque estoy lista para ahorcarlo para poder hacerlo que entre en razón, no sería de mucha ayuda.
—¿Qué hay del apartamento? —pregunté—. Sé que el contrato termina en marzo.
—Depende de ti, Bellarina. Quiero decir, en realidad no me necesitas como compañera. No es como si no pudieras pagar este lugar —se rio—. Si quieres tener compañía, puedes mudarte con Brit.
—No quiero obligarlo. —Me sonrojé.
—Mierda, Bells. Ya prácticamente viven juntos —dijo Alice, alzando una ceja.
—No sé, Ali —dije—. En serio que no. ¿Edward lo sabe?
—Creo que Jasper se lo mencionó de pasada. Sé que Edward y él se han hecho muy cercanos en los últimos meses.
—Creo que esperaré, Alice. Ahora, necesito tu experiencia para elegir los conjuntos para cada etapa de la competencia y conferencias de prensa. Mi modista personal se mudará con su novio. Es mejor que use su experiencia mientras todavía la tengo. —Le guiñé.
—Así es, Swan —se rio Alice—. Ahora hablas mi idioma.
Pasamos el resto de la noche eligiendo cuidadosamente mis conjuntos antes de prepararnos para dormir. Alice terminó durmiendo conmigo y tuvimos toda una fiesta de pijamas de chicas. Nos pintamos las uñas y chismeamos sobre nuestros chicos. Nos quedamos dormidas alrededor de las tres de la mañana a pesar de que nuestro vuelo salía a las siete, pero es que estábamos divirtiéndonos mucho. Sin embargo, cuando sonó la alarma, ambas gemimos. ¡Muy cansadas!
Era una zombi para cuando Edward bajó a mi apartamento. Tenía el cabello trenzado y lentes sobre la cabeza para esconder las ojeras que tenía debajo de los ojos.
—Dios, Bell. Te ves exhausta —se burló Edward.
—Culpa a la Pequeña —dije, imitando tristemente su acento—. Me mantuvo despierta hasta las tres.
—¡Mentirosa! —intervino Alice—. ¡Estábamos demasiado ocupadas riéndonos y divirtiéndonos para dormir! —Se acomodó los lentes de sol en su puntiagudo peinado—. Le conté a Bella sobre Jasper y yo.
—¿Sí? Jas habló conmigo este fin de semana para pedirme consejo. —Edward sonrió—. Parece que sí me escuchó. Felicidades, Pequeña.
—¿Qué le dijiste? —preguntó Alice, sentándose en la barra.
—Que necesita sacarse la cabeza del culo y pedirte que te mudes con él. Oh, y que debe ponerte un anillo en el dedo —dijo Edward mientras le jalaba el dedo anular izquierdo—. Ese hombre se mueve a paso de tortuga.
—Gracias, Edward. Al menos tomó la mitad de tu consejo. —Alice hizo un puchero.
—Ten paciencia, Ali —dijo Edward, besándole la mejilla—. ¿Están listas, damas?
—Lista para dormir —dije, apoyando la cabeza en su hombro—. ¿Vamos a manejar o iremos en limusina?
—Limusina. Duh —bufó Edward—. Solo lo mejor para mis chicas.
—¿Soy tu chica, Edward? —preguntó Alice, bajándose de la barra de un salto y entrelazando su brazo con el suyo.
—Hasta que estés resguardada bajo el cuidado de Jasper, sí lo eres, Pequeña. Eso si Bella puede compartir —dijo Edward con una sonrisa traviesa.
—No sé. Puede que no haya suficiente de él para compartir —dije con una sonrisita. Alice me frunció el ceño y jaló el brazo de Edward. Yo también lo jalé y terminamos teniendo un "tira y afloja" con Edward fungiendo como la cuerda. Él terminó zafándose de nuestros agarres y comenzó a bajar nuestro equipaje a la recepción del edificio de apartamentos. En el elevador, Edward se paró en la orilla más alejada, evitándonos a las dos.
—Ambas son malas —dijo, mirándonos especulativamente—. No soy una cuerda, maldita sea.
—Perdón, Edward —respondimos ambas con arrepentimiento.
Alzó una ceja y asintió antes de agarrarme, pegándome a su costado.
—Ya no me ofreceré para ser compartido. Estás por tu cuenta, Pequeña.
Una vez que bajamos, cargamos nuestro equipaje a la limusina. El chofer guardó nuestras maletas en la cajuela y nos metimos. Peleando entre el tráfico, nos las arreglamos para llegar a SeaTac y atravesar seguridad con buen tiempo. Carlisle, Rose, Emmett y Liam ya nos estaban esperando en la puerta de abordaje. Jasper volaría el miércoles porque tenía varias citas y cirugías que no quería posponer.
—Bella, te ves de mierda. ¿Acaso Edward te lo ha estado haciendo sin parar? —resopló Rose.
Miré boquiabierta a Rose, mi mandíbula raspaba el sucio piso de linóleo. Edward miró parpadeando unas cuantas veces a Rose.
—Eso quisiera, Rosalie. Alice es la razón por la, um, apariencia de Bella —dijo, ahogando una carcajada. Le di un codazo en las costillas, fulminándolo con la mirada—. Incluso exhausta te ves preciosa.
—Jódanme —jadeó Liam.
—Vete al carajo, imbécil —dijo Edward, golpeando la calva de Liam con una rotunda palmada.
—Bellarina, no sabía que bateabas de ese lado —dijo Emmett, sacando la lengua de su boca—. ¿Puedo unirme a Alice y a ti la próxima vez? —Rose rugió y le pellizcó el pezón a Emmett. Con fuerza—. ¡Hijo de puta! ¡Rose! Eso duele.
—¿Quieres tener hijos, Emmett McCarty? —dijo Rose mientras seguía apretando el pezón de Emmett. Él se bajó de la silla y se puso de rodillas, asintiendo furiosamente—. Iré a caminar. Necesito calmarme para que tus bolas permanezcan pegadas a tu cuerpo, McCarty. —Se fue enojada.
—Parece que Rose está tan caliente como tú —se burló Alice—. Ella es una perra, pero eso fue extremo. Asumo que tendrás un moretón en tu pezón, Em.
—Sí. Duele —gimoteó—. No es como que de verdad fuera a hacerlo. Solo estaba bromeando.
—Emmett, ten sexo. Por favor. Nos facilitarías mucho la vida —dijo Carlisle, hojeando un libro—. Rose está insoportable en las prácticas y digamos que si encuentro una toalla más llena de semen en la ropa sucia, tendré que patearte el culo.
—¡Ewww! —gemimos todos. Emmett agachó la cabeza con vergüenza.
Después de eso, todos sacamos nuestros iPod o computadoras. Edward y yo compartimos su iPod mientras que yo dormitaba en su hombro esperando a que llamaran nuestro vuelo. Pronto nos encontramos en nuestros asientos de primera clase para tener seguridad extra. Edward y yo nos topamos con algunos fans que querían autógrafos y algunas fotos mientras esperábamos. Ya estando en el avión, Edward entrelazó sus dedos con los míos.
—¿Cómo está tu cadera, amor?
—Tensa. Pero estaré bien. ¿Tal vez cuando lleguemos al Fairmont me puedas hacer ejercicios de estiramiento? —pregunté, besándole la mejilla.
—Siempre, Bell —sonrió. Las mejillas de Edward se sonrojaron de un brillante rosa—. Uh, he querido hablar contigo y nunca encuentro el momento adecuado, Bella.
—No me vas a dejar, ¿cierto? —chillé con lágrimas llenándome los ojos. Dios, estoy tan jodidamente cansada. Me estoy convirtiendo en un desastre emocional.
—¿Qué? ¡Dios, no! —dijo Edward, acunando mi cara en sus manos—. Nunca, nena. Estás atada a mí hasta que te aburras de mi flacucho culo.
—Edward, tu culo no es flacucho. Es jodidamente musculoso —me reí—. Todos esos años en el hielo lo volvieron delicioso.
—Calma, tigre. Estás babeando un poco. Es un culo. Uno muy pálido —bromeó Edward—. Aunque tú estás más pálida que yo.
—¿De qué quieres hablar? Tenemos tres horas en este tubo de la muerte con alas. —Me encogí de hombros.
—¿Tienes miedo de volar?
—Un poco. Solo me asusto cuando hay turbulencia. Si hay turbulencias, puede que pierdas la sensación de tus manos por lo fuerte que las voy a apretar —dije, besando sus nudillos. Entrelazó sus dedos con los míos y me dijo que quería esperar hasta que estuviéramos en el aire. Asentí y me concentré en ir a mi lugar feliz mientras despegábamos.
Tu lugar feliz es en una cama con el semental británico sentado a tu lado. Preferiblemente desnudos.
Estaba totalmente de acuerdo. Tal vez cuando llegáramos al Fairmont podríamos divertirnos desnudos ya que Alice me secuestró anoche.
¿Y si le pides que se una? *Movimiento sugestivo de cejas*
No.
Jodida mojigata.
—Bueno, de regreso a lo que te iba a preguntar hace rato —dijo Edward cuando alcanzamos la altitud de vuelo—. Ya escuchaste de Alice y Jasper.
—Estoy feliz por ellos —sonreí—. Tal vez así él se saque la cabeza del culo y le proponga matrimonio.
—Personalmente creo que le aprieta demasiado la tanga y le está cortando la circulación a su cerebro. —Edward se rio entre dientes—. Mi predicción es que sucederá cuando llegue la boda de Rose y Emmett. En fin, eso no viene al caso. Quería hablar contigo sobre nosotros. ¿A dónde ves que va nuestra relación, amor?
—Lo quiero todo contigo, Edward. —Me sonrojé.
—Yo también, Bella. Solo quería asegurarme antes de comentarte mi proposición —dijo con un ligero tinte rosa en las mejillas—. Sé que tu contrato para el apartamento termina en marzo. El mío en mayo. Te propongo que juntemos nuestros recursos cuando llegue mayo y compremos una casa. ¿Nos mudamos juntos?
—Hmm —respondí—. ¿Qué hay con ese tiempo que coincide donde me quedo sin casa?
—Bella, no te quedarás sin casa. Puedes mudarte conmigo hasta que termine mi contrato. No es como que no tenga espacio —dijo—. ¿Qué piensas?
—¿Sobre mudarme contigo o comprar una casa?
—Ambas —susurró, mirándome a los ojos. Sus orbes color esmeralda estaban llenos con inseguridad y trepidación.
—Hagámoslo —respondí, enredando mis manos en su despeinado cabello color bronce. Sonrió torcidamente y besó mis labios con pasión. Su lengua pasó sobre mi labio inferior, rogándome por la entrada, algo que le concedí ansiosamente. No nos separamos hasta que escuchamos un fuerte carraspeo.
—Bien, estrellas porno. Hay niños en este avión —dijo Liam, asomando su cara entre nuestros asientos.
—No me hagas lastimarte —dijo Edward, entrecerrando los ojos—. Les falta filo a las cuchillas de mis patines. Puedo afilarlas en tu peluda espalda, Liam.
—No era una imagen que quería en mi mente, Masen —dije, codeándole las costillas—. Ew.
—Cállate, compañera de casa. —Edward sonrió, besándome castamente—. Te amo, Bell.
—También te amo. Dime por favor que no eres de los que deja el asiento del retrete levantado —bromeé. Edward puso los ojos en blanco—. ¡No me quiero caer!
—Sabes que no lo hago, boba.
—Solo me aseguraba.
*La Ley de Transferencia y Responsabilidad de Seguro Médico (Health Insurance Portability and Accountability Act, HIPAA por sus siglas en inglés).
