Capítulo 18 Parte 2: Perdiendo la Cordura
Sus ojos me recordaban al brillo de la luna porque cuando las estrellas desaparecían, allí estaba ella radiante y poderosa, la luz que la oscuridad jamás podía encontrar.
Albus Potter
Pov Albus
El alcohol me sumía en un estado de semi inconsciencia. ¿Cómo lo podría describir? Letargo. Esa era la palabra correcta. No era que tuviera poco aguante, de hecho cuando se trataba de beber no me ganaba ni Barney el de los Simpson, pero esta vez la elección de bebida no me vino demasiado bien. Si ya lo había dicho Scorpius que la absenta se consideraba colonia. La verdad es que mi amigo no pudo ser más claro, sin embargo yo pensaba que la absenta esta pues sería igual de fuerte que el Whiskey de fuego, que de eso había bebido tela, no lo negaba. Enseguida me percaté al notar el calor característico de las bebidas fuertes. Ese calor que te adormecía el pecho que daba gusto y que provocaba que la lengua se te anudara de mil maneras distintas. Debí empezar tomando unos licorcitos... La culpa la tenía la mierda de cuatrimestre que llevaba. No salía de una cuando me metía en guatepeor. Al menos las cosas con Zarek parecían marchar mejor y esperaba que así siguiera. Suficiente tenía con Scorpius y sus decisiones de mierda con respecto a mi prima. Merecía ser feliz de una vez. Entendía sus reservas y más después de todo lo que sucedió en Hogwarts con el accidente de Lloyd. Esa noche me atormentaba sin descanso tanto como a él que llevaba marcada en su brazo las consecuencias. Jamás podré perdonarme por no haber estado junto a él en ese momento. Jamás podré perdonarme llegar tarde. Merecía el castigo del mundo mágico y que todos me culparan de la locura de Lloyd. Lo había hecho sí y cuando terminé sentí cierto placer con ello. No me daba miedo reconocerlo. Salvé a Scorpius y eso era lo único que me importaba, me daban igual las opiniones y las críticas, ni siquiera me importaba el prestigio de los Potter. Estaba harto de aparentar ser perfecto porque así debía ser el hijo de Harry Potter, el salvador del mundo mágico. Yo era distinto, no me parecía a mi padre y por descontado tampoco a nadie de mi familia ni tampoco a James que era mi opuesto en todo sentido. Dónde él era divertido, yo era sarcástico, dónde él era desinhibido, yo era más controlado. Él se parecía a Sirius Black, el padrino de mi padre, en cambio yo me parecía a Severus Snape, aquel mortífago que resultó ser un héroe al final, protegiendo a mi padre hasta que finalmente se enfrentó a Voldemort.
Todo esto podrá parecer poco, pero no es lo que más me diferenciaba de Harry Potter. Lo que más me diferenciaba era dar oportunidades, cosa que él no hacía o al menos no con los Malfoy. Aceptó que quedara en Slytherin pero no aceptó a mi mejor amigo y todo por los prejuicios. Aquellos prejuicios por los que luchaban en su época y que gracias a ellos cambiaron. Sus comentarios contra Scorpius de que me llevaría por el camino equivocado me molestaron, no sólo porque ofendían a mi amigo que también, sino por lo que significaban. No confiaba en mí tanto como en James, por ejemplo, a pesar de liarla día sí y otro también en Hogwarts. Hacía distinciones entre sus hijos simplemente porque James representaba todo lo que era un Gryffindor y yo era la antítesis, un Slytherin de pies a cabeza. Le costaba aceptarlo. En casa sólo me entendía con Lily. La pequeña torbellino a la que le encantaba el deporte y que todos los Potter celábamos a más no poder. Ella y, por supuesto, mi madre suponía la excepción a todo.
Por eso, si el escándalo afectaba a mi padre poco me importaba, tan sólo deseaba que ellas se mantuvieran al margen.
Mi vida estaba bastante jodida, pero eso no significaba que los demás tuvieran que tenerla también, suficiente había pasado ya Scor, además del rechazo de la sociedad como para que lo suyo con Rosie no resultara. Por eso en cuanto la vi, lo animé a que la buscara a pesar de tener ya un pedo importante. Lo dejé solo y fui en busca de algún alma caritativa que no me diera la charla porque Zarek me la iba a dar, tan pronto me viera. Quizás lo mejor sería bailar un poco, a ver si con saltos se me bajaba un poco el alcohol, o eso o me daba la vomitera que era más probable. Ojalá pudiera vomitarle encima al imbécil de Abel Campos. Seguro que Fred pagaría por verlo. Y hablando de Fred, no tardé en verlo bastante acaramelado con un par de chicas a las que no conocía de nada. Supuse que las acababa de conocer. Fred vestía un traje con una chaqueta de fiesta color azul con bordes negros. Los pantalones y los zapatos que llevaba también eran negros excepto la camisa que era blanca y estaba algo desabrochada. Mi primo no perdía el tiempo. No tardó en darse cuenta de que me acercaba a él y me sonrió de medio lado, eso me hizo bufar. Fred había vuelto a cazar. Lo que se traducía en que algo jodido le molestaba. Mi primo ligaba bastante, tal vez bastante se quede corto, ligaba y mucho, pero nunca se comprometía y las chicas que aceptaban liarse con él lo sabían. Sin embargo hacía tiempo que no lo veía con tantas ganas. Una vez a su lado, me dio un golpe fraternal en la espalda, que me hizo volver a bufar y me presentó a sus acompañantes.
—Albus, ¿qué te trae por aquí? ¿Buscas a alguien a quien clavar tus colmillos? —preguntó descaradamente.
—Yo no clavo precisamente los colmillos, a mí me van las cosas fuertes, Fred. ¿Comprendes?.
Fred silbó y bebió del chupito que tenía en la mano. Parecía ser ron, aunque claro a mí a estas alturas todo me parecía bebible.
—¿Cómo de fuerte apuntas?.
—Lo suficiente fuerte como para espantarte las citas.
—¿Tanto así? ¿Lo habéis oído chicas? Mi primo hoy tiene ganas de apostar.
Una de las chicas de pelo castaño y ojos azules río divertida por la pregunta. Llevaba un short de lentejuelas negro muy corto y un top de fiesta de tirantes plateado con transparencias en la espalda. La otra era rubia con ojos caramelo y llevaba un vestido estilo starpless de color rojo con un escote kilométrico. La señorita venía pegando fuerte.
—Este es tu primo, Freddie. ¿No nos lo presentas? — preguntó la castaña.
Vaya con las confianzas. ¿Qué mierda era eso de Freddie? Ni que lo conociera de toda la vida. Pensé mientras miraba a mi primo alzar las cejas divertido.
—Dalo por hecho nena—contestó Fred mientras me señalaba y presentaba a sus ligues—. Este es mi primo Albus Potter y ellas son Andrea y Miriam.
Las chicas sonrieron y yo me limité a asentir porque temía que estuviera más mareado de lo que creía y que acabara todo en un desagradable accidente. Seguro que a las pecas no les apetecía terminar la noche con vómito en la ropa.
—¿No es muy hablador no? —preguntó Andrea, la chica rubia que ahora mismo me miraba como si fuera tonto.
—Yo sólo muevo la lengua en el momento y sitio adecuado—contesté disfrutando de su sorpresa.
—Te han cerrado la boca Andrea—soltó Miriam, la chica castaña. Me guiño el ojo y bebió de su copa que parecía ser un Martini.
—Al, parece que sí que has venido a robarme la atención de estas señoritas y ahora me estoy sintiendo bastante celoso.
—¿Tú celoso? —bufé y arqueé las cejas. Mi primo creía que la policía era tonta, aunque claro Fred no hacía nada sin algún propósito. Al instante entendí la estrategia de mi primo. Después de su comentario tanto Andrea como Miriam se levantaron de sus taburetes para luego sentarse cada una en una de las rodillas de Fred y darle arrumacos. La escena en sí me asqueaba un poco, más que nada porque se notaba a leguas que estas chicas no resaltaban mucho por su inteligencia y que mi primo ahora mismo pensaba con el pene. De todas formas quién mierda era yo para criticar a Fred cuando apenas podía aguantarme en pie a pocas horas de entrar al antro.
No soportaba la visión de Fred metiéndole la lengua hasta la campanilla a Andrea, por lo que decidí mejor irme de una vez a bailar porque ya me preocupaba bastante el estar parado como un voyeur observando a Fred. Cuando me dispuse a hacerlo, la voz de mi prima Dominique me detuvo en seco. Por sí no lo sabías, Dominique cuando levantaba la voz fulminaba tímpanos y al escucharla me dio tanta impresión que perdí el equilibrio.
—Frederick Arthur Weasley, si no dejas de meterles ahora mismo la lengua hasta la campanilla a esas zorras te juro por tu tío Fred del cual tienes el nombre que te dejo sin tímpanos esta noche.
—Joder, Domi. Creo que ya se lo has roto porque a mí me acabas de dejar sordo—comenté aguantando las arcadas.
—Tú lo que tienes es un pedo de narices Albus, parece mentira que tenga que venir yo a poner orden cuando soy la primera a la que le va la marcha.
—Dom, Dom, mi hada de los dientes. Por fin te dignas a aparecer, me tenías abandonado, prima—dijo Fred destaponándose los oídos y apartándose de las babosas que tenía encima.
—Bueno es que si no aparezco, esto es el apocalipsis—suspiró ella para luego despachar con la mirada a Andrea y Miriam que la veían con cara de querer sacar las uñas.
—¿Quién es ésta Fred? —preguntaron las susodichas a las que por lo vista resultaba faltarles neuronas porque aún no se enteraban de que era su prima. Fred se dispuso a contestar pero Nique fue más rápida.
—Soy su novia—comentó ella colgándose del cuello de Fred como Jane con Tarzán—. Así que fuera que necesito que corra el aire.
—¿Cómo que tu novia, Fred?—Tanto Andrea que fue la que habló como Miriam lo fulminaron con la mirada.
—Chicas, veréis…
—Ni chicas ni nada, Frederick que soy tu novia y me tienes desatendida—volvió a insinuar mi prima esta vez sentándose sobre las piernas de Fred aparentando normalidad.
—Maldito embustero. Debí suponerlo Miriam, no quería verlo, pero se nota a leguas que es un buscavidas. Vámonos de aquí cariño—Andrea se levantó y esperó a Miriam que le metió tal cachetada a Fred que hasta me dio lástima, aunque al minuto ya me estaba desternillando de risa.
—¿A qué ha venido eso Nique? —le recriminó Fred a Nique con mala cara apartando sus manos de su cuello y quitando sus piernas de sus rodillas.
—¿No ha sido la bomba? —lo ignoró ella sonriéndome de lado con picardía.
—Ha sido lo mejor que he visto desde que terminaron los exámenes—me sinceré.
—No ha tenido ni puta gracia—se quejó Fred para luego beberse de un tirón otro chupito que le sirvió el camarero—. Me has dejado sin triscar esta noche.
—Pues hijo usa la mano que para eso la tienes, pero por Merlín no a esas dos idiotas llenas de siliconas hasta las cejas.
—Hoy estás que te sales Philippa—la elogié y no sólo por la broma sino por cómo vestía. Estaba espectacular—. ¿Quieres impresionar a alguien?.
Fred que permanecía de morros nos volvió a prestar atención y se fijó en Dominique y lo que llevaba. Traía puesta una blazer negra que le llegaba por encima de las rodillas con un escote bastante impresionante y unas botas de verano con plataformas negras y doradas. Como complementos llevaba un collar extralargo y unos piercings en la oreja con bonitas mariposas. En cuanto al pelo se lo había planchado y lo tenía completamente lacio y el maquillaje con los ojos ahumados la hacían parecer completamente arrebatadora.
—No te pases Sev que hoy tengo buen humor, pero para contestar a tu pregunta te diré que no tengo ninguna razón para vestirme así nada más de la de disfrutar de mí misma.
Obvié el Sev por el que me llamó mi prima porque al igual que ella odiaba que le dijeran Philippa a mi me disgustaba que me llamaran Sev, no porque no me gustara, sino que para mi era profundo. Soñaba con que alguien especial me llamara así, que no era que mi prima no lo fuera, a lo que me refería era que me gustaría escucharlo de alguien que ame.
—Por cierto Al, ¿has venido sólo? —preguntó Fred que miraba fijamente a Nique como si estuviera analizando algo que a mí ahora mismo no se me pasaba por la cabeza.
—Pues no Fred. En realidad he venido con Scor que debe estar bailando o algo—le dije ocultando que lo había dejado buscando a Rose—. Y también ha venido Zarek—Fred río de medio lado mientras que Nique se tensaba sorprendida.
Vaya esto sí que se pone interesante. Pensé. Ya entendía por que Fred me había preguntado con quién había venido. Pretendía poner entre la espada y la pared a Nique tal y como ella había hecho con él.
—¿El rey de las serpientes ha venido? Wow, eso sí que es sorprendente. ¿Y qué le habéis prometido para hacerle salir de su cueva?.
—No mucho en realidad, aunque ahora no tengo dudas de que tendrá toda su atención puesta en la fiesta.
—¿Qué piensas prima? —le preguntó Fred a Nique que nos miraba a ambos con ganas de atizarnos.
—Me parece muy bien que Snape haya decidido distraerse porque para eso se viene a estos sitios y nosotros ya estamos tardando en hacerlo.
Seguimos a Nique hasta el centro de la pista donde todos se contoneaban y bailaban al son de la música lo mejor que podía y decía lo mejor que podían porque algunos se movían peor que Falete en hula hoop. Me sorprendió que la pista también estuviera decorada y que no me hubiera fijado antes en ella. La decoración de la pista era bastante agradable. Alrededor de los bailarines había una gran carpa con bonitas enredaderas de damas de noche que recordaban el olor del verano. Además en cada esquina de la carpa aparte de tener sus propias luces, la acompañaban farolillos con velas en su interior en homenaje a las hogueras de Sant Joan de las que hablaba Agnes.
Nique se paró al encontrarse con las demás chicas que por lo visto habían venido juntas. Lorcan y Scarlet bailaban juntas, la primera llevaba un vestido estilo pin up color violeta con flores negras estampadas y un antifaz que hacía juego con el vestido. La segunda vestía con un vestido verde de encaje y un antifaz dorado como el mío. Al lado de Nique apareció Luna que por lo poco que pude oír venía de bailar con Rose la cual bailaba ahora con un chico al otro lado de la pista. ¿Qué narices haces Scor? Te dejo el camino libre con Rose y dejas que se te adelanten. Pensé mientras observaba el traje de Luna. Era negro y largo con mangas de trasparencia y abertura en la pierna. En la cara traía puesto un antifaz negro.
—¿Nique dónde estabas? —preguntaron Lorcan y Scarlet que habían dejado de bailar para saludarnos.
—Tuve que solucionar la falta de Cerebro de Fred—contestó ella guiñandole un ojo a Fred.
—Eh, Dom. De falta de cerebro nada. Las chicas eran preciosas y tú me las has espantado—le recriminó Fred con frustración.
—Eran unas sin cerebro Frederick.
—Típico de Fred—soltó Luna apoyando a Nique.
—¿Cómo qué típico Black? Aquí lo único que es típico es tu cena. Eso me recuerda… ¿Te han dado tu hueso hoy? Porque sino yo te lo puedo dar con mucho gusto.
Fred silbó y movió la mano como si fuera a lanzar un hueso que esperaba que Luna persiguiera. Antes de que se liara más intervino Scarlet que junto con Lorcan eran las más sensatas hasta que no entraban en trance y soñaban despiertas.
—Vamos, vamos chicos. La noche está preciosa, no perdamos el tiempo en tonterías, además Fred estás muy guapo, seguro que tienes más oportunidades esta noche.
—Claro que sí—coincidió Lorcan con emoción—. Hoy sus torposoplos están excitados por lo que lo más seguro es que su princesa esté cerca.
—¿Cuánto has bebido Lor, cariño? —pregunté divertido porque escuchar a Lorcan hablar de torposoplos era una locura.
—Pues no mucho la verdad. Un licorcito por allí, otro por allá. Ya sabes lo normal, aunque ahora que lo dices Al, tu cabeza está llena de borrachillos.
—¿Borrachillos? —preguntó esta vez Nique que flipaba cada vez más con la conversación—. ¿Eso no son dulces?.
—Qué más da si lo son o no. Dejad a la chica que piense lo que quiera, nuestra Lor es de mente abierta. ¿Verdad que sí, cariño? —intercedió Fred con una sonrisa mientras le daba la mano a Lorcan—. ¿Qué me dices pequeña, te apetece que bailemos?
—¿Puedo bailar el Gagnan Style?.
—Lo que tú quieras, Lorcan. Yo te sigo preciosa—respondió Fred.
—Entonces, voy a pedirle al Dj que la pinche. Con vuestro permiso, ahora regreso.
Lorcan fue a buscar al Dj que ahora mismo pinchaba una canción de Dualipa. A Luna que le costaba callarse en estas situaciones casi se le echaba encima a Fred.
—¿Estás de coña, no Weasley?.
—Para nada. Vamos a movernos a todos al ritmo del Gagnan.
—Yo me piro entonces, ni muerta bailo esa cosa—se sinceró Luna dispuesta a irse de inmediato.
—Yo me apunto, siempre he querido bailar esto como en el videoclip con toda la gente alrededor—comentó Scarlet emocionadisima como siempre. ¿Qué se metía esta chica? ¿Duracell en vena?
—¿De qué habláis chicos? — Molly acababa de aparecer vestida con una camisa blanca de encaje y una falda de tul negra con unos tacones que daban miedo. Llevaba dos coletas y un antifaz de Harley Queen. A su lado se encontraba Manel que llevaba un traje de chaqueta de color malva, una corbata verde y un antifaz del Joker.
—¿Vais a juego? Estáis geniales—los elogió Scarlet.
—Estás preciosa, Moll—la aduló también Nique—. Además me mola el outfit sobre todo las medias de rejilla.
—Hablábamos de bailar el Gangnam Style, ¿os apuntáis o es demasiado poco cómico para vosotros?.
—Vaya mierda de chiste Fred—lo corté.
—Lo mismo pienso yo de que seas una serpiente camuflada y no lo digo en voz alta.
—A ver, a ver. Aquí todo es una mierda y ya está. Que no se diga que nos quedamos cortos—intervino Luna harta ya de la situación. Pobre chica en realidad la entendía, estar con gente demasiado enérgica e imbécil como Fred daba dolor de cabeza.
—¿Qué mierda? —preguntó Lorcan que acababa de alcanzarnos después de avisar al Dj—. Si os referís a la mierda que ha dejado Toby bajo tu cama, te pido disculpas Freddie.
—Joder, Lor, cariño. ¿Dejas que tu familiar vaya cagando por ahí?
—Es que se viene mucho de vientre y como suele escaparse a menudo pues no controlo donde lo hace, pero vamos que no pasa nada Freddie. Intentaré que ya no lo haga más.
—Míralo desde el lado positivo, ahora puedes decir que la buena suerte te acompaña—bromeé. Disfrutaba tomándole el pelo a Fred. Todos se rieron incluida Luna que pocas veces lo hacía
—Pensaba que Manel había pisado mierda la verdad y no quería incomodar al chaval—contestó Fred como si hablara del tiempo.
—¿Qué? —se sorprendió Manel—. Eso es imposible, siempre miro las suelas de mis zapatos, no me gusta que estén sucias.
—No le hagas caso Manel, lo que pasa es que Fred no quiere reconocer que olía a mierda—zanjó el tema Nique.
—Dooooooom —se quejó Fred.
—Te quiero Freddie—le contestó Nique calmandolo.
—Bueno chicos, dejando el tema de la mierda a un lado. Me apunto a bailar. ¿Cuándo empezamos?
—Ahora mismo—Fred levantó el dedo pulgar y el Dj puso Gangnam Style de Psy a toda voz.
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A partir de aquí todo lo que sucedió fue un desmadre. Fred que ahora que me fijaba vestía como el cantante coreano de la canción se puso a saltar encima de la mesa de los chupitos. La gente se cabreó, pero como a mi primo eso le daba igual pasó del tema y sacó a bailar a la vez a Lorcan y Scarlet que al igual que Fred saltaban mientras cantaban el estribillo. Abajo de la mesa se movían Molly y Manel, como el Joker y la Harley, como los locos que eran. Yo ya no sabía si era que estaban interpretando un papel o es que se les había ido la `pinza de manera importante. Lo más loco de todo es que su vestimenta iba cambiando de color cada pocos segundos y esto ya parecía el mundo de Ronald McDonald. Yo, estupefacto y con cara de circunstancias me vi obligados por mi prima Nique a participar. Mi prima tuvo la gran idea de subirse en mis hombros como si fuera su caballo y bailaba sobre mí, a la vez que me pegaba azotes. Todo muy normal, vaya. En esta familia lo raro sería no liarla. Al final hasta a Luna le hizo gracia la tontería y yo aproveché en decirle a Nique que me alegraba que se sintiera orgullosa de montar a un Slytherin, pero que yo no era el semental correcto. Ella me pegó un cate en la cabeza que me hizo perder el equilibrio por lo que caímos justo en el ponche de la fiesta, y ya os podéis imaginar lo que siguió después de aquello.
Risas y bromas de Fred, Nique con sus gritos de veela, Luna partiéndose el culo porque nunca estuvo más de acuerdo con el dicho de "una imagen vale que mil palabras" y Lorcan y Scarlet en su mundo de ensueño.
Conseguí ir al baño, tenía el cuerpo pegajoso y olía a alcohol del malo. Cómo no había ducha, me limpié como pude con varios fregotegos dejando la ropa en perfecto estado. Al salir me encontré con Nique que debió tener la misma idea que yo porque ya lucía impecable como antes. Si a alguien se le ocurría preguntar sólo tendríamos que inventar alguna excusa creíble y en eso éramos buenísimos.
Mi prima charlaba con Luna y le preguntaba por Shane, aquella chica extraña que por alguna razón no llegaba a fiarme de ella. El día que la encontré en el bosque mientras recordaba lo del accidente de Scor, pensé que soñaba. Es decir, creí que en algún momento me había dormido y que ella formaba parte de ese extraño sueño. ¿Y cómo no hacerlo? Todo en ella recordaba a fantasía. Su pelo rubio ceniza, sus ojos grises como nubes de tormenta, su cara de facciones finas con un encantador hoyuelo en la barbilla incluso su piel blanca y suave como la seda. La definí como un ser fuera de este mundo porque despertó en mí, algo que me negaba desde hacía mucho, el deseo. Quise probar su boca y con ello, atrapar su alma para siempre junto con la mía que ansiaba como loca calmar el hambre que por años callaba en silencio agonizante. ¿Cómo podía existir alguien así? No debía hacerlo porque entonces acabaría con lo que soy, convirtiéndome en arcilla en sus manos. No deseaba que fuera cierto y sin embargo el día de la práctica de teatro la vi y la realidad me golpeó con tanta fuerza que incluso pensé en si permanecía dormido. Ahí, fue cuando me di cuenta de que Shane sabía más de lo que aparentaba y conocía mi pasado. ¿Tal vez estaba compinchada con Abel o era alguna de sus ligues? Si pretendía embobarme con una chica que esperara sentado, porque yo jamás me rendía ante nadie y menos ante alguien que se movía al son de Abel Campos.
Pasé de largo y las dejé charlar, casi era media noche y aun no me había encontrado con Zarek cosa rara a decir verdad. Esperaba que no tardara mucho en aparecer porque el dolor de cabeza que tenía desde hacía un rato dolía como mil demonios. Volví a la barra, a una zona apartada y me dejé caer allí por si el frío de la barra me suavizaba un poco la migraña. Supuse que me quedé dormido porque un pequeño golpe curioso en mi brazo me despertó del necesitado descanso.
—¿Te encuentras bien? —me preguntó la melodiosa voz de Shane. ¿Espera dije Shane? ¿Qué demonios hacía aquí y encima a mi lado? ¿Es que esta chica no tenía a otra persona a la que molestar? Diablos Me exasperaba y a la misma vez me emocionaba que alguien se preocupara así por mí, exceptuando a mi familia, Scor y Zarek. En cierta forma era reconfortante. Abrí mis ojos y choqué con los suyos gris tormenta preocupados. Quedé extasiado. Frente a mí se encontraba la criatura más bonita que había visto nunca, digna de cuentos y leyendas y de epopeyas donde los guerreros luchaban por el favor de la dama. Así me sentía en ese instante, como un caballero atrapado en el hechizo de Laia Shane. Lucía espectacular con un vestido largo de satén color plateado. Joder, el satén resaltaba de forma envidiable su figura, su pelo trenzado a un lado acariciaba su enternecedor escote y su espalda estaba completamente descubierta. Ahí comprendí cómo se sintió Perseo al enfrentarse a Medusa, paralizado pero también tentado, aterrado pero también curioso, torpe pero también intrépido, Laia era mi deseo más pecaminoso, pero el contrario que Perseo yo era más como Poseidón, tomaba sin preguntar y eso no era correcto, ¿Verdad?.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté con indiferencia. No debía olvidar que ella sabía algo del accidente en Hogwarts y que podía estar aliada con Abel.
—Te he estado observado y he notado que no te encontrabas bien—habló ella con una tranquilidad pasmosa como si el confesar que me estaba mirando, no fuera para nada extraño—. Al principio no me preocupé, pero como te echaste y no te levantaste, me angustié. Pensé que te pasaba algo.
—Me enterneces pequeña Shane. ¿Tú, preocupado por alguien al que ni siquiera conoces?.
—Bueno, yo sí que te conozco…
—¿Ah, sí?.
Vale. Esta chica pensaba que yo era tonto. ¿De verdad se creía que me iba a colar el papel de chica preocupada cuando realmente se notaba que esto era una actuación?.
—Eres el primo de Nique y ella suele hablar de ti en nuestra habitación.
—¿Y eso es suficiente para confirmar que de verdad me conoces? ¿Por simples conversaciones en un cuarto? Lo tuyo de verdad se lleva la palma.
La chica se empezó a poner nerviosa, cosa que me incomodó un poco. No iba a hacerle nada, a no ser que quisiera perjudicarme, eso sí nada que se relacionara con la violencia. Eso lo odiaba al igual que el maltrato a las mujeres.
—Laia, ¿estás bien? —Nique llegó de improviso abrazando a Laia, gesto que ella correspondió sin dejar de mirarme—. Me tenías preocupada, ni Luna ni yo sabíamos dónde estabas.
—Estoy bien Nique tranquila. Simplemente me perdí y he tardado en dar con el sitio.
Perdida, mis pelotas. La fulminé con la mirada y ella se puso blanca como la Tiza.
—¿Seguro que estás bien, cariño? Estas muy pálida y nerviosa.
—Sí tranquila, se me pasará enseguida. Seguro que se me ha bajado el azúcar.
—Siéntate un poco entonces. Te voy a pedir un zumo para que te recuperes un poco.
Nique se retiró un momento para pedir el zumo, instante que aproveché para susurrarle a Laia lo que verdaderamente pensaba.
—Eres una mentirosa Laia Shane y ya sabes lo que dicen… se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
Ella iba a protestar pero de nuevo volvió a ser cortada esta vez por Zarek que había aparecido de la nada y al ver mi estado me regaló una de sus miradas de ya hablaremos en casa. ¡Qué emoción! Charlita de Zarek a la hora de la siesta.
—Hola, Snape. Me alegra verte, pero ya podías haber aparecido en otro momento. Ahora mismo me pillas ocupado.
—¿Cuánto has bebido? —preguntó Zarek con resignación y con cara de pocos amigos.
—Nada del otro mundo, un par de chupitos sin importancia.
—¿Dónde está Malfoy? —volvió a preguntarme y esta vez no tenía idea de que decirle. Podría optar por la verdad, pero es que supuestamente Scor me iba a vigilar y ambos habíamos pasado olímpicamente de las instrucciones de Zarek. Por suerte o por fortuna mi prima Nique regresó y eso me salvó de darle una respuesta.
—Laia aquí tienes el zumo, perdona que haya tardado tanto pero es que la barra estaba a tope y…
Nique no llegó a terminar la frase porque se percató en ese instante que Zarek estaba allí, mirándola. ¡Y cómo la miraba! La estudiaba fijamente como si estuviera perdiéndose en ella, como si fuera el primer oasis que se encontraba después de caminar horas en el desierto. Deseo, esperanza, veneración, cariño y amor se descubrían en su mirada y eso me acongojó. Joder, verlo así me dejaba frío y eso también me hacía cuestionarme si el amor actuaba con todas las personas de la misma manera, bueno con todas no porque yo estaba fuera de la ecuación. No nací para ser amado porque yo no podía amar. Quería a mi familia y amigos, claro pero jamás sentiría algo parecido a lo que sentía Zarek, porque no estaba hecho para ello y jamás lo estaría. Voldemort fue conocido porque no podía amar, tal vez a mí también me pasaba lo mismo.
La incomodidad de observarlos a los dos se hizo palpable en el ambiente, y aproveché el momento para seguir intentando sonsacarle algo a Shane, sin embargo cuando miré hacía donde había estado ya se había ido. Maldita sea. De esta noche no se escapaba. Hoy contaría todo lo que necesitaba saber y si de verdad estaba compinchada con Campos.
Salí en busca de aquella chica de cabellos cenizas y me adentré de nuevo en la marabunta de gente, de reojo alcancé a ver a Luna y al que parecía ser el cocinero del colegio conversando en la barra. Al parecer se llevaban bien. Seguí buscando, pero de un momento a otro las luces se apagaron y el cielo estallaron fuegos artificiales. Lo que me faltaba, pedo y sin luces. Iba a acabar besando el suelo en menos que se dice pio. Pensé arrastrando los pies que me pesaban como bloques de hormigón, incluso la lengua comenzaba a sentirla pastosa. La luz de unos de los fuegos artificiales iluminó una zona situada detrás de la carpa y allí la descubrí, observando el cielo al lado de una fuente con querubines. ¡Qué gracia unos querubines daban la bienvenida a la muerte en persona! Ella, me daba la espalda con esa inocencia que me molestaba y que a la misma vez me confundía, porque esa chica escondía algo, algo fuera de lo común y sin embargo, en momentos así mis pesquisas sobre quién o qué pretendía desaparecían. Eliminé la distancia que nos separaba y cuando la tuve a mi alcance, la agarré firmemente de los brazos sin lastimarla, le di la vuelta y la pegué a la pared más cercana; que esta vez resultó ser uno de los querubines de la fuente cuya función consistía en convertirse en el atractivo principal de la pequeña construcción.
—No hemos terminado nuestra conversación señorita Shane, ¿acaso iba a alguna parte?.
—Sólo necesitaba algo de aire fresco—me contestó y su cercanía me sorprendió tanto que por un minuto sentí su aliento en mi boca.
—Mientes Shane, sé que lo haces—dije acercándome más a su cuerpo. Coloqué mis brazos a lado se su cabeza cortándole la salida y eso hizo que nuestros pechos se rozaran al tomar aire—. Sabes algo, si hay algo que odio en esta vida son las mentirosas, además de a las curiosas. ¿Sabes por qué?.
Ella negó con la cabeza, y yo contuve un gemido de excitación por el roce de nuestros cuerpos. Encajaban tan bien y sus labios eran pura tentación. Una tentación que debía evitar como diera lugar porque con Laia Shane las cosas nunca salían como quería. Esta chica era mi Eva, aquella que le ofrecía el fruto prohíbo a Adán y lo aceptaba gustoso y yo me moría de ganas por aceptarlo sino fuera porque mi papel siempre fue el de la serpiente. Yo tentaba primero y ella tenía que caer.
—Porque no me gustan que me provoquen y eso es lo que estás haciendo tú, bruja. Me provocas algo aquí dentro—señale mi pecho y tomé una de sus manos para que lo tocara y ella lo hizo, me tocó y suspiré como un animalito herido deseoso de caricias—. No sé por qué me vigilas o cuales son tus razones. Tampoco sé porque conoces cosas de mí que otros no saben. Dime—le ordené, — ¿quién eres? ¿Cuáles son tus intenciones, bruja?.
En un arrebato impropio de mí, me acerque a su bonita y pequeña oreja y mordisqueé su lóbulo, ella se tensó y gimió y yo pude comprobar que si escuchaba un sonido terminaría corriéndome en los pantalones. Joder, era tan surrealista. ¿Cómo una mujer podía parecer inocente y a la vez pecaminoso? ¿Por qué tenía unas inmensas ganas de tocarlas por todos y morderla hasta que no pudiera mantenerse en pie.
—Yo no tengo ninguna intención—contestó entre aspavientos porque ahora mi boca mordía su cuello y cada vez que me mintiera lo volvería hacer.
—Mientes.
—No miento—la mordí en la barbilla y ella pegó un gritito de sorpresa y placer que me puso aún más duro.
Ya. Te. Lo. Dije. Anteriormente—consiguió decir luchando contra mi dominio sobre su cuello, su barbilla, su oreja. Era un maldito festín en mis labios.
—¿Qué me dijiste, Shane? No lo recuerdo—le mentí porque sabía que había más. Muchísimo más.
—Tientas a la muerte Albus y eso no es bueno, ya te lo dije.
Reí en su oído incrédulo. ¿De verdad pensaba que me creería esa monserga? Sus ojos relampaguearon con algo parecido a la molestia, eso llamó mi atención, tanto que no pude controlar lo que salió de mis labios en ese momento.
—No me miras así Shane. Me dan ganas de violarte la boca.
Si eso ya me sorprendió lo que me dejó fuera de juego fue su respuesta.
—No sería violación si hay consentimiento.
Mierda, ¿de verdad había dicho eso? Seguro que no lo pensaba. Seguramente el alcohol me jugaba malas pasadas, pero no ahí estaba ese destello de desafió en sus ojos y que ahora entre las luces de los fuegos pensaba que ninguna se alcanzaba la luz de los de Laia. Sus ojos me recordaban al brillo de la luna porque cuando las estrellas desaparecían, allí estaba ella radiante y poderosa, la luz que la oscuridad jamás podía ocultar. Agarré su cintura con fuerza y pegué su centro a la erección en mis pantalones, luego con mi mano libre la tomé de pelo y levanté su rostro. Poco a poco, acerqué mi boca a la suya, tentándola con pequeños roces pero nunca tocándola, nunca. No lo haría con ella, seguro que no entendía lo que había sugerido. Estaba completamente seguro. Me aparté suavemente y el momento en que lo hice sucedieron varias cosas:
La primera que los fuegos terminaron y las luces volvieron.
La segunda que varios cuerpos aparecieron tirados en el suelo de Terrrazza
Y la tercera el grito de Laia que sacudió mi alma y las de los que allí estaban sin remedio.
